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martes, 7 de enero de 2025

Año de Franco (II) Qué fue la guerra civil (Pío Moa)

MÁS ESPAÑA Y MÁS DEMOCRACIA


Puesto que la democracia procedió de la legitimidad del franquismo (aprobada en referéndum) y no de la ruptura con ella, y a su vez el franquismo provino de la guerra civil, es preciso empezar por esta última el análisis histórico-político.

1. Las historias de la guerra civil suelen ser una selva de datos, a menudo parcial o totalmente falsos, de juicios sobre personajes, anécdotas y relatos parciales, en los que no pocas veces se diluye lo esencial: por qué se llegó a la guerra y qué se jugaba en ella por los dos bandos. Las versiones más habituales son tres: la de la derecha tipo PP, la de la izquierda y los separatistas, y la de la derecha tradicional.

2. La versión tipo PP habla de unos grupos criminales o enloquecidos de uno y otro bando a quienes les dio por matarse entre sí, no se sabe bien por qué, y arrastrar al resto del país. La estupidez de semejante “explicación” no merece más comentario que el del asombro por que hayan podido expresarla diversos historiadores y periodistas.

3. La versión de la izquierda tiene más dignidad intelectual, aunque es perfectamente falsa: la guerra habría enfrentado a las fuerzas democráticas republicanas con las fuerzas reaccionarias que empobrecían y explotaban al “pueblo”. La tesis podría funcionar si no fuera porque los partidos “democráticos” eran principalmente un PSOE y una PCE dispuestos a imponer la llamada “dictadura del proletariado”, es decir, de ellos mismos; y porque la izquierda en general, durante la república, empobreció notablemente a los trabajadores masificando el paro y duplicó el número de muertos por hambre.

4. La versión de la izquierda empeora si atendemos a la propia guerra civil, en la que el frente popular desarticuló la economía y produjo la mayor hambre conocida en España en el siglo XX, pese a disponer inicialmente de casi toda la industria y de grandes extensiones agrarias. En cambio los “reaccionarios” aseguraron un abastecimiento suficiente para la población de su zona, aunque en la posguerra tuvieron que afrontar las consecuencias de la increíble desorganización económica de la mitad del país que había estado en manos izquierdistas.

5. La tercera versión argumenta que la guerra procedió de la rebelión de la parte sana de la sociedad para defender a la Iglesia y a España contra el desorden tiránico de una izquierda antirreligiosa y fundamentalmente comunista. Esta explicación es más demostrable que las anteriores, pero resulta un tanto roma: por ejemplo, habla de “bando republicano” identificando república y frente popular y otorgando a este la legitimidad de la primera, cuando fue el frente popular quien destruyó la legalidad republicana, haciendo inevitable la guerra. Este es un error de gran calado, que en nuestros días ha permitido la desvirtuación de la transición democrática.

6. Entender la guerra exige apreciar la composición política de los dos bandos. El frente popular se componía de dos partidos realmente fuertes y de masas el PSOE y el PCE, ambos aspirantes a transformar radicalmente la cultura e historia del país imitando a la URSS. En torno a ellos giraban los republicanos de izquierda, de representatividad y fuerza popular muy escasas, y los anarquistas, que pronto fueron desbancados. Otros dos partidos clave fueron los separatistas vascos y catalanes (PNV y Esquerra). Por ello cabe describir al frente popular como, esencialmente, alianza de partidos sovietizantes y separatistas a quienes los sovietizantes reconocían derecho de secesión.

7. El bando nacional también integraba a partidos o tendencias heterogéneas: las más visibles, aunque no las principales, las carlistas y falangistas; además monárquicos, sin apoyo popular pero sí entre el generalato y las clases altas; y católicos procedentes de la extinta CEDA, que había llegado en la república a ser el partido con más votos populares. Dado que el frente popular aspiraban en definitiva, a romper la continuidad política, histórica y cultural de España, el elemento de unión entre los nacionales puede describirse como el intento de garantizar dicha continuidad sobre la base de la unidad nacional y la cultura cristiana.

8. Tal diversidad política obligó a los dos bandos a un gran esfuerzo unificador, a fin de combatir eficazmente al enemigo. Al frente popular le unía la voluntad de aplastar al bando nacional, al que llamaban “fascista” por motivos de utilidad propagandística, pero las divergencias entre sus partidos eran tan fuertes que motivaron numerosos asesinatos y dos pequeñas guerras civiles entre ellos mismos. Los únicos con una estrategia política y militar inteligente, los comunistas, intentaron afirmar la unidad empleando a menudo el terror contra sus aliados. Sin lograr imponerse del todo, aunque sí lo bastante para sostener la guerra por cerca de tres años.

9. Las divergencias en el bando nacional también amenazaban la cohesión y la eficacia militar. Sin embargo se logró la unidad de acción entre sus tendencias o partidos sin recurrir al terror entre ellos. Su unidad fue garantizada por la parte del ejército que se le había unido, poco politizada pero disciplinada, y particularmente en el prestigio de Franco. Este había emprendido la rebelión en condiciones que –como expresó el socialista Prieto– garantizaban su derrota, pues casi todos los recursos financieros, industriales y la mayor parte de los militares habían quedado en manos del frente popular. Haber superado una situación prácticamente desesperada con unas tropas reducidas pero eficaces, dio a Franco una aureola y prestigio que hicieron indiscutibles sus decisiones.

10. Al desarrollarse la contienda en medio de las gravísimas tensiones europeas que desembocarían en la II Guerra Mundial, se produjo pronto una intervención exterior en apoyo de uno u otro bando. Los nacionales obtuvieron ayuda fundamentalmente de Italia y Alemania, también de Usa (petróleo), mientras que el frente popular la obtuvo de la URSS y en alguna medida de Francia o Méjico, también de Usa. En cuanto a Inglaterra y Francia, procuraron la “no intervención” para que las llamas de España no se cruzasen los Pirineos: menos de veinte años antes habían ganado la I Guerra Mundial, con apoyo de Usa, y procuraban mantener el statu quo salido de su victoria.

11. Mussolini y Hitler apoyaron a Franco porque no querían tener un régimen soviético y sí un aliado en la retaguardia europea. La intervención de Stalin fue más compleja: estuvo dictada por la convicción de que pronto estallaría una nueva guerra en Europa, y por la obsesión de evitar que comenzase por el este, entre la Alemania nazi y la URSS, que podría destruir al régimen soviético. En cambio, si estallaba por el oeste, entre las potencias democráticas y las fascistas, él quedaría arbitro de la situación. Entonces la guerra de España le dio la oportunidad de atraer a Francia e Inglaterra al choque con Alemania e Italia: toda su estrategia política se centró en presentar al frente popular como un régimen democrático al que debían defender obligatoriamente las otras democracias (aunque lo sostuviera la URSS, paradójicamente). Como sabemos, la obvia desconfianza de Londres y París hacia Moscú, y la victoria de Franco, frustraron esa estrategia. La cual, en cambio, tendría éxito en septiembre de 1939, solo cinco meses después de la guerra de España, mediante un Pacto germanosoviético con el que nadie había contado, y que hizo comenzar la guerra europea efectivamente por el oeste.

12. Deben señalarse diferencias de fondo entre las intervenciones fascistas y la soviética. Ni Hitler ni Mussolini llegaron a condicionar de modo algo significativo la conducción política y estratégica de Franco, mientras que Stalin, al recibir el grueso de los recursos financieros del frente popular, enviados por el PSOE, se hizo el verdadero amo de las izquierdas españolas, ayudado además por un partido comunista fanáticamente adicto a Moscú y que se convertiría en el partido hegemónico de las izquierdas. Por otra parte la policía política soviética actuaba en territorio español con independencia del gobierno izquierdista. Otra diferencia histórica muy relevante es que Hitler no había cometido por entonces los genocidios conocidos en la II Guerra Mundial, mientras que Stalin llevaba tras sí verdaderas montañas de cadáveres.

13. En resumen, el sentido de la guerra civil fue la oposición entre quienes aspiraban a sovietizar o disgregar a España en pequeños estados manejables desde el exterior, y quienes querían impedirlo a toda costa. La causa precisa de la guerra fue la destrucción de la legalidad republicana por el PSOE y los separatistas catalanes principalmente, en dos golpes sucesivos: la insurrección de octubre de 1934, planteada directamente como guerra civil, que fracasó pero dejó malherida a la república; y el fraude electoral de febrero de 1936, que le dio la puntilla, destruyendo su legalidad. Con lo que dejó a sus contrarios ante el dilema de sublevarse o ser aplastados desde el poder. El fraude electoral izquierdista abrió paso a un nuevo régimen que no llegó a consolidarse por haber perdido la guerra después de haberla provocado.

Pío Moa

martes, 18 de julio de 2023

La persecución religiosa: 18 de julio 1936 – 1 de abril 1939 | P. Gabriel Calvo



Muchas son las semejanzas de los actores y de los objetivos de los partidos de la izquierda que formaron parte del Frente Popular y que trajeron represión, persecución y crímenes en 1936 y que hoy tratan de repetir los socios del gobierno con Pedro Sánchez, esto es, socialistas, comunistas, separatistas, etc.

“Quién olvida su historia esta condenado a repetirla”. Famosa frase que la debemos tener en cuenta el próximo 23J.



La Segunda República o el paraíso que no fue

La persecución religiosa: 18 de julio 1936 – 1 de abril 1939

Con el inicio de la guerra, en la zona bajo el dominio del Frente Popular se inició una persecución religiosa cuya máxima letalidad abarca desde julio hasta diciembre de 1936. Una matanza de católicos que carece de precedentes en los veinte siglos de la historia de la Iglesia[1]. Basten como botón de muestra las cifras de la diócesis de Toledo, primada de España, aunque hubo otras tantas igual o mucho más castigadas que ella. Proporcionalmente a su número de habitantes, la diócesis de Barbastro fue la que más sufrió la represión de la izquierda. En tierras toledanas serán sacrificados 286 sacerdotes, casi el 50% del clero diocesano[2], sin contar los cientos de templos asaltados y destruidos.

Lo que se disputó en la guerra de 1936-1939 era mucho más que una forma política (monarquía, república o democracia) o un programa de partido (comunismo o fascismo); fue todo un concepto de España y de la civilización occidental. Los españoles que permanecieron neutrales, la llamada recientemente «tercera España», podrían contarse con los dedos, eran, por lo general, intelectuales de tradición liberal, selectos y extremadamente minoritarios. Al estallar la contienda prefirieron exiliarse, pero, dicho exilio se produjo desde el territorio republicano, porque temían por su vida, pero no desde territorio del bando nacional. Verdad ésta cuidadosamente silenciada por los historiadores a sueldo del PSOE, los comunistas y separatistas: Paul Preston, Santos Juliá, Ángel Viñas, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, etc. El resto de la nación participó de una forma que puede llamarse activa. Cada grupo social, ideológico o político se encuadró en uno de los dos bandos. Lo cual les confirió una gran fuerza, pero también una enorme heterogeneidad.

Prácticamente de modo telegráfico, pasamos ahora a trazar un breve bosquejo cronológico de los hechos señeros acaecidos durante la persecución contra la Iglesia llevada a cabo por el «bando rojo», asimismo autodenominado de esta guisa. Conviene que el lector retenga los datos principales a fin de lograr una visión panorámica del periodo

El 3 de agosto la aviación frentepopulista atacaba la Basílica del Pilar en Zaragoza, un monumento paradigmático del catolicismo español y de un gran valor artístico, sin embargo, de forma inexplicablemente humana, no estallaron las bombas. El 7 de agosto se produce el fusilamiento definitivo y posterior voladura del monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles realizado por mineros socialistas de la UGT asturiana. Al igual que la Basílica del Pilar no se trataba de objetivos militares sino ideológicos.

El 27 de agosto El Frente Popular se incauta de los edificios religiosos. Previamente, el 13 del mismo mes ya habían sido cerrados todos los establecimientos religiosos, incluidos los centros de beneficencia, por orden gubernamental. El culto público y privado u otra cualquiera actividad de la Iglesia, quedaban prohibidos en la zona roja bajo pena de muerte. El 29 de agosto se produce la incautación de los archivos parroquiales, muchos de los cuales serán destruidos, perdiéndose así irremediablemente, siglos de historia e información minuciosamente recogida, archivada y conservada. El 14 de septiembre, Pio XI recibe en una audiencia en Castelgandolfo a 500 prófugos españoles bendiciendo: «a cuantos se habían propuesto la difícil tarea de defender y restaurar los derechos de Dios y de la Religión»[3].

El 4 de noviembre de 1936, el encargado de negocios de la Santa Sede regresaba a Roma ante la certeza de un inminente asalto del edificio de la nunciatura por las fuerzas revolucionarias. En su mensaje navideño, el Papa se refiere particularmente a la persecución religiosa de la España republicana.

El 7 de enero de 1937 Manuel Irujo, perteneciente al PNV, católico y ministro sin cartera presenta un memorándum al Gobierno sobre la persecución religiosa y éste rechaza sus propuestas para acabar con la persecución. El 19 de marzo, Pio XI publica la encíclica Divini Redemptoris contra el comunismo ateo, dedicando una especial atención a España debido a la persecución religiosa del marxismo en sus tres variantes: socialismo, comunismo y anarquismo. El 1 de julio el cardenal Isidro Gomá junto con la práctica totalidad de los obispos que no habían sido asesinados por entonces, publica la Carta Colectiva del Episcopado Español destinada a explicar los sucesos de España al resto del episcopado universal, y que desgranaremos con detalle en próximas entregas a causa de su decisiva importancia.

El 21 de septiembre Monseñor Hildebrando Antoniutti es recibido por el Gobierno nacional del Generalísimo Franco como encargado de negocios de la Santa Sede. El 10 de noviembre Gomá preside la Conferencia de los obispos Metropolitanos en el Monasterio Cisterciense de Venta de Baños, en Palencia. El 16 de mayo de 1938, Mons. Cayetano Cicognani es nombrado nuncio apostólico ante el Gobierno nacional. El 26 de junio el ministro de Defensa Nacional proporciona facilidades a los soldados republicanos que soliciten auxilios religiosos.

Ambos bandos, y en definitiva el país pobre que siempre había sido España, estaban agotados. No obstante, la zona del Frente Popular, desastrosamente gobernada y todavía peor administrada, llevándose la peor parte en las operaciones militares, había sufrido mucho más que la zona nacional. A pesar de la abundante ayuda soviética, pagada con los cientos de toneladas de oro pertenecientes a las reservas del Banco de España, además de la apabullante superioridad económica y militar, reconocida por el ministro socialista Prieto[4]. La población que la integraba era presa de un hambre acuciante. El régimen que continuaba designándose como Segunda República, ya no tenía nada que ver con el proclamado el 14 de abril de 1931, debido al monopolio en el control del Gobierno por los grupos más fanáticos de la izquierda[5]. Así, tras un período de recuperación, el 23 de diciembre de 1938, los nacionales lanzaron la última y definitiva de sus grandes ofensivas militares cuyo objetivo era Cataluña.

El 26 de enero de 1939 las tropas nacionales al mando del general Juan Yagüe entran pacíficamente en Barcelona, restableciéndose así el culto católico, suprimido por completo desde julio de 1936. El 7 de febrero, a menos de dos meses de que finalice la contienda, fray Anselmo Polanco OSA, obispo de Teruel y su vicario general Felipe Ripoll, son asesinados en Gerona mientras las tropas izquierdistas cruzan la frontera. Desde la caída de Teruel en febrero de 1938 había sido tomado como rehén y torturado.

El 8 de febrero fue tomada Figueras, última sede del Gobierno de una República en territorio español. Un gobierno fantasma, supuestamente republicano, en quien nadie creía desde hacía años, pues su entrega a Moscú desde el inicio de la guerra con el envío de las reservas de oro del Banco de España cerraba un pacto de sumisión voluntaria a los dictados de Stalin. En el Gobierno discutían los partidarios de seguir la lucha, en espera de la inminente guerra mundial, que podría cambiar las tornas. Aunque no sabemos muy bien de qué manera, pues el pacto nazi-soviético era inminente (23-8-1939) y ambas naciones se encaminaban hacia unas relaciones diplomáticas de colaboración, como pudo comprobarse durante la invasión de Francia por Alemania durante el mes de mayo de 1940. Los tanques germanos funcionaban entonces con el combustible vendido al III Reich por los pozos petrolíferos de la Unión Soviética y Stalin felicitó a Hitler por su conquista[6].

A excepción de los comunistas en bloque y de la mayor parte de los socialistas que los apoyaban, aunque no todos, como Besteiro, había miembros del Gobierno que estimaban imperioso entablar negociaciones con los nacionales de cara a la firma de una rendición condicional. El coronel republicano Segismundo Casado se reveló de esta forma contra los comunistas, iniciándose la segunda guerra intestina entre las izquierdas durante la contienda civil en marzo de 1939, como ya sucediera en Barcelona en mayo de 1937[7]. Uno de los factores de la derrota del bando rojo fue su profunda desunión, que terminó por producir en su propio seno este golpe de Estado del coronel Casado.

Madrid, Valencia y Cartagena fueron las últimas ciudades en rendirse al ejército nacional que entró en la capital de España, al igual que ya había sucedido en Barcelona, sin disparar un solo tiro. El 10 de febrero muere Pio XI y el 27 Manuel Azaña se exilia a Francia dimitiendo como presidente de una República que se había caídos a pedazos, dinamitada por las propias izquierdas desde su inicio debido a la continua violación del Estado de Derecho.

El 2 de marzo Eugenio Pacelli es elegido Papa con el nombre de Pio XII. El 1 de abril es proclamado por el Generalísimo Franco el final de la guerra y de la persecución religiosa[8]. El 16 del mismo mes, Pio XII dirige un mensaje de felicitación a España, donde ensalza el heroísmo de los mártires de la persecución religiosa y de los soldados del pueblo que: «se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y civilización cristianas»[9].

Haciendo un balance final de la guerra el historiador Comellas afirma que: «Puso de manifiesto, como nunca, las virtudes, el coraje y el valor humano de una raza. Presenció actos sublimes de heroísmo, de abnegación y generosidad hasta el límite. Hizo ver que los errores históricos se pagan muy caros, y en este sentido constituye una formidable lección, que las nuevas generaciones están gravemente obligadas a aprender»[10].

P. Gabriel Calvo | Sacerdote e Historiador

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[1] Pio Moa, Los mitos de la Guerra Civil, La esfera de los libros, Madrid 2003, 223 y ss.

[2] Juan Francisco Rivera, La persecución religiosa en la diócesis de Toledo (1936-1939), Toledo 1995, 41. Las múltiples cuidadas y obras de Jorge López Teulón dedicadas a la persecución religiosa conforman un monumental archivo de documentación. Basten la mención de algunas como botón de muestra: Mártires de Toledo, Edibesa, Madrid 2007; Toledo 1936. Ciudad mártir. Persecución y martirio, Edibesa, Madrid 2008; El mártir de cada día, Edibesa, Madrid 2013, 2 vols.; Profanación de la clausura femenina, San Román, Madrid 2021.

[3] AAS 28, 1936, 380.

[4] Cf. Francisco Gijón, La Segunda República y la Guerra Civil, Ediciones RG, Las Vegas 2021, 207.

[5] Cf. Alfonso Bullón de Mendoza-Luis Togores (Coord.), La República y la Guerra Civil setenta años después, Actas, Madrid 2008, 62

[6] Cf. Antony Beevor, La Segunda Guerra Mundial, Pasado y presente, Barcelona 2012, 172.

[7] Cf. Ángel Bahamonde, Madrid 1939. La Conjura del coronel Casado, Cátedra, Madrid 2015, 156,

[8] Cf. César Vidal, La guerra que ganó Franco, Planeta, Barcelona 2006, 410

[9] Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, BAC, Madrid 1961, 744.

[10] José Luis Comellas, Historia de España moderna y contemporánea, Rialp, Madrid 2003, 342.

miércoles, 24 de agosto de 2022

Propuesta de un debate (Pío Moa)



Le Figaro ha publicado un artículo de un señor Emilio Silva en respuesta a mi entrevista con Isabelle Schmitz en Le Figaro histoire. Me parece excelente la iniciativa porque puede abrir el necesario debate intelectual y democrático que vengo proponiendo en vano desde hace muchos años. Y sería muy justo que el debate partiera de Francia, porque en España no solo no ha sido posible, sino que se han dictado leyes para impedirlo; y porque la guerra de España tiene un alcance histórico e ideológico que va más allá de la propia España.

Para empezar conviene establecer una diferencia. Yo soy un historiador independiente de cualquier poder o partido político, que lleva muchos años silenciado por los grandes medios en España, mientras que Silva preside una asociación subvencionada por el poder socialista con dinero público, que se nos obliga a pagar a todos, y de acuerdo con una ley que trata de imponer a los españoles, desde el poder, su versión de la historia, persiguiendo la discrepancia y atacando así las libertades de investigación, opinión y expresión. Esta diferencia de entrada no es banal.

Que el señor Silva se ampare en una ley totalitaria ya hace sospechar que su versión ha de ser falsa. Claro que, a pesar de la sospecha, esa versión podría ser correcta en términos históricos y el franquismo haber practicado un «genocidio». La palabra pretende equiparar al franquismo con el nazismo, una idea que no se sostiene ideológica, política ni históricamente, pero que tiene gran efecto emocional sobre las personas desinformadas, así que habrá también que hablar de ello.

En todas las guerras se cometen atrocidades por unos y otros, por lo que interesa ante todo entender cómo se ha llegado a ella. Y una de mis conclusiones es la decisiva responsabilidad del PSOE (mucho mayor que la de los comunistas o los anarquistas) en la destrucción de la legalidad republicana, la preparación deliberada de la guerra, el terror y la entrega de la soberanía a Stalin. Son conclusiones extraídas, no de la propaganda franquista, sino de la muy abundante documentación de la izquierda, que he investigado durante diez años. Es evidente que al poder socialista le interesa mucho ocultarlo y sustituir la historia por una «memoria» emocionalmente manipulada. Y al no poder rebatir mis tesis, ocultarlas e impedirles circular es uno de los objetivos básicos que esta ley contra las libertades públicas.

En segundo lugar conviene entender el carácter y objetivos de los bandos en pugna, y ese es otro tema de fondo a debatir. ¿Fue una guerra entre fascistas y demócratas como suele plantearse? Lo veremos también.

Y finalmente, es revelador el empleo del término «revisionismo», como si fuera un pecado mortal. Claro que soy revisionista, porque investigo, y la revisión es una exigencia elemental de la razón y la ciencia, opuesta precisamente al despotismo dogmático que las leyes de «memoria» quieren imponer.

Propongo al señor Silva, o a cualquier otro, empezar por las ideas y prácticas del PSOE acerca de la república, en especial a partir del verano de 1933.

Pío Moa

lunes, 18 de julio de 2022

El Alzamiento Nacional: una obligación. Lo contrario, traición




Aunque hoy es difícil de imaginar, basta echar un vistazo a la situación que en todos los órdenes vivía España en Julio de 1936 para concluir sin temor a equivocarnos que el Alzamiento Nacional no sólo fue necesario, sino obligado y además absolutamente justificado desde todo punto de vista; más aún, porque no realizarlo hubiera supuesto traición.

En Julio de 1936 media España, esa antiEspaña que padecemos surgida de aquel siglo XIX que quisiéramos borrar de nuestra historia, después de cargarse la Monarquía presentando a la República como solución mágica a todos los males de entonces, que sin duda no eran baladíes, entre otros la injusticia social que las derechas no quisieron o supieron corregir a tiempo y con eficacia, se cargaron también, mediante la revolución al más puro estilo marxista-leninista, a la II República que nunca quisieron democrática, sino bolchevique.

Creyéndose lo suficientemente fuertes, y a pesar del batacazo que les supuso el ensayo revolucionario de Octubre de 1934, las izquierdas y los separatista iban decididos a la guerra civil revolucionaria porque la creían ganada de antemano. Además de aquel ensayo revolucionario conviene recordar el pucherazo antidemocrático por el que en Febrero de 1936 se hizo con el poder el Frente Popular, coalición revolucionaria de izquierdas y separatistas; no sólo a nivel nacional, sino también municipal al expulsar literal y violentamente de los ayuntamientos a las corporaciones que los gobernaban conforme a los resultados de las últimas elecciones municipales celebradas en 1933. Sus acciones hasta Julio causaron 330 muertos e incontables heridos, destrucciones, etc., por razones (excusas) político-ideológicas, así como la destrucción de gran parte del tejido productivo industrial y rural de España sumiéndola en el caos y la miseria.

La situación prerrevolucionaria era tan evidente y de tal calibre que ni sus líderes y seguidores lo ocultaban. Sus declaraciones y discursos, así como sus acciones, no dejaban lugar a dudas. La revolución como tal estaba decidida, las fuerzas preparadas, los objetivos escogidos y señalados, la fecha para el estallido revolucionario era inmediata. No había, pues, más remedio que aceptar el reto, hacer frente al enemigo declarado, si quieren incluso caer en su trampa reaccionando contra la tormenta que se avecinaba y que sus impulsores no ocultaban, como tampoco que la iba a descargar sobre la otra media España la cual, evidentemente, no se engañaba. Así pues, no alzarse en armas frente a tan funesto destino tanto de la Patria como de ellos mismos, habría sido suicida, necedad, cobardía y traición. No hay duda: el Alzamiento Nacional fue necesario, obligado y justificado.

El Alzamiento significó la rebelión de la parte sana del pueblo español tanto frente al destino totalitario que le reservaban los revolucionarios, como al sometimiento esclavo a una ideología, la marxista-leninista, y a una potencia, la URSS, ajenas ambas y extremadamente nocivas que por entonces ya sufría Rusia con las consecuencias que hoy conocemos con toda exactitud; las mismas que padecieron después los países del Este de Europa y los de otros continentes que no supieron o no pudieron alzarse como sí lo hizo España.


El Alzamiento significó el punto de partida para el renacer de nuestra Patria tras un siglo y cuarto de decadencia que la llevó en Julio de 1936 al borde de la extinción como nación y como pueblo libre, soberano e independiente. La prueba es que en la parte que durante la guerra quedó bajo la férula frentepopulista, no sólo la II República fue sustituida por otra revolucionaria socialista y soviética totalitaria y criminal donde se extinguió sin más a todo colectivo considerado opuesto en un genocidio brutal –incluso de su misma o cercana ideología, caso del POUM y de los anarquistas—, sino que sus autoridades se sometieron hasta lo indecible a los dictados soviéticos incluso a los que ponían en peligro las vidas de los suyos. Lo que ocurrió en la zona frentepopulista fue lo que le esperaba a toda España si no se hubiera producido el Alzamiento o si no se hubiera ganado la guerra. El también alzamiento del Col. Segismundo Casado y de los históricos líderes Julián Besteiro, socialista, y Cipriano Mera, anarquista, en Marzo de 1939 contra la dictadura soviética de ese mismo Frente Popular nos da también la razón y avala lo que decimos.

El Alzamiento del 18 de Julio supuso pues para España la reconquista de su libertad, soberanía, independencia, dignidad y honor, bien que a costa de mucho sudor, sangre y lágrimas. Y es que la desidia, ingenuidad e incluso estupidez de nuestro siglo XIX llegó a tanto que se tenía que pagar muy caro.

Por último, un apunte, aún a riesgo de que pueda ser tachado de digresión, pero que por su importancia no quiero dejar en el tintero.

La etapa de gobierno del Generalísimo Franco nadie puede negar que supuso la reconstrucción espiritual, moral y material de España hasta cotas jamás igualadas, máxime partiéndose de donde se partía y más aún no sólo sin ayuda alguna exterior, salvo casos muy contados, sino con la oposición activa de medio mundo y en condiciones extremas debido, por ejemplo, a la II Guerra Mundial. Con sus sombras, claro está, porque no hay obra humana que sea perfecta, dicha etapa consiguió articular una nueva España digna, libre, unida, en paz, igualitaria, socialmente justa, ordenada y eficaz, donde primó siempre el bien general sobre el particular, el de los más necesitados sobre el de los menos. Con sus sombras, repito, porque no hay obra humana perfecta, dicho periodo justificó con sus logros aún mucho más el Alzamiento y la guerra subsiguiente. Porque de nada hubieran servido ni lo uno ni la otra, sino todo lo contrario, se hubieran descalificado, si lo que vino después hubiera sido un fracaso o un desastre.

El problema, la lástima, la pena, la desgracia es que los que tanto hicieron y lograron o no supieron o no quisieron trasmitir en toda su extensión a la siguientes generaciones lo que fue y significó el Alzamiento y mantenerlo vivo, por lo que los españoles de la década de los setenta no estaba preparados, sino peor aún indefensos, y se dejaron llevar por los cantos de sirena de los recalcitrantes y resentidos que nunca quisieron asumir su fracaso y en cambio, a pesar de las bondades del Régimen, del cual y en el cual vivieron y progresaron, habían guardado su inquina para vomitarla cuando llegó el momento.

Aún peor, porque en realidad es que aquella generación que sin duda construyó esa España próspera como nunca antes, libre y reconciliada de verdad, pacífica y eficaz, ante la certeza de la desaparición natural de Franco fue poco a poco traicionando a aquel Alzamiento, a sus caídos y a ellos mismos, a sus propios ideales, hasta llegar a caer en la villanía de la traición trabajando desde dentro para derruir lo construido con los resultados que hoy vemos y sufrimos que han llevado a España a una nueva situación límite muy cercana, aunque con otras formas, a la de Julio de 1936; aunque no lo crean y no lo parezca.

Ya desde mediados de la década de los sesenta se ve con claridad que incluso entre aquellos que habían protagonizado Alzamiento, guerra y reconstrucción cundía el adocenamiento, la acomodación, la dejadez, los complejos, la cobardía y la codicia todo lo cual les impulsaba a cambiar de bando y dejarse llevar por los más decididos, los enemigos de España de antaño y de siempre.

No estoy de acuerdo con los que dicen que el Régimen sin Franco era inviable. Que necesitaba reformas, adaptaciones, es evidente, como también que si se hubieran impulsado en el sentido y con los fines correctos hubieran triunfado porque la base era sólida. El problema fue aquel “sálvese quien pueda”, empezando por Juan Carlos I, de un barco que ni siquiera zozobraba, sino todo lo contrario, pues iba viento en popa y a toda vela. El problema fue la pura y dura traición de la mayoría, sobre todo de los que más se habían beneficiado del Régimen. Hoy se ve cada día con más claridad. Todos se han quitado la careta. La izquierda la que menos, pues siempre la tuvo transparente. La derecha la que más porque ha vuelto a actuar como aquella que no supo ni quiso plantar cara como se debía y debe a los enemigos de la Patria, que no quiso estar alerta, y por ello se vio abocada a sumarse a aquel alzamiento popular cívico-militar del 18 de Julio de 1936 que vuelve a ser más actual que nunca.

Toribio

miércoles, 4 de mayo de 2022

Las declaraciones del Papa Francisco sobre la invasión rusa y la Guerra Civil Española



Hoy ha habido polémica, como ya ha ocurrido otras veces, con una entrevista concedida por el Papa Francisco a un medio de comunicación italiano.



Francisco dice que pidió a Ucrania y a Rusia que «paren»

Esta vez el medio en cuestión el Corriere della Sera. El texto original de la entrevista en italiano se puede leer aquí. A su vez, VaticanNews ha publicado una versión en español, pero para mi sorpresa, algunas partes de ambas no coinciden entre sí. Y se trata, además, de cambios importantes en algún caso. En lo que coinciden, por ejemplo, es en que el Papa Francisco pidió a Ucrania y a Rusia que “paren”, en referencia a los combates.
Supongo que el Papa se da cuenta de que si Rusia detiene sus armas, la invasión acaba, pero si Ucrania detiene sus armas y renuncia a defenderse, la que se acaba es Ucrania. No se puede pedir lo mismo al invasor y al invadido, porque al hacerlo los equiparas, y no es moralmente equiparable invadir un país como lo ha hecho Rusia, que defender tu país de una invasión como lo hace Ucrania.
Afirma que Putin reaccionó a «los ladridos de la OTAN a la puerta de Rusia»

Por otra parte, en el texto del Corriere, el Papa dice:

La preocupación del Papa Francisco es que Putin, de momento, no se detenga. También trata de pensar en las raíces de este comportamiento, en las razones que lo empujan a una guerra tan brutal. Tal vez “los ladridos de la OTAN a la puerta de Rusia” llevaron al jefe del Kremlin a reaccionar mal y desencadenar un conflicto. “Una ira que no puedo decir si fue provocada -se pregunta- pero tal vez facilitada, sí”.

VaticanNews coincide en este punto. Así pues, el portal de noticias del Vaticano reconoce que el Papa atribuyó a los “ladridos de la OTAN” el hecho de que Putin haya invadido Ucrania. Francisco no explica en ningún momento a qué “ladridos” se refiere, pero no podemos obviar el pasmoso parecido entre esa declaración y las que vienen haciendo el Kremlin y sus propagandistas. La realidad es que la invasión rusa de Ucrania tiene un único responsable: Vladimir Putin. Fue Rusia la que, a su orden y durante meses, se dedicó a acumular tropas junto a la frontera ucraniana. Y lógicamente, la OTAN alertó de lo que eso significaba, y al final resultó tener la razón.

La declaración de Francisco es como culpar del acto de un criminal a los “ladridos” de un policía que le advirtió que no lo hiciese. Es una forma de disculpar la decisión de Putin sobre esta invasión, viniendo a decir que le provocaron. El viejo argumento de la minifalda. Me parece lamentable ver a un Papa haciendo una declaración así. Francisco se ha acostumbrado a hablar como un político, utilizando su papel de Papa para hacer declaraciones impropias de su cargo. Y la citada no es la única que hace en dicha entrevista.

La invasión rusa de Ucrania y la Guerra Civil Española, ¿provocadas por el tráfico de armas?

En el texto publicado por el Corriere, el entrevistador también hace alusión al envío de armas de países de la OTAN a Ucrania. “Un tema en el que no todos están de acuerdo, que divide el mundo católico y el pacifista”, afirma Luciano Fontana, el entrevistador. El diario italiano cita estas palabras de Francisco al respecto:

No puedo responder, estoy demasiado lejos, a la pregunta de si es correcto abastecer a los ucranianos -razona-. Lo claro es que se están probando armas en esa tierra. Los rusos ahora saben que los tanques sirven de poco y están pensando en otras cosas. Las guerras se libran para esto: para probar las armas que hemos producido. Este fue el caso de la Guerra Civil Española antes de la Segunda Guerra Mundial. El comercio de armas es un escándalo, pocos se oponen.

Ya hablé aquí en 2020 sobre este tema recurrente en el discurso de Francisco, que consiste en culpar de las guerras, como vuelve a hacer en esa entrevista, a los instrumentos que se utilizan en ellas, y no a los que las provocan. Es tan discutible como decir que la culpa de los atracos con cuchillos la tienen los fabricantes de cuchillos. En realidad la tienen los atracadores. Y ya que hablamos de atracos, hay que recordar que las armas sirven, entre otras cosas, para defendernos de quien amenaza nuestras vidas. Para eso las llevan los ejércitos y los cuerpos policiales, entre ellos la Guardia Suiza Pontificia y la Gendarmería Vaticana (ya indiqué aquí las armas de fuego que usan).

Obviamente, en un mundo donde toda la gente fuese buena, las armas sólo harían falta para la caza. Aunque cabe preguntarse si Francisco también condena la fabricación de armas para esos fines, porque es otro de los usos que tienen. Obviamente, no vivimos en un mundo perfecto debido al pecado original, como señala la propia Biblia. Eso significa que “mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar a los gobiernos el derecho a la legítima defensa“. No son palabras mías, sino que lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica (punto 2308).

Lo que pasó en los momentos previos a la Guerra Civil Española

Sobre la Guerra Civil Española, la opinión del Papa resulta tan discutible como sus palabras sobre la OTAN. En 1936 había en España un gobierno de extrema izquierda formado por políticos que habían provocado un golpe de Estado en 1934 y que estaba tolerando graves desórdenes y crímenes a manos de sus partidarios. La situación llegó a su extremo con el asesinato de uno de los líderes de la oposición, José Calvo Sotelo, un hecho que muchos historiadores consideran como uno de los detonantes de esa Guerra Civil. Durante la misma, el bando republicano se convirtió de hecho en algo muy parecido a una dictadura soviética, y perpetró una brutal persecución religiosa con miles de católicos asesinados por razón de su fe.

Me pregunto si se supone que debemos obviar todos estos hechos para afirmar, sin más, que la Guerra Civil Española la provocaron los fabricantes de armas, simplemente porque ésa es la idea que el Papa Francisco repite una y otra vez, incluso en una guerra como la de Ucrania, en la que los rusos están utilizando tanques, aviones y barcos obsoletos.

El problema cuando el Papa habla como un político

Por supuesto, yo no digo que tenga la razón. Mis opiniones sobre los temas que acabamos de ver son tan discutibles como las expresadas por Francisco. Obviamente, lo que opine yo sobre cualquier tema le importa poco o nada a la práctica totalidad de la humanidad. No es el caso de Francisco. El Papa es un referente religioso para muchos millones de católicos, y no debería hablar tan a la ligera. Y si lo hace, tendrá que asumir que muchos católicos mostremos nuestro desacuerdo y, en casos como éste, incluso nuestro descontento.

El problema es que algunos católicos -y ahora también muchos ateos anticatólicos- no son capaces de distinguir entre las afirmaciones opinables del Papa y las que sientan cátedra, y cualquier discrepancia de las cosas opinables que dice el Papa Francisco la toman como algo censurable, como si uno fuese un mal católico y estuviese cuestionando la misma autoridad del Papa sobre cuestiones religiosas. Es como los que no saben distinguir entre un decreto aprobado por el Consejo de Ministros y la opinión de Pedro Sánchez sobre un partido de fútbol. En fin, allá ellos.

Elentir

martes, 17 de agosto de 2021

Recordando un libro de Blas Piñar sobre la Guerra Civil. Por Mateo Palliser

EL CORREO DE ESPAÑA

 


Blas Piñar, La Iglesia y la Guerra española de 1936 a 1939. Actas, Madrid 2011, 343 pp. ISBN 978-84-9739-114-6.


A pesar de que han transcurrido diez años ya desde la aparición de esta obra su contenido sigue siendo tan actual como cuando se publicó. Su autor nos muestra que para entender bien la guerra civil española hay que verla desde su trasfondo religioso: un enfrentamiento entre los defensores de la civilización cristiana, por un lado, y los partidarios del comunismo ateo, por el otro. Asimismo, explica el papel que la jerarquía eclesiástica desempeñó durante nuestra guerra y en el régimen de Franco, lo que resulta esencial para comprender la historia reciente de España. Sirvan estas líneas como modesto homenaje a Blas Piñar y a todos los alzados el 18 de julio.

En este libro Blas Piñar describe la actitud de la Iglesia ante la guerra civil española. El autor defiende dos tesis: primera, la guerra civil fue, en realidad, una Cruzada, pues así la calificaron en su día las autoridades eclesiásticas; sin embargo, y esta es la segunda tesis, a partir de mediados de los años sesenta, tras el Concilio Vaticano II, la jerarquía eclesiástica decide irse distanciando del régimen de Franco y empieza a favorecer una interpretación secularizada de nuestra guerra civil, en abierta oposición a lo mantenido hasta ese momento. El autor aporta una profusión de citas para probar ambas tesis. La obra se compone de un prólogo y de dos partes. La primera titulada “De guerra civil a Cruzada” (pp.21-135) desarrolla la primera de las tesis mencionadas; mientras que la segunda parte “De Cruzada a Guerra Civil” (pp.137-343) se dedica a justificar la segunda tesis del autor.

En el prólogo se expone ya la finalidad de este escrito: “dar testimonio a las nuevas generaciones de lo que fue la Cruzada española de 1936 a 1939, (…) así como de lo que yo llamo ´proceso secularizador´, que ha ido minando y destruyendo todo lo que supuso y significó dicha Cruzada y el Estado confesional que nació de ella, católico, nacional y social, al servicio del bien común” (p.11).

La primera parte se subdivide en siete capítulos. En el primero se recuerda la doctrina tradicional sobre la guerra justa. En contra de la difundida opinión que condena la violencia venga de donde venga, Piñar sostiene que la violencia “no es intrínsecamente mala. El juicio moral que la misma merece está en función de la causa que la mueve, del fin que haciendo uso de la misma se persigue y del modo razonable y prudente de utilizarla” (p.24). De ningún modo cabe equiparar la violencia ilegítima del delincuente con la violencia legítima del estado que impone un justo castigo a ese criminal. La guerra, al igual que la violencia, tampoco es en sí misma inmoral, sino que puede ser justa y legítima si cumple, al menos, tres requisitos: que sea declarada por la autoridad competente, que la causa sea justa y que haya recta intención (p.27). Estas tres condiciones se dieron en la guerra española, que no solo fue justa, sino santa (pp. 30-32).

En el capítulo II, Piñar defiende que la guerra civil española fue, además de una guerra santa, una auténtica Cruzada. En apoyo de esta afirmación aporta una gran cantidad de testimonios de obispos, religiosos y seglares. De especial importancia es un texto del cardenal Pla y Deniel, en el que el ilustre prelado sostiene que “La bendición de Pío XI a los heroicos combatientes de la España Nacional consagraba el carácter de cruzada de la guerra española. No había sido esta Cruzada ni ordenada ni convocada por la Iglesia, pero fue reconocida y bendecida como tal por Pío XI el 14 de diciembre de 1936… y el Papa no bendice más que a los Cruzados” (p.40). El capítulo III está dedicado a los mártires de nuestra Cruzada, muchos de ellos ya canonizados y otros todavía en proceso de beatificación. El autor recuerda expresamente al requeté Antonio Molle Lazo (p.54) y sobre todo a Antonio Rivero, conocido como el “Ángel del Alcázar” (pp.54-59).

El capítulo IV, uno de los más breves del libro, recoge las felicitaciones que el cardenal Gomá y Pío XII hicieron a Franco tras su victoria y en las que expresan su deseo de que se reconstruyan las tradiciones cristianas españolas; así como las respuestas del Generalísimo, comprometiéndose a restaurar el orden cristiano en España, cosa que, efectivamente, se llevó a cabo en los años siguientes. En el capítulo V se hace una semblanza de la figura de Franco. Se aporta una amplia muestra de juicios elogiosos acerca de su persona, realizados por diversas personalidades. Se recuerda también el activo papel de Franco en la salvación de judíos durante la II Guerra mundial (pp. 82-85), así como su testamento (pp.85-88), en el que se manifiestan con claridad sus profundas virtudes cristianas.

El capítulo VI describe las muy cordiales relaciones de la Santa Sede con el gobierno de Franco (pp.90-99). Las altas jerarquías eclesiásticas tuvieron siempre muy claro que debían apoyar al bando nacional y desde el principio del conflicto quisieron tener un representante acreditado ante el gobierno de Burgos. El capítulo VII y último de esta primera parte glosa la actitud de los Papas Pío XI y Pío XII ante la contienda. El primero publica el 19 de marzo de 1937 su encíclica Divini Redemptoris, en la que condena el comunismo, incluyendo en su párrafo 20 una referencia expresa a las atrocidades que estaba cometiendo en España (p.101) y prohibiendo a todo católico –párrafo 68- la colaboración con esta ideología, a la que califica de intrínsecamente perversa (p.102). Del Papa Pacelli se reproduce su felicitación –ya mencionada- a Franco tras la victoria, así como diversos mensajes congratulándose por el resultado de la guerra y apoyando al gobierno nacional (pp.117-124). Esta primera parte se cierra con un apéndice que recoge el famoso poema de Paul Claudel A los mártires españoles (pp.131-135).

La segunda parte de este libro, mucho más extensa que la primera, está formada por otros siete capítulos. En ellos asistimos a un proceso insólito. A partir de la finalización del Concilio Vaticano II, la Iglesia se alía con sus enemigos tradicionales –el marxismo y la masonería- con el propósito de destruir el estado confesional católico existente por entonces en España y surgido de una verdadera Cruzada en contra de los enemigos de la civilización cristiana.

El capítulo VIII pone al descubierto cuál fue la táctica de los vencidos, que consistió en eliminar el carácter religioso de nuestra guerra civil para convertirla en una mera lucha fratricida. Para ello se recurrió a la manipulación del lenguaje. Se puso en circulación una serie de palabras engañosas tales como: reconciliación, reforma y superación, que encubrían, en realidad, la revancha, la ruptura y la demolición del régimen del 18 de julio (pp.143-147). La propia jerarquía eclesiástica contribuyó a la secularización de la Cruzada, dejando de usar el término, primero, y descalificándolo, después (pp.147-149). A continuación, Piñar muestra como este cambio de actitud de varios obispos influyó en destacados seglares católicos que empezaron a rechazar la aplicación del término “Cruzada” a nuestra guerra civil (pp. 149 y ss.). En este contexto, Piñar pasa revista a los principales escritores católicos que, ya durante la guerra civil española, negaron su carácter de Cruzada, caso de Maritain, Bernanos y Sturzo (pp.155-157). Este capítulo finaliza con una referencia al importante papel jugado por la masonería en este proceso secularizador (pp. 158-161).

En el capítulo IX se relatan los intentos de sepultar en el olvido a los mártires cristianos de la Cruzada, con la excusa de la necesidad de reconciliación y de olvido de los enfrentamientos pasados (pp. 162-172). Se aborda aquí también la cuestión de los asesinatos cometidos en zona nacional, los cuales fueron algo excepcional, no habitual; y se aclara que los sacerdotes vascos separatistas ejecutados por los nacionales fueron fusilados por delitos de lesa patria, no por odio a la fe católica, por lo que de ninguna manera cabe considerarlos mártires (pp.176-180).

La figura de Franco tampoco iba a quedar al margen de los ataques contra el régimen surgido del 18 de julio. El capítulo X nos ilustra sobre la campaña de desprestigio que tuvo que soportar el Generalísimo. El autor desmonta también las versiones falseadas por los rojos de algunos episodios de la guerra civil, tales como el bulo de la matanza de dos mil personas en la plaza de toros de Badajoz (pp.195-199) o sobre el bombardeo de Guernica (pp.199-200).

El cardenal Tarancón es el protagonista del capítulo XI. En realidad, no fue más que el ejecutor de las consignas de Roma, “que exigían la desaparición de un Estado confesional católico y la sustitución del mismo por el que nos ha deparado la Transición” (p.204). Se pasa revista a las opiniones y a la actuación del prelado sobre diversos asuntos: la unidad católica, los partidos políticos, la confesionalidad del Estado, las relaciones con Franco, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, la Virgen de Fátima y sus relaciones con monseñor Guerra Campos. Blas Piñar en ocasiones contrapone dos textos escritos por el propio Tarancón, uno anterior al Concilio y otro posterior, ambos sobre el mismo tema y totalmente opuestos en sus afirmaciones. El retrato que aflora del Cardenal del cambio es, ciertamente, penoso, pero difícilmente rebatible.

El capítulo XII muestra cómo Pablo VI y sus colaboradores, principalmente Villot, Benelli y Casaroli fueron los impulsores del distanciamiento de la Iglesia con el régimen de Franco, el cual culminó con la aprobación de la Constitución de 1978, apoyada mayoritariamente por los obispos españoles (p.225), con la excepción de don Marcelo González, que publicó con la firma de ocho obispos y poco antes del referéndum, una pastoral señalando las grandes deficiencias de la Constitución (pp.225-226). Lamentablemente, el tiempo le ha dado la razón. Piñar describe también cómo por la vía de los obispos auxiliares, en cuyo nombramiento no intervenía para nada el Gobierno, se fueron nombrando gran cantidad de obispos desafectos al régimen y deseosos de enterrar el estado confesional (pp.227-229). En flagrante contradicción con el Magisterio anterior empiezan a aparecer obispos que no solo elogian al socialismo y al comunismo, sino que, además, colaboran con ellos, con los enemigos de la Iglesia (pp.230 y ss.). Se trata de una auténtica traición, que tiene uno de sus episodios más infames en la colaboración de diversos eclesiásticos con el grupo de terroristas de ETA (pp.242-243).

El capítulo XIII se centra en Pablo VI. Su hostilidad hacia el franquismo era manifiesta y su motivación biográfica. Al parecer, su hermano menor “se alistó en las Brigadas Internacionales y murió en el campo de batalla luchando en el Ejército rojo” (p.259). Un episodio oscuro en la vida de Montini fue el de sus contactos durante el papado de Pío XII con la URSS, a través de monseñor Tondi, su secretario personal y agente del KGB, el cual pasó información a los soviéticos que facilitó el fusilamiento de varios sacerdotes que se habían introducido disfrazados en los países del Telón de acero (pp.259-261). Ya nombrado Papa, dirigió desde Roma el olvido de la Cruzada y la voladura del Régimen del 18 de julio (pp.270 y ss.). Otro episodio revelador de la personalidad de Montini fue su petición de indulto para unos asesinos terroristas, a la vez que guardaba silencio sobre sus víctimas (pp.276-279). El retrato que aflora de Montini es desolador. El propio Piñar intenta al final de este capítulo maquillar en lo posible la imagen de Pablo VI, recordando la promulgación de la encíclica Humanae Vitae o su Credo del pueblo de Dios (p.280). En este capítulo el autor aborda, además, aunque de pasada, la controvertida cuestión acerca de la continuidad o no entre la Iglesia anterior y la posterior al Concilio Vaticano II. Al principio del capítulo recuerda la diferencia entre dogma y pastoral: “El dogma es intangible, no se discute, no se puede mutilar o exponer de tal forma que se niegue la verdad revelada. La pastoral, sin embargo, es discutible, puede variar en función del cuándo (tiempo), del cómo (método) y para quienes (lugar); pero puede ser equivocada, inducir a confusión y, a veces, no evangelizadora, sino todo lo contrario” (p.257). La distinción es exacta, sin embargo, la doctrina cristiana no se reduce a los dogmas definidos, sino que es mucho más amplia; y el problema radica en que en algunos puntos clave, como el ecumenismo, la libertad religiosa o la colegialidad, la doctrina emanada del Vaticano II parece contraria a la defendida anteriormente. El propio Piñar no ve cómo compatibilizar el contenido del decreto conciliar sobre la libertad religiosa con el magisterio precedente (pp.264-267).

El último capítulo del libro describe la colaboración católico-marxista para acabar con el régimen de Franco. En el epílogo, Blas Piñar lamenta que la revolución haya alcanzado sus objetivos en España: “descristianizar a nuestro pueblo, romper la unidad de España y corromper ideológica y moralmente a los españoles” (p.319). El libro se cierra con dos apéndices: una homilía de monseñor Guerra Campos y un sueño escrito por Carrero Blanco en 1946 y premonitorio de las traiciones que vendrían luego.

Estamos ante un libro oportuno y valiente, que no teme enfrentarse a la difundida versión falseada de la guerra civil, que la presenta como un golpe de estado fascista contra el legítimo gobierno de la República. Blas Piñar coloca el conflicto en sus coordenadas reales: una guerra religiosa en la que el bando nacional luchaba por defender la fe y la civilización cristiana, mientras que los rojos combatían por establecer el comunismo ateo. Este trasfondo religioso es el que confiere a nuestra contienda su verdadero significado y su importancia transcendental. Esta obra suscita también algunas cuestiones de gran importancia: si la guerra civil fue una Cruzada, ¿qué debemos pensar de la petición de perdón por las Cruzadas realizada por Juan Pablo II o de las numerosas declaraciones de los Papas actuales rechazando toda violencia? En definitiva, se trataría de determinar si la Iglesia de Gomá y Pío XI es o no la misma que la Iglesia de Tarancón y de Pablo VI y sus sucesores.

Mateo Palliser

domingo, 20 de septiembre de 2020

La ley de Carmen Calvo omite toda mención a los crímenes de la izquierda en la Guerra Civil



Hace ya cinco días que Carmen Calvo anunció la nueva ley que ha preparado para imponer a los españoles la visión sesgada de la izquierda sobre la Guerra Civil.

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El Gobierno ha filtrado el texto del anteproyecto a dos grupos de izquierdas

He estado esperando estos días a que el anteproyecto de ley se publicase en el BOE o en las webs de La Moncloa o del Ministerio de la Presidencia, pero nada. Hasta el momento, lo único que conocíamos es el resumen de la ley que el Gobierno ha presentado a los medios. Para mi sorpresa, la web “Todos los nombres” del sindicato anarquista CGT y la página de Facebook de la “Asociación Recuperación Memoria Histórica Aranjuez” publicaron lo que parece ser el texto del anteproyecto este miércoles 16 de septiembre (de hecho, el documento de la primera web citada incluye el membrete oficial). Cabe suponer que el Gobierno les ha facilitado el texto del anteproyecto antes de publicarlo en el BOE. Curioso sentido de “lo público”…

El anteproyecto identifica al bando republicano con «la democracia»

Podéis leer el anteproyecto en cuestión pulsando aquí. Su contenido coincide básicamente con los fines autoritarios anunciados por el PSOE. Viene a ser un intento ampliado de reescribir la historia al gusto de la izquierda que provocó y perdió la Guerra Civil Española. Por ejemplo, así es como el texto explica los motivos del estallido de la Guerra Civil:

“Hasta la Constitución de 1978, esos periodos democráticos eran abruptamente interrumpidos por quienes pretendieron alejar a nuestro país de procesos más inclusivos, tolerantes, de igualdad, justicia social y solidaridad. El último de ellos, protagonizado por la Segunda República Española y sus avanzadas reformas políticas y sociales, fue interrumpido por un golpe de Estado apoyado por las potencias fascistas del Eje y una cruenta Guerra Civil que tenía como objetivo poner fin a la democracia y acabar con los demócratas”.

Los hechos y datos que no cuadran con esa visión de la historia

Como vimos ayer, en 1934 el PSOE, junto con los comunistas y anarquistas, dieron un golpe de estado antidemocrático en reacción a la entrada en el Gobierno de ministros de la derecha, que había ganado las elecciones de noviembre de 1933. Antes de la guerra el PSOE ya abogaba por instaurar una dictadura socialista en España, y unos días antes del inicio de la contienda, fuerzas policiales afines al PSOE y a las órdenes del gobierno secuestraron y asesinaron a uno de los líderes de la oposición, el derechista José Calvo Sotelo, un crimen de Estado que muchos historiadores señalan como el hecho detonante del alzamiento del 18 de julio.

Por aquel entonces, mucha gente en España tenía la percepción de que la izquierda pretendía instaurar una dictadura socialista. Como he señalado, el propio PSOE lo anunció sin rodeos. Ya desde 1932 el Partido Comunista venía defendiendo la implantación de una dictadura soviética en España. Tras la victoria del Frente Popular, se desató una brutal ola de violencia política que fue denunciada el 16 de junio de 1936 desde la tribuna de las Cortes por José María Gil Robles, jefe de la CEDA, señalando que desde el 16 de febrero al 15 de junio de 1936, 269 personas fueron asesinadas y 1.287 heridas de diferente gravedad, 160 iglesias fueron destruidas totalmente y 251 templos sufrieron asaltos, incendios, destrozos e intentos de asalto. Muchos de esos crímenes fueron provocados por la propia izquierda.

Así pues, si en julio de 1936 media España se alzó contra la otra mitad fue por miedo a ser exterminada por ésta, como ya había ocurrido 19 años antes en Rusia a causa de la revolución bolchevique. De hecho, la propia izquierda empujó a muchos católicos a apoyar a los alzados al lanzar contra ellos una brutal persecución anticatólica que se saldó con el asesinato de 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos, 283 religiosas -muchas de ellas, además, violadas por los izquierdistas- y muchos seglares que fueron llevados al paredón por el mero hecho de ser católicos.

A partir del 18 julio de 1936, la España republicana se convirtió en una dictadura soviética, en la que no había libertad de religión ni de expresión, salvo para aquellos afines a la izquierda. De hecho, esa dictadura soviética que se implantó en media España recibió el apoyo del dictador y genocida comunista Stalin, cuyos agentes en el bando republicano -la mayoría de ellos miembros de la temible NKVD, la versión soviética de la Gestapo- no sólo se encargaron de dirigir la acción de las chekas (los centros de tortura de presos políticos gestionados por socialistas, comunistas y anarquistas) contra católicos y derechistas, sino también contra los comunistas trotskistas del POUM, opuestos a Moscú y cuyo líder, Andreu Nin, fue desollado vivo en una de esas chekas, situada en Alcalá de Henares y controlada por el NKVD. Identificar a esa dictadura soviética con la “democracia” es un brutal acto de cinismo.

El texto omite toda referencia a los crímenes del bando republicano

Pero además de sus manipulaciones para blanquear al bando republicano y presentar la Guerra Civil como una contienda entre demócratas y antidemócratas (cuando en realidad ambos bandos eran abiertamente antidemócratas), lo más llamativo del texto son sus omisiones. He repasado sus 69 páginas y en ellas no aparece ni una sola mención de los crímenes cometidos por el bando republicano ni a las víctimas de esos crímenes. Alguien podría alegar, lógicamente, que no procede detallar hechos concretos en una ley. Es cierto. Pero el caso es que el texto de la Ley Calvo sí menciona, por ejemplo, a las “personas privadas de libertad o que padecieron deportación, trabajos forzosos o internamientos en campos de concentración, colonias penitenciarias militarizadas, dentro o fuera España, por su defensa de la República o por su resistencia al régimen franquista dirigida al restablecimiento de un régimen democrático”.

La ley omite toda mención a los crímenes izquierdistas en esa guerra

Alguien que no conozca los hechos ocurridos en la Guerra Civil Española, y que sólo sepa de ellos lo que pueda leer en ese anteproyecto, sacará la falsa impresión de que en España hubo una guerra en la que un bando era fascista y mató a mucha gente, y el otro bando era demócrata y no cometió ningún abuso. Es la visión manipulada de la historia que viene reiterando la izquierda en general y el PSOE en particular desde hace décadas, y que ya quedó plasmada en la “Ley de Memoria Histórica” de 2007.

Significativamente, la mayor matanza de la Guerra Civil, cometida por la izquierda en Paracuellos, no es mencionada en el anteproyecto, ni ningún otro crimen cometido por miembros de los partidos de izquierda en el bando republicano, incluso contra otros izquierdistas. De hecho, no se reconoce en ninguna parte del texto que la izquierda hubiera hecho nada malo: no hay ni una sola autocrítica, lo cual es insultante para los familiares de los que fueron torturados y asesinados por socialistas, comunistas y anarquistas.

Una ley elaborada por un partido que se vio implicado en muchos de esos crímenes

Es evidente el motivo de esa visión manipuladora de la historia que se aprecia en ese anteproyecto: una considerable parte de los crímenes de guerra cometidos por los republicanos son imputables a miembros del PSOE, incluyendo dirigentes tan relevantes como la diputada y chekista Margarita Nelken, a la que el PSOE ha dedicado 20 calles en otras tantas localidades españolas. La propia masacre de Paracuellos fue perpetrada siendo presidente del Consejo de Ministros el socialista Francisco Largo Caballero, que entre 1932 y 1935 había sido presidente del PSOE y que hoy tiene dos monumentos dedicados a él en Madrid.

Las preguntas que deberíamos hacernos todos los españoles ante una ley como ésta son varias: ¿cómo esperar que sea imparcial un partido que se vio implicado en aquellos crímenes, por los que nunca ha pedido perdón y de los que ni siquiera quiere hablar? ¿Cómo creerse que el PSOE tiene la sincera intención de velar por la “memoria democrática”, si ese partido abogaba por una dictadura socialista durante la Segunda República y ahora gobierna de la mano de comunistas que tienen como referente a un dictador tan brutal como Lenin?

¿Cómo esperar que haga un censo de víctimas de la Guerra Civil -como afirma el anteproyecto- un partido incapaz de contar los muertos de una pandemia en 2020? ¿Y cómo esperar que ese censo sea completo e imparcial cuando muchas de esas víctimas fueron torturadas y asesinadas por miembros del PSOE, y aún hoy ese partido se niega a reconocer aquellos crímenes? 

Eso no es una “ley de memoria democrática”: más bien parece una ley para manipular la historia y tapar el pasado criminal y sangriento del PSOE.

Elentir

domingo, 23 de agosto de 2020

8 cosas que no verás en la nueva ley que prepara el PSOE para manipular la historia



EL PSOE QUIERE TAPAR SU OSCURO PASADO BAJO EL TÍTULO DE «MEMORIA DEMOCRÁTICA» 

8 cosas que no verás en la nueva ley que prepara el PSOE para manipular la historia

Aprovechando que el PP y Ciudadanos han tragado con la “ley de memoria histórica” instaurada por el PSOE en 2007, los socialistas se preparan para ir aún más allá.


«Ley de memoria democrática»: una recurrente matraca del PSOE

Ayer Carmen Calvo anunció que el Gobierno presentará en breve una “ley de memoria democrática” para ampliar la citada ley de 2007, es decir, para seguir imponiendo más y más una visión falsificada de la historia reciente de España. El anuncio no es nuevo: el PSOE viene dando la matraca con esto desde diciembre de 2017, cuando presentó en el Congreso una Proposición de Ley para la reforma de la Ley 52/2007 (ver PDF) que finalmente no salió adelante. Carmen Calvo volvió a anunciar el proyecto el 12 de febrero. La volvió a anunciar el 26 de junio, y cuatro días más tarde dijo que estaría lista en julio, y ahora dice que estará en pocos días.

Al margen de que a estas alturas ya es difícil disimular el afán del Gobierno por tapar como sea su pésima gestión sanitaria y los escándalos de sus socios de Podemos, no cabe duda de que el PSOE lleva años obsesionado por imponernos a los españoles su falseada visión de la historia, y en concreto de unos hechos en los que el PSOE tuvo un papel nefasto, pues ese partido ya existía entonces. A la vista de lo que han venido anunciando Carmen Calvo y su partido, además de hacernos una idea de lo que incluirá la citada ley, ya podemos hacernos una idea de lo que esa ley no va a incluir:


Golpistas armados con fusiles de asalto durante el golpe de Estado encabezado por el PSOE en octubre de 1934, durante la Segunda República.

1. El golpismo del PSOE durante la Segunda República

El PSOE no aceptó la victoria electoral del centro-derecha en las elecciones republicanas de noviembre de 1933, e incluso amenazó con una “guerra” si el Gobierno incorporaba ministros de derechas. Cuando por fin varios ministros de la CEDA se incorporaron al ejecutivo, el PSOE cumplió sus amenazas y encabezó un sangriento golpe de Estado el 5 de octubre de 1934. Los golpistas asesinaron a 33 sacerdotes y religiosos y a 300 militares y miembros de las fuerzas del orden, y destruyeron 17 iglesias y 40 edificios religiosos. Fue el preámbulo de la Guerra Civil.


El cadáver de José Calvo Sotelo, uno de los líderes de la oposición parlamentaria, en el Cementerio del Este de Madrid después de su asesinato el 13 de julio de 1936 a manos de pistoleros del PSOE.

2. El crimen del PSOE que provocó el estallido de la Guerra Civil

El 13 de julio de 1936 se produjo el asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo, uno de los líderes de la oposición parlamentaria, a manos de sicarios del PSOE, que le asesinaron de un tiro en la cabeza y dejaron su cadáver tirado en el Cementerio del Este, un hecho que desencadenó la Guerra Civil unos días más tarde.



Familiares de los asesinados en Paracuellos rezando ante las fosas comunes con los restos de sus seres queridos el 6 de noviembre de 1939, tres años después del comienzo de la masacre perpetrada por los comunistas cuando el socialista Francisco Largo Caballero presidía el Consejo de Ministros.

3. Los crímenes de miembros del PSOE en la Guerra Civil

Durante la Guerra Civil, miembros del PSOE se vieron implicados en horrendos crímenes de guerra por los que su partido nunca ha pedido perdón. Al contrario: el PSOE viene dedicando calles a chekistas como Margarita Nelken, cuya actividad criminal durante la contienda fue denunciada por el anarquista Juan García Oliver en sus memorias, y a criminales de guerra como Santiago Carrillo, dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas (grupo surgido de la unión de las juventudes del PSOE y del PCE) y máximo responsable de la matanza de Paracuellos, en la que incluso fueron asesinados 50 niños. Una masacre que se produjo, por cierto, siendo el socialista Francisco Largo Caballero presidente del Consejo de Ministros.


La cámara acorazada del Banco de España fue objeto durante la Guerra Civil del mayor robo de la historia de nuestro país a manos del PSOE.

4. El robo del Banco de España por el PSOE y sus aliados

En el otoño de 1936, el PSOE protagonizó el mayor robo de la historia de nuestro país: el saqueo del oro del Banco de España a manos del socialista Juan Negrín, ministro de Hacienda, durante el mandato del también socialista Francisco Largo Caballero como presidente del Consejo de Ministros. Diez mil cajas repletas de oro fueron llevadas a Cartagena por orden del Gobierno socialista. La mayoría (7.800) fueron cargadas en cuatro barcos soviéticos y llevadas a la URSS. Otras 2.000 fueron llevadas a París, y 200 desaparecieron durante el traslado. Se ha calculado su valor en unos 1.240 millones de pesetas de aquella época, unos 15.000 millones de euros al cambio actual.


El actual ministro de Consumo, Alberto Garzón, en un mitin del Partido Comunista de España en 2017 junto a un gran retrato del sanguinario dictador soviético Lenin (Foto: Alberto Garzón).

5. Los crímenes comunistas

En 2017 el PSOE ya anunció su intención de ilegalizar la apología del franquismo, el fascismo y el nazismo. Sin embargo, en ese afán ilegalizador se echa de menos la ideología que más gente ha matado a lo largo del último siglo: el comunismo, con más de 100 millones de muertos a sus espaldas. La negativa de ese partido a penalizar la apología de esa ideología genocida no es nueva: en 2006 el PSOE votó contra una condena del comunismo en el Consejo de Europa. En 2019, los socialistas intentaron impedir que el Parlamento Europeo condenase los crímenes comunistas.

Ahora mismo, el PSOE mantiene a dos ministros comunistas en su ejecutivo de coalición, siendo el único gobierno de Europa que tiene ministros de esa odiosa ideología. Hay que recordar que el PCE, el partido de esos dos ministros, llamó en abril a seguir el ejemplo de Lenin, un brutal dictador cuyo régimen de terror mató a más de un millón de personas por motivos políticos en sólo seis años. En septiembre de 2017, el actual ministro de Consumo, el comunista Alberto Garzón, se dejó fotografiar en un mitin del PCE junto al retrato de ese tirano criminal.



Una representación artística de la ejecución de los mártires hospitalarios de Calafell, que murieron asesinados por milicianos rojos en esta población de Tarragona el 30 de julio de 1936.

6. La brutal persecución religiosa perpetrada por la izquierda

Durante la Guerra Civil, la izquierda desató una de las mayores y más sangrientas persecuciones religiosas de Edad Contemporánea: fueron asesinados 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas, muchas de éstas, además, violadas. Un total de 6.832 mártires -sin contar los seglares asesinados por razón de su fe-, muchos de ellos ya beatificados por la Iglesia Católica. Unos crímenes que merecen ser calificados como genocidio según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, que califica como tal los actos “perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”, entre esos actos la “matanza de miembros del grupo”. El PSOE nunca ha pedido perdón por esa brutal persecución, y se ha afanado en taparla y ocultarla durante décadas.



La página 2 del número 7.634 del periódico oficial del PSOE, “El Socialista” (ver PDF), publicado el 25 de julio de 1933, recogiendo un discurso del presidente del PSOE, Largo Caballero, apoyando una “dictadura socialista”.

7. El PSOE era tan antidemocrático como los franquistas

El PSOE se empeña en presentar la Guerra Civil Española como una contienda entre demócratas y antidemócratas, pero no fue así. El banco republicano se convirtió de hecho en una dictadura izquierdista. En la Puerta del Sol de Madrid se colocó el retrato del dictador y genocida soviético Stalin, como podéis ver en la imagen que encabeza esta entrada. Ya antes del estallido de la guerra, el 23 de julio de 1933, en el cine Pardiñas de Madrid, el presidente del PSOE, Francisco Largo Caballero, apoyó sin rodeos una “dictadura socialista. El propio diario del partido, “El Socialista”, publicó el discurso dos días más tarde (ver PDF), con la declaración del jefe del PSOE a toda plana en su página 2.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: placas de las calles dedicadas a Margarita Nelken en Torrejón de Ardoz (Madrid), Avilés (Asturias), La Puebla de Cazalla (Sevilla) y Conil de la Frontera (Cádiz). Al menos 20 localidades españolas, entre ellas Madrid y otras cuatro capitales, homenajean en sus callejeros a la diputada socialista a pesar de su sangriento papel en la Guerra Civil (Fotos: Google Street View).

8. No hablará de retirar honores a criminales de guerra de izquierdas

A día de hoy, mientras el PSOE retira a José Calvo Sotelo -asesinado por los socialistas antes de la Guerra Civil- del callejero, tachándole de “franquista” (sic), hoy en día criminales de guerra del bando republicano siguen recibiendo honores con monumentos y calles a su nombre. Por poner algunos ejemplos:


La chekista del PSOE Margarita Nelken tiene calles en 20 localidades españolas, entre ellas Madrid, Santiago de Compostela, Granada, Vitoria y Zaragoza.

El socialista Francisco Largo Caballero, promotor del golpe de 1934 y presidente del Gobierno cuando se produjo la matanza de Paracuellos, tiene dos monumentos en Madrid.

Y los que rinden homenaje a estos personajes son los que ahora nos van a aleccionar sobre “memoria democrática”. Es el colmo del cinismo.


Foto principal: Archivo Abc. Madrid, la Puerta de Alcalá en 1937, tal como la decoraron los comunistas, con las fotos del ministro soviético de exteriores Maksim Litvínov -izquierda-, el dictador comunista Stalin -centro- y del mariscal de la URSS Kliment Voroshílov, a la derecha.


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