BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 9 de febrero de 2013

CIENCIA Y VERDAD (y IV)


POSIBILIDAD DE LA CIENCIA COMO CONOCIMIENTO

Nos hacemos ahora la siguiente pregunta: ¿Puede el pensamiento llegar a conocer, efectivamente, la realidad material? Existe un prejuicio que hace de la materia una realidad impenetrable por la inteligencia, prejuicio que tiene como trasfondo el dogma dualista de la separación absoluta entre el espíritu y la materia, dualismo muchas veces inconsciente y fuertemente arraigado en la conciencia occidental desde Descartes.

Sin embargo, la mejor manera de abordar un problema es considerar todos sus datos sin ningún tipo de prejuicios. Por lo tanto, si la ciencia, como así ocurre, nos descubre en la naturaleza una profunda inteligibilidad, sería anticientífico declarar a priori que ese hecho es contradictorio e incomprensible. Por el contrario, el hecho de que la materia sea pensable debe ser considerado-sin ningún tipo de ideas preconcebidas- como el único punto de partida que hace posible una investigación ulterior.

Son varias las cosas que han de ser tenidas en cuenta. De un lado, el hombre de ciencia cree en la existencia de un mundo exterior, con el que puede entrar en diálogo y descifrarlo. De otro lado, como resultado de ese diálogo, el esfuerzo científico desemboca en unas teorías que parecen muy alejadas del mundo real. Y, no obstante, a pesar de su gran abstracción, no se trata de teorías ilusorias, al margen de la realidad. No son puras construcciones del espíritu humano, pues su aplicación a lo real concreto está, de hecho, transformando el mundo.


Louis de Broglie, uno de los máximos representantes de la Física Moderna, hace, por ejemplo, afirmaciones como ésta: "Lo maravilloso del progreso de la ciencia es que nos ha revelado que existe una concordancia entre nuestro pensamiento y lo real". La conclusión a la que se llega parece, pues, bastante clara: la materia se deja penetrar por el pensamiento, puede ser conocida; lleva en sí la capacidad de ser pensada y comprendida. El esfuerzo del científico queda así suficientemente justificado y recompensado. De lo contrario no tendría ningún sentido.

LÍMITES DE LA CIENCIA

El último punto a considerar, de gran interés, es el relativo a los límites propios que tiene la ciencia, límites que deben ser considerados para situar a la ciencia en el lugar que le corresponde, sin denigrarla por ello, ni muchísimo menos, pero tampoco haciendo de ella un ídolo y endiosándola como si ella fuera capaz de resolver todos los problemas y satisfacer todos los deseos de la persona humana.

Debido a su propio método de acceso a la realidad, la ciencia nos revela sólo lo real material y en su aspecto cuantitativo. El problema surge cuando no se admite que pueda existir algún otro modo, diferente y válido, para acceder a lo real (que no sea utilizando el método científico). Desde esa perspectiva sólo sería real aquello que pudiera ser reducido a números, pero tal reducción es una simplificación que ignora la riqueza de lo real y es, por lo tanto, falsa. Es evidente que, si la ciencia experimental ha nacido parcelando la realidad y considerando sólo el aspecto cuantitativo de la misma, no puede tener una pretensión de explicación total. Cuando tal cosa ocurre, lo que es bastante frecuente, la ciencia se está saliendo de su cometido como tal ciencia, erigiéndose en metafísica. Pero ésa no es su misión. Este fenómeno es conocido como cientifismo o ciencismo. La ciencia, en sí misma, es ajena a él.


Algunos científicos, sin embargo, caen en el error del cientifismo. Pero es conveniente tener las ideas bien claras, pues lo cierto es que el error que cometen no se debe a su condición de científicos sino a su modo personal de interpretar los resultados a los que llega la ciencia, absolutizándolos. Una posible causa de este modo de actuar, que podríamos llamar "psicológica" (por llamarla de algún modo), habría que buscarla en el hecho constatado de que la sola explicación científica de cualquier cosa deja a la persona insatisfecha. ¿Por qué? Pues porque la mente humana, por su propia conformación, aspira a poseer un conocimiento completo -y no parcial- de las cosas: es éste un aspecto muy importante para el desarrollo de toda persona, como tal persona.

Lo honesto en un científico es dar a los resultados de sus experiencias el valor que realmente tienen, admitiendo que existen otros modos, también válidos, de acceder a una misma realidad. No es propio de un científico honrado pretender que la visión que proporciona la ciencia, como modo particular de encuentro con el mundo, es la única posible, ignorando que existen otras maneras, reales también, de comprender el mundo.

El hecho mismo de reflexionar sobre la ciencia, que es precisamente lo que yo estoy haciendo en este estudio, no es propiamente ciencia, pues no se utiliza el método científico en esta reflexión. Cuando un científico reflexiona sobre su propia disciplina objeto de estudio no lo hace ya como tal científico; es decir, no hace uso del saber científico sino que acude a otros saberes. Tales pueden ser su propio buen sentido, con los riesgos a los que se expone al hacerlo así (como prejuicios, falta de sentido crítico,...) o bien el saber filosófico y, concretamente, la rama de la filosofía que se conoce como Filosofía de la Naturaleza.

La apertura del científico a otro tipo de saberes diferentes del saber científico, y válidos igualmente, al mismo tiempo que lo perfecciona como persona (ser, por definición, esencialmente abierto a la verdad, independientemente de las formas que ésta adopte) hace patente, de una manera "vivencial", si podemos expresarlo así, los límites propios del saber científico.


Y, además, existe cierto tipo de realidades que quedan fuera del alcance de la ciencia; por ejemplo: la libertad no tiene ningún sentido para la ciencia, no porque no sea real, sino porque su realidad, científicamente hablando, no tiene sentido. La libertad sigue siendo un hecho, una realidad. Por supuesto que sí; pero en un sentido completamente diferente del que la ciencia entiende como realidad. De hecho, los más graves problemas humanos superan el alcance de la ciencia. No es misión de la ciencia, por poner algún ejemplo, promover amor y esperanza en los corazones de las personas, enseñar el sentido de la vida, etc.

La ciencia, por sí sola, no puede satisfacer todas las exigencias de la persona humana. Hacer esta afirmación no significa, en absoluto, condenar a la ciencia. Lejos de mí tal propósito, por lo demás absurdo: la ciencia es fundamental para el progreso humano. Ahora bien, dicho lo cual, no debe perderse de vista que la ciencia no puede ni debe ser endiosada. Aquí se la considera en el punto en el que debe estar; o sea, como un modo, muy importante, sin duda, pero no único, de acceder a la realidad.

 --------------------------------------------------------------

Cito, a continuación, la bibliografía en la que me he basado para confeccionar este artículo:

  1. Artigas, Mariano: "Ciencia, Razón y Fe"
  2. Aubert, J. M. : "Filosofía de la Naturaleza"
  3. Cardona, Carlos: " Metafísica de la opción intelectual"
  4. García Morente, Manuel: "Fundamentos de Filosofía"
  5. Gilson, Etiénne: "El realismo metódico"
  6. Gutiérrez Ríos, Enrique: "La ciencia en la vida del hombre"
  7. Millán Puelles, Antonio: "Fundamentos de Filosofía"
  8. Zubiri, Xavier: "Naturaleza, Historia, Dios"

viernes, 8 de febrero de 2013

MATRIMONIO


Es éste un vídeo de HO muy interesante que, sin discriminar en absoluto a los homosexuales, llama a las cosas por su nombre. Sólo el matrimonio como institución de origen divino y, por lo tanto, natural, es propiamente matrimonio: Muy bien argumentado.


sábado, 2 de febrero de 2013

CIENCIA Y VERDAD (III)


Con relación a los dos tipos de ciencias a los que nos hemos referido, las ciencias experimentales y las filosóficas, está claro que hay algo en común entre ellas. En ambas se busca la verdad de las cosas, cada una con su propio método, pero siempre a la luz de la razón.

Pues bien: existe una tercera clase de ciencias: las ciencias teológicas. Si hubiera que dar de ellas una definición, ésta es análoga a la de las ciencias filosóficas, o sea, estudio de la totalidad del ser, atendiendo a sus causas últimas, incluyendo aquí el origen y el sentido de todo lo que es; sólo que, en este caso, el conocimiento adquirido se tiene utilizando como dato cierto y punto de partida, la luz de la Revelación; o la luz de la fe, que viene a ser lo mismo. Por razones obvias, podemos decir, igual que hacíamos con la filosofía, que no toda teología es ciencia teológica: lo es únicamente si acepta, como real, el punto de partida que la hace posible, o sea, la verdad íntegra de la Revelación, sin excluir nada de ella.

La existencia de Jesucristo es un hecho histórico que nadie puede negar. Evidentemente, si la Ciencia Teológica toma como punto de partida el Dato Revelado, es decir, que Dios se ha hecho realmente hombre en Jesucristo y que ha fundado su Iglesia, su verdadera y única Iglesia, que es la Iglesia Católica, dando sentido a todo cuanto ha sido, es y será, no cabe duda de que para hacer ciencia teológica se requiere, necesariamente, de la fe (como se ha dicho). Es a la luz de la fe cuando el conocimiento de la verdad se enriquece infinitamente.

Por eso podemos hablar de Ciencia, y hacerlo de modo riguroso, si nos referimos a la verdadera Teología, pues como se dijo al principio es lo propio de toda ciencia el conocimiento de la verdad. No importa el método usado, en realidad, si la meta de toda auténtica ciencia es la verdad. Conviene no olvidarlo. Si el grado de verdad conseguido, haciendo uso del dato Revelado, es superior al que se obtiene haciendo uso solamente de la razón, habremos de concluir que, incluso como Ciencia, la Teología es superior a la Filosofía. Como diría Santo Tomás de Aquino, lo sobrenatural supone lo natural como base y, además, lo perfecciona. En otras palabras, la fe no se opone a la razón, sino que la supone y la conduce a su plenitud. Dicho lo cual, sin embargo, y para evitar confusiones, en lo que sigue, cuando usemos la palabra ciencia nos estaremos refiriendo exclusivamente a las ciencias experimentales, pues tal es el uso que se da comúnmente a dicha palabra.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR CIENCIA?

Subjetivamente, la ciencia es un saber acerca de las cosas, pero no cualquier tipo de saber, sino un saber sistemático. Es decir: no sólo se sabe algo sino que se sabe también el porqué de ese algo que se sabe. Es bien conocida la clásica definición de ciencia como "conocimiento cierto por sus causas". Es precisamente en este sentido en el que, con frecuencia, se dice que el estudio debe ser una actividad científica: el que estudia debe esforzarse en obtener un saber sistemático.

Desde un punto de vista objetivo, la palabra ciencia designa un conjunto de "proposiciones" o afirmaciones sobre la realidad, a las que podemos llamar verdades científicas. Éstas aparecen siempre como conclusiones o resultado de algún tipo de demostración, estando, además, relacionadas entre sí de una manera lógica. Considerada de este modo, la ciencia es un sistema. Las demostraciones, en sí mismas, no forman parte de la ciencia, aunque son necesarias para su construcción.

En la actualidad se suele llamar también ciencia a un conocimiento ordenado de algún aspecto de la realidad, aunque no se sea capaz de llegar a conocer sus "porqués". Tal es el caso de la Botánica, la Zoología, la Historia, etc. No obstante, atendiendo a la definición de ciencia, aunque se les llame ciencias, en rigor no lo serían, al no ser capaces de dar una explicación de aquello que describen. De hecho, para evitar equívocos, se las suele conocer normalmente como ciencias descriptivas.




PRINCIPIOS DE LA CIENCIA

Antes de seguir avanzando, en esta breve exposición, conviene recordar que existen unos principios,  conocidos como principios de la ciencia o primeros principios, sin los cuales ninguna ciencia sería posible. Nos estamos refiriendo aquí a aquellos juicios evidentes e inmediatos, acerca de la realidad, que toda persona posee de modo natural, perteneciendo a lo que suele denominarse sentido común. Se trata de certezas, que evidencian salud mental en quien las posee como tales certezas y que no admiten ningún tipo de discusión. A modo de ejemplo, citaremos tres de ellos: 1) El principio de objetividad del mundo exterior: Las cosas están ahí, independientemente de que sean o no pensadas por mí. 2) El principio de identidad: Toda cosa es idéntica a sí misma. 3) El principio de no-contradicción: Una cosa no puede ser y no ser, al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.

Estos principios tienen un doble carácter. Son, a la vez, originales y originarios. Originales, pues no existe ninguna demostración previa por medio de la cual se llegue a ellos. Y originarios en el sentido de que toda demostración, aunque sólo sea de modo implícito, debe tenerlos en cuenta. Negarlos equivaldría a negar la misma ciencia, de la cual son soporte.

Si se admite que sólo es verdad aquello que se puede demostrar o, dicho de otro modo, si se identifican verdad y verdad científica, se llega a una contradicción. Una posible demostración "por reducción al absurdo" podría ser ésta: 

1. Partimos de que la ciencia existe y de que, como tal ciencia, está formada por verdades científicas (verdades demostrables).
2. Consideramos que no existe otro tipo de verdades que las científicas y que cualquier verdad, para poder serlo, ha de poder demostrarse.

Pues bien. Consideremos que dicha hipótesis inicial es cierta. Y supongamos, por ejemplo, que A es una verdad científica. Por la propia definición de verdad científica, A debe poder ser demostrada. Se requiere de otra verdad científica B, en la cual debe apoyarse. Claro que B, por idénticas razones, necesita de otra verdad C, y ésta de otra D, ...,  Y así,  ¿hasta cuando?  Se trataría de un proceso sin fin, pues partimos de la base de que no existe ningún tipo de verdad que no sea científica. La conclusión a la que se llega, haciendo uso de la Lógica, es la de que, al no haber un punto de partida inicial que sea verdad, sin más, resulta que todo ese conjunto de verdades demostradas es una quimera, pues no tiene ninguna base firme en la que poder apoyarse. 

Curioso: Partiendo de que la ciencia existe y está formada por un conjunto de verdades científicas, y considerando, como hipótesis de trabajo, que sólo estas verdades científicas son verdad, llegamos a la conclusión de que ninguna de ellas es verdad,  pues nada puede ser demostrado, en rigor. Y si eso es así, no habría, entonces verdades científicas, de modo que no existiría la ciencia. Pero, ¿cómo es posible que, simultáneamente,  exista y no exista la ciencia? Al identificar verdad con verdad científica incurrimos en una contradicción. Puesto que dicha identificación es falsa, al conducir a conclusiones absurdas, debe ser cierta la contraria, a saber: Existen verdades evidentes e indemostrables que, no siendo, por lo tanto, científicas, son, sin embargo, verdad. Tales son, precisamente, los primeros principios que, sin ser ciencia ellos mismos, hacen posible la ciencia, aunque no se haga referencia a ellos de un modo directo. La ciencia auténtica no contradice el sentido común; y tiene la verdad como fundamento. 

No hay más que pensar un poco. Un ejemplo lo aclarará: Si toda verdad, para serlo, tuviese que ser una verdad científica, entonces, puesto que no se puede demostrar que haya cosas, resulta que las cosas no existen, no existe nada. Conclusión ésta que es impropia de una mente que funcione bien. Si desaparece el sentido común, estamos perdidos.
(Continuará)