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martes, 21 de agosto de 2018

Adiós a la Tregua del 68 (Carlos Esteban)



Con la publicación de la Humanae Vitae, el rechazo tácito de muchísimos obispos y sacerdotes occidentales a la encíclica y la negativa de Roma a disciplinar a los rebeldes se inició una hipócrita ‘tregua’ doctrinal que ha desembocado en la presente crisis.

Ha dicho Joseph Cardenal Tobin, Arzobispo de Newark, que no es consciente de que exista una ‘subcultura gay’ en el clero de su diócesis, al tiempo que ha enviado a todos sus sacerdotes una carta imponiendo la ‘omertà’, la ley del silencio.

Y el cardenal, miembro de honor del círculo de McCarrick hasta que el ex cardenal se volvió ‘radioactivo’, que estaría llamándose o llamándonos imbéciles si entendemos por sus palabras que desconoce que en su diócesis las relaciones homosexuales del clero son cosa común, dice, sin embargo, la verdad: no hay nada de ‘sub’ en una cultura que prácticamente se ha convertido en la cultura principal en buena parte de las diócesis americanas… Y no americanas.

Basta leer por encima el siempre aleccionador blog de Joseph Sciambra para advertir que la promoción de la homosexualidad es moneda corriente en el clero a lo largo y ancho de la geografía estadounidense, ya en forma de ceremonias de ‘acogida’ y ‘encuentro’, ya en las homilías y en el confesionario, negando que lo que la doctrina considera un gravísimo pecado lo sea en absoluto.

Algún lector podría achacar a una empecinada homofobia la insistencia de esta publicación en la existencia de poderosas redes homosexuales dentro del clero católico y su importancia clave en la cadena de abusos que solo ahora empieza a revelarse, una vez más, después del gran escándalo de 2002. Hemos llamado la atención, últimamente, sobre la clamorosa ausencia de toda referencia a la homosexualidad -a la castidad, incluso- en la reciente carta de Su Santidad al Pueblo de Dios.

Pero no, créanme, no es obsesión extemporánea ni conspiracionismo homófobo: es absolutamente real. Detrás de aquellos abusos que son directamente delito, por tratarse de menores de edad, hay muchos otros que son simples abusos de autoridad, y muchísimos más que se consienten sin problemas porque se trata de ‘parejas’ de adultos en los que ambos consienten.

¿Cómo es posible que se haya llegado a esto? Porque Roma no ha cambiado -ni podría hacerlo- un ápice su doctrina sobre la grave ilicitud de las relaciones homosexuales -denominadas con el más antiguo término de sodomía-, ni los obispos que la toleran, la disculpan y la amparan tampoco se han declarado en abierta rebeldía contra Roma.

Pero lo que sucede con la homosexualidad se reproduce en otros ámbitos, muy especialmente en lo que se refiere a la moral sexual que, a todos los efectos, ha dejado de predicarse, enseñarse o exhortarse en amplísimas zonas de la Iglesia occidental.

Es lo que se conoce como ‘la Tregua del 68’, el año en que Pablo VI promulgó su encíclica Humanae Vitae, en la que condenaba como ‘intrínsicamente inmorales’ los métodos anticonceptivos artificiales.

Con la Humanae Vitae -de la que se cumple ahora medio siglo y que se disponen a ‘revisar’-, Pablo VI no hizo otra cosa que confirmar y aplicar al tiempo presente la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad. Pero, y esto es lo que nos atañe, se negó a disciplinar a los obispos y sacerdotes que rechazaron la doctrina expresada en la encíclica, que no eran precisamente pocos.

A menudo, cuando en el Imperio Español no se ponía el sol, el rey enviaba un decreto a alguno de sus remotos virreinatos que, en su recepción, no podían o no convenía aplicarse porque las circunstancias habían cambiado o porque resultaba imposible. En esos casos, el virrey recibía la orden señalando: “se acata pero no se cumple”. Algo parecido es lo que tenemos en buena parte de la Iglesia desde el 68: la Humanae Vitae, como casi toda la moral sexual de la Iglesia, se ‘acata’ -es decir, no hay una rebelión explícita contra ella-, pero se la ignora y contradice sistemáticamente.

Una reedición de esa tregua, más pertinente a la situación que ahora vivimos, se produjo en 2005, cuando Benedicto XVI dio a los obispos de todo el mundo instrucciones para que no se ordenase a varones “con tendencias homosexuales profundas”. Aunque ningún obispo tuvo los redaños de oponerse abierta y públicamente a la decisión del Santo Padre -reiterada recientemente por Francisco-, muchísimos de ellos se limitaron a ignorarla. Ni siquiera es desusado que permitan romances homosexuales a sus sacerdotes, mientras todo esté dentro de la ley y sean discretos. Y, sobre todo, que no desafíen abierta e inequivicamente la doctrina de la Iglesia.

Las consecuencias de esta incómoda tregua han sido desastrosas. Quien no cree en una doctrina no va a vivirla, ni enseñarla, ni predicarla. Por otra parte, quien no hace pública su oposición, no permite la necesaria clarificación. Es como vivir con un secreto de familia, algo que todo el mundo sabe pero todo el mundo niega. Nadie está contento, porque los fieles no ven predicada la verdad católica íntegra, ni los revolucionarios tienen la doctrina que querrían ver hecha pública y asentada.

Por eso resulta especialmente doloroso que, ni siquiera en medio de una crisis que amenaza gravísimamente con destruir la credibilidad de la Iglesia, sea capaz el Santo Padre de pronunciar la palabra, de reconocer el hecho, de clarificar un malentendido que se vuelve ya insostenible y que está en la base misma de todo este escándalo.

Carlos Esteban

Cardenal Tobin: nuevamente no sabía “nada”




Los sacerdotes de Newark hablaron el 17 de agosto en catholicnewsagency.com sobre los abusos homosexuales en el seminario y la arquidiócesis de Newark, lo cual incluye alcoholismo, fiestas y acoso homosexual.

Ese mismo día, Joseph Tobin, el cardenal pro-homosexual de Newark, publicó una carta a su clerecía afirmando que “nadie… me habló alguna vez sobre una ‘subcultura homosexual’ en la arquidiócesis de Newark”.

Desde 1986 al 2000, la arquidiócesis de Newark fue dirigida por el depredador homosexual y más tarde cardenal Theodore McCarrick, de 88 años. La atmósfera homosexual siguió bajo el sucesor de McCarrick, el arzobispo John Myers, de 77años, quien dirigió la arquidiócesis de Newark desde el 2001 a 2016.

En 2016, McCarrick promovió a su camarada, el arzobispo pro-homosexual de Indianápolis, Joseph Tobin, a presidir Newark.

Tobin apoya las llamadas Misas homosexuales y elogió el libro de propaganda homosexual “Building a Bridge” [Construyendo un puente], del [sacerdote jesuita] James Martin.

En mayo de 2017 Tobin dio una calurosa bienvenida a una “peregrinación” homosexual que se llegó hasta la catedral de Newark, organizada por un militante homosexual.

Un delito de profanación no se legaliza con un Decreto-Ley. Sánchez cometería prevaricación (Elentir)



Usar un decreto-ley para autorizar una exhumación es un fraude de ley
El anuncio lo ha hecho el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao. Me pregunto si el Gobierno ha consultado a algún jurista antes de hacer semejante anuncio, porque lo que se plantea es abiertamente un fraude de ley. Para empezar, el Artículo 86 de la Constitución establece que el decreto-ley sirve para un “caso de extraordinaria y urgente necesidad”, y no parece que se corresponda con esa premisa un enterramiento existente desde hace 42 años. Se da la circunstancia de que en 2014 el PSOE recurrió un decreto-ley del Gobierno de Rajoy con medidas contra la crisis económica y lo hizo denunciando “una abusiva utilización del mismo en la legislatura actual”. Entre otras cosas, el recurso del PSOE advertía “el deseo de inmediatez de las modificaciones normativas no constituye por sí solo una justificación de la urgencia”. Y eso que se trataba de hacer frente a una crisis económica, no de exhumar un cadáver que lleva sepultado 42 años. Recurrir a un mecanismo abiertamente excepcional para satisfacer las prisas de un Gobierno a la hora de exhumar un cadáver es un fraude de ley en toda regla.
Un decreto-ley no puede modificar ni vulnerar un tratado internacional
Por otra parte, el Artículo 86 de la Constitución especifica que los decretos-leyes “no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado”. Hay que recordar que en enero de 1979, unas semanas después de ser aprobada la Constitución Española, España y la Santa Sede firmaron unos acuerdos. Y como señaló el Tribunal Constitucional en su sentencia 66/1982este Acuerdo del Estado español y la Santa Sede tiene rango de tratado internacional. Y esto es lo que dice el Artículo 96 de la Constitución Española sobre los tratados internacionales: Los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional”. Y esto es lo que especificaba el Artículo I del Acuerdo sobre asuntos jurídicos“Los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes”.
Hay que recordar que la tumba de Francisco Franco está situada ante el altar de una basílica católica. Esa basílica es inviolable tal como dictan los Acuerdos entre España y la Santa Sede. Esta inviolabilidad no es exclusiva, por cierto, de la Iglesia Católica: los respectivos acuerdos con otras confesiones otorgan el mismo status a los lugares de culto de protestantes, judíos y musulmanes. Para exhumar los restos de Franco, el Gobierno tendría primero que violar ese lugar de culto, algo abiertamente ilegal. Como sabe cualquier estudiante de primero de Derecho, en España existe una jerarquía normativa: una norma de rango inferior como es un decreto-ley no puede modificar ni vulnerar una norma de rango superior como es un tratado internacional. Ni siquiera una ley orgánica aprobada por las Cortes podría modificarla ni vulnerarla, como señala el Artículo 96.1 de la Constitución: Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional”. Para que lo entienda hasta Pedro Sánchez, lo resumiré en pocas palabras: un tratado internacional no puede modificarse ni ser vulnerado mediante un decreto-ley, eso sería inconstitucional. Y el que lo hiciese estaría cometiendo un delito de prevaricación.
Un decreto-ley no puede legalizar un delito de profanación de un sepulcro
Además de lo señalado, hay que añadir que el Artículo 526 del Código Penal castiga los delitos de profanación, no sólo de los cadáveres, sino también de las sepulturas: “El que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas o, con ánimo de ultraje, destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses“. Hay que decir que el Código Penal es una ley orgánica, pues regula derechos fundamentales, y precisamente el Artículo 86 de la Constitución prohíbe el uso de un decreto-ley para regular esos derechos. De hecho, para modificar el citado Artículo 526 del Código Penal hizo falta en 2003 otra ley orgánica, la 15/2003. Es una colosal burla a la legalidad que ahora el Gobierno pretenda blanquear un delito de profanación recurriendo a un decreto-ley. De hecho, los descendientes de Franco ya advirtieron que denunciarán a Sánchez si profana la tumba de su antepasado, ya que no han otorgado autorización al Gobierno para llevar a cabo esa exhumación.
La Iglesia, el PP y Cs miran hacia otro lado: Vox se opone a la profanación
Hecho el análisis legal, añado un comentario más. Algunos parece que entienden que posicionarse en defensa de la legalidad en casos como éste implica una adhesión al franquismo. Nada más lejos. Yo no soy franquista. Nací después de la muerte de Franco y no siento ninguna nostalgia por un régimen que no viví. Lo que pasa es que llevo décadas oyendo hablar a los políticos sobre el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley, y ahora resulta que mentían, que les parece bien saltarse la legalidad para desenterrar a un hombre que lleva 42 años muerto. Una vez más estamos ante la vieja y perversa idea de que el fin justifica los medios. Lo más triste es que en España apenas hay oposición a que el Gobierno se salte la legalidad con un propósito tan rastrero como es profanar una tumba y una basílica. La Conferencia Episcopal y el Arzobispo de Madrid se han lavado las manos(me pregunto qué habrían dicho sus antecesores si Franco y otros se hubiesen lavado las manos cuando la izquierda incendiaba iglesias y perseguía a obispos, sacerdotes y religiosos católicos en España), el PP ha dicho que no se opondrá y Ciudadanos incluso está dispuesto a colaborar con el PSOE. Es decir, que la violación de la ley por parte de un Gobierno no le importa ni a la oposición, ni a la Iglesia ni a casi nadie. Y digo “casi” porque Vox sí que se ha pronunciado “en contra de la profanación de cadáveres” y también “a favor de enterrar la totalitaria Ley de Memoria Histórica”.
ELENTIR

Por qué no he leído la carta de Francisco sobre los abusos (Carlos Esteban)




Voy a hacer una confesión indigna de un periodista; una declaración que justificaría que me quitaran el carné de prensa si alguna vez, en mis treinta años de ejercicio, lo hubiera tenido: no he leído el mensaje del Papa en respuesta al escándalo revelado por el gran jurado de Pensilvania.

Lo sé, es lo peor: un periodista debe ir siempre a las fuentes, y en información religiosa no puede haber fuente más importante que las palabras mismas del Santo Padre, no digamos ya cuando se trata de un asunto de tan candente actualidad como el que nos ocupa.

Pero no, no la he leído. No puedo ya. La he abierto, la he tenido ante mí, he comprobado -bendiciones de los tratamientos de texto- las palabras que no incluía, y me he sentido incapaz de enfrentarme a un texto tan obligado y previsible.

Dicho deprisa: cuando tras el escándalo puntual más grave que quizá haya sufrido la Iglesia en siglos la reacción de la Santa Sede son solo palabras, confieso que no me interesan demasiado esas palabras. Cualquier gabinete de relaciones públicas que valga su sal puede hacer maravillas en este sentido, hasta hacernos llorar a todos.

Toda reacción que no incluya el anuncio de ceses, de un cambio radical que arranque de raíz la cultura homosexualista instalada en tantos seminarios y curias diocesanas, es solo un intento de contención de daños, algo que hace cualquier empresa que recibe mala publicidad.

” Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”, dice el Papa. Pero cuando esos ‘pequeños’, en la figura de las víctimas del sacerdote pedófilo chileno Fernando Karadima, le imploraron que aceptara la renuncia del obispo Barros, un protegido de Karadima que presenció sin protestas los abusos, el Papa les llamó ‘calumniadores’.

Pidió perdón por ello, pero cuando, otra vez, esos pequeños, encarnados en 48 seminaristas del seminario mayor de Tegucigalpa, escribieron una carta pública denunciando el régimen de intimidación homosexual que reinaba en él, la mano derecha del Papa, el coordinador de su muy exclusivo consejo privado C9, el poderoso Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga les llamó mentirosos y les acusó de alinearse contra la ‘anti-Iglesia’.

Esos pequeños son aquellos cuyos abusos han propiciado que el ministerio fiscal chileno haya llamado a declarar a la cúpula de la iglesia nacional, incluido un emérito, Errazuriz, que sigue siendo miembro del C9.

Acaba de nombrar ‘sostituto’ de la Secretaria de Estado para asuntos generales a un hombre, el venezolano Edgar Peña Parra, que presionó para que el entonces sacerdote Juan José Pineda, apartado ahora tras las acusaciones verosímiles de abusos homosexuales, fuera nombrado obispo auxiliar de Maradiaga. Otro nombramiento reciente ha sido el del ahora obispo portugués José Tolentino Mendonça, que asegura que Jesús “nunca estableció normas”.

No es solo que el Vaticano no ha dicho nada sobre esta crisis hasta que le ha resultado imposible, incluso peligroso, no hacerlo; es que, como no nos cansamos de ver, hay una desconexión desesperante entre muchos de los mensajes más esperanzadores del Papa y sus acciones concretas, sus medidas reales.

La ‘tolerancia cero’ resultó no serlo tanto, como vemos, al igual que la ‘Iglesia pobre para los pobres’ no ha significado que Francisco se deshaga del APSA (el enorme patrimonio inmobiliario del Vaticano), a pesar de las constantes llamadas a acoger a los refugiados. ¿Demagogia? No: tomarse en serio el deseo de una Iglesia pobre.

La misericordia que tiene siempre en los labios y por la que todo el mundo le alaba también ha resultado extraordinariamente selectiva. De ella se benefician quienes, de pecar, pecan del lado ‘bueno’, quienes exageran, en todo caso, las líneas ideológicas que Su Santidad no disimula, como el ex presidente brasileño encarcelado por corrupción Lula da Silva. Otros, los ‘rígidos’, los que encuentran a Cristo de un modo más cercano a la manera tradicional, como la Hermandad de los Santos Apóstoles o los Franciscanos de la Inmaculada, han podido probar la otra cara de Francisco, implacable y sin apelación ni explicación.

El próximo miércoles se inicia en Dublin un Encuentro Mundial de las Familias bajo la égida de Su Santidad organizado por Kevin Farrell, quien fuera amigo personal, colaborador y protegido del ex cardenal McCarrick; que contará con la presencia estelar del jesuita homosexualista James Martin y de la que se han excusado ya, a pocos días del comienzo, dos cardenales que debían encabezar importantes intervenciones, O’Malley y Wuerl. Mientras se hace evidente que la infiltración homosexual en el clero está en el núcleo mismo de esa situación que ha causado “heridas que no prescriben” en los más pequeños, el evento se presenta como una forma de ‘suavizar’ la postura de la Iglesia sobre la homosexualidad.

Libertad Digital titula la noticia con unas palabras del jefe de prensa del Vaticano, Greg Burke, el mismo que no interrumpió inmediatamente sus vacaciones cuando se conoció el informe: Greg Burke: “Es significativo que el Papa se refiera a los abusos como un crimen, no solo un pecado”. Pero no, no es significativo cuando ya lo ha hecho una institución oficial como es el gran jurado del Estado de Pensilvania.

En Vatican News, que va camino de merecer el nombre de Pravda francisquista, también abren con comentarios de Greg Burke: “El Papa lo subraya, las heridas nunca prescriben”. ¿Qué quiere decir eso, exactamente? ¿En qué se traduce? Después de que Benedicto XVI secularizara al sacerdote pederasta Mauro Inzoli, Francisco lo rehabilitó, para volver a secularizarlo cuando reincidió. Las heridas no prescriben, pero los delitos, sí.


Carlos Esteban

Hoy celebramos al Papa de la Eucaristía, San Pío X


Duración 2:16 minutos



S.S. San Pío X (1903-1914)

¿Quién fue el papa San Pío X?

I. Breve biografía

Nacido en una familia pobre, humilde y numerosa, Giuseppe Melchiorre Sarto vino al mundo el 2 de junio de 1835 en Riese, Italia. Desde pequeño se mostró muy afanoso para los estudios, siendo esa inquietud la que le llevaría a aprovechar muy bien la enseñanza del catecismo. Por entonces, y desde que ayudaba al párroco como monaguillo, el travieso "Beppi" ya les decía a sus padres una frase que reiteraría con frecuencia: «quiero ser sacerdote». Con el tiempo este deseo que experimentó desde niño no haría más que afianzarse y madurar en un ardiente anhelo de responder al prístino llamado del Señor.

Así pues, en 1850 ingresaba al seminario de Padua, para ser ordenado sacerdote del Señor el 18 de setiembre de 1858. Su primera labor pastoral la realizó en la parroquia de Tómbolo-Salzano, distinguiéndose —además de su gran caridad para con los necesitados— por sus ardorosas prédicas. Por ellas el padre Giuseppe atraía a muchas "ovejas descarriadas" hacia el rebaño del Señor. Sus oyentes percibían el especial ardor de su corazón cuando hablaba de la Eucaristía, o la delicadeza y ternura cuando hablaba de la Virgen Madre, o recibían también sus paternales correcciones cuando se veía en la obligación de reprender con firmeza ciertas faltas o errores que deformaban la vida de caridad que debían llevar entre sí.

Ya desde el inicio de su sacerdocio Giuseppe daba muestras de ser un verdadero hombre de Dios. El fuerte deseo de hacer del Señor Jesús el centro de su propia vida y de la de aquellos que habían sido puestos bajo su cuidado pastoral, le llevaba a darlo todo y darse todo él a los demás. Ningún sacrificio era muy grande para él cuando la caridad así se lo requería.

Luego de trabajar en Treviso (1875 a 1884) como canciller y como director espiritual del seminario, el padre Sarto sería ordenado Obispo para la diócesis de Mantua. Como Obispo se distinguiría también —y de modo ejemplar— por la práctica de la caridad.

En 1893, León XIII le concedió el capelo cardenalicio y lo trasladó a Venecia. Al igual que en Tómbolo-Salzano, en Treviso y en Mantua luego, el ahora Patriarca de Venecia daría muestras de ser un celoso pastor y laborioso "jornalero" en la viña del Señor. En ningún momento cambió su modo de ser: siempre sencillo, siempre muy humilde, siempre ejemplar en cuanto a la caridad. Es más, a mayor "dignidad" dentro de la Iglesia (primero como obispo, luego como cardenal), mayor era el celo con el que se esmeraba en la práctica de las virtudes cristianas, especialmente en el humilde servicio para con quienes necesitasen —de una o de otra forma— de su pastoral caridad.

Al tránsito de S.S. León XIII, acaecido el 20 de julio de 1903, el Cardenal Giuseppe Sarto sería el nuevo elegido por el Espíritu Santo para guiar la barca de Pedro.

II. Su pontificado

Cuentan los hagiógrafos que, cuando al tercer día de Cónclave ninguno de los Cardenales alcanzaba aún la mayoría necesaria para su elección, el Cardenal Sarto hizo lo imposible —dicen que lloraba como un niño— por disuadir a los Cardenales electores de que no le tomasen en cuenta, cuando cada vez más miradas empezaron a volverse hacia este sencillo "Cardenal rural" (como le gustaba decir de sí mismo). Así pues, repentinamente lo imprevisto e inesperado —¡para él y para todos!— comenzaba a vislumbrarse en el horizonte: la posibilidad —para él "el peligro"— de ser él el elegido para suceder a León XIII en la Cátedra de Pedro.

Muchos, incluso aquellos que hasta entonces no le habían conocido aún muy bien, comprendieron que detrás de la sencillez y sincera humildad de este hombre —que tanto se negaba a la posibilidad por sentirse tan indigno— se hallaba una enorme potencia sobrenatural, así que, dóciles a las mociones del Espíritu divino, terminaron dándole a él su voto.

El Cardenal Sarto, luego de esta votación, se supo incuestionablemente llamado y elegido por Dios mismo: con docilidad, aceptó su evidente designio —expresado por la votación del colegio Cardenalicio reunido en Cónclave—, y pronunció estas palabras: «Acepto el Pontificado como una cruz. Y porque los Papas que han sufrido por la Iglesia en los últimos tiempos se llamaron Pío, escojo este nombre».

Al pronunciar su "sí", lleno de la humilde consciencia de su propia pequeñez e insignificancia, el Cardenal Giuseppe Sarto respondía decidida y fielmente al llamado que Dios le hacía. Desde ahora, como Papa, su vida estaría plenamente asociada al sacrificio del Señor en la Cruz, y él —asociándose amorosamente a su Cruz— manifestaba su total disposición para servir y guiar al rebaño del Señor hacia los pastos abundantes de la Vida verdadera. Su más hondo anhelo, aquél que como un fuego abrasaba su corazón, quedaría expresado en la frase-consigna de instaurarlo todo en Cristo: «¡Omnia instaurare in Christo!». Ése era el celo que consumía su corazón, celo que le impulsaba a querer «llevar todo el mundo al Señor». Con este fuego interior buscaría, pues, avivar también el ardor de muchos de los corazones de los hijos e hijas de la Iglesia, para, de este modo, llevar la luz y el calor del Señor al mundo entero.

Programa Pontificio

Su "programa pontificio" no buscaba ser otro que el del Buen Pastor: empeñado seriamente en alimentar, guiar y custodiar al humano rebaño que el Señor le encomendaba, así como buscar a las ovejas perdidas para atraerlas hacia el redil de Cristo.

En este sentido su primera encíclica nos da una muy clara idea de lo que el santo Papa buscaría desarrollar a lo largo de todo su pontificado:

E supremi apostolatus cathedra... eran las primeras palabras de esta "encíclica programática", en la que comenzaba compartiendo los temores que le acometieron ante la posibilidad de ser elegido como el próximo timonel de la Barca de Pedro. El no se consideraba sino un indigno sucesor de un Pontífice que 26 años había gobernado a la Iglesia con extraordinaria sabiduría, prudencia y pastoral solicitud: S.S. León XIII.

Una vez elegido, no le cabía duda alguna de que el Señor le pedía a él sostener firmemente el timón de la barca de Pedro, en medio de una época que se presentaba como muy difícil. En la mencionada encíclica su diagnóstico aparecerá muy preciso y certero: «Nuestro mundo sufre un mal: la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de esa postura».

Considerando estas cosas, el Santo Padre lanza entonces su programa. En él recuerda a todos, como hombre de Dios que es, que su misión es sobre todo la de apacentar el rebaño de Cristo y la de hacer que todos los hombres se vuelvan al Señor, en quien se encuentra el único principio válido para todo proyecto de convivencia social, ya que Él, en última instancia, es el único principio de vida y reconciliación para el mismo ser humano. Sentada esta sólida base, proclamó nuevamente en esta encíclica la santidad del matrimonio, alentó a la educación cristiana de los niños, exigió la justicia de las relaciones sociales, hizo recordar su responsabilidad de servicio a quienes gobiernan, etc.

La fuerza con la que S.S. Pío X quería contar para esta monumental tarea de instaurarlo todo en Cristo era la fuerza de la santidad de la Iglesia, que debía brillar en cada uno de sus miembros. Por eso llamó a ser colaboradores suyos, en primer término, a los hermanos en el sacerdocio: sobre todo en ellos —por ser "otros Cristos"— debía resplandecer fulgurante la llama de la santidad. Llamados a servir al Señor con una inefable vocación, habían de ser ellos los primeros en llenarse de la fuerza del Espíritu divino, pues "nadie da lo que no tiene", ¿y cómo podrían ellos, los especialmente elegidos para esa misión, instaurarlo todo en Cristo si no era el suyo un corazón como el corazón sacerdotal del Señor Jesús, ardiente en el amor y en la caridad para con los hermanos? Sólo con una vida santa podrían sus sacerdotes ser portadores de la Buena Nueva del Señor Jesús para todo su Pueblo santo.

Recordará entonces que es competencia de los Obispos, como principales y últimos responsables, el formar este clero santo. ¡Este era un asunto de la mayor importancia!, y por ello los seminarios debían ser para sus Obispos como "la niña de sus ojos": ellos deben mostrar un juicio certero para aceptar solamente a quienes serán aptos para cumplir con perpetua fidelidad las exigencias de la vocación sacerdotal; han de brindarles una preparación intelectual seria; han de educar a sus sacerdotes para que su prédica constituya un verdadero alimento para los feligreses, y para que sean capaces de llevar adelante una catequesis seria para alejar la ignorancia religiosa de los hijos de la Iglesia; han de enseñarles —con el ejemplo— a vivir una caridad pastoral sin límites; han de educarlos en el amor a una observante disciplina; y como fundamento de todo, han de habituarlos a llevar una sólida y profunda vida espiritual.

El Santo Padre, para esta gran tarea de renovación en Cristo, fijó sus ojos asimismo en los seglares comprometidos: siempre fieles a sus obispos, los exhortaba a trabajar por los intereses de la Iglesia, a ser para todos un ejemplo de vida santa llevada en medio de sus cotidianos afanes.

Un impulso renovador

La fuerte preocupación del Papa por la santidad de todos los miembros de la Iglesia es lo que le llevaría a impulsar algunas reformas al interior de la misma.

El clero. Ya hemos hablado de la honda preocupación que sentía el Santo Pontífice por la santidad de los sacerdotes. Él mismo, con el ejemplo, se esforzó porque los clérigos cumpliesen cuidadosamente con las obligaciones propias de su estado, respondiendo de la mejor manera posible al don recibido de lo Alto, por la imposición de manos del Obispo. El sentido del deber y el ardiente amor al Señor debían llevarles a asumir con radical amor y fidelidad sus responsabilidades, y ése precisamente era el testimonio que él mismo daba a los clérigos. A esta preocupación se debió la reforma de los seminarios, así como la institución de numerosas bibliotecas eclesiásticas.

Música sagrada y liturgia. Es conocido el gran amor por la música sagrada que desde niño acompañaba al Santo Padre, cosa que se manifestó también inmediatamente en su pontificado: famoso es el Motu proprio que firmaba ya a los tres meses de su elección. En él daba a conocer algunas normas que renovaban la música eclesiástica. Su Santidad Pío X promovió, asimismo, la reforma de la liturgia de las horas.

El "Papa de la Eucaristía". Su gran amor a la Eucaristía y la conciencia del valor de la Presencia Real del Señor Jesús en el Santísimo Sacramento le llevaron a permitir la comunión diaria a todos los fieles, así como a cambiar la costumbre de la primera comunión: en adelante los niños podría recibir el Santísimo Sacramento cuando tuviesen ya uso de razón, a partir de los 7 años.

En 1905 la Sagrada Congregación del Concilio abría las puertas a la Comunión frecuente. La razón de esta disposición, promovida por el Santo Padre, la encontramos en estas palabras: «La finalidad primera de la Santa Eucaristía no es garantizar el honor y la reverencia debidos al Señor, ni que el Sacramento sea premio a la virtud, sino que los fieles, unidos a Dios por la Comunión, puedan encontrar en ella fuerza para vencer las pasiones carnales, para purificarse de los pecados cotidianos y para evitar tantas caídas a que está sujeta la fragilidad humana».

El Catecismo de San Pío X. Cuando niño Guiseppe había experimentado el gran beneficio de nutrir la fe —por medio de una buena enseñanza del catecismo— con las verdades reveladas y confiadas a la Iglesia para su custodia e interpretación. Sólo de este modo la persona, encendido el corazón en la verdad divina, podría vivir de acuerdo a ella en su vida cotidiana. Así, pues, como sacerdote, como obispo y luego como Papa, hizo todo lo posible por impulsar la enseñanza del Catecismo y por mantener la pureza de la doctrina. Bien sabía el Santo Padre que apartar la ignorancia religiosa era el inicio del camino para recuperar la fe que en muchos se iba debilitando y perdiendo incluso.

Siempre apacentando la grey del Señor y velando por la pureza de la doctrina cristiana, S.S. San Pío X debió actuar con firmeza ante el modernismo. Importante en este sentido es la publicación del decreto Lamentabili (julio de 1907) por el que condenaba numerosas tesis exegéticas y dogmáticas —influenciadas por aquella herejía de moda—, y su encíclica Pascendi (setiembre de 1907) por la que condenaba otras tesis modernistas.

Un nuevo Código de Derecho Canónico. Cuando era obispo en Mantua, mons. Sarto ya se había manifestado como un jurista de peso. Por entonces publicó diversos artículos sobre la materia. En Venecia, como Patriarca, fundó en aquella diócesis una Facultad de Derecho. Elegido Papa, vio la necesidad y conveniencia de elaborar una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuada a las circunstancias concretas que por entonces se vivían. Esta labor monumental, a la que daría impulso a pocos meses de iniciado su pontificado, hallaría su culminación recién el año 1917, bajo el pontificado de S.S. Benedicto XV.

Empuje misionero. Su gran celo por difundir el Evangelio de Jesucristo a los que aún no lo conocían le llevó a dar un gran impulso a la actividad misionera de la Iglesia. En esta misma línea, incentivó la formación de seminarios regionales.

Otras iniciativas. Entre otras iniciativas el Papa Pío X impulsó una reforma de la curia romana, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos (1907), fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma (1909) y dio inicio a la publicación de la llamada Acta Apostolicae Sedis (1909), que aún hoy es la publicación oficial que trae los documentos pontificios.

Firmeza en la persecución

Durante su pontificado se consuma en Francia (1905) la separación de Iglesia y Estado. Éste sería un capítulo muy doloroso para el Santo Padre. Sin transigir en lo más mínimo ante las presiones de un Estado que quería subyugar a la Iglesia de Cristo, alentó a sus pastores y demás fieles franceses a no temer ser despojados de todos sus bienes y derechos. El Papa sufrió mucho por esta nueva persecución desatada contra la "hija predilecta", la Iglesia de Francia, y se conmovió hondamente por la respuesta de fiel adhesión de los obispos.

Años después aquél mal ejemplo sería seguido: en España (1910) y en Portugal (1911) también se daría la definitiva separación entre la Iglesia y el Estado.

Propulsor de la paz ante los sucesos mundiales

S.S. San Pío X anhelaba la paz mundial, y sabía que sólo en Cristo ésta podía ser verdadera y duradera. Fue su más ardiente deseo el ayudar a evitar la primera gran guerra europea, que él veía venir con tanta claridad: mucho tiempo atrás, había predicho que estallaría en 1914. «Gustoso daría mi vida, si con ello pudiera conseguir la paz en Europa», había manifestado en una oportunidad.

El 2 de agosto de 1914, ante el inminente estallido de la guerra, el Santo Padre instaba —en un escrito dirigido a los católicos de todo el mundo, y como un último y denodado esfuerzo por obtener el don de la paz— a poner los ojos en Cristo el Señor, Príncipe de la Paz, y a suplicarle insistentemente por la paz mundial.

Ejemplo de virtudes

Humilde, muy humilde era aquel Papa que en su "Testamento espiritual" dejaría escrito a sus hijos e hijas: «Nací pobre, he vivido pobre, muero pobre». Se trataba, ciertamente, de una pobreza que iba más allá de lo puramente material: Giuseppe Sarto, dentro de los designios Divinos elegido sucesor de Pedro para gobernar la Iglesia del Señor, jamás se aferró a seguridad humana alguna, viviendo el desprendimiento en grado heroico, apoyado siempre en una total confianza en la Providencia divina.

A no pocos edificó su admirable testimonio de caridad y de amor al prójimo. Cuando a su puerta tocaba alguien que necesitaba de su ayuda, renunciaba incluso a lo que él necesitaba para alimentarse: su magnanimidad no tenía límites.

Sobrio y frugal en las comidas; amante de la limpieza y del orden; sencillo en sus vestidos; para nada amigo de recibir aplausos: así se mostró siempre Guiseppe, primero como presbítero, luego como Obispo y Cardenal, y también como Sucesor del Apóstol Pedro.

Modelo de un sacerdote dedicado al estudio y a la autoformación

Algunos sostienen que por la extrema modestia que mostraba se difundió la idea de que S.S. San Pío X, si bien era un hombre santo, era poco inteligente o no estaba muy bien preparado: hablaba siempre tan convencido de su propia insignificancia, de su falta de preparación, de su "condición rural", que muchos llegaron a tomarlo en serio. Sin embargo, la evidencia histórica muestra que la realidad estaba muy distante de aquella falsa idea.

El seminario de Padua conoció en Guiseppe a un joven bien dotado y muy aprovechado en los estudios: fue el más destacado alumno de su tiempo. Y si bien es cierto que a sus posteriores éxitos académicos —que también los tuvo— siguieron dieciocho años de intensa tarea pastoral, el Padre y luego Obispo Sarto nunca escatimó en recortar incluso algunas horas de descanso para dedicarlas al estudio: a costa de exigencia personal y disciplina jamás abandonó su propia formación, tan necesaria para nutrir su fe y para mejor poder responder a su misión de ser luz para los demás, maestro de la verdad. Los sermones, las conferencias, sus cartas pastorales, el mismo trato con las gentes, eran diversas ocasiones que le exigían gran dedicación en este importante asunto, y él así lo comprendió.

Además, dotado naturalmente con una insaciable curiosidad intelectual, ésta le llevaba a estudiar, escuchar, y buscar conocer. Años de formación en el silencio acompañaron su ministerio, iluminándolo, nutriéndolo, enriqueciéndolo, siempre abriéndole los horizontes para mejor conocer y comprender a aquellos a cuyos corazones quería acceder para iluminarlos con la verdad de Jesucristo, y ganarlos para Él.

En este sentido hay que añadir también que ya como Obispo y Cardenal era muy conocido por su versado manejo de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia.

Su amor a la Madre del Señor

Santa María estaba muy presente en el corazón de este Santo Papa: le gustaba llevar entre manos el santo Rosario. Diariamente visitaba la gruta de Lourdes, en los jardines Vaticanos. Interrumpía cualquier conversación para invitar a sus interlocutores al rezo del Angelus.

Como preparación inmediata para el acontecimiento del 50 aniversario de la proclamación de la Inmaculada Concepción publicó su encíclica Ad diem illum.

Un Papa elevado a los altares

Su tránsito a la Casa del Padre acaeció un 20 de agosto de 1914, poco antes del estallido de la llamada "primera guerra mundial". Muchos ya en vida, sin duda impresionados por esa personalidad serena con la que transparentaba el amor del Señor, y que él hacía tan concreto y cercano a todos, no dudaban en llamarlo "Papa santo". Con su característica sencillez y humildad, sin dejarse impresionar por tal calificativo, y haciendo uso de un juego de palabras, respondía con mucha naturalidad a quienes así lo llamaban que se equivocaban por una letra: «No "Papa santo" —decía él—, sino "Papa Sarto"».

Lo cierto es que a S.S. Pío X se le atribuyeron ya en vida muchos milagros. Asimismo, testimonios abundantes concordaban en afirmar que tenía el don de penetrar en lo más secreto de los corazones humanos, y de "ver" lo que en ellos había.

El 14 de febrero de 1923 se introducía su causa de beatificación, iniciándose un largo y exigente proceso que duraría hasta el 12 de febrero de 1951. En aquella fecha memorable el censor (quien hacía las veces de "fiscal") se hincaba a los pies de S.S. Pío XII para certificar que luego del rigurosísimo proceso podía pasarse a su beatificación, cuando Su Santidad así lo dispusiese. Estas fueron las emotivas palabras que, luego de su informe, pronunció el censor:

«Permitidme, pues, Beatísimo Padre, que, postrado humilde a sus pies, añada también mi petición, yo que procuré cumplir fielmente el cargo de censor que se me había encomendado; impulsado por la verdad, juzgo saludable y oportunísimo, y lo confieso abiertamente, que este ejemplo puesto auténticamente en el candelabro ilumine con el multiforme esplendor de sus virtudes no sólo a los fieles, sino también a los que viven en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y los atraiga y conduzca al reino de la verdad, de la unidad y de la paz».

S.S. Pío X fue elevado a los altares el 29 de Mayo de 1954, y de este modo, podemos decir, su ardiente deseo de instaurarlo todo en Cristo se prolonga, por su luminoso testimonio de vida y por su intercesión, por este y los siglos venideros.

III. Algunos de sus documentos más importantes

Tra le sollecitudini, Motu propio sobre la música sagrada (22 de noviembre de 1903).

Sacra tridentina Synodus, Decreto de la Sagrada Congregación del Santo Concilio soobre la Coomunión frecuente (20 de diciembre de 1905).

Lamentabili sine exitu, Decreto del Santo Oficio sobre los errores del modernismo, aprobado por el Papa (3 de julio de 1907).

Pascendi dominici gregis, Encíclica sobre las doctrinas de los modernistas (8 de setiembre de 1907).

Haerent animo, Constitución apostólica sobre la santidad del clero (4 de agosto de 1908).

Por: P. Jürgen Daum | Fuente: www.newevang.org 

Carta Pastoral completa del obispo de la diócesis de Madison, Robert C. Morlino


Se encuentra en inglés. En formato pdf se puede ver pinchando aquí



August 18, 2018

Dear brothers and sisters in Christ of the Diocese of Madison,

The past weeks have brought a great deal of scandal, justified anger, and a call for answers and action by many faithful Catholics here in the U.S. and overseas, directed at the Church hierarchy regarding sexual sins by bishops, priests, and even cardinals. Still more anger is rightly directed at those who have been complicit in keeping some of these serious sins from coming to light.

For my part – and I know I am not alone – I am tired of this. I am tired of people being hurt, gravely hurt! I am tired of the obfuscation of truth. I am tired of sin. And, as one who has tried – despite my many imperfections – to lay down my life for Christ and His Church, I am tired of the regular violation of sacred duties by those entrusted with immense responsibility from the Lord for the care of His people.

The stories being brought into light and displayed in gruesome detail with regard to some priests, religious, and now even those in places of highest leadership, are sickening. Hearing even one of these stories is, quite literally, enough to make someone sick. But my own sickness at the stories is quickly put into perspective when I recall the fact that many individuals have lived through them for years. For them, these are not stories, they are indeed realities. To them I turn and say, again, I am sorry for what you have suffered and what you continue to suffer in your mind and in your heart.

If you have not already done so, I beg you to reach out, as hard as that may be, and seek help to begin to heal. Also, if you’ve been hurt by a priest of our diocese, I encourage you to come forward, to make a report to law enforcement and to our Victim’s Assistance Coordinator, so that we might begin, with you as an individual, to try and set things right to the greatest extent possible.

There is nothing about these stories that is okay. These actions, committed by more than a few, can only be classified as evil, evil that cries out for justice and sin that must be cast out from our Church.

Faced with stories of the depravity of sinners within the Church, I have been tempted to despair. And why? The reality of sin – even sin in the Church – is nothing new. We are a Church made of sinners, but we are sinners called to sanctity. So what is new? What is new is the seeming acceptance of sin by some in the Church, and the apparent efforts to cover over sin by them and others. Unless and until we take seriously our call to sanctity, we, as an institution and as individuals, will continue to suffer the “wages of sin.”

For too long we have diminished the reality of sin – we have refused to call a sin a sin – and we have excused sin in the name of a mistaken notion of mercy. In our efforts to be open to the world we have become all too willing to abandon the Way, the Truth, and the Life. In order to avoid causing offense we offer to ourselves and to others niceties and human consolation.

Why do we do this? Is it out of an earnest desire to display a misguided sense of being “pastoral?” Have we covered over the truth out of fear? Are we afraid of being disliked by people in this world? Or are we afraid of being called hypocrites because we are not striving tirelessly for holiness in our own lives?

Perhaps these are the reasons, but perhaps it is more or less complex than this. In the end, the excuses do not matter. We must be done with sin. It must be rooted out and again considered unacceptable. Love sinners? Yes. Accept true repentance? Yes. But do not say sin is okay. And do not pretend that grave violations of office and of trust come without grave, lasting consequences.

For the Church, the crisis we face is not limited to the McCarrick affair, or the Pennsylvania Grand Jury Report, or anything else that may come. The deeper crisis that must be addressed is the license for sin to have a home in individuals at every level of the Church. There is a certain comfort level with sin that has come to pervade our teaching, our preaching, our decision making, and our very way of living.

If you’ll permit me, what the Church needs now is more hatred! As I have said previously, St. Thomas Aquinas said that hatred of wickedness actually belongs to the virtue of charity. As the Book of Proverbs says “My mouth shall meditate truth, and my lips shall hate wickedness (Prov. 8:7).” It is an act of love to hate sin and to call others to turn away from sin.

There must be no room left, no refuge for sin – either within our own lives, or within the lives of our communities. To be a refuge for sinners (which we should be), the Church must be a place where sinners can turn to be reconciled. In this I speak of all sin. But to be clear, in the specific situations at hand, we are talking about deviant sexual – almost exclusively homosexual – acts by clerics. We’re also talking about homosexual propositions and abuses against seminarians and young priests by powerful priests, bishops, and cardinals. We are talking about acts and actions which are not only in violation of the sacred promises made by some, in short, sacrilege, but also are in violation of the natural moral law for all. To call it anything else would be deceitful and would only ignore the problem further.

There has been a great deal of effort to keep separate acts which fall under the category of now- culturally-acceptable acts of homosexuality from the publically-deplorable acts of pedophilia. That is to say, until recently the problems of the Church have been painted purely as problems of pedophilia – this despite clear evidence to the contrary. It is time to be honest that the problems are both and they are more. To fall into the trap of parsing problems according to what society might find acceptable or unacceptable is ignoring the fact that the Church has never held ANY of it to be acceptable – neither the abuse of children, nor any use of one’s sexuality outside of the marital relationship, nor the sin of sodomy, nor the entering of clerics into intimate sexual relationships at all, nor the abuse and coercion by those with authority.

In this last regard, special mention should be made of the most notorious and highest in ranking case, that being the allegations of former-Cardinal Theodore McCarrick’s (oft-rumored, now very public) sexual sins, predation, and abuse of power. The well-documented details of this case are disgraceful and seriously scandalous, as is any covering up of such appalling actions by other Church leaders who knew about it based on solid evidence.

While recent credible accusations of child sexual abuse by Archbishop McCarrick have brought a whole slew of issues to light, long-ignored was the issue of abuse of his power for the sake of homosexual gratification.

It is time to admit that there is a homosexual subculture within the hierarchy of the Catholic Church that is wreaking great devastation in the vineyard of the Lord. The Church’s teaching is clear that the homosexual inclination is not in itself sinful, but it is intrinsically disordered in a way that renders any man stably afflicted by it unfit to be a priest. And the decision to act upon this disordered inclination is a sin so grave that it cries out to heaven for vengeance, especially when it involves preying upon the young or the vulnerable. Such wickedness should be hated with a perfect hatred. Christian charity itself demands that we should hate wickedness just as we love goodness. But while hating the sin, we must never hate the sinner, who is called to conversion, penance, and renewed communion with Christ and His Church, through His inexhaustible mercy.

At the same time, however, the love and mercy which we are called to have even for the worst of sinners does not exclude holding them accountable for their actions through a punishment proportionate to the gravity of their offense. In fact, a just punishment is an important work of love and mercy, because, while it serves primarily as retribution for the offense committed, it also offers the guilty party an opportunity to make expiation for his sin in this life (if he willingly accepts his punishment), thus sparing him worse punishment in the life to come. Motivated, therefore, by love and concern for souls, I stand with those calling for justice to be done upon the guilty.

The sins and crimes of McCarrick, and of far too many others in the Church, bring suspicion and mistrust upon many good and virtuous priests, bishops, and cardinals, and suspicion and mistrust upon many great and respectable seminaries and so many holy and faithful seminarians. The result of the first instance of mistrust harms the Church and the very good work we do in Christ’s name. It causes others to sin in their thoughts, words, and deeds – which is the very definition of scandal. And the second mistrust harms the future of the Church, since our future priests are at stake.

I said that I was tempted to despair in light of all of this. However, that temptation quickly passed, thanks be to God. No matter how large the problem, we know that we are called to go forward in faith, to rely upon God’s promises to us, and to work hard to make every bit of difference we can, within our spheres of influence.

I have recently had the opportunity to talk directly with our seminarians about these very pressing matters, and I have begun to, and will continue to, talk with the priests of the diocese, as well as the faithful, in person and through my weekly column and homilies, making things as clear as I can, from my perspective. Here now, I offer a few thoughts to those of my diocese:
In the first place, we must continue to build upon the good work which we have accomplished in protecting the youth and vulnerable of our diocese. This is a work on which we can never rest in our vigilance, nor our efforts to improve. We must continue in our work of education for all and hold to the effective policies that have been implemented, requiring psychological exams for all candidates for ministry, as well as across-the-board background checks for anyone working with children or vulnerable individuals.

Here again, I state, as we have done consistently, if you have knowledge of any sort of criminal abuse of children by someone in the Church, contact law enforcement. If you need help in contacting law enforcement contact our Victim’s Assistance Coordinator and she will help connect you with the best resources. If you are an adult victim of sexual abuse from childhood, we still encourage you to reach out to law enforcement first, but even if you don’t want to, please still reach out to us.

To our seminarians: If you are unchastely propositioned, abused, or threatened (no matter by whom), or if you directly witness unchaste behavior, report it to me and to the seminary rector. I will address it swiftly and vigorously. I will not stand for this in my diocese or anywhere I send men for formation. I trust that the seminaries I choose, very discriminately, to help form our men will not ignore this type of scandalous behavior, and I will continue to verify that expectation.

To our priests: Most simply, live out the promises you made on your ordination day. You are called to serve Christ’s people, beginning with praying daily the Liturgy of the Hours. This is to keep you very close to God. In addition, you promised to obey and be loyal to your bishop. In obedience, strive to live out your priesthood as a holy priest, a hard working priest, and a pure and happy priest – as Christ Himself is calling you to do. And by extension, live a chaste and celibate life so that you can completely give your life to Christ, the Church, and the people whom he has called you to serve. God will give you the graces to do so. Ask Him for the help you need daily and throughout every day. And if you are unchastely propositioned, abused, or threatened (no matter by whom), or if you directly witness unchaste behavior, report it to me. I will not stand for this in my diocese any more than in our seminaries.

To the faithful of the diocese: If you are the victim of abuse of any kind by a priest, bishop, cardinal, or any employee of the Church, bring it forward. It will be addressed quickly and justly. If you have directly witnessed sexual advances or any type of abuse, bring it forward as well. Such actions are sinful and scandalous and we cannot allow anyone to use their position or power to abuse another person. Again, in addition to injuring individuals, these actions injure the very Body of Christ, His Church.

Furthermore, I add my name to those calling for real and sustained reform in the episcopate, priesthood, our parishes, schools, universities, and seminaries that would root out and hold accountable any would-be sexual predator or accomplice;

I will hold the priests of the diocese to their promise to live a chaste and celibate life of service to you and your parish, and evidence of failure in this regard will be justly addressed;

I will likewise hold every man studying for the priesthood for our diocese accountable to living a chaste and celibate life as part of his formation for the priesthood. Failure to do so will lead to dismissal from diocesan sponsorship;

I will continue to require (with our men and our funds) that all seminaries to which we send men to study be vigilant that seminarians are protected from sexual predators and provide an atmosphere conducive to their holistic formation as holy priests, in the image of Christ;

I ask all the faithful of the diocese to assist in keeping us accountable to civil authorities, the faithful in the pews, and to God Almighty, not only to protect children and the youth from sexual predators in the Church, but our seminarians, university students, and all the faithful as well. I promise to put any victim and their sufferings before that of the personal and professional reputation of a priest, or any Church employee, guilty of abuse;

I ask everyone reading this to pray. Pray earnestly for the Church and all her ministers. Pray for our seminarians. And pray for yourselves and your families. We must all work daily on our own personal holiness and hold ourselves accountable first and, in turn, hold our brothers and sisters accountable as well, and

Finally, I ask you all to join me and the entire clergy of the Diocese of Madison in making public and private acts of reparation to the Most Sacred Heart of Jesus and to the Immaculate Heart of Mary for all the sins of sexual depravity committed by members of the clergy and episcopacy. I will be offering a public Mass of reparation on Friday, September 14, the Feast of the Triumph of the Holy Cross, at Holy Name Heights and I ask all pastors to do the same in their own parishes. In addition, I ask that all priests, clergy, religious, and diocesan employees join me in observing the upcoming Autumn Ember Days (Sep. 19, 21, and 22) as days of fasting and abstinence in reparation for the sins and outrages committed by members of the clergy and episcopacy and I invite all the faithful to do the same. Some sins, like some demons, can only be driven out by prayer and fasting.

This letter and these statements and promises are not intended to be an exhaustive list of what we can and need to do in the Church to begin to heal from, and stave off, this deep illness in the Church, but rather the next steps I believe we can take locally.

More than anything else, we as a Church must cease our acceptance of sin and evil. We must cast out sin from our own lives and run toward holiness. We must refuse to be silent in the face of sin and evil in our families and communities and we must demand from our pastors – myself included – that they themselves are striving day in and day out for holiness. We must do this always with loving respect for individuals but with a clear understanding that true love can never exist without truth.

Again, right now there is a lot of justified anger and passion coming from many holy and faithful lay people and clerics across the country, calling for real reform and “house cleaning” of this type of depravity. I stand with them. I don’t know yet how this will play out nationally or internationally. But I do know this, and I make this my last point and last promise, for the Diocese of Madison: “As for me and my household, we will serve the Lord.”

Faithfully yours in the Lord,

Most Rev. Robert C. Morlino Bishop of Madison

OFFICE OF THE BISHOP

Diocese of Madison · 702 S. High Point Road · Suite 225 · Madison, WI 53719 Phone: 608-821-3002 · Fax: 608-440-2809 ·Email: Officeofbishop@madisondiocese.org

"Si lo dice el Papa ... ¡será verdad!": GRAVE ERROR (José Martí) (7 DE 9) AMOR A LA VERDAD, PROTESTANTIZACIÓN DE LA IGLESIA, LINKS



Hay infinidad de artículos, publicados durante más de cinco años (y me refiero sólo a aquellos escritos por personas que saben lo que dicen y que aman la verdad) en los que se reflejan los hechos que están ocurriendo en la Iglesia. Unos hechos que nos gustarán más o menos (más bien menos) pero, como hechos reales que son, no pueden negarse. Y entre ellos se encuentra la personalidad tan "especial" del papa Francisco. 


Y así resulta que lo que ha dicho el padre Thomas Rosica«El papa Francisco rompe con las tradiciones católicas siempre que quiere» aunque produzca escándalo entre quienes lo oyen, sin embargo, es algo real, algo que estamos observando todos los días. Claro que aunque los hechos caigan por su propio peso, se pueden cerrar los ojos y decir que tales hechos no han sucedido, o "defender" al Papa, diciendo que son los medios los que tienen la culpa, pues interpretan mal lo que dice. Y, sin embargo, lo que dice es lo que quiere decir; y lo que quiere decir es lo que dice. Sus palabras, tanto por escrito, como por vídeo, se encuentran en todos los medios de comunicacion, en todas las redes sociales y en la página web del Vaticano (aunque últimamente ya no se pueden encontrar allí una serie importante de homilías, porque sus asesores se han encargado de quitarlas).

Por eso no deja de ser una actitud cobarde y soberbia el negar la realidad. Si el rey está desnudo es que está desnudo, por más que todos alaben lo bien vestido que va. ¿Por qué negar que lo que está ocurriendo, está ocurriendo ... de verdad?. Deberíamos hacernos como niños y llamar a las cosas por su nombre, único modo de entrar en el Reino de los Cielos, como dijo Jesús. El amor a la verdad es una condición esencial de un católico que lo sea de veras.

Lo que dice el Cardenal Burke acerca de Rosica es completamente cierto. No obstante, Burke se refiere a la teoría, a lo que debe de ser. Y, es más, habla de que esas afirmaciones de Rosica hacen daño a Francisco. Yo me pregunto: ¿realmente importa eso demasiado? Lo preocupante es que, en el caso de Francisco, tales afirmaciones se corresponden con la realidad. No es que Rosica haga daño a Francisco (de quien es un gran amigo). Lo verdaderamente preocupante es el gran daño que está haciendo Francisco a la Iglesia. Que quiebra la Tradición es algo que estamos viendo desde que entró en el Pontificado el 13 de marzo de 2013. Los últimos ejemplos se refieren a la posibilidad de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar así como al cambio de un punto del Catecismo, el referente a la pena de muerte ... aunque se podían contar infinidad de "anécdotas" que indican el verdadero pensamiento del Papa actual, muy amigo, por cierto, de ateos y marxistas, con el consiguiente escándalo para los fieles católicos.


Pero, en fin. Coloco a continuación el artículo de Gloria TV, titulado:

Partidario de Francisco da a entender que la Iglesia se ha convertido en una secta 
“El papa Francisco quiebra las tradiciones católicas siempre que quiere, porque él es ‘libre de apegos desordenados’”, afirmó el padre Thomas Rosica, un asesor y vocero angloparlante para el Vaticano, en un comentario dado a conocer el 31 de julio en SaltAndLightTV.org. 
Rosica declara que la “Iglesia” ha ingresado en “una nueva fase” con Francisco.
Según él, la Iglesia de [Francisco] está “ahora abiertamente gobernada por un individuo, más que por la autoridad de la sola Escritura o incluso por sus propios dictados de tradición más la Escritura”.
Lo mismo se podría decir para las sectas que dependen de los antojos y caprichos de sus fundadores, mientras que la Iglesia Católica se basa en la enseñanza de Cristo transmitida por los apóstoles y en la tradición de la Iglesia.
En el siguiente enlace (en inglés) Las cualidades ignacianas del Ministerio petrino de Francisco (31 julio, Rosica) pueden leerse las afirmaciones que hace el padre Rosica, a las que ya hemos aludido. En Infocatólica hay un artículo de Pedro Luis Llera, ¿Se puede decir que el Santo Padre sea hereje o cismático?, en donde queda claro que el Papa no puede hacer lo que quiera, tal y como afirma el cardenal Burke.

Y, sin embargo, todo eso que afirma el cardenal Burke y que es verdad de fe, está siendo conculcado, de hecho, por Francisco, que hace y deshace a placer. ¡Ardo en deseos de que aparezca un conjunto de cardenales, fieles a la Iglesia que, con la ayuda del Espíritu Santo y sin temor a ningún tipo de represalias, reprendan al Papa Francisco, formalmente, con respecto a algunas de sus herejías, manifiestas a todos! ... ¿A qué esperan? ¿Por qué están dejando pasar el tiempo? ¿Qué poderes ocultos hay detrás de todo este montaje que va asolando, poco a poco, a la Iglesia, amenazando con destruirla? 

Si hay algo claro -lamentablemente- es que Francisco está haciendo todo lo posible por demoler la Iglesia, tal y como ésta es: Una, Santa, Católica y Apostólica ... y cambiarla -a la velocidad del rayo- por otra "iglesia", totalmente distinta, que no tiene nada que ver con la verdadera Iglesia, la fundada por Jesucristo y que conocemos gracias a la Tradición y al Magisterio Perenne de la Iglesia, que es quien interpreta rectamente las Escrituras y establece unas Dogmas que son verdades inmutables y que deben de ser creídos por todos los católicos. Son verdades de fe. Su negación es una herejía y los que no los crean no son católicos. Es así de simple.

Bajo el Pontificado de Francisco, por desgracia, son muchas las herejías (algunas más o menos encubiertas) y otras claramente definidas (como la ilicitud de la pena de muerte en todos los casos, la posibilidad de que puedan comulgar los divorciados vueltos a casar, de quienes se dice que pueden estar incluso en estado de gracia, y que, por lo tanto, pueden comulgar, etc ...). ¿Qué significa todo esto, en el fondo, sino una falta de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía , con la consiguiente protestantización de la Iglesia?

La influencia protestante y masónica en la Iglesia católica es tremenda. La raíz hay que buscarla en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II -que son contrarios a la fe católica de siempre- y en cuya redacción influyeron notablemente los protestantes. Todo esto está muy bien documentado. Una prueba de ello la tenemos en la insistencia machacona y en la importancia que se le está dando al Ecumenismo y al "diálogo" interreligioso. Lutero, como sabemos, ha sido entronizado, nada menos que en el Vaticano, como si fuera un santo


Nada de esto es católico. Pero todos callan ... y de ello tendrán que dar cuenta a Dios. Cierto que hay un clima de terror en el Vaticano, pero eso no debería de ser obstáculo para que los cardenales se manifiesten abiertamente y cumplan con su misión, por más que eso les lleve a situaciones muy comprometidas ... Pero ¿qué les puede ocurrir, en realidad? Decía Jesús: "No temáis a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed, sobre todo, al que puede arrojar el alma y el cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28). Pues eso.

Además, tenemos la certeza de que, al final (aunque no lleguemos a verlo) la verdad sale siempre a relucir, pues así lo dijo Jesús: "Nada hay oculto que no se manifieste ni nada secreto que no salga a la luz" (Mc 4, 22). Y San Pablo a los corintios: "Pedimos a Dios ... que obréis el bien, aun cuando nosotros fuéramos dignos de reprobación. Pues no podemos nada contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 7-8) 

Coloco a continuación algunos enlaces relativos a artículos que pueden servir como "demostración" de lo que aquí se dice. No se trata, por supuesto, de una relación exhaustiva (labor que considero casi imposible). Además, he partido del año 2016, el de la  publicación de la Exhortación Apostólica "Amoris Laetitia" (hay muchos más enlaces, previos a dicho año, pero pienso que es una muestra suficiente para darnos cuenta del precipicio al que está conduciendo Francisco a la Iglesia). 




Amoris Laetitia: la consagración de la ética casuística (1 y 2) 23 de abril de 2016

La especialidad del Papa: descubrir el pastel (Cristhopher A. Ferrara) 12 mayo 2016


El Papa arremete contra los “rigoristas” a los que acusa de “insatisfacciones personales” (Comentado por José Martí) 19 de noviembre de 2016

¿Hay un “reino del terror” dentro del Vaticano? (HEMOS VISTO en Adelante la Fe) 17 de diciembre de 2016

El Papa obliga al cardenal Müller a despedir a tres de los mejores sacerdotes de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF: Varias fuentes) 4 de enero de 2017

Cuatro cardenales y las Dubia (Selección de artículos de interés) (1) INFOCATÓLICA y SANDRO MAGISTER [28 de enero de 2017, actualizado a 28 de marzo]

¡Noticias contradictorias ... O no! ¿Qué hay detrás? ... ¿Qué ocurrirá con el cardenal Burke? (José Martí) 4 de febrero de 2017

Bergoglio ya era un dictador en la Iglesia de Argentina (Vídeos varios de Gloria TV) [Comentado por José Martí] 19 de febrero de 2017

Cuando la corrección pública se hace urgente y necesaria (Roberto de Mattei) 23 de febrero de 2017

Monseñor Schneider y papolatría (vídeo y transcripción) seguida de unas palabras de ánimo a los católicos 27 de febrero de 2017

SITUACIÓN ACTUAL DE LA IGLESIA: Entrevista a Monseñor Schnëider (Javier Navascués) 10 de marzo de 2017

Los cardenales de las «dubia» piden una audiencia al Papa. Una nueva carta que Francisco no ha respondido (INFOCATÓLICA Y SETTIMO CIELO) 20 de junio de 2017

Con relación al cardenal Pell: comentario de Steve Skojec (1P5) y traducción personal (2 de julio de 2017)

La Eucaristía es menospreciada. Medidas de gobierno inmisericordes (Froilán Aulé) 13 de julio de 2017

Debacle pontificia: suma y sigue ... [Froilán Aulé] 25 de julio de 2017

El Papa Francisco invoca la "autoridad magisterial" para llamar a la misa del Vaticano II "irreversible" (comentado por José Martí) 26 de agosto de 2017

¿Es irreversible la Reforma Litúrgica? (Observaciones personales) 31 de agosto de 2017

Cuatro años después: reflexiones sobre un pontificado sin precedentes (Steve Skojec) 5 de septiembre de 2017

Así vivió (y sufrió) sus últimos meses el Cardenal Caffarra: los "pinchazos" en el Vaticano 12 de septiembre de 2017

Cardenal Ratzinger: Criticar las observaciones papales es "necesario" cuando éstas "carecen de apoyo" 15 de octubre de 2017

Cuando se acusa a los fieles a la doctrina católica de ser los ‘enemigos del Papa’ (Carlos Esteban) 27 de octubre de 2017

¿"Diálogo"? Sacerdote que escribió una carta al Papa "solicitó" la renuncia de la USCCB (Steve Skojec) 2 de noviembre de 2017

Algunos ejemplos de Dictadura Papal (por José Martí) 1 de diciembre de 2017

Machado en el Vaticano ( Capitán Ryder) 5 de diciembre de 2017

Jerarcas timoratos frente a la debacle bergogliana ( por Christopher A. Ferrara) 18 de diciembre de 2017

"El silencio antes de la tormenta. Lo que Bergoglio está preparando para los tres Obispos de la Corrección Oficial " 3 de enero de 2018

Veritatis Gaudium’ exige una ‘especial’ adhesión al magisterio de Francisco (Carlos Esteban) 30 de enero de 2018

CHINA-SANTA SEDE. UN LLAMADO DE CATÓLICOS A LOS OBISPOS DE TODO EL MUNDO. 9 de febrero de 2018

Reforma de la Curia (José Martí) 10 de marzo de 2018

Ecumenismo, Tradición y Misericordia selectiva (José Martí) 13 de marzo de 2018

Liturgia (José Martí) 21 de marzo de 2018

Autor de "The Dictator Pope" cita a un cardenal: "90% del libro es incuestionable" 4 de abril de 2018

Un Papa hereje (1 de 2). Una nueva Iglesia: intercomunión (José Martí) 5 de mayo de 2018

URGENTE: EL PAPA NOMBRA A ‘TUCHO’ FERNÁNDEZ ARZOBISPO DE LA PLATA 2 de Junio de 2018

El Déspota (Fray Gerundio) 22 de junio de 2018

Vírgenes y mártires en modo #Francisco (The Wanderer) 24 de julio de 2018

Rosica: “La Iglesia hoy está gobernada por un individuo más que por la Escritura o la Tradición’ (Carlos Esteban) 15 de agosto de 2018

Burke pone en su sitio a Rosica por decir que Francisco está por encima de la Escritura (19 de agosto de 2018)

José Martí (continuará)