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jueves, 8 de junio de 2023

El placebo ecológico (Bruno Moreno)




Hace muchos años, viajando con un amigo por Europa con las mochilas al hombro, por casualidad vimos una iglesia anglicana. Llevábamos varias horas caminando por una ciudad belga u holandesa, ya no me acuerdo cuál, cuando me fijé en que, según el mapa, había una iglesia anglicana en un parque cercano. Decidimos acercarnos a echar un vistazo, intrigados por aquella herencia de Enrique VIII tan fuera de lugar en un parque de Flandes. Además, las iglesias anglicanas suelen ser bonitas.

Aquella iglesia anglicana en particular era fea con ganas y además estaba cerrada, así que el paseo fue en vano, pero allí vi algo que no he olvidado en todos estos años. Junto a la puerta había un panel de corcho informativo y en él lo único que ponía, el único mensaje que aquellos anglicanos se habían asegurado de transmitir incluso cuando el templo estaba cerrado, era una serie de consideraciones sobre lo importante que era reducir la huella de carbono y sobre las medidas que estaban tomando en ese sentido.

Lo que vino a mi mente en aquel momento, con un escalofrío, fue la terrible frase del Apocalipsis: tienes nombre de vivo, pero estás muerto. Daba igual que el anglicanismo aún contara con miles de iglesias y millones de fieles, estaba muerto y no lo sabía. No solo dejaba traslucir que había cambiado la fe por otra cosa, sino que presumía de ello. Era sal sosa, que no servía más que para tirarla a la calle y que los hombres la pisaran, como profetizó el Señor. Estaba en vías de extinción acelerada.

Recordando aquel día, me duele ver en nuestras parroquias católicas esos mismos cartelitos dedicados a la huella de carbono, que el cardenal relator del Sínodo afirma que limitar a 1,5 ºC el calentamiento es un “imperativo moral” o que Mons. Sorondo asegura que el calentamiento global es “parte del magisterio” de la Iglesia. Me duele ver que el Papa, supongo que con la mejor de las intenciones, habla de ecología a tiempo y a destiempo, ha escrito una encíclica sobre el tema inspirada en Leonardo Boff, afirma que existen pecados “contra la Madre tierra”, nos aseguró que el covid había sido causado por esos pecados y regaña a los “proselitistas” (sea lo que sea lo que quiere decir con eso) a la vez que presume de que “en el Vaticano, el plástico está prohibido” (de nuevo, sea lo que sea lo que quiere decir con eso, porque evidentemente la frase no es cierta). Cuando veo estas cosas, siento el mismo escalofrío que sentí hace tantos años junto a una iglesia anglicana.

No es que la ecología en sí misma sea mala. Al contrario, una sana preocupación razonable por no ensuciar innecesariamente es propia de toda persona decente, cristiana o no. Dicho eso, lo cierto es que la ecología tiene una relación con la fe de tercera categoría, como la tienen el deporte o la importancia de una alimentación equilibrada. Sobre todos esos temas se pueden decir unas pocas cosas desde la fe católica, pero eso es todo y no son cuestiones que ameriten una “conversión” ecológica, deportiva o nutricional. Esto es evidente para cualquiera con dos dedos de frente, pero si se precisa demostración, basta tener en cuenta que nuestro Señor Jesucristo, la Escritura y la Tradición prescindieron por completo de estos asuntos, excepto para anunciar, muy significativamente, que este mundo se va a terminar.

Hay que decir que la obsesión con el tema ecológico que se apoderó hace años de los anglicanos y se está apoderando hoy de la Iglesia Católica consiste en gran medida en desgana por la fe y deseos de cambiarla por otras causas, más del gusto del mundo y menos opuestas a sus planes. Cuanto menos fe y celo apostólico tiene un sacerdote, más le gusta hablar, según las épocas, de lucha de clases, libertad-igualdad-fraternidad, indigenismo, democracia o ecología. Uno sospecha que son tristes placebos para remediar un poco la sensación de vacío cuando se va perdiendo la fe.

¿De verdad no somos capaces de escarmentar en cabeza ajena, teniendo ante nosotros el anglicanismo agonizante? ¿No hay cosas mejores y más urgentes de las que ocuparnos? Especialmente en una época de apostasía masiva, en la que todos los clérigos (y los seglares también) deberían estar aterrorizados por el momento en que vuelva el Rey y pregunte dónde están los talentos que les confió.

En la Inglaterra del siglo XVI, el Mundo empujaba a plegarse a la nueva moda de los reyes absolutos que estaban por encima de la religión y la modificaban a su antojo. En nuestra época, tenemos nuestras propias modas, no menos mundanas. Y hoy, como entonces, son muchos los que las siguen y pocos los que permanecen fieles. Dios nos conceda a todos la fidelidad.
 
Bruno Moreno

PANGE LINGUA. (Canto Gregoriano).



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Los españoles están cansados ​​de la ideología progresista



La Remontada de la izquierda finalmente no tuvo lugar: a seis meses de las elecciones legislativas, el partido socialista del primer ministro, Pedro Sánchez, sufrió un duro revés en las elecciones municipales y regionales celebradas el 28 de mayo de 2023 en la Península Ibérica.

Todos los sondeos de opinión auguraban una victoria de la derecha en esta doble votación, que se ha celebrado en 12 de las 17 comunidades autónomas del país, así como en todas las ciudades, pero nadie esperaba que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufriera una derrota de tal magnitud.

La derecha, por su parte, lo celebra: el Partido Popular (PP) de Alberto Núñez Feijoo obtuvo el 31.5% de los votos, mientras que el PSOE apenas logró alcanzar el 28%. Pero, sobre todo, el PP ganó al menos 6 de las 10 regiones hasta ahora gobernadas por la coalición de izquierda.

Además del PP, el otro gran triunfador es el partido de derecha Vox que, con un 7.19% de los votos a su favor, duplicó sus resultados en cuatro años y está pisando fuerte en muchos parlamentos regionales.

Un "derechización" del electorado que probablemente se explica -en parte- por los estragos de una ideología progresista que trabaja descaradamente desde hace varios años.

Un recuento de leyes sumamente progresistas

Por ejemplo, el pasado mes de febrero, dos de las leyes más progresistas en materia de transexualidad y aborto fueron aprobadas por la coalición de izquierda radical en el poder: a partir de ahora, las personas que lo deseen pueden "cambiar de género" en sus documentos de identidad oficial desde los dieciséis años, mediante una simple declaración administrativa, sin necesidad de aportar un informe médico ni acreditar un tratamiento hormonal.

Se requiere el consentimiento de los padres para los adolescentes de 14 a 16 años, mientras que los de 12 a 14 años tendrán que obtener la luz verde de los tribunales.

En el museo de los horrores progresistas españoles se sigue encontrando la eutanasia, legalizada en 2022, y que permite a las personas que padecen una "enfermedad grave, incurable, y que causa un sufrimiento intolerable", poner fin a su vida mediante una simple solicitud por escrito.

Finalmente, los españoles han podido ver a lo largo de los meses los estragos de la ley Celaa sobre la educación, aprobada en 2020, una reforma de espiral descendente que suprime las catequesis, hasta ahora obligatorias, al tiempo que impone una "sensibilización" a la ideología de género, anulando de paso el idioma español como "lengua vehicular", lo que significa que de una región a otra el idioma de instrucción puede ser diferente. Lo único que triunfa en todo esto es la estupidez.

Todas estas aberrantes leyes aprobadas a toda prisa, testigos del wokismo y de la cultura de la cancelación, son poco apreciadas por el electorado español. El episcopado también dio un paso al frente justo antes de las elecciones, reafirmando su "profundo desacuerdo" con la coalición liderada por Pedro Sánchez.

"La visión antropológica que se manifiesta en los currículos escolares [que abogan por la ideología de género, NDLR] nos preocupa mucho", declaró monseñor Luis Javier Argüello García, obispo auxiliar de Valladolid".

No cabe duda de que los votantes españoles han dado un "no" rotundo a la "descivilización" en curso en su país. Al día siguiente de su amarga derrota, Pedro Sánchez anunció la celebración de elecciones generales anticipadas el próximo 23 de julio. Un verano de fuego está a las puertas al otro lado de los Pirineos.