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sábado, 28 de marzo de 2020

Roma llora en medio de las tinieblas, urbi et orbi del Papa Francisco, el Vaticano y el coronavirus, un mundo que desaparece.



En estos momentos dramáticos e históricos tenemos la imagen que definirá para la historia este pontificado. La ciudad de Roma refleja en la historia en su piel y los elementos meteorológicos se suman a sus alegrías o tristezas. Roma llora y así acompañó ayer a la bendición con el Santísimo del Papa Francisco ante una plaza de San Pedro vacía, buscada y llamativamente vacía. Hemos de reconocer que los italianos son verdaderos artistas y cuidan la imagen como nadie. La escenografía de ayer era insuperable. La inmensidad y belleza pensada por Bernini se manifestó en todo su esplendor. Cada imagen, cada columna, cada sombra, cada gota de agua que caía sobre el noble pavimento, la elegancia del orgulloso obelisco, la imponente fachada de San Pedro, el silencio de la corona de mártires que rompía el cielo romano… Simplemente insuperable. Las famosas series de Sorrentino nunca pudieron pensar que la realidad superaría la más imposible de las ficciones. Muchos piensan que se quedó solo en esto, pura escenografía y que el contenido no era muy sincero, no ha pasado tanto tiempo de la adoración de la pachamama en el Vaticano, pero como Dios ve los que hay dentro de cada corazón, y esto es lo único que importa, estamos tranquilos. Esperemos que no sigamos siendo despreciables sepulcros blanqueados y nuestra oración sea agradable a los ojos de Dios. La indudable belleza de las imágenes de ayer debe corresponder a la belleza de la oración sincera en nuestras almas; quizás es mejor dejarnos de argumentos extraños e hincar más las rodillas.

Todavía no somos conscientes de la realidad que vivimos. Hay miles de personas a las que el virus les ha tocado en la propia piel o la de sus seres queridos, otros muchos podemos caer en el riesgo de ver todo esto como un espectáculo que no nos afecta. Necesitamos tiempo para asimilar y para ser conscientes de la catástrofe planetaria que estamos viviendo. Pensamos, y nos encantaría equivocarnos, que estamos al comienzo de una epidemia que cambiará el rumbo de la humanidad. Las plagas no vienen solas y, si sobrevivimos, nos tocará vivir en un mundo muy distinto que lo que hasta ahora hemos conocido. Es imprevisible cuándo puede terminar esto y mucho más imprevisible las enormes consecuencias económicas y sociales que traerá. La soberbia de muchos de los gobiernos del llamado primer mundo piensan que con dinero, sumas infinitas de ceros, solucionaran lo que nos está cayendo encima. Los países más pobres intentan engañar a sus ciudadanos porque poco pueden hacer al no contar con posibilidades sanitarias para atender a nadie. Los datos estadísticos, todos, que nos machacan cada día son un termómetro que puede estar muy alejado de la realidad. En tiempos de guerra la información es un arma fundamental y en eso estamos.

Nos gustaría que el Vaticano, como excepción, porque pensamos que un poco distinto de los demás debería de ser, nos diera la información real y precisa de lo que está sucediendo. Es muy triste que nos tengamos que enterar que lo que sucede intra muros con sacacorchos. Hoy es complicado ocultar las noticias y mejor contar con información completa y garantizada que con elementos sueltos que no hacen sino crecer la incredulidad en organismos que deben llevar la verdad en su esencia. Hoy tenemos noticia de que el Vaticano ha pedido 650 pruebas de coronavirus a Estados Unidos. Con este número se pueden hacer pruebas a la totalidad de la población del Vaticano. Parece que al fin se están tomando las cosas en serio y esperemos contar con un informe detallado de la situación. Han pasado los tiempos, al menos eso queremos creer, en que estar apestado suponía la exclusión de la sociedad. Hoy sabemos que es una enfermedad, y como tal hay que tratarla; no sirve de nada demonizar a los contagiados y el éxito de los países que mejor han tratado esta epidemia ha consistido en controlar las cepas de contagio; en caso contrario terminaremos todos contagiados.

Dentro de los muros del Vaticano contamos con un sector de población joven, compuesta fundamentalmente por las fuerzas de seguridad, la Guardia Suiza y la Gendarmería, que pueden ser como un 50% de los habitantes del pequeño estado. La otra mitad está compuesta por gente de edad muy avanzada y formada por sacerdotes, religiosos y religiosas que viven en sus casas, en pequeñas comunidades, o en Santa Marta. El nivel de riesgo para este grupo es altísimo y en él se encuentran evidentemente los dos papas que actualmente habitan en el estado pontificio. Si esto no se corta el contagio será masivo, si es que ya no lo es. El Papa Francisco vive en el peor sitio posible para evitar el contagio. Las noticias nos dicen que no piensa cambiar de residencia buscando un refugio más seguro. Esta decisión le obliga a permanecer confinado en su pequeño apartamento salvo para las pocas salidas institucionales. No es la mejor solución ni sanitaria, ni psicológica para una persona que ha manifestado en repetidas ocasiones que necesita el sentirse cercano a otras personas.

Ayer, la plaza de San Pedro, nos ofreció una imagen memorable que quedará en nuestro recuerdo y define todo un momento de nuestra historia. Estamos en las manos de Dios. Él guiará nuestros pasos, pero nos ha dado unas capacidades que tenemos que ejercitar. 
 
Los amigos de la ‘Civiltá Cattolica’ siguen con sus globalismos y defendiendo el llamado nuevo orden mundial y temen que la peste cambie sus planes. Argumentos de otros tiempos que hoy vemos tan lejanos.

«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».

Buena lectura. 
 
Specola

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Una escena única en la Historia de la Iglesia y las profecías de Fátima (Carlos Esteban)



Nunca volveremos a ver lo que vimos ayer en la Plaza de San Pedro, gigantesca y espectral en la noche vacía, durante la bendición de Su Santidad. La impresionante escena llevó a muchos a buscar signos y paralelismos con el Tercer Secreto de Fátima y la visión que desarrolla.
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Cuando, precisamente en la Festividad de la Virgen de Fátima, el Papa Juan Pablo II sufrió el atentado del turco Ali Agca, no pocos vieron en la escena el cumplimiento de esa misma profecía, pero al menos partes de ella parecen ajustarse visualmente mucho mejor a lo que vimos ayer.

Ignoro cuál es el valor del texto confiado a Sor Lucia. Sé que no es obligatorio creerlo y que, de hacerlo, hasta qué punto se presta a interpretación, cuánto tiene de alegoría, de recreación, de ‘estampa’ que requiere ser descifrada. Me limitaré, por eso, a reproducir el texto que hoy he releído viendo la escena del Papa solitario subiendo trabajosamente las escaleras hacia el altar, bajo la Cruz.

“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.

“Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto, al lado izquierdo de Nuestra Señora, un poco más en lo alto, a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba, con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos, en una inmensa luz que es Dios, ‘algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él’, a un Obispo vestido de Blanco; ‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre’. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.

La profecías no están para saciar nuestra curiosidad sobre el futuro, sino como advertencia para enseñarnos. Son casi siempre condicionales, es decir, el resultado depende, en buena medida, de nuestra propia respuesta.

El papa Francisco mandó una bendición a todo el mundo ante la crisis del #COVID19. Ofició una misa en el Vaticano, en la plaza de San Pedro totalmente vacía. Así fue la ceremonia inédita: pic.twitter.com/tOZykTSMfh— Ciro Gómez Leyva (@CiroGomezL) March 28, 2020
 
Carlos Esteban

¿COMO SALDREMOS DE ESTA CRISIS? (I) (Capitán Ryder)



 
Es una pregunta recurrente entre periodistas, filósofos y hombres de Iglesia estos días.

Muchos de ellos deslizan o manifiestan abiertamente la idea de que «es un grito de la naturaleza», una especie de venganza de la Tierra.

Ésta es la respuesta que dan muchos pastores empezando por el propio Papa.

Ligada a esta idea, necesariamente, va la negación de que se pueda tratar de un castigo Divino. En la Iglesia moderna esta posibilidad nunca forma parte de la ecuación.

De ahí que en este pontificado, por ejemplo, no se exhorte a la conversión - alguna vez se ha hecho de manera retórica - salvo la «ecológica». El único pecado que habría que dejar atrás sería éste. En el resto «la Iglesia hospital de campaña» realizará un «acompañamiento» en el que nunca se planteará ninguna exigencia clara de cambio de vida.

Así, por ejemplo, con motivo del coronavirus decía el Cardenal Cristóbal López Romero, Arzobispo de Rabat:
«no se debe pensar que el coronavirus es un castigo de Dios, sería una blasfemia».
«No hagamos a Dios responsable de lo que es nuestra responsabilidad, nuestra forma de vida, nuestra forma de actuar. Volvamos a Dios en la oración para pedirle que nos libere de este flagelo, pero asumiendo nuestras responsabilidades».
El Papa Francisco lo planteaba de modo más directo en la entrevista con Jordi, como llama cariñosamente a quien constantemente se burla de los católicos:
«Dios perdona siempre. Nosotros perdonamos de vez en cuando. La naturaleza no perdona nunca. Los incendios, los terremotos…la naturaleza está pataleando para que nos hagamos cargo del cuidado de la naturaleza».
Y a la pregunta, ¿Es usted optimista? respondió con el conjunto de lugares comunes marca de la casa:
«Es una palabra que no me gusta, porque el optimismo me suena a maquillaje. Yo tengo esperanza en la humanidad, en los hombres y en las mujeres, tengo esperanza en los pueblos. Tengo mucha esperanza. Los pueblos que van a tomar de esta crisis enseñanzas para repensar sus vidas. Vamos a salir mejores, menos, por supuesto. Muchos van a quedar en el camino y es duro. Pero tengo fe: vamos a salir mejores».
Unas manifestaciones, no son las únicas estos días, de personas ligadas a la Iglesia, que muestran la nadería intelectual y, sobre todo, espiritual en la que se mueve el catolicismo.

Este pensamiento se desmontaría con una única pregunta:
¿Cómo explican la epidemia de peste negra que en sus cálculos más optimistas dejó por el camino un tercio de la población en Europa? ¿Alguna afrenta especial realizada a las ratas o las pulgas ligadas a éstas, que eran los agentes transmisores? ¿demasiado CO2 en una época en la que sólo se usaba la leña? ¿no reciclaban lo suficiente?
Es simplemente ridículo.

Pero dejando un planteamiento, digamos, en el plano de la lógica, me interesa mucho los mensajes que lanza sobre la Fe.

Para sostener la idea de que Dios no castiga nunca (dan igual los pecados de los hombres) hay que pasar casi por encima de la totalidad de la Biblia: el diluvio, Sodoma y Gomorra, los Salmos que nos hablan de un «Dios celoso» «al que sólo a él adorarás y darás culto» o las palabras del propio Jesús camino del calvario. En este último caso tomemos lo que dice Charles Journet:
La primera palabra es relatada por San Lucas. Jesús, poco antes de ser puesto en la Cruz, hizo entrever el abismo de la injusticia de los hombres. Los castigos que ésta desencadena son espantosos. «Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Vuelto a ellas, Jesús dijo: ¡Hijas de Jerusalén!, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque vendrán días en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron!”. Entonces dirán a los montes: “Caed sobre nosotros”; y a los collados: “Ocultadnos”; porque si esto se hace con el leño verde, con el seco, ¿qué será?» (Lc 23, 27-31).
Pero además, la idea tiene un contrasentido total porque lo que se afirma indirectamente es que si Dios castigase sería un Dios cruel, nada misericordioso, pero si es la naturaleza a la que le imputa la situación actual, en este caso, sería una naturaleza sabia, que se revuelve ante los pecados de los hombres con toda la razón del mundo. 

¿Cabe mayor despropósito? El mismo supuesto castigo sería purificador en el caso de la naturaleza y absolutamente cruel en el caso de Dios.

Esta idea, entre otras, explica las profanaciones constantes de muchos hombres de Iglesia en las décadas pasadas: conciertos de rock en Iglesias, comidas, instalación de urinarios, encuentros ecuménicos, etc. Cualquier cosa tiene que ser soportada por Dios sin rechistar. Otra cosa es el hombre moderno o la naturaleza a quienes cualquier arañazo tiene que ser necesariamente vengado.

El segundo párrafo de Francisco tampoco tiene ninguna base católica, más bien al contrario. Podía haber sido dicho por cualquier político de la actualidad. Una esperanza en salir mejor de la crisis sin volver la mirada a Dios, sin la Gracia Santificante. Simplemente, porque sí, como si el hombre no estuviese herido por el pecado original. Como si fuese suficiente tropezar en una piedra para aprender.

Aquí también la historia le desmiente.

Por eso, a la pregunta de ¿cómo vamos a salir de esta crisis? Parece claro que no lo haremos con mejor teología que la que entramos.

Capitán Ryder

NOTA: No sé si es un castigo o no, pero se me ocurren pocas sociedades más apóstatas que ésta. No sólo eso, que hagan gala, en su vida diaria, de la constante burla a Dios. Se podrían poner mil ejemplos. Pero, según la teología moderna, esto no es motivo de castigo; otra cosa es no reciclar la basura en, al menos, cuatro cubos distintos.

Jn 13, 31-32




En cuanto salió (Judas), dijo Jesús: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, Dios también lo glorificara a él en sí mismo, y pronto le glorificará”.

Casi un trabalenguas, pero no hay que desesperar. Estas son las palabras que salen de la boca de Jesús en el momento en que Judas se marcha. Hace un momento, hemos leído que “Jesús se turbó en su espíritu”(Jn. 13, 21) al hablar de la traición que iba a sufrir a manos de Judas Iscariote. ¿Cómo puede pasar tan pronto a hablar de que esto, que es la traición que le llevará a su muerte, también el momento de la gloria?

Ante el sufrimiento presente o en que nos va a venir, fácilmente nos vemos desbordados y completamente absortos en nuestro dolor. La angustia del mundo ahora mismo a causa de la pandemia es prueba de ello. Y cada caso, dentro de las UCI de tantos hospitales, verdaderas tragedias humanas… muchas veces se quedarán es eso… tragedias humanas, puramente humanas. Jesús, sin embargo, ante el sufrimiento, es capaz de mantener esa visión sobrenatural, que tantas veces se queda relegado, para nosotros, en un consuelo que tan solo somos capaces de ver después de terminada la tribulación. Y menuda pena, puesto que no vemos la situación en su totalidad, y así no le podemos dar todo su valor y todo su significado.

Jesús ve en la cruz que ha de sufrir la gloria venidera. Jesús, al aceptar el suplicio que significa para él su obediencia al Padre exclama, “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él”. No se encierra en el dolor del momento por la traición de un amigo. No se queda anulado ante el dolor físico que le vendrá encima dentro de poco. Sino que es capaz de ver esta aceptación de la voluntad de su Padre como la glorificación del Hijo del hombre.

Para el que está cerca del Señor, las cruces son su gloria. Las dificultades son su manera de compartir la cruz. Y la Cruz es la única manera de tomar a asalto el Reino de Cielo. Nos queda pedirle al Señor que no nos deje quedarnos ciegos a la realidad sobrenatural ante el sufrimiento terrenal. En los momentos de mayor dificultad y sufrimiento, al igual que hizo Jesús, podemos glorificar a Dios, aceptando su voluntad con el amor a un Padre que solo quiere el bien de sus hijos. Seguramente no veremos ese bien con claridad, pero sí podemos saber que el hecho de que nos amoldemos a la voluntad del Padre, muriendo a la nuestra propia, siempre glorifica a Dios.

Suficiente por hoy. Que el Señor nos conceda tal claridad ante el sufrimiento venidero. 
 
misatradicional

Actualidad comentada: "Pedir sin insultar" - Padre Santiago Martin F.M.


Duración 9:43 minutos