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viernes, 28 de abril de 2023

Los cardenales Roche y Cantalamessa lo confirman: el rito de Paulo VI corresponde a una nueva teología


 



Los cardenales Arthur Roche y Raniero Cantalamessa han reconocido de modo indirecto (tal vez involuntariamente) lo que los críticos del Novus Ordo Missae de Paulo VI llevan más de cincuenta años diciendo: que el nuevo rito corresponde a una nueva teología que «se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento» [1].

El 19 de marzo pasado, al ser interrogado por sus compatriotas de la radio BBC sobre las restricciones a la celebración del rito latino tradicional, el prefecto del Dicasterio para el Culto divino declaró: «Como ustedes saben, la teología de la Iglesia ha cambiado. Antes el sacerdote representaba, a distancia, a todo el pueblo: [los fieles] se canalizaban a través de esta persona que era la única que celebraba la Misa. No es sólo el sacerdote el que celebra la liturgia, sino también los que están bautizados [junto] con él; ¡nada menos!» [2] [Todo lo destacado en negrita lo hemos resaltado nosotros.]

Pocos días más tarde, en el cuarto sermón de Cuaresma para la Curia Romana, el cardenal Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, remachó: 
 
«La liturgia católica se ha transformado, y en poco tiempo ha pasado de ser una acción con una marcada impronta sagrada y sacerdotal a ser una actividad más comunitaria y participativa, donde todo el pueblo de Dios tiene su parte, cada uno con su propio ministerio […]
 
»Al comienzo de la Iglesia y durante los tres primeros siglos, la liturgia era verdaderamente una liturgia, es decir, la acción del pueblo (laos, pueblo, es uno de los componentes etimológicos de leiturguía). De san Justino, de la Traditio Apostolica de san Hipólito y de otras fuentes de la época, obtenemos una visión de la Misa ciertamente más cercana a la reformada de hoy que a la de siglos atrás. ¿Qué pasó después de eso? La respuesta está en una palabra molesta que no podemos evitar: ¡clericalización! En ninguna otra esfera se ha observado más claramente que en la liturgia.
 
»El culto cristiano, y de modo especial el sacrificio eucarístico, se transformó rápidamente, en Oriente y Occidente, y dejó de ser una acción realizada por el pueblo para ser una actividad del clero.» [3].

¿Es conforme al dogma católico decir que el sacrificio eucarístico es una acción realizada por el pueblo y que pasó a ser primordialmente una acción del clero por culpa de una clericalización improcedente? Claro que no. En la Santa Misa, el celebrante no es un mero presidente de la asamblea, sino el único sacerdos que ofrece el sacrificio in persona Christi.

Para zanjar cualquier duda, basta leer lo que dijo al respecto Pío XII en su encíclica Mediator Dei: 
«Sólo a los Apóstoles y a los que, después de ellos, han recibido de sus sucesores la imposición de las manos, se ha conferido la potestad sacerdotal, y en virtud de ella, así como representan ante el pueblo a ellos confiado la persona de Jesucristo, así también representan al pueblo ante Dios» (n° 54).
Por eso, en la Santa Misa, «el sacerdote representa al pueblo sólo porque representa la persona de nuestro Señor Jesucristo, que es Cabeza de todos los miembros por los cuales se ofrece; y que, por consiguiente, se acerca al altar como ministro de Jesucristo, inferior a Cristo, pero superior al pueblo (San Roberto Belarmino, De missa, II c.l. ). El pueblo, por el contrario, puesto que de ninguna manera representa la persona del divino Redentor ni es mediador entre sí mismo y Dios, de ningún modo puede gozar del derecho sacerdotal» (n° 104).

Sin duda, es importante que los fieles presentes participen en el sacrificio del altar con los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en la Cruz y que «ofrezcan aquel sacrificio juntamente con Él y por Él, y con Él se ofrezcan también a sí mismos» (n° 99).

Pero, para evitar todo equívoco, Pío XII reitera que «por el hecho de que los fieles cristianos participen en el sacrificio eucarístico, no por eso gozan también de la potestad sacerdotal» (n° 102).

La insistencia del papa Pacelli era necesaria, porque ya entonces algunos pretendían erróneamente «que el precepto que Jesucristo dio a los Apóstoles en su última cena, de hacer lo que Él mismo había hecho, se refiere directamente a todo el conjunto de los fieles» y juzgaban que «el sacrificio eucarístico es una estricta concelebración» (n°103).

Contra ese error, la Mediator Dei enseñaba que «aquella inmolación incruenta con la cual, por medio de las palabras de la consagración, el mismo Cristo se hace presente en estado de víctima sobre el altar, la realiza sólo el sacerdote, en cuanto representa la persona de Cristo, no en cuanto tiene la representación de todos los fieles» (n°112).

De ahí que no se puedan condenar las misas privadas sin participación del pueblo, ni la celebración simultánea de varias misas privadas en diferentes altares, invocando erróneamente «el carácter social del sacrificio eucarístico» (n° 118) [4]

Esos extractos de la gran encíclica litúrgica de Pío XII demuestran que, mal que le pese al cardenal Cantalamessa, la escarnecida clericalización de la Santa Misa no es fruto de un deterioro humano producto de la historia, sino de un designio divino. Jesús instituyó el sacrificio eucarístico y el sacerdocio ministerial simultáneamente, y otorgó a sus ministros el privilegio exclusivo de renovarlo sobre los altares de manera incruenta hasta la consumación de los tiempos.

Conviene observar, además, que el predicador de la Casa Pontificia metió sus sandalias de capuchino en arenas movedizas al declarar que las primeras comunidades cristianas tenían «una visión de la Misa ciertamente más cercana a la reformada de hoy que a la de siglos atrás». Si eso fuera cierto, cabrían dos posibilidades:

• En el mejor de los casos, el concepto encarnado en la nueva Misa de Paulo VI representaría una regresión teológica porque desde el primer tercio hasta la segunda mitad del siglo XX hubo un «desarrollo orgánico» del Depósito de la Fe en lo que se refiere al sacerdocio y el Sacrificio del Altar; es decir, que se entiende mejor su sentido teológico. En efecto, «la superación del pasado reciente para recuperar el más antiguo y original» no es un «enriquecimiento» [5], como afirmó el cardenal Cantalamessa, sino un empobrecimiento, ya que oculta a la Iglesia la luz que emana de las definiciones dogmáticas de varios concilios ecuménicos sobre la Misa: el Segundo de Nicea, el Cuarto de Letrán, el de Florencia y (principalmente) el de Trento, así como del fulgor que irradiaron sobre ella muchos gigantes de la teología y de la devoción eucarística; santos como Tomás de Aquino, Roberto Belarmino, Leonardo de Puerto Mauricio y Pedro Julián Eymard.

• En el peor de los casos, la visión de la Misa encarnada en el Novus Ordo Missae de Paulo VI representaría una ruptura teológica con los dogmas de fe definidos «en los siglos que nos precedieron», y que sustentan el supuesto concepto clericalista del sacerdocio y la Eucaristía que conforma la Misa tradicional en latín, cuya estructura, hasta el Novus Ordo Missae de 1969 del papa Paulo VI, permaneció prácticamente inalterada desde los cambios realizados por los papas San Dámaso I (m. 384) y San Gregorio I (m. 604) .

El cardenal Arthur Roche parece entenderlo de esta forma. Para él, «la teología de la Iglesia ha cambiado».

Infelizmente, el nuevo rito de Paulo VI no sólo significa un cambio de teología en lo que respecta a la supuesta clericalización de la liturgia antigua. Después de la publicación de Desiderio desideravi, mostré que los principios que invoca el papa Francisco en defensa de la reforma litúrgica contradicen la Mediator Dei en varios aspectos. En particular, destaqué los siguientes:

1. La inversión sistemática entre el fin primario de rendir culto a Dios y el fin subsidiario de santificar las almas [6];

2. El oscurecimiento de la centralidad de la Pasión redentora, en beneficio de la Resurrección gloriosa [7];

3. La acentuación del memorial en desmedro del sacrificio [8]; y

4. La degradación del sacerdote celebrante, que se convierte en presidente de la asamblea [9].

En vista de esos cambios radicales, me preguntaba si la nueva misa de Paulo VI se correspondía con la fe de siempre [10]. Los cardenales Roche y Cantalamessa acaban de reconocer que es una forma de entender la liturgia, porque la teología de la Iglesia en relación con la Misa habría cambiado.

Antes que esos ilustres purpurados, esos conspicuos representantes del progresismo francés, Alain y Aline Weidert, habían declarado lo mismo. En el periódico La Croix, publicaron un artículo de encomio al motu proprio Traditionis custodes, bajo el expresivo título: «La fin des messes d’autre “foi”, une chance pour le Christ ! » (El fin de las misas de otra fe, una oportunidad para Cristo; es un juego de palabras: autre foi –otra fe– y autre fois —antes, en otro tiempo–;en ambos casos, la fonética no varía).

No abordaron la supuesta clericalización de la liturgia tradicional en menoscabo del pueblo, sino que se centraron en la transición de la Misa como sacrificio propiciatorio a la Misa como celebración eucarística y jubilosa de la Alianza: «El espíritu de la liturgia de otra fe, su teología, las normas de la oración y de la Misa de antes (la lex orandi del pasado), ya no pueden, sin discernimiento, seguir siendo las normas de la fe de hoy, su contenido (nuestra lex credendi). […]
 
»Una fe que derivase todavía de la lex orandi de ayer, que hizo del catolicismo la religión de un dios perverso que hace morir a su hijo para aplacar su ira, una religión de un mea culpa y una reparación perpetuos, conduciría a un antitestimonio de fe, a una imagen desastrosa de Cristo. […]
 
Lamentablemente, nuestras misas [tradicionales] siempre se caracterizan por un señalado carácter expiatorio de finalidad propiciatoria para aniquilar los pecados (mencionados 20 veces), alcanzar nuestra salvación y salvar las almas de la venganza divina. “Propiciación’ que las comunidades Ecclesia Dei defienden con uñas y dientes, con sus sacerdotes sacrificadores, formados para hablar del Santo Sacrificio de la Misa, que es una verdadera inmolación.» […]

Prosiguen los Weidert: «Si queremos poder ofrecer algún día o una fe y una práctica cristiana atractivas, debemos aventurarnos, mediante la reflexión y la formación, a descubrir un fondo aún inexplorado (sin explotar) de la salvación por Jesús, no poniendo en primer lugar su muerte contra (“por”) los pecados sino su existencia como Alianza. Porque, “en efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación” (Vaticano II, Sacrosanctum concilium, 5). ¡La opción es clara! No entre sensibilidades y estéticas religiosas diferentes, sino entre sacrificios interminables para borrar los pecados y Eucaristías que sellan la Alianza/Cristo» [11].
 
«Cuánta razón tuvo el papa Francisco al afirmar en Desiderio desideravi que sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual». [12]

De hecho, los cardenales Roche y Cantalamessa acaban de concordar volens nolens con furibundos modernistas como el matrimonio Weidert, que considera que el rito de S. Pío V es la misa de «otra fe».

Siendo así, en el Vaticano no pueden extrañarse de que la fidelidad al Depósito de la Fe obligue a los católicos tradicionalistas a resistir sin cejar una legislación litúrgica ilegítima, que pretende imponer una construcción litúrgica artificial (Ratzinger dixit), y se aparta en puntos esenciales de los dogmas definidos en el Concilio de Trento, mientras se restringe gradualmente, hasta su extinción, un rito santo de la Misa que se desarrolló armónicamente a lo largo de los siglos.

José Antonio Ureta

1. Cards. A. Ottaviani y A. Bacci, carta a Paulo VI, introductoria del Breve estudio crítico del Novus Ordo Missae.

2. BBC, March 19, 2023

3. http://www.cantalamessa.org/?p=4080&lang=es

4. Pío XII, encíclica Mediator Dei (Nov. 20, 1947), Vatican.va

5. Cantalamessa, Mysterium Fidei!

6. Una crítica doctrinal de Desiderio desideravi: La primacía de la adoración

7. Oscurecimiento de la centralidad de la Pasión redentora

8. Del sacrificio del Calvario al recuerdo de la Presencia

9. De sacerdotes del Sacrificio a presidentes de asambleas

10. ¿El Novus Ordo como arma para promover “otra fe”?

11. Aline y Alain Weidert, en La Croix, 10-02-2022,

12.https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/20220629-lettera-ap-desiderio-desideravi.html, n° 31.

jueves, 1 de octubre de 2020

Cervantes contra el mundo de la mentira... o de las utopías

 PADRE ALFONSO GÁLVEZ


Ensayo escrito en 2009

El propósito de Cervantes al escribir su obra inmortal parece suficientemente claro. Todo el mundo está de acuerdo en la existencia de un verdadero enconamiento de Cervantes contra los libros de caballerías, aunque ya son menos los que se preguntan por la razón de tal inquina. Y sin embargo es evidente que aquí hay mucho más que una mera desafección literaria. La crítica contra el tipo de literatura de la Caballería Andante es terriblemente dura a lo largo de toda la obra, y no es otro el objeto del libro. Donde hay que tener en cuenta además, como nota importante, la denuncia de las desastrosas consecuencias de esa literatura en las gentes nobles y sencillas:

…se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro; y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio… En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante…

Es imposible descartar la clara intención de Cervantes de no limitar a un caso aislado (como el de Alonso Quijano el Bueno) el peligro de incidir en la locura, o en la deshidratación del cerebro, provocado por esta clase de literatura. En el argot popular, actualmente en circulación en España, se suele hablar de comedura de coco. Un fenómeno mucho más extendido, y de consecuencias más desastrosas en el común del pueblo, de lo que se suele pensar. El problema de la manipulación de las masas, por parte de los que detentan el Poder mientras que se mantienen en la sombra, es justamente al que apuntaba Cervantes en su época.

Los Mentirosos y Engañabobos se integran en realidad en dos grupos, bien distintos y claramente definidos. Al primero pertenecen los que se mantienen en la sombra, cuyo ejemplo más claro y eficaz, e incluso probablemente único, es el de la Masonería. Al segundo pertenecen los ideólogos, de un lado, y los que realizan el papel de marionetas, de otro. Entre los utópicos pensadores podríamos citar, como ejemplos característicos, a Maritain y a Carlos Marx; aunque pertenezcan a campos tan opuestos como el de la creencia y el de la increencia (lo que no impide que, como dos grandes afluentes del mismo río, ambos acaben coincidiendo en el mismo lugar). Por otra parte, entre los que llevan a cabo el papel de marionetas o guiñolistas podemos citar, como casos muy esclarecedores, al Presidente Zapatero en España y al Presidente Obama en los Estados Unidos (1). 

Aunque en realidad son los que se ocultan en la sombra (los cerebros del Sistema) los que de hecho se sirven de unos y de otros para manejar a la gente. Por cierto que siempre suelen presentar, a quienes ellos utilizan como instrumentos visibles, como líderes carismáticos salvadores de la sociedad y aun de la humanidad entera.


Bien entendido que la manipulación de masas en el siglo XVI era pura broma si se la compara con la actual. En aquella época, el procedimiento del libro para extender y hacer creíbles las mentiras y las utopías (en realidad unas y otras son la misma cosa) apenas si podía tener eficacia. Los libros eran caros y escasos y tampoco abundaba la gente que sabía leer. En la actualidad, la técnica ha puesto al servicio de los Tiranos y de toda suerte de Embaucadores de masas procedimientos muy poderosos y terriblemente eficaces.

Cervantes apunta directamente contra las mentiras y falsedades de la literatura del tipo de la Caballería Andante, como causante al fin y al cabo de tan funestos resultados en el común de las gentes. No creo que se nos pueda acusar de extrapolar el problema si decimos que la artillería cervantina iba dirigida contra los libros de caballerías como tales; pero más aún y sobre todo contra el cúmulo de fantasías, falsedades y mentiras que contenían. Las cuales eran narradas como hechos reales y beneficiosos, a pesar de ser bien capaces de secar el cerebro de las gentes.

Si se examinan detenidamente, tanto el contenido como la ideología contenida en los libros de caballerías, se pueden dar por establecidas tres conclusiones:

Primera: Los hechos y aventuras narrados en ellos son tan fantásticos e irreales, además de disparatados, que pueden ser considerados con toda tranquilidad como absolutamente mentirosos.

Segunda: A pesar de lo cual son presentados como beneficiosos. Realizados por héroes y heroínas, valientes y generosos, que no pretenden otra cosa sino el bien de sus semejantes y el restablecimiento de la paz y de la justicia. Dicho de otra manera, persiguen enderezar los entuertos de los que está lleno el mundo, puesto que eso es lo que significa socorrer a los huérfanos, ayudar a los desvalidos (hoy se diría oprimidos por la clase burguesa), proteger a los pupilos y viudas, castigar a los malvados, restablecer la justicia, etc. 

Tercera: Pese a la puesta en escena de un conjunto tan disparatado como irreal, los hechos y aventuras son presentados, no solamente como reales y posibles, sino como el mejor y único camino para lograr el restablecimiento de la justicia y la paz en la sociedad humana (hoy se hablaría del Nuevo Orden Mundial, de la Nueva Edad, etc.).

________

Si dejamos aparte las Utopías de los clásicos (Platón, con su República; o Santo Tomás Moro, con su isla de Utopia), cuya influencia queda limitada casi exclusivamente al campo de la literatura, lo que hoy conocemos como utopías son los objetivos a los que apuntan las ideologías como metas a conseguir. Objetivos ofrecidos y presentados como maravillosos y repletos de promesas para el ser humano; pero cuya falsedad los relega inevitablemente al reino de la fantasía y de la ensoñación. Lo cual no impide que sirvan como eficaz señuelo para engañar a las masas; no en vano la falsía parece poseer un extraño poder de seducción sobre el ser humano, puesto que después de todo el Príncipe de este Mundo no es otro que el Diablo (Jn 12:31), calificado también por Jesucristo como el Padre de la Mentira (Jn 8:44). Por lo demás, es indiferente que quienes las propugnan crean en ellas o no, porque su contenido y la base en la que se fundan son siempre la mentira y nada más que la mentira. Otro error que suelen cometer las gentes con respecto a las utopías es el de limitar su actualidad al campo de la vida civil. Cuando en realidad han invadido con fuerza el recinto de una Iglesia en la que, conforme a las profecías (Mt 24:11), parecen actuar impunemente multitud de embaucadores, seduciendo a muchos.

Es imposible negar que las modernas tendencias de pensamiento con carta de naturaleza en la Iglesia, más o menos tocadas de neomodernismo, han dado cabida en ella a utopías cuya eficacia y éxito han influenciado hasta lo increíble la mentalidad de multitud de creyentes. Aparecen con la fuerza y vigor de modernas y rejuvenecedoras teologías, dispuestas a edificar la Nueva Iglesia que a toda costa trata de ser impuesta por la Edad Nueva y el Nuevo Orden Mundial.

Son más numerosas de lo que la gente cree. Citaremos algunas, de forma resumida y lo más brevemente posible:

En primer lugar, la del Pacifismo. La cual está convencida de la posibilidad de alcanzar en todo el orbe una paz definitiva. Aunque entendida la paz al modo mundano, enteramente distinto, por otra parte, del modo cristiano (Jn 14:27). Bastantes Jerarcas y responsables de la Iglesia han hecho suyo este concepto–utopía de la paz, como lo demuestran algunos solemnes discursos al respecto ante lo ONU; muestras flagrantes, por lo demás, de actuaciones carentes de sentido, y absolutamente ineficaces.

Siguiendo un cierto orden de importancia, es obligado colocar en segundo lugar a la utopía del Diálogo. Extraño y nuevo instrumento al que se le atribuyen poderes mágicos; como el de lograr resolver todos los problemas, una vez aplicado y como ex opere operato, a cualquier dificultad, por insoluble que parezca. No se le concede importancia al hecho de que, hasta la fecha, en materias como la del Diálogo Ecuménico, no haya obtenido otro resultado sino el de que sea la Iglesia Católica la que siempre ceda haciendo concesiones; pero sin que nadie haya visto jamás contrapartida alguna por las otras partes dialogantes.

Constituiría una grave falta no hacer pronta memoria de los derechos humanos, sin ninguna referencia a la Ley Natural o a la Ley divina. Una de las mayores utopías que la raza humana ha sido capaz de inventar, y en la que viven y de la que se alimentan numerosos Pueblos.

Desgraciadamente ha conseguido arraigar también dentro de la Iglesia, donde son muchos los Pastores e Instancias influyentes que se acogen a ellos; y aun con un mayor asentimiento del que prestarían al misterio trinitario. Abundan los Documentos, Alocuciones, Discursos y Predicación en general, que utilizan como fundamento de sus exhortaciones los derechos humanos, conectados a veces también con la Constitución de éste o de aquél país. Olvidando sin duda que las leyes puramente humanas, como producto elaborado por los hombres, fácilmente pueden ser modificadas o abrogadas por ellos mismos. Quizá convendría recordar a un buen número de Pastores acomplejados, quienes a fin de congraciarse con el Mundo no vacilan en sustituir la Palabra de Dios por preceptos humanos, la consigna del Apóstol San Pablo: Yo no me avergüenzo del Evangelio (Ro 1:16).

La utopía de la Nueva (y Única) Iglesia, en la que tendrán cabida todas las religiones, incluidas las que no creen en dios alguno. Ha dado lugar, como raro fruto, a un extraño Ecumenismo sincretista en el que la Iglesia Católica queda relegada a la condición de una más; desde el momento en que todas las Iglesias, de una manera o de otra, son portadoras de la totalidad o de parte de la verdad. Se le atribuye la responsabilidad con respecto a la pérdida de la fe y a la deserción de innumerables católicos.

Con todo, aún ha tenido más cabida la del cristianismo fácil, o prêt a porter. Abarca todo un conjunto de fantasías tranquilizadoras. Como la del cristianismo anónimo, para el que todo el mundo es bueno y todo el mundo se salva; por lo cual ya no hace falta el Infierno; o bien no existe, o en todo caso a lo más está vacío. Es paralela a la que predica la bondad de un Dios comprensivo y Padre que no puede condenar a nadie. Por desgracia olvida que, además de misericordioso, Dios es también justo.

Éxito rotundo ha obtenido la utopía de la moral a decidir por cada individuo, en la que cada uno actúa según su propia verdad. Ha logrado el milagro de hacer compatibles con el catolicismo opiniones y actitudes que, si bien fueron consideradas en otro tiempo como aberrantes y contrarias a la Fe, ahora son aceptadas y hasta aplaudidas. Ya son buenos católicos, por ejemplo, aptos para recibir cualquier sacramento, los partidarios del divorcio, del aborto, de la eutanasia, de las uniones de homosexuales, etc. ¡Atrasadas Edades y Tiempos Oscuros aquellos en los que no se creía en la cuadratura del círculo…!

Inenarrable ha sido la acogida alcanzada por la utopía de la Primavera de la Iglesia. La cual cuenta, entre sus logros asombrosos, el de presentar a esta última como gozando de un verdadero estado paradisíaco, tal como jamás hubiera sido soñado en siglos pasados. Y aun otro de ellos ha consistido en convencer a todo el mundo de que lo blanco es negro: y así por ejemplo, no son sino pesimistas, derrotistas, oscurantistas, enemigos del progreso y ajenos al espíritu del Concilio, quienes piensan que la realidad de la situación es totalmente otra. Aunque ninguna ha sido tan aplaudida, ni se ha visto tan extendida, como la propugnada por la Teología de la Liberación, cuya falacia de su auténtica interpretación del Evangelio —¡al fin!— en favor de los oprimidos (en realidad puro marxismo) ha sojuzgado y descristianizado a gran parte de Hispanoamérica.

Por no hablar del nuevo concepto de la teología y de la Iglesia preconizados por el visionario Teilhard de Chardin. Quien, con sus fantasías del Cristo Omega y de la Evolución del Universo, ha conseguido un éxito sin precedentes en la tarea de difuminar la figura histórica de Jesucristo.
Si se tiene en cuenta que la sociedad moderna (en todo el mundo) vive alimentada y orientada (desorientada) por las utopías, al paso que camina sobre la base del lecho de arenas movedizas de la mentira, podrá comenzar a entenderse la importancia del tema. 
Es preciso insistir en que el problema, tal como aquí se plantea, no era ajeno a la mente de Cervantes. Como lo insinúa, por ejemplo, lo que dice en plena tarea del expurgo del libro de Tirante el Blanco, uno de los salvados de las llamas purificadoras. Las mismas que habían sido encendidas, en forma de hoguera, por el Cura y el Barbero a fin de acabar con los libros de caballería de nuestro héroe. Hoy no habrían dado abasto en encender fogatas y, con todo, no serían suficientes; tal es la abundancia y diversidad del material para engañar que utiliza el Mundo:

—¡Válame Dios!— dijo el cura, dando una gran voz—. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está Don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero. Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

A pesar de la descarada burla de Cervantes, que se huelga aquí en divertirse trayendo a colación nombres ridículos de caballeros, de doncellas y de señoras, es interesante anotar el inciso:

Es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.

Puesto que en él se contempla un evidente descenso al mundo de la realidad y de la normalidad. Que es lo mismo que decir al mundo de la verdad ordinaria del quehacer diario. El hecho de que aquí los caballeros duerman y mueran en sus camas, además de hacer testamento antes de su muerte, es una clara alusión al final y culminación de su obra: cuando Don Quijote, recobrado ya su sano juicio y convertido otra vez en Alonso Quijano el Bueno, redacta su testamento y muere en paz con la Iglesia, con su familia y con todos sus semejantes.

Queda claro, por lo tanto, que la diatriba de Cervantes no va dirigida contra los libros de caballerías por el mero hecho de ser libros de caballerías. Ni siquiera pretende, en último término, acabar con las mentiras que contienen en cuanto que son mentiras. Lo que realmente intenta —algo que suele pasar más desapercibido— es denunciar el daño que tales falsedades ocasionan (sobre todo) a las gentes sencillas. Puesto que se presentan como solución contra las injusticias, e incluso como el método seguro para conseguir un mundo mejor, no se tiene en cuenta que ocultan el hecho de que no son sino utopías. Se trata de puras elaboraciones intelectuales que además de no ser útiles para nada, por cuanto sus fantasías carecen de base real, engañan y perjudican al común de muchas gentes de buena voluntad que, consciente o inconscientemente, ansían un mundo distinto y más perfecto. (2)

La deshidratación del cerebro según Cervantes, o la comedura de coco según nosotros, es una realidad que está ahí, y que en nuestras sociedades modernas, poseedoras de tecnologías que hubieran sido impensables en el siglo de Cervantes, actúa con enorme eficacia en cuanto a manipulación de masas se refiere.

El creyente de hoy que busca a Dios con buena voluntad, a través de una constante lucha por mantenerse fiel a la verdadera Fe, se siente ahogado por un Catolicismo que ha sido invadido por multitud de utopías. ¿Y cómo hacer para no errar el camino…? Ante todo, consciente de la situación, debe permanecer vigilante ante la multitud de seductores que pululan por todas partes: Hijitos: que nadie os engañe (1 Jn 3:7). Y nadie es engañado, efectivamente, si no ha hecho previamente su opción por la mentira.

Pero el objetivo al que apuntan todas las utopías no es otro, en último término, que el de implantar las diversas formas de tiranía. De tal manera que un mundo engañado se convertirá en un mundo de esclavos. Ante lo cual no hay sino un remedio eficaz, proporcionado precisamente por el mismo Jesucristo, como no podría ser de otra manera. 

Consiste, en primer lugar, en mantenerse fiel a sus palabras, lo cual equivale a guardar sus enseñanzas

De este modo, en segundo lugar, se alcanzará indefectiblemente el conocimiento de la verdad

Hasta que por fin, y a través de ese conocimiento, se llegue a desembocar en la auténtica libertad. 

Los tres pasos han sido taxativamente señalados por el Señor: Si permanecéis en mi palabra seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8: 31–32).

De acuerdo —dirá alguno—, pero ¿cómo ha de hacerse para permanecer fiel a sus palabras…? Y la respuesta —una vez más— no puede encontrarse en otra parte sino en el amor. 

No es seducido por el engaño quien meramente ha extraviado el camino por un error de conocimiento, sino aquél que ha fallado en el amor. Y así es, puesto que todo es cuestión de amorLo dice el mismo Jesucristo con palabras claras: Si alguno me ama, guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras (Jn 14: 23–24). De ahí la bella expresión de San Juan de la Cruz: A la caída de la tarde de nuestra vida seremos examinados del amor.

Padre Alfonso Gálvez
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(1) Hoy hablaríamos, en España, del Presidente Pedro Sánchez y del vicepresidente Pablo Iglesias.

(2) Este artículo, escrito en 2009, es profético. Hoy lo estamos presenciando; al menos, lo presencian aquellos que no han cerrado sus oídos a la verdad.