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jueves, 15 de diciembre de 2016

Homilía en el tercer Domingo de Adviento Ciclo A - 2016. "Los pobres y la hipocresía" (Vídeo del padre Santiago Martín, comentado por mí)


Duración 17:13 minutos

Una hermosa homilía del padre Santiago Martín en este tercer domingo de adviento. Recojo aquí un breve resumen, con mis propias palabras, de lo que más me ha impactado de ella:

Jesús ha venido a evangelizar a los pobres, es decir, darles a conocer la Palabra del Señor, no a darles de comer. Esa no era la misión que del Padre había recibido. Ésta es la noticia que los discípulos de Juan le comunican a éste sobre lo que Jesús está haciendo, añadiendo, a continuación, que son dichosos aquellos que no se avergüenzan ni se escandalizan de él.

Jesús ha venido a evangelizar a los pobres, es decir, a los sencillos, a  los humildes, a los que aman la verdad por encima de sus propios intereses personales. Éstos son los auténticos pobres. Aquellos que no miran a los demás por encima del hombro ni se consideran superiores a nadie. Sí, juzgan, pero lo hacen sobre aquello que es objetivamente malo: esto está mal. Y yo tengo la obligación de decirlo por el bien de la persona a la que quiero. Pero no puedo juzgar a la persona. Esa es una labor de Dios que es el único que conoce los corazones y las circunstancias de todas y cada una de las personas que en el mundo son. La caridad es la piedra de toque del verdadero cristiano, como dice san Pablo: Si no tengo caridad, nada me sirve, nada me aprovecha. Soy como campana que suena o címbalo que retiñe. (1 Cor 13)

Si nos fijamosfueron los "oficialmente" buenos los que condenaron a Jesús, en particular los escribas y fariseos, porque eran hipócritas y se consideraban a sí mismos mejores que los demás.

En fin, esto es, a mi entender, lo esencial de esta homilía. Sin embargo -lo que podría ser una continuación de la misma, salvando las distancias- me voy a permitir hacer una reflexión final.

Hoy, sin embargo, en la actualidad, los oficialmente buenos no son tanto son los que van a misa los domingos, o todos los días, o rezan el rosario (aunque todavía hay gente que sigue pensando que quienes esto hacen son unos hipócritas). Pensemos: lo cierto y verdad es que éstos lo hacen bien. Objetivamente lo hacen mejor que los que no van a misa ni rezan el rosario. Sólo si se dedicaran a juzgar a los demás se les podría aplicar las palabras de Jesús a los fariseos.

Lo que realmente ocurre hoy es lo que podríamos llamar hipocresía inversa: la de aquéllos que dicen, para justificarse: Mira, yo no voy a Misa pero soy mejor persona que tú, que eres un beato. No necesito de la misa para ser una buena persona. Éstos son los que están juzgando. Y, además, sin prueba alguna contra los que son acusados. Atacan el que los cristianos vayan a Misa, por ejemplo, cuando eso es lo lógico y lo normal, lo que debe de ser ... ¡aunque no sea suficiente, por supuesto! Es decir: atacan lo bueno, en lugar de atacar lo malo.

Y lo peor es el cinismo con el que lo hacen, pues ellos sí que se consideran mejores, sin necesidad de ir a misa. Esos son los hipócritas más peligrosos. Y los bien vistos por el mundo. Con ellos nadie se mete. Parece como si para ser buena persona hubiera que dejar de ser cristiano y de ir a Misa o rezar el rosario, pues eso es, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo.

En fin, esto ya es el colmo: como digo, es verdad que no es suficiente con ir a Misa, si no hay caridad: aquella que todo lo cree, todo lo excusa, todo lo perdona, etc... Pero ayuda mucho, porque quienes están junto al Señor, de corazón, son los que se encuentran en mejores condiciones de practicar esa caridad, como se ha demostrado a lo largo de la historia de la Iglesia.

Los herejes han hecho mucho daño, al impedir a los pobres (es decir, a los sencillos y a los humildes) el conocimiento de Dios, que lleva a amarlo sobre todas las cosas y a amar todo cuanto Él ama: por lo tanto, son quienes cuando aman al prójimo, lo aman como debe ser amado, pues lo miran todo -o al menos, lo procuran- con los ojos de Dios.

Los santos lo entendieron muy bien: son los que se enamoraron de Dios, es decir, de Jesucristo; y luego hicieron de toda su vida una ofrenda al Padre. 

Este mundo pasa y es preciso que la gente conozca a Dios y se enamore de Él, único modo de ser felices ya en este mundo y luego por toda la eternidad. De ahí -y sólo de ahí- es de donde surgió -y puede surgir- el espíritu misionero auténtico, que no consiste en una revolución social, sino en evangelizar a los pobres, a aquellos que están necesitados, que somos todos: Todos necesitamos a Dios, pues "no sólo de pan vive el hombre".

Nada en este mundo nos puede satisfacer, excepto Dios: Dios en sí mismo (en primer lugar) y luego Dios en los demás, pues el que ama a Dios ama todo lo que Él ama.

Pero bueno: Dios lo ve todo. Sólo Él puede juzgar, tanto a unos como a otros.

No debemos de olvidar, sin embargo, que sí podemos juzgar acerca de las cosas. Y hay cosas que son objetivamente malas: aborto, adulterio, divorcio, homosexualidad, robo, etc... al igual que hay cosas que son objetivamente buenas -y obligatorias, además, para un cristiano- cuales son el conocimiento de su fe y el amor a Jesucristo, que se manifestará luego, también, en buenas obras para con el prójimo. El que cumple los mandamientos ése es el que me ama, decía Jesús.

Y no debemos de olvidar, tampoco, que todos los mandamientos de la Ley de Dios se encierran en dos:

EL PRIMERO amar a Dios con todos nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser.

EL SEGUNDO- también muy importante y unido al primero- amar al prójimo como a nosotros mismos.

AMBOS SON IMPORTANTES. Pero UNO es primero y EL OTRO es segundo. Un matiz que se suele olvidar y que es sumamente importante.

El hipócrita actual es, precisamente, el que se olvida de Dios, y pretende hacer creer a la gente que los pobres les importan. Viven de palabras, todas falsas: solidaridad, diálogo, compromiso, etc... que sólo engañan a los que quieren ser engañados. "El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas sino que salta por otro lado es un ladrón y un salteador" (Jn 10, 1). Esto decía Jesús, quien asimismo continuaba después diciendo: "Os lo aseguro: Yo soy la puerta de las ovejas" (Jn 10, 7)

Queda, pues, claro que todo el que se separa de Dios, se separa del Amor y se hace incapaz de amar a nadie, ni siquiera a sí mismo. ¿Cómo le van a importar los demás? Tanto diálogo y tanta solidaridad es, en verdad, una farsa, un engaño: ¡Éstos, los llamados "progres", éstos son los verdaderos hipócritas! A ellos, en realidad, no les importa la gente.

En palabras de Jesús: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, el  que no es pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, deja las ovejas y huye -y el lobo las arrebata y las dispersa- porque es asalariado y no le importan las ovejas" (Jn 10, 11-13).

Ya va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre. ¿Que hay cristianos tibios, que piensan que por ir a Misa se van a salvar? Los hay, pero actuando así no actúan según el querer de Dios. Además, hay muchísimos más para quienes el ir a Misa constituye su vida y la razón de su existencia, puesto que el mismo Jesucristo se hace allí realmente presente. Nada puede proporcionar mayor felicidad ni dar mayor alegría que el contacto y el trato con Jesús, que luego se manifiesta, además, en afán por darlo a conocer a todos para que todos se beneficien de ese tesoro que desconocen y que es lo único que les haría salir de su estado de vacío y de desesperación en que a menudo se encuentran; lo cual es lógico pues nada de este mundo nos puede colmar.

Eso es lo que el mundo necesita y eso es lo que quieren quitarle a la gente todos esos "bocazas" que sólo rezuman odio contra el cristianismo, porque en el fondo, aun cuando no lo quieran reconocer, ellos son los más necesitados de todos. Hablan de "diálogo", "solidaridad" y de "preocupación" por la gente, cuando lo cierto es que la gente les importa un comino.

Éstos son los verdaderos hipócritas pues, además, llaman bueno a lo que es intrínsecamente malo, como es el caso de la homosexualidad, la fornicación, el adulterio, el aborto, etc ... Y es que, cuando el hombre se separa de Dios (que es la Verdad) se vuelve cínico y embustero.

José Martí