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jueves, 20 de septiembre de 2018

Noticias varias 15 a 19 de septiembre de 2018 ... y otros artículos



THE WANDERER

El gran acusador

INFOVATICANA

No era una broma: El Papa elige a Tobin y Cupich para el Sínodo de los jóvenes

El Papa Francisco en Sicilia, un día lleno de mafias, amenazas a Maradiaga, los cristianos desaparecen, los efectos Viganò. (Specola)

‘Episcopalis communio’ y el ‘anathema sit’, ¡haz el amor y no la guerra!, acoso en Termini, los tentáculos de McCarrick. (Specola)

INFOCATÓLICA



‘Episcopalis communio’ y el ‘anathema sit’ (Specola)



Seguimos sin las prometidas ‘oportunas aclaraciones’ a los ‘sucesos recientes’ y seguimos con la cadena de despropósitos. El documento ‘Episcopalis communio’ -sobre la comunión entre los obispos y el sínodo- no tiene mucha repercusión en las noticias de hoy. Se hacen lejanas referencias a un documento que sólo los adeptos al trabajo entienden. 

Se dice que lo que se pretende es imponer las conclusiones del sínodo por obediencia y como magisterio ordinario.

Los documentos magisteriales solían terminar con la expresión: “anathema sit” que podemos traducir por “maldito sea”. 
La ceremonia de declaración de ‘anathema’ se hacía con está formula que parece que se pretende recuperar : 
«Por lo tanto, en nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles, y de todos los santos, en virtud del poder que nos ha sido otorgado de atar y desatar, en el Cielo y la Tierra, privamos a (Nombre) mismo y a todos sus cómplices y quienes le presten ayuda, de la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, lo separamos de la sociedad de todos los cristianos, lo excluimos del seno de nuestra Santa Madre la Iglesia, en el Cielo y en la Tierra, lo declaramos excomulgado y anatematizado, y lo juzgamos condenado al fuego eterno con Satanás y sus ángeles y todos los réprobos, mientras no rompa las cadenas del demonio, haga penitencia y satisfaga a la Iglesia; lo enviamos a Satanás para que mortifique su cuerpo, mas que su alma pueda ser salvada el día del Juicio.»
Se está produciendo la paradoja, verdaderamente absurda, de que los que siempre han criticado incluso la existencia del papado están encantados con el Papa Francisco, no con los otros papas lógicamente, y quieren imponer por obediencia, en la que nunca han creído, los postulados más que peregrinos de la llamada ‘Iglesia de Francisco’.

Piensan que pueden mandar al infierno, en el que no creen, a los que pongan la más mínima pega a cualquier ocurrencia atribuida al pontífice.

Specola

El Testimonio de Mons. Viganò, el silencio del Papa y los comentarios del Card. Rodríguez Maradiaga (Claudio Pierantoni)



Entre la variedad de declaraciones sobre el Testimonio de Mons. Viganò, que se han sucedido durante estas tres semanas desde el estallido de la “bomba”, queremos señalar lo que ha afirmado el Card. Rodríguez Maradiaga, en una entrevista el pasado 12 de septiembre:

(https://www.periodistadigital.com/religion/america/2018/09/12/cardenal-maradiaga-el-monsenor-vigano-iglesia-religion-dios-papa-roma-mccarrick-francisco.shtml).

La entrevista comienza recordando que Rodríguez Maradiaga es “amigo y colaborador cercano del Papa”, y que el dossier Viganò “lo convierte en protector del cardenal McCarrick, el abusador”. 

Y aquí está la primera pregunta

El dossier Viganó acusa al Papa de encubrir las relaciones homosexuales del cardenal McCarrick con seminaristas y llega a pedir la renuncia de Francisco. ¿Qué le parece?

... y la respuesta que da a ella Rodríguez Maradiaga

“Hacer de algo de orden privado un titular-bomba que estalla en el mundo y cuyas esquirlas hacen daño a la fe de muchas personas no me parece correcto. Pienso que un asunto de naturaleza administrativa tendría que ser ventilado con criterios más serenos y objetivos, no con una carga negativa de expresiones muy amargas. Creo que el Mons. Viganó que yo conocí no es la misma persona que escribe y dice tales cosas.”

En estas pocas líneas, reflexionando un poco, se encontrará información mucho más importante de lo que aparece a primera vista.

- En primer lugar, hay una admisión implícita, pero muy clara, de la verdad de los hechos expuestos por Viganò. Ya cualquier lector desapasionado que haya leído el documento de Viganò difícilmente podía dudar de lo que dice. Esto se debe, por un lado, a la posición privilegiada que él ocupaba como Nuncio; por otro, al número de testigos de alto rango, ya en la Curia romana, ya en el episcopado americano, nombrados directamente por él como cómplices, que fácilmente podrían negarlo si mintiera. Además el principal interesado, el Papa, ha confirmado elocuentemente con su perfecto silencio, en lo que a él respecta, que Viganò está diciendo la verdad. (Dejaremos para otra ocasión los comentarios sobre la autocelebración del propio silencio, que el Papa ha realizado en estos días, utilizando una homilía sobre el Evangelio de Lucas). 

También por parte de Benedicto XVI, en cuanto a las sanciones que impuso a McCarrick, no se han recibido denegaciones sustanciales, salvo la aclaración de que se trataba de sanciones “privadas”, más que “canónicas” en el verdadero sentido de la palabra (de otro modo habrían sido públicas). Pero el hecho es que hubo sanciones; que McCarrick las respetó poco, con la complicidad de obispos y prelados norteamericanos y de la Curia romana; y que luego estas sanciones fueron misteriosamente dejadas de lado bajo Francisco. Ahora, esta respuesta de Rodríguez Maradiaga nos da una confirmación ulterior y definitiva de que se trataba de hechos bien conocidos por el Papa y su “círculo de amigos”, del que él mismo es un miembro destacado.

- Pero aún más instructivo es el modo en que Rodríguez Maradiaga califica la conducta de McCarrick, precisamente con estas dos expresiones: “algo de orden privado”, y: “un asunto administrativo”

Según el Cardenal hondureño (un miembro prominente del C9 y uno de los líderes, recordemos, del programa de las ventiladas “reformas” de Francisco), el comportamiento de McCarrick, que incluye la corrupción y sodomía para con generaciones enteras de seminaristas a través del continuo y notorio abuso de su poder como Obispo y Cardenal de la Iglesia Católica, así como la continua celebración sacrílega de la Santa Misa, sería “algo así como un hecho “de orden privado”, un “asunto administrativo”. 

No cabe duda de que un tal comentario nos deja un poco perplejos: un comportamiento que ha traumatizado a decenas de jóvenes, destruido vocaciones, escandalizado a miles de fieles hasta el punto de convertirse en un “secreto a voces”, pero protegido por los más altos niveles de la Curia romana y por el mismo Papa, es, para el inefable cardenal centroamericano, “algo privado”, un “asunto administrativo”.

Aquí ni siquiera sería necesario molestar a la Teología moral (parece que Rodríguez Maradiaga es un estudioso de la materia) para explicarle al Cardenal que cualquier pecado grave, incluso el más secreto, no es ciertamente nunca, para la Iglesia, algo meramente “privado”, y menos aún un mero “asunto administrativo”, sino que es siempre una infección que se extiende y contamina a todo el cuerpo eclesial. 

Pero no es necesario recordar esto, porque en el discurso del Cardenal toda referencia a algo llamado “pecado” está completamente ausente: es simplemente “algo privado”. Sin embargo, para dar la interpretación más benévola posible de las increíbles palabras de Rodríguez Maradiaga, admitamos que, si hubiera sido un asunto puntual y limitado (por ejemplo, una relación secreta, supongamos, con un solo seminarista), podría haberse corregido de una manera severa y decidida, pero también discreta, sin necesidad de informar a todo el orbe católico y al mundo entero.

Desgraciadamente, sin embargo, nuestro Cardenal olvida con demasiada facilidad que el memorial de Viganò nació precisamente de una dolorosa experiencia, que duró varias décadas, en la que el Nuncio, observando por su posición privilegiada el continuo crecimiento y la ramificación de estos abusos, después de haber esperado y confiado continuamente en que alguien en la jerarquía reaccionaría, que finalmente se le daría curso a las sanciones, tuvo que finalmente rendirse a la evidencia de que, si alguien con un verdadero conocimiento de los hechos no hablaba en público, nada cambiaría. 

Y la situación llegó a su clímax cuando el Nuncio tuvo la certeza, a partir de sus encuentros con el Papa Francisco, de que Bergoglio no sólo era consciente de la mala conducta de McCarrick, sino que, de hecho, lo había dispensado de todas las sanciones, e incluso lo había transformado en uno de sus asesores en el nombramientos de los obispos norteamericanos; y todo esto en un panorama general que veía al Papa mismo no sólo aceptar, sino también animar y promover la agenda pro-gay dentro de la Iglesia, desde los Sínodos para la familia hasta el reciente encuentro en Irlanda.

- Y aquí llegamos al siguiente punto que nos gustaría destacar. Cuando nuestro Cardenal califica la sodomía (y el abuso de poder con este fin), un mero “hecho privado”, un “asunto administrativo”, nos está revelando claramente su estándar moral sobre el tema. ¿Cuántos pasos en la escala de la depravación moral debe haber dado un hombre de la Iglesia para llegar a calificar la corrupción sexual con abuso de poder de generaciones de seminaristas como un “hecho privado”, para ser resuelto de una manera “administrativa”? 

Por supuesto, él sabe que, en el papel, todavía hay leyes canónicas que prohíben ciertas formas de comportamiento, y que éstas, además de ser pecados graves, son también, según tales leyes, verdaderos y propios crímenes. Pero sus palabras indican que estas reglas, en la práctica, deben considerarse, si no completamente letra muerta, en todo caso un mero “asunto de carácter administrativo”, que “debe ser ventilado con criterios más serenos y objetivos”.

Como vemos, el cuadro dibujado por Viganò, que es horriblemente repugnante para cualquier católico que haya mantenido un mínimo de pudor y sensus fidei, no es en absoluto negado por nuestro Cardenal hondureño: es sólo que para él se trata de un hecho “administrativo”, que debe ser evaluado con criterios “serenos y objetivos” (al fin y al cabo, en el pequeño escenario de su Honduras, de administración ordinaria han sido los escándalos, tanto sexuales como financieros, que él mismo ha “evaluado serenamente” y cubierto adecuadamente).

Yerra, por lo tanto, Viganò al querer calificar este cuadro “con una carga negativa de expresiones muy amargas”. Yerra el Nuncio al amargarse por tales nimiedades; esto le sucede porque se ha quedado atrás: tiene la culpa de “ser conservador”, como han repetido a coro, como supremo insulto, todos aquellos que han intentado defender el Papa minimizando la situación. En efecto ser conservador, para los estandartes de la nueva misericordia, es el pecado más rigurosamente imperdonable.

El ex-Nuncio ya no es, dice Rodríguez Maradiaga, “el Viganò que yo conocía”, es decir, por supuesto, el diplomático correcto que (obviamente por las obligaciones de su cargo) guardaba silencio sobre lo que veía, y al Cardenal le parecía quizás que debía de aprobarlo todo y sonreír ante todo.

Sin embargo, aun demostrando con estas palabras el endurecimiento verdaderamente impresionante de su sentido moral, el Card. Rodríguez Maradiaga, como político consumado como es, sabe que nunca podría permitirse una evaluación de este tipo si no estuviera para protegerlo el paraguas seguro de su Jefe, quien implícita pero inequívocamente se ascendió a sí mismo de simple Vicario de Cristo a Líder absoluto de la Iglesia.

- Esto nos lleva al último punto que nos gustaría destacar, en relación con el hecho de que Viganò, en su Testimonio, califica la cobertura de estos crímenes como “omertà” (“silencio”), “semejante al de la mafia.” De hecho, esta cobertura tiene un punto en común importante con el silencio de la mafia: ésta no oculta los crímenes simplemente por miedo a que sean descubiertos. En cambio, los encubre porque en realidad obedece a un sistema de valores diferente, que no coincide con la ley vigente en la comunidad en la que vive (en este caso, la Iglesia Católica). 

En otras palabras, el “lobby gay” encubre estos delitos porque en realidad los justifica en nombre de una moral diferente, que una cierta élite de iluminados en el poder pretende sustituir a la Escritura y a la Tradición de la Iglesia. Y esta es, sin lugar a dudas, la forma más grave y literalmente diabólica de abuso clerical.

Ahora bien, esto es decir que es el mismo Papa quien pisotea la Escritura y la Tradición católica. Ya no lo dicen sólo los tradicionalistas habituales, ni los ultraconservadores habituales (los llamados “rigoristas” tan anatematizados), ni siquiera los conservadores moderados, mucho más numerosos, que poco a poco se han ido desilusionando con Bergoglio. Esto lo dicen ahora abiertamente sus propios colaboradores, como se desprende de las recientes palabras de uno de ellos:
« El Papa Francisco rompe con las tradiciones católicas cuando quiere, porque está libre de ‘apegos desordenados’. Nuestra Iglesia ha entrado efectivamente en una nueva fase: con el advenimiento de este primer papa jesuita, está gobernada abiertamente por un individuo en lugar de por la autoridad de la Escritura sola o incluso de la Tradición más la Escritura» 
(Cursivas mías. Citado en: https://rorate-caeli.blogspot.com/2018/08/member-of-francis-inner-circle-in.html?m=1. Retomado a su vez desde el sitio Zenit, que luego eliminó –pero sin desmentirla – la increíble frase.)

Son palabras del Padre Thomas Rosica, publicadas el pasado 31 de julio, como meditación con motivo de la celebración de la fiesta de San Ignacio de Loyola, donde el autor quiere ilustrar “las cualidades ignacianas del ministerio petrino del Papa Francisco”.

Muy a propósito estas palabras, pronunciadas apenas un mes antes del dossier de Viganò, lo comentan iluminando perfectamente tanto la atmósfera doctrinal de este pontificado como las declaraciones de los otros “amigos” del círculo de los iluminados sobre el memorial del ex Nuncio. Son palabras que ciertamente no necesitan ningún comentario. Son suficientes para hacernos ver en toda su crudeza, casi momentáneamente corriendo el tenue velo de la mistificación retórica y mediática, la verdadera y siniestra naturaleza de este pontificado.

Sin embargo, incluso en un paisaje tan desolado, esperamos y creemos que el valor de un hombre y su Testimonio será un punto de inflexión que no podrá ser olvidado y que, con la ayuda de Dios, comenzará a romper este muro de corrupción y silencio.
Claudio Pierantoni

Francisco convierte los sínodos en ‘miniconcilios’ a su servicio (Carlos Esteban)



La recién proclamada constitución apostólica Episcopalis communio es probablemente el acto más genuinamente ‘revolucionario’ de Francisco hasta la fecha: con ella, los sínodos pasan de ser consultivos a deliberativos, convirtiéndose en magisterio ordinario sus conclusiones, si las acepta el Papa y podrán formar parte de la preparación de los mismos personas sin la dignidad episcopal, elegidas a dedo por el Pontífice.

Hasta ahora, los sínodos -una fórmula antiquísima en la Iglesia pero ‘normalizada’ por Pablo VI-, eran reuniones de obispos convocadas por el Papa sobre asuntos concretos cuyas conclusiones tenían carácter meramente consultivo. Pero con la nueva constitución apostólica Episcopalis communio, recién aprobada por el Papa Francisco, pasan a ser algo sustancialmente distinto.

Con el nuevo sistema, las conclusiones del sínodo, una vez aprobadas por el Papa, pasan a ser magisterio ordinario, es decir, materia de fe para el fiel católico. 

El Artículo, 18, 2 especifica: 
“Si es aprobado expresamente por el Romano Pontífice, el documento final participa del Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”. 
Esto convierte a cada sínodo en un ‘miniconcilio’, en concilios cuasi permanentes, porque precisamente la diferencia esencial entre un concilio y un sínodo era el carácter magisterial del primero y meramente consultivo del segundo.

La medida es transcendental, revolucionaria … Y, para muchos, alarmante. Francisco ha insistido, desde el inicio de su pontificado,  en la importancia de la ‘colegialidad’, ha hablado a menudo de la conversión hacia una ‘Iglesia sinodal’, ha convocado ya varios sínodos y proyecta varios más.

Ahora, una de las discusiones más acaloradas entre partidarios y detractores de la ‘renovación’ eclesial que pretende introducir Su Santidad ha sido, precisamente, sobre la tipificación magisterial de tanto dudoso o innovador pronunciamiento, así como de su posible revocación por un pontífice posterior. Con la nueva constitución ya no queda duda, porque cita expresamente el carácter de magisterio ordinario de lo que salga de cada sínodo y apruebe el Papa.

Pero la ‘colegialidad’ en la que tanto insiste Francisco también tiene ‘truco’; de hecho, tiene varios.

- En primer lugar, un sínodo no es necesariamente la reunión de todos los obispos del mundo; es una reunión de aquellos obispos que elige el Papa, y no creo que sea innecesariamente poco respetuoso presumir que Su Santidad no va a elegir a prelados que se opongan a sus proyectos.

- En segundo lugar, el sínodo, organizado y dirigido por la Santa Sede, es fácilmente manipulable, como se comprobó sobradamente en los dos sínodos de la familia

Como recuerda el vaticanista Marco Tossati en una columna en La Nuova Bussola Quotidiana: 
“Hemos visto que en realidad estos megaeventos están coordinados para seguir una agenda precisa, elaborada y dirigida desde arriba. Y, en última instancia, sirven meramente para crear un contexto para documentos -Amoris Laetitia es el ejemplo más obvio- que vienen en gran medida precocinados, y a los cuales las contribuciones de los padres sinodales aportan añadidos puramente cosméticos.
¿Cómo no recordar la candorosa confesión del arzobispo Forte sobre la conversación confidencial que mantuvo con el Papa? “Si hablamos de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar”, señalaba Monseñor Forte, en referencia a un comentario del Papa Francisco, “no se dan cuenta del lío en que nos metemos con eso. Así que no hablaremos de ello de forma directa, lo haremos de un modo en que queden claras las premisas, y de ellas sacaremos las conclusiones”.
- En tercer lugar, la participación de los laicos e incluso de los no católicos. No, no es que en el Sínodo vayan a participar como miembros del mismo quienes no pertenezcan al episcopado. Pero la constitución prevé formalizar nuevos métodos para consultar al Pueblo de Dios -a laicos e incluso a gente de otras religiones-; el establecimiento de una “comisión para la aplicación” constituida por expertos supervisados por el secretario general del sínodo; y “consejos del secretariado general” constituidos por miembros nombrados directamente por el Papa que se ocuparán de preparar encuentros sinodales y mantendrán sus cargos hasta cinco años después de finalizado el sínodo.
Tenemos a la vuelta de la esquina dos sínodos, el de los jóvenes y el de la Amazonía, y es de prever que, si Dios da salud al Santo Padre, nos aguarden muchos más

Pese a los epígrafes de ambos sínodos citados, los documentos previos y las declaraciones que les han rodeado hacen pensar a una mayoría de observadores que con ellos se pretende modificar partes relevantes de la práctica eclesial o incluso de la concepción antropológica tradicional

- En el primer caso, sobre la moral sexual de la Iglesia
- En el segundo, la abolición del celibato sacerdotal obligatorio.
Hasta ahora, los críticos más visibles del Pontificado de Francisco, como el cardenal americano Raymond Leo Burke, firmante de los Dubia, han evitado la confrontación directa alegando que las declaraciones más cuestionables de Francisco carecen de cualificación magisterial y son sólo “las opiniones privadas del Papa”. Después de la proclamación de Episcopalis communio, este pretexto desaparece¿Cuál será su respuesta si de los citados sínodos salen conclusiones difícilmente conciliables con la Tradición de la Iglesia y el Papa las refrenda?
Carlos Esteban