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martes, 1 de agosto de 2023

La primera, en la frente (P. Jorge González Guadalix)

 



Tres noticias, y saquen ustedes las conclusiones.

La primera, en la frente. Porque leo en este portal que una de las personas que van a dirigirse a los jóvenes en la JMJ de Lisboa es nada menos que el P. James Martin, S.J., conocido suficientemente por sus posiciones heterodoxas en torno a la doctrina católica sobre la homosexualidad. Les dejo un resumen según recoge en la noticia este mismo portal: Martin enseña que la Biblia se toma fuera de contexto al hablar sobre homosexualidad. Cuestiona los juicios morales de la Escritura. Asegura que el Catecismo de la Iglesia Católica puede contribuir al suicidio de los homosexuales. Igualmente sostiene que los fieles LGTBI no están obligados a practicar la castidad. También ha apoyado a una organización que está a favor de la transexualidad infantil. Acusó a la Iglesia de tratar a los homosexuales como leprosos.

La segunda, también va de la JMJ de Lisboa. Leo en Infovaticana que para muchos jóvenes ha causado estupor que ayer mismo, en la misa para jóvenes españoles, celebrada en Estoril, a la que asistieron más de 30.000 peregrinos españoles y fue concelebrada por 64 obispos españoles y más de 900 sacerdotes, la comunión se distribuyera en cuencos de plástico de Ikea, a los que ni siquiera se habían molestado en quitar la etiqueta, y tapados por un plástico cutre.

Leemos en Infovaticana: “Según fuentes cercanas a la organización del evento, esta iniciativa buscaba transmitir un mensaje de humildad y sencillez, invitando a los jóvenes a reflexionar sobre el valor de los elementos materiales en la liturgia". Sin embargo, esta elección no estuvo exenta de polémica, ya que algunos consideraron que se trataba de una falta de respeto hacia los símbolos sagrados.

Ante las críticas, los organizadores de la JMJ han aclarado que "esta decisión fue tomada de manera consensuada y en pleno acuerdo con las autoridades eclesiásticas. Además, han destacado que la intención era promover un diálogo abierto y una reflexión profunda sobre la importancia de la fe y la espiritualidad en la vida de los jóvenes". Pueden ir unidas sencillez y dignidad sin problemas. En muchas parroquias todavía conservamos y utilizamos los ciborios con tapa que se emplearon en la la JMJ de Madrid.

Y hablando de la JMJ de Lisboa, no tienen desperdicio las palabras del obispo auxiliar de Lisboa, responsable máximo de la JMJ y recién designado cardenal: “nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia católica ni nada de eso, en absoluto".

La tercera en el pecho, porque hace pocos días hemos conocido los nuevos nombramientos de la diócesis de San Sebastián para el próximo curso. Ha sorprendido este: Adscrito a la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, de Beasain: Pbro. D. Juan Cruz MENDIZABAL IRIZAR. Parece que monseñor Fernando Prado es más misericordioso que monseñor José Ignacio Munilla, que tras la condena de D. Juan Cruz en un proceso canónico, tomó las medidas cautelares precisas, entre las que estaban la prohibición de «estar con menores si no es presencia de otro adulto», así como el «ejercicio .público del ministerio sacerdotal.

Estamos como queremos.

lunes, 12 de julio de 2021

Viganò: Los cardenales Cupich, Gregory y Tobin son indignos de celebrar la Misa

 ADELANTE LA FE


- LifeSiteNews: ¿Qué le parece el apoyo del papa Francisco al padre James Martin?

Monseñor Viganò: La ideología LGBT+ y la de género que ésta presupone como postulado constituyen un peligro mortal para toda nuestra sociedad, para la familia, la persona humana y evidentemente para la Iglesia, porque disuelven la estructura social, las relaciones interpersonales y el concepto mismo de la realidad biológica de los sexos, que se transforma arbitrariamente según la variable y dudosa percepción subjetiva de la propia persona basada en el género. Muchos no se dan cuenta del caos que acarreará no sólo en las costumbres sociales y en las familias, sino también en lo religioso porque reconocer el movimiento LGBT llevará irremediablemente a quienes tienen eso que llaman disforia de género a exigir que se les acepte en parroquias y comunidades. Ejemplo emblemático de ello sería el caso de un hombre que fuera ordenado sacerdote y en un momento dado llegase a reconocerse como mujer: ¿tendremos que prepararnos para la posibilidad de que un transexual o un travestido diga Misa? ¿Y cómo reconciliar la persistente existencia del cromosoma masculino –del cual depende indiscutiblemente el sacramento del Orden Sacerdotal– con una persona que tiene aspecto de mujer? ¿Qué habría que pensar de una monja que creyendo ser varón pidiera ser transferida a un convento masculino, y tal vez que hasta se le confiriesen órdenes sagradas? Este delirio, cuyas consecuencias son absurdas y alarmantes en el terreno de lo civil, de aplicarse al religioso asestarían un golpe mortal al ya torturado cuerpo de la Iglesia.

Hay que tener en cuenta las razones que han llevado a personajes como James Martin SJ a disfrutar tanta notoriedad y visibilidad en el ámbito eclesiástico y aun en las instituciones romanas, al punto de ser nombrado asesor del Dicasterio para las Comunicaciones y de haber recibido hace poco una carta manuscrita de Bergoglio. Su ostentoso compromiso en apoyo del movimiento pansexualista supone la aprobación preventiva y acrítica de una infinita variedad de perversiones sexuales. Esa apriorística adhesión no es el deplorable exceso de un jesuita aislado; es el acto planificado de una vanguardia ideológica que ya ha demostrado ser ingobernable y capaz de orientar el propio magisterio de Bergoglio y su corte pontificia.

La ideología LGBT es el nuevo paradigma moral de la religión mundialista de lo indefinido , y tiene una clara matriz gnóstica y luciferina. La ausencia de dogmas revelados sobrenaturalmente es la premisa de un superdogma posthumano en el que la Fe se pervierte para que llegue a aceptar incondicionalmente toda clase de herejías y depravaciones, la Esperanza se diluye en la absurda pretensión de una salvación garantizada hic et nunc y la Caridad se corrompe y convierte en una solidaridad horizontal desprovista de su razón última, que está en Dios. El activismo del jesuita Martin prefigura el irisado apostolado de la Era de Acuario, la religión del Anticristo y el culto a ídolos y demonios, empezando por la asquerosa Pachamama.

Por ese motivo, la indecente y escandalosa aprobación bergogliana de las aberrantes provocaciones de James Martin no es sino un paso más por un camino que emprendió con su famoso ¿Quién soy yo para juzgar?, en plena coherencia con la línea rupturista de su pontificado. Se trata de un gesto suicida por el que los dirigentes de la Iglesia se rinden incondicionalmente a la anticristiana ideología del mundialismo y entregan todo el rebaño de Cristo como rehén al Enemigo, abdicando de sus funciones pastorales y revelando lo que realmente son: mercenarios y traidores. Asistimos escandalizados a la transición del «argue, obsecra, increpa, insta opportune importune» –«insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda longanimidad y doctrina» (2 Tim. 4,2) – al «loquimini nobis placentia»– «habladnos de cosas agradables » (Is. 30,10).

No tiene, pues, nada de sorprendente que James Martin goce de tanto aprecio en las altas esferas vaticanas, lo cual en virtud de los métodos vigentes desde el Concilio deja rienda suelta a los más exaltados exponentes de las corrientes progresistas para después adoptar la dialéctica de Hegel con la tesis de la moral natural y católica, la antítesis de las desviaciones doctrinales y la síntesis de un nuevo magisterio acorde con los tiempos.

Esta forma de proceder, que a algunos podría parecerles una prudente puesta al día ante la mentalidad secularizada de nuestros tiempos, trasluce no obstante una traición de proporciones colosales a las enseñanzas de Cristo y la ley impresa en el corazón del hombre por su Creador. Una licencia mayor ante el vicio, ampliamente deseada y promovida por la anticristiana ideología dominante de hoy, no legitima en modo alguno esta dejación por parte de la Jerarquía del mandato que recibieron del Señor, como tampoco autoriza adulterios que apuntan exclusivamente a aceptar el espíritu del mundo y la corrupción de las costumbres. Al contrario, cuanto más fomenta la ideología dominante la desaparición de los principios inmutables de la moral cristiana, más tienen los pastores el deber de corroborar sin vacilación lo que Dios les mandó predicar.

Me parece, por tanto, totalmente inmoral ante Dios y ante el honor de la Iglesia, un grave escándalo para los fieles y una lamentable dejación por parte de sacerdotes y confesores que se conceda tribuna a un jesuita que no basa el éxito personal en la debida acción pastoral tendiente a la conversión espiritual de homosexuales en lo que respecta a la moral, sino en la vana promesa de una alteración de la doctrina católica que haría legítima una conducta pecaminosa y otorga dignidad de interlocutor al movimiento LGTB. La mera utilización de este acrónimo, que acepta que algunos se acepten mecánicamente en una concreta perversión antinatural, pone de manifiesto la actitud servil de James Martin y sus colaboradores a las exigencias del lobby pansexual, cosa que la Iglesia no puede aceptar ni legitimar en modo alguno.

En todo caso, si un amplio sector del clero está tan impaciente por que la Jerarquía apruebe las exigencias de la ideología LGTB+, ello es claramente fruto de un condenable conflicto de intereses y una crisis moral y disciplinar de mucho calado.

- ¿Es posible cambiar las enseñanzas de la Iglesia en lo que se refiere a las uniones homosexuales, sobre todo teniendo en cuenta que el papa Francisco ha dado públicamente su sello de aprobación a uniones civiles que estaban condenadas por documentos magisteriales de la Santa Sede?
Hay que dejar claro que las conductas que contravienen el Sexto Mandamiento del Decálogo, en particular los desórdenes sexuales que ofenden al Creador en cuanto a la distinción natural de los sexos y la finalidad procreativa del acto sexual, no son pasibles de actualización, ni siquiera bajo la presión de lobbies o de leyes inicuas promulgadas por las autoridades civiles.
También es preciso denunciar la mentalidad hedonista y pansexualista que subyace a la ideología hoy dominante, según la cual el ejercicio de la sexualidad no está intrínsecamente ordenado a la procreación y puede tener por única finalidad la satisfacción descontrolada de las pasiones. Esta mentalidad repugna al orden natural dispuesto por el Creador, en el cual el acto sexual sólo es lícito en la unión de los esposos bendecida por el Sacramento y abierta a la concepción. Es evidente que, teniendo en cuenta que para empezar la naturaleza no permite la procreación entre dos hombres o entre dos mujeres, toda actividad sexual entre personas del mismo sexo es intrínsecamente desordenada y no tiene la menor justificación.

Las uniones civiles no son otra cosa que la legitimación de una concubinato en el que la pareja no asume los deberes y responsabilidades inherentes a la institución natural del matrimonio. Si las autoridades civiles aprueban esas uniones, cometen un abuso de autoridad, la cual les fue conferida por la Providencia dentro de los muy precisos límites del bien común, y sin perjudicar en ningún momento la salud de las almas por la que vela la Iglesia con autoridad maternal. Pero si las autoridades eclesiásticas ratifican esas uniones, a la traición al mandato recibido de Dios se añade la perversión de los fines dispuestos por el Creador. Esto hace nula de hecho toda forma, aun implícita, de aprobación oficial de conductas pecaminosas y escandalosas.

- En EE.UU. hay muchos obispos que firman en apoyo del lobby LGTB y respaldan esa orientación, y otros –como el cardenal Cupich– insinúan que las parejas homosexuales pueden recibir la Sagrada Comunión. ¿Qué les diría a los católicos que están perplejos ante semejantes declaraciones?

El pseudomagisterio de los últimos años, y en particular el de Amoris laetitiae en lo referente a administración de los Sacramentos a notorios convivientes y divorciados vueltos a casar, ha abierto una brecha en una parte del Magisterio en la que ni siquiera después del Concilio habían logrado los novadores demoler sistemáticamente. No tiene nada de extraño que, incluso en la tremenda gravedad de la situación, que una vez que se administra la Comunión a quienes están en pecado mortal, tan desafortunada decisión se haya extendido en beneficio de quienes no están en condiciones de contraer legítimas nupcias al no ser una pareja formada por un hombre y una mujer. Pero bien mirado, esta actitud heterodoxa es propia también de políticos que en su labor de gobierno y su desempeño de cara a la sociedad contravienen públicamente las enseñanzas de la Iglesia y faltan al compromiso de coherencia que asumieron en el Bautismo y la Confirmación. Por otro lado, los llamados católicos adultos, que a los ojos de Dios no han hecho otra cosa que rebelarse contra su santa Ley, son objeto de amplia aprobación por parte de obispos que son más rebeldes todavía –como Cupich, Tobin, Gregory y sus secuaces– mientras que los pastores fieles al ministerio que les encomendó el Señor no sólo reconocen la situación de pecado público de esos, sino que no quieren agravarla profanando el Santísimo Sacramento.

- ¿Cuál es la enseñanza esencial e inmutable de la Iglesia con respecto a la homosexualidad?

La Iglesia, fiel a las enseñanzas de su Cabeza, es Madre, no madrastra. No consiente a sus hijos en las debilidades y en la inclinación al pecado; los amonesta, exhorta y castiga con sanciones curativas a fin de dirigir a cada alma encaminándola hacia el fin por el cual fue creada, es decir, la eterna bienaventuranza. Toda alma es deseada y amada por Dios, y ha sido rescatada por el Redentor en la Cruz, que derramó su Sangre por ella. Cujus una stilla salvum facere totum mundum quit ab omni scelere. En el Adoro Te devote que compuso el Doctor Común, una sola gota de la preciosísima Sangre de Cristo tiene capacidad para salvar a todo el género humano de la totalidad de sus pecados.

La enseñanza inmutable de la Iglesia es sencilla y de una claridad diáfana, y está dirigida al amor a Dios y al prójimo por amor a Dios. No se impone como una cruel castración de las tendencias e inclinaciones de la persona que irracionalmente defiende su legitimidad, sino como un desarrollo armonioso y amoroso de la persona en dirección al único fin que puede satisfacerla plenamente y que se corresponde con la esencia íntima de su naturaleza. El hombre ha sido creado para amar, adorar y servir a Dios, y alcanzar de ese modo la eterna bienaventuranza en la gloria del Paraíso.
Hacerle creer que si satisface instintos corrompidos fruto del pecado original y sus pecados personales puede realizarse apartado de Dios y en contra de Él es un engaño culpable y una gravísima responsabilidad que pesa sobre quienes abusan de su posición de pastores para confundir y despeñar a las ovejas.
Por el contrario, es necesario hacerles ver con paciencia y una firme orientación espiritual que todo ser humano tiene un destino sobrenatural y un camino de sufrimientos y sacrificios que sirven para curtirlo y hacerlo digno de su premio celestial. Sin calvario no hay resurrección, y sin combate no hay victoria. Así es con toda alma redimida por Nuestro Señor: sea casado, célibe, sacerdote, laico, hombre, mujer, niño o anciano. Todos participamos por igual en la batalla contra la propia naturaleza corrompida por el pecado original; quien administra dinero tiene que combatir la tentación del latrocinio; el casado, la de traicionar a su esposa; quien vive en castidad, las tentaciones contra la pureza; quien disfruta de la buena mesa, la de la gula; y quien es objeto de público aplauso la tentación del orgullo.

Así pues, con humildad y confianza en la Gracia de Dios, y recurriendo a la intercesión de la bienaventurada Virgen María, toda persona a la que el Señor pone a prueba –incluso en la dolorosa situación de la homosexualidad– tiene que comprender que combatiendo el pecado es como se conquista un puesto en la eternidad, se consigue que la Pasión de Cristo no fuera en vano y se hace resplandecer la misericordia de Dios hacia sus criaturas, a las que Él ayuda en el momento de la tentación. Pero no con la engañosa aprobación de inclinaciones al mal, sino señalando al destino glorioso que nos aguarda a cada uno: la participación en la Cena de las Bodas del Cordero vistiendo las vestiduras reales que nos tiene preparadas.

Que la Gracia, recuperada por la absolución sacramental y el alimento celestial de la Sagrada Eucaristía, Pan de los ángeles y prenda de gloria venidera, nos asistan en esta peregrinación en la Tierra.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

3 de julio de 2021

San Ireneo, obispo y mártir

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

jueves, 28 de enero de 2021

James Martin y sus aliados activan la alerta antifascista contra la ‘rigidez’ de los jóvenes sacerdotes

 INFOVATICANA


El mediático jesuita James Martin ha alertado en su cuenta de Twitter de un reportaje en el periódico católico progresista National Catholic Reporter en el que se denuncia la llegada a las parroquias de jóvenes sacerdotes con inclinaciones ‘tradicionalistas’. ¿Caza de brujas?

“Lectura esencial”, alerta James Martin en su cuenta de Twitter, en un hilo que empieza enlazando con un artículo aparecido en el ‘liberal’ National Catholic Reporter. “No son incidentes aislados [sino] parte de una tendencia creciente en la iglesia (sic), dejando a los feligreses con sentimientos de rabia y aislamiento. Esencialmente un rechazo de buena parte del Vaticano II por sacerdotes más jóvenes, este fenómeno ha escapado al radar”.

Essential reading: These are not isolated incidents and part of a growing trend in the church, leaving parishioners feeling angry and isolated. Essentially the rejection of much of Vatican II by younger priests, this phenomenon has flown under the radar. https://t.co/45vW5iaXKG

— James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) January 27, 2021

Hace unos días, el prestigioso vaticanista italiano Aldo Maria Valli publicó en su blog, Duc in altum, una columna en la que establecía un paralelismo entre lo que está sucediendo en la Iglesia y lo que pasa en Estados Unidos, apuntando a que en ambos casos asistimos a un periodo de confusión y del fin de viejas certezas.

Hasta qué extremo pueda llevarse la analogía es algo que ignoro. Pero cada vez parece más evidente un aspecto común: la caza de brujas desatada contra los ‘disidentes’. Disidentes que, por otra parte, no son los de toda la vida, no son disidentes contra el sistema, sino contra los que ayer mismo eran ellos mismos los disidentes, más una reacción que una revolución.

El titular del reportaje en el Reporter no tiene desperdicio: 

“Entraron el latín, el incienso y la quema de libros, salió la mitad de los fieles”. 

¿De verdad? No deja de tener su gracia, porque cualquiera puede echar cuentas y mirar cuántos iban a Misa y frecuentaban los sacramentos cuando “salieron”, hace cosa de medio siglo, con el postconcilio, el latín y el incienso, por usar su simplificación, y cuántos quedaron unos pocos años después. Ya les adelanto: una huida en masa como no se ha producido en toda la historia de la Iglesia, una verdadera “Iglesia en salida”.

El artículo está lleno de ‘perlas’ como ésta: “de los seminarios de Estados Unidos siguen graduándose para su ordenación jóvenes sacerdotes que se inspiran, no en Francisco, sino en Juan Pablo II. Es un tipo silencioso, extraño e inquietante de cisma en la práctica y la disciplina de la Iglesia”.

Ya saben: inspirarse en Juan Pablo II, a quien Francisco ha canonizado, es un “tipo de cisma”. Muy revelador.

Pero el artículo, al tiempo que pretende de forma muy poco sutil atacar a sus enemigos políticos -es lo que son para ellos, realmente-, citando medios online y televisiones como la EWTN fundada por la Madre Angelica, revela por contra una verdad que les aterra: la nueva hornada de sacerdotes no se ajusta a su modelo modernista, sino que pretenden en buena medida recuperar la riqueza inagotable de la tradición perenne de nuestra iglesia.

Que eso les parezca alarmante es, en sí mismo, bastante alarmante

Francisco es un Papa entre centenares, y la Iglesia de Cristo no empezó con él, como no empezó con el último concilio.
Carlos Esteban

miércoles, 28 de octubre de 2020

Padre James Martin: “No vas a ir al infierno por votar a Biden” (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


El mediático jesuita James Martin se ha lanzado a la palestra a escasos días de las elecciones norteamericanas para tranquilizar a su parroquia: es lícito, dice, votar por Biden o por Trump. Añadir que se le ve el plumero es una obviedad.

“No vas a ir al infierno por votar a Biden”, tuitea Martin, redactor del órgano de los jesuitas de Estado Unidos, America, y consultor de comunicación vaticano, glosando un vídeo propio sobre la cuestión. “Ni por Trump. No importa lo que te diga el que sea. La doctrina católica dice que debes seguir tu conciencia formada. Así que: aprende del Evangelio. Entiende el magisterio de la Iglesia. Estudia los programas. Escucha a tu conciencia. Y vota”.
Es curioso cuando los mismos que no suelen hacer referencia alguna en sus mensajes a las postrimerías u otras realidades sobrenaturales hacen referencia al infierno, que nunca aparece sino en sus referencias políticas, casi como una mera metáfora.
Somos pocos y nos conocemos bien, así que cualquier disimulo sobra: Martin no está diciendo eso para mantener una equidistancia moral entre Biden y Trump, sino para animar al voto católico al primero pese a su postura rabiosamente abortista.

A diferencia de Martin, yo no tengo ni idea de si alguien va a ir al infierno por votar a Biden, aunque no entiendo por qué habría de ser imposible. Votar a Biden -que no es votar a Biden, un anciano con flagrantes síntomas de demencia senil que no va a gobernar realmente en ningún caso- significa asentar y ampliar una matanza de inocentes con las bendiciones de la ley que se mantiene desde los años setenta, con un número de víctimas que se cuenta ya en millones. Cualquier otro asunto -inmigración, políticas sociales, sanidad- palidece ante esta masacre en la que colaboran el estamento sanitario, las autoridades y las propias madres de las víctimas. No es, como pretenden los entusiastas de la teoría de la ‘túnica inconsútil’, un asunto más, un dato a tener en cuenta en el voto, como en 1861 la esclavitud no era un tema más.

El elefante en la habitación en este caso es la alianza tácita entre el episcopado americano y el Partido Demócrata, sumado al hecho más que evidente de que los vientos que soplan desde Roma son visceralmente contrarios a Donald Trump y todo lo que representa.

Ahora, el votante americano puede pensar que la política migratoria que abandera Trump es inmoral, o su política social o lo que se quiera. Pero tendrá reconocer que se mueve en parámetros discutibles, prudenciales. Cuál sea la política correcta, moral, en esos casos depende de un juicio prudencial en el que es legítimo no llegar a un acuerdo. Uno puede ser partidario de abolir las fronteras; otros, de abrir un poco la mano o de regularlo de otra manera. La Iglesia, al fin, ha presidido durante décadas cuando la política normal de los países era luchar contra la inmigración ilegal -por eso se llama ilegal, después de todo- sin que haya llamado la atención sobre su inmoralidad.

Nada de esto, en cambio, sucede con el aborto. No hay mucho margen aquí: matar a un ser humano inocente nunca puede ser otra cosa que aborrecible, y hasta la llegada de Francisco éste ha sido un frente clave en la guerra cultural liderada por los católicos y sus pastores.

Votar es un acto cargado de responsabilidad, y desde luego no seré yo quien reparta culpas o indique cuál es la única opción permisible. Pero es presuntuoso y absurdo determinar que, como cualquier otra acción libre relevante, no pueda ser un pecado, e incluso un pecado mortal.

You won’t go to hell for voting for Biden. Or for Trump. No matter what anyone is telling you. Catholic teaching is to follow your formed conscience. So: Know the Gospels. Understand church teaching. Study the issues. Listen to your conscience. And vote. https://t.co/jZ0urgEDWs

— James Martin, SJ (@JamesMartinSJ) October 27, 2020

Carlos Esteban

sábado, 6 de junio de 2020

El padre Martin se confiesa cómplice en el homicidio de Floyd (no, realmente) [Carlos Esteban]




El mediático jesuita James Martin, perejil de todas las salsas de la Iglesia en Salida, ha entrado en la polémica de las protestas raciales en Estados Unidos con un comentario en la red Twitter tan previsible como disolvente.

“No es un gran día para #GeorgeFloyd, que sólo quería respirar”, escribe Martin en un tuit en el que responde a las palabras del presidente Trump, que imagina al delincuente habitual asesinado alegrándose de las medidas adoptadas por el mandatario. “O para su familia o amigos que querían que viviese. Quiera Mr. Floyd rezar por nosotros en el cielo, perdonarnos por la violencia que empleamos contra él y la deplorable falta de pena, luto y remordimiento que se muestra aquí”.  
 
Lo tiene todo su tuit, empezando por ponerse con armas y bagajes del lado de unos indignados que están sometiendo las ciudades de Estados Unidos al caos, la degradación, la destrucción y, sí, violencia y muertes de personas por las que Martin no expresa condolencias.  
 
Pero también tiene esa disolución de la culpa, ese “todos somos culpables” que, en la práctica, diluye la responsabilidad personal, porque si todos somos culpables, nadie lo es: el policía Derek Chauvin puede estar tranquilo, sabiéndose acompañado por toda la raza blanca en su delito, incluso por el propio Martin.

Esto rima extraordinariamente bien con el énfasis que hoy pone nuestra jerarquía en esos pecados sociales de los que es endiabladamente difícil evaluar la parte correspondiente al individuo, como los ‘pecados ecológicos’ o el rechazo a la inmigración ilegal masiva.  
 
¿Cómo podemos arrepentirnos de lo que no hemos hecho, de lo que sólo somos supuestamente culpables por formar parte de una comunidad? Con extraordinarias dosis de postureo e hipocresía, a la vez que barremos bajo la alfombra los pecados corrientes de toda la vida, de los que sí somos directamente responsables. 
 
Por supuesto, Martin no podía dejar de anunciarnos que Floyd está en el cielo. Nadie puede decirlo, al menos sin ser jesuita del sector renovador. Pero uno tiende a suponer que morir a manos de la policía no es un mérito personal y santificador, y que quizá lo de “esforzaos por entrar por la puerta estrecha” es una pista de que tal ves no sea tan fácil.

La Iglesia tiene un método, la canonización, para decir de determinadas personas que, efectivamente, están en el Cielo, los santos de altar, y ese pasar al Paraíso eterno directamente tras la muerte es uno de los rasgos que les hacen extraordinarios.

Estamos ante un ejemplo más de la santificación de la víctima. Pero Floyd no murió por la fe, ni por realizar acción alguna de especial mérito santificador. Sencillamente, fue asesinado.
 
Carlos Esteban

lunes, 1 de julio de 2019

El biógrafo del Papa cree que Francisco apoya la agenda LGTB (Carlos Esteban)



En un comentario en la red social Twitter, Austen Ivereigh, autor de la primera biografía autorizada de Francisco, sostiene que el Papa está revolucionando la actitud de la Iglesia hacia los gays.

En InfoVaticana tenemos sobrada experiencia de un fenómeno en dos tiempos que se efectúa con una frecuencia aterradora. En un primer momento, llamamos la atención sobre acontecimientos que nos parecen reveladores de una tendencia obvia -y preocupante-, y nuestros críticos nos acusan de alarmistas, nos aseguran que nunca se llegará a donde suponemos que va el asunto y nos censuran que vemos fantasmas donde no los hay.

Luego, en un segundo tiempo, cuando la tendencia que anunciábamos se hace innegable, quienes nos ridiculizaban por denunciarla nos explican mediante argumentos cada vez más retorcidos que la tendencia que antes juzgaban imposible es, en realidad, la mejor de las posibles.

Así, a través de multitud de gestos, declaraciones ambiguas, silencios y nombramientos, hemos detectado y denunciado a menudo una tendencia en la jerarquía a aceptar los postulados del lobby lavanda, lo que nos ha valido con frecuencia ser tachados de paranoicos.

Uno de los casos de estudio más flagrantes en este sentido, aunque en absoluto único, es del asesor vaticano de Comunicación, el jesuita padre James Martin y sus obsesivas ‘microhomilías’ en favor de la causa LGTB y de que la Iglesia cambie su doctrina sobre la homosexualidad.

En este mes, consagrado por la Iglesia al Sagrado Corazón de Jesús, a Martin le ha importado más celebrarlo como el muy laico Mes del Orgullo, lo que no deja de ser paradójico que un sacerdote celebre lo que en su mismo nombre lleva el pecado que condenó a Satanás. Pero a uno de sus últimos comentarios en Twitter le ha respondido, confirmando su visión, un tuit del autor de la primera biografía autorizada del Papa, Austen Ivereigh.


James Martin, SJ
✔@JamesMartinSJ


Gospel: Be tough. Be free. Be hopeful. Homily for the Pre-Pride Mass at the Church of St. Francis of Assisi. We keep our hands to the plow not only so we don't lose our way, but so we don't take our eyes off the horizon. #Pride2019 Video and text here: 
https://www.facebook.com/FrJamesMartin/posts/10156148712936496?__tn__=K-R …
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“Evangelio: Sé duro. Sé libre. Ten Esperanza”, rezaba el tuit del padre Martin. “Homilía para la Misa PreOrgullo en la Iglesia de San Francisco de Asís. Mantenemos nuestras manos en el arado no solo para no perder el camino, sino para no apartar los ojos del horizonte. #Pride2019 Video y texto aquí”, y a continuación una referencia a Facebook.

Bien, ya tenemos “misas preOrgullo”, mientras en otras parroquias organizan jornadas de reparación por ese mismo acto, en una división pastoral de nuestra Iglesia bastante alarmante. Pero lean a continuación la respuesta de Ivereigh: “@JamesMartinSJ sobre los pasos positivos hacia los católicos LGBT bajo Francisco, empezando con “¿Quién soy yo para juzgar?”: “Francisco es el primer Papa en usar la palabra “gay”. Tiene amigos LGBT. Y ha nombrado a muchos cardenales, obispos y arzobispos que apoyan a los LGBT».


Austen Ivereigh@austeni

.@JamesMartinSJ on the positive steps for LGBT Catholics under Francis, beginning with "Who am I to judge?":"Francis is the first pope ever to use the word “gay.” He has LGBT friends. And he’s appointed many LGBT-supportive cardinals, archbishops and bishops." https://twitter.com/JamesMartinSJ/status/1145322150800297984 …
James Martin, SJ
✔@JamesMartinSJ



Cuando el Papa pronunció esa célebre pregunta retórica que las publicaciones del lobby recogieron ávidamente entendiéndola como un espaldarazo, los apagafuegos de guardia se apresuraron a explicar que Su Santidad no estaba haciendo otra cosa que recordar la máxima evangélica de “no juzguéis y no seréis juzgados”, y que el comentario, aunque provocado por el puesto que había dado a un clérigo rodeado de escándalos homosexuales, no tenía nada que ver directamente con la homosexualidad.

Pero parece que sí o, al menos, así lo entendieron los interesados y así lo ha entendido el biógrafo del Papa. También él puede decir, regocijado, lo que en nosotros probablemente sería rechazado como una vil calumnia, a saber: que el Papa ha hecho numerosos nombramientos de prelados favorables a las tesis de estos grupos, de forma consciente y deliberada.

Agradecemos a Ivereigh su candor y sinceridad al coincidir con lo que llevamos diciendo tanto tiempo, aunque él lo haga con regocijo y nosotros, con honda preocupación.

Carlos Esteban

martes, 11 de junio de 2019

El padre James Martin carga contra el documento vaticano sobre ideología de género (Carlos Esteban)



Al mediático jesuita James Martin, asesor vaticano de Comunicaciones, no le ha gustado nada el documento vaticano sobre -contra- la ideología de género y lo ha dejado claro en Twitter. Y no es el único en la facción de ‘renovadores’.

“¡Atención!: documento vaticano apunta contra la “teoría de género”, escribe el jesuita James Martin, redactor jefe de la revista America y asesor vaticano de Comunicaciones, desde su cuenta en la red social Twitter. “Acierta al pedir “diálogo” y “escucha”, pero da de lado las experiencias de la vida real de la gente LGBT”. Y concluye: “Tristemente, se usará como un arma contra las personas transgénero, y como una excusa para argumentar que ni siquiera deberían existir”.

Martin, autor de ‘Buiding a bridge’ y entusiasta defensor de la causa LGTB, ha sido un fervoroso defensor del pontificado de Francisco y, muy especialmente, de sus aires de apertura y su énfasis de la misericordia a expensas de la claridad en cuestiones de doctrina moral. Pero todo tiene un límite para quien desde su cuenta ha felicitado a los gays por el mes que el Gobierno norteamericano dedica al ‘Orgullo’ pero que no ha recordado que junio es, para la Iglesia, el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.

Algunos perplejos ‘francisquistas’ han apuntado en las redes que el documento no está firmado por Su Santidad, aunque resulte enormemente pueril la idea sugerida de que Su Santidad pueda estar en desacuerdo o ignorar lo que se publica desde la propia Santa Sede. El documento constata lo que, por otra parte, no puede dejar de decir la Iglesia en esta materia sin alejarse fatalmente de la concepción cristiana de la sexualidad, pero por la reacción de algunos de sus defensores más entusiastas da la sensación de que esperan que el Papa dé un paso de ruptura con la Tradición católica, y que toda confirmación de la doctrina cierta les decepciona de algún modo.
Así, Martin se hace eco en su cuenta de un comentario de New Ways Ministry, una organización de más que cuestionable ortodoxia que sirve a los católicos gays y lesbianas. “El nuevo documento sobre género del Vaticano se usará para oprimir y dañar a la gente LGBT”, afirma el tuit de New Ways Ministry difundido por Martin. “Perpetúa falsos estereotipos que estimulan el odio, el fanatismo y la violencia”. Duras palabras son estas para hablar de un documento de la Santa Sede que no hace más que reflejar la doctrina perenne.

Martin comenta que el documento vaticano no tiene en cuenta la “ciencia”, lo que es patentemente falso y el propio jesuita se abstiene de explicar en qué sentido. “El documento es principalmente un diálogo con filósofos y teólogos, y con otros documentos eclesiales”, afirma en otro tuit. “Pero no con científicos y biólogos, no con psicólogos, y desde liego no con la gente LGBT, a cuyas experiencias se les da poco peso”.

Es osado por su parte suponer que la biología le daría la razón en que hay “mujeres encerradas en el cuerpo de un hombre” y al revés, un esencialismo completamente antibiológico, y la psicología, en el mejor de los casos, está dividida sobre el tratamiento que conviene a los individuos aquejados de disforia de género. En cuanto a tener en cuenta sus experiencias, nos tememos que el padre se refiere más a sus inclinaciones, algo a lo que la doctrina hace bien en no darle demasiado ‘peso’.

Carlos Esteban

viernes, 7 de septiembre de 2018

THE ‘GAY PRIEST’ PROBLEM And it is a PROBLEM (Michael Voris)


Duración 6:19 minutos

 TRANSCRIPT

Father James Martin is not going to like this one.
Men who see themselves as "gay" should not be ordained — period.
Why? Because homosexuality is a psychological disorder which can too often end up damaging the lives and souls of not only those afflicted, as nearly all afflictions can, but in particular the damaging effects of homosexuality can be transferred to the sheep who entrust themselves to the spiritual care of such men.
And as an aside, just because the American Psychological Association was politically bullied in 1975 to declare homosexuality "normal" does not make it so — it's not.
It is always the result of a deep wound, almost always not the fault of the person but nonetheless his to now suffer with. It is a cancer of the mind and self-image. The man who sees himself through the lens of being sexually attracted to other men can never be psychologically healthy enough to minister in the priesthood, and this is true even if the man remains completely chaste.
This issue is not one of chastity, but one of psychological fitness.
The priesthood is a place where healthy men who are well grounded in their identity as a man can put themselves on the line for the good of their sheep.
The reason psychological health is so necessary in this regard is because this is the precise aspect of the soul of the priest which enables him to move beyond himself for the sake of the other — a true altruism. A man who is wounded psychologically cannot behave in this manner because he is too concerned with addressing his inner pain, consciously or unconsciously.
Gay priests are just not capable of giving themselves totally to the sheep. In truth, most men are not really capable of that, which is why most men cannot and should not be priests.
It's also one of the reasons we see such failure of fatherhood and husbandry in the society at large these days because most men have had their masculinity stripped from them through broken families or media glorification of everything bad in masculinity and a hundred other causes. No man who sees himself in any distorted way should be ordained or even admitted to seminary.
But a flood of psychologically wounded men, wounded by their homosexuality, have been allowed into seminary and been ordained and a large percentage of U.S. bishops are included among them.
These men — owing explicitly to their pain from this psychological illness — seek each other out, a "misery loves company" kind of mindset.
They form cliques, associate with one another, embolden one another, in some cases rationalize sin for one another, and their priesthood becomes a gay-centric priesthood not really about the people as much as it is about themselves. They become the center of parish life, Masses become about them, their homilies are personal stories meant to elicit warm and fuzzies from the pewsitters, the Church itself becomes not a door to salvation, the gate of Heaven, but a large treatment center for their illness.
The gay man is terrified of rejection on a foundational psychological level, and owing to this, will not preach the hard truths of the Faith because when the inevitable blowback comes, he takes it personally
In fact, everything about his life is inward-turned, it's all personal for him. Many of these men go on personal crusades to get the parish to "accept" them. It becomes the focus of their entire priesthood, and when they rise up the ranks, they bring in others who see the world through the same lens.
Those men get promoted to vocation directors, rectors at seminaries and so forth.
And it doesn't take long to see how seminaries could easily become a ticking time bomb where homosexual men in power, unstable in their own psychologies, begin lusting after seminarians subordinate to them.
Effeminate men are welcomed into these environments not because they have a genuine call to serve at the altar, but because they represent a steady supply of fresh meat.
Men who have a genuine calling are screened out, precisely because they are psychologically healthy and offer very little chance of ever succumbing. This is the world the seminaries in the United States — and other countries — have operated within for decades.
Why are so many priests swishy? Because bishops and vocations directors and directors and so forth are homosexual themselves and have made it a point to turn the priesthood into a gay profession.
James Martin himself even recently said there are thousands of homosexual men in the priesthood in the United and the priesthood would essentially collapse if every priest who was gay was tossed out.
Regardless of what pro-gay Cdl. Cupich says, all of this crisis in the priesthood is exactly a gay thing.
It was gay men preying on minors that was the heart of the issue revealed back in 2002, something gay bishops did not want talked about, so they were happy to go along with Theodore McCarrick when he said it's not a gay thing, but psychological immaturity, as he trotted back to his notorious beach house to sexually assault the next group of vulnerable seminarians while his gay brother bishops looked the other way.
And as Abp. Viganò has flatly stated in his testimony, the heart of this problem is a homosexual network in the priesthood and huge numbers of bishops and cardinals are all part of it.
So Catholics, let's deal in reality here and not allow homosexual men — many who are active — who have devastated the Catholic priesthood set the narrative.
There is only one narrative which is truthful: This is a problem with gay priests. Until the good bishops come to terms with this, it's going be one heck of an uphill struggle.

Michael Voris

viernes, 24 de agosto de 2018

Pro-Gay Jesuit: “Make Homosexuals Eucharistic Ministers” (Jesuita pro-homosexual: “Ordenar como ministros de la Eucaristía a homosexuales”)



INGLÉS

The homosexual propagandist Father James Martin called at the pro-gay World Meeting of Families (August 23) for inviting active homosexuals into "parish ministries” so that they could become “Eucharistic ministers, music ministers, lectors” and get “every ministry”.
Martin's propaganda talk was published on AmericaMagazine.org. [Clic below]

Father James Martin: How parishes can welcome L.G.B.T. Catholics

He further claimed that the Church made homosexuals “feel like lepers”. In reality it is the New Testament that radically condemns homosexual fornication.
Adding insult to mockery Martin added: “Most L.G.B.T. Catholics have been deeply wounded by the Church.”

The Vatican will have to answer the questions what such ludicrous tirades have to do with a [Catholic?] "Meeting of Families".


 ESPAÑOL

El propagandista homosexual, el padre James Martin, llamó el 23 de agosto en el Encuentro Mundial de las Familias a invitar a los homosexuales activos para ser “ministros parroquiales”, de modo que podrían ser “ministros de la Eucaristía, ministros músicos, lectores” y ocupar “cualquier ministerio”.

La conferencia-propaganda de Martin fue publicada en AmericaMagazine.org. [Clic debajo]
¿Cómo pueden acoger las parroquias a los católicos LGTB?

Afirmó, además, que la Iglesia ha dado lugar a que los homosexuales “se sientan como leprosos”. En realidad, es el Nuevo Testamento el que condena en forma radical la fornicación homosexual.

Añadiendo 
a la burla un insulto, Martin agregó: “La mayoría de los católicos L.G.B.T. han sido profundamente heridos por la Iglesia”.

El Vaticano tendrá que responder qué tendrán que ver esas diatribas absurdas con un “Encuentro [¿Católico?] de las Familias”.

(Traducido por José Martí)

Este consejero del Vaticano [James Martin] está llevando a los católicos hacia la inclusión LGTB (6 de Junio de 2017)




(RNS) In 1992, the Vatican under Pope John Paul II published the Catechism of the Catholic Church, which stated, among many other things, that “homosexual tendencies” are “objectively disordered.” One of the principal theologians who shaped the document was Cardinal Joseph Ratzinger, who would succeed John Paul II as Pope Benedict XVI. He too would take a hard-line stance against homosexuality.

Two decades later, Pope Francis has signaled what many believe to be a softening on the matter.

In 2013, when asked about gay priests, he famously replied, “Who am I to judge?” He has continued to call for the Catholic Church to treat LGBT people with dignity and respect, and to fight discrimination against sexual minorities.

But the church may be on the cusp of another baby step in this ongoing discussion with the publication of a new book by a popular Jesuit priest, James Martin: Building a Bridge: How the Catholic Church and the LGBT Community Can Enter Into a Relationship of Respect, Compassion, and Sensitivity.

Martin argues the church must move from a position of tolerance to inclusion when it comes to LGBT people. He criticizes the language of disorder from the catechism, calls on Catholics to stop firing LGBT people from church positions and frequently uses terms like “gay” and “lesbian” that many Catholic officials avoid.

RELATED: Top Vatican and US church officials back new gay-friendly book

The book carries with it a sense of authority. It was approved by Martin’s Jesuit superiors and is endorsed by two Catholic cardinals and a bishop. And Martin was recently appointed by Francis as consultant to the Vatican’s Secretariat for Communication, which manages Vatican TV and radio as well as the pope’s social media presence.

I sat down with Martin to discuss his message, and he told me he isn’t the only person connected to the Vatican who wishes to see the church move toward LGBT inclusion. Here we discuss what that looks like, how likely it is to happen and why he is putting his reputation on the line to fight for it.

- You’re arguing for inclusion of LGBT in Catholic churches. How is it possible to include someone that your church believes is actively living in sin?


Simply being LGBT is not sinful, according to Catholic teaching. That’s a common misconception. Even the catechism talks about welcoming them with “respect, compassion and sensitivity,” which is the genesis of the book’s subtitle. More basically, LGBT Catholics are baptized, and so they’re as much a part of the church as the pope. Sometimes when LGBT people tell me they feel like they’re being pushed out of the church, I’ll say, “Don’t let anyone push you out. It’s your church too.”

- Let’s assume you’re successful and churches open their arms to the LGBT community. Is it even possible for LGBT people to feel welcome in the Catholic Church?

​Yes, and many parishes show what this means in practice. Of course, some parishes are more forward-thinking and have LGBT support groups, like the successful “Out at St. Paul” group at the Church of St. Paul the Apostle in New York. But there are quieter ways of welcoming LGBT people — mentioning them in homilies; encouraging them to participate as lectors, ministers of hospitality and in other parish ministries, and getting to know them personally.​ And, above all, listening to them.

- A lot of Catholic leaders avoid using labels like “gay” and “lesbian,” opting instead for terms like “same-sex attracted.” Why did you decide to use the more common labels?

Because those are the terms that LGBT people use. People have a right to name themselves. It’s similar to the reason we no longer use terms like “Negro.” Why not? Because the African-American community opted for terms like “African-American” and “black” over time. Catholics are supposed to treat LGBT people with “respect,” and it’s disrespectful in the extreme to continue to use names that they not only don’t use, but reject. ​

The Catechism of the Catholic Church teaches that “homosexual acts are intrinsically disordered.” Do you affirm and agree with this teaching and language?

I’m no theologian, but I would say that some of the language used in the catechism on that topic needs to be updated, given what we know now about homosexuality. Earlier, for example, the catechism says that the homosexual orientation is itself “objectively disordered.” But, as I say in the book, saying that one of the deepest parts of a person — the part that gives and receives love — is disordered is needlessly hurtful. A few weeks ago, I met an Italian theologian who suggested the phrase “differently ordered” might convey that idea more pastorally.

Can you understand the pain that LGBT Catholics have felt?

Absolutely. Over the past 20 years, I’ve done what you might call an “informal ministry” with LGBT Catholics. They’ve come to me for spiritual counseling, confession and conversation. And they’ve told me the most appalling stories of being ignored, excluded and insulted — by priests and lay workers in their parishes. There is simply no group as marginalized in the Catholic Church as LGBT people. Sometimes they’re treated like lepers. So yes, I understand their pain.

Recognizing that this is just conjecture, how do you predict the Catholic Church’s teaching on homosexuality will be different in 100 years?

​I hope that the church would more fully embrace Jesus’ call to reach out to those on the margins, those who feel excluded. In the past, when it came to the LGBT community, we led with condemnations. Which is not what Jesus does. For Jesus it is, more often than not, a welcome first. Think of the story of Zacchaeus, the chief tax collector in Jericho, who would have been considered the chief sinner in the city. As he’s passing through Jericho, Jesus sees him and says, “Tonight, I must dine at your house!” It’s a public sign of welcome. That came first for Jesus, and that’s what should come first for the church. ​

What kind of pushback do you expect to receive?

Most likely, some church leaders will think I’ve gone too far, and some LGBT people will think I haven’t gone far enough. A few church leaders ​might find the call to stop firing LGBT people in same-sex marriages a challenge, and some LGBT Catholics might find my call to treat the hierarchy with respect a challenge. On the other hand, the book has been endorsed by two cardinals, one of them an official in the Vatican. So I think there’s an opening here. And the LGBT people who have read it have thanked me for writing it. So something is changing in the church. Something new is happening. I think it’s the right time for a book like this.


(RNS Senior Columnist Jonathan Merritt writes the “On Faith and Culture” column)

[De gran interés -actual- la lectura del artículo de RNS de título FR. MARTIN’S FALSE COMFORT]

jueves, 23 de agosto de 2018

Un laico responde a James Martin: "Es odio no decirles a los grupos LGTB que la práctica de la homosexualidad les conduce al infierno"‘


DUBLIN, Ireland, August 23, 2018 (LifeSiteNews) – To not tell Catholics who identify as LGBT that homosexual acts will lead them to hell is actually showing them hate. This was the bold message delivered Wednesday to the family conference running concurrent to the Vatican’s LGBT-affirming World Meeting of Families (WMOF) in Dublin, Ireland this week.
Telling the truth to LGBT Catholics is urgent, LifeSiteNews’ co-founder and Editor-in-chief John-Henry Westen said, because we decide where we’re going for all of eternity by our choices and actions during our lives.
“That’s the seriousness of what we’re dealing with here,” said Westen. “And that’s the seriousness we need to convey to all those in our lives who are afflicted with sexual confusion.”  
“It’s hate not to tell LGBT Catholics that gay sex leads to hell,” he told attendees at “A Conference of Catholic Families.” 
Westen noted for the audience how not more than 10-minutes’ walk from the Conference locale Jesuit Father James Martin would be delivering the message to Catholic families at the Vatican-presented WMOF that homosexuality and transgenderism are normal and should be welcomed as such in Church life.
Indeed, the Vatican advisor and pro-LGBT Jesuit priest Fr. Martin told participants at the WMOF today that homosexuals and their families must be welcomed into parishes and “invited into parish ministries” specifically mentioning them becoming “eucharistic ministers.” He called on Catholics to be advocates for homosexuals. 
Pro-life and family Catholics were incensed that the ubiquitous LGBT-affirming activist priest would speak at the event, some petitioning against it or declining to attend because of the scandal Martin’s dissent from Church teaching on sexuality would create.
Martin’s appearance was one of several signs in the months leading up to the WMOF signaling an LGBT affirmation rooted in the event. 
There were also images of same-sex couples and pro-homosexual text included in WMOD promotional material, LGBT language was used in a WMOF brochurecreated to seek volunteers for the event, and a video produced by the Irish bishops to prepare Catholics for the WMOF cast Church teaching on homosexuality in a negative light.  
Concerns over the LGBT push via the WMOF led the Lumen Fidei Institute to organize “A Conference of Catholic Families” as a WMOF alternative for Catholics that would honor Christ’s vision for marriage and family life based on magisterial Church teaching. 
Well over 400 gathered in Dublin for the Conference running for two days and live streamed, featuring several leading voices of Catholic orthodoxy.  Speakers at the event include Cardinal Raymond Burke (video address), Fr. Thomas Weinandy, Dr. Robert Royal, Dr. Gerard van den Aardweg, LifeSiteNews' John-Henry Westen, John Smeaton, Edward Pentin, Bishop Athanasius Schneider (video address), and others. 
To illustrate that one cannot be silent about the dangers of homosexual activity, Westen pointed to the 1986 document from the Congregation for the Doctrine of the Faith (CDF) titled, “Letter to the Bishops of the Catholic Church on the Pastoral Care of Homosexual Persons,” which emphasized the necessity of “clearly stating that homosexual activity is immoral.”
“But we wish to make it clear that departure from the Church's teaching, or silence about it, in an effort to provide pastoral care is neither caring nor pastoral,” it states. “Only what is true can ultimately be pastoral. The neglect of the Church's position prevents homosexual men and women from receiving the care they need and deserve.”
“This is the teaching of the Church,” Westen said. “What we are hearing 10 minutes away is not.” 
“It is actually not caring and not pastoral to be silent on these things,” he added.
Ireland has had huge and heavy crosses to bear, said Westen, citing that the country had received no support from Rome in 2015 on its same-sex “marriage” referendum, nor for the abortion referendum earlier this year. Same-sex “marriage was embraced and the country’s eighth amendment protecting the lives of preborn babies was overturned. 
The question becomes very real for parents, he told the Conference, and implored Catholics to be faithful in their prayer life, and to make sure they are practicing the faith in the sexual realm.
Westen reminded the Conference that the first vision seen by the three shepherd children of Fatima in 1917 was a vision of hell, interesting, he said, because Our Lady wanted to point to the errors that were upcoming. 
The Blessed Mother also made a telling prediction to Jacinta regarding impurity, also saying; "More souls go to Hell because of sins of the flesh than for any other reason.” 
Westen referenced several sources, some of them unlikely, to explain the logic and concrete need in acting to save sexually confused souls from hell.
These included atheist performer Penn Jillette who’d asked in 2008, “How much do you have to hate somebody to believe that everlasting life is possible, and not tell them that?” 
“It’s hate not to tell same-sex-attracted Catholics that gay sex leads to hell,” Westen stated. “It’s not love - as what it’s painted as 10 minutes’ walk from here.”
Westen noted there are many studies showing the detrimental effects to the body, mind, emotions of same-sex behavior, including a 20-year shorter lifespan, abuse, and sexually transmitted diseases.
“This lifestyle harms your body, your mind and your heart, but it also harms your soul,” Westen said. “And it is hate not to tell same-sex attracted people that.”
Regarding transgenderism, he pointed out how it would be considered mentally ill to surgically remove any other healthy body part, but in the case of healthy sexual organs, it’s considered fine and good, paid for by tax dollars and celebrated - even when done to little children.
A most common line heard when you confront any of this is to be called a hater and a bigot, Westen said, but the reality is doing so means you love same-sex attracted individuals.
“We are called to pray for the grace to love the things that God loves and hate the things that God hates,” he said, citing a priest at a recent retreat he attended, also noting that penitents pray that they “detest all their sins” in the Act of Contrition.
“How many of us actually detest sins?” asked Westen. “Have we been asking for the grace to detest sin? We need to be.”
The Catholic laity has to beg Church leaders to actually do what they’re called to do, he said, because it’s tough to stand up on these truths, recalling the sad example of Ireland’s Church hierarchy recently agreeing to counsel those in a same-sex “marriage.”
The late Columbian Cardinal Alfonzo Trujillo had said that allowing homosexual adoption equates to moral violence against the child, Westen noted, and the cardinal had explained that it was out of love that the Church was pointing out these dangers. 
Pope Benedict XVI spoke repeatedly about the issue as well, saying in 2008 that the Church must “protect man from self-destruction,” and later in 2010, stating how the Fatima message was evident in that “the greatest persecution of the Church comes not from her enemies without, but arises from sin within the Church.”
Guinean Cardinal Sarah spoke in March of 2017 about a “serious crisis of faith” not only especially “among many priests and bishops,” as well as “the serious crisis that the Church is going through: relativism in doctrinal, moral and disciplinary teaching, grave abuses, the desacralization and trivialization of the Sacred Liturgy”
Westen also quoted Our Lady of Akita in 1973 saying the work of the devil would infiltrate the Church and cause division among prelates.
“You can watch all the sufferings we are now experiencing with joy,” Westen said, because you know that in the end the Immaculate Heart will triumph.” 
He told the Dublin Conference how Sister Lucia, the Fatima seer who lived to adulthood, had recounted in a letter to the late Cardinal Carlo Caffara that Our Lady told her “the final battle between the Lord and the reign of Satan will be about marriage and the family.”
And he said Our Lady had told Lucia that those who work for the sanctity of marriage and family would be opposed, but that she had already crushed the serpent’s head.
Westen urged those at the Conference to be no longer silent in defense of children, the Catholic and liturgy, and the Eucharistic Lord. The right and duty for the lay faithful to do so is affirmed by both Canon Law and St, Thomas Aquinas, he added (Can. 212 §3) and (II-II Q. 33, art. IV.) respectively.
“We must be silent no more,” Westen said. “We must not allow the abusers of our children to have the pedestal as they’re having 10 minutes away.”
Lisa Bourne