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martes, 4 de septiembre de 2018

Noticias varias 4 de Septiembre de 2018



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Pro-homosexual cardenal Cupich miente, está en problemas

Grecos-ortodoxos permiten segundo matrimonio [adúltero] para sacerdotes 

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¿Una pastoral de Medjugorje? Observaciones críticas de Manfred Hauke

«No voy a decir ni una palabra sobre el asunto» (De Mattei del 1 d septiembre)

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Archbishop Viganò responds to Vatican pushback about Pope’s meeting with Kim Davis (Diane Montagna)

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La Iglesia debe volver a constituir un signo de contradicción

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No, el Papa no siempre tiene la razón

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"Caso Viganò", 27.000 mujeres católicas pidiendo respuestas a Francisco

Selección por José Martí

Francisco, en Gaudete et Exsultate: “No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro” (Carlos Esteban)



Ha dicho el Papa en una reciente homilía en Santa Marta que la respuesta ante los ataques debe ser el silencio, ese mismo silencio que en Gaudate et Exsultate consideraba “insano”.

El silencio, ¿es bueno o malo, conveniente o no? De acuerdo con Su Santidad, la respuesta debería ser ‘a la gallega’: depende. En la homilia de su primera misa en Santa Marta desde el estallido del escándalo del Informe Viganò, el Santo Padre nos enseña que “con las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”, el único camino a seguir es el del “silencio” y la “oración”, lo que contrasta con lo que nos dice en el punto 26 de Gaudete et exsultate (“No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro”), o con el 152 (“Pero ruego que no entendamos el silencio orante como una evasión que niega el mundo que nos rodea”).

Por supuesto, no es absolutamente incompatible que algo sea bueno en una circunstancia y malo en otra, pero siembra cierta perplejidad los momentos que elige Francisco para elogiar el silencio, casi tanto como su crítica aparentemente general en Gaudete.

La oportunidad de la defensa de una silencio que se presenta indisimuladamente como ‘crístico’ nos plantea ciertas dificultades.

El Santo Padre elogia exactamente el camino por el que él mismo optó en el avión de vuelta de Irlanda, como respuesta a la pregunta de una periodista sobre el informe recién hecho público del arzobispo Carlo María Viganò, hoy en paradero desconocido; y parece limitarlo, en la ocasión, como reacción ante las acusaciones de “las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”.

Creo que advertirán inmediatamente el problema: ¿quién soy yo para juzgar si la persona que me acusa “busca solo el escándalo y la división”? Esa misma persona podría pensar lo mismo de mí; podría, si se dejase arrastrar por el espíritu del juicio y comportarse como un pepinillo avinagrado, achacarme un espíritu de división o incluso el deseo de escapar a mis responsabilidades.
Jesús, en efecto, eligió el silencio ante sus acusadores porque, siendo Dios, podía leer los corazones y saber -no suponer- que su intención era torcida. Doy por hecho que Su Santidad no se arroga esa misma facultad.
Una dificultad añadida a ésta de la imposibilidad de juzgar las intenciones del acusador -siguiendo el principio ‘De internis, neque ecclesia’, ni la iglesia puede entrar en el alma de los seres humanos-, es que la actitud elegida se parece demasiado a la estrategia procesal que cualquier jurista avezado reconoce en casos similares. Los americanos lo llaman “acogerse a la Quinta Enmienda”, y es común entre los detenidos este silencio.

De hecho, los precedentes no son demasiado halagüeños si centramos el caso en acusaciones contra clérigos en relación con los escándalos de abuso en la historia reciente. Que recuerde, el último en compararse con Cristo guardando silencio ante las acusaciones fue Marcial Maciel, el diabólico fundador de los Legionarios de Cristo. Cuando Maciel recibió la notificación de la Santa Sede destituyéndole ante las acusaciones, la Legión emitió una nota de prensa cuyo segundo punto reza así: “Frente a las acusaciones levantadas con él, declaró su inocencia y, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, decidió no defenderse en modo alguno”.

No es un precedente tranquilizador. Como quizá tampoco lo sea que Su Santidad aproveche una homilía para elogiar la postura que ha elegido seguir.

Por lo demás, el Santo Padre puede estar acertado al recomendar el silencio ante las acusaciones -sin juicio de intenciones- como una mortificación añadida para perfeccionamiento del alma. Pero tenemos dos razones, creemos que de peso, para pensar que el consejo no es aplicable a este caso.

En primero lugar, el fiel que se niega responder a las acusaciones que se hacen contra él tiene que tener como límite el escándalo: no hay virtud en dejar que otros piensen que hechos escandalosos son ciertos si no lo son. No sólo porque la verdad nos hace libres y hay que confesarla a tiempo y a destiempo, sino porque esa obligación es especialmente grave cuando la falsedad puede llevar al desánimo y al escándalo del prójimo.

En segundo lugar, no estamos ante una acusación privada, algo que afecte exclusivamente al alma de Jorge Bergoglio, sino ante una denuncia que daña a la Iglesia misma. El Papa puede decidir que no responder a la humillación de un falso testimonio levantado contra él purifica su alma, pero aquí no se trata de él, sino de más de mil millones de fieles católicos que quieren conocer la verdad y que, en su abrumadora mayoría, están más que dispuesto a creer al Santo Padre.

Por el honor de la Iglesia, por la edificación de los fieles, para que brille la verdad, Su Santidad podría acabar con la insoportable zozobra de tantos y disipar las acusaciones con la sencilla orden de que se muestren los documentos que prueban su inocencia. Eso le imploramos.
Carlos Esteban

Carta abierta a nuestros detractores de buena fe (Carlos Esteban)



¿Es impensable que el Informe Viganò sea cierto? ¿Por qué? ¿Es impecable Su Santidad? Si es falso, ¿no tiene más sentido desmentirlo? Si es cierto, ¿hizo mal Viganò en denunciarlo, aunque sea lo que ha pedido el propio Papa?

De los ‘renovadores’ no hablaré mucho, porque sé lo que quieren, y en su honor hay que decir que no disimulan demasiado: quieren otra Iglesia. Quieren lo que anunció alborozado el Padre Rosica, una “nueva fase”, una ruptura con lo anterior, un modo distinto de concebir la Iglesia Católica, que quedaría tan ‘aggiornata’ con las modas ideológicas imperantes en el mundo que apenas resultaría distinguible de él.

Estos, para ser sinceros, no me interesan gran cosa. Llevan décadas anhelando ese cambio y, desde que les leo, me han parecido siempre más interesados en la ideología a cuyo servicio quieren poner a la Iglesia que en la Iglesia misma, por no hablar de sus pretensiones sobrenaturales, en las que parecen, por lo común, poco o nada interesados.

Me interesan más los otros, aquellos que nos atacan con furia, no porque deseen una ‘nueva Iglesia’, no porque aspiren, como los anteriores, a cambiar la doctrina, sino porque de buena fe piensan que nuestras críticas están erradas y son perjudiciales y contribuyen al descrédito de la Iglesia.

Conozco personalmente a muchos de ellos, y puedo atestiguar su buena fe. A esos me dirijo, justo ahora que el ‘affaire Viganò’ les ha hecho redoblar los ataques contra esta publicación o contra cualquiera que ose otorgar crédito alguno a las acusaciones del arzobispo.

La primera pregunta que les dirijo es muy sencilla: ¿qué hubieran hecho ellos?

Es decir, imaginen el caso. Supongan que llevan media vida trabajando en la Curia y observan todo tipo de porquerías. ¿Cuál es el curso de acción más moral en este caso? ¿Denunciarlo discreta, incluso secretamente al Papa? Eso es exactamente lo que hizo Viganò, primero como número dos de la Gobernación del Estado Vaticano, referido principalmente a corrupción económica, y luego como nuncio en Estados Unidos, en relación al escandaloso comportamiento del ex cardenal McCarrick.

No estoy dando por bueno el informe; pregunto solo qué harían ellos, los críticos de Viganò, si efectivamente hubiese sido así.

Imaginen que descubren en Estados Unidos que un poderoso e influyente cardenal, disciplinado por el Papa anterior para que lleve una vida retirada de oración y penitencia, no solo hace caso omiso a la prohibición y se le ve celebrando y discurseando y participando en todo tipo de actos sino que es favorecido por el nuevo pontífice como asesor de confianza y representante suyo en delicadas misiones. ¿Qué harían?

Comunicárselo al Papa, naturalmente, que es lo que hizo Viganò. Y si al cabo ven que el Papa mantiene su favor hacia el prelado escandaloso y, cuando al fin estalla el escándalo, Su Santidad se hace de nuevas y muestra una sorprendida indignación y habla de ‘dolor’ y de ‘vergüenza’, sabiendo usted perfectamente que conocía la situación, ¿qué hacer?

¿Seguir callado? Bien, es una opción. Es exactamente la opción que han adoptado casi todos, la misma que nos ha traído a esta crisis. Es exactamente la confianza en el silencio de los buenos lo que ha hecho que la peor clase de abusador campe a sus anchas durante décadas hasta que, finalmente, sus abusos no pueden seguir ocultándose y los desvela la prensa o la justicia seculares.

¿Es eso lo correcto? Si la respuesta es “sí”, ¿por qué tanto el propio Papa como todas las conferencias episcopales del mundo dicen lo contrario? Porque no creo tener que recordar que Francisco ha insistido en que se debe denunciar siempre, en cualquier caso, sin miedo a represalias. Que quienes denuncian tienen, al menos, el beneficio de la duda, y que ‘atacar al mensajero’ como primera providencia no es solo injusto, sino que es exactamente la causa de que las víctimas o los testigos no se atrevan a denunciar.
Naturalmente, Viganò puede estar lisa y llanamente mintiendo. Por supuesto, sus alegaciones deben demostrarse. Pero si hay que dar a Su Santidad el beneficio de la duda, también Viganò tiene derecho a no ser atacado por su denuncia mientras se ignore si es o no cierta.
No es que haya visto algo impropio y haya llamado inmediatamente a la prensa. En todo momento, hasta el último, ha seguido fielmente los trámites reglamentarios y las normas obvias de discreción. Hasta llegar al Papa. ¿Está el Papa por encima de toda crítica, es moralmente erróneo criticarle o denunciar un abuso por su parte?

No es lo que nos ha dicho el propio Francisco, que, por si ni fuera evidente, hizo explícito en los primeros años de su pontificado que no hay nada malo, al revés, en criticar al Pontífice.

Así que, en la hipótesis de que lo que cuenta Viganò fuera real, ¿qué hubieran hecho los que ahora le atacan? ¿Callar? ¿Dejar que triunfe la mentira, hasta que sea un enemigo de la Iglesia quien la denuncie o hasta que acabe pudriendo aún más nuestra jerarquía? ¿Es eso lo correcto?
Y aunque insisto en que lo que cuenta Viganò pueda ser completamente falso, no es en absoluto inverosímil. El hecho de que lo denuncie quien por su posición tenía acceso a la información que desgrana lo hace, al menos, creíble, en absoluto disparatado. No es algo que repugne a la razón, algo que suene absurdo o de todo punto improbable. Salvo, naturalmente, para quienes quieran sumar al dogma de la infalibilidad del Papa uno nuevo sobre su impecabilidad. Pero ese segundo sería harto difícil de compatibilizar con lo que nos enseña la Historia de la Iglesia.
Por razón de su cargo, Monseñor Viganò tenía pleno acceso a la información que publica, y su denuncia es concreta y detallada. Tan concreta, de hecho, que de ser falsa solo sería necesario un desmentido y la apertura de algunos archivos para que la Iglesia universal pudiera dejar atrás, aliviada, este sucio asunto. ¿Quién podría no desear eso?

Carlos Esteban

Cuando un hombre PUEDE PEGAR A UNA MUJER de manera legal gracias a la IDEOLOGÍA DE GÉNERO


Duración 4:51 minutos


De silencios y escándalos (Specola)



Tenemos que resaltar que el caso Viganò no es noticia tanto por su protagonista como, sobre todo, por su contenido. No es algo que pasará como si tal cosa sino que nos acompañará por mucho tiempo y marca un antes y un después en el pontificado

Por ahora no tenemos muchas novedades, pero el tema sigue vivo y las desacreditaciones al autor no han conseguido distraer la atención sobre la gravedad de su contenido que sigue sin ser desmentido

La iglesia de los Estados Unidos está pasando por momentos de gran tensión y crecen las peticiones de claridad y transparencia tan prometidas y, por ahora, jamás vistas. 

Se habla de escándalo y creemos que no es así. Estamos hablando de un testimonio y, como tal, lo importante es que contiene gravísimas acusaciones: ése es el verdadero escándalo. 

Los juegos malabares pueden distraer la atención por un tiempo, pero no anular la fuerza de los argumentos contenidos. Ya estamos cansados de viejas estrategias de manual que lo único que hacen es que la justicia civil tome la iniciativa y terminemos con otro “nos hemos equivocado”. 

Después de Chile y Australia seguimos sin aprender. Recomendamos vivamente la lectura del artículo de Francisco José Contreras. 

El futuro de la iglesia puede pasar por Estados Unidos. El Papa Francisco en persona ha reconocido que las cosas no se han hecho bien, pero algunos defensores quieren incluso cambiar las palabras del pontífice y demostrarnos que la vigilancia se ha ejercido con maestría, negando la evidencia.

Specola

Noticias varias 2 y 3 de Septiembre de 2018




CNN

Ex alto funcionario del Vaticano lanza nueva acusación contra el papa

Sobrevivientes de abusos sexuales de sacerdotes piden al Departamento de Justicia de EE.UU. que investigue a la Iglesia católica

GLORIA TV

Cardenal Tobin cambia su historia

Vaticano tratará de “negar” la evidencia condenatoria presentada por Viganò

INFOVATICANA

Viganó responde a los principales argumentos vertidos en su contra

¿Por qué la prensa mundial protege al Papa Francisco?

La iglesia se cae o lo que se cae no es la iglesia, mejor sin homilia, el Dios de la historia. (Specola)

INFOCATÓLICA

"No hay curas homosexuales. Hay homosexuales curas". La pedofilia homosexual en la Iglesia. Sermón (Javier Olivera Ravasi)

Santa nostalgia desde la Argentina (Bruno Moreno)

IL SETTIMO CIELO

Francisco reincidente. No encubrió sólo a McCarrick

Selección por José Martí