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viernes, 13 de enero de 2023

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Benedicto XVI: ¿Doctor de la Iglesia? (Varios autores)



Transcribo seguidamente un breve artículo[1] leído ayer en un conocido sitio católico tradicional español que refleja acabadamente la inmensa confusión imperante sobre la situación de la Iglesia en ámbitos “tradicionalistas” y “conservadores”:Creo que Benedicto XVI, que fue nuestro Papa, merece ser declarado Doctor de la Iglesia por una razón fundamental: porque supo mostrar la belleza, la bondad y la racionalidad de la fe católica de siempre con los lenguajes y las formas adecuadas en cada momento. Y también porque fue un hombre grande en su humildad. Jamás trató de imponer su fe a los demás, sino de dialogar con todos para mostrar la verdad del hombre y la verdad de Dios hecha carne en Jesucristo, gracias al Espíritu Santo. Mostró con obras y palabras que la fe se propone dialogando, razonando, orando, celebrando la sagrada liturgia de la Iglesia. El tiempo dirá si la Iglesia le eleva a los altares, pero creo que sí cumple con los cánones para ser declarado Doctor de la Iglesia.


Es tal la desorientación sobre el tema que me limitaré a decir lo siguiente: todos los papas conciliares han profesado, difundido y puesto en práctica las herejías del CVII. Nadie juzga sus conciencias, eso queda reservado a Dios. Lo que es consternante es que se pretenda erigir a estos papas conciliares en paladines de la fe y en modelo de santidad.

A modo de ejemplo de lo que digo, cito al Cardenal Ratzinger:“Si se desea presentar un diagnóstico del texto [Gaudium et Spes] en su totalidad, podríamos decir que, en unión con los textos sobre la libertad religiosa [Dignitatis Humanae] y las religiones del mundo [Nostra Aetate] se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus [...] Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789”.[2]

Añado citas de otros dos teólogos modernistas muy influyentes que declararon abiertamente el carácter revolucionario y heterodoxo del CVII:“La Iglesia ha hecho pacíficamente su revolución de octubre” (Yves Congar, Le Concile au jour le jour, 2ª session, París, Cerf, 1964, p. 115). Y a propósito de la Iglesia escribía: “Lumen Gentium abandonó la tesis que la Iglesia Católica sería Iglesia de modo exclusivo” (Yves Congar, Essais Ecuméniques, Le Centurion, 1984, p. 216). En relación con el ecumenismo: “Es claro, sería vano de esconderlo, que el decreto conciliar Unitatis redintegratio dice sobre varios puntos otra cosa que el ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, en el sentido en que se entendió, durante siglos, este axioma” (Ibid. p. 85). Admitió también Congar que la declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa es contraria al Syllabus del Papa Pío IX: “Es innegable que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa expresa algo muy distinto de aquello que afirmó el Syllabus de 1864, diciendo justamente lo contrario de las proposiciones 16, 17 y 19 de ese documento” (Yves Congar, La crise d’Eglise et Mgr. Lefebvre, París, Cerf, 1977, p. 54). Por su parte, el Cardenal Suenens dijo que “podríamos hacer una lista impresionante de las tesis enseñadas en Roma antes del Concilio como las únicas válidas, y que fueron eliminadas por los Padres conciliares” (I.C.I., 15 de mayo de 1969).[3]

Cito a continuación algunos pasajes de viejas publicaciones en las que explico mi postura acerca de este delicado asunto:

I.[4] […] El Vaticano, con Francisco a la cabeza, se encuentra abocado de lleno a la tarea de unificar las diversas religiones del orbe y a la humanidad en su conjunto, promoviendo el indiferentismo religioso y profesando sin embozo alguno el humanitarismo laico y naturalista pergeñado en las logias masónicas. Pero deseo hacer acá una indispensable aclaración: así como es importante denunciar los escándalos a repetición perpetrados por Bergoglio, así también lo es el ser consciente de que este hombre no es sino un fruto hediondo del CVII y su ecumenismo modernista, el cual ha sido implementado por todos los papas conciliares a partir de Roncalli, incluyendo a los “tradicionales” JPII y BXVI, quienes fomentaron sistemáticamente el indiferentismo religioso a partir de las jornadas interreligiosas de Asís, convocadas por primera vez en 1986 por Wojtyla, siendo entonces Ratzinger el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir, la persona supuestamente encargada de velar por la ortodoxia doctrinal. Denunciar y combatir a Bergoglio es un deber. Pero denunciar y combatir solamente a Bergoglio es signo de una profunda incomprensión de la causa de los males presentes, constituye una postura a la vez incoherente e inconducente y lleva a una situación de complicidad objetiva con los enemigos de la Iglesia, sin perjuicio de las buenas intenciones que pueda tener cada uno…

II.[5] […] Desgraciadamente, los escandalizados por Amoris Laetitia, por el Sínodo Amazónico y el culto a la “Pachamama”, o por el cuestionamiento del celibato sacerdotal, en general, no perciben esto. No logran comprender que, desde el principio, Bergoglio ha dado muestras indiscutibles de su modernismo visceral, evidenciado por herejías y blasfemias tan numerosas como incesantes, prácticamente todas ignoradas, o minimizadas, dicho sea de paso. Lamento mucho tener que decirlo, pero esto es algo muy grave, dado que, desde esta perspectiva, aparentemente bastaría con que se eliminara una nota al pie de página de Amoris Laetitia -la que deja la puerta abierta para la comunión de los “recasados”-, o con que se preservara la disciplina del celibato sacerdotal, para que la situación retornara a la “normalidad”, o cuando menos, para que se hubiera “evitado lo peor”.

Esta mirada es tan ingenua como irresponsable, puesto que soslaya lo esencial del asunto, que reside en el ecumenismo y el naturalismo modernista de Bergoglio y de todos sus predecesores conciliares -con la sola diferencia de que éstos últimos solían cuidar más las “formas”, de manera análoga al proceder de Napoleón, quien consolidó los principios revolucionarios de 1789 camuflándolos bajo las “formas” del “Antiguo Régimen”-. Las múltiples reuniones interreligiosas de Asís son una prueba irrefragable de ello.

Pero aquí me apresuro a hacer una observación que considero capital, destinada a quienes “suspiran” al recordar los “buenos viejos tiempos” ratzingerianos. Me permito recordarles que Ratzinger fue cómplice y/o activo promotor nada menos que de los cinco grandes aquelarres idolátricos y apóstatas de Asís, mucho antes del lamentable episodio bergogliano de la “Pachamama”, que parece una “minucia”, podríamos decir, en relación al abominable invento wojtyliano. Primero lo hizo como Prefecto del Santo Oficio durante el pontificado del “Magno” polaco, en tres ocasiones; una cuarta vez, convocándolo él mismo, en pleno uso de su prerrogativa pontificia, en 2011; y por quinta y última vez, en su calidad de “Papa Emérito”, en 2016

.

Si traigo a colación esas célebres “Jornadas de oración por la Paz” de Asís es solamente porque constituyen el ejemplo más flagrante del modernismo imperante en Roma desde el CVII, y también por concisión, ya que se podrían citar sobre el tema infinidad de textos del “magisterio” conciliar y post conciliar que demuestran fehacientemente este hecho. Imposible dejar de mencionar los documentos conciliares Nostra Aetate, Unitatis Redintegratio y Dignitatis Humanae -pero no exclusivamente-, en los que, en ruptura con casi 2000 años de magisterio eclesiástico, se adoptó una innovadora eclesiología “ecuménica” e “interreligiosa”, de fundamento gnóstico-panteísta, cuya meta es extender paulatinamente los límites de la Iglesia a la humanidad en su conjunto. Combatir los errores actuales sin remontar a sus causas profundas es una actitud incoherente y, huelga decirlo, un callejón sin salida…

Y, precisamente, la gnosis panteísta es el substrato mismo del modernismo, con su doctrina evolucionista de la “inmanencia vital”. Y es el modernismo el que hace posible el ecumenismo conciliar y las susodichas “Jornadas de Asís”. ¿Por qué? Porque el modernismo sostiene que la divinidad yace en las profundidades del psiquismo humano, del cual surgen todas las manifestaciones religiosas, todas ellas instrumentos válidos para vincularse con esa misma “divinidad”. La cual se encuentra en las antípodas del Dios Creador, Redentor y Remunerador, que trasciende infinitamente a sus creaturas. A quien pensara que exagero, lo invitaría a que leyera atentamente la encíclica Pascendi y podrá comprobar esto por sí mismo.

En definitiva, el “pontificado” de Bergoglio encarna la continuidad del proyecto conciliar de desnaturalizar a la Iglesia desde el interior, adaptándola a las ideas revolucionarias, naturalistas, liberales y “progresistas”, -el famoso “aggiornamento” o “puesta al día” de la Iglesia con los tiempos “modernos”-, las cuales fueron difundiéndose gradualmente en Europa desde el “Renacimiento”, seguido por la “Reforma” Protestante y el “Iluminismo” racionalista, y que terminaron imponiéndose a nivel político con la Revolución “Francesa”.

Y el modernismo, heredero del “catolicismo liberal” decimonónico, no es otra cosa que la infiltración eclesial de dichas ideas, la cual fue consumada oficialmente en el Concilio Vaticano II, gracias a la activa y esmerada complicidad de los neo “santos” conciliares Roncalli y Montini, de los cuales el hereje notorio y blasfemador empedernido Jorge Mario Bergoglio es el legítimo y funesto heredero…

III.[6] […] Lamentablemente, estos últimos puntos parecieran constituir el estandarte principal para la inmensa mayoría de los católicos inquietos por la presente situación eclesial. Carentes de una visión global sobre la crisis inaudita que padece la Iglesia, desprovistos de perspectiva histórica acerca de las causas profundas que la desencadenaron -la infiltración modernista en el Vaticano que posibilitó la elección de Roncalli y el consiguiente “aggiornamento” del CVII-, se contentan con librar escaramuzas a diestra y siniestra, mientras el enemigo prosigue impasible en su estrategia de largo alcance para consumar la asimilación de la Iglesia con la Humanidad, de la Naturaleza con la Gracia y la sustitución del Cielo por un falso Paraíso terrestre, de conformidad con el ideal masónico de la “Ilustración”.

Pero esta buena gente, y lo digo sin el menor atisbo de menosprecio o ironía, jubila y se alboroza por lo que consideran el “triunfo” logrado gracias a la acción conjunta del “Papa Emérito” -el mismo que fuera cómplice de los cinco aquelarres idolátricos y apóstatas de Asís- y del Cardenal Sarah -el mismo que se la pasa jurando a los cuatro vientos fidelidad al hereje y blasfemador de Bergoglio, y que acepta sin pestañear el falso ecumenismo conciliar-. Y muchos de ellos, si no todos, añoran desconsoladamente los “buenos viejos tiempos” del “Papa” Ratzinger, con su elegancia personal, su fineza intelectual y su despliegue litúrgico “tradicionalista”.

Callejón sin salida y laberinto inextricable es la arena en la que combaten, al ser presa de una incapacidad total para percibir que lo único que distingue a ambos “Papas” son las formas, las maneras, el estilo. La estética no es indicio cierto de ortodoxia, y el boato litúrgico es perfectamente compatible con el ecumenismo, la libertad religiosa, la laicidad del Estado y todas las aberraciones conciliares oportunamente condenadas por el magisterio de la Iglesia.

El apego a una exterioridad revestida de solemnidad y de aspecto piadoso, en detrimento de la sustancia doctrinal y del contenido de la fe, responde a un reflejo epidérmico e irracional, omnipresente entre los católicos conciliares antibergoglianos. Reflejo totalmente inconducente, huelga decir, y que evidencia un desconocimiento de fondo acerca de las causas operantes en el desmadre actual, así como también, en ciertos casos, una mezcla de conformismo e indiferencia ante el desastre pavoroso al que asistimos, del cual se prefiere permanecer a una prudencial distancia, para no “complicarse demasiado la vida”.

La Revolución siempre se ha servido de la dialéctica “derecha” e “izquierda”, “conservadores” y “progresistas”, en oscilación permanente, para asegurar la continuidad de su proyecto subversivo, consiguiendo de esta suerte que los “opositores”, muy a pesar suyo, y en general, sin comprenderlo, terminen librando la batalla desde el interior del mismo sistema revolucionario, aceptando sus principios y razonando desde sus premisas, reforzando así su legitimidad social y volviendo utópica cualquier alternativa al statu quo.

Ilustremos esto con un ejemplo histórico: Napoleón no era mejor que Robespierre. De hecho, fue muchísimo peor, pues consolidó definitivamente los principios de 1789, no sólo en Francia, sino en toda Europa, gracias a sus maneras evocadoras del “Ancien Régime”, logrando “tranquilizar” de este modo a un gran número de personas inicialmente refractarias al proceso revolucionario. Es decir, “neutralizó” el grueso de la oposición adoptando un estilo que no generara el rechazo que había suscitado la primera década revolucionaria. Si la “Terreur” se hubiese prolongado más de la cuenta, esto habría sido imposible de lograr.

Pues bien, mutatis mutandis, esto mismo se aplica a Wojtyla y, sobre todo, a Ratzinger, a quienes los “conservadores”, al ver al “Robespierre” Bergoglio imponiendo su “Terreur” eclesiástica, consideran como el paradigma y el modelo del catolicismo. Justamente a quienes invitaron a todas las falsas religiones del planeta a ejercer sus cultos idolátricos en Asís, con el Buda sobre el tabernáculo y los chamanes invocando a los “espíritus”. Ver para creer…

No hay que cansarse de repetirlo: el problema que aqueja a la Iglesia no es Bergoglio. No el principal, a eso me refiero. Él no es más que el rostro visible de la subversión modernista en la etapa actual y transitoria de una revolución que está en curso desde hace más de medio siglo, como lo han sido, en su momento, cada uno de sus predecesores conciliares, desde Roncalli en adelante.

Circunscribirse al caso ciertamente repulsivo del apóstata argentino, y para colmo, alentando veleidades de una supuesta “restauración” en la persona del modernista bávaro, es no solamente cometer un error garrafal y ceder ante una esperanza ilusoria, sino, peor aún, equivale a establecer una complicidad objetiva con los demoledores de la Iglesia, al margen de las buenas intenciones que puedan tener quienes pretenden “resistir” al actual ocupante del Vaticano…

IV.[7] […] Por otro lado, y sin ánimo de provocar, pues comprendo que el asunto es delicado y podría herir susceptibilidades, pregunto: este hecho tan lamentable y escandaloso de la promoción del culto de la “Pachamama” en la mismísima Roma, ¿es peor, acaso, que las múltiples invitaciones efectuadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI a las religiones idólatras a “rezar” por la paz en Asís?

Con los templos católicos cedidos a falsos cultos y la jerarquía eclesiástica incitando a los pobres infieles a que invocasen a sus ídolos y a que esperasen de ellos la obtención de la paz para el género humano, confortándolos así en las tinieblas del paganismo, lejos del único y verdadero “Príncipe de la Paz” (Is. 9, 6). Esto es algo tan grotesco que habla por sí mismo…

Y con el agravante de que esas babélicas asambleas fueron convocadas y organizadas nada menos que por los supuestos Vicarios de Jesucristo en la tierra, como si toda religión fuese de suyo un camino bueno y válido para dirigirse a Dios, para orarle y para rendirle el culto que le es debido -al margen de la buena intención que puedan tener sus miembros-.

Personalmente, debo reconocer que, ante la situación actual, no puedo dejar de pensar en la advertencia que hiciera Nuestro Señor, cuando, refiriéndose a los tiempos pre-parusíacos, nos alertaba acerca de la aparición de “falsos Cristos”, quienes, de ser esto posible, lograrían engañar “incluso a los elegidos” (Mt. 24, 24).

Sin olvidar a la bestia de la tierra, descrita por San Juan, que tiene “dos cuernos semejantes a los de un cordero”, pero que habla “como dragón” (Ap. 13, 11), refiriéndose inequívocamente a una impostura religiosa de alcance mundial, en la que el dragón, para poder seducir a la humanidad, se reviste de la apariencia del cordero. Y bien sabido es que el cordero representa a Cristo, y el dragón, a Satanás…

¿Puede, acaso, existir un mayor “misterio de iniquidad”, al decir del Apóstol (2 Tes. 2, 7), que contemplar la “abominación de la desolación en el lugar santo” (Mt. 24, 15), profetizada por Daniel y retomada por Nuestro Señor en su discurso escatológico? Soy consciente de que estas palabras sólo se aplicarán con propiedad al “hombre de pecado” (2 Tes. 2, 3), durante la “gran tribulación” (Mt. 24, 21), pero todo parecería indicar que los sucesos actuales son como el “tipo” de este doble anuncio profético que aún está por verificarse.

A decir verdad, los constantes episodios “ecuménicos” e “interreligiosos” organizados por los papas conciliares no deberían asombrarnos demasiado, puesto que, para el modernismo -que no es sino la versión “cristianizada” de la ancestral gnosis panteísta, como la cábala lo es en el judaísmo-, la religión es un mero producto del subconsciente. Dios se revela en las profundidades de la conciencia humana, y los “dogmas”, por tanto, son expresiones relativas y cambiantes de esta experiencia primordial, conceptualizada y manifestada desde la cosmovisión propia de cada cultura.

De ahí que cada religión, a pesar del particularismo “dogmático” que necesariamente la caracteriza, limitándola, y que por ende no debe ser “absolutizado”, sea un medio legítimo de expresar lo divino y de ponerse en contacto con la misma divinidad, que reside en el hombre, manifestándose progresivamente, y tomando conciencia de sí misma en el devenir histórico. Hegelianismo en estado puro, en definitiva. Y esto, naturalmente, abarca todo tipo de manifestación religiosa, por falsa y aberrante que sea, la de la “Pachamama” incluida. No faltaría más…

Desgraciadamente, como ya he dicho, esta concepción modernista de la religión no es exclusiva de Francisco, sino que ha sido profesada por la jerarquía eclesiástica desde el CVII, de un modo más o menos explícito, basándose, principalmente, en los documentos conciliares referidos a las religiones no cristianas, al ecumenismo y a la libertad religiosa.

El estudio de la encíclica Pascendi, de San Pío X, condenando el modernismo, y, desde un punto de vista negativo, de la “teología” evolucionista de Teilhard de Chardin, es de gran utilidad para comprender lo que está sucediendo en la Iglesia, a saber, la infiltración de la gnosis modernista hasta sus más altas esferas, preludio, seguramente, de la “gran apostasía” final de la que habla San Pablo (2 Tes. 2, 3).


V.[8] […] La cuestión es capital, pues se podría pensar, ilusoriamente, que bastaría con que Francisco diese marcha atrás puntualmente en este tema para que la situación volviera a la normalidad. Voy más lejos: éste no sería el caso ni siquiera si Francisco diese marcha atrás en todo lo que ha hecho desde marzo de 2013. Y ésa es la trampa (sin sugerir que lo hagan conscientemente), de estos cardenales (y de los «conservadores» que los sostienen): pretender resolver la crisis volviendo a la «hermenéutica de la continuidad» de Vaticano II preconizada por BXVI, rechazando la «ruptura» bergogliana, cuando la primer y principal ruptura se produjo en el CVII. En definitiva, que la revolución siga su curso, pero con las «formas tradicionales» de Ratzinger (bonapartismo), dejando de lado los «chocantes excesos» bergoglianos (Robespierre y «la terreur»…)

No hay nada nuevo bajo el sol, la revolución siempre ha operado utilizando esta estrategia, da dos pasos para adelante, la gente sensata se asusta, y luego da uno para atrás, gracias al «coraje» de algún «conservador» en las formas que «se opone» oportunamente a los «excesos repudiables», pero que deja intacto el fondo, a saber, los principios revolucionarios. El resultado es que la gente honesta respira aliviada, creyendo ingenuamente que se ha solucionado el problema, gracias a lo cual, lo único que se ha conseguido, en realidad, es neutralizar cualquier acción auténticamente contrarrevolucionaria…

Cuando JPII y BXVI invitaron a todas las religiones del mundo a Asís a rezar a sus «dioses» para obtener «la paz en el mundo» (lo que constituye un pecado formal contra el primer mandamiento y una acción eminentemente blasfematoria y apóstata), los «conservadores» ni se mosquearon. Es más, tampoco se les movió un pelo en septiembre último cuando Francisco mismo convocó Asís V para que nuevamente el «panteón de las religiones» invocara al «Ser Supremo» para que «la paz y la unidad» entre los hombres se hiciera una realidad en el mundo. Estamos hablando de pecados contra la fe, que son mucho más graves que las violaciones de la moral matrimonial y sacramental perpetradas por Bergoglio en Amoris Laetitia…

¿Alguien puede imaginarse tan siquiera un instante a San Pedro o a San Pablo invitando a todas las religiones de su época a invocar a sus falsas divinidades para obtener la paz en el mundo? Es algo tan absurdo, tan surrealista y completamente escandaloso que uno se frota los ojos al observar la indiferencia pasmosa de la inmensa mayoría de los católicos al respecto. Si se leen los Hechos de los Apóstoles se comprende sin dificultad que San Pedro y San Pablo hicieron todo lo contrario de lo que se practica en la Iglesia desde el CVII, y que un hecho de la naturaleza de las reuniones interreligiosas de Asís hubiese suscitado un repudio inmediato y absoluto en cualquier otra época de la historia de la Iglesia. Es por demás evidente que la participación en un evento semejante hubiese sido tenido por un acto manifiesto de apostasía de la religión católica. Quien crea que exagero, puede leer al respecto la encíclica Mortalium Animos de Pío XI…

En definitiva, si estos cuatro cardenales lograsen «salirse con la suya» contra Francisco, la situación, paradójicamente, sería, a mi entender, peor que la actual, ya que un régimen bonapartista es mucho más nocivo que uno jacobino, porque, como ya dije, cuando esto sucede, la gente buena se tranquiliza y se dice aliviada que «la tormenta ya pasó». Pero en este caso, sería a la espera de que más tarde llegara Asís VI y luego, tarde o temprano (porque no es otra la lógica del proceso ecuménico e interreligioso iniciado por el CVII), la Religión Mundial de la Humanidad, cuyo jefe explicará con toda suerte de argumentos falaces que, para que haya por fin «paz y seguridad» en el mundo deberíamos aceptar de buena gana la instauración del Gobierno Mundial del Anticristo (el cual, obviamente, no será designado con ese nombre)…

VI.[9] […] Un último ejemplo de estos inauditos “saludos ecuménicos”, por si a alguien le quedase todavía alguna duda acerca del indiferentismo religioso fomentado por el Vaticano: Queridos amigos Hindúes: el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales saludos y sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año celebráis el 27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros corazones y hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a vuestras familias y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu de hermandad entre vosotros. (…) La religión nos inspira fundamentalmente a “ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar” -Francisco y Ahmaed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/ 2019-. (…) Sólo cuando los seguidores de las religiones se exigen a sí mismos una vida coherente con su ética religiosa, pueden ser vistos como personas que desempeñan realmente su papel de constructores de paz y de testigos de nuestra humanidad compartida.

Y ahora haré una pregunta, cuya respuesta correcta me parece indispensable para poder comprender adecuadamente esta situación inaudita en la historia de la Iglesia que nos toca vivir: ¿cuál es la raíz de estas abominaciones, de este auténtico misterio de iniquidad, que consiste en ver a la jerarquía eclesiástica ejecutar el plan masónico e iluminista de puesta en marcha de una religión humanista planetaria, que trascienda los “dogmas” de las diferentes “tradiciones religiosas”? ¿Es acaso Francisco el único responsable de esta situación apocalíptica?

Imagino que ya habrán adivinado la respuesta. No, de ninguna manera, Bergoglio no es en absoluto el único responsable de lo que está sucediendo en la Iglesia. Él no hace más que implementar el falso ecumenismo y el falaz diálogo interreligioso del CVII, sobre los que se funda el objetivo modernista de constituir una religión global, integrada por todos los “cultos”, unificados bajo la divisa del “humanismo”, la “fraternidad”, el cuidado de la “casa común” y la obtención de una falsa paz mundial, al margen de Nuestro Señor Jesucristo.

Esta empresa, de innegable corte anticrístico, es actualmente llevada por Bergoglio, pero ha sido preparada meticulosamente por todos sus predecesores conciliares. Transcribo seguidamente un pasaje ilustrativo del origen conciliar de esta aberración, tomado del documento Nostra Aetate, referido a las religiones no cristianas -aquí, más precisamente, al hinduismo-:Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de una profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios, con amor y confianza.

Conviene tener presente que mensajes de este tenor, congratulando a las “religiones” heréticas, cismáticas e idólatras por sus “festividades religiosas”, se vienen enviando desde hace más de cincuenta años. Me parece que ya es ampliamente hora de abrir los ojos y de dejar de idealizar los supuestos “buenos viejos tiempos” de JPII y de BXVI, que practicaron exactamente el mismo ecumenismo apóstata.

No olvidemos que fueron justamente ellos quienes comenzaron con las abominables reuniones interreligiosas de Asís, las tres primeras con JPII como “papa” y con Ratzinger al frente del ex Santo Oficio, es decir, nada menos que como supuesto garante de la ortodoxia doctrinal (!!!), y la cuarta, en 2011, convocada y presidida por el mismo Ratzinger devenido ya BXVI…

En comparación con ellas, el reciente episodio de la “Pachamama” en los jardines vaticanos -grotesco espectáculo montado por Bergoglio para poner de relieve su maligno “sínodo amazónico”-, podría ser considerado como un incidente menor, como una suerte de “mini réplica” de los multitudinarios aquelarres pergeñados por Wojtyla y Ratzinger, y que el mismo, al estar en perfecta consonancia con el proyecto ecuménico conciliar y con lo hecho por sus predecesores, en buena lógica, no tendría que haber sorprendido a nadie. Veamos un testimonio muy esclarecedor al respecto: Queridos hermanos y hermanas, en el Mensaje para la Jornada de la Paz de hoy subrayé que las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el próximo mes de octubre, iré como peregrino a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de recordar ese gesto histórico querido por mi predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien construye paz no puede menos de acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta iniciativa desde ahora con vuestra oración.

Éstas son palabras de BXVI, pronunciadas el primero de enero de 2011[10], tras haber convocado “Asís IV”, con motivo del 25 aniversario de “Asís I”, invocando descaradamente la bendición de Jesús y de María para legitimar su perversa iniciativa ante los fieles incautos: Por esto, ante el icono de la Virgen Madre, la Iglesia en este día invoca de Dios, por medio de Jesucristo, el don de la paz: es la Jornada mundial de la paz, ocasión propicia para reflexionar juntos sobre los grandes desafíos que nuestra época plantea a la humanidad.

Estas dos últimas citas van dirigidas a los cada vez más numerosos ilusos que, escandalizados con razón por las incesantes tropelías de Bergoglio, se empecinan, contra toda evidencia, en ver en BXVI el supuesto refugio de los fieles desamparados y un campeón de la fe católica. Algunos llegan incluso a considerarlo como el papa legítimo, quien estaría aguardando pacientemente su hora para manifestar ante el mundo la invalidez de su renuncia, retornar a la sede petrina, escarmentar al usurpador y muy hereje de Bergoglio y restaurar la sana doctrina. Ver para creer…

Lo que es indispensable comprender, de una buena vez, es que el plan ecuménico conciliar fue la razón de ser de esa funesta asamblea, y que dicho plan se viene efectuando de manera gradual desde hace más de medio siglo, a través de la acción mancomunada, uniforme y perfectamente coherente de todos los “papas conciliares”.

La principal característica de este plan es la de ser monolítico, innegociable e ineluctable, puesto que se trata de la realización en directo de la “gran apostasía” anunciada por San Pablo, consumada de manera oficial por la jerarquía eclesiástica, preludio necesario a la manifestación pública del Anticristo, del cual Francisco, posiblemente, vaya a ser el falso profeta…

Y este plan es exactamente el mismo tanto si es ejecutado con muceta e incienso y modales refinados -esto es, recurriendo a formas “tradicionales” para engañar mejor a los inocentes-, como empleando maneras plebeyas y repulsivas. ¿Hace falta acaso aclarar que lo primero es mucho más peligroso que lo segundo?

VII.[11] […] Veamos ahora dos citas de Benedicto XVI que prueban el alcance de la influencia ejercida por Teilhard. La primera está tomada de su libro Luz del mundo:[Dios] Pudo así crear también en la resurrección una nueva dimensión de la existencia, pudo colocar, como dice Teilhard de Chardin, más allá de la biosfera y de la noosfera, una esfera nueva en la que el hombre y el mundo llegan a la unidad con Dios.[12]

La segunda es un extracto de su homilía en la catedral de Aosta del 7 de julio de 2009, en la cual Ratzinger, hablando de la Eucaristía, cita explícitamente a Teilhard, haciéndose eco de su libro herético, naturalista y panteísta La misa sobre el mundo:La función del sacerdocio es consagrar el mundo para que se transforme en hostia viva, para que el mundo se convierta en liturgia: que la liturgia no sea algo paralelo a la realidad del mundo, sino que el mundo mismo se transforme en hostia viva, que se convierta en liturgia. Es la gran visión que tuvo también Teilhard de Chardin: al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en la que el cosmos se convierta en hostia viva.[13]/ [14]

He aquí, a título ilustrativo, un corto pasaje de la obra impía del jesuita apóstata francés: En la nueva humanidad que se está engendrando hoy, el verbo ha prolongado el acto sin fin de su nacimiento, y en virtud de su inmersión en el seno del mundo, las grandes aguas de la materia se han cargado de vida sin estremecimiento. Nada se ha estremecido en apariencia en esta inefable formación y, sin embargo, al contacto de la palabra sustancial, el universo, inmensa hostia, se ha convertido misteriosa y realmente en carne. Desde ahora toda la materia se ha encarnado, Dios mío, en tu encarnación. […] Haz, Señor, que tu descenso bajo las especies universales no sea por mí estimado y acariciado sólo como el fruto de una especulación filosófica, sino que se convierta verdaderamente en una Presencia real.[15]/[16]

De este modo, Benedicto XVI ostenta el dudoso privilegio de haber sido el primer papa conciliar que se atrevió a nombrar públicamente a Teilhard de Chardin, para ensalzarlo de manera entusiasta y suscribiendo sin reservas a su muy peculiar cosmovisión religiosa.

El motivo por el cual me he permitido transcribir todas estas citas de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI en un estudio consagrado a Francisco es para que no se pierda de vista que Bergoglio no es más que un eslabón de una larga cadena de penetración de las ideas gnósticas en la Iglesia. El último, el más chocante y escandaloso, el que osó quitarse la máscara con un descaro a toda prueba, exhibiéndose tal cual es, en toda su fealdad y su malicia diabólica, pero que no habría podido hacer nada si el trabajo de zapa metódico de infiltración modernista no hubiera sido efectuado en todas las áreas de la vida eclesial desde hace más de medio siglo por todos y cada uno de sus antecesores…

Para finalizar este capítulo, no encuentro nada más adecuado que hacerlo con un pasaje del sermón dado por el Padre Raniero Cantalamessa, el predicador oficial de la Casa Pontificia[17], en la basílica de San Pedro, durante el oficio de Vísperas de la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, instituida por Francisco en 2015[18]:¡Cuánto ha tenido que esperar el universo, qué gran carrera tuvo que tomar, para llegar a este punto! Miles de millones de años, durante los cuales la materia a través de su opacidad, avanzaba hacia la luz de la conciencia, como la linfa que del subsuelo sube con esfuerzo hacia la cima del árbol para expandirse en hojas, flores y frutos. Esta conciencia se alcanzó finalmente cuando apareció en el universo lo que Teilhard de Chardin llama ‘‘el fenómeno humano’’. Pero ahora que el universo ha alcanzado su objetivo, exige que el hombre cumpla su deber, que asuma, por así decirlo, la dirección del coro y entone en nombre de toda la creación: ‘‘¡Gloria a Dios en lo alto del cielo!’’.[19]

VIII.[20] […] Ya he abordado el asunto del mundialismo y el modo en que Francisco lo propicia a toda costa, en particular por su «prédica ecológica» y su cruzada contra el supuesto «calentamiento climático». Esta unidad del mundo que deja de lado a Cristo y a su Iglesia, concebida para un contexto laico y naturalista, ha sido evocada por Francisco en múltiples oportunidades. He aquí dos de ellas, tomadas de su panfleto social-ecologista Laudato Si’:[21]Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia. § 53

Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificultades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las soluciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. La interdependencia nos obliga a pensar en mundo único, en un proyecto común. § 164

Concebir el planeta como «patria», pensar en un «mundo único», crear un «sistema normativo» con «límites infranqueables»: ¿es necesario precisar que lo que Francisco preconiza no es sino la instauración de un gobierno mundial dotado de un poder político efectivo, que no se funda en los Mandamientos sino en los Derechos Humanos masónicos y en el falso Evangelio Ecológico expuesto en Laudato Si’? Digámoslo claramente: para que el proyecto cosmopolita y apátrida onusino se vuelva coercitivo y pueda concretarse en una República Universal, so capa de «cuidado» de nuestra «casa común» amenazada por el «calentamiento global», hace falta establecer una autoridad planetaria capaz de imponer esta utopía totalitaria a los refractarios. Este objetivo es aun más explícito en el siguiente pasaje de la encíclica, en el que Francisco cita a Benedicto XVI, quien a su vez invoca a Juan XXIII, lo que demuestra, por si alguna duda cupiese, la continuidad del proyecto masónico de los predecesores de Francisco desde el CVII:[…] se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como afirmaba Benedicto XVI […]: ‘‘para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII’’ (Caritas in Veritate n° 67) § 175.[22]

Este párrafo número 67 de la encíclica Caritas in Veritate, de Benedicto XVI, constituye un auténtico manifiesto ideológico del Nuevo Orden Mundial a ser instaurado bajo los auspicios de la ONU y propone todo un programa de acción. Por tanto es conveniente referirlo íntegramente, no obstante su extensión. Las palabras subrayadas se encuentran en cursiva en el texto original: Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional, no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.[23]/[24]

He aquí un breve extracto de la encíclica de Juan XXIII Pacem in Terris, publicada el 11 de abril de 1963, documento que hizo oficial la adhesión del Vaticano al mundialismo masónico de la ONU: No se nos oculta que ciertos capítulos de esta Declaración [Universal de los Derechos Humanos] han suscitado algunas objeciones fundadas. Juzgamos, sin embargo, que esta Declaración debe considerarse un primer paso introductorio para el establecimiento de una constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo. En dicha Declaración se reconoce solemnemente a todos los hombres sin excepción la dignidad de la persona humana y se afirman todos los derechos que todo hombre tiene a buscar libremente la verdad, respetar las normas morales, cumplir los deberes de la justicia, observar una vida decorosa y otros derechos íntimamente vinculados con éstos. Deseamos, pues, vehementemente que la Organización de las Naciones Unidas pueda ir acomodando cada vez mejor sus estructuras y medios a la amplitud y nobleza de sus objetivos. ¡Ojalá llegue pronto el tiempo en que esta Organización pueda garantizar con eficacia los derechos del hombre!, derechos que, por brotar inmediatamente de la dignidad de la persona humana, son universales, inviolables e inmutables.[25]

Esta política será seguida escrupulosamente por todos los papas conciliares, comprometidos enteramente con la promoción del mundialismo laico y naturalista que hace del hombre y de su «carácter sagrado» la piedra angular de la vida social y de los principios jurídicos que regulan las relaciones internacionales. Esta misma línea de sostén incondicional del proyecto globalista onusino fue la adoptada por Pablo VI en su discurso del 4 de octubre de 1965: Los pueblos se vuelven a las Naciones Unidas como hacia la última esperanza de concordia y paz; […] Estaríamos tentados de decir que vuestra característica refleja en cierta medida en el orden temporal lo que nuestra Iglesia Católica quiere ser en el orden espiritual: única y universal. No se puede concebir nada más elevado, en el plano natural, para la construcción ideológica de la humanidad. […] Lo que vosotros proclamáis aquí son los derechos y los deberes fundamentales del hombre, su dignidad y libertad y, ante todo, la libertad religiosa. Sentimos que sois los intérpretes de lo que la sabiduría humana tiene de más elevado, diríamos casi su carácter sagrado. Porque se trata, ante todo, de la vida del hombre y la vida humana es sagrada.[26]

¡Poco faltó para que Pablo VI equiparara las Naciones Unidas, por su casi «carácter sagrado» (que entre otras cosas promueve el aborto y la aceptación de la homosexualidad), a la Santa Iglesia Católica!

Para concluir la demostración, leamos las declaraciones panegíricas que Juan Pablo II hizo de la ONU el 2 de octubre de 1979: Permítanme desear que la Organización de las Naciones Unidas, por su carácter universal, no deje de ser el foro, la alta tribuna, desde la que se valoran, en la verdad y en la justicia, todos los problemas del hombre. […] Esta Declaración ha costado la pérdida de millones de nuestros hermanos y hermanas que la pagaron con su propio sufrimiento y sacrificio, provocados por el embrutecimiento que había hecho sordas y ciegas las conciencias humanas de sus opresores y de los artífices de un verdadero genocidio. ¡Este precio no puede haber sido pagado en vano! La Declaración universal de los Derechos del Hombre -con todo el conjunto de numerosas declaraciones y convenciones sobre aspectos importantísimos de los derechos humanos, en favor de la infancia, de la mujer, de la igualdad entre las razas, y especialmente los dos Pactos Internacionales sobre los derechos económicos, sociales y culturales, y sobre los derechos civiles y políticos- debe quedar en la Organización de las Naciones Unidas como el valor básico con el que se coteje la conciencia de sus miembros y del que se saque una inspiración constante. […] La Declaración universal de los Derechos del Hombre y los instrumentos jurídicos, tanto a nivel internacional como nacional, en un movimiento que es de desear progresivo y continuo, tratan de crear una conciencia general de la dignidad del hombre y definir al menos algunos de los derechos inalienables del hombre. […] El conjunto de los derechos del hombre corresponde a la sustancia de la dignidad del ser humano, entendido integralmente, y no reducido a una sola dimensión; se refieren a la satisfacción de las necesidades esenciales del hombre, al ejercicio de sus libertades, a sus relaciones con otras personas; pero se refieren también, siempre y dondequiera que sea, al hombre, a su plena dimensión humana.[27]

Está todo dicho. La ONU es de ahora en más la instancia moral suprema de la humanidad, la Declaración de los Derechos Humanos es el nuevo Evangelio y los papas conciliares son sus portavoces y su garante espiritual ante la opinión pública mundial. La época de la Cristiandad y de la unidad católica ha quedado atrás, dando lugar al Nuevo Orden Mundial apadrinado por la jerarquía apóstata del Vaticano y por su religión adulterada, totalmente entregada al servicio de las potencias maléficas y bregando sin tregua por el advenimiento del reino universal del Anticristo…

IX.[28] […] La primera reunión de este tipo organizada por el Vaticano transcurrió en octubre de 1986 en la ciudad de Asís. Cito a continuación dos de los discursos de JPII en ese encuentro:Sí, está la dimensión de la oración, que, a pesar de la diversidad real de las religiones, busca expresar la comunicación con un Poder que está por encima de todas nuestras fuerzas humanas. La paz depende fundamentalmente de este Poder que llamamos Dios y que, como creemos los cristianos, se ha revelado en Cristo. Este es el significado de este día de oración.
Por primera vez en la historia nos hemos reunido de todas partes, iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones del mundo, en este lugar sagrado dedicado a San Francisco para testimoniar ante el mundo, cada uno según su propia convicción, la cualidad trascendente de la paz. La forma y el contenido de nuestras oraciones son muy diferentes, como hemos visto, y no es posible reducirlas a una especie de denominador común. (…) Instamos a los responsables de las naciones y organismos internacionales a ser incansables en la introducción de estructuras de diálogo allí donde la paz esté en peligro o ya comprometida. Ofrecemos nuestro apoyo a sus esfuerzos, a menudo agotadores, por mantener o restaurar la paz. Renovamos nuestro aliento a la ONU para que pueda corresponder plenamente a la amplitud y altura de su misión universal de paz. [29]

“Que Cristo llene nuestro universo de su amor y de su paz” – Alocución durante la plegaria ecuménica: Las religiones son muchas y variadas, y reflejan el deseo de los hombres y las mujeres de todos los tiempos de entrar en relación con el Ser Absoluto. La oración supone de parte nuestra la conversión del corazón. Lo cual significa una profundización en nuestro sentido de la Realidad última. Ésta es la verdadera razón de nuestro encuentro en este lugar. Desde aquí iremos a los distintos sitios de oración. Cada religión tendrá el tiempo y la oportunidad de expresarse en su propio rito tradicional. Luego, desde los distintos lugares de oración, caminaremos en silencio hacia la plaza de la basílica inferior de San Francisco. Una vez reunidos en la plaza, de nuevo cada religión tendrá la posibilidad de presentar su propia oración; una después de otra.[30]

Una breve cita de BXVI sobre el encuentro interconfesional de Asís convocado por él mismo en octubre de 2011, destinada a quienes lo consideran un “papa tradicional”, un auténtico baluarte de la ortodoxia contra el azote modernista: Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Os acojo esta mañana en el palacio apostólico y os agradezco una vez más vuestra disponibilidad a participar en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que celebramos ayer en Asís, veinticinco años después de aquel primer encuentro histórico (…) Mirando hacia atrás, podemos apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís, y la necesidad continua de hombres y mujeres de distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje del espíritu siempre es un viaje de paz. [31]

A continuación transcribo algunos párrafos del discurso de JPII a la Curia Romana para la Navidad de 1986, en el cual se explaya acerca de la histórica reunión interreligiosa por él convocada en Asís dos meses antes:1. Con particular alegría os saludo en este tradicional encuentro que nos reúne para intercambiar saludos por la Navidad y el Año Nuevo. Agradezco al nuevo cardenal decano del sagrado colegio las nobles palabras con las que interpretó los sentimientos que sugiere este momento de intimidad familiar.

En estos días inmediatamente anteriores a la gran fiesta de Navidad, en los que celebramos y conmemoramos juntos la Palabra de Dios, vida y luz de los hombres que "se hicieron carne por nosotros y habitaron entre nosotros" (Jn 1, 14), mi alma espontáneamente revive junto a vosotros, venerables y queridos hermanos de la curia romana, lo que parece haber sido el acontecimiento religioso más seguido del mundo en este año que está a punto de concluir: la jornada mundial de oración por la paz en Asís, el pasado 27 de octubre.

En efecto, en ese día, y en la oración que era razón y único contenido, parecía activa la unidad escondida pero radical del Verbo divino, "en quien todo fue creado y en quien todo subsiste" (Col 1, 16; Jn 1, 3), que estableció entre los hombres y mujeres de este mundo, a los que ahora comparten las angustias y alegrías de este final del siglo XX, pero también a los que nos precedieron en la historia y a los que tomarán nuestro lugar "hasta que venga el Señor" (cf. 1 Cor 11, 26). El hecho de habernos reunido en Asís para orar, ayunar y caminar en silencio -y esto por la paz siempre frágil y siempre amenazada, tal vez hoy más que nunca- fue como un claro signo de la profunda unidad de quienes buscan los valores en la religión, espiritual y trascendente, en respuesta a las grandes preguntas del corazón humano, a pesar de las divisiones concretas (cf. Nostra Aetate, 1).

2. Este acontecimiento me parece de tal importancia que invita en sí mismo a una profunda reflexión para esclarecer cada vez mejor su sentido a la luz de la ya inminente conmemoración de la venida del Hijo eterno de Dios en la carne. Porque es obvio que no podemos conformarnos con el hecho en sí y su realización exitosa. Ciertamente, la jornada de Asís anima a todos aquellos cuya vida personal y comunitaria está guiada por una convicción de fe a sacar las consecuencias a nivel de una concepción más profunda de la paz y de un nuevo modo de comprometerse con ella. Pero también, y quizás principalmente, ese día nos invita a una "lectura" de lo sucedido en Asís y su significado íntimo, a la luz de nuestra fe cristiana y católica. De hecho, la clave de lectura apropiada para tan magno acontecimiento proviene de la enseñanza del Concilio Vaticano II, que asocia de manera estupenda la fidelidad rigurosa a la revelación bíblica y a la tradición de la iglesia, con la conciencia de las necesidades y angustias de nuestro tiempo, expresada en muchos "signos" elocuentes (cf. Gaudium et spes, 4).

4. El plan divino, único y definitivo, tiene su centro en Jesucristo, Dios y hombre "en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios ha reconciliado consigo todas las cosas" (Nostra aetate, 2). Así como no hay hombre ni mujer que no lleve consigo el designio de su origen divino, así tampoco hay quien pueda quedar fuera o al margen de la obra de Jesucristo, "que murió por todos", y por tanto "Salvador del mundo" (cf. Jn 4,42). “Por eso debemos creer que el Espíritu Santo da a todos la posibilidad de entrar en contacto, como sólo Dios sabe, con el misterio pascual” (Gaudium et spes, 22).

5. (...) A menudo los hombres pueden no ser conscientes de esta unidad radical de origen, destino e inserción en el mismo plan divino; y cuando profesan religiones diferentes e incompatibles, también pueden sentir que sus divisiones son insuperables. Pero a pesar de ellos, están incluidos en el gran y único plan de Dios, en Jesucristo, que "se ha unido de cierto modo a todos los hombres" (Gaudium et spes, 22), aunque estos no sean conscientes de ello.

7. (...) El acontecimiento de Asís puede ser considerado, pues, como una ilustración visible, una lección de hechos, una catequesis inteligible para todos, de lo que presupone y significa el compromiso ecuménico y el recomendado diálogo interreligioso y promovido por la Concilio Vaticano II.

9. Presentando a la Iglesia católica cogida de la mano de los hermanos cristianos y éstos todos juntos dándose la mano con los hermanos de otras religiones, el día de Asís fue como una expresión visible de estas afirmaciones del Concilio Vaticano II. Con ella y por ella hemos podido, por la gracia de Dios, llevar a la práctica, sin sombra de confusión ni de sincretismo, nuestra convicción, inculcada por el Concilio, sobre la unidad de principio y fin de la familia humana y sobre el significado y el valor de las religiones no cristianas. (…)

En este sentido, hay que decir también que en Asís se fortaleció la identidad misma de la Iglesia católica y la conciencia que tiene de sí misma. En efecto, la Iglesia, es decir, nosotros mismos, hemos comprendido mejor, a la luz de los acontecimientos, cuál es el verdadero significado del misterio de unidad y de reconciliación que el Señor nos confió, y que ejerció primero al ofrecer su vida "no sólo por el pueblo, sino también para unir a los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).

10. (...) La Iglesia también ejerció este ministerio en Asís, de una manera inédita, pero no menos eficaz y exigente, como reconocieron nuestros invitados, quienes expresaron su alegría y nos exhortaron a continuar por el camino emprendido. Por otro lado, la situación del mundo, como vemos en esta Nochebuena, es en sí misma una llamada urgente a redescubrir y mantener siempre vivo el espíritu de Asís como motivo de esperanza para el futuro.

11. Allí se descubrió de manera extraordinaria el valor único que tiene la oración para la paz; y de hecho esa paz no se puede tener sin la oración, y la oración de todos, cada uno en su propia identidad y en la búsqueda de la verdad. Y en esto debemos ver, como hemos dicho antes, otra manifestación admirable de esa unidad que nos une más allá de las diferencias y divisiones conocidas por todos. Toda oración auténtica está bajo el influjo del Espíritu "que intercede con insistencia por nosotros", porque ni siquiera sabemos lo que conviene pedir, pero ora en nosotros "con gemidos indecibles" y "el que escudriña los corazones sabe cuáles son los deseos del Espíritu” (cf. Rom 8, 26-27). En efecto, podemos creer que toda oración auténtica es suscitada por el Espíritu Santo, que está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre.

Esto también se vio en Asís: la unidad que proviene del hecho de que todo hombre y toda mujer son capaces de orar: es decir, de someterse totalmente a Dios y reconocerse pobres ante él. La oración es uno de los medios para realizar el plan de Dios entre los hombres (cf. Ad gentes, 3). De este modo quedó claro que el mundo no puede dar la paz (cf. Jn 14,27), sino que es un don de Dios y que debe obtenerse de él mediante la oración de todos.

12. (...) A quien "con la Encarnación se ha unido en cierto modo a todos los hombres" (Gaudium et spes, 22) quisiera volver a confiarle el seguimiento que se dará a la jornada en Asís y los compromisos que, con este fin, todos en la iglesia deben asumir o ya están asumiendo para responder a la vocación fundamental de la iglesia entre los hombres a ser "sacramento de la redención universal" y "semilla válida de unidad y esperanza para toda la humanidad" (Lumen Gentium, 9). [32]


Cito seguidamente a JPII en una audiencia de septiembre de 1998 en la que expone el fundamento del ecumenismo puesto en práctica desde el CVII:

Ante todo, es preciso tener presente que toda búsqueda del espíritu humano en dirección a la verdad y al bien, y, en último análisis, a Dios, es suscitada por el Espíritu Santo. Precisamente de esta apertura primordial del hombre con respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen encontramos fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones.

En todas las auténticas experiencias religiosas la manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a trascenderse, podemos afirmar que «toda oración auténtica está suscitada por el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre» (Discurso a los miembros de la Curia romana, 22 de diciembre de 1986, n. 11: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de enero de 1987, p. 8).” [33]

Cito ahora un viejo artículo[34] en el que enumero textos de JPII en los que sostiene la herejía de la salvación universal, en total conformidad con la gnosis panteísta -fundamento del modernismo-, según la cual cada ser humano se encuentra unido esencialmente a la divinidad, por lo que la idea de una reprobación eterna, obviamente, pierde todo sentido:

El problema con el CVII es que oficializa el modernismo en la Iglesia: falso ecumenismo, falso “diálogo religioso”, falsa libertad religiosa, falsa eclesiología, con la “Iglesia de Cristo” distinguida implícitamente de la Iglesia Católica -el “subsistit in” de Lumen Gentium 8 sobre el que se funda el falso ecumenismo conciliar-, falsa salvación universal(cf. Gaudium et Spes 22: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”), ampliamente desarrollada por Juan Pablo II[35]:I. “Cristo Señor ha indicado estos caminos sobre todo cuando -como enseña el Concilio- mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre. […] Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre -todo hombre sin excepción alguna- ha sido redimido por Cristo, porque con el hombre -cada hombre sin excepción alguna- se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello”. JPII, Redemptor Hominis n. 13/14.[36]

II. “[…] debemos […] manifestar al mundo nuestra unidad […] en la revelación de la dimensión divina y humana […] de la Redención, en la lucha con perseverancia incansable en favor de esta dignidad que todo hombre ha alcanzado, […] que es la dignidad de la gracia de adopción divina.” Idem, n. 11.

III. “Nace el Redentor del hombre. Con Él nace la humanidad nueva. Y con Él nace la Iglesia […] A la Iglesia, por su misión primordial, nacida con Cristo nacido, y recibida de Él con mandato solemne, incumbe defender la dignidad del hombre: de cada hombre -como he escrito en mi primera Encíclica-. Porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio.” JPII, discurso a la curia romana, 22-12-1979, n. 3.[37]

IV. “Cristo […] nos conoce con el conocimiento y con la ciencia más interior, con el mismo conocimiento con que Él, Hijo, conoce y abraza al Padre y, en el Padre, abraza la verdad infinita y el amor. Y, mediante la participación en esta verdad y en este amor, Él hace nuevamente de nosotros, en Sí mismo, los hijos de su Eterno Padre; obtiene, de una vez para siempre, la salvación del hombre: de cada uno de los hombres y de todos, de aquellos que nadie arrebatará de su mano... En efecto, ¿quién podría arrebatarlos?” JPII, homilía del 27-04-1980, n. 5.[38]

V. “[…] como el Concilio Vaticano II recuerda, [el hombre] es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio.” JPII, Centesimus Annus n. 5.[39]

VI. “En el hecho de la Redención está la salvación de todos, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio.” JPII, Redemptoris Missio n. 4.[40]

VII. “Este rayo de la noche de Navidad […] es la chispa de luz más profunda de la humanidad a quien Dios ha visitado, esta humanidad acogida de nuevo y asumida por Dios mismo […] La naturaleza humana asumida místicamente por el Hijo de Dios en cada uno de nosotros, que hemos sido adoptados en la nueva unión con el Padre. La irradiación de este misterio se expande lejos, muy lejos; alcanza también aquellas partes o esferas de la existencia de los hombres en las que todo pensamiento acerca de Dios […] parece estar ausente.” JPII, audiencia general, 27-12-1978, n. 1[41].

VIII. “La Eucaristía: el Sacramento de la Alianza del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, de la Alianza que es eterna. Esta es la Alianza que abarca a todos. Esta Sangre llega a todos y salva a todos.” JPII, homilía, 06-06-1985, n. 7[42].

Así pues, para los papas conciliares, la paz en el mundo resultará, en el plano espiritual, de la plegaria ecuménica realizada por todas las “tradiciones religiosas”. A lo que habría que agregar, en el plano político, la “indispensable” acción de la ONU, permanentemente destacada por ellos.

X.[43] […] Miles Christi: Estimado Padre: Con todo respeto, y dejando sentado que soy un lector asiduo de su blog, que considero de gran interés y utilidad, y por el cual aprovecho para felicitarlo y manifestarle mi gratitud, me atrevo a hacer una observación. Usted dice: “Por cierto, esta situación no ha comenzado en el 2013; sino que realmente estas dos iglesias ya coexistían, y eran contradictorias entre sí, aunque la presencia de Papas que mantenían ininterrumpido el legado de la Tradición (aún con sus claroscuros) nos ofreciera la apariencia de que la Una y Santa pervivía, y nos hacía creer que nada pasaba, dándonos la esperanza en que mejorarían los tiempos.”

No puedo evitar interrogarme: ¿Le parece que el hecho de haber convocado a todas las falsas religiones del orbe -heréticas, cismáticas e idólatras- a que pusieran en práctica sus falsos cultos con vistas a obtener la “paz en el mundo”, merece solamente el calificativo de “claroscuro”? Porque se trata, ni más ni menos, que de la antítesis de la enseñanza de la encíclica Mortalium Animos, de Pío XI. ¿No sería más adecuado considerar semejante hecho como una falta flagrante contra el primer mandamiento? ¿Es acaso infundado teológicamente tachar dichas manifestaciones interreligiosas -Asís I a V- de impías y blasfemas? ¿La promoción pública y oficial de dichos “cultos”, por parte de la autoridad eclesiástica, confirmando de este modo implícitamente a sus pobres adeptos en el error, no equivale a un acto inequívoco de apostasía? ¿Cuál habría sido ante ellos la reacción de un San Pablo, por ejemplo?

Es un hecho manifiesto que tanto JPII como BXVI aplicaron a rajatabla, a lo largo de sus pontificados, el ecumenismo y el “diálogo interreligioso” heréticos del CVII, cuyo fundamento no es otro que el modernismo condenado solemnemente por San Pío X, el cual afirma el valor intrínseco y la legitimidad de todas las “religiones” para relacionarse con la “divinidad”, puesto que ella sería inmanente al espíritu humano, surgiendo de la interioridad de la conciencia humana -naturalismo panteísta-.

En esas condiciones, sinceramente, y lo repito, con todo respeto, le confieso que no logro comprender cómo puede sostener que ellos “mantenían ininterrumpido el legado de la Tradición”. Es por este motivo que, a mi entender, la ruptura con la Tradición se remonta al CVII -adopción de una falsa concepción de la libertad religiosa, del ecumenismo y de la Iglesia (la nueva eclesiología conciliar fundada en el famoso subsistit in)- y se prolonga en todo el magisterio subsiguiente, sin exceptuar el de ninguno de los papas conciliares…

Fray Filemón de la Trinidad – Estimado Miles Christi: Entiendo su preocupación, aunque claro, no comparto algún presupuesto de su demanda. El diálogo ecuménico e interreligioso es, por supuesto, una zona cuestionable en la praxis eclesial, incluso antes del Concilio Vaticano II. Importa sobre todo conocer detalles históricos sobre el desarrollo del ecumenismo y del diálogo interreligioso, para distinguir matices sobre lo actuado por uno y otro papa de las últimas décadas. A la vez, las cuestiones de gobierno no son tan sencillas como las cuestiones teóricas que pueden poner negro sobre blanco en un papel. El poner negro sobre blanco en la práctica no es tan sencillo ni tan fácil (sobre todo no es tan fácil cuando el pontífice predecesor ha hecho algo y hay que re-encauzarlo o corregirlo). Y comprendo que sea un tema candente para ciertos sectores eclesiales. Gracias por su comentario. Lo tengo en cuenta para desarrollar este tema en alguna próxima ocasión.

Miles Christi – Muchas gracias por su respuesta, Padre. Me parece que no se puede reducir el tema a las dificultades inherentes a la gobernabilidad de la Iglesia, porque eso podría justificar errores factuales o prudenciales, jamás contra la fe misma. Lamentablemente, eso es lo que viene sucediendo desde el CVII con relación a las “religiones” heréticas, cismáticas o idólatras, a las que se confiere rango de caminos válidos de salvación, confortando a los extraviados en sus errores (Dos ejemplos entre varios: rechazo del uniatismo con los ortodoxos y la communicatio in sacris autorizada con ellos + la renuncia a la evangelización de los judíos, cuya alianza se considera aún vigente). Esto es algo que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia.

No me quiero repetir, pero esto es modernismo en estado puro, como lo expliqué en el primer comentario. Y el modernismo no es otra cosa que el avatar “cristiano” de la gnosis naturalista y panteísta. Sí, la misma que la de los gnósticos primitivos, cátaros, rosacruces, cabalistas, hegelianos y teilhardianos, cada uno con su particular elaboración conceptual, pero manteniendo el inmanentismo naturalista y panteísta en todos los casos. Si la divinidad es por naturaleza inmanente a la conciencia, y las diferentes “religiones” no son sino la expresión de este hecho manifestado en épocas, lugares y áreas culturales particulares, recurriendo en cada caso al acervo cultural e ideológico de cada una de ellas, se entiende que los últimos tres “papas conciliares” -en perfecta conformidad con los lineamientos trazados por los documentos conciliares Unitatis Redintegratio, Nostra Aetate y Dignitatis Humanae, que citan ad nauseam para legitimar sus prácticas innovadoras, como es lógico- las inviten a ejercer sus falsos cultos con vistas a obtener la paz mundial.

Ahora bien, no se requiere ser particularmente erudito en teología para comprender que esto no sólo es falso, sino blasfemo, y que implica, necesariamente, la apostasía de la fe católica, aunque no sea explícitamente significada verbalmente, lo que no es de ninguna manera necesario en la especie. Para comprender estas cosas, basta con poseer debidamente los rudimentos del catecismo.
La situación es entonces la siguiente: desde el CVII el Vaticano promueve el “ecumenismo” y la “interreligiosidad” como fundamento no para la conversión de los infieles, ni para el retorno de los herejes y cismáticos a la única verdadera Iglesia de Cristo, que es la católica -lo que ya no tiene curso desde el subsistit in de Lumen Gentium, que niega implícitamente la identidad entre “Iglesia Católica” e “Iglesia de Cristo”-, sino para fomentar la “fraternidad humana” y conseguir la “paz mundial”.
Si esto no es apostasía, y el preludio inequívoco de la instauración de una “suprareligión” universal, en la que las “diferencias dogmáticas” de las distintas “denominaciones” pasarán a un segundo plano en provecho de una “praxis” humanista, y que será -o, cuando menos, de la cual saldrá-, la religión del Anticristo, con el falso profeta liderándola -¿Francisco? Tal vez, pero evidentemente lo ignoro, es algo que se sabrá con el tiempo-, confieso que me quedo sin palabras…

La descripción de la obra de apostasía cuidadosamente programada y meticulosamente puesta en práctica por el Vaticano desde el CVII es algo que desarrollo -muy sucintamente- en este artículo que pongo en nota al pie de página.

Como dije, es un escrito breve, sencillo y fundado en citas oficiales del Vaticano. Los hechos son tan, pero tan manifiestos, que resulta imposible no verlos, y la conclusión que se desprende de ellos, por doloroso que resulte reconocerlo, es que nos hallamos ante el misterio de iniquidad en su máxima expresión, ante la gran apostasía profetizada por San Pablo y por Nuestro Señor, preludio necesario a la manifestación pública del Hombre de Pecado…

Anónimo – Estimado Miles Christi: Entonces, siguiendo su razonamiento, todos los que firmaron aquellos documentos del CVII, que rompieron con la Tradición, ¿son herejes?

Miles Christi – Anónimo: Respondo a su pregunta. Sí, materialmente. No, formalmente, en lo que concierne -creo yo- a un gran número de ellos -a la mayoría, quizás-, por no tener clara conciencia de ello. El asunto es que los documentos conciliares contradicen el magisterio en varios puntos, los que mencioné aquí, y varios otros, siendo Dignitatis Humanae y su falsa doctrina sobre la libertad religiosa uno de los principales, gracias a cuya aplicación se firmaron nuevos concordatos con antiguos países católicos -a instancias del Vaticano- que abandonaron la confesionalidad del Estado y adhirieron al “Estado laico”, supuestamente “neutro” en materia religiosa, conforme al programa de la masonería, como es bien sabido…

Pero resulta que estos errores se expresaron, generalmente, y por obvias cuestiones estratégicas -neutralizar la oposición “integrista”- de una manera “atemperada”, “moderada”, “difusa”, consignados entre párrafos ortodoxos, para despistar, y seguidos de declamaciones pour la galerie que lo dicho “no contraría el magisterio anterior”, “halla su fundamento en la Sagrada Escritura”, y otros embustes similares… Por eso la mayoría “mordió el anzuelo”.

Además, resultaba inimaginable que un concilio ecuménico, convocado y promulgado por un “papa”, pudiese contener errores. La aplicación progresiva de los mismos, a través de las subsiguientes reformas litúrgicas y canónicas, de la nueva “praxis ecuménica” y del “magisterio postconciliar” imbuido de los principios modernistas, fue lo que permitió que dichos errores se fuesen poniendo cada vez más en evidencia, hasta desembocar en el paroxismo de Asís, convocado por JPII -tres veces-, siendo Ratzinger supuestamente el encargado de velar por la preservación de la ortodoxia doctrinal (!!!), quien, a su vez, también lo convocaría una vez devenido en BXVI…

Miles Christi



Sobre el pontificado de Bergoglio:





[4] “Crónicas de un falso profeta” – 09/12/2022 – https://gloria.tv/post/7sBzz3NToDs4BBxzRWmxP8BQn

[5] “A siete años de un artículo sobre Bergoglio” – 13/09/2020 – https://gloria.tv/post/1DQvBV48AGNqDpMfqs2ah1nQZ

[6] “Francisco y el Sínodo de Amazonia” – 09/03/2020 – https://gloria.tv/post/uPYpzrL9S6aj2AFqUKZJzusCS

[7] “El Vaticano promueve la idolatría” – 14/02/2020 – https://gloria.tv/post/3sr87Te4ezwp3c92d2MxRxuAF

[8] “Ocho años con Francisco” – 13/03/2021 – P. 93 y 94 – https://gloria.tv/post/SLeiCfmnsJjC6XG4S9zEh4dJM

[9] “La agenda globalista del Vaticano” – 07/04/2020 – https://gloria.tv/post/zxei2vyx9drs1mNm2bPv92uut


[11] “Anathema sit Bergoglio” – 15/08/2016 – P. 54 a 56 – https://gloria.tv/post/PKZujf4aWcp16GqVqsgWtf1YJ



[14] Se podría citar también la homilía de Corpus Christi de 2006: «La creación con todos sus dones aspira, más allá de sí misma, hacia algo todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, y más allá de la síntesis de la naturaleza y el espíritu que en cierto modo experimentamos en ese trozo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo.» https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/fr/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060615_corpus-christi.html – Y también la de la Vigilia Pascual del mismo año: «Un teólogo alemán dijo una vez con ironía que el milagro de un cadáver reanimado -si es que eso hubiera ocurrido verdaderamente, algo en lo que no creía- sería a fin de cuentas irrelevante para nosotros porque, justamente, no nos concierne. En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es -si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución- la mayor mutación, el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia.» https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060415_veglia-pasquale.html


[16] En su encíclica Ecclesia de Eucharistia de 2003 Juan Pablo II se hace eco de esta doctrina teilhardiana: «Cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de Obispo y de Sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla. Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowic donde desempeñé mi primer encargo pastoral, la colegiata de San Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de San Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero. He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en las plazas de las ciudades… Estos escenarios tan variados de mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal y, por así decir, cósmico. ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación. […] Verdaderamente, éste es el mysterium fidei que se realiza en la Eucaristía: el mundo nacido de las manos de Dios creador retorna a Él redimido por Cristo.» § 8 https://www.vatican.va/holy_father/special_features/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_20030417_ecclesia_eucharistia_sp.html – Francisco cita a Juan Pablo II en el § 236 de Laudato Si’: «En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios. En efecto, la Eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico: ‘‘¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo’’.» https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html


[18] «Como cristianos, queremos ofrecer nuestra contribución para superar la crisis ecológica que está viviendo la humanidad. Para ello debemos ante todo extraer de nuestro rico patrimonio espiritual las motivaciones que alimentan la pasión por el cuidado de la creación, recordando siempre que, para los creyentes en Jesucristo, Verbo de Dios hecho hombre por nosotros, ‘‘la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo, ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea’’ (Laudato Si’, 216). La crisis ecológica nos llama por tanto a una profunda conversión espiritual: los cristianos están llamados a una ‘‘conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea’’ (ibíd., 217). De hecho, ‘‘vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana’’ (ibíd.)»



[20] “Anathema sit Bergoglio” – 15/08/2016 – P. 65 a 69 – https://gloria.tv/post/PKZujf4aWcp16GqVqsgWtf1YJ


[22] Bernard Dumont se expresa claramente sobre el asunto en el artículo Convergencias mundialistas, en el número 132 de la excelente revista Catholica: «Es así como, por etapas sucesivas, hemos arribado a la situación actual, en la cual se opera una simbiosis entre la adhesión explícita a la idea de organización política mundial y los numerosos signos, las pequeñas frases y los gestos simbólicos que prueban su autenticidad a través de una praxis cargada de ejemplaridad. Particularmente, el muy extenso texto de Laudato Si’ no consagra más que un párrafo a cuestión de la autoridad mundial, contentándose esencialmente con citar el pasaje de Caritas in Veritate que acabamos de leer. Pero el resto del documento aborda muchos asuntos puestos a la orden del día por grupos de presión que obran a la sombra de la ONU y de otras instancias transnacionales, a fin de legitimar sus enfoques, alejados del contenido habitual de las encíclicas pero omnipresentes como soporte de una propaganda mundialista muy acentuada. El hecho de que la presentación del documento haya sido confiada a personajes de primer plano en la aplicación de esta propaganda y en las acciones que ella promueve constituye en sí mismo un gesto muy significativo. No se trata de un hecho aislado, al contrario, forma parte de un conjunto que transmite un mensaje efectivo y sin ambages. No hace falta hacer resaltar hasta qué punto la incesante y multiforme invitación a abrir incondicionalmente las puertas a los ‘‘inmigrantes’’ participa de la misma praxis, junto a otros símbolos, como ser la escenografía vagamente panteísta realizada el 8 de diciembre de 2015 en la Plaza San Pedro, al mismo tiempo que la Conferencia de París sobre el clima.» https://www.catholica.presse.fr/2016/08/10/3914/


[24] Dos años después, el 24 de octubre de 2011, el Consejo Pontificio Justicia y Paz publicó un extenso documento desarrollando el proyecto ratzingeriano de instaurar un gobierno mundial, del cual he aquí un breve extracto: «Sin embargo permanece aún un largo camino por recorrer antes de llegar a la constitución de una tal Autoridad pública con competencia universal. La lógica desearía que el proceso de reforma se desarrollase teniendo como punto de referencia la Organización de las Naciones Unidas, en razón de la amplitud mundial de sus responsabilidades, de su capacidad de reunir las Naciones de la tierra, y de la diversidad de sus propias tareas y de las de sus Agencias especializadas. El fruto de tales reformas debería ser una mayor capacidad de adopción de políticas y opciones vinculantes, por estar orientadas a la realización del bien común a nivel local, regional y mundial. […] Existen, pues, las condiciones para la superación definitiva de un orden internacional “westfaliano”, en el que los Estados perciben la exigencia de la cooperación, pero no asumen la oportunidad de una integración de las respectivas soberanías para el bien común de los pueblos. Es tarea de las generaciones presentes reconocer y aceptar conscientemente esta nueva dinámica mundial hacia la realización de un bien común universal. Ciertamente, esta transformación se realizará al precio de una transferencia gradual y equilibrada de una parte de las competencias nacionales a una Autoridad mundial y a las Autoridades regionales, pero esto es necesario en un momento en el cual el dinamismo de la sociedad humana y de la economía, y el progreso de la tecnología trascienden las fronteras, que en el mundo globalizado, de hecho están ya erosionadas. La concepción de una nueva sociedad, la construcción de nuevas instituciones con vocación y competencia universales, son una prerrogativa y un deber de todos, sin distinción alguna. Está en juego el bien común de la humanidad, y el futuro mismo.» https://es.zenit.org/2011/10/25/por-una-reforma-del-sistema-financiero-y-monetario-internacional-en-la-perspectiva-de-una-autoridad/




[28] “Apostasía en el vaticano” – 31/10/22 – https://gloria.tv/post/bGpgetbcHdif6j2WsvcyisVwU



[31] http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/october/documents/hf_ben-xvi_spe_20111028_religious-delegations.html – “El pasado 1 de enero, después de la oración del Angelus, Benedicto XVI anunció su deseo de solemnizar el XXV aniversario del histórico encuentro que tuvo lugar en Asís, el 27 de octubre de 1986, por voluntad del venerable Siervo de Dios Juan Pablo II. Con motivo de dicha conmemoración, el Santo Padre tiene la intención de convocar, el próximo 27 de octubre, una Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, acudiendo como peregrino a la ciudad de san Francisco e invitando nuevamente a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los exponentes de las tradiciones religiosas del mundo e, idealmente, a todos los hombres de buena voluntad.” https://opusdei.org/es-es/article/asis-2011-peregrinos-de-la-verdad-peregrinos-de-la-paz/ https://www.focolare.org/espana/es/news/2015/10/27/el-espiritu-de-asis/



[34] “Precisiones acerca del debate sobre la crisis eclesial”: https://gloria.tv/post/YiuLSfYme6pw2w84kfcymNqYf – Cita tomada de ese artículo: “La situación es entonces la siguiente: desde el CVII el Vaticano promueve el “ecumenismo” y la “interreligiosidad” como fundamento no para la conversión de los infieles, ni para el retorno de los herejes y cismáticos a la única verdadera Iglesia de Cristo, que es la católica -lo que ya no tiene curso desde el subsistit in de Lumen Gentium, que niega implícitamente la identidad entre “Iglesia Católica” e “Iglesia de Cristo”-, sino para fomentar la “fraternidad humana” y conseguir la “paz mundial”.

[35] Sobre el tema recomiendo vivamente la lectura del siguiente estudio: “El itinerario teológico de Juan Pablo II hacia la jornada mundial interreligiosa de oración por la paz en Asís” – Johannes Dörmann – https://gloria.tv/post/6zthWmGbzH4c1khnBxDXRbRGf








[43] “Debate sobre la crisis eclesial” – 21/09/2022 – https://gloria.tv/post/ikhsixMS6zNn38NPNS7E4YEQj