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jueves, 12 de mayo de 2022

Además de “Fratelli tutti”, antes del cónclave los cardenales deberían releer “Dominus Iesus”



Desde hace unos meses circula entre los cardenales una nueva revista, creada enteramente para ellos, con la finalidad declarada de ayudarles a “conocerse para tomar las decisiones correctas en los momentos importantes de la vida de la Iglesia”. En otras palabras: en vista del futuro cónclave.

La revista tiene el título en latín de “Cardinalis”, se envía a todos los miembros del sacro colegio [de cardenales] y puede ser leída en cuatro idiomas, incluso en línea. Se publica en Versalles (Francia). Está escrita por “un equipo de vaticanistas de diferentes países y de diversas tendencias”. El primer número salió en noviembre de 2021 con el cardenal iraquí Louis Raphaël Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, en la portada, y el segundo en abril de este año con el cardenal Camillo Ruini en la portada.

De hecho, la entrevista que abre este último número es con este culto cardenal de 91 años que desempeñó un papel importante en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Settimo Cielo ha publicado recientemente dos reflexiones de Ruini sobre Dios y sobre el hombre, es decir, sobre las cuestiones claves para la misión de la Iglesia en el mundo. Y de nuevo en esta entrevista en "Cardinalis" -realizada por la vaticanista estadounidense Diane Montagna- él insiste en cuáles son las verdades “centrales y decisivas” del cristianismo, sobre las que la Iglesia lo gana o lo pierde todo:

“El primer punto, y el más importante, es aquél en el que Benedicto XVI ha insistido mucho: la fe y la confianza en Dios, la primacía de Dios en nuestra vida. El segundo punto, inseparable del primero, es la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios y nuestro único salvador. El tercero es el hombre, creado a imagen de Dios y convertido en su hijo adoptivo en Cristo, el hombre llamado a la vida eterna, el hombre que ya hoy busca vivir como hijo de Dios”.

En particular, subraya Ruini, no se debe ensombrecer la verdad de Jesucristo, único salvador de todos, afirmada por el Nuevo Testamento y reafirmada por la declaración del año 2000 “Dominus Iesus”, un “documento fundamental” contra el relativismo presente también en la Iglesia.

Ruini no lo dice, pero el hecho de que esta verdad capital debe volver a estar en el centro de atención de los cardenales llamados a elegir al próximo Papa está subrayado con fuerza unas páginas más adelante, en este mismo número de “Cardinalis”, en un texto que tiene el inequívoco título de “Memorándum para un futuro cónclave”.

Firmado por el profesor Pietro De Marco, pero fruto de un equipo de reflexión más amplio, el “Memorándum” advierte del peligro de equiparar la revelación cristiana con otras religiones y de despojar la muerte de Jesús en la cruz de todo valor redentor, reduciéndola a un mensaje ético de transformación de los corazones y de la sociedad:

“La afirmación del carácter único y universal de la mediación salvífica de Cristo es, por otra parte, parte central de la buena nueva que la Iglesia viene anunciando ininterrumpidamente desde la época apostólica. ‘Este Jesús es la piedra que, rechazada por vosotros, los constructores, se ha convertido en la piedra angular. En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a los hombres otro nombre bajo el cielo por el que podamos salvarnos’ (Hechos 4, 11-12)”.

Si se oscurece esta verdad primordial “acontece, como desgraciadamente ocurre, la disolución del sujeto cristiano”. Por ello, el “Memorándum” advierte que, incluso en un cónclave, la “fidelidad a la tarea de Pedro de confirmar [en la fe] a los hermanos” debe volver al centro de la reflexión sobre esta piedra angular del Credo cristiano. Independientemente de esos repliegues que son producto de ciertas lecturas irenistas y banalizantes de una encíclica como la de “Fratelli tutti” del papa Francisco.

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Sorprendentemente, pero no para los bien informados, también en vísperas del cónclave de 2005, en el que se eligió al papa Joseph Ratzinger, hubo un cardenal que llamó enérgicamente a sus hermanos a poner en la base de la reflexión la verdad de Jesucristo, el único salvador de todos.

Ese cardenal fue Giacomo Biffi (1928-2015), destacado teólogo y arzobispo de Bolonia desde 1984 hasta 2003, quien, al hablar el 15 de abril de 2005 en una de las reuniones a puertas cerradas que precedieron a ese cónclave, se dirigió a los asistentes de la siguiente manera:

“Hace unos días escuché en la televisión a una religiosa anciana y devota que respondía así al entrevistador: ‘Este Papa, que ha muerto, ha sido grande sobre todo porque nos ha enseñado que todas las religiones son iguales’. No sé si a Juan Pablo II le hubiese gustado mucho un elogio como ese.

“Quisiera señalar al nuevo Papa el caso de la ‘Dominus Iesus’: un documento explícitamente de acuerdo y públicamente aprobado por Juan Pablo II; un documento por el cual me gusta expresar al cardenal Ratzinger mi vibrante gratitud. Que Jesús es el único necesario Salvador de todos es una verdad que en veinte siglos – a partir del discurso de Pedro después de Pentecostés – nunca se había escuchado la necesidad de reclamar. Esta verdad es, por decir así, el grado mínimo de la fe; es la certeza primordial, es entre los creyentes el dato simple y más esencial. En dos mil años no ha sido jamás puesta en duda, ni siquiera durante la crisis arriana y ni siquiera con ocasión del descarrilamiento de la Reforma protestante. El haber tenido que recordarla en nuestros días nos da la medida de la gravedad de la situación hodierna. Sin embargo, este documento, que reclama la certeza primordial, más simple, más esencial, ha sido contestado. Ha sido contestado en todos los niveles: en todos los niveles de la acción pastoral, de la enseñanza teológica, de la jerarquía.

“Me contaron de un buen católico que propuso a su párroco hacer una presentación de la ‘Dominus Iesus’ a la comunidad parroquial. El párroco (un sacerdote por lo demás excelente y bien intencionado) le respondió: ‘Olvídalo. Ese es un documento que divide’. ‘Un documento que divide’. ¡Gran descubrimiento! Jesús mismo ha dicho: ‘Yo he venido a traer la división’ (Lc 12, 51). Pero demasiadas palabras de Jesús resultan hoy censuradas por la cristiandad; al menos por la cristiandad en sus partes más locuaces”.

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En efecto, la declaración “Dominus Iesus”, publicada el 6 de agosto de 2000 con la firma del entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, fue fuertemente criticada no sólo por quienes no pertenecen a la Iglesia católica, sino también por altos miembros de la jerarquía, como el cardenal Edward Cassidy, entonces presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y su sucesor Walter Kasper.

Para disminuir su autoridad, los opositores solían atribuir la autoría de la “Dominus Iesus” únicamente al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sin ninguna aprobación real por parte del Papa.

Pero no fue así en absoluto. En una contribución a un libro en memoria de Juan Pablo II, escrito en 2014 tras su renuncia al papado, Ratzinger reiteró la total sintonía entre él y el Papa en la publicación de ese documento. Lo hizo con estas palabras textuales:

“Entre los documentos sobre los distintos aspectos del ecumenismo, el que suscitó las mayores reacciones fue la declaración ‘Dominus Iesus’ del 2000, que resume los elementos irrenunciables de la fe católica. […]

“Ante el torbellino que se había creado alrededor de la ‘Dominus Iesus’, Juan Pablo II me dijo que en el Ángelus tenía la intención de defender inequívocamente el documento.

“Me invitó a escribir un texto para el Ángelus que fuera irrefutable y que no permitiera una interpretación distinta. Tenía que emerger de manera totalmente incuestionable que él aprobaba el documento en forma incondicional.

“Preparé, por tanto, un breve discurso; no quería, sin embargo, ser demasiado brusco, por lo que intenté expresarme con claridad, pero sin dureza. Después de leerlo, el Papa me preguntó de nuevo: ‘¿Realmente es lo bastante claro?’. Respondí que sí.

“Quien conoce a los teólogos no se asombrará del hecho que, a pesar de todo, hubo personas que seguidamente sostuvieron que el Papa había tomado prudentemente distancia de ese texto”.

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También en otro escrito, unos meses después, en forma de mensaje a la Pontificia Universidad Urbaniana, el Papa emérito Benedicto XVI reiteró la importancia vital de la verdad contenida en la "Dominus Iesus", aunque no la citó explícitamente.

La Urbaniana es la universidad misionera por excelencia, vinculada a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Y Ratzinger aprovechó precisamente esto para reaccionar ante las dudas que amenazan la idea misma de la misión “ad gentes”, a la que muchos querrían sustituir por un diálogo igualitario entre las religiones, con vistas a “una fuerza común para la paz”.

Sin darse cuenta de que al hacerlo -escribió Ratzinger- se deja de lado “la verdad que originalmente movió a los cristianos” a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra:

"Se supone que la auténtica verdad sobre Dios, en última instancia, es inalcanzable y que a lo sumo se puede hacer presente lo que es inefable sólo con una variedad de símbolos. Esta renuncia a la verdad parece realista y útil a la paz entre las religiones del mundo. Pero esto es letal para la fe. En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad, si todo se reduce a símbolos en el fondo intercambiables, capaces de referirse sólo de lejos al misterio inaccesible de lo divino".

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Y no sólo eso. Además de la firma del Cardenal Ratzinger, la declaración "Dominus Iesus" fue firmada también por el entonces secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Tarcisio Bertone.

En un libro-entrevista posterior, Bertone reveló otros entretelones sobre la génesis de la "Dominus Iesus" y el pleno acuerdo entre Juan Pablo II y Ratzinger:

“Un elemento típico de la firmeza doctrinal de Juan Pablo II se refiere a su pasión por una cristología verdadera y auténtica. Él mismo quiso la declaración dogmática sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, 'Dominus Iesus', a pesar de los rumores que atribuían a una 'fijación' del cardenal Ratzinger o de la Congregación para la Doctrina de la Fe el hecho de haber querido esta famosa declaración, rumores que también se habían difundido en el ámbito católico. Sí, fue el propio Juan Pablo II el que pidió personalmente la declaración, porque le llamaron la atención las reacciones críticas a su encíclica sobre la labor misionera, 'Redemptoris missio', con la que quería animar a los misioneros a anunciar a Cristo incluso en contextos en los que están presentes otras religiones, para no reducir la figura de Jesús a cualquier fundador de un movimiento religioso. Las reacciones fueron negativas, especialmente en Asia, y el Papa quedó muy decepcionado. Luego, en el Año Santo del 2000 -el año cristológico por excelencia- dijo: ‘Por favor, preparen una declaración dogmática’. Así se preparó 'Dominus Iesus', denso, descarnado y con lenguaje dogmático. Sigue siendo muy importante en el clima actual de la Iglesia porque, partiendo del análisis de una situación preocupante a escala mundial, ofrece a los cristianos los lineamientos de una doctrina fundada en la revelación que debe guiar un comportamiento coherente y fiel al Señor Jesús, único y universal salvador”.

Al entrevistador que le preguntó cómo reaccionó el Vaticano a las críticas, Bertone respondió:

“No sólo en el ámbito laical, sino también en el católico, algunos se alinearon con esta crítica. El Papa estuvo doblemente amargado. Hubo una sesión de reflexión precisamente sobre estas reacciones, especialmente de los católicos. Al final del encuentro, el Papa nos dijo enérgicamente: ‘Quiero defender la 'Dominus Iesus' y quiero hablar de ello el domingo 1 de octubre, durante el rezo del Ángelus -estábamos presentes el cardenal Ratzinger, el cardenal Re y yo mismo- y quiero decir esto y esto’. Tomamos nota de sus ideas y redactamos el texto que el Papa aprobó y luego pronunció. Fue el domingo en el que se canonizó a los mártires chinos. La coincidencia había sugerido a algunos una cierta prudencia: 'No es apropiado', sugirieron, 'que hablen de 'Dominus Iesus' ese mismo día, es mejor que lo hagan en otro contexto'. Es mejor que lo posponga, podría hacerlo público el 8 de octubre, el domingo del jubileo de los obispos, en presencia de cientos de prelados”. Pero el Papa respondió a tales objeciones: ‘¿Cómo? ¿Ahora tengo que posponerlo? ¡No, en absoluto! Lo he decidido para el 1 de octubre, lo he decidido para este domingo, ¡y el domingo lo haré!’”.

En el Ángelus de aquel 1 de octubre de 2000, Juan Pablo II presentó en efecto “Dominus Iesus” como “aprobado por mí en forma especial”. Y concluyó: “Tengo la esperanza de que esta declaración, que me es muy querida, después de tantas interpretaciones erróneas, cumpla por fin su función clarificadora”.

Una función que hoy es más relevante que nunca.
Sandro Magister

jueves, 9 de abril de 2020

La Pascua del cardenal Pell. Con los comentarios de Ruini y Müller



 

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“Lo que más deseo ahora es celebrar una misa”, ha dicho el cardenal George Pell en cuanto ha sido puesto en libertad tras más de 400 días de reclusión, en un coloquio exclusivo con Catholic News Agency. “La semana santa es el tiempo más importante en la Iglesia y estoy especialmente feliz de que la sentencia haya llegado en este momento. El triduo pascual, que es el centro de nuestra fe, será aún más especial para mí este año”.

El cardenal (en la foto de Quinn Rooney para Getty Images mientras abandona la cárcel de Barwon) ha dicho que ha recibido un número “increíble” de mensajes de Australia y de todo el mundo.

Efectivamente, el día 7 de abril, martes santo, algunos cardenales han mostrado públicamente su alegría por la revocación de la sentencia.

Desde Italia, el cardenal Camillo Ruini ha declarado a la agencia ANSA:
“Estoy sumamente feliz por la absolución del cardenal George Pell de las acusaciones de pedofilia. A él me unen una profunda amistad y una enorme estima. Nunca he dudado de su inocencia, que ahora es reconocida. Pell es un testigo auténtico de Jesucristo, que ha pagado un precio altísimo por su fidelidad al Señor y a la Iglesia. Su ejemplo de valor y de generosidad es una luz para toda la Iglesia”.
Desde Sudáfrica, el cardenal Wilfrid Napier ha tuiteado un “Deo gratias!”.

Desde Alemania, el cardenal Gerhard Müller ha dicho a LifeSite News:
“Ahora que el cardenal Pell está de nuevo en libertad, en esta semana santa recordemos a Cristo que ‘padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente’ (1 Pedro 2, 21-23)”.
Prosigue:
“Aunque los enemigos de la Iglesia han triunfado durante mucho tiempo, doblegando la ley ante la mirada de todos, el cardenal Pell y todos los perseguidos por su fe han apelado al Dios de la justicia. Aunque quienes persiguen a la Iglesia se burlan de nuestra esperanza en la justicia celeste, no podrán sustraerse a sus responsabilidades en el juicio final”.
Y ha concluido:
“Muchos ahora están rezando para que el cardenal Pell recibe justicia también en el tribunal eclesiástico. Aunque las que actúen en él son personas, deberían sin embargo estará más cerca de la justicia divina”.
A CNA el cardenal Pell ha relatado que supo la noticia por la televisión, en su celda. “Naturalmente, no había nadie con quien pudiera hablar de ello. Pero he sentido un gran clamor procedente de alguna parte de la cárcel y tres prisioneros en celdas cercanas a la mía han gritado que estaban contentos por mí”.

Ha vivido su tiempo de reclusión como "un largo retiro", para reflexionar, escribir y, sobre todo, rezar: “La oración ha sido la gran fuente de fuerza para mí durante todo este tiempo, incluida la oración de los demás, y estoy muy agradecido a todos los que han rezado por mí y me han ayudado durante este tiempo realmente arduo”.
 
Sandro Magister

viernes, 20 de marzo de 2020

Coronavirus. Dos pastores de Iglesia, dos estilos. Comparando sus palabras


 
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El mismo día del miércoles 18 de marzo, el papa Francisco y el cardenal Camillo Ruini han dado a conocer dos entrevistas sobre la aparición del coronavirus.

El Papa con Paolo Rodari para “la Repubblica”, el diario fundado por Eugenio Scalfari.

El cardenal Ruini en “TG2 Post”, la conversación en profundidad conducida por Manuela Moreno, que sigue las noticias diarias vespertinas de la RAI 2.

A continuación publicamos las transcripciones de las dos entrevistas. Para que los lectores las comparen.



EL PAPA: “NO DESPERDICIES ESTOS DÍAS DIFÍCILES”


CIUDAD DEL VATICANO – “En estos días difíciles podemos volver a descubrir aquellos pequeños gestos concretos de proximidad hacia las personas más cercanas a nosotros, una caricia a nuestros abuelos, un beso a nuestros hijos, a las personas que amamos. Son gestos importantes, decisivos. Si sabemos vivir así estos días no se desperdiciarán".

El Papa Francisco vive estos días en el Vaticano siguiendo de cerca las noticias sobre la emergencia del coronavirus. Hace dos días fue a rezar a Santa María Maggiore y a la iglesia de San Marcello al Corso. Hoy le cuenta a Repubblica lo que le están enseñando estos días.

P. – Santo Padre, ¿qué pidió cuando fue a rezar a las dos iglesias romanas?

R. – Le pedí al Señor que detuviera la epidemia: Señor, detenla con tu mano. Recé por esto.

P. – ¿Cómo podemos vivir estos días para que no se desperdicien?

"Debemos redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos. Comprender que en las pequeñas cosas está nuestro tesoro. Hay gestos mínimos, que a veces se pierden en el anonimato de la vida cotidiana, gestos de ternura, de afecto, de compasión que, sin embargo, son decisivos, importantes. Por ejemplo, un plato caliente, una caricia, un abrazo, una llamada telefónica... Son gestos familiares de atención a los detalles de cada día que hacen que la vida tenga sentido y que haya comunión y comunicación entre nosotros.

P. – ¿No solemos vivir así?

R. – A veces sólo vivimos una comunicación virtual entre nosotros. En cambio, deberíamos descubrir una nueva cercanía. Una relación concreta hecha de cuidados y paciencia. Muy a menudo las familias, en casa, comen juntas en un gran silencio, pero no es para escucharse mejor unos a otros, sino más bien porque los padres ven la televisión mientras comen, y sus hijos están concentrados en sus teléfonos móviles. Parecen unos monjes aislados unos de otros. Así no hay comunicación; en cambio, escucharnos es importante porque entendemos los problemas de cada uno, sus necesidades, esfuerzos, deseos. Hay un lenguaje hecho de gestos concretos que debe ser salvaguardado. En mi opinión, el dolor de estos días debe abrirnos a lo concreto.

P. – Hay mucha gente que ha perdido a sus seres queridos, mientras muchos otros están luchando al frente para salvar otras vidas. ¿Qué quiere decirles?

R. – Agradezco a los que se dedican de esta manera a los demás. Son un ejemplo de esta sensibilidad hacia lo concreto. Y pido que todos estén cerca de aquellos que han perdido a sus seres queridos y traten de estar cerca de ellos de todas las maneras posibles. El consuelo debe ser ahora el compromiso de todos. En este sentido me impresionó mucho el artículo escrito en Repubblica por Fabio Fazio sobre las cosas que está aprendiendo estos días.

P. – ¿Qué le ha impresionado en particular?

R. – Muchos pasajes, pero en general el hecho de que nuestro comportamiento siempre afecta a la vida de los demás. Tiene razón, por ejemplo, cuando dice: "Se ha hecho evidente que los que no pagan impuestos no sólo cometen un delito, sino un crimen: si faltan camas y aparatos de respiración, también es culpa suya". Esto me impresionó mucho.

P. – ¿Cómo puede vivir con esperanza frente a estos días alguien que no cree?

R. – Todos somos hijos de Dios y estamos bajo su mirada. Incluso aquellos que aún no han encontrado a Dios, aquellos que no tienen el don de la fe, pueden encontrar ahí su camino, en las cosas buenas en las que creen: pueden encontrar la fuerza en el amor a sus hijos, a su familia, a sus hermanos y hermanas. Uno puede decir: "No puedo rezar porque no soy creyente”. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar allí la esperanza.

(Traducción de Luis E. Moriones)

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RUINI: “CRISTO RESUCITADO ES NUESTRA GRAN ESPERANZA”

P. – Cardenal, en esta emergencia Italia quizás ha redescubierto también los pequeños tesoros que están escondidos dentro de nuestras casas. ¿Es así?

R. – Sí, creo que este momento verdaderamente trágico nos lleva a redescubrir la importancia de la relación con Dios y, en consecuencia, de la oración. Yo al menos lo vivo así: un momento en el cual me confío con todo el corazón al Señor y a su misericordia.

P. – ¿Pero cómo podemos hacer para qué este momento dramático se transforme en un recurso, en un redescubrimiento también de nuestra humanidad, de nuestros sentimientos y de la ayuda mutua?

R. – Creo que este momento nos impulsa a la solidaridad. Todos comprendemos que estamos en la misma barca, que debemos buscar ayudarnos el uno al otro, porque ésta es una cuestión de vida o muerte. Y aquí de nuevo la fe puede sernos de gran ayuda, porque la fe nos dice precisamente esto, que todos somos hermanos, hijos de un único Padre que vela por nosotros. Debemos creer en esto, creer que no estamos solos, no solamente porque hay otras personas con nosotros, sino también porque frente a la muerte el cristiano sabe que la muerte no tiene la última palabra. Es necesario también decir esto, porque cuando se habla de centenares de muertos, y naturalmente de tantas personas que pierden a sus seres queridos, este interrogante se plantea inevitablemente: ¿con la muerte se termina todo? ¿O la muerte es un tránsito, doloroso y dramático, pero hacia la vida? Es por esto que Cristo resucitado es nuestra gran esperanza, es el punto de referencia. ¡Aferrémonos a él! ¡Creamos en él!

P. – Muchos fieles en este momento están también un poco desorientados, porque para evitar el contagio no pueden ni siquiera encontrarse con Dios en una iglesia. ¿Cuál es el consuelo que podemos dar a quién en concreto no logra vivir su religiosidad y su fe en una iglesia?

R. – Creo que podemos encontrar a Dios en nuestra conciencia. Jesús ha dicho: cuando reces, enciérrate en tu habitación y reza. Las circunstancias externas son importantes, es cierto, es importante ir a la iglesia, pero sobre todo es importante la relación interior con Dios.

Quiero resaltar la importancia de la confianza. No debemos perder la confianza. Es verdad que de algún modo este coronavirus nos ha derrotado, por ahora. Pero es verdad también que el hombre sabrá vencer. Sabrá vencer a través de la solidaridad recíproca, ciertamente, pero también a través de su ingenio, el ingenio humano que viene de Dios y que nos hará encontrar también los remedios para el coronavirus. Sea una terapia, una vacuna o lo que sea, no sé cuándo acontecerá esto, pero estoy convencido que superaremos también al coronavirus, y por esto debemos tener confianza y pedir al Señor que nos haga emplear al máximo las capacidades que nos ha dado.

P. – Hemos visto el domingo pasado las imágenes del papa Francisco caminando por las calles desiertas de Roma, lo hemos visto rezar frente al Crucifijo de San Marcelo, en Santa María Mayor. Y hoy se ha publicado una entrevista en “la Repubblica”, en la que ha hablado del carácter concreto de las cosas pequeñas, de transformar este aislamiento para descubrir un tesoro. La exhortación estaba en el título: “No desperdicien estos días difíciles”. ¿Cómo se hace, cardenal?

R. – Estos días nos ofrecen espacios nuevos. Mientras estamos encerrados en casa, mientras debemos renunciar a nuestras actividades habituales, tenemos más tiempo para dedicarnos a otras cosas. Y una de éstas es ciertamente redescubrir las relaciones recíprocas, redescubrir nuestros afectos, nuestras amistades, los valores que nos mantienen unidos. Y como decía antes, en la misma línea se plantea el redescubrimiento de nuestra relación con el Señor. En consecuencia, de este modo podemos ciertamente poner en positivo, poner en valor también esas cosas que debemos sufrir para respetar las reglas y para combatir el coronavirus. Quiero decir también que es muy importante que, como dijo el Papa, cada uno de nosotros busque hacer todo lo que le es posible, que cada uno de nosotros sepa que es también responsabilidad suya. Cada hombre es libre, cada hombre es responsable. Debemos ser conscientes de esto y no dejarlo ir jamás. Lamentablemente hay aquí ejemplos muy negativos – debemos decirlo en esta circunstancia – de personas que se aprovechan del desastre para lucrar con cualquier ventaja económica personal irrisoria. Pero frente a esto hay muchos testimonios positivos: pensemos en los médicos, en los enfermeros, pero no sólo en ellos. Ahora bien, esto provoca también a nuestra libertad. Somos personas libres, podemos decidir conscientemente utilizar bien todas los recursos que tenemos, también en el sentido de la solidaridad y de la ayuda a quien tiene más necesidades que nosotros.

P. – Cardenal, muchas personas nos dejan a causa de este maldito virus y lo más triste es que se van en soledad. Con frecuencia no tienen ni siquiera la posibilidad de tener un funeral.

R. – Esto es verdaderamente muy triste: no poder estar cerca de los propios seres queridos que nos dejan. Esperamos que las personas que se encuentran allí – los médicos, los enfermeros – les digan una palabra buena, que a través de ellos sientan que no están abandonados. Y sobre todo quiero rezar al Señor que les haga sentir que Él está cerca y les espera, de la misma manera que el Padre espera a su propio hijo que vuelve a casa, como el padre de la parábola esperaba al hijo pródigo o como Abraham esperaba al pobre Lázaro que moría.

Sandro Magister