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domingo, 25 de julio de 2021

Análisis del motu proprio "Traditionis custodes" del Papa Francisco, a una semana de su publicación

 CATHOLICVS


Tras 40 meses sin publicar en el blog -por motivos que no vienen al caso-, y tras leer y escuchar muchos artículos, opiniones y comentarios en internet y otros medios de comunicación, me he decidido a analizar someramente el motu proprio 'Traditionis custodes', pues afecta a la liturgia tradicional que siempre he promovido en este blog, y así también despejar dudas y equívocos que se han difundido en otros medios.

Este motu proprio comienza diciendo que sus predecesores (los de Francisco) "concedieron y reglamentaron la facultad de utilizar el Misal Romano publicado por San Juan XXIII en 1962" (que no es otro que la última edición del Misal de San Pío V) "Para promover la concordia y la unidad en la Iglesia [...] en algunas regiones [donde los fieles] se adhirieron a las formas litúrgicas anteriores a la reforma deseada por el Concilio Vaticano II". Sin embargo, dicha adhesión no era geográfica, ni se limitaba a simples regiones concretas.

En realidad, el motu proprio "Summorum Pontificum" de Benedicto XVI aclara perfectamente que la motivación no era promover ninguna "concordia y unidad", sino la preocupación pastoral de Juan Pablo II por dichos fieles:
"...el Sumo Pontífice Juan Pablo II, movido por la preocupación pastoral respecto a estos fieles...".
Lo cual se concretó en el año 1988:
"...con la Carta Apostólica «Ecclesia Dei», dada en forma de Motu Proprio, Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor de todos los fieles que lo solicitasen. Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles...".
Es decir, no sólo Benedicto XVI dio la posibilidad a todos los fieles de usar los libros litúrgicos tradicionales (entre ellos, el Missale Romanum de San Pío V en su última edición), sino que dicha medida se remonta hasta el pontificado e iniciativa de Juan Pablo II. Así, la celebración en iglesias designadas para ello, en simples parroquias o el establecimiento de parroquias personales dedicadas al Rito Romano tradicional, se debió a esa solicitud pastoral con los fieles que solicitaban el Rito Romano tradicional. No se debía, pues, al "...deseo y a la voluntad de sacerdotes individuales que a la necesidad real del «santo Pueblo fiel de Dios»", como afirma "Traditionis custodes".

Esas medidas para dar respuesta a dichas peticiones se tomaron:
"...tras haber escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de marzo de 2006, y haber reflexionado profundamente sobre cada uno de los aspectos de la cuestión, invocando al Espíritu Santo y contando con la ayuda de Dios...".
Y por ello Benedicto XVI promulgó la Carta Apostólica en forma de motu proprio "Summorum Pontificum".

Como aclaró perfectamente Benedicto XVI (no es que lo estableciera él, sino que simplemente lo recordó) el uso del Rito Romano tradicional (como también cualquiera de los otros ritos de la Iglesia), es una de las expresiónes de la Lex orandi, y estas...
"...expresiones de la «Lex orandi» de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la «Lex credendi» («Ley de la fe») de la Iglesia".
Es decir, el uso del Rito Romano tradicional no induce a dividir lo que creen los fieles (la Lex credendi), como achaca sin pruebas 'Traditionis custodes'.

Quienes usan el Rito Romano tradicional, aun suponiendo que fueran divisivos en algún aspecto (de lo cual primero hay que mostrar pruebas concretas, no sólo afirmarlo, ni achacárselo a todos en bloque, lo cual es incierto e injusto), no lo son, en ningún caso, por el mero hecho de usar el Rito Romano anterior a la reforma litúrgica de 1969. Si no, ¿habría que concluir que, siguiendo dicho razonamiento, las evidentes y mayores divisiones que se han producido en los últimos 50 años entre sacerdotes y fieles que sólo usan el Misal de Pablo VI se debe al uso de dicho Misal?

Y no sólo las divisiones, sino la no aceptación de multitud de aspectos y decisiones del Concilio Vaticano II (no digamos de Concilios precedentes, que siguen en vigor, por si alguno se ha olvidado), del Magisterio de los Papas postconciliares, y hasta del mismo Credo o el Decálogo, entre muchos de esos miembros del clero y fieles que sólo usan el Novus Ordo. Porque, no nos engañemos: hay muchos más. ¿Metemos a todos en el mismo saco, lo achacamos al Misal de Pablo VI, y prohibimos las Misas en las parroquias con el Novus Ordo, así como la no Ordenación de nuevos sacerdotes que pretendan usarlo? Porque eso es lo que establece y parece pretender "Traditionis custodes" con quienes usan el Rito Romano tradicional, a pesar de ser menos gente, de ser menos divisivos (cuando no en absoluto divisivos) y de creer todo lo que manda la Iglesia, a diferencia de muchos de aquéllos.

Además, Benedicto XVI, como también lo hace Francisco en la carta a los obispos que acompaña "Traditionis custodes", recordó (de nuevo, lo recordó, no lo estableció él, y por tanto no puede derogarse lo que es un mero recordatorio de un hecho cierto, por más que se derogue "Summorum Pontificum", que es donde meramente se aclara eso, y no el documento que establece tal hecho) que:
"...es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que NUNCA SE HA ABROGADO".
Ni lo abrogó Pablo VI, ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI, ni, por supuesto, lo ha abrogado Francisco, aunque haya limitado su uso.

Entrando en el articulado de "Traditionis custodes", lo primero que destaca es la imprecisión del texto y la malinterpretación en sus citas:

En el artículo 1, cuando afirma que los libros litúrgicos promulgados por Pablo VI y [posteriormente retocados por] Juan Pablo II "en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II" son "la única expresión de la lex orandi del Rito Romano", cabe decir, en primer lugar, que éstos no están tan en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II como afirma, pues "Sacrosanctum Concilium", el documento sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II, se ha incumplido sistemáticamente en muchas de sus partes hasta el día de hoy (por ejemplo, el uso del latín obligatorio, no opcional, aunque se permitan partes en lengua vernácula, o el uso del canto gregoriano); y en segundo lugar, tendría que decir que dichos libros litúrgicos son la "unica expresión" PERMITIDA de la "Lex orandi", si su intención es prohibir el uso del Rito Romano anterior a la reforma de Pablo VI, no que lo que siempre ha sido una de las expresiones de dicha Lex orandi (como también lo son los otros Ritos latinos o los Orientales) se haya convertido por arte de magia en otra cosa, o que su uso dé lugar a creer (Lex credendi) otra cosa diferente a lo que creen quienes usan el Misal de Pablo VI. Porque, se supone que el Novus Ordo no da lugar a creer otra cosa que lo que siempre ha creído la Iglesia. ¿O acaso lo hace o lo pretende?

El artículo 2 permite a los obispos autorizar el uso del Missale Romanum de San Pío V en su edición de 1962 en sus respectivas diócesis, por lo cual, no puede considerarse que los obispos que lo autoricen sean "desobedientes" al Papa, como afirman algunas personas en internet y las redes sociales.

El artículo 3 será inaplicable en casi todos (si no en todos) los casos, pues, ¿cómo se comprueba que "estos grupos no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices"? Los obispos, ¿van a preguntar sobre estos puntos a cada fiel que asista a Misa? Hasta ahora no lo han hecho (y eso que es uno de los motivos aducidos en la carta de acompaña al motu proprio para tomar las decisiones contempladas en "Traditionis custodes"), sino que se han limitado a responder un cuestionario (sólo lo ha hecho un tercio de los obispos), no habiendo ellos -tampoco- encuestado a los fieles para saberlo y sacar conclusiones a partir de sus supuestas respuestas (que tampoco se han dado a conocer). Pero, además, aunque se hubiera hecho y se hiciera (que no se ha hecho, ni se hará), salta a la vista la arbitrariedad e injusticia que supondría hacerlo sólo con los fieles que asisten a Misas tradicionales (muchos de los cuales también asisten a Misas Novus Ordo), y no a quienes asisten al culto con el Misal de Pablo VI.

Tanto el Papa como los obispos saben perfectamente que hay muchos más fieles, de los que sólo usan los libros litúrgicos promulgados por Pablo VI, que cuestionan el Concilio Vaticano II, todos los Concilios anteriores (porque el último no los deroga o invalida, como algunos pretenden dar a entender), el Magisterio de los Sumos Pontífices, tanto preconciliares, como postconciliares (piénsese en 'Humanae Vitae' de Pablo VI, 'Familiaris Consortio' de Juan Pablo II, o la 'Dominus Iesus' sobre la unicidad y universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, por ejemplo), la autoridad papal y hasta el mismo Decálogo, que los que presuntamente cuestionan alguna de esas cosas entre los católicos que usan el Rito Romano tradicional (aunque sólo sea porque, por mera estadística, hay menos fieles de este tipo que de los primeros).

El resto del artículo, y los demás artículos, son meras restricciones: Misa tradicional sí, pero fuera de las parroquias, no erigir nuevas parroquias personales, no autorizar nuevos grupos, etc., que ya han analizado otras páginas web.

Sorprende, asimismo, la prisa en tomar estas medidas: "entrando en vigor inmediatamente". Pero así es como están las cosas, de momento.

Por último, hay que señalar y repetir que la Constitución Apostólica "Quo Primum tempore", promulgada por el Papa San Pío V de acuerdo con los decretos y cánones del Concilio de Trento, no se ha abrogado jamás. Ni lo hizo Pablo VI, ni los Papas posteriores (incluyendo a Francisco), y puede seguir oficiándose la Misa Tridentina y los fieles asistir a la misma, como recordó Benedicto XVI, según establece a perpetuidad dicha Constitución Apostólica:
VII. Además, por autoridad Apostólica y a tenor de la presente, damos concesión e indulto, también a perpetuidad, de que en el futuro sigan por completo este Misal y de que puedan, con validez, usarlo libre y lícitamente en todas las Iglesias sin ningún escrúpulo de conciencia y sin incurrir en castigos, condenas, ni censuras de ninguna especie.
VIII. Del mismo modo, estatuimos y declaramos:

- Que no han de estar obligados a celebrar la Misa en forma distinta a la establecida por Nos ni Prelados, ni Administradores, ni Capellanes ni los demás Sacerdotes seculares de cualquier denominación o regulares de cualquier Orden;
- Que no pueden ser forzados ni compelidos por nadie a reemplazar este Misal;
- Y que la presente Carta jamás puede ser revocada ni modificada en ningún tiempo, sino que se yergue siempre firme y válida en su vigor.
XII. Así pues, que absolutamente a ninguno de los hombres le sea licito quebrantar ni ir, por temeraria audacia, contra esta página de Nuestro permiso, estatuto, orden, mandato, precepto, concesión, indulto, declaración, voluntad, decreto y prohibición. Más si alguien se atreviere a atacar esto, sabrá que ha incurrido en la indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo.
Y así lo ha entendido la Iglesia, siempre y en todo lugar, desde que se promulgara hace más de 450 años.

En otra entrada analizaré, Dios mediante, la carta que acompaña a este motu proprio, donde Francisco expone sus motivaciones (con independencia de si las razones aducidas son reales o no, si corren prisa o no, etc.)

CATHOLICVS

Entrevista a Mons. Schneider sobre Traditionis Custodes

INFOCATÓLICA 


Mucho se está diciendo a favor y en contra del reciente Motu Proprio sobre la Misa Tradicional. Nos parece entonces un servicio eclesial el poder dar voz también a Mons. Schneider, en una reciente entrevista concedida a Diane Montagna, celebrando en esas líneas una actitud delicadamente pastoral y muy necesaria en horas muy oscuras para gran cantidad de fieles, sin dejarse llevar por un obsecuente respeto humano ni por reacciones intempestivas. Subrayamos especialmente el poner de manifiesto una cuestión que no sólo desde un punto de vista católico sino sobre todo humano, nos preocupa: la violación del principio de identidad y de no contradicción, ya que hoy no sólo se está contradiciendo la voz del sentir milenario de la Iglesia sino muchas de las normas explícitamente declamadas en el pontificado que transitamos, y que son aquí citadas oportunamente.

Por nuestra parte, rogamos a María, Auxilium Christianorum, que ilumine y proteja a la Iglesia en las actuales batallas, como lo hizo en tiempos de San Pío V, allá en Lepanto…

A continuación, la entrevista completa:

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Diane Montagna: Excelencia, la nueva carta apostólica del Papa Francisco, emitida motu proprio el 16 de julio de 2021, se llama “Traditionis Custodes” (Guardianes de la Tradición). ¿Cuál fue su impresión inicial acerca de la elección de este título?

Mons. A. Schneider: - Mi impresión inicial fue la de un pastor que, en lugar de tener olor a sus ovejas, las golpea furiosamente con un palo.

D.M. ¿Cuáles son sus impresiones generales sobre el Motu Proprio y de la Carta adjunta del Papa Francisco a los obispos del mundo, en la que explica su razón de ser para restringir la Misa tradicional en latín?

Mons. A.Schneider: - En su Exhortación apostólica programática, Evangelii Gaudium, el Papa Francisco aboga por “ciertas actitudes que favorecen la apertura al mensaje: cercanía, disposición al diálogo, paciencia, calidez y acogida sin prejuicios” (n. 165). Sin embargo, al leer el nuevo Motu Proprio y la carta que lo acompaña, uno tiene la impresión opuesta, a saber, que el documento, en su conjunto, muestra una intolerancia pastoral e incluso una rigidez espiritual. El Motu Proprio y la Carta que lo acompaña comunican un espíritu crítico y hostil. En el documento sobre Fraternidad humana (firmado en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019), el Papa Francisco abraza la “diversidad de religiones”, mientras que en su nuevo Motu Proprio rechaza resueltamente la diversidad de formas litúrgicas en el rito romano.

Qué contraste tan flagrante de actitud presenta este Motu Proprio, en comparación con el principio rector del pontificado del Papa Francisco, es decir, la inclusión y el amor preferencial por las minorías y las periferias en la vida de la Iglesia. Y qué actitud sorprendentemente estrecha se descubre en el Motu Proprio, en contraste con las propias palabras del Papa Francisco:
“Sabemos que estamos tentados de diversas maneras a adoptar la lógica del privilegio que nos separa, excluye y cierra, mientras separamos, excluyendo y cerrando los sueños y la vida de tantos de nuestros hermanos y hermanas ”(Homilía de las Vísperas, 31 de diciembre de 2016 ).
Las nuevas normas del Motu Proprio degradan la forma milenaria de la lex orandi de la Iglesia Romana y, al mismo tiempo, cierran “los sueños y la vida de tantas” familias católicas, y especialmente de los jóvenes -laicos y sacerdotes-, cuya vida espiritual y amor por Cristo y la Iglesia han crecido y se han beneficiado enormemente de la forma tradicional de la Santa Misa.

El Motu Proprio establece un principio de rara exclusividad litúrgica, al afirmar que los nuevos libros litúrgicos promulgados son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano (Art. 1). Qué contraste también es esta posición con estas otras palabras del Papa Francisco:
“Es cierto que el Espíritu Santo produce diferentes carismas en la Iglesia, que a primera vista pueden parecer crear desorden. Sin embargo, bajo su dirección, constituyen una riqueza inmensa, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no es lo mismo que uniformidad ”( Homilía del Papa Francisco en la Catedral Católica del Espíritu Santo, Estambul, sábado, noviembre 29 de 2014 ) 
D.M. ¿Cuáles son sus mayores preocupaciones sobre el nuevo documento?

Mons. A.Schneider: -Como obispo, una de mis principales preocupaciones es que, en lugar de fomentar una mayor unidad mediante la coexistencia de diversas formas litúrgicas auténticas, el Motu Proprio crea una sociedad de dos clases en la Iglesia, es decir, católicos de primera y católicos de segunda. Los privilegiados de primera son aquellos que se adhieren a la liturgia reformada, es decir, el Novus Ordo , y los católicos de segunda, que ahora apenas serán tolerados, incluyen un gran número de familias católicas, niños, jóvenes y sacerdotes que, en las últimas décadas, han crecido en la liturgia tradicional y han experimentado, con gran beneficio espiritual, la realidad y el misterio de la Iglesia gracias a esta forma litúrgica, que las generaciones anteriores consideraron sagrada y que formó a tantos santos y católicos destacados a lo largo de la historia.

El Motu Proprio y la carta que lo acompaña cometen una injusticia contra todos los católicos que se adhieren a la forma litúrgica tradicional, acusándolos de ser divisivos y de rechazar el Concilio Vaticano II. De hecho, una parte considerable de estos católicos se mantiene alejada de las discusiones doctrinales sobre el Vaticano II, el Nuevo Ordinario de la Misa (Novus Ordo Missae), y otros problemas relacionados con la política eclesiástica. Solo quieren adorar a Dios en la forma litúrgica a través de la cual Dios ha tocado y transformado sus corazones y vidas. El argumento invocado en el Motu Proprio y la carta que lo acompaña, que sostiene que la forma litúrgica tradicional crea división y amenaza la unidad de la Iglesia, es refutado por los hechos.

Además, el tono despectivo adoptado en estos documentos contra la forma litúrgica tradicional llevaría a cualquier observador imparcial a concluir que tales argumentos son simplemente un pretexto y una artimaña, y que aquí hay algo más en juego.

D.M. ¿Qué tan convincente encuentra la comparación del Papa Francisco (en la carta que acompaña a los obispos) entre sus nuevas medidas y las adoptadas por San Pío V en 1570?

Mons. A.Schneider: -La época del Concilio Vaticano II y de la llamada Iglesia “conciliar” se ha caracterizado por una apertura a la diversidad e inclusión de espiritualidades y expresiones litúrgicas locales, junto a un rechazo del principio de uniformidad en la praxis litúrgica de la Iglesia. A lo largo de la historia, la verdadera actitud pastoral ha sido de tolerancia y respeto hacia una diversidad de formas litúrgicas, siempre que expresen la integridad de la fe católica, la dignidad y el carácter sagrado de las formas rituales y que brinden un verdadero fruto espiritual a la vida de los fieles. En el pasado, la Iglesia Romana reconoció la diversidad de expresiones en su lex orandi. En la constitución apostólica que promulga la liturgia tridentina, Quo Primum (1570), el Papa San Pío V, al aprobar todas aquellas expresiones litúrgicas de la Iglesia romana que tenían más de doscientos años, las reconoció como una expresión igualmente digna y legítima de la lex orandi de la Iglesia romana. En esta bula, el Papa San Pío V declaró que de ninguna manera rescindía otras expresiones litúrgicas legítimas dentro de la Iglesia Romana. La forma litúrgica de la Iglesia romana que fue válida hasta la reforma de Pablo VI no surgió con San Pío V, pero se mantuvo sustancialmente sin cambios incluso siglos antes del Concilio de Trento. La primera edición impresa del Missale Romanum se remonta a 1470, es decir, cien años antes del misal publicado por S. Pío V. El orden de la Misa de ambos misales es casi idéntico; la diferencia radica más en elementos secundarios, como el calendario, número de prefacios y normas de rúbrica más precisas.

El nuevo Motu Proprio del Papa Francisco también es profundamente preocupante porque manifiesta una actitud de discriminación contra una forma litúrgica de casi mil años de la Iglesia Católica. La Iglesia nunca ha rechazado lo que, a lo largo de muchos siglos, ha expresado santidad, precisión doctrinal y riqueza espiritual, y ha sido exaltado por muchos papas, grandes teólogos (por ejemplo, Santo Tomás de Aquino) y numerosos santos. Los pueblos de Europa Occidental y, en parte, de Europa Oriental, del Norte y del Sur de Europa, de las Américas, África y Asia fueron evangelizados y formados doctrinal y espiritualmente por el Rito Romano tradicional, y estos pueblos encontraron en ese rito su espiritualidad, su hogar litúrgico. El Papa S. Juan Pablo II dio ejemplo de una sincera apreciación de la forma tradicional de la Misa, cuando dijo:
“En el Misal Romano, llamado ‘de S. Pío V, como en varias liturgias orientales, hay hermosas plegarias con las cuales el sacerdote expresa el sentido más profundo de la humildad y la reverencia ante los misterios sagrados. Estas plegarias revelan la sustancia propia de cualquier liturgia.” (Mensaje a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, 21 de septiembre de 2001)
Iría en contra del verdadero espíritu de la Iglesia de todas las épocas expresar ahora desprecio por esta forma litúrgica, etiquetarla como “divisiva” y como algo peligroso para la unidad de la Iglesia, y emitir normas destinadas a hacer desaparecer esta forma en el tiempo. Las normas consagradas en el Motu Proprio del Papa Francisco buscan arrancar sin piedad de las almas y vidas de tantos católicos la liturgia tradicional, que en sí misma es santa y representa la patria espiritual de estos católicos. Con este Motu Proprio, los católicos que hoy han sido alimentados espiritualmente y formados por la liturgia tradicional de la Santa Madre Iglesia, ya no experimentarán a la Iglesia como una madre sino como una “madrastra”, en consonancia con la propia descripción del Papa Francisco:
“Ah, ¡La madre que critica, que habla mal de sus hijos, no es madre!” Discurso a los consagrados y consagradas de la diócesis de Roma, 16 de mayo de 2015 )
D.M. La carta apostólica del Papa Francisco se emitió en la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, patrona de los Carmelitas (como Santa Teresa de Lisieux), que rezan especialmente por los sacerdotes. A la luz de las nuevas medidas, ¿qué les diría a los seminaristas diocesanos y sacerdotes jóvenes que esperaban celebrar la Misa Tradicional?

Mons. A.Schneider: - El cardenal Joseph Ratzinger habló sobre la limitación de los poderes del Papa en cuanto a la liturgia, con esta esclarecedora explicación:
“El Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es la ley; más bien, es el guardián de la Tradición auténtica y, por tanto, el principal garante de la obediencia. No puede hacer lo que quiere, y así puede oponerse a aquellas personas que, por su parte, quieren hacer lo que se les ocurra. Su gobierno no es el de un poder arbitrario, sino el de la obediencia en la fe. Por eso, con respecto a la liturgia, tiene la tarea de un jardinero, no la de un técnico que construye nuevas máquinas y tira las viejas a la basura. El “rito”, esa forma de celebración y oración que ha madurado en la fe y la vida de la Iglesia, es una forma condensada de Tradición viva en la que la esfera que usa ese rito expresa toda su fe y su oración, y así, al mismo tiempo, la comunión de generaciones entre sí se convierte en algo que podemos experimentar, comunión con las personas que oran antes que nosotros y después de nosotros. Así, el rito es un don que se da a la Iglesia, una forma viva de paradosis, la transmisión de la Tradición”. (Prefacio a “El desarrollo orgánico de la liturgia. Los principios de la reforma litúrgica y su relación con el movimiento litúrgico del siglo XX antes del Concilio Vaticano II ”por Dom Alcuin Reid, San Francisco 2004).
La Misa tradicional es un tesoro que pertenece a toda la Iglesia, ya que ha sido celebrada y profundamente apreciada y amada por sacerdotes y santos durante al menos mil años. De hecho, la forma tradicional de la Misa fue casi idéntica durante siglos antes de la publicación del Misal del Papa S.Pío V en 1570. Un tesoro litúrgico válido y muy estimado de casi mil años no es propiedad privada de un Papa y del que puede disponer libremente. Por tanto, los seminaristas y sacerdotes jóvenes deben pedir el derecho a utilizar este tesoro común de la Iglesia, y si se les niega este derecho, pueden hacerlo sin embargo, quizás de forma clandestina. Esto no sería un acto de desobediencia, sino de obediencia a la Santa Madre Iglesia, que nos ha legado este tesoro litúrgico.

D.M. -Excelencia, ¿cuál ha sido su impresión hasta ahora de la implementación de “Traditionis Custodes”?

Mons. A.Schneider: -En unos pocos días, los obispos diocesanos e incluso toda una conferencia episcopal ya han comenzado por una supresión sistemática de cualquier celebración de la forma tradicional de la Santa Misa. Estos nuevos “inquisidores de la liturgia” han mostrado un clericalismo asombrosamente rígido, similar a ese descrito y lamentado por el Papa Francisco, cuando dijo:
“Hay ese espíritu de clericalismo en la Iglesia, que uno siente: los clérigos se sienten superiores, los clérigos se apartan del pueblo, los clérigos siempre dicen: ‘esto se hace como esto, así, así, ¡y si no, te vas! ‘”(Meditación diaria en la Santa Misa del 13 de diciembre de 2016).
El Motu Proprio antitradicional del Papa Francisco comparte algunas similitudes con las decisiones litúrgicas fatídicas y extremadamente rígidas tomadas por la Iglesia Ruso-Ortodoxa bajo el Patriarca Nikon de Moscú entre 1652 y 1666. Esto finalmente condujo a un cisma duradero conocido como los “Viejos Ritualistas” (en ruso: staroobryadtsy), quienes mantuvieron las prácticas litúrgicas y rituales de la Iglesia rusa tal como estaban antes de las reformas del Patriarca Nikon. Resistiendo la acomodación de la piedad rusa a las formas contemporáneas del culto ortodoxo griego, estos viejos ritualistas fueron anatematizados, junto con su ritual, en un Sínodo de 1666-1667, produciendo una división entre los antiguos ritualistas y aquellos que siguieron a la iglesia estatal en su condena del Antiguo Rito. Hoy la Iglesia Ruso-Ortodoxa lamenta las drásticas decisiones del Patriarca Nikon, pues si las normas que implementó hubieran sido verdaderamente pastorales y hubieran permitido el uso del antiguo rito, no habría habido un cisma de siglos, con muchos sufrimientos innecesarios y crueles.

En nuestros días asistimos a cada vez más celebraciones de la Santa Misa, que se han convertido en una plataforma para promover el estilo de vida pecaminoso de la homosexualidad, las llamadas “Misas LGBT”, una expresión que en sí misma ya es una blasfemia. Estas misas son toleradas por la Santa Sede y muchos obispos. Lo que se necesita con urgencia es un Motu Proprio con normas estrictas que repriman la práctica de tales “Misas LGBT”, ya que son un ultraje a la majestad divina, un escándalo para los fieles (los pequeños) y una injusticia hacia los homosexuales sexualmente activos, personas que por tales celebraciones son confirmadas en sus pecados, y cuya salvación eterna se pone por ello en peligro.

D.M. -Y sin embargo, varios obispos, particularmente en los Estados Unidos pero también en otros lugares, como en Francia, han apoyado a los fieles de su diócesis que están apegados a la Misa Tradicional en Latín. ¿Qué diría usted para animar a estos sus hermanos obispos? ¿Y qué actitud deben tener los fieles hacia sus obispos, muchos de los cuales quedaron sorprendidos por el documento?

Mons. A.Schneider: -Estos obispos han mostrado una verdadera actitud apostólica y pastoral, como los que son “pastores con olor a oveja”. Animaría a estos y muchos otros obispos a continuar con una actitud pastoral tan noble. Que ni las alabanzas de los hombres ni el temor de los hombres los conmuevan, sino sólo la mayor gloria de Dios, y el mayor beneficio espiritual de las almas y su salvación eterna. Por su parte, los fieles deben demostrar hacia estos obispos gratitud, respeto y amor filial.

D.M. -¿Qué efecto cree Ud. que tendrá el Motu Proprio?

Mons. A.Schneider: -El nuevo Motu Proprio del Papa Francisco es, en última instancia, una victoria pírrica y tendrá un efecto boomerang. Las numerosas familias católicas y el número cada vez mayor de jóvenes y sacerdotes, en particular sacerdotes jóvenes, que asisten a la Misa tradicional, no podrán permitir que su conciencia sea violada por un acto administrativo tan drástico. Decirles a estos fieles y sacerdotes que simplemente deben ser obedientes a estas normas, en última instancia, no funcionará con ellos, porque entienden que una llamada a la obediencia pierde su poder cuando el objetivo es suprimir la forma tradicional de la liturgia, el gran tesoro litúrgico de la Iglesia Romana.

Con el tiempo, seguramente surgirá una cadena mundial de misas de catacumbas, como sucede en tiempos de emergencia y persecución. De hecho, podemos ser testigos de una era de misas tradicionales clandestinas, similar a la que Aloysius O’Kelly describió de manera tan impresionante en su pintura, “Misa en Connemara (Irlanda) durante tiempos penales". O quizás vivamos una época similar a la descrita por San Basilio el Grande, cuando los católicos tradicionales fueron perseguidos por un episcopado arriano liberal en el siglo IV. San Basilio escribió:
“La boca de los verdaderos creyentes es muda, mientras que toda lengua blasfema se menea libremente; las cosas santas son holladas; los mejores laicos evitan las iglesias como escuelas de impiedad; y alzan sus manos en los desiertos con suspiros y lágrimas a su Señor en el cielo. Incluso debes haber escuchado lo que está sucediendo en la mayoría de nuestras ciudades, (Cf. Carta 92 ).
La difusión admirable, armoniosa y bastante espontánea y el crecimiento continuo de la forma tradicional de la Misa, en casi todos los países del mundo, incluso en las tierras más remotas, es sin duda obra del Espíritu Santo, y un verdadero signo de nuestro tiempo. Esta forma de celebración litúrgica da verdaderos frutos espirituales, especialmente en la vida de los jóvenes y conversos a la Iglesia católica, ya que muchos de estos últimos se sintieron atraídos por la fe católica precisamente por el poder irradiante de este tesoro de la Iglesia.

El Papa Francisco y los demás obispos que ejecutarán su Motu Proprio deben considerar seriamente el sabio consejo de Gamaliel y preguntarse si realmente están luchando contra una obra de Dios:
“En el caso que nos ocupa, os digo, manteneos alejados de estos hombres y déjadlos solos; porque si este plan o esta empresa es de hombres, fallará; pero si es de Dios, no podrás derribarlos. ¡Incluso podrías encontrarte oponiéndote a Dios! “(Hechos 5: 38-39).
Que el Papa Francisco reconsidere, con miras a la eternidad, su acto drástico y trágico, y retraiga con valentía y humildad este nuevo Motu Proprio, recordando sus propias palabras:
“En verdad, la Iglesia muestra su fidelidad al Espíritu Santo en tanto en cuanto no intenta controlarlo o domesticarlo". (Homilía en la Catedral Católica del Espíritu Santo, Estambul, sábado 29 de noviembre de 2014 )
Por el momento, muchas familias católicas, jóvenes y sacerdotes de todos los continentes lloran ahora, porque el Papa, su padre espiritual, los ha privado del alimento de la Misa tradicional, que tanto ha fortalecido su fe y su amor por Dios, por la Santa Madre Iglesia y por la Sede Apostólica. Es posible que, por un tiempo, “[salgan] llorando, llevando la semilla para sembrar, pero volverán a casa con gritos de alegría, trayendo sus gavillas repletas” (Salmo 126: 6).

Estas familias, jóvenes y sacerdotes podrían dirigir al Papa Francisco estas u otras palabras similares:
“Santísimo Padre, devuélvenos ese gran tesoro litúrgico de la Iglesia. No nos trates como a hijos de segunda clase. No violes nuestra conciencia forzándonos a una forma litúrgica única y exclusiva, tú que siempre proclamaste al mundo entero la necesidad de la diversidad, el acompañamiento pastoral y el respeto de la conciencia. No escuches a esos representantes de un clericalismo rígido que te aconsejaron llevar a cabo una acción tan despiadada. Se un verdadero padre de familia, que “saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo” (Mt 13,52). Si escuchas nuestra voz, en el día del juicio ante Dios, seremos tus mejores intercesores"