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jueves, 30 de octubre de 2014

El papa Francisco y la Verdad (José Martí)

Nos encontramos con una serie de declaraciones y frases del papa Francisco pronunciadas en diferentes ocasiones (homilías, discursos, entrevistas, etc.) que nos dejan un tanto perplejos y confundidos. Nos gustaría que no hubiesen sido pronunciadas, pero la verdad está por encima de nuestros deseos. Y no debe ser ocultada. Lo que el Papa ha dicho lo ha dicho y no podemos decir que no lo ha dicho o que quería decir otra cosa diferente de la que dijo. Eso sería faltar a la verdad; y no nos lo podemos permitir pues, de hacerlo, estaríamos actuando contra el mismo Dios, a quien amamos, que en la Persona de su Hijo, afirmó: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6). 

A continuación transcribo  sólo una pequeñísima muestra de algunas de las expresiones que ha pronunciado el Papa, en el año y medio que lleva de Pontificado, en lo que concierne básicamente a la idea de la Verdad y de su proclamación a las gentes. Tales frases -y muchas otras más, que van en la misma onda- están dando la vuelta al mundo. Raro es el día que no aparece una frase papal discutible, cuando menos:

"El proselitismo es una solemne tontería y no tiene sentido" 
"No estoy interesado en convertir a los evangélicos al 

catolicismo"
- "Debemos compartir nuestra experiencia  (...)  Que aquellos que sean cristianos lo hagan con la Biblia y aquellos que sean musulmanes lo hagan con el Corán."
- "Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo"
- "Los males más graves que afligen al mundo en estos tiempos son la desocupación de los jóvenes y la soledad en que se deja a los viejos""¿Es posible continuar así? -se pregunta-. Esto, pienso yo, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí", etc, etc, ...

Si estos pensamientos significan algo, en ellos se niega que haya una verdad absoluta, lo que equivales a negar (aunque no se diga expresamente) la divinidad de Jesucristo, quien dijo de sí mismo: "YO SOY el Camino, LA VERDAD y la Vida" (Jn 14,6). Según el santo Padre si cada uno elige seguir el bien y combatir el mal COMO LO CONCIBE, con eso es suficiente para cambiar el mundo. ¿Cambiarlo? ¿En qué sentido? ¿Cómo pueden hacerse tales afirmaciones? Posiblemente cambiaría el mundo, pero no en el sentido de un mayor conocimiento de Jesucristo... ¿entonces? Es muy preocupante que tales palabras hayan salido de la boca del Papa. De lo que no cabe duda es de que se trata de opiniones que no tienen nada que ver con el sentir de la Iglesia de dos milenios de antigüedad. 

Aceptar esas expresiones como verdaderas supondría unas consecuencias catastróficas para la Iglesia, muchas de las cuales son ya hechos consumados. Entre ellas:

1. Las misiones y el mandato de ir por todo el mundo y de predicar el Evangelio a toda criatura, tal como dijo Jesucristo, habrían pasado al olvido.

2. Los católicos no podrían pretender ya el tener la Verdad absoluta Cada uno tendría su verdad; y su propia idea de lo bueno y de lo malo: la conciencia individual se convertiría en la regla esencial para distinguir entre el bien y el mal. Y eso que dijo Jesucristo sobre que Él es Dios y que Él es la Verdad  y que sólo sus palabras son palabras de vida eterna ... todo eso se quedaría en simples modos de hablar que acabarían quedando relegados también al olvido.




3. Y aplicando un poco de lógica, nos vamos a encontrar con declaraciones eclesiásticas en el sentido de rehabilitar a Lutero ... Y si no, al tiempo ... tal vez esto ocurra dentro de tan solo tres años, el 31 de octubre de 2017, fecha en la que se cumplen 500 años desde que fueron clavadas sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, tesis que fueron condenadas por la bula Exsurge Domine del papa León X el 15 de junio de 1520, quien exigió de Lutero que se retractara de ellas; pero el monje alemán, ya famoso en toda Europa, rechazó esta exigencia públicamente en la Dieta de Worms de 1521, de modo que fue excomulgado. Así se daba inicio a la Reforma protestante, que es la mayor catástrofe que ha sobrevenido a la Iglesia en toda su Historia hasta hoy, pues por primera vez la unidad de fe de la cristiandad quedó destruida, en clara contradicción con la voluntad de su Fundador: "Que todos sean uno" (Jn 17, 21). La influencia protestante está haciéndose sentir cada vez con más fuerza en el interior de la Iglesia católica actual. Ahí tenemos, si no, la falsa noción de ecumenismo, que tan extendida está hoy en día. 


4. Amistad, comprensión y misericordia para con los enemigos de la Iglesia: los judíos, los musulmanes, los masones, los protestantes, los ateos, etc, al mismo tiempo que se ridiculiza y se ataca a los que se mantienen fieles a la Tradición de la Iglesia de toda la vida: éstos son unos intolerantes, que no se avienen a los nuevos tiempos; y para ellos sólo hay palabras duras, como si fueran todos unos fariseos que se atienen sólo a la letra y a las normas. Me vienen a la mente las palabras de Jesús: "Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2)

5. Ya no será el pecado la causa de todos los males sino la corrupción, la cual es peor que los pecados, según dice el Papa ... Debería haber dicho que la corrupción es el peor de los pecados, dando así por sobreentendido que hay otros pecados, también condenables. Pero no. Condena al infierno a todos los corruptos, pero sólo a ellos. ¿Por qué? Pues porque, por lo visto, según el Papa (que no según la Iglesia) el único pecado, propiamente dicho, sería el pecado social. Los demás pecados serían pecadillos, a los que ni siquiera hay por qué condenar. No hay que darles tanta importancia. Para ellos l
a fórmula a seguir debe ser: ¿Quién soy yo para juzgar?. Y mientras tanto, la confusión en el pueblo cristiano es cada vez mayor, porque ésta no es la Iglesia que conocemos, ésta no es la Iglesia de siempre. Por supuesto que no nos podemos salir de ella, pues el papa Francisco sigue siendo el legítimo Papa, nos guste o no nos guste. Legalmente eso es así. Y así lo aceptamos. Cariño y respeto por la dignidad que supone el Pontificado. Ahora bien: de ahí a aceptar que todo lo que el Papa dice es poco menos que palabra de Dios hay un abismo. Lo que prima y debe primar siempre es la Verdad, por encima de cualquier otro razonamiento. Se impone aquí a todos los cristianos la necesidad del discernimiento a la luz de la fe de la Iglesia


6. Lo sobrenatural y los misterios, que son los puntos claves del Cristianismo, serán relegados a un segundo término, quedando sólo lo meramente natural. Dejará de explicarse lo natural a la luz de lo sobrenatural, para juzgar lo sobrenatural con criterios meramente humanos; y así se negarán los milagros y todo aquello que no se comprenda "racionalmente". La religión de Dios quedará reducida a la religión del hombre ... Claro que una religión sin Dios no es tal religión, sino un "engendro" humano, como se ha dado tantas veces en la historia. Estos "engendros" siempre acaban mal, pues se basan en la mentira. La verdadera Iglesia será de tipo catacumbal, como en los primeros siglos del cristianismo; aunque en este caso, los mayores enemigos serán aquellos que dirán llamarse cristianos, aunque realmente no lo sean.


El Papa no niega ningún dogma expresamente, pues eso supondría su destitución de Papa, como hereje; además, se produciría, probablemente, un cisma en el seno de la Iglesia. Sin embargo, hay que reconocer siempre la verdad. Y, en este caso concreto, lo cierto es que no se habla de los dogmas, como si se tratase de algo sin importancia e intrascendente, siendo así que son la base de la vida de la Iglesia: sin dogmas, la pastoral no tiene ningún sentido. Dios no permitirá que su Iglesia sea destruida, pero quedará reducida a su mínima expresión. Los verdaderos cristianos habrán de ser buscados con lupa. Estamos en una situación de apostasía generalizada a nivel mundial. Desconocemos si estamos ya en los últimos tiempos; pero no cabe duda de que los signos anunciados por Jesucristo y en el Nuevo Testamento acerca de esos tiempos, se están cumpliendo prácticamente todos. Desde luego, no podemos saber ni el día ni la hora. Pero sí que debemos despertar ya del sueño.

Como digo, lo que está ocurriendo es de una gravedad sin precedentes. Todo queda reducido a lo natural, a aquello que cabe en nuestro cerebro de mosquito; en cambio,  lo sobrenatural y los misterios del Cristianismo brillan por su ausencia. Nadie -o muy pocos- habla ya de ello. De modo que hay muchísima gente -muchos cristianos- que desconocen su fe; y no siempre sin culpa por su parte. Y, sin embargo, las palabras del Señor no pueden ser más claras: "Si alguno se avergüenza de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles" (Mc 8, 38).


miércoles, 29 de octubre de 2014

El Cristianismo, sin misterios, no es nada (2 de 2)

Es imposible de concebir que Dios nos haya amado del modo en que lo hizo;  le pertenecemos: "Habéis muerto y vuestra vida está escondida, con Cristo, en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con Él" (Col 3, 3-4). Una vez que, por la gracia de Dios, llegamos a descubrir esta realidad, ninguna otra cosa nos puede ya importar más que su Amor y el cumplimiento de su Voluntad. De modo que tenemos que hablar, sin miedo, aunque ello nos cueste la vida, no buscando nunca nuestro propio interés sino el de Jesucristo, y así el Padre será glorificado en el Hijo. 

Ciertamente estamos ante un misterio y una realidad sobrenaturalDios ha querido ser nuestro amigo, además de ser nuestro Señor ...  Se trata de un misterio de Amor éste en el que estamos embarcados en el seno de la Iglesia; concedido por pura gracia, sin merecimiento alguno por nuestra parte. No nos podemos, pues, vanagloriar de nada, sino dar gracias a Dios por todo, en Jesucristo. Maravillosa y misteriosa realidad  es ésta de que Dios nos ame como lo ha hecho y como, además, sigue haciéndolo.


Ante este amor tan grande nuestra actitud no puede ser otra que la gratitud y una disposición total a lo que Él quiera de nosotros, que siempre será lo mejor, sin ninguna duda. No nos debe extrañar, por lo tanto, la exclamación que hace San Pablo y, sobre todo, la seguridad con la que la hace, cuando escribe a los cristianos de Roma:  "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación o la angustia, la persecución o el hambre, la desnudez, el peligro o la espada?"  (Rom 8,35), añadiendo, un poco más adelante: "Estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la profundidad, ni criatura alguna podrá separarnos del Amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro".(Rom 8, 38-39). 


El Cristianismo se basa en los misterios. Si le quitamos los misterios al cristianismo y nos quedamos sólo con aquello que entendemos, si hacemos eso, entonces, aunque nos sigamos llamando cristianos, hemos dejado de serlo. Queremos una religión sin misterios, fabricada por nosotros mismos, una religión sin Dios, en definitiva, en donde lo comprendamos todo. No admitimos que hayan realidades que nos sobrepasen. Queremos eliminar todo lo sobrenatural del Cristianismo. Esto es un grave error, pues incurre en la mentira y niega la realidad de los hechos históricos, particularmente la divinidad de Jesucristo y todo lo que de ahí deriva. Deberíamos caer en la cuenta de aquello que dijo Santo Tomás y que sigue siendo cierto, y es que "lo sobrenatural no anula lo natural sino que lo supone y lo perfecciona"


El más grave problema, a mi entender, por el que atraviesa hoy la Iglesia es la influencia nefasta de la herejía modernista, en su propio seno, influencia que se ha dejado sentir, sobre todo, a partir del Concilio Vaticano II Según el papa San Pío X -así lo dice en su encíclica Pascendi - esta herejía es la suma de todas las herejías. Por eso, es preciso abrir bien los ojos y estar vigilantes para saber distinguir entre los auténticos pastores y aquellos que son lobos con piel de oveja. La regla que nos da San Pablo, a este respecto, ya la conocemos: "Aunque nosotros mismos -dice- o un ángel del Cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea maldito!" (Gal 1, 8). 




La predicación de San Pablo, era una réplica de lo que predicaba Jesús: "Los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría; nosotros, en cambio, predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentilespero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1 Cor 1, 22-24). 

La regla para diferenciar, sin posibilidad de error, entre la fe verdadera y sus sucedáneos, es siempre la Cruz, el escándalo y la locura de la Cruz: "Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran! " (Mt 7, 13-14). Un cristianismo sin Cruz no es tal. Si nos quitaran el misterio de la Cruz nos estarían quitando a Jesucristo, Aquél que es nuestra Vida, nos lo estarían quitando todo y la vida dejaría de tener sentido ... Una vida sin amor, ¿qué vida es ésa? La Cruz es, en el fondo (se quiera confesar o no) el gran Misterio que no acabamos de entender y que, por lo tanto, queremos suprimir. ¡Es urgente que lo veamos, que caigamos en la cuenta de que esto es así ...! : la lucha contra la Cruz es la lucha contra el Amor y es la lucha contra Jesucristo. Es la lucha contra Dios y su Iglesia. No debemos olvidarlo.


Y es que no acabamos de darnos cuenta de la gravedad del pecado, del significado profundo del pecado como "misterio de iniquidad" (2 Tes 2, 7); hasta tal punto llega la gravedad del pecado que hizo "necesario", para librarnos de él y darnos la posibilidad de salvarnos, la manifestación de otro Misterio que arrasa con todo y que lo puede todo, cual es el misterio del Amor de Dios, amor que le llevó hasta el extremo de hacerse hombre, como uno de nosotros, en la Persona de su Hijo, posibilitando así nuestra salvación. (Salvación objetiva)


Sólo el Amor de Dios fue capaz de vencer el pecado y de anularlo: destruirlo. Pero para que esta destrucción del pecado se haga efectiva en cada uno de nosotros es preciso que, arrepentidos de todos nuestros pecados y haciendo uso del sacramento de la confesión, nos unamos a Jesucristo, pues en Él somos uno. Entonces -y sólo entonces- nuestro sacrificio, unido al Suyo, será agradable a los ojos del Padre. Y nuestra salvación será efectiva (Salvación subjetiva).


Dios ha dejado en nuestras manos nuestra propia salvación. Su gracia la tenemos asegurada, en el sentido de que nunca se la va a negar a todo Aquél que, arrepentido de corazón, se la pida, pues "Dios es rico en misericordia" (Ef 2, 4). De nosotros depende si queremos o no salvarnos. Si nos humillamos ante Él y reconocemos nuestros pecados como tales pecados y verdaderas ofensas a Dios; si lamentamos haberlos cometido, por la injusticia y la falta de amor que suponen para con Él. Y si, finalmente, nos confesamos de ellos ante un sacerdote, que actúa "in persona Christi", que no nos quepa la menor duda de que tales pecados quedarán completamente destruidos y eliminados, como si nunca hubiesen sido cometidos. Tal es el Amor que Dios nos tiene.

martes, 28 de octubre de 2014

El Cristianismo, sin misterios, no es nada (1 de 2)

No debemos olvidar que cuando hablamos de la Religión católica nos estamos moviendo en el terreno de lo sobrenatural. El cristianismo entró en el mundo como una Religión llena de misterios: la Creación, el Pecado, la Encarnación, la Trinidad, Jesús como verdadero Dios y verdadero hombre, María como madre de Dios, la Cruz, la Resurrección real de Jesús, en cuerpo y alma, y su Ascensión a los Cielos, la Eucaristía con Cristo realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo (santa y pecadora a un tiempo), la existencia real del cielo y del infierno,  etc... Evidentemente, y como misterios que son, no podemos comprenderlos


El sepulcro vacío
Lejos de rechazar al Cristianismo por sus misterios, son éstos los que lo hacen más creíble. Como está escrito: "Lo que ni ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, eso preparó Dios para los que le aman" (1 Cor 2, 9).  Además, si "nadie conoce lo que hay en Dios sino el Espíritu de Dios" (1 Cor 2, 11b) "que lo penetra todo, hasta las profundidades de Dios" (1 Cor 2, 10), "y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido" (1 Cor 2, 12)

Entonces, si tenemos su Espíritu, ¿no es lógico esperar que ese Espíritu nos enseñe lo sublime, lo grandioso, lo inconcebible, lo inexplicable, lo maravilloso, lo misterioso que hay en Dios? Y esto no lo digo yo. Son palabras de Nuestro Señor: "El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi Nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho" (Jn 14, 26). Poco cuadraría a la divinidad de Jesús el habernos enseñado únicamente cosas que podíamos aprenderlas por nosotros mismos o de algún otro hombre


Los misterios son verdades que se sustraen a nuestra mirada, no porque sean oscuros en sí mismos, que no lo son, [al contrario: son verdades luminosas y sublimes] sino porque nuestros ojos no son capaces de alcanzarlos por sus propias fuerzas: nos sobrepasan. Sólo el Espíritu Santo nos puede ayudar a vislumbrar algo de estos misterios, en esta vida terrena. Y, además, lo está deseando. Pero sólo lo hará si se lo pedimos a Dios con fe. También esto nos lo dejó dicho Jesús: "si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden?" (Lc 11, 13). 

¿A qué o a quién nos estamos refiriendo cuando hablamos del Espíritu Santo?  En las Sagradas Escrituras se lee lo siguiente: "el Amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5, 5). Y también:  "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1 Cor 3, 16). 


Teniendo esto en cuenta, al decir que el Espíritu Santo habita en nosotros [porque gratuitamente Dios nos ha concedido ese Don que no podríamos conseguir de ninguna manera por nosotros mismos], estamos afirmando que es Dios mismo quien habita en nosotros [el Amor de Dios, que se identifica con Dios, puesto que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8], supuesto que nos encontremos en estado de gracia. El conocimiento de esta sublime realidad es lo que nos hace capaces de enfrentarnos, sin miedo, a cualquier situación, por dura y difícil que sea, pues "si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom 8, 31). "No temáis a los que matan el cuerpo -decía Jesús- pero no pueden matar el alma; temed, ante todo, al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28). 


Tal vez ahora podamos entender algo mejor estas palabras de San Pablo: "cuando soy débil entonces soy fuerte" (2 Cor 12, 10). Y también estas otras: "Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí(Gal 2, 20). Vienen a significar que es precisamente en su debilidad cuando se manifiesta con mayor eficacia la fuerza de Dios. Esto me recuerda aquellas palabras de san Juan Bautista cuando, hablando de Jesús, decía: "Es necesario que Él crezca y yo disminuya" (Jn 3, 30). También me vienen a la mente otras palabras del Señor: "Cuando hagáis todo lo que se os ha mandado, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer" (Lc 17, 10).  "Guardaos de practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otro modo no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos" (Lc 6, 1). Lo que no significa que tengamos que escondernos al obrar: "Brille vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los Cielos" (Mt 5, 16).  


La clave, como siempre, se encuentra en el Amor de Dios. Desde el momento en que "hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene" (1 Jn 4, 16), ninguna otra cosa nos importa ya sino mantenernos en ese Amor; no pensamos en ser reconocidos ni alabados por nuestras buenas obras; tan solo nos interesa que el mundo conozca a Jesucristo y lo ame: "El amor de Cristo nos urge" (2 Cor 5, 14)  Nuestra vida ya no es nuestra, porque se la hemos entregado a Él; pero tenemos, en cambio, la Suya, que Él nos ha dado. "Para mí la vida es Cristo" (Fil 1, 21), decía san Pablo.

(Continuará)

sábado, 25 de octubre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (9) [Apostasía]



Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Tal es la razón por la que pienso que no es descabellado decir que nos hallamos en una situación de "apostasía universal" o, al menos, muy próximos a ella. ¿Coincidirá ésta con aquella "apostasía universal" de la que se habla en la Biblia, la que tendrá lugar al final de los tiempos? No podemos saberlo. Pero lo que no se puede negar es el hecho de que estamos llegando - y de modo vertiginoso - a tal situación de apostasía, a escala mundial, aunque haya todavía mucha gente empeñada en negar lo que es evidente. 

Se insiste, por activa y por pasiva, en enmendar la plana a Dios y en la negación de cualquier verdad cristiana de tipo sobrenatural; y esto hasta el extremo de negar, incluso, la misma historicidad de las Sagradas Escrituras; en particular, todos los hechos relatados en los Evangelios y en el resto del Nuevo Testamento. Según estos "entendidos" lo relatado allí fue una invención de la primitiva comunidad cristiana, pero no hechos ocurridos realmente ... por cierto, una afirmación gratuita e inventada por estos nuevos "innovadores" que no pueden demostrar absolutamente nada de lo que dicen.


[Como curiosidad que puede venir al caso, añado aquí que en el año 70 tuvo lugar la destrucción de Jerusalén, tal como estaba profetizado por Jesucristo que iba a ocurrir. ¿No es extraño que tal evento histórico no aparezca en ninguno de los Evangelios? La explicación, a mi entender, es muy sencilla; y es que los Evangelios fueron escritos anteriormente al año 70, a excepción del evangelio de san Juan. Por eso no mencionan tal hecho. Y, además, como la muerte de Cristo era muy reciente, los escritos de los Evangelios son un fiel reflejo de lo que ocurrió históricamente. En ellos se relata aquello que los apóstoles vieron, oyeron y palparon. Aquí no existe ningún invento de la comunidad primitiva, ni nada que se le parezca. La mentira siempre ha sido -y seguirá siendo- el arma que utilizan los "hijos de este mundo", aquellos que tienen por padre al Diablo, según las palabras utilizadas por el mismo Jesucristo, al responderle a los judíos que no entendían su lenguaje porque no podían oír sus palabras: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8, 44-45)] 

Es bastante "corriente" encontrarse hoy con "católicos" que niegan todo tipo de milagros por intervención divina así como los dogmas fundamentales de la Iglesia: la divinidad de Jesucristo, su Resurrección y Ascensión a los cielos, su Presencia real en la Eucaristía, la virginidad de María, etc. ... y siguen considerándose católicos (cuando, ciertamente, no lo son) ¿Qué formación es la que han recibido? ¿Quién les ha enseñado la doctrina? ¿Cómo puede explicarse tal anomalía? La respuesta a esta pregunta es muy difícil, porque son muchos los factores que pueden influir en ella. De todos modos, hay una razón, que es la más profunda y misteriosa de todas, y que nos sobrepasa. Está relacionada directamente con el pecado que, como decía san Pablo, es un "misterio de iniquidad" (2 Tes 2, 7) y también nos advertía, en su carta a los efesios, que "nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas" (Ef 6, 12)

Es un hecho completamente actual que todo aquello que posea carácter sobrenatural es negado o silenciado [y esto ocurre también en algunos casos de altas jerarquías eclesiásticas]. Ya en el año 1972 decía el papa Pablo VI que "el humo de Satanás" se había infiltrado en la Iglesia. Hoy podemos decir que es el propio Satanás el que está infiltrado. Claro está que tal afirmación no puede ser demostrada. Pero tenemos las palabras de Jesús que, como siempre, nos sirven de guía, y de luz, en este mundo tenebroso: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16). ¿Qué frutos son los que observamos? Pues -si somos observadores- reconoceremos que el llamado modernismo se ha infiltrado en el corazón mismo de la Iglesia y amenaza con destruirla a corto plazo, si Dios mismo no interviene, de alguna manera. Recordemos que el papa San Pío X decía ya, en su encíclica "Pascendi", que la herejía modernista es la suma de todas las herejías. Y esa herejía, que conduce a la apostasía completa, es la que -de modo sibilino- se encuentra merodeando por el Vaticano.

No cabe ninguna duda de que Dios intervendrá, pues no va a consentir que su obra se deshaga y que la muerte de su propio Hijo haya sido en vano. Tenemos la seguridad de que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16, 18) Esa es nuestra esperanza, y sabemos que no será defraudada, pero se impone el ser realistas y el llamar a las cosas por su nombre. Y vistas las cosas, tal y como están, me parece que esa intervención divina debe de estar ya a las puertas ... de modo que nos conviene estar preparados y vigilar de continuo, porque "el Diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar" (1 Pet 5, 8). 

Por supuesto que no podemos conocer ni el día ni la hora y sabemos, además, que "un día ante Dios es como mil años, y mil años como un día" (2 Pet 3,8).  En cualquier caso, lo que está claro es que la negación de todo lo sobrenatural así como la invención de nuevas "doctrinas", meramente humanas, que pretenden destronar a Dios y colocarse en su lugar, no puede traernos sino consecuencias nefastas, porque "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7)

En fin, acabamos esta entrada con unas palabras del apóstol Judas Tadeo: "Carísimos, teniendo mucho interés en escribiros sobre nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo para animaros a luchar por la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (Jd, 3)


(Continuará)

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (8) [Fidelidad]



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En su momento, Benedicto XVI habló de la "hermenéutica de la continuidad" para expresar así que la doctrina actual de la Iglesia seguía siendo la misma, antes y después del Concilio Vaticano II, pero lo que observamos que se está produciendo, realmente, es una "hermenéutica de ruptura" con la Tradición anterior.



Se utilizan una serie de expresiones ambiguas, impropias de la Iglesia, que pueden confundir y dar lugar a diferentes interpretaciones. Se ponen en tela de juicio determinados puntos de la doctrina de la Iglesia, que no pueden ser cambiados, pues son doctrina revelada.  Para poder realizar el cambio se los presenta como "avances pastorales en la "misericordia" hacia las personas, cuando  ni son avances [sino auténticos retrocesos en la comprensión de lo que es la doctrina católica] ni son pastorales [pues una pastoral que no respete la doctrina no es una verdadera pastoral] ni ejercitan la misericordia con los pecadores [no, al menos, la misericordia de la que Jesús habla en el Evangelio, que es la verdadera misericordia, la cual va siempre acompañada de la verdad y de la justicia; así como del reconocimiento de su pecado por parte del pecador]

Los que así proceden no son verdaderos pastores sino ladrones y salteadores, a quienes no les importan las ovejas (Jn 10, 8). Ahí están las palabras del Señor que son las únicas que nos pueden salvar y a las que tenemos que acudir siempre: "Yo soy la puerta [de las ovejas]; si alguno entra por Mí se salvará, y entrará y saldrá, y encontrará pastos" (Jn 10, 9). No hay otro camino para entrar en el redil si no es a través de Jesucristo y con Jesucristo.

Se utiliza hoy mucho la palabra "misericordia" como si se tratara de un nuevo descubrimiento: la "misericordina" es la pastilla eficaz para solucionar todos los problemas. Por supuesto que Dios es infinitamente Misericordioso"Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), pero también es infinitamente Justo. [En Dios, Misericordia y Justicia, Misericordia y Verdad son una misma cosa, pues Dios es Simple].
"Os escribo esto, hijitos -dice san Juan- para que no pequéis. Pero si alguno peca [verdad del pecado, que merece castigo, en justicia], tenemos un abogado ante el Padre, Jesucristo, el Justo. Él es propiciación por nuestros pecados, [misericordia ejercida por Dios cuando se reconocen los propios pecados, como tales pecados, ante Él, siguiéndose de ahí un auténtico arrepentimiento por haberlos cometido y una gran confianza en Dios, que nos dará su gracia para seguir luchando por serle fieles] pero no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo" (1 Jn 2, 1-2) [Todos deberían tener acceso al Mensaje salvador de Jesús, y para ello el Maestro nos necesita].

Porque así es:  el Mensaje de Jesús debería llegar al mayor número posible de personas, pero -eso sí-  sin falsear dicho Mensaje, como Palabra de Dios que es, para transmitirlo íntegramente de generación en generación hasta el final de los tiempos. Es una nota esencial de la verdadera Iglesia la fidelidad al depósito recibido. ¿Por qué queremos inventar una nueva doctrina diferente a la que ya hay y, además, seguir llamándole Iglesia Católica? Esto es algo diabólico. Si tal cosa se hiciera podemos tener la absoluta seguridad de que ya no estaríamos ante la Palabra de Dios, sino que eso sería ... ¡otra cosa!. 

La división que se está produciendo en la Iglesia entre conservadores (tradicionalistas) y progresistas (influidos por la herejía modernista) es realmente escandalosa (a mí me recuerda un poco lo que sucede entre los políticos, como si en la Iglesia se pudiera ser de izquierdas o de derechas. A este respecto, considero desafortunada la expresión del santo Padre cuando dijo aquello de "yo no he sido nunca de derechas". Esas palabras, de izquierda y derecha, no tienen -o no deberían de tener- ningún sentido en el seno de la Iglesia Católica. Desde luego no es ése el deseo de Cristo, quien cuando rogó a su Padre por sus discípulos le pidió: "Que todos sean uno: como tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado(Jn 17, 21).

¡Qué lejos estamos del cumplimiento de esas palabras del Señor, que son las únicas que pueden y deben servir de guía para que la Iglesia se mantenga auténticamente fiel al Mensaje recibido!.  Por esencia la Iglesia tiene que ser conservadora, si se nos permite todavía esa expresión, en el sentido de que debe mantener sin cambio aquello que le ha sido encomendado. De no hacerlo así estaría faltando a su misión: "Timoteo,  guarda el depósito" (1 Tim 6, 20). La obligación de la Iglesia es la de transmitir íntegramente el Mensaje recibido de Jesucristo, que "es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8) y que dijo: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Lc 21, 33; Mt 24, 35). 

Otra cosa diferente es lo que llamamos pastoral, que es la manera práctica de hacer llegar esas palabras a todo el mundo. Y aquí sí que es preciso hacer un buen uso de la imaginación, aquí sí que pueden haber distintos enfoques, con vistas a que la gente conozca al Señor y lo quiera, pero siempre desde la fidelidad a la doctrina. Y éste es el gran problema que tiene hoy en día planteada la Iglesia, esa falta de fidelidad a la doctrina de siempre, por una razón que yo entiendo que no puede ser otra sino la pérdida de la fe en Jesucristo como verdadero Dios y como verdadero hombre; y como el Único en quien la salvación es posible. 

Decir, por ejemplo, como dijo el papa Francisco: «los que son cristianos, con la Biblia, y los que son musulmanes, con el Corán», porque «uno solo es DIos: el mismo» ... es un grave error doctrinal, que no se atiene a verdad, desde el momento en que Dios se ha revelado en Jesucristo. Si se cree en Jesucristo, debemos creer en sus palabras. Y lo que le oímos decir es: "Quien no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30). "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2, 23). "Yo soy la Verdad" (Jn 14,6), etc ... Las palabras de Jesús son clarísimas. Y quieren decir lo que dicen. No admiten ninguna otra interpretación que lo que se dice en ellas, tal y como se dice. ¿A quién hacemos caso, entonces? ¿A lo que dice Jesús o a lo que dicen los demás? Esa decisión debemos de tomarla ante Dios, porque lo que está en juego es nada más y nada menos que nuestra salvación o nuestra condenación eterna. Y esto no es ningún invento mío, sino que es doctrina perenne de la Iglesia, que no puede ser modificada ni cambiada por nadie.

Así, pues, la primera regla [-y yo diría que la única, al menos en el momento actual- ] para una auténtica y eficaz pastoral es la de predicar la verdadera doctrina católica, de modo íntegro, porque la gente no conoce al Señor y, por eso mismo, es desgraciada. Esta tarea se impone hoy con más urgencia que nunca. Sin embargo, no sólo no se está actuando en este sentido, sino incluso en sentido contrario, enseñando a la gente "verdades" que no son tales y que, por supuesto, no reflejan fielmente -e incluso traicionan- la Palabra de Dios. Si hubiera que encontrar una respuesta para explicar la situación en la que se encuentra la Iglesia, tal vez habría que acudir al hecho de que muchos de los que tienen que transmitir la fe al pueblo cristiano, ellos mismos la han perdido. Y no se puede enseñar aquello que no se sabe, o mejor -en este caso- aquello que no se vive [estoy hablando en términos generales, porque me consta de que, gracias a Dios, aún quedan pastores fieles al Evangelio y a la Tradición de la Iglesia; así como también fieles católicos que los siguen, porque escuchan en ellos la verdadera palabra de Dios. La pena es que este número es cada vez menor]

Hay, hoy en día, muchísimos católicos [católicos sólo en el sentido de que fueron bautizados al poco de nacer, pero nada más] que no conocen su fe, que no conocen a Jesucristo. Entre otras cosas, aparte de su propia responsabilidad personal ante Dios, que la tienen, porque aquellos que deberían dar a conocer a Jesucristo [comenzando por la más alta Jerarquía dentro de la Iglesia] transmiten una palabra de Dios adulterada, tergiversada e incompleta; o sea, no transmiten la palabra de Dios, pues ésta sólo puede ser bien conocida si se transmite en toda su integridad. Para desdicha del pueblo cristiano esto sólo ocurre en contados casos. 

(Continuará)

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (7) [Aggiornamento]



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Cuando ya estaba perfectamente claro cuál es -y ha sido siempre- la doctrina de la Iglesia, han ido apareciendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX -y continúan apareciendo- una serie de "innovadores" (influidos por las filosofías de Kant y de Hegel, fundamentalmente) que dicen que la Iglesia se ha quedado anticuada y rezagada con respecto al mundo moderno.  

De hecho ese fue uno de los motivos más importantes que llevó al papa Juan XXIII a la celebración del Concilio Vaticano II. [Como sabemos éste tuvo lugar en cuatro sesiones espaciadas en el tiempo, la primera de las cuales fue presidida por el propio Papa Juan XXIII el 11 octubre de 1962. Muerto Juan XXIII, continuaron el resto de sesiones con el siguiente Papa Pablo VI, dándose por concluido dicho Concilio el 8 de diciembre de 1965] . Fue allí cuando se afianzó el término "aggiornamento" -que aún se sigue utilizando- como si en esa palabra se encontrara la síntesis más completa del Vaticano II.  Su significado podría ser el de "puesta al día", o el de "adaptarse a los tiempos modernos"; pero, ¿qué significa eso exactamente? No queda suficientemente claro y se presta a interpretaciones diversas.


Es evidente que cuando el papa Juan XXIII convocó el Concilio con el fin de renovar y "aggiornare" tendría una idea clara de aquello a lo que se refería al usar esa palabra. Básicamente -al menos, así yo lo interpreto- se trataba de que la doctrina católica llegara al mayor número de personas y de modo explícito indicó que el sentido de dicho Concilio era solamente "pastoral"; que la doctrina de la Iglesia estaba clara y que no podía tocarse de ninguna de las maneras. Así se puede leer en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II que tuvo lugar el 11 de octubre de 1962: 


El gesto del más reciente y humilde sucesor de San Pedro, que os habla, al convocar esta solemnísima asamblea, se ha propuesto afirmar, una vez más, la continuidad del Magisterio Eclesiástico, para presentarlo en forma excepcional a todos los hombres de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las desviaciones, las exigencias y las circunstancias de la edad contemporánea (...) El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz (...)


Es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la Verdad, recibido de los Padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico (...). El Concilio Ecuménico XXI  [puesto que han habido veinte concilios a lo largo de la Historia de la Iglesia y éste era el que hacía veintiuno] (...) quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I (...)

Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un Magisterio de carácter predominantemente pastoral (...). 
Es motivo de dolor el considerar que la mayor parte del género humano —a pesar de que los hombres todos han sido redimidos por la Sangre de Cristo— no participa aún de esa fuente de gracias divinas que se halla en la Iglesia católica


De modo que lo que no se puede hacer es intentar cambiar la Iglesia de siempre, fundada por Jesucristo, y transformarla en otra "iglesia" distinta (que ya no sería la verdadera Iglesia) con el pretexto de que la Iglesia tiene que ponerse al día, tiene que "aggiornarse": la "pastoral" ha de ser, por lo tanto, diferente de la que había sido hasta ahora.

Todo eso es cierto, bien interpretado, puesto que es misión de la Iglesia que el Mensaje de Jesús llegue a todos los hombres. También ha de pensar en el modo más efectivo de conseguirlo, que de eso se trata cuando se habla de pastoral. Lo que no puede hacerse es cambiar el Mensaje evangélico. Y lo que es aún peor: realizar ese cambio diciendo que no hay tal cambio



Con la excusa de la "nueva pastoral" y de que los cristianos tenemos que estar pendientes de los llamados "signos de los tiempos", lo que de hecho se está haciendo -aunque se quieran cerrar los ojos para no ver- es un cambio en la doctrina. Evidentemente, esto se va a negar; pero los hechos están ahí para que el que quiera ver, que vea.



(Continuará)

miércoles, 22 de octubre de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (6) [Señor del mundo]



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Conviene recordar, o aprender -si no se sabe- que la fidelidad de un cristiano no es a tal o cual Papa, no es a un Papa concreto, sino al Papado, instituido directamente por Jesucristo, así como también a los dogmas que se han ido definiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, verdades que son inalterables por voluntad de su Fundador: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19). 


Las palabras de Jesús, como Dios que es, Señor de la Historia, son siempre actuales; no sirven sólo para una determinada época o para un lugar concreto, sino para todos los tiempos y lugares: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8). De igual modo ocurre con los dogmas, como verdades absolutas definidas de una vez para siempre, a lo largo de la Historia de la Iglesia, verdades que no evolucionan ni se tienen que adaptar a los tiempos.



Es lo que ocurre con todos los misterios y verdades de fe, cuyo contenido no depende de la conciencia personal subjetiva de cada uno. O se aceptan y se creen (y si se está bautizado se forma, entonces, parte de la Iglesia) o no se aceptan y no se creen (en cuyo caso no se forma parte de la Iglesia, como Cuerpo Místico de Cristo). Si alguien opta por la segunda opción, debe saber que tiene siempre a su disposición el sacramento de la Penitencia, del que puede hacer uso, [si quiere]; y si se arrepiente sinceramente de su falta de fe ante un sacerdote recibe de éste la absolución, mediante la cual se le perdonan todos los pecados que haya cometido, puesto que el sacerdote actúa "in persona Christi".





[Aunque no venga expresamente al caso, creo que no está de más volver a repetir algunos puntos que pienso que no se tienen lo suficientemente claros. Citaré sólo tres:

1. No tenemos dos sino un solo Papa, que es el papa Francisco. El anterior papa Benedicto XVI ya no es Papa, aunque vista de blanco, se llame Papa emérito y aparezca junto al papa Francisco en algunas ceremonias, para mayor confusión del pueblo cristiano. Dimitió libremente como Papa (así lo expresó personalmente) y, desde ese momento, dejó de ser Papa. Vuelve a ser, otra vez, el cardenal Ratzinger. El Papado es una institución, no es un sacramento. Un sacerdote o un obispo lo es para siempre, puesto que el sacerdocio imprime carácter en el alma del sacerdote. No así la condición de Papa. Esta idea es fundamental. De igual modo que se dice: "Madre no hay más que una", se puede también decir que "Papa no hay más que uno".

2. El papa Francisco es un Papa legítimo, incluso aun cuando hubiesen habido irregularidades en su nombramiento como Papa -tal y como algunos dicen-. De ser así, ese nombramiento tendría que haber sido impugnado en su momento, lo que no se hizo. La sede de Pedro, por lo tanto, no está vacante, como erróneamente piensan los llamados sedevacantistas.

3. No se puede demostrar que estemos ante un Papa hereje. Aunque así fuese -que eso sólo Dios puede saberlo- tal afirmación tendría que ser demostrada de modo inequívoco, puesto que nadie puede juzgar al Papa, al ser la máxima autoridad en la Iglesia. Y eso pese a la infinidad de expresiones "papales" que continuamente aparecen en los medios y que darían pie para pensar así. Dado el lenguaje usado y las circunstancias en que lo ha hecho, el Papa siempre podría argumentar que se ha interpretado mal lo que él dijo; no puede afirmarse, con rotundidad, que estemos en presencia de un papa hereje. Para ello, o bien tendría que ser el propio Papa quien reconociera formal y públicamente su herejía, o bien tendría que expresarse de tal manera que negase alguna verdad de fe, de modo explícito. Si tal evento se produjera  -lo que, evidentemente, no va a ocurrir- sólo entonces ipso facto quedaría depuesto como Papa. ]

(Continuará)

¿Fundamentalismo cristiano? 2ª parte (5) [Señor del mundo]



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Como acabamos de ver, el Señor habla de la necesidad de la conversión como algo esencial para poder recibir su Mensaje y deja como misión a Pedro y a los apóstoles la de ir por todo el mundo enseñando a las gentes todo cuanto Él les ha enseñado a ellos así como la de bautizarlos para que pasen a formar parte del Reino de Dios, sin esperar nada a cambio: "Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis" (Mt 10, 8). Él es nuestra recompensa: "He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno conforme a sus obras" (Ap 22, 12) 



Aunque las palabras de Jesús son claras, ante posibles interpretaciones erróneas (que, como sabemos por la Historia, siempre han tenido lugar), la Iglesia Jerárquica es -y ha sido siempre- la fiel depositaria del mensaje recibido y de su correcta interpretación. Evidentemente, nos referimos a la Iglesia de siempre, aquella que es Una, Santa, Católica y Apostólica

Ya sabemos que las dos fuentes de la Revelación de las que un católico debe de alimentarse son las Sagradas Escrituras y la Tradición. Ésos son los buenos pastos que las ovejas del rebaño de Cristo esperan de sus pastores Recordemos algunas recomendaciones del apóstol Pablo, en este sentido, cuando le decía a Timoteo:  "Tú persevera en lo que has aprendido y creído, sabiendo de quiénes lo aprendiste, y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, que pueden instruirte en orden a la salvación por medio de la fe que está en Cristo Jesús. Pues toda Escritura es divinamente inspirada, y es también útil para enseñar, para rebatir, para corregir, ... (2 Tim 3, 14-16). Y en otra parte añade: "hermanos, manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2, 15)

La Iglesia tiene, pues, una doble misión, recibida de Jesucristo. En primer lugar -y esto está recibido como un mandato- debe extenderse por todo el mundo, proclamando el Evangelio a todas las gentes y bautizándolas (Mt 28, 19); por una razón muy sencilla, cual es la de que "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), lo que únicamente será posible si lo conocen a Él y lo aman, pues sólo Él ha podido decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí(Jn 14, 6). 

La fe no es un asunto privado, algo que deba quedar relegado al campo de los sentimientos personales, ya que afecta a la salvación entera del género humano. Y para esta salvación no es lo mismo profesar una religión u otra, si nos atenemos a las palabras contenidas en el Nuevo Testamento: "Uno solo es Dios y uno solo es también el mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, que se entregó a sí mismo en redención por todos" (1 Tim 2, 5-6). 

¿Para qué, si no, se hizo hombre el Hijo de Dios? ¿Qué sentido habría tenido su venida al mundo? El mundo cambiará [a mejor] en la medida en que la gente conozca y ame a Jesucristo. Y ésta es una de las misiones de la Iglesia. De ahí las importantes palabras de san Pablo a los romanos: "No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, de modo que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios; esto es, lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2)


En segundo lugar, es fundamental que la Palabra de Dios llegue íntegra a los que van a recibirla, sin ser adulterada, tergiversada, escamoteada o modificada; sin añadir y sin quitar nada de lo que en ella se contiene. El autor de las Sagradas Escrituras es el Espíritu Santo, que inspiró a aquellos que las escribieron, de manera tal que no erraran en nada de lo que escribiesen.  No son simples palabras pronunciadas por cualquiera. : "Mis palabras -decía Jesús- son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63). "El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). 

De ahí la enorme importancia de las traducciones que se hagan de la Sagrada Escritura a los diferentes idiomas: es preciso que transmitan, con la mayor fidelidad posible, los escritos originales para que el mensaje del Jesús que se predique a la gente sea lo más parecido al auténtico mensaje de Jesús. En la medida en la que esto sea así sus efectos serán los esperados, pues "la palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que una espada de doble filo; entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13)
(Continuará)