BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



miércoles, 12 de junio de 2019

Burke, Schneider y otros vuelven a recordar las verdades de fe (Carlos Esteban)



Una nueva “Declaración de verdades” para refutar los errores actuales en la vida de la Iglesia. Como la patrocinada por Müller hace no tanto. Autores: Burke, Schneider… Los ‘sospechosos habituales’. ¿No es hora de dar algún otro paso?

Es descorazonador que un sencillo recordatorio de verdades de fe católicas indisputables se interprete universalmente como un ‘ataque’ contra el Papa. Es desanimante que no sea el propio Santo Padre quien haga estas aclaraciones, sino que sea su ambigüedad de palabra, obra y omisión la que haga necesarias estas aclaraciones. Es desolador que estas declaraciones de la doctrina perenne vengan siempre firmadas por los mismos nombres, un puñado escaso, que se pueden contar con los dedos de una mano. Es deprimente que la fidelidad se interprete como rebeldía.

Los cardenales Raymond Burke y Janis Pujats, junto con otros tres obispos, han hecho pública una declaración de verdades de la fe para remediar la «confusión y desorientación doctrinales casi universales» que ponen en peligro la salud espiritual y la salvación eterna de las almas en la Iglesia hoy. Otra. Tuvimos recientemente la del cardenal Gerhard Müller, uno más de esos poquísimos nombres que aparecen una y otra vez en este tipo de ‘pronunciamientos’ de ortodoxia.

Infovaticana apenas se ha hecho eco. Ya hemos tenido varias; en realidad, una multitud de declaraciones, de solicitudes de aclaración dirigidas al Santo Padre, que las ignora e incluso, como pudo leerse en su significativa entrevista con Televisa, las desprecia: pobrecitos, habrá que rezar por esta gente.

Burke, Schneider, Brandmüller, Müller… Los mismos nombres se repiten una y otra vez. En este caso, ¿qué tenemos? Un cardenal sin funciones reales, Burke, condenado a un ostracismo de hecho, un obispo auxiliar de un país, Kazajstán, sin apenas cristianos, Schneider, un anciano obispo emérito lituano, Janis Pujats, que se ha sentido obligado a escribir al Santo Padre confesándose ‘tradicional’, como si confesase una culpa o eso supusiera un reto. Y todo eso, para repetir lo que cualquiera que tenga a mano un catecismo puede consultar.

¿Qué hay del resto? La Iglesia tiene cientos de cardenales, obispos con mando en plaza, monseñores, sacerdotes. ¿Por qué callan? Estoy hablando de los que tienen cura de almas, responsabilidad directa ante Dios sobre el destino eterno de más de mil millones de católicos. Silencio. No ante una llamada a las armas, no ante las 95 tesis clavadas en la puerta de la Catedral de Wittenberg, sino ante un extracto del catecismo, ante la misma doctrina que supuestamente profesan.

Están a otra cosa, o eso es lo que parece. A predicar con el mismo entusiasmo de escolares recitando la tabla de multiplicar los excitantes argumentarios que les llegan de Roma sobre el Cambio Climático y un mundo sin fronteras, atentos a los Objetivos del Milenio que dicte la ONU. Las invocaciones cristianas con que se rodee el nuevo mensaje va ya en función de la costumbre y los hábitos de cada prelado, pero siempre consiguen que la fe suene a pretexto y lo mundano e ideológico brille como sustancial.

Y no, lo que importa no es que sean pocos los que recuerdan quiénes somos y en qué creemos. Nunca ha sido ese el problema en la Iglesia, en una Iglesia iniciada con un puñado de pescadores galileos. Un poco más, que parezca condición necesaria para osar estar fuera del juego del poder eclesial u ocupar una diócesis remota y, a ojos de los administradores curiales, irrelevante.

Tampoco es lo más importante que las declaraciones sean obvias para un creyente bien formado, o que aburran y cansen con la repetición, sumando una declaración a la siguiente, tan iguales, diciendo lo mismo. O que el Sumo Pontífice haya dejado meridianamente claro en estos seis años que no va a responder nunca a nada a lo que no le obligue una fuerza mayor.

Lo realmente deplorable en todo esto es que quienes parecen tenerlo tan claro, quienes patrocinan estas iniciativas, sigan explicando pacientemente que la tierra es esférica ante escolares a los que se les insinúa que es plana. Quizá se necesite un paso más allá, mayor riesgo, algo que ponga en peligro cargos y prebendas, y hasta vidas. Algo, en fin, más parecido al martirio.

Carlos Esteban

¿SIEMPRE EQUIVOCADA? (Capitán Ryder)



Me refiero, como no, a la Iglesia.
Me he cruzado en la vida con muchos conocidos y amigos que, en un momento dado, tenían fe para acabar perdiéndola paulatinamente.
No me sorprendió en casi ningún caso, al contrario, se trataba de una evolución lógica. Cuando has asumido el discurso, tremendamente beligerante contra la Iglesia, de políticos, periodistas, gentes de la farándula etc es imposible seguir unido a la Fe católica.
Lo único que te une a la Fe ya es un débil hilo que terminará por romperse, más pronto que tarde.
Es imposible mantener esa esquizofrenia, si consideras que la Iglesia siempre ha estado del lado equivocado de la historia terminarás por romper con esa Fe, es lo más lógico.
Viene esto a cuento del pedido “de perdón” del Papa a los gitanos realizado hace unos días.
No son novedosas, con matices, estas palabras de Francisco. La Iglesia lleva unas cuantas décadas asumiendo culpas, generalmente inventadas, en ese proceso que Pablo VI llamó de “autodemolición”, y en el que él no era nada ajeno.
Podríamos citar aquellas palabras de Juan XXIII en el discurso inaugural del Concilio, por las que la Iglesia pasaba a usar, desde entonces, la “medicina de la misericordia y no de la severidad”, como había hecho hasta ese momento.
Muchas acciones y palabras desde ese día hasta llegar al pedido de perdón del año 2000.
Más allá de las intenciones del citado documento hay que resaltar una vez más la torpeza de la jerarquía católica. Porque no es el mensaje que se quería transmitir, del que no soy ningún fan, sino el que inevitablemente quedaría.
Hay que recordar que no fue un escrito del Papa, ni siquiera de la Iglesia, sino de la Comisión Teológica Internacional, pero que inevitablemente salpicó a la Iglesia como si fuesen palabras propias.
El resultado fue el que podía esperarse: la imagen transmitida era la de una Iglesia que pedía perdón por sus muchos pecados, que asumía lo dicho por el mundo respecto a las Cruzadas o la Inquisición y que asumía unas culpas que nunca fueron suyas ni de sus hijos.
No era lo buscado, ni es ese el contenido de la Declaración pero, ciertamente, no podía esperarse otra cosa.
El resultado refuerza la idea que estos amigos, y otros muchos, tenían de la Iglesia. ¡Al fin!, dicen, no estábamos equivocados, la propia Iglesia lo admite. Ha estado equivocándose permanentemente. Con lo que su Fe, ya acosada, da un paso al precipicio. ¿Quién puede militar y creer que la fe verdadera se encuentra en una Iglesia que siempre equivoca el paso?
El caso de Francisco es distinto, y creo que conecta con Juan XXXIII en este sentido, y es el socavamiento, muchas veces buscado, del prestigio de la Iglesia a costa de elevar el suyo. Ya lo comentamos en alguna entrada anterior pero, cada vez, es más evidente el tema.
Juan XXXIII consiguió el apelativo del “Papa bueno” tras derribar las murallas de defensa de la Iglesia y renunciar a la misión para la que había sido elegido.
Francisco parece como si buscase pasar a la historia como el Papa misericordioso aunque eso suponga pisotear el dogma, las enseñanzas de la Iglesia, en una palabra, La Verdad.
No se conoce ninguna persecución de la Iglesia, ni de sus miembros, a los gitanos como tal pero eso no impide una petición de perdón que esparce estiércol, perdón por la expresión, a los católicos de épocas pasadas mientras a él lo eleva. Y lo esparce a costa de una mentira.
Han sido muchos los casos con un comportamiento similar, donde debía quedar claro lo intolerante que había sido la Iglesia hasta su llegada. Por poner sólo unos ejemplos:
  • Cuando recibió a los protestantes con una estatua de Lutero y dijo aquello de “qué valientes han sido viniendo porque en otro tiempo…”. Porque claro, en tiempos de Lutero sólo existían unos fanáticos, los que ingresaban las filas católicas.
  • La filtración sobre la autorización que daba a una mujer divorciada para comulgar en contra del criterio de su párroco. Así, el Papa quedaba muy bien mientras el párroco quedaba a los pies de los caballos, restos de integrismo que aún quedan en la Iglesia.
  • Hace unos días advertía del peligro del proselitismo que se daba antes. Ahora, con él, ya no es posible.
  • Cuando rehabilita a aquellos que dedicaron toda su vida a demoler la Iglesia, por ejemplo, Ernesto Cardenal. Algunos señalaran el supuesto pedido de perdón de Cardenal. A este respecto decía la nota vaticana “El Santo Padre ha concedido con benevolencia la absolución de todas las censuras canónicas impuestas al Reverendo Padre Ernesto Cardenal, acogiendo la petición que éste le había presentado recientemente, a través del Representante Pontificio en Nicaragua, de ser readmitido al ejercicio del ministerio presbiteral”. Días después, y en visita del perejil de todas las salsas, el Padre Ángel, decía Ernesto Cardenal “Él es un milagro. La revolución que está haciendo en el Vaticano, en la Iglesia, y en el mundo se puede decir”, dice Ernesto, mientras señala con el dedo índice hacia el cielo. Y para complementar sus afirmaciones, una anécdota de cuando fue electo. “Cuando fue electo él, yo no lo sabía. Cuando llego a Buenos Aires, me entrevistan unos periodistas preguntándome que pienso del Papa. Yo pensé que era del otro Papa (Ratzinger). No sabía que contestar y tres veces me preguntaron y no entendía la pregunta hasta que me di cuenta que había un Papa nuevo (risas), el Papa argentino ¡Una maravilla de Papa, muy simpático!”. Parece que es un arrepentimiento selectivo, con Francisco bien, con Benedicto no sé qué decir.
  • Las veces que ha despreciado la Verdad, el dogma, como algo rígido que no se adapta al hombre moderno inmerso en unas situaciones tremendamente complicadas que las enseñanzas de la Iglesia no podían explica, hasta su llegada. Ha sido suficiente el “caso a caso” y el “discernimiento” para que lo negro se convierta en blanco.
En fin, sólo puede recomendar a quien se encuentre en la encrucijada en la que se encontraron muchos de mis amigos que se olviden del mundo, que con honradez y sinceridad busquen la Verdad histórica. Si en algo aprecian su fe.
La vida eterna está en juego y a ellos les toca mover ficha, el mundo no lo hará por ellos, no en el sentido que debería.
Capitán Ryder