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jueves, 30 de diciembre de 2021

Unir la Iglesia en torno al Novus Ordo, pero, ¿cuál? (Carlos Esteban)



Conservar la unidad es la razón alegada para justificar los recientes ataques papales (motu proprio y responsa ad dubua) contra la celebración del rito tradicional de la Misa. Pero, ¿hay unidad en la celebración de la ‘Misa conciliar’?


El Novus Ordo Missae representa, nos dice el Santo Padre, la única ‘lex credendi’ de la Iglesia. Y aunque la necesidad de unidad en la diversidad y de diversidad en la unidad da juego para defender casi cualquier cosa y su contraria, demos, como hipótesis de trabajo, que el hecho de mantenernos unidos en torno al rito del Sacrificio que es centro de nuestra vida de fe constituye una digna justificación.

Aceptemos, pues, todos juntos la forma de unidad que proporciona un único rito romano surgido del último Concilio. Si fuera posible, naturalmente. Y aquí vienen los primeros problemas: la Misa tal como se celebra comúnmente en cualquier parroquia elegida al azar y que pasa por ser Novus Ordo, no suele ser tal.

Lo cuenta para Rorate Caeli el padre Christopher Basden, párroco de Ramsgate, en Inglaterra. “De muchas formas se puede demostrar que la nueva Misa del Consilium no fue en modo alguno lo que los Padres habían previsto en el Vaticano II. Por ejemplo, el Concilio pide que “el latín se mantenga en todos los ritos” (desapareció por completo) y “el canto gregoriano debe tener un lugar de honor” (¡lamentablemente no ha tenido lugar en absoluto)! Las rúbricas que sostienen la orientación hacia el Este durante el Canon todavía están impresas, pero casi universalmente se ignoran”.

El contraste entre los documentos conciliares y su aplicación -ese juego de manos que pasó a la historia con el nombre de “espíritu del concilio- es casi tan marcado como el que diferencia el Novus Ordo de la Misa de San Pío V. Como se jactaba uno de sus fautores, el cardenal belga Suenens, el Concilio representaba para el ‘ala progresista’, la que a la larga habría de imponer su impronta en la aplicación de los textos, el equivalente religioso a la Revolución Francesa, y otro conmilitón de aún mayor influencia, el padre Yves Congar, llegó a decir sobre el concilio que con él «la Iglesia ha experimentado pacíficamente su Revolución de Octubre».

¿Fue el rito ahora en uso lo que pretendían los padres conciliares? Recuerda Basden: “La gran mayoría de los obispos no tuvo voz (y mucho menos nadie más) en la promulgación de la Misa reformada. Sin embargo, en el Sínodo de los Obispos en 1967 se registró que solo una minoría de los obispos presentes aprobaron el Nuevo Orden de la Misa. Cardenal Heenan profetizó que resultaría en una disminución del número. A pesar de esto, el Consilium lo impulsó, llamando a todos a ser obedientes al «espíritu del Vaticano II». El cardenal Ottaviani, entonces jefe de la Congregación de la Doctrina de la Fe, se quejó de que la nueva Misa marcaba un «alejamiento sorprendente» de la teología eucarística católica solemnemente definida en el Concilio de Trento”.

De lo que se dijo que era el objetivo a lo que resultó hay, por decir poco, un buen trecho, como revelan las investigaciones del padre Anthony Cekada. El Concilio pidió volver a las fuentes, pero demostró sobradamente que el 83% de las Colectas de la Misa tradicional fueron descartadas. El arzobispo Bugnini (arquitecto del Nuevo Rito) admite en su disculpa (sus artículos completos aún no han sido divulgados) que la «teología negativa» era incompatible con las sensibilidades del hombre moderno. ¡Los conceptos que se eliminaron incluían la noción misma del alma! ¡El uso de esta palabra desaparece en la Nueva Misa! Otras eliminaciones incluyen milagros, ayuno, mortificación, error, males, enemigos, la ira de Dios y el infierno. Está registrado que dijo que el Nuevo Rito debería evitar cualquier cosa que pudiera ser un obstáculo para los protestantes.

Otro de los objetivos explícitos fue el de hacer más accesible el rito al pueblo, de modo que pudiera atraerse a personas alejadas de la Iglesia, haciéndolo comprensible con el uso de la lengua vernácula.

Ahora bien, puede evaluarse el éxito de cualquier proyecto con objetivos previamente consignados con solo constatar hasta qué punto se han cumplido en un plazo razonable. Ha pasado más de medio siglo. ¿Hemos atraído a los protestantes? ¿Hemos conseguido aumentar la asistencia a Misa por parte de los alejados, o más bien se ha alejado a quienes entonces era fieles?

Carlos Esteban

[Se puede completar lo que se ha dicho aquí mediante la lectura del siguiente artículo, también de Infovaticana, que apareció el 16 de agosto de 2021)



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