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martes, 26 de septiembre de 2023

Nuestra SUPERFICIALIDAD (Padre Javier Olivera Ravasi)



Hay un mal argentino que, no por ser argentino resulta exclusivo de nuestra nacionalidad. Y es la superficialidad. Por eso, al menos cada tanto, conviene predicar sobre el tema.

Pero: ¿a qué nos referimos? A ese vicio tan contrario a la humildad que, en vez de poner sus raíces en lo esencial, en el humus del espíritu se vuelve hacia la terra, hacia lo terreno e insignificante de la planicie.

Estamos hablando acerca de ese error habitual que nos impide ir a la esencia de las cosas para quedarnos en las apariencias, tanto de lo humano como de lo divino.

La superficialidad es ese hábito de quedarse en el fenómeno, en lo que brilla o reluce, dirían los griegos, tan típico de la cultura moderna, carente de interioridad y -por eso mismo- amiga de los budismos y orientalismos de moda que muestran una pseudo profundidad.

El superficial percibe sólo lo aparente, no nutriéndose de la realidad, sino de su cáscara.

Algunos dicen que, al igual que el sanguíneo, el superficial “no penetra hasta lo profundo, ni ve el todo. Más bien se contenta con la superficie o con una parte del todo. Amigo de trabajos fáciles, vistosos, que no exigen demasiada labor, resulta casi imposible de convencer de este defecto suyo: de que es superficial”.

Porque el superficial todo lo juzga superficialmente: incluso cuando le dicen que es superficial…

Este vicio tan nuestro nos hace inconstantes, cambiantes, caprichosos y frívolos en el trato; pero no sólo en nuestras relaciones conmutativas, sino incluso distributivas: vivimos en la superficie con los amigos y con el mismo Dios uno y Trino.

Y este defecto resulta, a la corta o a la larga, un horrible escollo para crecer en la vida espiritual.

1) Pero, ¿cómo se muestra este defecto?

a. En primer lugar, el superficial, busca la apariencia de las cosas, lo fugaz, lo intrascendente e innecesario. Se queda en la epidermis de la realidad, nunca bajando al humus. Y la más de las veces se manifiesta en el valor que se le da a lo accesorio y externo

– “Dime de qué te precias y te diré de qué careces” –reza el refrán.

Porque el superficial intenta adornar desmesuradamente su exterior, para ocultar su interior.

No tiene nutrientes, sólo hinchazones:

“Le tuvieron lástima al Matungo, que ya no podía con los huesos, y en pago de sus doce años de tiro lo soltaron para siempre en un alfalfar florido. El alfalfar era un edén caballuno, extenso y jugoso, y Matungo no tenía más que hacer que comer a gusto y tumbarse en la sombra a descansar después, mirando estáticamente revolotear sobre el lago verde y morado las maripositas blancas y amarillas.

Y sin embargo Matungo no engordó. Era muy viejo ya y tenía los músculos como tientos. Echó panza sí, una barriga estupenda, pero fuera de allí no aumentó ni un gramo, de suerte que daba al verlo, hundido en el pastizal húmedo hasta las rodillas, la impresión ridícula de un perfil de caballete sosteniendo una barriga como un odre.

-¡Qué raro!

-No crea. Lo mismo le pasa a mucha gente. Al que lee mucho y estudia poco, al que come en grande y no digiere, al que reza y no medita, al que medita y no obra.

Flacos y barrigones…”

(P. Leonardo Castellani)

Es así nomás: el superficial es flaco y barrigón.

b. El superficial es, además, incapaz de aprender de las lecciones, porque nunca forja una experiencia adecuada de la realidad; nunca llega a convertirse en “un hombre de experiencia”. La memoria del pasado en cuanto pasado no le da “lecciones”, sino sólo “hechos”, “cosas pasadas”, porque hasta las acciones pretéritas quedan para él en la superficie. No hay ni heridas, ni gozos, ni tristezas que le enseñen a tener ojos mejores. Consecuencia de todo esto será su pobreza de discernimiento: porque nunca aprende del pasado…

c. El superficial es, además, inconstante: evita implicarse a fondo en cualquier tema, tanto en el ámbito amoroso, como profesional o espiritual. Ama emprender obras pero jamás se ata a ninguna, dejando siempre la puerta abierta para abandonar el partido cuando las papas quemen. En el plano del amor, es un “Don Juan Tenorio”; en el de la Fe, es un San Pedro de la noche de Jueves Santo que le dice a la sirvienta acusadora: “¡Mujer! ¡Te aseguro que no lo conozco!”.

Actúa como las abejas: desflora las rosas para pasar rápidamente a otras. Todo en él es explosivo, imprevisto, aniñado… Sólo hace lo que “le divierte”.

Habla con sus semejantes y hasta con Dios, pero pensando siempre en la próxima cosa que tiene que hacer.

2) Algunas raíces de la superficialidad

Claramente, deben existir algunas causas o raíces que predispongan a una vida epidérmica.

a. En primer lugar, un estilo de vida demasiado sensual, cómodo y poco mortificado

No nos referimos aquí a que debe uno convertirse en estoico o espartano, pero ciertamente la falta de moderación en los placeres del cuerpo vuelcan al hombre hacia lo corporal, debilitando su capacidad intelectual; es decir: nos vuelven torpes e incapaces de penetrar y entender la realidad en su profundidad. De allí que, la mayoría de las veces, la superficialidad nazca de la falta de austeridad en nuestra vida.

b. En segundo lugar, el miedo

No nos referimos aquí a cualquier clase de miedo, sino a aquél, muy específico, que nos retrae de todo tipo de compromiso. El superficial es incapaz de comprometerse siquiera con un partido de ajedrez a la semana. No-puede, porque no-quiere.

c. En tercero y último, la vanidad o el vivir del “qué dirán”

Porque el que vive “de cara al mundo”, buscando su aprobación, necesariamente privilegiará sus apariencias. Al contrario, el despreocupado del qué dirán tendrá un corazón indiviso y vuelto hacia Dios y, hacia Dios que está en el prójimo.

3. Los remedios contra la superficialidad

Digamos que, aunque parezca paradójico, resulta muy difícil lograr que una persona superficial comprenda que es superficial. Porque, si lo entendiera, su misma respuesta sería análoga a su carácter:

– “¡Y bueno!¡seré superficial y listo!” – dirá.

Pero apostemos a la buena intención y busquemos un remedio. La solución, habiendo visto las raíces, se encuentra en la principal de las virtudes cardinales, la virtud de la prudencia, esa reina de las virtudes que regula de manera conveniente y ordenada las acciones para llegar al fin propuesto. Es a partir de algunas de sus partes que podrá comenzarse a remediar la superficialidad:

a. Será importante guardar memoria de lo pasado. No para mortificarnos, sino para meditar y aprender las lecciones a partir de los yerros y aciertos, propios y ajenos.

b. La docilidad, es decir, el dejarse enseñar, el “saber dejarse decir algo”, como dice Pieper. Porque uno se hace prudente en la medida en que escucha a los prudentes, de allí que Santo Tomás diga: “En las cosas que atañen a la prudencia, nadie hay que se baste siempre a sí mismo”.

Y algo parecido nos narran las Sagradas Escrituras:

“No te apoyes en tu prudencia” dice el libro de los Proverbios (3,5),

“Busca la compañía de los ancianos y si hallas a algún sabio, allégate a él” (Eclesiástico 6,15).

c. La circunspección, es decir, el estar atento a las circunstancias, a lo que pasa a nuestro alrededor. Es el saber ubicarnos y tomar conciencia de nuestro ser; frente a qué y a quién estamos parados.

Como ejercicio práctico, quizás podría servir el nutrirse de la sabiduría de los grandes libros, meditándolos. La lectura pía, atenta y devota de la Biblia, especialmente de los libros sapienciales (Salmos, Proverbios, Sabiduría, etc.) podría ayudar muchísimo a un alma que busca el humus y no la terra.

La meditación de las postrimerías, además, ayudarían también a despertar de este sueño de la vida, como dice la copla:

“Muerte, juicio, infierno y gloria,
ten cristiano en la memoria”

Quizás por eso el gran San Ignacio, cuando despedía a San Francisco Javier, le decía en boca de Pemán:

No te acuestes una noche
sin tener algún momento meditación de la muerte y el juicio,
que a lo que entiendo, dormir sobre la aspereza de estos hondos pensamientos
importa más que tener por almohada, piedra o leño.


* * *

Pongámonos en manos de Dios, con nuestras superficialidades y banalidades, haciendo lo necesario de nuestra parte, para que Él complete el resto y recordando lo que San Pablo decía a los corintios: “pasa la escena de este mundo” (1 Cor 7,31).

P. Javier Olivera Ravasi, SE

sábado, 16 de septiembre de 2023

El proceso sinodal. Leyendo algunos textos


Según uno de los tantos relatos griegos, cuando Zeus hizo al hombre, los demás dioses, celosos, quisieron hacer otro tanto, y contribuyendo cada cual con algún don, crearon a una mujer, que llamaron Pandora («formada por los dones de todos», según una de las traducciones). Zeus, para castigar el orgullo de aquéllos, le dio a Pandora una caja con el mandato de no abrirla de la cual, luego de sucumbir a la curiosidad femenina, surgieron todos los males proviniendo, a partir de allí, la edad de hierro.

Hasta aquí el relato breve donde uno podría ver uno de los tantos semina Verbi de la antigüedad clásica.

Pero viniendo más acá, ha llegado a nuestras manos el pequeño libro de de José Antonio Ureta y Julio Loredo de Izcue, titulado «El proceso sinodal. Una caja de Pandora. 100 preguntas y 100 respuestas» (disponible de modo gratuito AQUÍ).

Con prefacio del gran Cardenal Rayomond Leo Burke, ex prefecto de la Signatura Apostólica (la Corte Suprema del Vaticano) ya ha sido comentado y traducido a varias lenguas (italiano, inglés, portugués, francés, alemán, holandés y polaco), siendo incluso comentado por el actual pontífice en una de sus tantas intervenciones aéreas (ver AQUÍ)


Excelentemente escrito, con gran respeto y mesura, esta obra que se lee en apenas un par de horas, logra ser, a partir de documentación precisa y clara, una suerte de Vademecum acerca de los los signos sinodales de los tiempos que estamos viviendo con perplejidad ovina tanto laicos, sacerdotes y -nos consta- varios obispos.

Escrito a partir de los documentos anteriores a la publicación del Instrumentum Laboris (Roma, 20/6/2023) y en las vísperas de la primera sesión del Sínodo sobre la Sinodalidad (Octubre de 2023) el texto viene a confirmar la dirección de este proceso que lleva ya algunos años y que, como se narra explica en el libro, se inspira en el Sínodo alemán tanto en sus medios como en sus fines.

Con el fin de dar un pantallazo acerca de su contenido, dejamos aquí abajo extractos del mismo (consignando los números de página entre paréntesis) para quienes deseen estar atentos, en guardia y vigilantes para

Que no te la cuenten

P. Javier Olivera Ravasi, SE



Extractos de «El proceso sinodal. Una caja de Pandora. 100 preguntas y 100 respuestas» (disponible de modo gratuito AQUÍ). Extractos del P. Javier Olivera Ravasi, SE

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¿Un plan para reformar la Iglesia?

“Hay un plan en marcha para reformar la Santa Iglesia que, llevado a sus últimas consecuencias, podría subvertirla hasta sus cimientos” (p. 11)

Tras una amplia consulta internacional, están previstas dos sesiones plenarias en Roma, en 2023 y 2024, precedidas de un retiro espiritual para los participantes (p. 11-12).

El “contenido” del Sínodo de la sinodalidad

Se propone repensar la Iglesia, transformándola en una nueva “Iglesia constitutivamente sinodal”, cambiando elementos fundamentales de su constitución orgánica. Este cambio podría ser radical, ya que algunos documentos sinodales hablan de una “conversión”… Este sínodo no pretende discutir cuestiones doctrinales o pastorales, para llegar después a ciertas conclusiones, sino emprender un “proceso eclesial” para reformar la Iglesia (p. 12.).

La finalidad del Sínodo: una Iglesia con la pirámide invertida

Según el vaticanista Jean-Marie Guénois, Francisco “está preparando su reforma capital: la de la sinodalidad. Espera convertir a la Iglesia, piramidal, centralizada y clericalizada, en una comunidad más democrática y descentralizada donde el poder se comparta más con los laicos” (p. 13).

La influencia del “Camino sinodal alemán” en el Sínodo de la sinodalidad

Entre los defensores más radicales de la “conversión sinodal” de la Iglesia se encuentra una mayoría de obispos alemanes… En las intenciones de sus promotores, el Weg no debería limitarse a Alemania… Llevado a sus últimas consecuencias, el Weg implicaría una profunda subversión de la Santa Iglesia… Así lo afirma el cardenal Gerhard Müller, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “Sueñan con otra Iglesia que no tiene nada que ver con la fe católica (…) y quieren abusar de este proceso, para llevar a la Iglesia Católica, no solo en otra dirección, sino hacia la destrucción de la Iglesia Católica” (p. 13-14).

El ejemplo de la sinodalidad en Inglaterra y su tremendo fracaso

Tomemos el ejemplo de la Iglesia de Inglaterra, que emprendiósu particular “camino sinodal” en la década de 1950. Es digno de mención el testimonio de Gavin Ashenden, antiguo obispo anglicano y capellán de la Reina Isabel, que se convirtió al catolicismo: “Creo que los antiguos anglicanos pueden ser de alguna ayuda, porque ya han visto la artimaña de la sinodalidad aplicada a la Iglesia de Inglaterra, con efectos divisorios y destructivos. Como antiguos anglicanos, ya hemos visto esta trampa. Forma parte de la espiritualidad de los progresistas. En pocas palabras, envuelven contenidos cuasi marxistas en lenguaje espiritual y luego hablan del Espíritu Santo” (p. 15).

Origen análogo de la Sinodalidad: el conciliarismo

Ya a principios del siglo XV, con el pretexto de adaptar la Iglesia a la nueva mentalidad nacida con el Humanismo, surgió la corriente llamada “conciliarista”, que pretendía reducir el poder jerárquico del Papa en favor de una asamblea conciliar. La Iglesia debía estructurarse, como expresión de la voluntad de los fieles, en “sínodos” locales y regionales ampliamente autónomos, cada uno con su propia lengua y costumbres. Estos sínodos debían reunirse periódicamente en un “concilio general” o “santo sínodo”, detentor de la máxima autoridad en la Iglesia. El Papa, reducido a primus inter pares, tendría a su vez que someterse a las decisiones de los concilios, mediante el voto igualitario de los participantes (p. 16).

Algunos católicos se sienten perplejos

“Ante un panorama tan sombrío, muchos católicos se sienten perdidos, desanimados, confusos, perplejos e incluso decepcionados. Y no todos reaccionan adecuadamente.

Algunos ceden a la tentación del sedevacantismo: abandonan la Iglesia para volverse autorreferenciales. Otros sucumben a la tentación de la apostasía: abandonan la Iglesia para abrazar otras confesiones. La mayoría se hunde en la indiferencia: abandonan a la Iglesia a su triste destino… ¡Se equivocan de manera flagrante! Amicus certus in re incerta cernitur. Es precisamente ahora cuando la Santa Iglesia necesita hijos amorosos e intrépidos que la defiendan de sus enemigos, externos e internos. ¡Dios nos pedirá cuentas!” (17-18).

1. ¿Qué es el Sínodo de los Obispos? (los números iniciales de los párrafos corresponden a las preguntas del libro)

“El Sínodo de los Obispos es un organismo permanente de la Iglesia Católica, externo a la Curia Romana, que representa al episcopado… Tiene una función meramente consultiva, pero puede gozar de función deliberativa cuando el Papa se lo concede” (p. 19)

2. ¿Las conclusiones de un Sínodo son de suyo vinculantes?

No. En el pasado, el Documento Final de un Sínodo de los Obispos no tenía valor magisterial, pues su rol era de dar sugerencias al Sumo Pontífice… Después de las reformas introducidas por el Papa Francisco en 2015, el Documento Final pasa directamente a hacer parte del Magisterio ordinario si es aprobado expresamente por el Pontífice (p. 20).

3. ¿Pueden un Sínodo de los Obispos, o un Papa, cambiar la doctrina o las estructuras de la Iglesia Católica?

No. Ni el Papa, ni el Sínodo de los Obispos (p. 20).

4. ¿Qué cambios introdujo el Papa Francisco en el Sínodo de los Obispos?

“El Papa propuso un plan para crear una nueva “Iglesia sinodal”. La premisa es que, por el sentido sobrenatural de la fe (sensus fidei), todo el Pueblo de Dios no puede equivocarse (infalible in credendo), y además tiene “olfato” para encontrar los caminos que el Señor abre a su Iglesia. La Iglesia sinodal sería una Iglesia de la escucha recíproca entre el pueblo fiel, el colegio episcopal y el obispo de Roma (p. 21).

5. ¿Qué justificación ofrece el Papa Francisco para esa alteración radical del Sínodo de los Obispos?

“Según el Papa Francisco, los obispos son, al mismo tiempo, maestros y discípulos. Maestros cuando anuncian “la Palabra de la verdad en nombre de Cristo cabeza y pastor”. Pero también discípulos cuando, “sabiendo que el Espíritu ha sido dado a todo bautizado, se pone[n] en escucha de la voz de Cristo que habla a través de todo el Pueblo de Dios, haciéndolo «infalible ‘in credendo’»” (p. 22)

6. ¿Cuál es el tema y el itinerario del próximo Sínodo?

El tema escogido es: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Se trata, según el Papa, de “caminar juntos, laicos, pastores, Obispo de Roma”.16 La mayor dificultad que hay que superar “es este clericalismo que separa al sacerdote, al obispo, del pueblo… Caminar juntos descubre como su línea sea más bien la horizontalidad en lugar de la verticalidad”… En el próximo Sínodo, pues, no se discutirá sobre un tema pastoral específico, como normalmente sucede en estas asambleas, sino sobre la propia estructura de la Iglesia. Por eso se le conoce también como “Sínodo sobre la sinodalidad”. (p. 23).

7. ¿Este Sínodo desea llegar a ciertas conclusiones, o iniciar un proceso?

El Documento Preparatorio propone emprender “un proceso eclesial participado e inclusivo”… Este enfoque fluido debe a su vez verse en la perspectiva más amplia del actual Pontificado, que privilegia el devenir y no el ser, el cambio y no la estabilidad, la investigación y no la certeza: “Debemos iniciar procesos y no ocupar espacios” (p. 24).

12. ¿Qué implicaciones tendrá la sinodalidad en la vida de la Iglesia?

Esa escucha de toda la comunidad implica en una reformulación de la autoridad dentro de la Iglesia. Según el Papa Francisco, habría que invertir la estructura jerárquica de la Iglesia: “En esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base”… Según el cardenal Mario Grech, secretario del Sínodo, Francisco… Al invertir la pirámide, la analogía de Francisco reformula la autoridad como dependiente de la recepción (escuchar y aprender de los demás) dentro de la Iglesia” (p. 30-31).

14. ¿Existe un sentido tradicional de “escucha” de los fieles por parte de los pastores?

Sí. No cabe duda que un buen pastor tiene el deber de inclinarse sobre sus ovejas para escuchar y comprender su situación espiritual y sus aspiraciones. Pero la “escucha” tiene hoy un sentido muy diferente: la obligación de colocarse en sintonía con las ovejas. El criterio de evaluación deja de ser la Verdad revelada y la rectitud de la conciencia y pasa a ser la acogida de las aspiraciones de los fieles (p. 32).

15. ¿Cuál es el inconveniente del concepto moderno de “escucha”?

La Iglesia Católica siempre partió del lado opuesto: tomando como fundamento las verdades de la fe, conocidas a través de la Revelación contenida en la Biblia y en la Tradición, las aplicaba a la vida concreta, según las circunstancias de tiempo y lugar, para iluminar y guiar a los hombres hacia la salvación eterna. La tendencia del Sínodo sobre la sinodalidad es hacer al revés, es decir, partir desde la situación concreta para elaborar una pastoral y una disciplina que se adapten a ella. Tal método presupone una concepción “historicista” que no parte de la Verdad revelada, sino de una situación histórica concreta, a la que la Iglesia debería adaptarse. (p. 33).

17. ¿Qué justificación teológica es dada para la necesidad de la escucha?

El Papa Francisco, los organizadores del Sínodo y los documentos preparatorios insisten en que “la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo no puede equivocarse en la fe. (…) Aquel famoso infallibile ‘in credendo’” (p. 35).

18. ¿Cómo saber, entonces, cuándo las creencias de los fieles son realmente infalibles?

El único método seguro es aplicar la regla de san Vicente de Lerins: es infalible aquello que fue creído siempre, en todo lugar y por todos (quod semper, quod ubique, quod ab omnibus); o sea, la doctrina tradicional de la Iglesia. “El sensus fidelium no es lo que puedan pensar los laicos y los sacerdotes en un momento dado, sino el consenso entre los obispos y hasta el último de los fieles, en todo el mundo, a lo largo de los siglos”, explica el ya citado padre Nazir-Ali (p. 36).

25. ¿Es cierto que los promotores del Sínodo insisten en que se preste especial atención a la voz de las “minorías marginadas”?

El Vademécum para el Sínodo sobre la sinodalidad preparado por la Secretaría del Sínodo insiste en que “es importante que hagamos todo lo posible por escuchar las voces de todos, especialmente de los marginados… “De hecho, a veces la perspectiva de lo que podríamos llamar una ‘aportación minoritaria’ puede constituir un testimonio profético de lo que Dios quiere decirle a la Iglesia”” (p. 41)

26. ¿Cuáles serían estas “experiencias desafiantes y negativas” cuyo “testimonio profético” fue recogido en las consultas diocesanas?

El Documento de Trabajo para la Etapa Continental del Sínodo enumera algunas…: “los divorciados vueltos a casar,los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ” (p. 42).

27. ¿Esto se ha reflejado en las consultas a nivel continental?

Leemos por ejemplo en la Síntesis norteamericana: “En la Asamblea Continental, como en nuestros informes nacionales, hubo un profundo deseo de mayor inclusión y acogida dentro de la Iglesia. De hecho, uno de los principales factores que rompen la comunión es la experiencia de muchos de que ciertas personas o grupos no se sienten bienvenidos en la Iglesia. Los grupos consultados durante la Etapa Continental incluyeron mujeres, jóvenes, inmigrantes, minorías raciales o lingü.sticas, personas LGBTQ+, personas divorciadas que se han vuelto a casar sin una anulación” (42-43).

28. ¿Qué dice el Documento de Trabajo para la Etapa Continental sobre la ordenación de mujeres?

Entre las “minorías excluidas” estarían las mujeres… El Documento de Trabajo para la Etapa Continental… afirma que, finalmente, que muchos reclaman el diaconado femenino y la posibilidad de que las mujeres puedan predicar. Algunos proponen la ordenación sacerdotal de las mujeres… . Francisco determinó que hasta el 25% de los participantes en el Sínodo sean seglares, hombres y mujeres, todos con igual derecho a voto que los obispos. (p. 43).

32. ¿La “inclusión radical” es la clave para entender el próximo Sínodo?

Sí. El Vademécum (Vademécum para el Sínodo sobre la sinodalidad) afirma que “hay que hacer esfuerzos genuinos para asegurar la inclusión de los que están en los márgenes o se sienten excluidos” (p. 48).

34. ¿Se puede considerar esta “inclusión” como continuadora de la “Iglesia de los pobres” propuesta por la Teología de la Liberación?

Hablando de una “Iglesia para heridos y rotos” (diríamos para “oprimidos”), el documento latinoamericano afirma: “En varios llamados se recuerda que en el espíritu de Jesús hay que ser inclusivos con los pobres, comunidades LGTBIQ+, parejas en segunda unión, sacerdotes que quieran regresar a la Iglesia en su nueva situación, las mujeres que abortan por temor” (p. 50)

37. En teoría, el proceso sinodal debería consultar a todo el “pueblo de Dios”. En la realidad, ¿esto se ha realizado?

Y, por coincidencia o por deliberación, se trata en general de minorías progresistas, ya consagradas a la lucha por la reforma de la Iglesia. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Francesa informó que 150.000 personas se habían “movilizado para contribuir a la reflexión sobre el sínodo de 2023 sobre la sinodalidad”… el 0.35% de todos los católicos en Francia. Un documento del Sínodo Nacional de la Iglesia Católica española afirma: “En este camino compartido han participado en España… el 0.77% de los católicos. Estas cifras son similares en casi todos los países: en Austria participaron 1.04% de los católicos; en Bélgica 0.54%; en Irlanda 1.13%; en Inglaterra 0.79%; en América Latina 0.21%; y hasta en la católica Polonia, la participación fue de apenas 0.58%. (p. 54)

43. ¿Cuál es el principal problema de la Iglesia, según los promotores del Sínodo?

Según los promotores del Sínodo, el principal problema de la Iglesia sería el “clericalismo”, o sea sus estructuras jerárquicas que la dividen entre clérigos y seglares, entre Ecclesia docens y Ecclesia discens (p. 58).

44. ¿Cuál sería el remedio al “clericalismo”?

El remedio al “clericalismo” sería la implementación de la “corresponsabilidad”, a través del reconocimiento de la igual dignidad de todos los bautizados y del valor de los “carismas” y “ministerios” laicales (p. 59)

52. ¿Hasta dónde se pretende llevar el reconocimiento de los “carismas” y los “ministerios” laicales en la Iglesia?

Algunas propuestas parecen bastante radicales. Es el caso, por ejemplo, de la Síntesis continental de América Latina y del Caribe… Recordemos que en los documentos del Sínodo amazónico se pedía, entre otras cosas, que la acción de los brujos y chamanes fuese reconocida como un “ministerio” de la Iglesia (p. 63-64)

53. ¿Qué es el Synodaler Weg (camino alemán)?

Synodaler Weg quiere decir Camino Sinodal, y es el particular modo que ha escogido la Iglesia Católica en Alemania para adaptarse a la sinodalidad, independientemente del Sínodo universal, e incluso adelantándose al mismo (p. 65).

Los alemanes parecen dispuestos a seguir por este camino. El Synodaler Weg no tiene una forma definida, sino que se presenta como un “proceso” que cambia a lo largo del camino. El sitio oficial del Weg afirma: “El camino sinodal no tiene una forma definida por el derecho canónico, sino que es sui generis. (…). Se puede definir como un proceso que recorre un camino”.

Este “camino” debe ser totalmente abierto. En la reunión general de Lingen, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y entonces presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, dijo: “La fe solo puede crecer y profundizarse si uno se libera de los bloqueos en el pensamiento, si uno enfrenta un debate libre y abierto y desarrolla la capacidad de asumir nuevas posiciones y abrir nuevos caminos” (p. 66).

54. ¿El Synodaler Weg se distingue, pues, del Sínodo universal?

Formalmente sí, en el sentido que es un proceso de la Iglesia en Alemania, autónomo y paralelo al proceso sinodal universal. En realidad, el Weg es considerado, en las intenciones declaradas de sus principales protagonistas como veremos más adelante, casi como una locomotora que moverá a los otros vagones en el proceso sinodal mundial inaugurado en 2015 (p. 67).

57. ¿Cuál es la importancia del Synodaler Weg?

El Synodaler Weg se presenta no solo como un camino específico para la Iglesia en Alemania, sino como modelo para el Sínodo general convocado en Roma (p. 70).

60. ¿El Weg supone un cambio de paradigma cultural en la Iglesia?

Sí. “El Sínodo debe conducir a un cambio de paradigma cultural (…) y a un cambio en la praxis de la Iglesia”, dice Mons. Georg Bätzing (presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y principal promotor del Weg). En otras palabras, el Weg deberá cambiar no apenas elementos accidentales de la Iglesia, sino sus propios cimientos.

Escribe Gregor Podschun, presidente de la Federación de la Juventud Católica Alemana y figura importante en el Weg: “Esta Iglesia tendrá que destruirse, solo entonces podremos construir una nueva Iglesia. (…) Esto suena radical y, en realidad, lo es” (p. 73-74).

62. ¿Qué soluciones propone el Synodaler Weg?

Para superar el “clericalismo” imperante en la Iglesia, cambiando su estructura jerárquica y su moral, los promotores del Weg proponen:

1. La participación de los laicos en el nombramiento de obispos y una democratización de las estructuras de la Iglesia;

2. La superación de la obligación del celibato para los sacerdotes;

3. La admisión al Orden sagrado de personas homosexuales;

4. La apertura del ministerio sacramental a las mujeres;

5. La revalorización de la homosexualidad, y la aceptación de las uniones entre personas del mismo sexo;

6. La condenación de la moral sexual tradicional de la Iglesia (p. 75).

64. ¿Qué pretenden los promotores del Weg en lo que se refiere al gobierno de la Iglesia?

Los promotores del Weg proponen una deconstrucción de las estructuras jerárquicas de la Iglesia que produzca cambios profundos en su sistema de autoridad (p. 76).

65. ¿Hubo consenso para la formación de dicho Consejo?

No. Algunos obispos se opusieron. Esta especie de parlamentarismo que se introduciría en la Iglesia escandalizó hasta al propio cardenal Walter Kasper, por cierto no un conservador: “Los sínodos no pueden convertirse en instituciones permanentes. La tradición de la Iglesia no conoce un gobierno eclesiástico sinodal. Un consejo supremo sinodal, tal y como se plantea ahora, no tiene ninguna base en toda la historia de la constitución [de la Iglesia]. No sería una renovación, sino una innovación sin precedentes” (p. 77)

66. ¿El Vaticano aprobó este Consejo Sinodal?

No. En una carta fechada el 16 de enero de 2023 (aprobada por el Papa): “El Consejo Sinodal constituiría una nueva estructura de gobierno de la Iglesia en Alemania, que parece colocarse por encima de la autoridad de la Conferencia Episcopal Alemana, llegando de facto a reemplazarla. (…) Queremos aclarar que ni el Camino Sinodal, ni ningún organismo por él establecido, ni ninguna Conferencia Episcopal tienen competencia para constituir el Consejo Sinodal a nivel nacional, diocesano o parroquial” (p. 77-78).

68. ¿Cómo se relaciona el problema de la ordenación de las mujeres con la temática del Sínodo?

Las mujeres serían una de esas “minorías marginadas” que se trataría de “incluir” en la vida de la Iglesia. Para eso, deberían poder acceder a todos los niveles de autoridad y del sacramento del Orden. “Esperamos que [la Iglesia] manifieste con claridad cómo puede imaginar a las mujeres como diáconos y como sacerdotes, basado en los argumentos teológicos discutidos en el Foro Sinodal”, leemos en una propuesta recibida en la diócesis de Aquisgrán (p. 79).

71. ¿Cómo se relaciona el problema de los homosexuales con la temática del Sínodo sobre la sinodalidad?

Los homosexuales, y más ampliamente las personas LGBT, serían otra de esas “minorías marginadas” que se trataría de “incluir” en la vida de la Iglesia, dentro de una visión “abierta” y “fraterna” de la misma. “Esperamos cambios hacia una Iglesia con equidad de género”, leemos en una propuesta para el Sínodo de la diócesis de Aquisgrán. Para llevar adelante esta “inclusión”, habría que cambiar la doctrina moral de la Iglesia (p. 81-82).

74. ¿Qué significa, entonces, “incluir” a los homosexuales en la Iglesia?

El cardenal Robert McElroy, arzobispo de San Diego, Estados Unidos. En un artículo publicado en la revista jesuita America, afirmó que el Sínodo debería“incluir aquellos que están divorciados y vueltos a casar sin una declaración de nulidad de la Iglesia, miembros de la comunidad LGBT y aquellos que están casados civilmente pero no han estado casados por la Iglesia”. Esta “inclusión” implicaría la recepción de la Sagrada Comunión por parte de personas que objetivamente viven en pecado público: “He propuesto que los católicos divorciados vueltos a casar o las personas LGBT que buscan ardientemente la gracia de Dios en sus vidas no sean excluidos categóricamente de la Eucaristía” (p. 83-84).

75. Para poder “incluir” a los homosexuales ¿habría que cambiar la doctrina moral de la Iglesia?

Sí. Un documento preparatorio del Weg alemán afirma: “Estamos convencidos de que la reorientación de la pastoral no será posible sin una profunda reforma de la moral sexual de la Iglesia. (…) En particular, la enseñanza que considera éticamente legítimas las relaciones sexuales solo en el marco de un matrimonio legítimo, y solo en la constante apertura a la procreación, ha llevado a una amplia ruptura del Magisterio con los fieles”.

Igualmente leemos en otro documento del Weg: “En la línea de esta reevaluación de la homosexualidad, entre otras cosas, habría que revisar los párrafos 2357-2359 y 2396 (homosexualidad y castidad) del Catecismo [de la Iglesia Católica]. (…) En el Compendio del Catecismo, los actos homosexuales deberían ser eliminados de la lista de pecados graves contra la castidad. (…) Su sexualidad—realizada incluso en los actos sexuales— no es un pecado que los separa de Dios, y no puede ser juzgada como intrínsecamente mala”. (p. 84-85).

77. ¿Los promotores del Weg son los únicos que piden esta “inclusión” de los homosexuales?

No. Como vimos, casi todos los documentos conclusivos de las etapas continentales del camino sinodal (Síntesis continentales), mencionan explícitamente la necesidad de “incluir” a las personas LGBT (p. 86).





https://youtu.be/jGTzyXm1bwo

domingo, 18 de junio de 2023

Nefarious: cuando el demonio habla (Padre Javier Olivera Ravassi)



Recomendamos vivamente la película Nefarious, apenas estrenada y silenciada por el establishment cinematográfico, al igual que pasó con Unplanned (que comentábamos aquí) de los mismos buenos productores católicos. 

 «Nefarious» narra las últimas horas de un condenado a muerte por homicidios múltiples en el estado de Oklahoma, donde, antes de pasar por la silla eléctrica, debe ser examinado por un psiquiatra ateo, con la única particularidad de que el convicto, dice estar poseído por un demonio. 

Es una hora y media de un precioso film que, a diferencia del imperdible «El abogado del diablo», no tiene siquiera una sola escena de terror o de sexo: el 95% de la película se desarrolla en una habitación donde todo es diálogo entre un poseso y un hombre moderno que termina creyendo en el mundo sobrenatural. 

Por si alguien desea ver algunas partes, va un sencillo análisis para, Que no te la cuenten. P. Javier Olivera Ravasi, SE

DURACIÓN 21:47 MINUTOS


sábado, 20 de mayo de 2023

Vivir en una novela orwelliana. El clásico 1984

 QUE NO TE LA CUENTEN

Duración del VIDEO de este texto 59:20 minutos

https://youtu.be/o6HsoxMH_xk

Hemos titulado a esta conferencia “Vivir en Cristo en 1984” haciendo una clara alusión no al año en sí, sino a la famosísima novela de ese escritor británico (aunque nacido en India) que fuera George Orwell, quien en su turbulenta juventud no sólo militó en las filas de la izquierda sino que llegó a combatir aquí en España, en favor de la República y contra la Cruzada, en 1936, luego de lo cual, escribió sus conocidísimas “Rebelión en la granja” (1945) y la famosa 1984, un año antes de morir, en 1949, ambas, producto de un gran descontento y decepción respecto del comunismo.

Conocimos Rebelión en la granja cuando apenas éramos unos niños de diez años; si todavía recordamos cuando nuestra madre nos la daba a leer, con hermosas ilustraciones. “Napoleón”, los perros guardianes, el granjero, todos eran personajes conocidos por nosotros y, aunque no captábamos del todo la importancia de la fábula, entendíamos que había cierta ironía en aquello de que “todos somos iguales, aunque algunos son más iguales que otros…”.

Rebelión en la granja es de esas obras que perfectamente se pueden leer de pequeños o de grandes y, como todos los libros, en cada lectura, ir sacando más y más enseñanza. Es un clásico, es decir, un texto que soporta el paso de los tiempos por aquello de Peguy: “Homero es nuevo cada mañana y el diario de hoy ha envejecido ya”.

En cambio, 1984, lejos de ser una fábula, es una novela, una novela “distópica”, como hoy le dicen, “es decir, plantada en un lugar deficiente”, es una novela que narra en el pasado un futuro por entonces imposible de imaginar. Una novela que, según dicen, se encuentra hoy entre los libros más vendidos del siglo XX y, luego del fatídico año 2020, entre las más vendidas del siglo XXI.

¿De qué trata 1984?

Sin querer “espoliar” el magnífico trabajo de Orwell el texto -complejo por momentos y más entendible hoy que en 1949, cuando fue escrito, narra un presente dominado por el pensamiento único y, más bien, por un partido único que opera como un todo ideologizado donde la persona individual es tal en función del estado o, mejor dicho, en función de la ideología imperante.

Winston Smith y Julia, los protagonistas de esta obra, donde hasta el amor cabe, son dos personas que, con sus bemoles, se oponen al sistema, una por una cuestión de rebeldía y, el otro, por descubrir una mentira histórica. Ambos, pasan por un romance, son engañados y, luego de ser salvajemente torturados y sometidos a una corrección de pensamiento, terminan no sólo abdicando de sus principios, sino negando sus propias realidades.

Porque, al final de cuentas, el sometimiento a las ideologías no es otra cosa que la sumisión, por la voluntad a la sinrazón.

En la novela 1984 tres son los principios sagrados del Partido que todo lo gobierna, llamado Ingsoc: 1) Neolengua 2) doblepensar (decir una cosa y pensar otra) y, 3) la mutabilidad del pasado.

En 1984, el personaje central, Smith, descubre que, el Partido, de modo sistemático elude, tergiversa y trastorna la historia, aduciendo la famosa frase, inmortalizada por esa obra de que “quien controla el presente, controla el pasado y quien controla el pasado, controla el futuro”.

Con el fin de ir mostrando algunas pinceladas de este clásico y, a la vez, realizar esa ociosa y fascinante actividad que es el pensar humano, es que vamos a ir leyendo algunos extractos de la obra para poder, a veces, comentarla y, a veces, simplemente dejar que la sinapsis haga su trabajo natural.

1. La vigilancia

1984 transcurre en un tiempo en el cual todo es oído, todo es visto por ese “Gran hermano” que todo lo domina y todo lo vigila. Porque la vigilancia del “sistema” es la clave del éxito para toda ideología. Por donde uno anduviese, salvo durante la oscuridad, siempre existe una pantalla que a todos vigilaba como en el mundo de Foucauld.

Citemos:

“Cualquier sonido que hiciera Winston superior a un susurro, era captado por el aparato. Además, mientras permaneciera dentro del radio de visión de la placa de metal, podía ser visto a la vez que oído… Tenía usted que vivir —y en esto el hábito se convertía en un instinto— con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados”.

Es paradójico que, en un mundo en el que se habla de la libertad de expresión como uno de los valores sumpremos del liberalismo, en nombre de un “bien superior”, toda persona deba ser vigilada, censurada y castigada.

Porque la inquisición no nace en la Edad Media, sino que es una institución tan antigua como el estado y siempre ha de analizarse lo que se dice, lo que puede llegar a dañar el “bien común”, bien común que puede ser verdadero o falso.

Si Winston hubiese vivido en otras épocas, se hubiese dado cuenta de que, además de la censura, hay algo peor que ella y es la auto-censura, es decir, el temor de no querer decir la verdad o de no querer arriesgar siquiera un centímetro del pellejo, a diferencia del enemigo, que muchas veces termina dándonos cátedra de fortaleza, aún para el mal.

Es que, como decía el Señor “los hijos de las tinieblas, en sus asuntos, son más prudentes que los hijos de la luz” (Lc 16,8).

2. El enemigo de siempre: la extrema derecha de “Goldstein”

En la novela, el partido único, como en todo regímen totalitario, entiende que la famosa dialéctica amigo-enemigo, inmortalizada por Carl Schmitt, siempre funciona al momento de querer “aunar” a la tropa.

En el caso de 1984 ese enemigo del pueblo, ese enemigo de la sociedad, tiene nombre y apellido: era “Emmanuel Goldstein, el Enemigo del Pueblo”.

¿Quién era “Goldstein”? ¿existía?¿pero si nadie nunca lo había visto?

Para el partido, claramente que existía.

Cito:

“se había dedicado a actividades contrarrevolucionarias, había sido condenado a muerte y se había escapado misteriosamente, desapareciendo para siempre”.

Era el enemigo público del pueblo, el ser más despreciable de todos, el nombre por medio del cual todos insultaban.

“¡Eres uno de ellos!” – decían. “Eres de la Hermandad”.

Porque todo régimen totalitario necesita de esa dialéctica, necesita de esos motes. La “Hermandad”, los “integristas”, “los fundamentalistas”.

Porque todos podemos ser “Goldstein”, es decir, enemigos del pueblo, enemigos del género humano, como algunos dicen.

Como le oí decir hace un par de meses a un político español (Jorge Buxadé, de VOX):

– Si quieres un empleo estable: extrema derecha.

– Si respetas a tus padres y exiges el derecho a educar a tus hijos… extrema derecha.

– Si no quieres vivir compartiendo un departamento de 30 metros cuadrados… extrema derecha.

– Si amas a tu Patria… extrema derecha.

– Si intentas vivir tu Fe católica de forma coherente… extrema derecha.

– Si te parece ridículo el feminismo woke que atenta contra las leyes biológicas… extrema derecha.

– Si quieres pasear seguro por las calles de tu ciudad… extrema derecha.

– Si sabes que plantando árboles o placas solares… extrema derecha.

– Si no quieres que las élites millonarias decidan por ti… extrema derecha.

Todo el que se enfrenta al partido es de extrema derecha, es decir, es Emmanuel Goldstein…, y debe ser expulsado del espacio público.

En 1984 todo se reduce al mote anti-democrático, homofóbico y fascista.

Porque todos somos “Goldstein”…

3. La Hermandad y su “libro”

En 1984, no sólo hay un grupo que sigue a Emmanuel Goldstein, esa “Hermandad” de la que hablábamos antes, sino que esta misma “hermandad”, oculta y perseguida es propietaria de un “libro”, de un libro que pocos han leído, pero que posee las bases de sus posturas, la verdad de sus doctrinas.

“Goldstein “era el jefe supremo de un inmenso ejército que actuaba en la sombra, una subterránea red de conspiradores que se proponían derribar al Estado. Se suponía que esa organización se llamaba la Hermandad. Y también se rumoreaba que existía un libro terrible, compendio de todas las herejías, del cual era autor Goldstein y que circulaba clandestinamente. Era un libro sin título. La gente se refería a él llamándole sencillamente el libro”.

 

Tener ese libro y seguir sus enseñanzas conforme siempre se habían entendido por parte de la Hermandad, es decir, interpretándolo según sus enseñanzas, era  siempre tenido como una declaración de guerra.

En ese “libro”, que en realidad era un conjunto de libros, “El libro”, se planteaba la realidad, el bien y el mal, el modo en que uno puede alcanzar la Verdad y destronar el pensamiento único.

4. El “crimental”: el crimen de “disentir” ante el pensamiento único

Lo que llama la atención de esta novela distópica es que, en miras del “bien del todo”, aún los propios pensamientos intentan ser controlados bajo la tipificación legal de algo que se conoce como el “crimen mental” o, simplemente abreviado, como el “crimental”.

Porque el partido, no solamente desea controlar el ejercicio externo de sus ciudadanos, sino el mismo hecho de pensar, al punto de que, si aún pudiesen, se meterían dentro del mismo cerebro para analizar el inicio, medio y fin de los raciocinios, aún de los inconscientes.

Así sucede con Winston quien, sin siquiera quererlo, divagando en pleno trabajo mecánico, que suponía para él tergiversar la realidad de los diarios y las revistas para que concordaran con lo que el Partido decía (aún si eran sucesos pasados los que debían cambiarse), en cierto momento, casi distraído y dejándose llevar por la divagación, había escrito en un papel, como garabateando:

– “Abajo el Gran hermano, abajo el Gran hermano”.

Es decir, se le había escapado una verdad…

Súbitamente, dándose cuenta de ello, Orwell añade:

“Winston había cometido el crimen esencial que contenía en sí todos los demás. El crimental (crimen mental), como lo llamaban. El crimental no podía ocultarse durante mucho tiempo. En ocasiones, se podía llegar a tenerlo oculto años enteros, pero antes o después lo descubrían a uno”.

El crimen esencial en organizaciones totalitarias como las que presenta Orwell, es ese delito sedicioso de llamar a las cosas por su nombre, de plantear que la realidad es independiente de lo que se diga o piense de ella. Es aquello de Chesterton, de que “llegará el día en que sería preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde en verano”.

El “crimental”, como bien dice Orwell, bien puede quedar impune durante mucho tiempo pero, salvo que uno se haya convencido de su malicia y lo haya reprimido voluntariamente, en algún momento de al vida, aflora, reverdece: porque no se puede “encorsetar” la inteligencia por mucho tiempo; no se puede aplacar la verdad que clama a los cuatro vientos.

El mundo orwelliano controla, entonces, no sólo lo que se dice, sino lo que se piensa.

Un “crimental” de Londres: “rezar en la calle”

5. Los principios sagrados del Partido “Ingsoc”

            El partido “dominante” o, mejor dicho, el único partido de ese país llamado “Oceanía” tres son los principios que rigen el accionar. Tres y no más que tres: la llamada neolengua, el doblepensar y la mutabilidad del pasado”.

a. Neolengua: la neolengua consiste, simplemente en modificar el lenguaje para, desde allí, modificar la realidad, de ahí que hubiera palabras que estaban permitidas decir y otras que simplemente rayaban lo blasfemo.

Para ello, el Ministerio de la Verdad, como se llamaba al órgano de pensamiento, planteaba cada vez un nuevo diccionario con el modo oficial de hablar.

Uno de sus redactores, decía:

“Le estamos dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que neolengua. Cuando terminemos nuestra labor, tendréis que empezar a aprenderlo de nuevo. Creerás, seguramente, que nuestro principal trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día.

Todo régimen totalitario sabe que, como señala San Juan en el inicio de su Evangelio, “in principio erat Verbum”, es decir, en el principio era la Palabra, el Verbo de Dios, el Lógos eterno. Y es en este nuevo mundo orwelliano en el que el autor imagina una sociedad donde, las palabras, al igual que con Adán en el Edén, iban no sólo nombrando las esencias, de algún modo, creándolas, como decía Boges en el Cratilo:

Si (como afirma el griego en el Cratilo)

el nombre es arquetipo de la cosa

en las letras de ‘rosa’ está la rosa

y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

Es la palabra en Orwell la que va creando la realidad; es por medio del Verbo, por el cual todas las cosas van siendo hechas. Es el sueño de la moderna Escuela de Frankfurt hecho realidad. Las palabras, las palabras que “como balas”, según decía Lenin, poseen una finalidad dominadora, una finalidad limitante, una finalidad de poder, como decía uno de sus personajes:

“La finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente…. ¿cómo puede haber ‘crimental’ si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundados eliminados y olvidados para siempre?… La revolución será completa cuando la lengua sea perfecta”.

Cambiar la lengua para cambiar la realidad. Esto es lo que han hecho siempre las revoluciones, desde la Francesa, con su “adveniat regnum tuum” por “adveniat republicam tuam”, hasta las modernas luchas terminológicas de sexo por género, de asesinato por eutanasia o de aborto por interrupción voluntaria del embarazo.

b. Doblepensar: es el principio por el cual no importa qué es lo que la inteligencia diga respecto de su adecuación con las cosas; el principio ya no está en aquella “adequatio rei et intellectus” de los medievales, sino la adecuación del pensamiento (o, mejor dicho, de la voluntad), con el pensamiento único, el pensamiento del Partido.

El “doblepensar” es el ejercicio de la lógica contra la lógica:

“Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del ‘doplepensar’. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica”.

Este pensar una cosa y decir otra, esta presión psicológica digna de una checa republicana, hace que alguien diga, como Groucho Marx: “estos son mis principios y, si no le gusta, tengo estos otros…”.

Se trata de ese corset intelectual que opera como auto-represión de la inteligencia y que puede padecerse en todos lados: desde la Iglesia al trabajo, desde la facultad a la verdulería. Por momentos, es imposible decir que el rey está desnudo, como en el cuento de Andersen.

Es el sofocante ejercicio del “doblepensar”.

“Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. El intelectual del Partido sabe… que está trucando la realidad… Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad. El doblepensar está arraigado en el corazón mismo del Ingsoc… Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas, olvidar todo hecho que no convenga recordar, y luego, cuando vuelva a ser necesario, sacarlo del olvido sólo por el tiempo que convenga, negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni por un momento de saber que existe esa realidad que se niega…. todo esto es indispensable”

Ante un interrogatorio, en una encrucijada intelectual del protagonista, Orwell nos señala lo que debió padecer Winston:

“El Partido nos decía que se negase la evidencia de ojos y oídos. Ésta era su orden esencial. El corazón de Winston se encogió al pensar en el enorme poder que tenía enfrente… sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no. Había que defender lo evidente: el mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la Tierra… Y escribió: ‘La libertad consiste en poder decir que dos y dos son cuatro’. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados”.

“La libertad consiste en poder decir que dos y dos son cuatro”. Pues no hay libertad alguna, sin verdad; y no hay virtud alguna sin ella.

“La verdad os hará libres” (Jn 8,31).

c. La mutabilidad del pasado: es el tercer principio del Partido.

El pasado es, existe, en vistas del presente y, como tal puede cambiar pues no es más que un “relato”.

Winston, el protagonista, quien tenía como tediosa función rectificar los datos que no concordaran con el relato partidista, en determinado momento de la historia, toma conciencia de que el partido estaba abiertamente cambiando no algunos datos accidentales sino la historia misma, los hechos pretéritos.

Siempre, se había dicho que “Oceanía”, la nación en la que vivían, había sido aliada durante años con Eurasia, otro país pero, a partir de determinado día, el mismo partido comenzó a decir exactamente lo contrario, de allí que se preguntara:

“Si el Partido podía alargar la mano hacia el pasado y decir que este o aquel acontecimiento nunca había ocurrido, esto resultaba mucho más horrible que la tortura y la muerte… Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia… Si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partidosi todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad.

«El que controla el pasado —decía el slogan del Partido—, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado». Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar”.

Ese cambio del pasado, como se ha venido dando a lo largo de los siglos con la historia, con nuestra historia, basta con que sea repetida y enseñada hasta el cansancio para que, al final de cuentas, termine transformándose en una verdad por todos aceptada.

Desde la brutalidad de la Edad Media hasta la Inquisición española, pasando por las Cruzadas, la expulsión de los judíos de España y la “sangrienta” conquista de América, sin llegar a tocar, de nuevo, el tema de la Cruzada Española. Todo aquel que ose analizar el “relato” pretérito, debe ser rápidamente censurado, tildado de loco y sometido a la “vaporización” que es otro modo del “memoricidio”.

Ahora,  ¿a qué tanta insistencia con esto del pasado?¿por qué al pensamiento único, en una obra como la de Orwell, le interesa con tanta insistencia lo que pasó hace años?

La respuesta es sencilla: porque, diría Cicerón, la historia es “maestra de la vida”, nos enseña a vivir. Así lo explica:

“Los acontecimientos pretéritos no tienen existencia objetiva… sino que sobreviven sólo en los documentos y en las memorias de los hombres. El pasado es únicamente lo que digan los testimonios escritos y la memoria humana”… La alteración del pasado es necesaria… porque el miembro del Partido, lo mismo que el proletario, tolera las condiciones de vida actuales, en gran parte porque no tiene con qué compararlas (de allí que haya) que cortarle radicalmente toda relación con el pasado… pues es necesario que se crea en mejores condiciones que sus antepasados”.

El pasado no sólo era cambiado, sino que era aniquilado, sepultado, más aún “vaporizado”, como se decía de las personas que estuviesen en contra de la política de estado.

“El nombre del individuo en cuestión desaparecía de los registros; se borraba de todas partes cualquier referencia a lo que hubiera hecho. Su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Para esto se empleaba una palabra: ‘vaporizado’”.

Esta es la razón por la cual el mundo orwelliano y sus adeptos saben volcarse a la narración histórica como una clara acción política desde el presente.

6. El Ministerio de la Verdad es quien implementa los principios

En todo gobierno civilizado existe un Ministerio de Economía, de Salud, de Defensa; en otros, civilizados o no, no lo sé, hasta un Ministerio de la Igualdad…

 En Oceanía, era necesario un Ministerio que contruyese y controlase la verdad:

“La principal tarea del Ministerio de la Verdad, era no reconstruir el pasado, sino proporcionarles a los ciudadanos de Oceanía periódicos, películas, libros de  texto, programas de telepantalla, comedias, novelas, con toda clase de información, instrucción o entretenimiento. Fabricaban desde una estatua a un slogan, desde un poema lírico a un tratado de biología y desde la cartilla de los niños hasta el diccionario de neolengua…”.

El Ministerio de la Verdad era, por así decirlo, el encargado de crear el sentido común, es decir, la “filosofía de los no filósofos”, como la llamaría Gramsci:

“Había toda una cadena de secciones separadas que se ocupaban de la literatura, la música, el teatro y, en general, de todos los entretenimientos para los proletarios. Allí se producían periódicos que no contenían más que informaciones deportivas, sucesos y astrología, noveluchas sensacionalistas, películas que rezumaban sexo y canciones sentimentales… Había incluso una sección conocida en neolengua con el nombre de Pornosec, encargada de producir pornografía”.

Cuando leíamos estas líneas era imposible no recordar un famoso discurso de García Linera, ex-vicepresidente de Bolivia (2006-2019) cuando, en un discurso a intelectuales de izquierda, explicaba cómo hacer la revolución cultural.

Gramsci y los intelectuales. Ex – vicepresidente García Linera, Bolivia

 

Pues entonces, la mayor de las herejías era seguir el sentido común, como le sucede a Winston:

“Hubo una época en que fue señal de locura creer que la tierra giraba en torno al sol: ahora, era locura creer que el pasado es inalterable. Quizá fuera él el único que sostenía esa creencia, y, siendo el único, estaba loco… Al final, el Partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Era inevitable que llegara algún día al dos y dos son cinco. La lógica de su posición lo exigía. Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común”.

            Hay otro pasaje, excelente y casi llegando al final del libro donde el torturador del protagonista, un tal O’Brien, intenta doblegar por completo el intelecto y la voluntad de Winston al decir:

“—Controlamos la materia porque controlamos la mente. La realidad está dentro del cráneo. Irás aprendiéndolo poco a poco, Winston. No hay nada que no podamos conseguir: la invisibilidad, la levitación… absolutamente todo. Si quisiera, podría flotar ahora sobre el suelo como una pompa de jabón. No lo deseo porque el Partido no lo desea. Debes librarte de esas ideas decimonónicas sobre las leyes de la Naturaleza. Somos nosotros quienes dictamos las leyes de la Naturaleza”.

Para ello, el Ministerio de la Verdad debía controlar y reescribir también la realidad aún narrada para los niños: las novelas, las historietas, los comics…, nada podía dejarse librado al azar.

Así lo declaraba uno de los encargados de re-redacción de textos:

“Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron… sólo existirán en versiones neolingüísticas, no sólo transformados en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran”.

Apenas leíamos esto nos hizo acordar a una carta que recibimos hace tiempo donde, una madre, preocupada por darle buena literatura a su hijo, nos escribió preocupada dicíendonos que habíamos recomendado un libro con literatura homosexual…, el clásico de Melville: Moby Dick.

Sólo luego después de ver bien la edición que esta buena madre había comprado, nos enteramos de que hay hoy en día toda una serie de narraciones clásicas reinterpretadas y reescritas en clave LGBTQ: desde Blancanieves a Caperucita roja, pasando por los cuentos de los hermanos Grimm hasta Pinocho.

Ojo entonces cuando vayan a comprar un libro…

7. La dialéctica familiar

Un estado totalitario como el narrado por Orwell no puede existir sin la ayuda y colaboración espontánea de los ciudadanos. Pues los Gulags siempre tienen capacidad finita, al final de cuentas. En una situación por el estilo el papel de adoctrinamiento de las masas desde la niñez es parte del “sistema” organizado, de modo tal que, un niño, estuviese aún dispuesto a denunciar a sus propios padres en pos del Todo.

No; no es que se intentase suprimir a la familia, sino que se la dominaba, se la vaciaba de contenido y se la utilizaba:

“El instinto sexual era peligroso para el Partido y éste lo había utilizado en provecho propio. Habían hecho algo parecido con el instinto familiar. La familia no podía ser abolida… Pero, por otra parte, los hijos eran enfrentados sistemáticamente contra sus padres. Se les enseñaba a espiarles y a denunciar sus desviaciones. La familia se había convertido en una ampliación de la Policía del Pensamiento. Era un recurso por medio del cual todos se hallaban rodeados”.

8. El sometimiento de la propia voluntad

En una conferencia titulada “La decadencia de la inteligencia” le oímos decir cierta vez al gran Padre Leonardo Castellani, que la inteligencia es una potencia espiritual y que, como tal, no puede “decaer” pues es inmaterial. Es cierto, decía, no puede “decaer” por sí misma pero puede ir debilitándose su ejercicio propio por un sometimiento externo o por una desidia interna.

“Intelligo quia volo”, decía el gran Santo Tomás de Aquino, entiendo porque quiero. Y, si me obligan voluntariamente a no entender, o a entender algo distinto, es la voluntad la que debe someterse a lo falso, a lo errado, a lo irreal.

El interrogatorio final con el que Orwell cierra el libro es de antología y es imposible no citarlo en extenso para ver cómo nos encontramos, hoy en día, inmersos muchas veces sin saberlo en una novela similar a la que estamos espigando. Allí, Winston, el protagonista, en plena sala de torturas, se niega a decir que el pasado puede ser cambiado con el presente:

“—No eres metafísico, Winston. Hasta este momento nunca habías pensado en lo que se conoce por ‘existencia’.

Te lo explicaré con más precisión. ¿Existe el pasado concretamente, en el espacio? ¿Hay algún sitio en alguna parte, hay un mundo de objetos sólidos donde el pasado siga acaeciendo?

—No.

—Entonces, ¿dónde existe el pasado?

—En los documentos. Está escrito.

—En los documentos… Y, ¿dónde más?

—En la mente. En la memoria de los hombres.

—En la memoria. Muy bien. Pues nosotros, el Partido, controlamos todos los documentos y controlamos todas las memorias. De manera que controlamos el pasado, ¿no es así?.

—Pero, ¿cómo van ustedes a evitar que la gente recuerde lo que ha pasado?… Es un acto involuntario. No puede uno evitarlo. ¿Cómo vais a controlar la memoria? ¡La mía no la habéis controlado!

OʹBrien volvió a ponerse serio. Tocó la palanca con la mano.

—Al contrario, eres tú el que no la ha controlado y por eso estás aquí… No has querido realizar el acto de sumisión que es el precio de la cordura. Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo… Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma… Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa.

La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad…

Después de una pausa de unos momentos, prosiguió:

—¿Recuerdas haber escrito en tu Diario: «la libertad es poder decir que dos más dos son cuatro?».

—Sí —dijo Winston.

OʹBrien levantó la mano izquierda, con el reverso hacia Winston, y escondiendo el dedo pulgar extendió los otros cuatro.

—¿Cuántos dedos hay aquí, Winston? —Cuatro.

—¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¿cuántos hay?

—Cuatro.

La palabra terminó con un espasmo de dolor. La aguja (del aparato de tortura) había subido a cincuenta y cinco. A Winston le sudaba todo el cuerpo. Aunque apretaba los dientes, no podía evitar los roncos gemidos. OʹBrien lo contemplaba, con los cuatro dedos todavía extendidos. Soltó la palanca y el dolor, aunque no desapareció del todo, se alivió bastante.

—¿Cuántos dedos, Winston?

—Cuatro.

La aguja subió a sesenta.

—¿Cuántos dedos, Winston?

—¡¡Cuatro!! ¡¡Cuatro!! ¿Qué voy a decirte? ¡Cuatro!

La aguja debía de marcar más, pero Winston no la miró. El rostro severo y pesado y los cuatro dedos ocupaban por completo su visión. Los dedos, ante sus ojos, parecían columnas, enormes, borrosos y vibrantes, pero seguían siendo cuatro, sin duda alguna.

—¿Cuántos dedos, Winston?

—¡¡Cuatro!! ¡Para eso, para eso! ¡No sigas, es inútil!

—¿Cuántos dedos, Winston?

—¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!

No, Winston; así no vale. Estás mintiendo. Sigues creyendo que son cuatro. Por favor, ¿cuántos dedos?

—¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! “Lo que quieras!”

El episodio, y el libro, culminan con que el Partido torturará tan ferozmente a Winston que el pobre hombre terminará aceptando que dos más dos son cinco; pero no a regañadientes, sino por su propia voluntad, cambiando su propio sentido común y hasta pidiendo perdón por ello.

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El libro no termina como en las novelas de Hollywood; no: ni Winston ni Julia se hacen católicos (apenas se nombra sólo dos veces a Dios en toda la obra), ni se casan por la Iglesia, ni se escapan a Eurasia. No. Terminan aceptando que, lo que habían hecho, había sido un error: se habían opuesto al Gran Hermano, a Oceanía y al Partido, que era el verdadero Dios.

Claramente que 1984 nunca existió ni nunca existirá…, pero es bueno hacer este ejercicio de la inteligencia, de analizar como lo hizo Orwell la posibilidad de un mundo por el estilo…

¿Es necesario oponerse a las ideologías?¿es conveniente?¿es factible cambiar un mundo distópico como ese, en el caso de que alguna vez exista?

Terminamos, respondiendo a estos interrogantes con las mismas palabras de Winston, antes de su tortura y lavado de cerebro:

“No creo que podamos cambiar el curso de los acontecimientos mientras vivamos. Pero es posible que se creen algunos centros de resistencia, grupos de descontentos que vayan aumentando e incluso dejando testimonios tras ellos de modo que la generación siguiente pueda recoger la antorcha y continuar nuestra obra.

De las ideologías, religiosas o profanas, líbranos Señor. Muchas gracias

P. Javier Olivera Ravasi