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miércoles, 5 de noviembre de 2025

TRIBUNA: Corredentora, ¿lo único inoportuno? (Por Mons. Alberto José González Chaves)



Ante la publicación de la Nota del Dicasterio para la Doctrina de la Fe sobre algunos títulos marianos, que afirma que el título de Corredentora resulta “inoportuno” en el momento presente, no pretendo discutir, porque la Santísima Virgen no necesita controversias; pero sí compartir cierta extrañeza.

La nota, aprobada por el Santo Padre, me parece bastante aceptable en cuanto a su metodología y a los argumentos expuestos, aunque me chirríe que retenga inoportuno un título mariano nacido del amor, no de la confusión. 

La Iglesia jamás ha empleado el término Corredentora para colocar a María al mismo nivel que Cristo, único Redentor, sino para confesar simultáneamente dos verdades luminosas: que Cristo es el único Salvador y que la Virgen, por voluntad divina, fue asociada de modo singular y único a la obra redentora. 

Llamarla Corredentora no disminuye a Cristo: exalta la eficacia de su Redención y ayuda a contemplar con asombro hasta dónde puede llegar la gracia en una criatura que se deja poseer plenamente por Dios. 

Por eso tantos santos, teólogos y pontífices hablaron de este título con amor y fineza teológica. ¿ Hay que desaconsejarlo hoy? Francamente, no lo sé. Mas, concedo: posiblemente sí. Ítem más: acaso adolezca de puerilidad la sensación de que ello empobrece el amor filial a María. 

Sin embargo… ¿es esto lo más “inoportuno” que hay que señalar hoy? ¿No ha habido otros hechos y decisiones mucho más desconcertantes en los últimos años? Aduzcamos sólo algunos de los más salientes:

1. La palabra corredentora no ofende a nadie. Sí lo hace llamar “cuenta-rosarios”, “pepinillo en vinagre” o “rígido” a quien vive con devoción su fe o ama la tradición litúrgica.

2. No pocos nombramientos episcopales y de gobierno en la Santa Sede, a priori preocupantes por la trayectoria doctrinal y/o pastoral de los elegidos, y a posteriori, lamentables.

3. El homenaje en la Sala Pablo VI del Vaticano a Lutero, el heresiarca que originó la ruptura más dolorosa en la cristiandad.

4. La ritualizada presencia y veneración de la Pachamama en el Vaticano, idolatría incompatible con el culto debido al único Dios Uno y Trino.

5. La restricción de la liturgia tradicional (fuente de santidad para generaciones de fieles ayer y de hoy), falseando los argumentos sobre los que se hizo.

6. La gestión eclesial durante la pandemia, cerrando los templos durante meses, privando a los fieles de los sacramentos e imponiendo la comunión en la mano.

7. La Declaración de Abu Dhabi, interpretable como una cierta equiparación de todas las religiones como caminos semejantes hacia Dios, debilitando así la evangelización.

8. La admisión de quienes viven objetivamente en adulterio a la Sagrada Comunión, presentando el estado de gracia de manera gradual.

9. Los acuerdos con el gobierno de Pekín sobre el nombramiento de obispos, dejando a numerosos católicos chinos —perseguidos durante décadas por fidelidad a Roma— profundamente desolados, al sentir que se cedía parte de la libertad de la Iglesia a un poder hostil a la fe.

10. La Declaración Fiducia supplicans, percibida por innumerables fieles y pastores como gravísima, al exhortar a bendecir situaciones objetivamente contrarias a la Ley de Dios, derivadas de “pecados que claman al cielo”, según la Sagrada Escritura.

Muchos católicos habrían esperado una palabra clara sobre cualquiera de estas situaciones antes que una advertencia respecto a un título mariano tan amado por el Pueblo de Dios. Porque María nunca divide: siempre conduce a Cristo

La historia enseña que cada vez que la Iglesia profundizó en los privilegios de María, lo hizo para proclamar con más fuerza la verdad sobre Cristo. La auténtica mariología jamás oscurece a Cristo; al contrario, lo revela más puramente.

¿Qué aprovecha ahora reducir o desaconsejar expresiones marianas que tantos santos han usado para ir al Único Salvador y Redentor?

Los fieles necesitan pastores que confirmen en la fe y consuelen en la confusión.

Hoy, cuando tantos no creen ya en el pecado ni en el infierno, en la gracia santificante, en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, o en la vida eterna, ¿lo inmediato es señalar la inoportunidad del título de Corredentora?

María siempre protegió a la Iglesia. PidamosLe hoy está gracia, como a Mater Ecclesiæ.

¿Corredentora o Medianera? En este momento no me preocupa demasiado que ambas palabras sean más o menos oportunas; me inquietaría que fuesen heréticas, o necias , que es aún peor, como las que escuchamos con demasiada frecuencia, sin que sean corregidas.