BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



lunes, 22 de junio de 2020

Trump, un cuervo blanco


El año 2020 es un año raro. Estamos rodeados de rarezas que se tornan desconcertantes y nos confunden. A veces nos alegramos por lo que nos parece ver entre la niebla; y a veces nos desanimamos. Pareciera que nos hemos adentrado un poco más en esa “tierra de sombras” que nos hablaba Tolkien y que dio origen al nombre de este blog.



En el artículo anterior comentamos la rareza de un arzobispo pronunciándose públicamente contra el concilio Vaticano II. La pandemia ha convertido a las ciudades y al mundo en paisajes raros e impensados hace apenas unos meses. El asesinato por parte de la policía de un ciudadano americano de raza negra —hecho bastante frecuente en Estados Unidos—, ha producido extrañamente una reacción en cadena en buena parte del mundo que ha terminado con la decapitación de estatuas de Cristobal Colón. Todo muy raro.

Hay un denominador común que se repite incansablemente en todos los medios de comunicación y que repiten incansablemente políticos y gente seria de toda laya. Me refiero al ataque permanente a Donald Trump y, en menor medida, a otros gobiernos tildados de “populistas”, vocablo resignificado y que sirve para embolsar allí a todos los indeseables.

Y aquí es necesario ser asépticos y armarnos de rigor y honestidad intelectual: más allá de los cuestionamientos o incluso rechazo que muchos podemos tener hacia Estados Unidos, hacia el pavo del Día de Acción de Gracias y hacia las hamburguesas, lo cierto es que el presidente Trump está siendo atacado por los enemigos del orden cristiano, incluido el papa Francisco.

Sería una inferencia lógica ilegítima concluir con la identificación de Trump con el cristianismo, pero sería también ilegítimo e intelectualmente deshonesto arrumbarlo con los enemigos, aduciendo que es parte de lo mismo. Los hechos demuestran que no lo es, y una buena enumeración de las razones las da Mons. Viganò en la carta que le dirigió hace algunos días.

No se trata de convertir a Trump en un príncipe cristiano; sería fácil enumerar todos los motivos por los que ciertamente no lo es. Sin embargo, sería fácil también encontrar que esos mismos motivos engalanaron a muchas figuras de la historia a las que tenemos por príncipes cristianos, y sabemos perdonárselo. Podríamos citar infinidad de ejemplos, pero me ciño a uno. Carlomagno fue uno de los grandes hombres que más hizo por el establecimiento de la cristiandad. Es una figura fascinante y la estudié durante varios años. De él cuenta su biógrafo y amigo Eginhardo: “… se casó con la hija de Desiderio, rey de los longobardos, y al cabo de un año la repudió sin que se sepa bien el motivo exacto. Entonces tomó en matrimonio a Hildegarda, con la que tuvo tres hijos […]. Tuvo también otras tres hijas […], las dos primeras de su esposa Fastrada […] y ls tercera de cierta concubina cuyo nombre no me viene ahora a la memoria. [Tras la muerte de su tercera esposa Liutgarda] tuvo cuatro concubinas…” (Vida de Carlomagno c. 18, Gredos, Madrid, 1999, 82-83). Advierto que no estoy diciendo que Trump es el nuevo Carlomagno; ni siquiera los estoy comparando. Estoy apelando a la honestidad intelectual y a la justicia. Trump es adúltero, frívolo y mundano como lo fueron muchos de nuestros príncipes cristianos.

Insisto: no afirmo que Trump sea una príncipe cristiano; digo que Trump es el único gobernante actual (podríamos añadir a Andrzej Duda de Polonia) que defiende pública y activamente principios cristianos.

Hace un par de meses, el semanario The Economist, propiedad de la familia Rothschild, publicó un artículo en el que se afirmaba que Trump es, para el Nuevo Orden Mundial, un peligro mayor que el terrorismo, el jihadismo, el comunismo chino o la hostilidad norcoreana (pueden leer una síntesis y reflexión sobre el artículo aquí). Es sintomático: los adalides del establecimiento del Nuevo Orden Mundial dirigen su fuerzas contra Trump, en el año en que éste puede renovar su presidencia. ¿Se tratará solamente de una guerra entre malos y super-malos? Es una posibilidad, pero también hay otra, y es que Trump sea una suerte de “cuervo blanco”, un cuervo raro que podría liderar un movimiento de restauración de algunos valores desechados por la sociedad actual. Y al respecto hay varios datos pequeños pero significativos. Por ejemplo, la semana pasada Trump anunció que retiraría de Alemania diez mil soldados de la guarnición de treinta y cinco mil que USA tiene apostados en ese país desde fines de la Segunda Guerra Mundial. A los alemanes no solamente les molestó esta medida de desprecio (las fuerzas americanas en Europa son parte de la garantía de defensa de la Otan) sino sobre todo, que esos soldados serán probablemente destinados a Polonia, “un país ideológicamente cercano a Trump”, según acusa la Deutsche Welle.

La semana pasada, Francesco Agnoli publicó en el blog de Marco Tosatti un análisis muy interesante que sintetizo a continuación:

En 1991, George Bush, presidente republicano, desató la primera Guerra del Golfo contra Saddam Hussein. Al hacerlo, hablaba de un “Nuevo Orden Mundial” que estaba emergiendo, liderado por Estados Unidos como potencia hegemónica. Sólo la iglesia católica tomó partido contra esta guerra, denunciando, además de las víctimas, la desestabilización del mundo islámico.

Como sabemos, las guerras del golfo no lograron su objetivo, más bien todo lo contrario. Estados Unidos reveló su incapacidad para doblegar y controlar a Irak. Se empantanaron en Medio Oriente y generaron lo contrario de lo que se esperaba de ellos: después de las dos guerras el “Nuevo Orden Mundial” se alejaba.



En 2016 ocurrió lo inesperado: la batalla por la presidencia de Estados Unidos parecía ser una vez más entre demócratas y republicanos, es decir, entre dos caras de la misma moneda. Pero apareció Donald Trump, quien primero ganó las internas, y luego derrotó a Hillary Clinton, la punta de lanza del sueño mundialista. Los primeros que no podían creer este triunfo fueron los mismos republicanos (como Bush o Romney).

Trump tiene muchos pecados a los ojos del “estado profundo”, democrático y republicano: en primer lugar ha puesto fin a las guerras interminables, a la lucha contra el eje del mal desatado por Bush y la consiguiente réplica terrorista del extremismo islámico.

Trump sigue siendo un estadounidense, con el patriotismo algo nacionalista que nos molesta, pero ha comprendido que el sueño de un mundo dominado por los EE.UU. ya no se puede perseguir, y que en todo caso no son las guerras las que lo generan. Donald prefiere tratar de mantener la supremacía económica, con guerras aduaneras, guerras económicas, pero no más millones de muertes.

Esta visión antiglobalista y antiintervencionista de Trump es, para los defensores del Nuevo Orden Mundial, completamente errónea. Ellos necesitan a Estados Unidos e Inglaterra para unificar el mundo, pero ni a Trump ni Boris Johnson les interesa esa agenda.

Por lo tanto, hay que derrotar a Trump para reabrir al expansionismo militar americano y para ajustar cuentas con la Rusia de Putin, que ha vuelto a ser una superpotencia, al menos desde el punto de vista geopolítico.

Fracasada la acusación de apoyo ruso a Trump, había que buscar otra cosa. Y así, a pesar de que afroamericanos muertos por la policía ha habido, y en abundancia, bajo presidencias pasadas, incluida la de Obama, la muerte de Floyd se ha convertido en culpa de Trump.

El “Nuevo Orden Mundial” está, en este momento, por muchas razones, bastante lejos. Hay muchos obstáculos fuera (China y Rusia, por ejemplo, no son tan fáciles de dominar), pero el problema está, en primer lugar, dentro: Donald Trump y Boris Johnson están ocupados en otros asuntos. ¡Debemos eliminarlos para empezar de nuevo con el proceso interrumpido!

Trump ha sido el Presidente que no se limitó a las declaraciones pro-vida: no sólo se expuso públicamente al participar de la marcha por la vida, sino que nombró a jueces pro-vida y se metió en una lucha muy dura con la empresa multinacional de abortos Planned Parenthood.

Se trata de un presidente que, sin estar libre de defectos, obviamente, ha elegido estar a favor de la vida en todos los sentidos. Cuatro años de presidencia sin una verdadera guerra es una novedad que los católicos, incluido el Papa Francisco, deberían notar.

Hasta aquí la síntesis en que se relatan hechos. La defensa de valores tradicionales como la vida, como la existencia de Dios, como la necesidad de la oración y la finalización de guerras injustas, la ha hecho Donald Trump. Mal que nos pese, no ha venido de los presidentes católicos de la América española. Quizás sea momento de abrir los ojos, dejar de lado las ideologías y aceptar la realidad.
The Wanderer

EL DIARIO DEL CARDENAL PELL



Otra noticia interesante de hoy es que el Cardenal George Pell publicará su diario de prisión reflexionando sobre la vida en reclusión en régimen de aislamiento, la Iglesia Católica, la política y los deportes. Probablemente será publicado en la primavera del año 2021. El editor prevé editar entre tres y cuatro volúmenes, espera que el diario se convierta en un «clásico espiritual. Estábamos esperando algo, porque tanto silencio no es normal en el apaleado cardenal Pell.

LA VERDADERA NOCIÓN DE CIVITAS HUMANA, SEGÚN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA, ES CONTRARIA AL COMUNISMO (2 de 5)



III. OPUESTA Y LUMINOSA DOCTRINA DE LA IGLESIA


25. Expuestos los errores y los métodos violentos y engañosos del comunismo bolchevique y ateo, es hora ya, venerables hermanos, de situar brevemente frente a éste la verdadera noción de la civitas humana, de la sociedad humana; esta noción no es otra, como bien sabéis, que la enseñada por la razón y por la revelación por medio de la Iglesia, Magistra gentium.

Suprema realidad: ¡Dios!

26. La afirmación fundamental es ésta: por encima de toda otra realidad está el sumo, único y supremo ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, juez sapientísimo de todos los hombres. Esta suprema realidad, Dios, es la condenación más absoluta de las insolentes mentiras del comunismo. Porque la verdad es que no porque los hombres crean en Dios, existe Dios, sino que, porque Dios existe, creen en El y elevan a El sus súplicas todos los hombres que no cierran voluntariamente los ojos a la verdad.

El hombre y la familia según la razón y la fe

27. En cuanto a lo que la razón y la fe católica dicen del hombre, Nos hemos expuesto los puntos fundamentales sobre esta materia en la encíclica sobre la educación cristiana [13]. El hombre tiene un alma espiritual e inmortal; es una persona, dotada admirablemente por el Creador con dones de cuerpo y de espíritu (...) que supera extraordinariamente en valor a todo el inmenso mundo inanimado. Dios es el último fin exclusivo del hombre en la vida presente y en la vida eterna; la gracia santificante, elevando al hombre al grado de hijo de Dios, lo incorpora al reino de Dios en el Cuerpo místico de Cristo
Por consiguiente, Dios ha enriquecido al hombre con múltiples y variadas prerrogativas: el derecho a la vida y a la integridad corporal; el derecho a los medios necesarios para su existencia; el derecho de tender a su último fin por el camino que Dios le ha señalado; el derecho, finalmente, de asociación, de propiedad y del uso de la propiedad.
28. Además, tanto el matrimonio como su uso natural son de origen divino; de la misma manera, la constitución y las prerrogativas fundamentales de la familia han sido determinadas y fijadas por el Creador mismo, no por la voluntad humana ni por los factores económicos. De estos puntos hemos hablado ampliamente en la encíclica sobre el matrimonio cristiano [14] y en la encíclica, ya antes citada, de la educación cristiana de la juventud. 

Lo que es la sociedad

Derechos y deberes mutuos entre el hombre y la sociedad

29. Pero Dios ha ordenado igualmente que el hombre tienda espontáneamente a la sociedad civil, exigida por la propia naturaleza humana. En el plan del Creador, esta sociedad civil es un medio natural del que cada ciudadano puede y debe servirse para alcanzar su fin, ya que el Estado es para el hombre y no el hombre para el Estado. Afirmación que, sin embargo, no debe ser entendida en el sentido del llamado liberalismo individualista, que subordina la sociedad a las utilidades egoístas del individuo, sino sólo en el sentido de que, mediante la ordenada unión orgánica con la sociedad, sea posible para todos, por la mutua colaboración, la realización de la verdadera felicidad terrena, y, además, en el sentido de que en la sociedad hallen su desenvolvimiento todas las cualidades individuales y sociales insertas en la naturaleza humana, las cuales superan el interés particular del momento y reflejan en la sociedad civil la perfección divina; cosa que no puede realizarse en el hombre separado de toda sociedad. 

Pero también estos fines están, en último análisis, referidos al hombre, para que, reconociendo éste el reflejo de la perfección divina, sepa convertirlo en alabanza y adoración del Creador. Sólo el hombre, la persona humana y no las sociedades, sean las que sean, está dotado de razón y de voluntad moralmente libre.

30. Ahora bien: de la misma manera que el hombre no puede rechazar los deberes que le vinculan con el Estado y han sido impuestos por Dios, y por esto las autoridades del Estado tienen el derecho de obligar al ciudadano al cumplimiento coactivo de esos deberes cuando se niega ilegítimamente a ello, así también la sociedad no puede despojar al hombre de los derechos personales que le han sido concedidos por el Creador —hemos aludido más arriba a los fundamentales— ni imposibilitar arbitrariamente el uso de esos derechos. Es, por tanto, conforme a la razón y exigencia imperativa de ésta, que, en último término, todas las cosas de la tierra estén subordinadas como medios a la persona humana, para que por medio del hombre encuentren todas las cosas su referencia esencial al Creador. Al hombre, a la persona humana, se aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana: Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios (1Cor 3,23). 
Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo los términos de la relación entre el hombre y la sociedad, la razón y la Revelación, por el contrario, la elevan a una sublime altura.
El orden económico -social (...)

31. Hemos demostrado (...) que los medios para s
alvar al Estado actual de la triste decadencia en que lo ha hundido el liberalismo amoral no consiste en la lucha de clases y en el terrorismo ni en el abuso autocrático del poder del Estado, sino en la configuración y penetración del orden económico y social por los principios de la justicia social y de la caridad cristiana. (...)

Jerarquía social y prerrogativas del Estado


32. (...) Y aquí se hace necesaria una advertencia: es errónea la afirmación de que todos los ciudadanos tienen derechos iguales en la sociedad civil y no existe en el Estado jerarquía legítima alguna. Bástenos recordar, a este propósito las encíclicas de León XIII antes citadas, especialmente las referentes a la autoridad política [17] y a la constitución cristiana del Estado [18]. En estas encíclicas encuentran los católicos luminosamente expuestos los principios de la razón y de la fe, que los capacitarán para defenderse contra los peligrosos errores de la concepción comunista del Estado
(...) El hombre, lo mismo que el Estado, tiene su origen en el Creador, y el hombre y el Estado están por Dios mutuamente ordenados entre sí; por consiguiente, ni el ciudadano ni el Estado pueden negar los deberes correlativos que pesan sobre cada uno de ellos, ni pueden negar o disminuir los derechos del otro. Ha sido el Creador en persona quien ha regulado en sus líneas fundamentales esta mutua relación entre el ciudadano y la sociedad, y es, por tanto, una usurpación totalmente injusta la que se arroga el comunismo al sustituir la ley divina, basada sobre los inmutables principios de la verdad y de la caridad, por un programa político de partido, derivado del mero capricho humano y saturado de odio. 

Belleza de esta doctrina de la Iglesia

33.(...) La doctrina católica no separa la justa preocupación por los bienes temporales de la solicitud activa por los bienes eternos. Si subordina el bien temporal al eterno, según la palabra de su divino Fundador: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33) está, sin embargo, bien lejos de desinteresarse de las cosas humanas y de perjudicar el progreso de la sociedad y sus ventajas temporales; porque, todo lo contrario, esta doctrina sostiene y promueve esta actividad del modo más racional y más eficaz posible. La Iglesia, en efecto, aunque nunca ha presentado como suyo un determinado sistema técnico en el campo de la acción económica y social, por no ser ésta su misión, ha fijado, sin embargo, claramente las principales líneas fundamentales, que si bien son susceptibles de diversas aplicaciones concretas, según las diferentes condiciones de tiempos, lugares y pueblos, indican, sin embargo, el camino seguro para obtener un feliz desarrollo progresivo del Estado.

34. La gran sabiduría y extraordinaria utilidad de esta doctrina está admitida por todos los que verdaderamente la conocen. Con razón han podido afirmar insignes estadistas que, después de haber estudiado los diversos sistemas económicos, no habían hallado nada más razonable que los principios económicos expuestos en las encíclicas Rerum novarum y Quadragesimo anno. También en las naciones cristianas no católicas, más aún, en naciones no cristianas, se reconoce la extraordinaria utilidad que para la sociedad humana representa la doctrina social de la Iglesia; así, hace ahora apenas un mes, un eminente hombre político no cristiano del Extremo Oriente ha opinado sin vacilación que la Iglesia, con su doctrina de paz y de fraternidad cristiana, aporta una contribución valiosísima al establecimiento y mantenimiento de una paz constructiva entre las naciones. E incluso los mismos comunistas —cosa que sabemos por relaciones fidedignas que afluyen de todas partes a este centro de la cristiandad—, si no están totalmente corrompidos, cuando oyen la exposición de la doctrina social de la Iglesia reconocen la radical superioridad de ésta sobre las doctrinas de sus jerarcas y maestros. Solamente los espíritus cegados por la pasión y por el odio cierran sus ojos a la luz de la verdad y la combaten obstinadamente.

La Iglesia ha obrado conforme a esta doctrina

35. Pero los enemigos de la Iglesia, aunque obligados a reconocer la superior sabiduría de la doctrina católica, acusan, sin embargo, a la Iglesia de no haber sabido obrar de acuerdo con sus principios, y por esto afirman que hay que buscar otros caminos. 
Toda la historia del cristianismo demuestra la falsedad y la injusticia de esta acusación. Porque, limitando nuestra breve exposición a algún hecho histórico característico, 
ha sido el cristianismo el primero en proclamar, en una forma y con una amplitud y firmeza hasta entonces desconocidas, la verdadera y universal fraternidad de todos los hombres, de cualquier condición y estirpe, contribuyendo así poderosamente a la abolición eficaz de la esclavitud, no con revoluciones sangrientas, sino por la fuerza intrínseca de su doctrina, que a la soberbia patricia romana hacía ver en su esclava una hermana en Cristo. (...)
38. Se puede afirmar, por tanto, con toda certeza, que la Iglesia, como Cristo, su fundador, pasa a través de los siglos haciendo el bien a todos. No habría ni socialismo ni comunismo si los gobernantes de los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero los gobiernos prefirieron construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras estructuras sociales, que, aunque a primera vista parecían presentar un aspecto firme y grandioso, han demostrado bien pronto, sin embargo, su carencia de sólidos fundamentos, por lo que una tras otra han ido derrumbándose miserablemente, como tiene que derrumbarse necesariamente todo lo que no se apoya sobre la única piedra angular, que es Jesucristo

Necesidad de recurrir a medios de defensa

39. Esta es, venerables hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única doctrina que, como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer la verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es absolutamente necesario que esta doctrina se proyecte cada vez más en la vida práctica, conforme al aviso del apóstol Santiago: Poned en práctica la palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos (St 1,22); por esto, lo más urgente en la actualidad es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora catástrofe que se está preparando, Nos albergamos la firme confianza de que la pasión con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desemejante, sino mayor, por el honor de la Majestad divina.

40. ¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿De qué remedios es necesario servirse para defender a Cristo y la civilización cristiana contra este pernicioso enemigo? Como un padre con sus hijos en el seno del hogar, Nos queremos conversar con todos vosotros en la intimidad acerca de los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia; avisos que deseamos dirigir también a todos aquellos hijos que han abandonado la casa paterna.