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domingo, 29 de junio de 2025

Sermón sobre el primado de Pedro (Padre Javier Olivera Ravasi)



San Francisco 29 de Junio de 2025

En tiempos de confusión como los que vivimos, no está de más volver a las fuentes. Y cuando digo «las fuentes», me refiero, por supuesto, a las fuentes de la Revelación: la Sagrada Escritura, la Tradición viva de la Iglesia y el Magisterio auténtico que, lejos de inventar verdades nuevas, las custodia, las transmite y las defiende. Y dentro de ese patrimonio sagrado, hay una verdad que hoy más que nunca debemos reafirmar sin complejos ni ambigüedades: el Primado de Pedro.

Cristo dijo a Simón: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). No dijo: «Tú eres Pedro, y tu opinión será una más entre muchas». No dijo: «Tú eres Pedro, y a veces tendrás razón». No. Dijo: «Tú eres piedra», Petros, y sobre ti construiré Mi Iglesia. La Iglesia no es una asamblea democrática, ni una federación de ideas simpáticas, ni un club de opinión religiosa. Es el Cuerpo Místico de Cristo, con una cabeza visible: el Sucesor de Pedro.

Ahora bien, ¿qué significa esto? ¿Acaso el Papa no puede errar? La respuesta, como siempre, está en la doctrina perenne: el Papa es infalible solo cuando habla ex cathedra, es decir, cuando define solemnemente una verdad de fe o costumbre como revelada por Dios. No es infalible en entrevistas, conferencias de prensa, ni cuando improvisa sobre el clima. Esto lo definió solemnemente el Concilio Vaticano I en 1870, y no se puede cambiar por moda, por sentimentalismo o por ideologías de turno.

También debemos nuestro respetuoso asentimiento cuando habla no solemnemente sobre algo que la Iglesia aún no ha propuesto de modo definitivo pero que va en la línea de su doctrina.

¿Por qué es tan importante el Primado de Pedro? Porque Cristo quiso la unidad de su Iglesia, y esa unidad debía tener una cabeza visible. San León Magno lo decía así: “Lo que fue dado a Pedro, pasa también a sus sucesores”. Y San Agustín afirmaba con fuerza: “Roma locuta, causa finita est”, es decir: “Roma ha hablado, el caso está cerrado”. Porque en la Cátedra de Pedro no está el capricho de un hombre, sino la promesa del mismo Cristo de asistir a su Iglesia hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 28,20).

Pero aquí viene la parte que nos duele: hoy muchos niegan este primado, incluso desde dentro. Algunos lo relativizan, lo vacían, o lo subordinan a sínodos locales o consensos culturales. Y otros, en reacción contraria, caen en una especie de papolatría irracional, donde todo lo que dice un Papa, aunque sea contradictorio o confuso, se toma como magisterio definitivo. Ambas posturas son erróneas.

La verdad está en el justo medio: el Papa es vicario de Cristo, no su reemplazo ni su corrector. Tiene autoridad real, pero limitada por la fe que debe custodiar. Cuando enseña conforme a la Tradición y al Evangelio, lo seguimos con docilidad. Pero si alguna vez sus palabras sembraran confusión, tenemos el deber de orar por él, de resistir con respeto filial y de adherirnos a lo que la Iglesia siempre ha enseñado.

No olvidemos a San Pablo resistiendo a Pedro “cara a cara” (cf. Gál 2,11) cuando se desvió de la coherencia doctrinal por temor a los judaizantes. Pedro no dejó de ser Papa, pero necesitó ser corregido. Así también nosotros hoy: fidelidad a la Iglesia, a Pedro y, sobre todo, a Cristo.

Queridos hermanos, en tiempos en que muchos abandonan la barca o tratan de convertirla en un crucero modernista, nosotros permanecemos en ella, no por los marineros, sino porque en ella está Cristo, y Pedro al timón. A veces el timón tiembla, pero la promesa permanece: “Las puertas del infierno no prevalecerán”.

Pidamos a la Virgen, que estuvo con Pedro en Pentecostés y junto a Juan al pie de la cruz, que interceda por la Iglesia, por el Papa, y por todos nosotros, para que seamos fieles no a los vientos del mundo, sino a la Roca de la fe.

Amén.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

29 de Junio de 2025