BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



viernes, 31 de diciembre de 2021

Carta a los Reyes Magos | Actualidad Comentada | 31-12-2021 | Pbro. Santiago Martín FM



Duración 8:38 minutos


Cuatro regalos le pide el padre Santiago Martín a los Reyes Magos: Fe, Esperanza, Caridad y Humildad ... y tiene esa confianza de que no le van a regalar CARBÓN, aunque -según él- eso es lo que se merece.

Pienso que también podríamos unirnos nosotros a esta petición  de esos cuatro regalos, que son tan importantes para poder vivir una vida cristiana conforme a la voluntad de Dios.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Unir la Iglesia en torno al Novus Ordo, pero, ¿cuál? (Carlos Esteban)



Conservar la unidad es la razón alegada para justificar los recientes ataques papales (motu proprio y responsa ad dubua) contra la celebración del rito tradicional de la Misa. Pero, ¿hay unidad en la celebración de la ‘Misa conciliar’?


El Novus Ordo Missae representa, nos dice el Santo Padre, la única ‘lex credendi’ de la Iglesia. Y aunque la necesidad de unidad en la diversidad y de diversidad en la unidad da juego para defender casi cualquier cosa y su contraria, demos, como hipótesis de trabajo, que el hecho de mantenernos unidos en torno al rito del Sacrificio que es centro de nuestra vida de fe constituye una digna justificación.

Aceptemos, pues, todos juntos la forma de unidad que proporciona un único rito romano surgido del último Concilio. Si fuera posible, naturalmente. Y aquí vienen los primeros problemas: la Misa tal como se celebra comúnmente en cualquier parroquia elegida al azar y que pasa por ser Novus Ordo, no suele ser tal.

Lo cuenta para Rorate Caeli el padre Christopher Basden, párroco de Ramsgate, en Inglaterra. “De muchas formas se puede demostrar que la nueva Misa del Consilium no fue en modo alguno lo que los Padres habían previsto en el Vaticano II. Por ejemplo, el Concilio pide que “el latín se mantenga en todos los ritos” (desapareció por completo) y “el canto gregoriano debe tener un lugar de honor” (¡lamentablemente no ha tenido lugar en absoluto)! Las rúbricas que sostienen la orientación hacia el Este durante el Canon todavía están impresas, pero casi universalmente se ignoran”.

El contraste entre los documentos conciliares y su aplicación -ese juego de manos que pasó a la historia con el nombre de “espíritu del concilio- es casi tan marcado como el que diferencia el Novus Ordo de la Misa de San Pío V. Como se jactaba uno de sus fautores, el cardenal belga Suenens, el Concilio representaba para el ‘ala progresista’, la que a la larga habría de imponer su impronta en la aplicación de los textos, el equivalente religioso a la Revolución Francesa, y otro conmilitón de aún mayor influencia, el padre Yves Congar, llegó a decir sobre el concilio que con él «la Iglesia ha experimentado pacíficamente su Revolución de Octubre».

¿Fue el rito ahora en uso lo que pretendían los padres conciliares? Recuerda Basden: “La gran mayoría de los obispos no tuvo voz (y mucho menos nadie más) en la promulgación de la Misa reformada. Sin embargo, en el Sínodo de los Obispos en 1967 se registró que solo una minoría de los obispos presentes aprobaron el Nuevo Orden de la Misa. Cardenal Heenan profetizó que resultaría en una disminución del número. A pesar de esto, el Consilium lo impulsó, llamando a todos a ser obedientes al «espíritu del Vaticano II». El cardenal Ottaviani, entonces jefe de la Congregación de la Doctrina de la Fe, se quejó de que la nueva Misa marcaba un «alejamiento sorprendente» de la teología eucarística católica solemnemente definida en el Concilio de Trento”.

De lo que se dijo que era el objetivo a lo que resultó hay, por decir poco, un buen trecho, como revelan las investigaciones del padre Anthony Cekada. El Concilio pidió volver a las fuentes, pero demostró sobradamente que el 83% de las Colectas de la Misa tradicional fueron descartadas. El arzobispo Bugnini (arquitecto del Nuevo Rito) admite en su disculpa (sus artículos completos aún no han sido divulgados) que la «teología negativa» era incompatible con las sensibilidades del hombre moderno. ¡Los conceptos que se eliminaron incluían la noción misma del alma! ¡El uso de esta palabra desaparece en la Nueva Misa! Otras eliminaciones incluyen milagros, ayuno, mortificación, error, males, enemigos, la ira de Dios y el infierno. Está registrado que dijo que el Nuevo Rito debería evitar cualquier cosa que pudiera ser un obstáculo para los protestantes.

Otro de los objetivos explícitos fue el de hacer más accesible el rito al pueblo, de modo que pudiera atraerse a personas alejadas de la Iglesia, haciéndolo comprensible con el uso de la lengua vernácula.

Ahora bien, puede evaluarse el éxito de cualquier proyecto con objetivos previamente consignados con solo constatar hasta qué punto se han cumplido en un plazo razonable. Ha pasado más de medio siglo. ¿Hemos atraído a los protestantes? ¿Hemos conseguido aumentar la asistencia a Misa por parte de los alejados, o más bien se ha alejado a quienes entonces era fieles?

Carlos Esteban

[Se puede completar lo que se ha dicho aquí mediante la lectura del siguiente artículo, también de Infovaticana, que apareció el 16 de agosto de 2021)



La publicación del Motu Proprio Traditionis Custodes ha levantado una polémica que parecía felizmente superada con Summorum Pontificum. Se ha puesto el foco sobre un pequeño grupo dentro de la Iglesia, muy minoritario, volviendo a los debates de los años setenta, los inmediatamente posteriores a la reforma litúrgica. Pero, ¿qué ocurrió en el Concilio Vaticano … Sigue leyendo

El enlace es el que sigue:

miércoles, 29 de diciembre de 2021

¿Un Papa cismático? (Por Christopher A. Ferrara)



“No se puede descartar que entraré en la historia como el que dividió a la Iglesia católica . . . No le tengo miedo a los cismas . . .” (Jorge Mario Bergoglio)
Como era de esperar, y justo a tiempo para Navidad, Mons. Roche, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, que odia la Misa en latín, ha emitido, bajo la autoridad del Papa, que también odia la Misa en latín, una «aclaración» a «Traditionis custodes» (TC) en forma de respuestas. a once preguntas (dubia).

Las preguntas, por supuesto, son inventadas. En realidad, nadie les está preguntando a los miembros de la Congregación del Culto Divino y los Sacramentos (excepto quizás algunos obispos hostiles cuyas dubia fueron solicitadas para justificar esta farsa). De manera similar, la “encuesta” de opinión sobre la aplicación del Summorum Pontificum (SP) que precedió al TC fue ideada para provocar una respuesta negativa de algunos obispos, mientras que todas las respuestas positivas se han ocultado. Y lo mismo sucedió con los sínodos de Bergoglio, donde las opiniones disidentes fueron excluidas sistemáticamente de los documentos publicados. Así como nunca veremos los procedimientos completos de los Sínodos o las respuestas reales a la «encuesta», tampoco nunca veremos la «dubia» que se supone que debemos creer que ha llegado al Vaticano de grupos preguntando con urgencia. Pero ese es el modus operandi de Bergoglio: levantar un aparato para ocultar el ejercicio desnudo de su voluntad tiránica.

Entonces, ¿qué dice la «aclaración» de Roche? Permítanme darles un resumen sin todas las preguntas falsas y notas explicativas:

1. Los sacerdotes que se nieguen a concelebrar la Misa del Novus Ordo serán despojados de su facultad para celebrar la Misa tradicional.

2. Ningún sacerdote ordenado después de la fecha de publicación de TC puede celebrar la Misa tradicional sin el permiso de la Santa Sede (es decir, Bergoglio).

3. El permiso para celebrar la Misa tradicional puede concederse por un tiempo limitado, incluso por muy poco tiempo, incluso un día en principio.

4. Nadie puede sustituir a un sacerdote que tenga permiso para celebrar la Misa tradicional a menos que el sacerdote sustituto también tenga una “autorización formal” del obispo local, o de Bergoglio, según sea el caso.

5. El permiso del obispo para celebrar la Misa tradicional se limita al territorio de su diócesis, fuera del cual el sacerdote en cuestión tiene prohibido ofrecer la Misa tradicional. Ni siquiera se permite el régimen del indulto de 1984.

6. Los sacerdotes autorizados para celebrar la Misa tradicional pueden celebrar solo una Misa por día.

7. Ningún sacerdote puede celebrar la misa tradicional el mismo día de la semana que celebra una misa del Novus Ordo, lo que elimina la bi-ritualidad y, por tanto, disminuye la disponibilidad de las misas tradicionales diarias.

8. Ningún diácono u otro “ministro instituido” puede asistir a una Misa tradicional autorizada a menos que él también tenga la autorización del obispo local.

9. La Misa tradicional debe estar prohibida en las parroquias, pero el obispo local puede pedir permiso a Bergoglio para celebrar la Misa tradicional en una parroquia solo si es «imposible» encontrar otro lugar. Incluso entonces, sin embargo, la misa tradicional no debe estar incluida en el horario de misas parroquial.

10. Los sacerdotes que celebran la Misa tradicional deben proclamar las lecturas en lengua vernácula, utilizando traducciones de la Biblia aprobadas por las conferencias episcopales, no las traducciones que se encuentran en los Misales tradicionales. Es decir, las lecturas deben ser de las versiones de la Biblia del Novus Ordo teológicamente corruptas y sordas, incluso si, por ahora, todavía se puede seguir el calendario litúrgico tradicional.

11. Como Bergoglio (o eso cree) ha «abrogado» tanto el Pontificale Romanum tradicional (ritos realizados por los obispos) como el Rituale Romanum (ritos realizados por los sacerdotes), todas las ordenaciones y confirmaciones según los ritos tradicionales están ahora prohibidas, al igual que todas las bodas, bautizos y funerales de rito tradicional fuera de unas pocas parroquias tradicionales instituidas canónicamente, lo que significa que no se permiten en casi ningún sitio.

No hacía falta ser profeta para ver esto venir. Como escribí hace casi tres años, justo después de que Bergoglio aboliera la Pontificia Comisión Ecclesia Dei:Me atrevería a aventurar que Bergoglio está bastante dispuesto e incluso planea abrogar Summorum Pontificum tras la muerte del Papa Benedicto, si Bergoglio le sobrevive. Entonces se abriría el camino a un diktat papal o episcopal local, reduciendo aún más el acceso a la Misa en latín a un mero indulto que se puede conceder o retirar a voluntad. El principio (para citar a Benedicto) de que “lo que era sagrado para las generaciones anteriores, sigue siendo sagrado y grande para nosotros también, y no puede ser prohibido repentinamente” volvería a ser enterrado por un brutal ejercicio de poder puro.

El objetivo sería una cuarentena para la Misa en latín tradicional solamente dentro de unas pocas sociedades o comunidades establecidas, seguida de una despiadada supresión de su celebración por parte de aquellos obispos que nunca han aceptado Summorum Pontificum y han buscado por todos los medios socavar su aplicación.


De hecho, esta predicción fue bastante suave en comparación con lo que claramente pretende Bergoglio: la aniquilación total de la tradición litúrgica latina. Sus motivos son a la vez mezquinos y patológicos: está enfurecido por los críticos tradicionalistas, a los que pretende ignorar, y para vengarse de ellos se las arregla para castigar a todos los fieles privándolos de un patrimonio litúrgico que les ha dado Dios, como si tuviera algún poder para hacerlo. Y desprecia la Misa en latín porque su persistencia y su crecimiento, a pesar de toda oposición que se ejerce contra ella, es una demostración constante de que las novedades con límite de tiempo que promueve con energía fanática son tan efímeras como su propia carne y pronto desaparecerán, a menos que emplee la fuerza bruta para mantener su existencia un poco más. Bergoglio actúa como un hombre que sabe que su tiempo se acorta.

Roche deja en claro cuáles son los riesgos. Todo el propósito de TC, escribe, es obligar a cada obispo a «que su diócesis vuelva a una forma unitaria de celebración». Es decir, la podrida invención de Bugnini de hace cincuenta años, la cual, para citar al futuro Papa Benedicto XVI en su prólogo al libro La Reforma de la Liturgia Romana de Gamber: «abandonó el proceso orgánico y vivo de crecimiento y desarrollo a lo largo de los siglos, y lo reemplazó, como si se tratase de un proceso de fabricación, por otro que dio lugar a un producto banal inmediato». El resultado para la mayor parte de la Iglesia, escribió Gamber en ese tratado histórico, ha sido «la verdadera destrucción de la misa tradicional» y la consiguiente «destrucción al por mayor de la fe en la que se basaba, una fe que había sido para innumerables católicos fuente de piedad y de valor para dar testimonio de Cristo y de su Iglesia durante muchos siglos». (Reforma de la Liturgia Romana, p. 102).

La «destrucción total de la Fe» es el programa auténtico de Bergoglio. Y eso significa que no se detendrá con TC. Luego vendrá la intervención de las órdenes tradicionales, incluyendo la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro y el Instituto de Cristo Rey. El plan es, sin duda, desmembrar todas en la línea en que lo ha hecho con los Frailes Franciscanos de la Inmaculada. Bergoglio pretende nada menos que el exterminio total del catolicismo tradicional y de todas las vocaciones sacerdotales que atrae. «No hay necesidad de crear otra iglesia, sino de crear una iglesia diferente», dijo Bergoglio, citando al ultra modernista Yves Congar en el discurso de apertura de su ridículo «Sínodo sobre la Sinodalidad». Es un ejemplo de la delirante soberbia de un modernista en la Cátedra de Pedro.

Pero Bergoglio tiene, después de todo, 85 años y le falta parte de un pulmón y más de treinta centímetros de intestino grueso. Los rumores de cáncer terminal abundan. En su carrera contra el tiempo y el Espíritu Santo, Bergoglio no se detendrá ante nada para detener el rápido crecimiento del movimiento tradicionalista de los jóvenes, y luego lo asfixiará brutalmente, no sea que su florecimiento en la fidelidad a la Tradición continúe avergonzando la corrupción terminal de la clase dirigente del Novus Ordo y su anciano liderazgo. Pretende obligar a toda la Iglesia a sucumbir a la comorbilidad irreversible del Novus Ordo, resultado de una obra humana decadente cuya vida puede que no supere la de un ser humano.

Y así, aunque Bergoglio ocupa el papado, no es un Papa, sino un destructor. Cualquiera con un poco de sentido común seguramente puede ver eso. Debería haber sido obvio desde el momento en que salió al balcón de San Pedro, sin la estola papal, y dijo: «Hermanos y hermanas, buenas noches». (Me avergüenza admitir que no fue obvio para mí esa fatídica noche, cuando elogié al nuevo Papa como alguien que parecía —sí, en realidad así lo pensaba— muy humilde y mariano.) Pero mucho antes de la publicación de TC su carácter destructor ya se había hecho evidente para muchos observadores de buena voluntad, incluso fuera de los círculos tradicionalistas. Ahí está, por ejemplo, el testimonio del Dr. Douglas Farrow, profesor de teología en la Universidad McGill, quien escribió para Catholic World Report en 2018 acerca de lo que llamó «el preocupante pontificado de Bergoglio»:Los críticos tienen razón en que la revolución está equivocada. Esto no es una reforma; ni siquiera es un cambio. Es una conquista. Si no se detiene, las puertas del Hades se impondrán a la Iglesia, que se extinguirá en todas partes como se está extinguiendo en las tierras de los propios revolucionarios. Debemos apelar al Cielo para que la detenga, y prepararnos para ayudar a detenerla confiados en la promesa de Nuestro Señor de que las puertas del infierno no prevalecerán ni su Iglesia fracasará.

Eso fue hace más de tres años. Hoy en día, no se puede negar que Bergoglio es el líder de un golpe de estado eclesial apocalíptico, realmente de un intento de conquista de la Iglesia. Su objetivo es nada menos que la creación formal de una nueva religión dentro de la estructura visible de la Iglesia. Esto es algo que institucionalizaría universalmente, si fuera posible, todas las tendencias a la disolución eclesial y a la apostasía desatadas por ese fallo general del sistema inmunológico de la Iglesia, que fue en lo que consistió el Concilio Vaticano II.

Recordemos la enseñanza de San Roberto Belarmino sobre la resistencia a un hipotético Papa que, como está haciendo éste, atacara a la Iglesia:

No se requiere autoridad para resistir a un invasor y defenderse, ni es necesario que el invadido sea juez y superior del que invade; la autoridad se necesita para otras funciones: juzgar y castigar. Por lo tanto, así como sería lícito resistir a un Pontífice que invadiera un cuerpo, también sería lícito resistir su intento de invadir las almas o de perturbar un estado, y mucho más si se empeñara en destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo, no haciendo lo que manda y bloqueándolo, para que no imponga su voluntad; aunque no sea lícito juzgarlo ni castigarlo, ni siquiera deponerlo, porque es un superior. Véase Cayetano sobre este asunto, y Juan de Turrecremata[i].

Recordemos también la célebre observación del gran tomista Francisco Suárez (m. 1617), quien citó a autores anteriores como Cayetano (m. 1534) para la proposición, destacada por Gamber [ii], de que «un Papa sería cismático si, como es su deber, no estuviera en plena comunión con el cuerpo de la Iglesia, por ejemplo, si excomulgara a toda la Iglesia, o si cambiara todos los ritos litúrgicos de la Iglesia que han sido mantenidos por la tradición apostólica»[iii]. 

Como se ha señalado anteriormente, en una declaración que se le atribuye y que no ha desmentido, Bergoglio declaró abiertamente la posibilidad de que «entrará en la historia como el que dividió la Iglesia católica.» En otra declaración, mencionada al comienzo de este artículo, que aparece en una transcripción de una de sus conferencias de prensa realizadas mientras viaja en avión, Bergoglio declaró que «no tiene miedo de los cismas», es decir, de los que cree que provocará en su determinación de librar a la Iglesia de aquellos a los que acusa de «una separación elitista derivada de una ideología desligada de la doctrina. Es una ideología, tal vez correcta, pero que compromete la doctrina y la desvincula . . . . «. Se refiere con estas palabras Bergoglio a los católicos ortodoxos, como todo el mundo debería saber después de ocho años de verle convertido en una fuente de herejías, blasfemias e incesantes reprimendas contra los fieles que muestran cualquier signo de renacimiento católico en la distopía neomodernista que preside.

Bergoglio no teme los cismas. Pero nunca se le ocurriría pensar que el único cisma que es capaz de provocar es su propia separación de la Iglesia, precisamente de la manera prevista por Suárez. Porque no obedecer los absurdos mandatos de Bergoglio es permanecer fiel a la Esposa de Cristo y al oficio petrino que él ha profanado, hasta el punto de pretender deshacer la defensa de la tradición litúrgica de su propio predecesor que aún vive. Nunca la Iglesia ha sido testigo de una arrogancia tan desmedida en un Papa. Incluso los Papas más tiranos del pasado limitaron los estragos que causaron a personas o a lugares concretos, pero Bergoglio pretende arrasar con toda la mancomunidad eclesial.

Ayer, la FSSP emitió un comunicado en respuesta al documento de la Congregación para el Culto Divino y los Sacramentos, declarando que «Los miembros de la Fraternidad de San Pedro prometimos ser fieles a nuestras Constituciones en el momento de nuestra admisión en la Fraternidad, y seguimos comprometidos exactamente con eso: la fidelidad al Sucesor de Pedro y la fiel observancia de las «tradiciones litúrgicas y disciplinarias» de la Iglesia, de acuerdo con las disposiciones del Motu Proprio Ecclesia Dei del 2 de julio de 1988, que está en el origen de nuestra fundación.» 

Pero, ¿qué pasará cuando, como parece inevitable salvo intervención divina, Bergoglio fuerce la situación y exija a los miembros de la Fraternidad que rompan su promesa a los fieles? Un Papa que piensa que puede derogar los libros litúrgicos tradicionales de la Iglesia en uso desde tiempos inmemoriales, junto con el Motu Proprio de su propio predecesor mientras aún vive éste, no tendrá ningún reparo en anular los términos de la Ecclesia Dei de Juan Pablo II y llevar a cabo la disolución total de la FSSP. Sólo podemos rezar para que la Fraternidad y las demás sociedades de Misa Latina lanzadas por Ecclesia Dei se nieguen a consentir su propia destrucción; para que esta vez, por fin, no haya una falsa obediencia a mandatos injustos e inmorales que causan un daño incalculable a las almas.

«El Papa no es un monarca absoluto cuyos pensamientos y deseos son ley», dijo el Papa que nos dio Summorum Pontificum, liberando así a la Misa latina de cuarenta años de falsa prisión. Pero Bergoglio evidentemente cree que sus pensamientos y deseos obligan a toda la Iglesia, que lo que él piensa es el Magisterio. Como declaró en una de sus innumerables entrevistas de prensa: 
«Estoy constantemente haciendo declaraciones, dando homilías. Eso es el magisterio. Eso es lo que yo pienso, no lo que los medios de comunicación dicen que pienso».
Ante un Papa de un tipo que nunca se ha visto en los anales del papado, nuestra única respuesta debe ser non possumus. Y si Bergoglio persiste en su locura, la única respuesta de la Iglesia será, a su debido tiempo, la de León II a Honorio I: «Anatematizamos a . . . Honorio, que no intentó santificar esta Iglesia Apostólica con la enseñanza de la tradición apostólica, sino que con una traición profana permitió que se contaminara su pureza.»

Si «traición profana» es una descripción válida de la promoción por parte de Honorio de la herejía del Monotelitismo, es también, sin duda, una descripción adecuada de un Papa que ha pasado los últimos ocho años menospreciando la doctrina católica, alterando el Catecismo para que se adapte a sus puntos de vista personales, tergiversando las Sagradas Escrituras, burlándose de los fieles y de su devoción a la Tradición, y socavando incluso la adhesión a los Diez Mandamientos al promover la herética noción luterana de la justificación: «¿Debo despreciar los Mandamientos? No. Los observo, pero no como absolutos, porque sé que es Jesucristo quien me justifica».

De hecho, ha llegado el momento de considerar si el Papa que no teme los cismas está realmente prediciendo su propio y lamentable destino.

[1] Controversias de la fe cristiana, trad. Ryan Grant (Mediatrix Press: 2015), pág. 303. Ver también, Controversies of the Christian Faith, trad. P. Kenneth Baker, S.J. (Keep the Faith: 2016), Tercera Controversia General sobre el Soberano Pontífice, Libro II, p. 835.

[2] Reforma de la liturgia romana, págs. 35-6 y n. 27.

[3] [Et hoc secundo modo posset Papa esse schismaticus, si nollet tenere cum toto Ecclesiæ corpore unionem et coniunctionem quam debet, ut si tenat et totem Ecclesiam excommunicare, aut si vellel omnes Ecclesiasticas cæremonias apostolica traditione firmatas evertere.] (Cf. Gamber, Reform of the Roman Liturgy, p. 35-6 & n. 27).

Traductor AMGH. Artículo original

martes, 28 de diciembre de 2021

¿Qué hay detrás del estrangulamiento papal de la antigua misa? (Por el padre Christopher Basden, párroco de Ramsgate, Inglaterra).



Desde la reciente restricción brutal e inmisericorde del Papa a la misa tradicional en latín, muchos se han escandalizado por su inusual severidad y se han preguntado qué la motiva. Amigos católicos liberales responden que carece de la inclusividad que exige una Iglesia amplia. Amigos de fuera de los confines del catolicismo se rascan la cabeza; se trata del clásico ritual romano que durante 1500 años fue la inspiración de innumerables obras de música, literatura y arte.

Uno de los recuerdos personales más bonitos que tengo es el del fundador del famoso monasterio de Le Barroux, el abad Gérard Calvet OSB, que era contagiosamente encantador y burbujeante. En el caos de la desintegración de la vida religiosa en los años 60, abandonó su comunidad y se hizo ermitaño. Reclamado por jóvenes discípulos, fue instado a reiniciar la vida monástica tradicional centrada en la liturgia clásica. Esto lo consiguió con su fundación enclavada bajo la majestuosidad del monte Ventoux (famoso por el Tour de Francia) en la Provenza. En 1988, sintiendo que las consagraciones episcopales eran un paso demasiado lejos, buscó el reconocimiento canónico del Vaticano. A pesar de la calurosa acogida del Papa Juan Pablo II, el estamento monástico no la compartió y lo excluyó de sus asociaciones. Esto me resultó chocante y triste, y al cabo de un tiempo me sentí aliviado al saber que por fin había sido invitado a la conferencia mundial de abades en Roma. Esperaba, le comenté, que le dieran la bienvenida. Su respuesta:

«Oui ils etaient gentils mais c’est une autre religion»

(Sí, fueron amables, pero es otra religión). 

Me sorprendió lo que entonces percibí como una apreciación extrema, pero un cuarto de siglo después merece un análisis más profundo. Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa. ¿Por qué un rito tan antiguo y venerable, con logros estelares en el panteón de los santos, por no hablar del enorme impacto cultural que ha tenido en la civilización occidental, merece ser excluido? Hoy en día, sus adeptos representan un porcentaje ínfimo, en gran parte desconocido en la Iglesia católica mundial desde la supresión del rito en 1969. A pesar de la liberalización de su uso en 2007, y de un notable florecimiento de vocaciones y conversiones en los limitados confines en los que volvió a utilizarse, ¿por qué la draconiana y temible asfixia de los sacerdotes recién ordenados a que se les permita utilizarlo? ¿Por qué las nuevas comunidades jóvenes deben ser sometidas a comisarios hostiles empeñados en erradicar el antiguo Rito como si fuera un virus peligroso?

La condena papal acusa a estos tradicionalistas de ser divisivos y de oponerse ideológicamente al Concilio Vaticano II. Sin embargo, ese Concilio (del que la mayoría de los jóvenes devotos saben poco, ya que nacieron mucho después de su clausura en 1965) fue pastoral, no definitivamente doctrinal y mucho menos ideológico. La gran mayoría de los obispos del Concilio, incluido Marcel Lefebvre, firmaron la mayoría de sus decretos.

Fue en gran medida lo que vino después, con la explosiva y revolucionaria «aplicación» del Concilio. La gran mayoría de los obispos no tuvieron ninguna participación (y mucho menos cualquier otra persona) en la promulgación de la misa reformada. Sin embargo, en el Sínodo de los Obispos de 1967 consta que sólo una minoría de los obispos presentes aprobó el Nuevo Orden de la Misa. El cardenal Heenan profetizó que el resultado sería un descenso en el número de fieles. A pesar de ello, el Consilium lo impuso, llamando a todos a ser obedientes al «espíritu del Vaticano II». El cardenal Ottaviani, entonces jefe de la Congregación de la Doctrina de la Fe, se quejó de que la nueva misa marcaba un «sorprendente alejamiento» de la teología eucarística católica definida solemnemente en el Concilio de Trento. En muchos aspectos se puede demostrar que la nueva Misa del Consilium no era en absoluto lo que habían previsto los Padres del Vaticano II. Por ejemplo, el Concilio pide que «se conserve el latín en todos los ritos» (ha desaparecido totalmente) y que «el canto gregoriano tenga un lugar privilegiado» (¡lamentablemente no ha tenido ningún lugar!)

Las rúbricas que defienden la orientación hacia el Este durante el canon se siguen imprimiendo, pero son casi universalmente ignoradas.

El cardenal Suenens se jactó de que el Vaticano II fue «¡1789 en la Iglesia!» El P. Yves Congar dijo del Concilio que «la Iglesia ha pasado pacíficamente por su Revolución de Octubre».

¿Estaba eso realmente en la mente de los obispos reunidos en 1962? El Papa Benedicto deploró el «Concilio de los medios» y promovió la noción de la «hermenéutica de la continuidad». Se resistió a la idea de que en el Vaticano II habíamos empezado completamente de nuevo. El santo obispo de Leeds, Gordon Wheeler, subrayó que el Vaticano II sólo puede interpretarse adecuadamente dentro de la armonía de la tradición precedente.

Los estudios del padre Anthony Cekada son muy inquietantes. El Concilio pidió una vuelta a las fuentes, pero él demostró ampliamente que el 83% de las Colectas de la Misa tradicional fueron descartadas. El arzobispo Bugnini (arquitecto del Nuevo Rito) admite en su apología (sus documentos completos aún no han sido publicados) que la «teología negativa» era incompatible con la sensibilidad del hombre moderno. ¡Los conceptos que se suprimieron incluían la propia noción de alma! ¡El uso de esta palabra desaparece en la Nueva Misa! Otras supresiones incluyen los milagros, el ayuno, la mortificación, el error, los males, los enemigos, la ira de Dios y el infierno. Se ha hecho constar que el Nuevo Rito debe evitar todo lo que pueda ser un escollo para los protestantes. Jean Guitton, un amigo personal del Papa Pablo VI, confirma esto, admitiendo que los cambios revolucionarios fueron puestos en marcha para coincidir más perfectamente con la Eucaristía calvinista. Qué ingenuo es pensar que se puede lograr la unidad con el protestantismo, sobre todo porque ahora las principales iglesias de la Reforma están en declive terminal. Sólo a las denominaciones bautistas, basadas en la Biblia y a las llamadas fundamentalistas les queda algo de vida. Como declaró el ex obispo anglicano Graham Leonard, «el futuro de la iglesia pertenecerá a aquellos con convicción». Más grave aún es la deselección de las Sagradas Escrituras por parte de los Nuevos Ritos (¡ignorando la advertencia al final del libro del Apocalipsis!) Por ejemplo, «Quien recibe el cuerpo del Señor indignamente merece la condenación». Esta línea, entre varias otras, está suprimida.

Los jóvenes clérigos de hoy en día que se tropiezan con la liturgia romana clásica descubren un rico contenido bíblico con explícitas connotaciones sacerdotales y sacrificiales. El P. Hugh Simon-Thwaites, SJ comentó que «el Rito Antiguo es la mayor expresión de la doctrina eucarística de la Iglesia Católica». Me parece divertido, pero triste, que después de un llamamiento al Papa contra la terminación de la Misa Antigua en el ‘London Times’, en julio de 1971, de los más grandes hombres y mujeres de la cultura en Gran Bretaña, sólo reconoció a uno, ¡Agatha Christie, la escritora de misterios de asesinatos pop! Otros fueron Vladimir Ashkenazy, Kenneth Clark, Robert Graves, Yehudi Menuhin, Iris Murdoch, Nancy Mitford y R.C. Zaehner. La mayoría eran no católicos e incluso no cristianos, incluidos dos obispos anglicanos. La Misa Antigua fue universalmente terminada (¡salvo en Inglaterra, que permitía raros permisos debido a Agatha Christie!)

Después de dos indultos permisivos bajo el papa Juan Pablo II en 1984 y 1988 (el segundo respondiendo a las consagraciones episcopales del arzobispo Lefebvre), el papa Benedicto intentó devolver el rito romano clásico a la Iglesia católica en 2007. En su Summorum Pontificum confirmó la opinión largamente sostenida por muchos canonistas, entre ellos el Conde Nero Capponi y el Cardenal Stickler, de que el Rito Antiguo nunca había sido abrogado canónicamente. Como dijo Joseph Ratzinger (más tarde Papa Benedicto XVI), «cualquiera que hoy en día defienda la existencia continuada de esta (Antigua) Liturgia o participe en ella es tratado como un leproso; toda tolerancia termina aquí. Nunca ha habido nada parecido en la historia; al hacerlo estamos despreciando y proscribiendo todo el pasado de la Iglesia. ¿Cómo podemos confiar en ella en la actualidad si las cosas son así? El Papa Pío V había declarado en 1570 que el Rito Romano tradicional «sería válido en adelante ahora y para siempre»».

Tengo dos recuerdos contrastados de la respuesta de aquel verano de 2007. El liberal London Tablet (apoyado financieramente por la jerarquía católica pero leído más por los anglicanos) gritó en protesta «¡pero (la Misa Antigua) FUE prohibida!» Por otro lado, en el Seminario de Wonersh, en un seminario sobre las Iglesias Orientales, varios eclesiásticos ortodoxos se entusiasmaron al ver que Roma ya no había proscrito oficialmente su antigua tradición, que nos había distanciado aún más de las Iglesias de Oriente.

Hay que plantear sinceramente una pregunta: «¿cuáles son los frutos de la revolucionaria transformación de la liturgia que anunció una enorme plétora de cambios en la Iglesia?» A pesar de la continua negación de los envejecidos eclesiásticos en el poder, que padecen el «síndrome del traje nuevo del emperador», se puede afirmar con sinceridad que el resultado es una enorme devastación de la viña del Señor. Todas las órdenes religiosas, diócesis y parroquias han disminuido drásticamente desde 1965 en número. Nunca hemos visto tal abandono de los votos sacerdotales y religiosos en toda nuestra historia. En 1978, 40.000 sacerdotes habían abandonado el sacerdocio; las tristes salidas no han cesado desde entonces. Si hubiéramos mantenido a los sacerdotes que realmente habíamos ordenado no habría la grave escasez de clero. En 1985, con la celebración de los 20 años del Concilio, el entonces cardenal Ratzinger se atrevió a decir que los resultados nunca podrían calificarse de positivos. Fue demonizado y su «Informe» fue prohibido en las bibliotecas de varios seminarios. Ocho años antes, en 1977, un arzobispo de Italia, Arrigo Pintonelli, escribió en una carta abierta a sus compañeros obispos que la anarquía en la iglesia era «un verdadero azote de Dios mucho más vasto y destructivo que el de Atilla, con consecuencias que deberían quitar el sueño a los responsables de la vida y el gobierno de la iglesia, que inexplicablemente permanecen en silencio.»

Esta terrible decadencia nunca ha amainado. Las religiosas han desaparecido de nuestras calles. Los monasterios se derrumban y los seminarios cierran debido al colapso total de las vocaciones. En Inglaterra más del 95% de los alumnos de nuestras escuelas católicas (nuestro orgullo y alegría) no perseveran en la práctica de la fe. No sólo en el corazón de Europa se produce el declive de las vocaciones y de los católicos practicantes. Por ejemplo, incluso la poderosa Iglesia católica nigeriana está sometida a una continua y sustancial hemorragia hacia las sectas pentecostales.

Los escándalos de abusos sexuales han deshonrado a la Iglesia y han destruido gran parte de lo que representa el sacerdocio. Dado que el 90% de las víctimas eran varones adolescentes, podemos ver que el verdadero problema es la pederastia y no la pedofilia. Sin embargo, nadie se atreve a hablar de ello, para no ser considerado «homófobo». Esto ha infectado a las más altas esferas de la jerarquía, como lo demuestra el sórdido asunto del cardenal McCarrick. Una verdadera noche oscura de la Iglesia.

En cambio, el pequeño porcentaje de institutos clericales, conventos y monasterios, que utilizan el irresistiblemente atractivo rito latino tradicional, han florecido. El renacimiento, con seminaristas y novicios y conversiones, ha sido reconfortante para muchos de nosotros, sacerdotes agotados y cansados. Las familias numerosas no anticonceptivas representan una de las únicas respuestas a la bomba de tiempo demográfica que afecta al mundo occidental. Lamentablemente, la sola visión de estos seminaristas y novicios con sotana y con sus hábitos completos suscita el desprecio, la burla y la detestación de los comisarios del Vaticano.

No son los partidarios de la Misa Antigua los que están ideologizados, son los funcionarios curiales del Vaticano los que muestran una paranoia ante la disidencia razonable de las llamadas reformas litúrgicas de Bugnini. Son ellos los que responden con una ferocidad antipastoral y un fanatismo ideológico. Ahora, años después, tras décadas de reticencias, me doy cuenta de que el viejo Abad tenía razón.

Son los proveedores de una religión nueva, distinta y a menudo sutil, sin ninguna base sustancial real en las escrituras y la tradición. Aunque se aferran al corpus divino de la verdad, tal y como se establece en el Credo y el Catecismo, sus resbaladizas interpretaciones convierten muchas creencias doctrinales y morales en algo subjetivo y relativista, dejándolas desprovistas del contenido original. Como predijo el P. George Tyrrell SJ hace un siglo, «Roma no puede ser destruida en un día, pero es necesario hacerla caer en el polvo gradual e inofensivamente, entonces tendremos una nueva Religión y un nuevo Decálogo». Hoy, Tyrrell está ampliamente rehabilitado por sus hermanos jesuitas. La nueva religión dialoga con cualquiera, excepto con los que defienden la Tradición Católica. El mantra «la reforma litúrgica es irreversible» y el «Nuevo Orden de la Misa es la forma más rica de la misa en la historia» no es diferente a los dogmas vacíos, feos y falsos del partido comunista chino que tiene al Vaticano en su control financiero.

¿Cuáles son las características de esta nueva religión ideológica? Están a nuestro alrededor en este momento de la historia. La nueva ideología promueve la idea de que «Dios quiere la diversidad religiosa». Exceptuando su «voluntad permisiva», esto va en contra de todo lo que objetivamente dicen tanto el Evangelio como el Corán del Islam. La nueva fe deplora el proselitismo, clavando así un puñal en la naturaleza misionera de la iglesia, destruyendo la verdadera naturaleza de la evangelización. Además, la nueva fe, mediante la ambigüedad moral, devalúa el matrimonio y la vida familiar al permitir el acceso a los sacramentos tras el divorcio y las segundas nupcias. Al confundir «amar al pecador y odiar el pecado», abre la puerta a traicionar la creencia evangélica de larga data en la indisolubilidad del matrimonio. Además, acoge el reconocimiento de las uniones homosexuales, ¡incluso negando que la castidad sea posible! Este nuevo enfoque ha transformado la Academia Pontificia de la Vida en la Academia Pontificia de la «Elección», negando así la notable contribución del Papa Juan Pablo en su Encíclica Evangelium Vitae. La nueva religión está centrada en el hombre, es humanista, sin que parezca necesaria la expiación de Cristo, cuya divinidad está devaluada.

Finalmente, el título utilizado por muchos papas anteriores e incluso discutido por el Concilio Vaticano II, de Nuestra Señora «Mediadora de gracias», debe ser descartado. Ella no es más que una madre. Aquí tenemos a la religión neoprotestante, superdesnaturalizada, a la vista de todos. La situación actual me recuerda la escena de CS Lewis en su Última Batalla, en la que un babuino se cubre con la piel de un león proclamando ser Aslan, mostrando la era del anticristo. Los comisarios ven el extraordinario crecimiento, el potencial y los frutos de la Misa Antigua en sólo 14 años como una amenaza para su pseudofe que, evidentemente, no funciona.

No desesperen. En Inglaterra la fe en el siglo XVI fue abruptamente cancelada, siendo reemplazada por una nueva Religión y los católicos perseveraron en la clandestinidad esperando una segunda primavera que ocurrió siglos después. En Egipto, a pesar de que el resto de todo el norte de África dejó de ser cristiano, los coptos sobreviven sorprendentemente, a pesar de las continuas persecuciones.

La Santísima Virgen es la «Conquistadora de todas las herejías».

Ella y San José, el ‘Patrón de los Tiempos de Crisis’, nos guiarán a través de esta incursión diabólica en la debilitada Iglesia de Dios de hoy. ¡Sólo Él gana la Victoria!

Padre Christopher Basden
(Traducido por EF. Artículo original)

En defensa de la sotana. Sermón (Padre Javier Olivera Ravasi)

QUE NO TE LA CUENTEN


DURACIÓN 11:53 MINUTOS

https://youtu.be/kJuYWVrOWZE


lunes, 27 de diciembre de 2021

¡Despertad… vigilad!



A menudo en la Sagrada Escritura resuena este “despertar” de Dios: “Despertad, vigilad” y otros similares: “No caigáis en el sueño”, “No cerréis vuestro corazón”. La Iglesia nos dirige estas invitaciones con frecuencia y especialmente en Adviento y en Cuaresma, los tiempos fuertes de la liturgia: “Es tiempo de despertarse del sueño” (Rm., 13, 11).

¿Por qué? Porque todos somos llevados, por instinto, a adormecernos, a habituarnos, a caer en lo bajo. A disminuir la tensión espiritual y moral. También el ambiente que nos circunda ―hoy secularizado, mundanizado, pagano, homologante― nos arrastra a lo bajo. Nosotros, sobre todo hoy en que todo se conjura contra Dios y su Cristo, debemos reencontrar en nuestra fe católica, en Jesús que habita en nuestros corazones, el valor/heroísmo de andar contra corriente, contra el viento tras las huellas de los santos, de los jóvenes santos que no faltan tampoco en el mundo de hoy, desenfrenado en la carne y disparatado en el espíritu.

¡Jesús viene!

Para estar despiertos y vigilantes viene bien recordar que “el cristianismo, antes de todo, no es una idea ni un conjunto de ideas, sino un advenimiento, un hecho histórico”: Dios, porque ama al mundo, ha venido a salvarlo en un momento dado de la Historia, a través de Jesucristo hace 2021 años, el 25 de “kasleu” del 750 de la fundación de Roma, correspondiente a nuestro 25 de diciembre.

Su obra de salvación se continúa hoy todavía, el advenimiento de Cristo es actual y obra también hoy y obrará hasta el fin de los siglos y nos alcanza a cada uno de nosotros hoy. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y en los siglos. Jesús es el sol que ilumina y calienta a cada hombre, en todo lugar y en todo tiempo.

Pero es necesario que nos abramos a Él. No basta que Él obre, es indispensable adherirse a Él: de otro modo, estamos perdidos en esta vida y en la otra futura. El infierno existe y, de hecho, no está vacío. Así, Él nos solicita acuciantemente para que no estemos soñolientos, distraídos, ausentes y cerrados ante su obra, sino a que entremos en ella, a insertarnos en este hecho, a colaborar con Jesucristo, a ayudar a los otros a conocerlo y a abrirse a Él.

Todo esto se llama Vigilancia en el Evangelio, es decir estado de vigilia, conocimiento, atención, porque bajo nuestros ojos, hoy ―el hoy de la vida―, está aconteciendo, en relación misteriosa pero cierta, la obra de Dios, que en Cristo salva al mundo. Por lo tanto, es necesario conocer este plano divino, no estar ausentes, no echarnos fuera; de otro modo, equivocamos la vida, erramos: cometemos el error más colosal. Sin Cristo hay sólo vidas erróneas, con el infierno ya aquí y después allá.

Preparad las linternas

También estas palabras ―lo sabemos― vienen de la parábola evangélica de las diez vírgenes, enviadas a participar en la fiesta de bodas para prestar su obra de luz e iluminación a la cena nupcial (Mt., 25).

No se nos escapa el sentido de la parábola (que también conmovía a Ernest Renan, ¡renegado e impío!): estas bodas son las bodas de Cristo con la humanidad que lo acoge, bodas que se realizan por la Redención: el cristianismo como unión nupcial de Cristo con cada persona humana que le dice sí.

Esta unión produce fiesta, es decir alegría, la alegría de la verdad, la alegría de la vida divina, merecida por Cristo en la cruz con su sacrificio, participada a nosotros aquí en la tierra a través del bautismo y acrecentada por la Santísima Eucaristía, la alegría de participar en la acción de Dios en el tiempo, el todo como anticipo gozoso de la eterna felicidad, anticipo pregustado en la inevitable lucha y en el sufrimiento de la vida.

Estas lámparas, que las diez muchachas debían tener preparadas eficientemente para iluminar la sala del convite y la fiesta de bodas, nos indican todo lo que debemos preparar y poseer para hacer eficiente nuestra vida cristiana, que se expande en nuestra acción de anuncio del Evangelio.

La primera cosa que necesita la lámpara es el aceite, fuente de luz: si falta el aceite, las lámparas se apagan. En este aceite se significa sobre todo la fe, es decir nuestra adhesión a Cristo, que, si es válida, cambia la vida y la vuelve luminosa. A la fe hay que alimentarla de continuo, de otro modo disminuye y se apaga. San Agustín, con su agudeza habitual y su eficacia expresiva, llamaba a todo esto cogitare fidem (pensar la fe) y decía: “Fides non cogitata nulla est” (una fe no pensada es nula). ¿Cómo hacer para cogitare fidem?

La respuesta es bastante amplia, aquí bastan unos pocos rasgos, expresados en los verbos “conocer” cada vez más el mundo de la fe; “profundizarla”, “volver a ver” sus fundamentos; “refundar” la fe; “extenderla” a todos los sectores de nuestra vida; sobre todo “pedirla” a Dios, pedir la ayuda divina para siempre abrirnos más al mundo de Dios (relación personal con Dios: se abre el mundo de la oración personal con Dios, se abre el mundo de la oración cristiana) y a la acción de salvación que Él desarrolla en el mundo en Cristo.

Aquí está nuestra apertura a la irrupción de Jesucristo vivo y operante, en los sacramentos: confesión, Santa Misa y comunión con la que Dios viene a actuar en nuestras almas, en nuestras vidas y nos reconfigura a imagen y semejanza con Jesús, su Hijo. Es el hombre redimido, divinizado, “cristoforme”, “cristificado”.

“Dadnos de vuestro aceite

Las lámparas, para iluminar, además del aceite, deben poseer todas las competencias capaces de cambiar el aceite en luz. Hablamos en lenguaje metafórico. En ellas vemos todas las realidades que se llaman competencias profesionales, adquiridas en la preparación que se requiere a los laicos católicos, que obran en el mundo para iluminarlo, para transformarlo, para consagrarlo (sí, para consagrarlo) a Jesucristo, devolviéndoselo a Él.

Estamos, aunque siempre radicados en la santa Tradición católica (no se deben cortar nunca las raíces que nos dan solidez), abiertos a lo “nuevo”, teniendo presente que en todos los campos, “lo nuevo (moderno) no es símbolo de verdadero ni válido”.

En el mundo de hoy ―en el curso de la historia― como en la parábola evangélica, oímos también el grito angustioso de una parte que se ve excluida de la fiesta de las bodas. “Nuestras lámparas se apagan”. Es el grito de hoy, lleno de imploración, implícita o explícita, que tantas vidas, sobre todo jóvenes, vuelven al mundo de los adultos, a la familia, a la sociedad, a la Iglesia, a los hombres individuales de la Iglesia, a los apóstoles de hoy.

Es el grito desesperado lleno de angustia de los enfermos, de los drogadictos, de los alcohólicos, de los desesperados, de los tentados al suicidio, de los hombres que buscan el sentido de la vida, del dolor y de la muerte… gente que se ha puesto en el camino de la vida sin provisión de aceite… y nos gritan: “¡Dadnos de vuestro aceite!” ¡Dadnos a Cristo y su Evangelio! ¿Dónde habéis metido a Cristo? ¿No sois quizá vosotros los que debéis anunciarlo?

Hechos un “pequeño rebaño”, si sabemos responder, será otra vez un nuevo Adviento del Cristo. “El siglo XXI será de Cristo o no será”.

Candidus

Traducido por Natalia Martín

sábado, 25 de diciembre de 2021

EXCLUSIVA: Schneider habla de la última ofensiva del Vaticano contra la Tradición (Diane Montagna, vaticanista)



Aunque el contenido de esta entrada se encuentra ya en este blog, sin embargo, dado que la traducción que se hizo se basaba en el traductor de Google; y puesto que ese mismo artículo de The Remnant ha salido en Adelante la Fe, traducido por Bruno de la Inmaculada, es por eso que lo vuelvo a sacar aquí de nuevo:


Roma 22 de diciembre de 2021 (The Remnant)

Texto completo de nuestra entrevista a monseñor Athanasius Schneider

(Diane Montagna): Excelencia, el pasado 18 de diciembre, el arzobispo Arthur Roche, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, publicó unas nuevas pautas que imponen más restricciones a la Misa y los sacramentos tradicionales por medio de respuestas a 11 dubia que, según el Vaticano, son las preguntas más frecuentes que han recibido a la carta apostólica de Francisco Traditionis custodes. ¿Qué impresión general tiene del documento?

(Monseñor Athanasius Schneider): Mi primera impresión fue que se han reabierto sin necesidad viejas heridas en el cuerpo de la Iglesia so pretexto de alcanzar mayor unidad. Al justificarlas de ese modo, tales medidas rozan la burla, pues contradicen descaradamente la norma habitual del papa Francisco de sanar las heridas de la Iglesia actual que expresó, por ejemplo, con estas palabras: «Lo que la Iglesia más necesita hoy en día es poder sanar heridas y alentar a los fieles; necesita cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. No tiene sentido preguntar a una persona gravemente herida si tiene alto el colesterol o el azúcar en sangre. Hay que curarle las heridas. Luego ya se podrá hablar de todo lo demás. Curar heridas, curar heridas…» (Entrevista de Antonio Spadaro al papa Francisco, L’Osservatore romano, 21 de septiembre de 2013).

Estas nuevas pautas delatan un endurecimiento hostil, por decirlo con las palabras que Francisco ha empleado alguna vez para amonestar a obispos (V. por ej., 18 de octubre de 2014, Discurso del Santo Padre Francisco en la clausura de la Tercera Asamblea General extraordinaria del sínodo de los obispos, 18 de octubre de 2014). Hablamos de un texto que manifiesta un endurecimiento inusitado y una rígida uniformidad que recuerda a ciertos veredictos inquisitoriales o respuestas a dubia de épocas que se caracterizaron por un exacerbado legalismo litúrgico. Con una frialdad burocrática, las nuevas pautas imponen unas normas tan despiadadas y discriminatorias a muchos jóvenes católicos, tanto sacerdotes como fieles laicos, que no tendría nada de extraño que espiritualmente se sintieran sometidos a una lenta tortura.

Cualquier observador objetivo verá se dará cuenta del mensaje diáfano que transmiten estas pautas a los católicos que gustan de la Misa Tradicional: «¡Con vuestra experiencia religiosa no sois bienvenidos en la Iglesia! ¡Vuestra experiencia de la liturgia tradicional es falsa e impostada, vivís engañados! En la Iglesia de hoy no hay pluralismo litúrgico, porque sólo hay una expresión de la lex orandi, que es la liturgia reformada. Hay una sola ley, y conforme a ella debéis morir, o sea: ¡abandonar la liturgia de vuestros antepasados y de los santos!»

Se nota que los autores de estas pautas han olvidado este principio establecido por el Concilio: «La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia» (Sacrosanctum Concilium, 37). Las nuevas pautas derogan lo que había dicho el papa Francisco: «El discernimiento (…) Es un proceso creativo que no se limita a aplicar esquemas. Es un antídoto contra la rigidez, porque las mismas soluciones no son válidas en todas partes» (Discurso a los obispos ordenados durante el año, 14 de septiembre de 2017).

DM: Hay muchos obispos católicos que interpretan de un modo bastante libre y laxo Traditionis custodes. Las nuevas pautas dan a entender muy claramente que la Santa Sede está apretando los tornillos para que los prelados se atengan sin falta al rumbo indicado por la Congregación para el Culto Divino. ¿Qué diría V.E. a sus hermanos en el episcopado?

AS: Animaría a mis hermanos obispos a ser verdadero pastores y aplicar ese proceso creativo a sus fieles que se hayan criado en el rito romano antiguo o han experimentado un encuentro decisivo con Cristo según el tradicional que los colmado de gracia. Ciertamente, Francisco ha pedido en muchas ocasiones a los obispos que apliquen un proceso creativo pastoral a personas marginalizadas cuyas aspiraciones religiosas son objeto de juicios erróneos. Muchos fieles vinculados a la liturgia romana tradicional, sobre todo jóvenes, ni de lejos se meten en polémicas litúrgicas sobre el Concilio y el Novus Ordo. Por eso, si son verdaderos pastores, los obispos deben estudiar soluciones originales para que esos fieles no sean estigmatizados ni tratados como católicos de segunda. En este caso los obispos podrían aplicar el principio moral de la epiqueya, porque la que una ley no se cumple, en parte o en su totalidad, en aras de un bien mayor.

DM: En la carta que acompañaba a Traditionis custodes, Francisco decía a los obispos de todo el mundo que había tomado la decisión de escribir su motu proprio en repuesta a lo que le habían pedido. Pero, como se ha demostrado con lujo de detalles en tres artículos basados en fuentes confiables que contienen numerosas citas de los prelados consultados en el minucioso informe que la Congregación para la Doctrina de la Fe preparó para el papa Francisco, el mensaje de los obispos era, «en esencia, dejar Summorum Pontificum tranquilo y continuar con una aplicación sensata y cuidadosa». ¿Ha llegado la hora de que los obispos pidan a la Santa Sede que publique el informe principal más detallado de la CDF?

(Los tres artículos mencionados:
https://adelantelafe.com/la-historia-oculta-de-traditionis-custodes/;
https://remnantnewspaper.com/web/index.php/headline-news-around-the-world/item/5665-traditionis-custodes-more-facts-emerge-what-the-bishops-of-the-world-actually-told-francis
https://remnantnewspaper.com/web/index.php/articles/item/5708-traditionis-custodes-a-weapon-of-mass-destruction).

AS: En repetidas ocasiones Francisco ha pedido absoluta transparencia en la vida de la Iglesia, y sobre todo en la Curia Romana, como atestigua esta declaración: «La meta a alcanzar es siempre la de favorecer mayor armonía en el trabajo de los diversos dicasterios y oficinas, con el fin de realizar una colaboración más eficaz en la absoluta transparencia que edifica la auténtica sinodalidad y la colegialidad» (Saludo a los cardenales reunidos para el consistorio,12 de febrero de 2015). Aunque no se haga un futuro inmediato, sabemos que «nada hay oculto que no haya de descubrirse, ni secreto que no haya de conocerse y salir a la luz» (Lc.8,17).

DM: El jesuita italiano, doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino (1542-1621), dijo: «Del mismo modo que sería lícito resistir al Papa si agrediese a una persona, también es legítimo resistirlo si agrede a las almas, o altera el orden público, y mucho más aún si intentara destruir la Iglesia. Afirmo que es lícito resistirlo incumpliendo lo que manda y poniendo trabas a la realización de su voluntad». Como sucesores de los Apóstoles que son, ¿tienen los obispos el deber de resistir estas medidas?

AS: Los obispos tienen derecho a resistir con respeto y prudencia estas medidas, pues está claro que perjudican a toda la Iglesia al poco menos que abolir una experiencia litúrgica milenaria que ha dado buenos frutos visibles. Eliminar así como así el rico tesoro de ritos del Pontificale romanum, incluidos ritos de tanta riqueza litúrgica y teológica como los de las órdenes mayores y menores, el de la Confirmación y las diversas consagraciones (altares, templos y vírgenes) que la Iglesia ha acumulado, no a lo largo de cincuenta años como los ritos reformados sino a durante más de mil, perjudica a la totalidad de la Iglesia. Quienes ejercen actualmente la autoridad en Roma –que llevan muy poco tiempo en su cargo en comparación con los dos milenios de historia de la Iglesia– no pueden comportarse como si fueran dueños y señores de un tesoro litúrgico milenario. No sólo eso; una mayoría considerable de católicos ejemplares vinculados a la liturgia tradicional que en modo alguno carecen de fidelidad al Papa actual y a sus obispos están siendo objeto de calumnias y discriminación. Los obispos, empezando por los miembros del Sacro Colegio Cardenalicio, deberían expresar preocupación al Sumo Pontífice alertándole de inmenso daño y la flagrante injusticia que se está cometiendo contra un número considerable de buenos católicos.

DM: ¿Qué cuestiones canónicas plantea la respuesta a los dubia? ¿Es legítimo ese documento?

AS: Desde el punto de vista formal, el documento es legítimo porque lo promulgó una autoridad legítima de la Santa Sede, la Congregación para el Culto Divino, con la aprobación del Romano Pontífice. La respuesta a los dubia es un ejemplo palmario de la conocida máxima summum ius, summa injuria. O sea, que una ley formalmente correcta puede convertirse en una injusticia tremenda. Este documento pasará a la historia como un trágico caso en que la Santa Sede recurrió a la violencia para resolver un problema pastoral delicado.

Las nuevas pautas de la Congregación para el Culto Divino no han resuelto nada; al contrario, han ocasionado un punto muerto pastoral y creado serios problemas de conciencia a muchos sacerdotes y fieles. Es palpable que asistimos a la puesta en práctica de intransigentes métodos inquisitoriales en un pontificado que presume de ternura y sensibilidad pastoral, como atestiguan las siguientes palabras del papa Francisco: «Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor (…) No olvidemos el estilo de Dios que nos ha de ayudar: la cercanía, la compasión y la ternura» (Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, 9 de octubre de 2021).

DM: ¿En qué situación quedan los institutos ex Ecclesia Dei con este nuevo documento? ¿Podrán seguir ordenando sacerdotes según el rito tradicional?

AS: El documento de la Congregación para el Culto Divino no menciona explícitamente a los institutos ex Ecclesia Dei. De todos modos, no está claro si esos institutos y comunidades podrán seguir empleando el Pontificale Romanum antiguo en las ordenaciones menores y mayores, así como para el sacramento de la Confirmación, según el pontifical tradicional en sus parroquias personales y otros lugares en que ejerzan su apostolado. La Santa Sede tiene que tener en cuenta que ella misma, al erigir esos institutos, les garantizó que podrían seguir utilizando todos los libros litúrgicos que eran válidos antes del Concilio. El punto neurálgico de esta cuestión está en los ritos para conferir el Orden. Si la Santa Sede llegara a prohibir a esos institutos y comunidades los ritos de ordenación tradicionales, daría un ejemplo terrible al faltar a su palabra solemne. Con ello también perdería credibilidad e integridad en las relaciones ecuménicas con las comunidades no católicas. Esas comunidades están observando, y está claro para ellas que la Santa Sede está faltando a la palabra que dio a un grupo de católicos con los que había llegado a una solución pacífica y reconciliadora. Desde luego, ese tratamiento violento y traicionero de los católicos ligados a la liturgia de siempre no contribuirá a que las comunidades ortodoxas se reconcilien con la Sede Apostólica.

DM: ¿Cómo es que la Santa Sede va a permitir que el apostolado New Ways Ministry, que promueve el proyecto LGTB. participe en el Sínodo sobre la sinodalidad , y se niega a escuchar a los católicos tradicionalistas o a consultarles antes de tomar medidas así? ¿Qué idea van a sacar los católicos de la sinodalidad si la jerarquía escucha a una agrupación contraria a las enseñanzas de la Iglesia pero no a los católicos que apoyan la Tradición y la doctrina católica?

AS: La arbitrarias exigencias de la Santa Sede demuestran a cualquier observador objetivo que la sinodalidad, que tanto habla de escuchar, es en realidad un empeño ideológico parcial. No es verdadera sinodalidad, sino un empeño egocéntrico de un grupo de intolerantes que tienen un plan para que la Fe y la liturgia católicas sean cada vez más vagas y nebulosas. Todo lo que suponga un obstáculo a ese plan, como los muchos católicos, entre los que se cuentan numerosos jóvenes, ligados a la Misa Tradicional, es excluido de la toma de decisiones.

DM: El padre Claude Barthe, historiador, jurista y experto en la liturgia tradicional de la diócesis francesa de Fréjus-Toulon, dijo al National Catholic Register a raíz de la publicación del documento: «En nombre del sensus fidelium, debemos oponernos a Traditionis Custodes y su aclaración negándonos a aceptarlos, porque es una ley doctrinal injusta.» ¿Cómo considera V.E. que deben reaccionar los laicos a las nuevas pautas?

AS: Por el bien espiritual de toda la Iglesia y el honor de la Sede Apostólica, que siempre ha guardado y transmitido celosamente la totalidad del patrimonio litúrgico, los laicos deben seguir pidiendo a las autoridades de la Santa Sede, empezando por el propio Papa, que concedan plena libertad a la liturgia tradicional. Lo cual incluye la totalidad del patrimonio litúrgico de la Iglesia Romana, sin condiciones humillantes ni discriminatorias. Podrían hacerlo dirigiendo peticiones, y sobre todo con una cadena mundial de oración. Imitar a la viuda importuna de la que habló el Señor en la parábola, que no dejaba de insistirle al juez injusto (V. Lucas 18, 1-89).

Podrían también seguir el consejo del propio Papa, que pidió a los laicos que importunasen a sus sacerdotes, y lo hizo citando a San Cesario de Arles (+542). Esto fue lo que dijo Francisco:

«Una vez leí algo bellísimo sobre cómo el pueblo de Dios ayuda a los obispos y a los sacerdotes a ser buenos pastores. Es un escrito de san Cesáreo de Arlés, un Padre de los primeros siglos de la Iglesia. Explicaba cómo el pueblo de Dios debe ayudar al pastor, y ponía este ejemplo: cuando el ternerillo tiene hambre va donde la vaca, a su madre, para tomar la leche. Pero la vaca no se la da enseguida: parece que la conserva para ella. ¿Y qué hace el ternerillo? Llama con la nariz a la teta de la vaca, para que salga la leche. ¡Qué hermosa imagen! “Así vosotros —dice este santo— debéis ser con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den la leche de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía”. Y os pido, por favor, que importunéis a los pastores, que molestéis a los pastores, a todos nosotros pastores, para que os demos la leche de la gracia, de la doctrina y de la guía. ¡Importunar! Pensad en esa hermosa imagen del ternerillo, cómo importuna a su mamá para que le dé de comer» (Regina Caeli, 11 de mayo de 2014).

DM: Lo que al parecer se desprende del documento es que éste supone el triunfo del positivismo magisterial en lugar de la Fe transmitida. Dicho de otro modo: que ahora nos dicen lo que tenemos que creer de la liturgia, en vez de lo que habíamos aprendido de nuestra Santa Madre Iglesia sobre lo que es verdadero, bueno, bello y santo.

AS: A mí me parece que todos haríamos bien, y en primer lugar los que ejercen cargos de autoridad en la Iglesia, en recordar la constante actitud de la Iglesia Romana a lo largo de milenios: respeto al peso decisivo de la Tradición en la Fe y la liturgia. El principio de los primeros siglos, formulado por el papa Esteban I (†357), sigue siendo un ejemplo magnífico: nihil innovetur nisi quod traditum est. Es decir: no se innove con nada que no haya sido transmitido. Aplicando este principio a la reforma litúrgica, no sólo habría que preservar la sustancia, sino también otras partes pertinentes de la liturgia. En la Misa Novus Ordo tenemos un ejemplo de una reforma en la que se introdujeron en partes importantes de la Misa innovaciones que no habían sido transmitidas, como por ejemplo el nuevo Ofertorio o una gran variedad de oraciones eucarísticas. La verdadera Misa del Concilio Vaticano II es el Ordo Missae de 1965, en la que se habían introducido novedades cuidadosamente estudiadas y no revolucionarias.

En momentos de confusión grande y generalizada en la doctrina y la liturgia, de experimentos e innovaciones, el católico tiene que adherirse a la antigüedad, como enseñaba San Vicente de Lerins (†445):

«¿Qué haría, pues, un cristiano católico si una pequeña porción de la Iglesia se aparta totalmente de la comunión de la fe universal? Ciertamente, ¿qué haría sino preferir la salud de todo el cuerpo a un miembro pestilente y apestado? ¿Qué pasaría si una nueva dolencia intentara contagiar no una parte insignificante de la Iglesia sino toda? Velaría, pues, por apegarse a lo antiguo, que hoy no puede desde luego dejarse seducir por fraude ni novedad algunos. ¿Y qué pasaría si en la propia antigüedad se encontrase error en dos o tres hombres, o en alguna ciudad o incluso provincia? Pondría todo su desvelo en anteponer los decretos, de haberlos, algún concilio general a la temeridad e ignorancia de unos pocos. ¿Y qué sucedería si surgiese algún error sobre el cual no se encontrara decreto alguno? Habrá de cotejar, consultar e inquirir la opinión de los antiguos; es decir, de quienes habiendo vivido en épocas y lugares diversos, perseverando en la comunión y la fe de la Iglesia una y católica, siguen siendo reconocidos y aprobados como autoridad. Así como todo cuanto compruebe que ha sido sostenido, escrito y enseñado no por uno o dos de aquéllos, sino con unanimidad, abiertamente, de modo frecuente y persistente, de forma que crea que él también debe creerlo sin la menor duda o vacilación» (Conmonitorio, 3,7-8).

En tiempos de incertidumbre, sigamos la antigüedad, apeguémonos a ella. O sea, no nos apartemos de la Tradición que era válida antes de que se introdujesen las novedades. Éste es el principio orientador de la Iglesia de Roma a lo largo de los tiempos.

DM: ¿Qué efecto cree V.E. tendrá este documento en los seminarios? ¿Y qué mensaje daría a los sacerdotes y los seminaristas?

AS: Los sacerdotes y los seminaristas deben profundizar en el estudio de los documentos de la Tradición de la Fe y la liturgia católicas, cultivando de esa forma su amor a lo que creyeron, estimaron y vivieron nuestros ancestros y los santos: la liturgia tradicional de la Iglesia de Roma. Tienen que pedir constantemente a sus superiores y obispos que autoricen la celebración de la liturgia tradicional y aplicar el principio de epiqueya, y en una situación gravísima como la crisis sin precedentes que atraviesa la Iglesia, celebrar al menos en privado la Santa Misa según el rito tradicional.

DM: Si el papa Francisco desbarata el legado de Benedicto XVI (Summorum Pontificum) y contradice abiertamente las enseñanzas de Benedicto en algo tan importante como la sagrada liturgia (así como la doctrina de San Pío V en Quo primum), ¿significa eso que cualquier enseñanza de un pontífice puede ser derogada por un sucesor suyo? Entonces, ¿qué pasa con la autoridad de San Pedro?¿Sienta esto algún precedente en lo que se refiere a la autoridad de futuros pontífices, y en cuanto a la de la Iglesia en general?

AS: En este caso, la Tradición y la antigüedad siempre van primero. Cuanto más fielmente observe y transmita un papa los tesoros vivos de la Fe y la liturgia de la Iglesia Romana –que en modo alguno son piezas de museo, sino realidades vivientes, como lo fueron para muchos grandes santos– mejor cumple su cometido y ejerce la debida autoridad como sucesor de San Pedro. Un papa sólo puede anular las decisiones de un predecesor suyo si está claro que se trató de una novedad que suponía una ruptura con la fe y la liturgia. Se han dado algunos casos en la historia. Las cartas del papa Honorio I (†638), sumamente ambiguas desde el punto de vista doctrinal, fueron derogadas por sus sucesores; por ejemplo, San León II, que declaró: «En vez de purificar la Iglesia Apostólica, Honorio permitió que se mancillara la Fe inmaculada con profana perfidia». Otro ejemplo: en 1535 Paulo III promulgó un breviario compilado por el cardenal Quiñones que conoció más de cien ediciones. Pero como no tenía en cuenta la Tradición, Paulo IV lo prohibió en 1558.

Traditionis custodes y el nuevo documento de la Congregación para el Culto Divino están desmoronando la paciente labor de pacificación, reconciliación y comunión eclesial que realizaron Juan Pablo II con el motu proprio Ecclesia Dei y Benedicto XVI con Summorum Pontificum. Ellos tendieron puentes a la Tradición y a una parte considerable del clero y de los fieles, demostrando con ello que lo que significa realmente pontifex. En cambio, el papa Francisco ha desmantelado el puente que construyeron sus predecesores.

DM: V.E. tiene mucho trato con el clero ortodoxo. Los dirigentes religiosos ortodoxos se acercaron a la Iglesia Católica durante el pontificado de Benedicto más que nada porque apreciaban su respeto a la sagrada liturgia. ¿Cómo cree que reaccionarán a las medidas que se están tomando para aplastar la liturgia tradicional y los sacramentos de la Iglesia de Roma? ¿Qué consecuencias puede tener a su juicio esta situación para las relaciones ecuménicas con los ortodoxos?

AS: Las medidas dispuestas por la Santa Sede, que manifiestan evidente desprecio por la tradición litúrgica, ampliarán sin duda la brecha de la desconfianza que existía hacia la Santa Sede por parte de las iglesias ortodoxas, sobre todo la rusa. Guardo el grato recuerdo de cuando Benedicto XVI promulgó un motu proprio tan histórico y magnánimo como Summorum Pontificum y varios sacerdotes y obispos ortodoxos rusos me felicitaron. Un prelado ortodoxo llegó a proponer que celebráramos Misa Tradicional cada domingo en nuestra catedral.

DM: ¿Cómo se puede resolver esta situación? ¿Qué tiene que pasar para que terminen estas guerras litúrgicas que, según los católicos tradicionalistas, han vuelto a estallar con estos últimos documentos?

AS: Debemos tener presente que los actos de violencia son efímeros. La violencia y la injusticia infligidos a una cantidad considerable de hijos modélicos de la Iglesia mediante este documento reciente de la Santa Sede suscitarán una reacción en contra. La tradición litúrgica será objeto de más amor y estima. Habrá sacerdotes y fieles que se vean obligados a asistir a Misa en las catacumbas, por así decirlo. Pero no deben desanimarse ni resentirse. La Divina Providencia ha permitido esta dolorosa prueba en la que estamos presenciando como las autoridades vaticanas persiguen a los buenos católicos apegados al milenario tesoro litúrgico de la Iglesia Romana. Deben seguir amando al Papa y a sus obispos, aumentar las oraciones y actos de reparación y penitencia implorando humildemente a Dios que abra los ojos al Papa y a los obispos y despierte en ellos el amor por el tesoro que constituyen estas ancestrales tradiciones litúrgicas. Ojalá el papa Francisco y muchos otros prelados recuerden la alegría de su niñez y su juventud, cuando oyeron, o ellos mismos pronunciaron, estas conmovedoras y siempre juveniles palabras: Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam: me acercaré al altar de Dios, el Dios que alegra mi juventud. Esperamos firmemente que un día el Romano Pontífice vuelva a pronunciar estas palabras al pie del altar en la Basílica de San Pedro en Roma.

Diane Montagna, vaticanista

El motivo del amor en la Encarnación (Padre Alfonso Gálvez)



Meditación dada el 25 de diciembre de 1983.

Texto evangélico: Jn. 1: 1-18.


Duración 28:15 minutos

Por eso estamos alegres | Actualidad Comentada | 24-12-2021 | Pbro. Santiago Martín FM




DURACIÓN 8:22 MINUTOS

«Un nacimiento ha cambiado el rumbo de la historia y no fue el tuyo».




Sermón para la Navidad de 2021

Esta fue la frase que, hace algunos días, un grupo de católicos españoles (la Asociación de propagandistas) ha utilizado para empapelar las calles de Madrid frente a las protestas de la progresía de turno.

Es que hay frases que dan para pensar y, algunos, cada tanto, hacen el intento y, al hacerlo, llegan a ciertas verdades que no son del todo cómodas.

“Un nacimiento que cambió el rumbo de la historia y no fue el tuyo”; ni es el nuestro, mal que nos pese. Es el Nacimiento de un Niño, de un Niño nacido de una Virgen, desposada con un hombre mayor a ella, de la tribu de David, la tribu de las promesas, de donde nacería, según una antigua profecía judía, el Salvador, el Mesías esperado, quien redimiría a Israel de sus pecados y lo liberaría de su esclavitud.

“Un nacimiento que cambió el rumbo de la historia y no fue el tuyo”; un Niño, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, como dice San Pablo, una persona divina que, desafiando el orden de la naturaleza, asume una naturaleza humana; el Dios con nosotros, el Emmanuel esperado, el Verbo hecho carne, que nace, y llora, y juega y ríe y se pasea entre nosotros como se paseaba antiguamente en el Edén; un nacimiento que parte en dos la historia, que hablará de un antes y un después que Él. Un antes y un después para budistas, ateos, marxistas y liberales, musulmanes y judíos, todos, todos, hablarán, a partir de un día como hoy, de un nacimiento: y no fue el mío, no fue el tuyo, no fue el de nosotros.

Un Niño nace en la pobreza, en la soledad, entre animales, perseguido y, desde ese inicio, desde esa incomprensión, comienza a dividir en dos, como una espada tajante de doble filo, a quienes quieren estar bajo su bandera y a quienes no. Un niño que, desde su inicio, deberá exiliarse, hablar una lengua extranjera, ser perseguido y regresar a su patria natal luego de varios años.

“Ese nacimiento que cambió el rumbo de la historia y no fue el tuyo” irá desarrollándose durante 30 años, en la comunidad de la Sagrada Familia, trabajará como carpintero, no buscando los primeros puestos, hasta que llegara su hora; su hora más importante, que será la del sacrificio de la Cruz por medio de la cual cumplirá el único holocausto que existió en la historia: el de Dios que muere, loco de amor por sus hijos, para salvarnos.

Ese nacimiento -y esa cena- que cambiaron por completo el rumbo de la historia y no fueron ni el nuestro, ni las nuestras, ni las de otros, hará que, día a día, en cualquier lugar de la tierra, con apenas una gota de vino y una miguita de pan, un sacerdote, en la selva o en una catedral, en una parroquia o en una misa clandestina, haga bajar el Cielo a la tierra para que los ángeles, como en un nuevo Belén, adoren cantando Hosannas al Redentor.

Porque ese nacimiento y ese calvario, que cambiaron por completo el rumbo de la historia, no fueron como los nuestros, pequeñas cruces que arrastramos a regañadientes sin saber que, al final de cuentas, son las llaves que nos abren las puertas del Cielo.

Pasarán los días, pasarán los años, pasarán las décadas y, de nosotros, nadie se acordará; nadie, nadie nadie; de allí que, como decía la copla, “en esta vida emprestada, el buen vivir es la clave, pues al final de la jornada, aquél que se salva, sabe… y el que no, no sabe nada”.

Ese nacimiento, entonces, esta Natividad, que cambió el rumbo de la historia y no fue el nuestro, cambió por completo no sólo el rumbo de los siglos, sino también el rumbo de nuestra propia historia, de nuestra propia vida y de nuestra propia muerte. Porque, al final de cuentas, uno morirá como haya vivido…

Ese cambio de historia, ese cambio de agujas, perceptible para muchos de nosotros en un suceso, en un momento posterior a nuestra juventud, es nuestra primera conversión; es la gracia divina, la participación de la vida de Dios que llegó a nosotros en un momento único, irrepetible, casi como un secreto, pero un secreto indudable por el cual, el curso de nuestra historia, ya no podía seguir así. Esa primera conversión que, a su vez, tuvo un inicio, un fervor inicial y que, después, comenzó a decaer para ver si estábamos siguiendo los consuelos de Dios o al Dios de los consuelos…

Esa primera conversión que cambió el curso de mi historia, debe ser vivida a diario conforme a la de ese Dios hecho hombre que prometió en un sermón de cierta montaña, el Reino del Padre para quien fuese pobre de espíritu, pacífico, manso, misericordioso y puro; perdonador de los perseguidores y alegre hasta en las lágrimas.

Hubo un nacimiento que cambió el curso de la historia y no fue el tuyo; ni fue el mío; pero ese nacimiento, si aún no cambió tu historia personal, aún puede cambiarla…

Que Dios Nuestro Señor, que nos ha regalado una vez más el recordar su paso por la tierra y que ahora se hará presente nuevamente en el Altar, conmueva nuestros corazones de piedra para entregarnos de una vez por todas a Él, el único que merece ser servido, recordado y amado.

Porque hubo un nacimiento que ha cambiado el rumbo de la historia y no fue el tuyo; ni el mío. Pero puede cambiar nuestras vidas, si lo dejamos…

¡Feliz y Santa Navidad!

Padre Javier Olivera Ravasi, SE

24/12/2021