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jueves, 28 de septiembre de 2023

El obispo Schneider responde a los nuevos sedevacantistas: Francisco es el Papa (Carlos Esteban)




En los últimos días, y ante la inminencia de un sínodo que insinúa cambios en la doctrina, algunos personajes de alto perfil han postulado que Francisco no es el Papa. El obispo conservador Athanasius Schneider sale al paso de esa tendencia con una carta, que reproducimos a continuación, refutando esa postura.

No existe autoridad para declarar o considerar inválido a un Papa electo y generalmente aceptado como Papa. La práctica constante de la Iglesia hace evidente que incluso en el caso de una elección inválida, esta elección se perfecciona de hecho mediante la aceptación general del nuevo elegido por la abrumadora mayoría de cardenales y obispos.

Incluso en el caso de un Papa hereje, este no pierde automáticamente el cargo ni hay en la Iglesia organismo alguno que pueda declararle depuesto por herejía. Tales acciones se acercarían a una versión de la herejía conciliarista o episcopalista. La herejía del conciliarismo o episcopalismo dice básicamente que existe un organismo dentro de la Iglesia (Concilio Ecuménico, Sínodo, Colegio Cardenalicio, Colegio de Obispos), que puede emitir una sentencia jurídicamente vinculante sobre el Papa.

La teoría de la pérdida automática del papado debido a la herejía sigue siendo sólo una opinión, e incluso San Roberto Belarmino se dio cuenta de esto y no la presentó como una enseñanza del Magisterio mismo. El perenne Magisterio papal nunca enseñó tal opinión. En 1917, cuando entró en vigor el Código de Derecho Canónico ( Codex Iuris Canonici ), el Magisterio de la Iglesia eliminó de la nueva legislación la observación del Decretum Gratiani en el antiguo Corpus Iuris Canonici., donde se afirmaba que un Papa que se desvía de la recta doctrina puede ser depuesto. Nunca en la historia el Magisterio de la Iglesia admitió procedimiento canónico alguno de deposición de un Papa hereje. La Iglesia no tiene poder sobre el Papa formal o judicialmente. La tradición católica más segura dice que, en el caso de un Papa herético,los miembros de la Iglesia pueden evitarlo, resistirlo, negarse a obedecerlo, todo lo cual puede hacerse sin requerir una teoría u opinión que diga que un Papa herético pierde automáticamente su cargo o puede ser depuesto en consecuencia.

Por lo tanto, debemos seguir el camino más seguro ( via tutior) y abstenernos de defender la mera opinión de los teólogos (aunque sean santos como San Roberto Belarmino), que dice que un Papa herético automáticamente pierde su cargo o puede ser depuesto por la Iglesia.

El Papa no puede cometer herejía cuando habla ex cathedra, esto es un dogma de fe. Sin embargo, en su enseñanza ajena a las declaraciones ex cathedra, puede caer en ambigüedades doctrinales, errores e incluso herejías. Y dado que el Papa no es idéntico a toda la Iglesia, la Iglesia es más fuerte que un Papa singular y errado o herético. En tal caso, uno debe corregirlo respetuosamente (evitando la ira puramente humana y el lenguaje irrespetuoso), resistirlo como se resistiría a un mal padre de familia. Sin embargo, los miembros de una familia no pueden declarar depuesto de la paternidad a su malvado padre. Pueden corregirlo, negarse a obedecerlo, separarse de él, pero no pueden declararlo depuesto.

Los buenos católicos conocen la verdad y deben proclamarla, ofrecer reparación por los errores de un Papa equivocado. Siendo humanamente irresoluble el caso de un Papa hereje, debemos implorar con fe sobrenatural una intervención Divina, porque ese Papa singular descarriado no es eterno, sino temporal, y la Iglesia no está en nuestras manos, sino en las manos todopoderosas de Dios.
Debemos tener suficiente fe, confianza, humildad y espíritu de Cruz sobrenaturales para soportar una prueba tan extraordinaria. En situaciones tan relativamente cortas (en comparación con 2000 años) no debemos ceder a una reacción demasiado humana y a una solución fácil (declarar la invalidez de su pontificado), sino que debemos mantener la sobriedad (mantener la cabeza fría) y al mismo tiempo una verdadera visión sobrenatural y confianza en la intervención divina y en la indestructibilidad de la Iglesia.

Carlos Esteban 

sábado, 11 de junio de 2022

Reflexiones sobre la cuestión de la validez del papado del Papa Francisco, por Athanasius Schneider


El video y la transcripción son provistos por LifeSiteNews, Jun-09-2022. Traducción, con adaptaciones, de Secretum Meum Mihi.

Bishop Schneider: Theory that Benedict XVI is pope and not Francis defies ‘tradition of the Church’



Duración del video 20:28 minutos



El principio rector más seguro en la cuestión crucial para la vida de la Iglesia sobre la validez del papado del Papa Francisco, debe ser la práctica imperante en la historia de la Iglesia, con la cual se resolvieron los casos de renuncias o elecciones papales presuntamente inválidas. En esta práctica predominante se mostró el sensus perennis ecclesiae.

El principio de legalidad aplicado ad litteram (al pie de la letra) o la del positivismo jurídico no fue considerado en la gran práctica de la Iglesia un principio absoluto, ya que la legislación de la elección papal es sólo una ley humana (positiva), y no una ley Divina (revelada).

La ley humana que regula la asunción del oficio papal o la dimisión del oficio papal debe estar subordinada al bien mayor de toda la Iglesia, que en este caso es la existencia real de la cabeza visible de la Iglesia y la certeza de esta existencia para todo el cuerpo de la Iglesia, clero y fieles.

Esta existencia visible de la cabeza y la certeza de ella son exigidas por la naturaleza misma de la Iglesia. La Iglesia universal no puede existir por un tiempo considerable sin un Supremo Pastor visible, sin el sucesor de Pedro, ya que la actividad vital de la Iglesia universal depende de su cabeza visible, como por ejemplo, el nombramiento de obispos diocesanos y cardenales, nombramientos que requieren la existencia de un Papa válido.

A su vez, el bien espiritual de los fieles depende de un nombramiento válido de un obispo, ya que en el caso de un nombramiento episcopal inválido (por un papa presuntamente inválido), los sacerdotes carecerían de jurisdicción pastoral (confesión, matrimonio). De esto dependen también aquellas dispensas que sólo el Romano Pontífice puede conceder, y también las indulgencias, todo ello para el bien espiritual y eterna salvación de las almas.

Aplicar en este caso el principio de suplencia de jurisdicción socavaría la característica de visibilidad de la Iglesia y sería sustancialmente la posición de la teoría sedevacantista. El arzobispo Marcel Lefebvre, al consagrar obispos sin mandato del Papa, aplicó también el principio de suplencia de jurisdicción, pero lo aplicó sólo a casos específicos y no a toda la jurisdicción pontificia. Siempre mencionó al Papa en el Canon de la Misa.

La aceptación de la posibilidad de un tiempo prolongado de vacancia de la Santa Sede (sedisvacantia papalis) conduce fácilmente al espíritu de sedevacantismo, el cual en última instancia constituye una especie de fenómeno sectario y casi herético que ha aparecido en los últimos sesenta años debido a los problemas con el Vaticano II y los papas conciliares y postconciliares.

El bien espiritual y la salvación eterna de los fieles es la ley suprema en el sistema normativo de la Iglesia. Por esta razón, existe el principio de supplet ecclesia o de sanatio in radice (“sanación en la raíz”), es decir, la Iglesia completa lo que estaba en contra del derecho positivo humano, en el caso de los sacramentos, que exigen facultades jurisdiccionales , por ejemplo, la confesión, el matrimonio, la confirmación, las cargas de las intenciones de las Misas.

Guiada por este principio verdaderamente pastoral, el instinto de la Iglesia ha aplicado también la supplet ecclesia o la sanatio in radice en caso de dudas sobre una renuncia o una elección pontificia. En concreto, la sanatio in radice de una elección pontificia inválida se expresó en la aceptación pacífica y moralmente universal del nuevo Pontífice por parte del episcopado y del pueblo católico, por el mismo hecho de que este Pontífice electo (presuntamente inválido) fue nombrado en el Canon de la Misa prácticamente por todo el clero católico.

La historia de la Iglesia es una maestra segura en este asunto. La vacancia más larga de la Sede Apostólica duró dos años y nueve meses (del 29 de Noviembre de 1268 al 1 de Septiembre de 1271). También fue la época en la que vivió Santo Tomás de Aquino. Evidentemente, hubo elecciones pontificias inválidas, es decir, asunciones inválidas del oficio papal, por ejemplo, el Papa Gregorio VI se convirtió en Papa comprando el papado con una gran suma de dinero de su predecesor, el Papa Benedicto IX, en el año 1045. Sin embargo, la Iglesia romana siempre ha considerado a Gregorio VI como un papa válido e incluso a Hildebrando, quien más tarde se convirtió en el Papa San Gregorio VII, consideró a Gregorio VI como un papa legítimo, a pesar de la forma ilegítima en que Gregorio VI se convirtió en Papa. El Papa Urbano VI había sido elegido bajo una enorme presión y amenazas del pueblo romano. Algunos cardenales electores temieron incluso por su vida, tal era el ambiente de la elección de Urbano VI en el año 1378. Durante la coronación del nuevo Papa todos los cardenales electores le rindieron homenaje y lo reconocieron como Papa durante los primeros meses de su pontificado.

Sin embargo, después de algunos meses, algunos cardenales, especialmente los cardenales franceses, comenzaron a dudar de la validez de la elección debido a las circunstancias amenazantes y la presión moral que tuvieron que sufrir durante la elección. Por esta razón, estos cardenales eligieron un nuevo Papa, que se llamó Clemente VII, un francés, que eligió Aviñón como su residencia. Él y sus sucesores fueron considerados por la Iglesia Romana siempre como antipapas (véanse las ediciones del Anuario pontificio). Así comenzó una de las crisis más desastrosas de la historia de la Iglesia, el Gran Cisma de Occidente, que duró casi cuarenta años, desgarrando la unidad de la Iglesia y dañando el bien espiritual de las almas tanto. La Iglesia Romana siempre ha reconocido a Urbano VI como un papa válido, a pesar de los factores probablemente invalidantes de su elección. El hecho de que incluso un santo, como por ejemplo San Vicente Ferrer por un tiempo, reconociera al antipapa Clemente VII como el único Papa válido, no es un argumento convincente, ya que los santos no son infalibles en todas sus opiniones. El mismo San Vicente Ferrer abandonó más tarde al antipapa de Aviñón, Clemente VII, y reconoció al Papa en Roma.

El Papa San Celestino V hizo su renuncia en circunstancias de presiones e insinuaciones del poderoso Cardenal Benedetto Gaetani, quien lo sucedió como Papa Bonifacio VIII en el año 1294. Por estas circunstancias, una parte de los fieles y el clero de esa época nunca reconocieron a Bonifacio VIII como Papa válido. Sin embargo, la Iglesia Romana consideraba a Bonifacio VIII como un Papa legítimo, porque la aceptación de Bonifacio VIII por la mayor parte del episcopado y de los fieles remedió “de raíz” las posibles circunstancias invalidantes tanto de la renuncia de Celestino V como de la elección de Bonifacio VIII.

La siguiente explicación del profesor Roberto de Mattei demuestra de manera convincente la inconsistencia de las teorías de un papado inválido del Papa Francisco:

“De nada ha servido que en una declaración a LifeSiteNews publicada el 14 de febrero de 2019 el propio monseñor Gänswein corroborase la validez de la renuncia al ministerio petrino, afirmando: «Sólo hay un papa legítimamente elegido: Francisco». La idea de una posible redefinición del munus petrino ya estaba lanzada. Ante la objeción de que el papado es uno e indivisible y no tolera divisiones internas, los mencionados conservadores responden que eso demuestra precisamente la invalidez de la dimisión de Benedicto XVI. La intención de éste –dicen– era conservar el pontificado, suponiendo que dicho oficio pudiera dividirse en dos. Pero esto es un error sustancial, ya que la naturaleza monárquica y unitaria del pontificado es de derecho divino.

Sólo Dios juzga las intenciones, mientras que el derecho canónico se limita a evaluar el comportamiento externo de los bautizados. Una célebre sentencia del derecho romano, recordada tanto por el cardenal Walter Brandmüller como por el cardenal Raymond Leo Burke, afirma: De internis non iudicat praetor: un juez no juzga cuestiones internas. Por otra parte, el canon 1526 § 1 del nuevo Código de Derecho Canónico recuerda que «onus probandi incumbit ei cui asserit» (la carga de la prueba incumbe al que afirma). No es lo mismo indicio que prueba. El indicio indica la posibilidad de un hecho, en tanto que la prueba demuestra la certeza en cuanto al mismo. La regla de Agatha Christie según la cual tres indicios equivalen a una prueba sirve en la literatura, pero no tiene validez ante un tribunal civil o eclesiástico.

Es más, si el papa legítimo es Benedicto XVI, ¿qué pasaría si se muriera de un día para otro o si, antes de morirse, faltara el papa Francisco? Teniendo en cuenta que muchos de los actuales purpurados han sido creados por Francisco y que ninguno de los cardenales electores lo considera antipapa, la sucesión apostólica quedaría interrumpida, lo cual perjudicaría la visibilidad de la Iglesia. La paradoja está en que para demostrar la nulidad de la renuncia de Benedicto se valen de sofismas jurídicos, pero luego, para resolver el problema de la sucesión de Benedicto o de Francisco sería necesario recurrir a soluciones extracanónicas”. (Las incógnitas al final de un pontificado, originalmente en Corrispondenza Romana , 1 de julio de 2020)

La hipótesis de la renuncia inválida de Benedicto XVI, y por tanto de la invalidez del papado de Francisco, se presenta propiamente como un callejón sin salida, un cul-de-sac. Durante nueve años la Sede Apostólica habría estado vacante de facto, ya que Benedicto XVI no hizo ningún acto de gobierno, ningún nombramiento episcopal o cardenalicio, ningún acto de dispensa, de indulgencias, etc. Por esta razón, la Iglesia universal quedaría paralizada en su aspecto visible. Tal suposición equivaldría en la práctica a la actitud del sedevacantismo.

En los últimos nueve años serían nulos todos los nombramientos de Nuncios Apostólicos, Obispos diocesanos y Cardenales, todas las dispensas pontificias, las indulgencias concedidas y utilizadas por los fieles, con todas las consecuencias nocivas para el bien espiritual de las almas (obispos ilegítimos, jurisdicciones episcopales inválidas, etc.). Todos los cardenales nombrados por el Papa Francisco serían inválidos, es decir, hay no cardenales, y esto se aplicaría a la mayor parte del actual colegio cardenalicio.

Otra hipótesis puramente teórica: si Benedicto XVI hubiera sido un Papa extremadamente liberal y casi herético y hubiera renunciado en 2013 en circunstancias similares a las que realmente ocurrieron en 2013 (teniendo por tanto posibles elementos de nulidad) y luego hubiera sido elegido nuevo Papa con un espíritu absolutamente tradicional. Y este nuevo Papa —presuntamente elegido inválidamente por la renuncia inválida de su predecesor y por la violación de algunas normas del cónclave— hubiera comenzado a reformar la Iglesia en el verdadero sentido católico, hubiera nombrado buenos obispos y cardenales, emitido profesiones de fe o pronunciamientos ex cathedra para defender la fe católica frente a los errores actuales dentro de la Iglesia, ciertamente ningún buen cardenal, obispo y fiel católico consideraría a este nuevo Papa ciento por ciento católico como un Papa ilegítimo, pidiendo su renuncia y el regreso a mandar del viejo pontífice liberal.

Otra hipótesis: La persona que fue el Papa Benedicto XVI podría vivir aún varios años, y mientras tanto todos los cardenales nombrados por Juan Pablo II y Benedicto XVI morirían, por lo tanto el colegio cardenalicio estaría compuesto únicamente por cardenales designados por el Papa Francisco, por lo tanto serían no cardenales según la teoría del pontificado inválido de Francisco, por lo tanto ya no habría un colegio de cardenales, y por lo tanto no habría electores válidos, que podrían proceder a una nueva elección pontificia. La ley que dice que los cardenales son los únicos electores válidos del papa está en vigor desde el siglo XI y fue sancionada por los Romanos Pontífices, por lo que sólo un Romano Pontífice es competente para cambiar la ley de la elección pontificia y para sancionar una regla que permitiría tener otros electores además de los cardenales. Si uno siguiera la teoría del pontificado inválido de Francisco, en el caso hipotético, cuando murieran todos los cardenales nombrados antes del Papa Francisco y también el ex Papa Benedicto XVI, no sería posible elegir válidamente a un nuevo Pontífice. La Iglesia estaría en un callejón sin salida, un cul-de-sac.

La hipótesis de que Benedicto XVI sigue siendo el único Papa válido, y por tanto el Papa Francisco sería un Papa inválido, contradice no sólo la práctica probada y razonable de la gran tradición de la Iglesia, sino también el simple sentido común. Además, en este caso se absolutiza el aspecto de la legalidad, es decir, en nuestro caso de las normas humanas de renuncia y elección pontificia, en detrimento del bien de las almas, pues se crea la situación de incertidumbre sobre la validez de los actos de gobierno de la Iglesia y esto socava la naturaleza visible de la Iglesia, y se acerca a la mentalidad del sedevacantismo. El camino más seguro (vía tutior) y el ejemplo de la práctica constante de la gran tradición de la Iglesia deben seguirse también en nuestro caso presente.

El timón de la barca de la Iglesia tiene en sus manos a Nuestro Señor Jesucristo, incluso en las situaciones de mayor tempestad, como puede ser en tiempos de un Papa doctrinalmente ambiguo. Tales tormentas son relativamente cortas en comparación con otras grandes crisis durante los dos mil años de existencia de la Iglesia militante.

En medio de la confusión y de la tempestad en la vida de la Iglesia de nuestros días, Nuestro Señor se levantará y reprenderá a los vientos y al mar (ver Mt 8,24), y volverá a darse un tiempo de calma, seguridad doctrinal, sacralidad litúrgica y santidad de los sacerdotes, obispos y papas. Tenemos que renovar en medio de una situación que humanamente hablando parece impotente, nuestra fe inquebrantable en la verdad Divina de que las puertas del infierno nunca prevalecerán contra la Iglesia Católica.

+ Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Santa María en Astana.

sábado, 15 de diciembre de 2018

Old Rite Priest Claims that Archbishop Marcel Lefebvre Was Sedevacantist


Duración 3:28 minutos

The Catholic Register, owned by the Archdiocese of Toronto, published on November 30 an article about the Old Rite Priestly Fraternity of Saint Peter. The piece carries the contradictory heading: "Traditional Priestly Fraternity of St. Peter stresses unity with Pope Francis". 
The article quotes the Fraternity's Superior General, Father Andrzej Komorowski, saying that “There is no possibility to get to Heaven without being united to the Pope”. There is very little likelihood that Pope Francis would agree with this statement.

The article goes on quoting from a lecture Father Joseph Bisig, the Fraternity’s first superior general who was removed by the Vatican in 2000, gave in Ottawa on November 24. Bisig stressed that "we believe in the visibility of authority" and “we are not Protestants”. A hypothetical question: What would happen if an authority, blindly followed by those who do not want to be Protestants, leads them into Protestantism?

Bisig even claimed that Archbishop Lefebvre entertained sedevacantism saying that Paul VI was not the real pope, and thus the Chair of Peter was vacant. According to Bisig, Lefebvre kept this opinion largely out of the public realm – quote – "because most priests in the SSPX would have been scandalized."

Bisig left the SSPX in 1988 when Archbishop Lefebvre consecrated four bishops against the will of John Paul II. Quote, “We did not want to leave the SSPX,” Bisig said. “We were forced to do so. Our superior became schismatic. We felt like orphans abandoned by our father.” However, Bisig himself was ordained a priest by Archbishop Lefebvre against the will of John Paul II in a time when Lefebvre was already suspended. The question is whether this, according to Bisig’s interpretation, was also a schismatic act.

Now, Bisig says about himself that "I pray very much for my old, good friends (in the SSPX) to join the Church” and to “come in without any conditions,” but to “accept the authority of the living magisterium.” "Living magisterium" is a term used by modernists in order to pretend that the magisterium may invent new doctrines or contradict old ones.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Por qué los estragos de este pontificado no indican que la Sede esté vacante (Peter Kwasnoiewski)




Del Concilio Vaticano II para acá siempre ha habido un pequeño sector de católicos que, ante la apostasía, herejía, irreverencia y desolación generalizadas en la Iglesia, han llegado a la conclusión de que no hay un pontífice legítimo sentado en el trono de San Pedro. Se los conoce como sedevacantistas, porque creen que la sede (la silla de San Pedro, sedes en latín) está vacante.
Hay sedevacantistas para todos los gustos, pero en general sostienen que desde el fallecimiento de Pío XII en octubre de 1958 no ha habido un papa válido. Por otro lado, están los sedeprivacionistas, que sostienen que todos los pontífices de los últimos sesenta años han sido papas material pero no formalmente: Dios los ha nombrado para que ejerzan como vicarios de Cristo, pero se han negado a aceptar los deberes que les impone el cargo y su funcionalidad ha quedado interrumpida.
Podemos mirar con comprensión los lamentos y el desaliento de esos católicos horrorizados por las infidelidades del clero después del Concilio, pero su postura es insostenible.
La verdadera raíz del sedevacantismo se encuentra en el montanismo; la misma dolencia que nos aqueja desde el primer Concilio Vaticano. Como ninguno de los papas posteriores a Pío XII ha estado a la altura de la perfección doctrinal y santidad personal que de modo irrazonable exigen los sedevacantistas a un vicario de Cristo, tienden a llegar a la conclusión de que esos pontífices no deben de ser realmente papas. Pero en vez de eso, lo que hace falta es una resuelta actitud realista que se dé cuenta de hasta qué punto puede meter la pata un papa.
La medida en que puedan causar graves problemas es imposible de determinar con antelación a los acontecimientos. No me cabe la menor duda de que antes de Honorio habría algunos que afirmaran que un papa jamás puede aprobar la herejía. Y luego llegó Honorio y la armó buena (y no ha sido el único que lo ha hecho). Lógicamente, se pueden presentar muchos argumentos y complejos alegatos explicando que Honorio y otros pontífices de dudosa doctrina no intentaron imponer herejías mediante pronunciamientos ex cathedra, por ejemplo, pero eso no quita que un sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo pueda tener ideas erróneas en materia de fe y costumbres, y expresarlas de un modo no vinculante. Viene muy bien saber que esto es posible cuando nos las vemos con un papa como Francisco, que en toda clase de cuestiones se zambulle en las aguas profundas del error.
Algún otro católico podría haber dicho que Cristo sólo puede escoger como vicario suyo a alguien digno del cargo. Pero luego llegaron los siglos oscuros y tuvimos a simoniacos, nepotistas, asesinos, fornicarios y jefes militares ocupando el solio pontificio. Así como la infalibilidad no se aplica a la mayoría de las cosas que dice el Sumo Pontífice, tampoco se les aplica la impecabilidad a los papas.
Huelga decir que Francisco se está pasando de la raya, desviándose más que ningún pontífice se haya desviado hasta ahora. Y en vez de negar esta crisis, los teólogos tienen que aceptarla como una exhortación a replantearse desde sus mismos orígenes este engañoso discurso ultramontanista que lleva 150 años o más en acción. Es algo que invita a los católicos a renovar su compromiso con la Fe de nuestros mayores.
El problema de fondo del sedevacantismo es que no es otra cosa que una explicación que no reconoce la gravedad del asunto; y tampoco aporta solución alguna. A lo que voy con la primera mitad de esta afirmación es a que para un sedevacantista es más fácil despachar sesenta años de malos papas midiéndolos por un patrón platónico que afrontar la cruda y terrible realidad de un papa que siendo verdadero no deja de ser hereje o malo. Y con la segunda parte, lo que digo es: si llevamos décadas sin papa, ¿cómo vamos a hacer para tener uno? ¿Esperar a que caiga del cielo? Ningún cardenal elector sería legítimo; lo cierto es que toda la jerarquía estaría arruinada sin remedio.
Nada de eso. Lo cierto es que tenemos y siempre tendremos papa. La Iglesia nunca dejará de tener Cabeza visible, a fin de que la Iglesia visible refleje la verdadera estatura de Cristo, que está compuesto de cabeza y miembros. Es indudable que entre un pontificado y otro hay un periodo de tiempo (por lo general bastante breve) en que la sede está vacía mientras se elige al sucesor del pontífice recién fallecido. Pero para que las promesas de Nuestro Señor sean válidas, esos periodos tienen que estar limitados en el tiempo, y tienen que concluir con facilidad. El cónclave más largo de la historia fue el que eligió a Clemente IV, que se reunió entre noviembre de 1268 y septiembre de 1271. Tres años, aunque parezca una barbaridad de tiempo, siguen siendo bastante breves al lado de los sesenta que exige la postura sedevacantista.
Hablando en plata: si la Iglesia Católica lleva sesenta años sin papa, eso quiere decir que Cristo ha faltado a sus promesas y esta Iglesia no es la verdadera. Es más, si Iglesia Católica no es la verdadera, no existe una Iglesia verdadera, porque no hay otra institución que reúna condiciones suficientes para ser acreedora a dicho título (ni siquiera la Iglesia Ortodoxa). Como sabemos, por ser de Fe divina y católica, que la Iglesia no puede ser invisible ni le puede faltar una cabeza terrena que sea imagen de la celestial y sucesor de San Pedro en el colegio apostólico, no deberíamos tener dificultad como miembros bautizados del Cuerpo Místico en confesar que tenemos un pontífice y siempre lo tendremos. Es decir, alguien reconocido como tal por el episcopado de todo el mundo y el cuerpo de los fieles en general.
Pues sí, habemus papam. Lo que pasa es que muy malo si lo medimos por el patrón por el que se miden los pontificados desde hace 2000 años.
(Traducido por Bruno de la Inmaculada/Adelante la Fe. Artículo original)
Peter Kwasnoiewski

miércoles, 20 de junio de 2018

RESPUESTA A JUAN SUAREZ FALCO (I) del BLOG “COMO VARA DE ALMENDRO” (Capitán Ryder)



Hace unos días Juan Suarez Falcó, en el blog “Como Vara de Almendro”, nos dedicaba unas líneas a quienes creemos que la crisis de la Iglesia no empezó hace 5 años, por muy destructivos que hayan sido éstos.
En concreto, señalaba que: 
“Este artículo no va dirigido a ellos, sino a los que, conociendo las herejías de Bergoglio y criticándolas, le tienen por Papa”.
La dedicatoria, no sobrada de cariño, nos imputaba nada menos que haber caído en “una dulce trampa del diablo”. De paso, nos imputaba lo único que no se puede ser en la Iglesia de hoy “filolefebvriano(1). La mayoría de los católicos hoy permiten ser casi cualquier cosa, pero lefebvriano, ¡eso nunca!. 
Y ¿qué es ser filolefebvriano? Ni idea aunque, por eliminación, puedo hacerme una idea al leer el artículo. Una de las cosas que -parece- te hace filolefebvriano es hacer alguna crítica a los papados anteriores, pues eran días de vino y rosas y quizá, solo quizá, se pudo cometer algún error.
Sí, creo que el debate que abre es muy interesante, al menos para los católicos que queremos que la Iglesia vuelva a ser luz del mundo.
Entro en él con la mejor de las intenciones, pues la barca de Pedro amenaza con hundirse y es preciso que todos pongamos de nuestra parte para evitarlo.
- Si he entendido bien el contenido del artículo (si no es así el autor me corregirá) las tesis del artículo serían:
  • Francisco no es Papa.
  • El Papa es Benedicto XVI
  • Todos los Papados post-conciliares fueron buenos o muy buenos.
  • La doctrina de la Iglesia se ha mantenido intacta hasta el advenimiento de Francisco. A los que comparten la tesis de don Juan les gusta mucho utilizar la expresión “Francisco ha traicionado/destruido la tradición bimilenaria de la Iglesia”
  • La doctrina de los Papas post-conciliares nunca ha supuesto ruptura con lo afirmado por la Iglesia anteriormente.
  • El mal vendría del “espíritu del Concilio”, que los papas combatieron fuertemente.
  • Puede que los Papas post-conciliares cometiesen algún error, pero sólo eso, como el nombramiento de Bergoglio o besar el Corán.
- ¿Que defendemos otras personas?
  • Que en el Concilio Vaticano II triunfaron unas ideas ajenas a la Tradición de la Iglesia.
  • Que esas ideas son corrosivas para la Fe. El principal error, del que se derivan el resto, sería el giro antropocéntrico, nada disimulado, por el que los derechos de los hombres han sido entronizados en la Iglesia.
  • Que esas ideas son ahora mayoritarias.
  • Que cuando abres una ventana, la que a ti te gusta, otro Papa puede venir más fácilmente a abrir otras, las que a él le gusten. Y, como cada vez habrá menos oposición se podrán abrir más fácilmente.
  • Eso no iguala el papado de Francisco con el de Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero no obvia los problemas generados por esos pontífices. No hablamos ya de Pablo VI, un absoluto horror.
Una obviedad antes de empezar: eso no te convierte en sedevacantista.
La respuesta tiene que ser necesariamente larga. Serán varios artículos. Estas cosas no se pueden ventilar en pocas líneas, pero es ciertamente sorprendente que alguien sostenga, sin hacer caso a las vías de agua que tiene la tesis, más o menos (2) lo siguiente:
  • Cuando Francisco es elegido Papa llevábamos 35 años (de 1978 al 2013) de gobierno maravilloso de la Iglesia aunque habían tenido que lidiar con el “Espíritu del Concilio”, y habían cometido algún pequeño error.
  • Los Papados anteriores también habían sido muy meritorios.
  • Desde el 2013 Francisco se ha dedicado a desmontar la Iglesia.
¿Cuáles serían estas vías de agua?
  • ¿Una organización sana elige Papa a alguien como Francisco?
  • Y si lo elige por alguna razón o error, ¿cuánto tardaría en ponerlo en su sitio si tuviese vigor?
  • El colegio cardenalicio, elegido íntegramente por Juan Pablo II y Benedicto XVI, ha votado por Francisco. ¿Seguro que sólo cometieron algún pequeño error?
  • El colegio cardenalicio, elegido íntegramente por Juan Pablo II y Benedicto XVI, salvo contadas excepciones, permanece callado o nos explica sin ningún rubor que el blanco y el negro es el mismo color. ¿Seguros que sólo cometieron algún pequeño error?
  • Si mañana muere Benedicto XVI, y dado que no se hará un nuevo cónclave, ¿les haría eso a quienes sostienen esta tesis sedevacantistas?
  • Cuando hablamos de doctrina de la Iglesia ¿a qué nos referimos exactamente? ¿Se incluye ahí el ecumenismo, la libertad religiosa, el reinado social de Cristo, la reforma litúrgica etc?
  • Hace unos ideas enlazábamos a los datos sobre los fieles católicos en Hispanoamérica. Del año 1995 al 2017 más de 10 países han perdido al menos 20 puntos porcentuales entre los que se declaran católicos. ¿Podemos achacar esto sólo a los 5 últimos años?
  • Un ejemplo europeo. En Bélgica, en los años 60, acudían a Misa más del 40% de los católicos. Hoy, apenas roza el 4%. Cualquiera podríamos hablar de algo similar de nuestra diócesis, pero ¿Qué parte imputamos a Francisco?
  • Es decir, la Fe ha muerto en la otrora Cristiandad y nada predice que pueda volver a brotar. Y no ha muerto estos últimos 5 años. Dice el Evangelio que “por sus frutos los conoceréis”, luego, ¿cuál es el origen de la crisis?
(1) El tema de monseñor Lefebvre daría para mucho pero es, ciertamente irónico, trágicamente irónico, que en una época en que muchos obispos, arzobispos o cardenales nieguen verdades de Fe sólo Lefebvre, sin negar ninguna, fuese excomulgado.

(2) No pretendo simplificar o trivializar las opiniones del autor. Creo que es. más o menos, lo que dice.
Capitán Ryder
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Finalmente, y como aperitivo, citamos unas palabras del teólogo jesuita Avery Dulles, creado Cardenal por Juan Pablo II en 2001 (artículo tomado de infocaótica, 1 de diciembre de 2012, de título Todos herejes 
“Es más interesante para nuestro problema observar que el Vaticano II dio marcha atrás silenciosamente sobre posiciones anteriores del magisterio Romano en numerosas cuestiones de importancia. Los ejemplos más claros son suficientemente conocidos. En los estudios  bíblicos, por ejemplo, la Constitución sobre la Divina Revelación aceptó un acceso crítico al Nuevo Testamento, apoyando así las iniciativas previas de Pío XII y liberando a la Iglesia, de una vez por todas, de las pesadillas de los decretos anteriores de la comisión bíblica. En el Decreto de Ecumenismo, el Concilio dio la cordial bienvenida al movimiento ecuménico y comprometió a la Iglesia Católica en la cuestión más amplia de la unidad Cristiana, acabando así con la hostilidad santificada en la Mortalium animos de Pío XI. En las relaciones entre la Iglesia y el Estado, la Declaración sobre la Libertad Religiosa aceptó al Estado religiosamente neutro, negando así la opinión aprobada previamente de que el Estado debería reconocer formalmente la verdad del Catolicismo. 
En la teología de las realidades terrenas, la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual adoptó una visión evolutiva de la historia y un optimismo moderado con respecto a los sistemas seculares de pensamiento, acabando así con más de un siglo de denuncias vehementes contra la civilización moderna.
Como resultado de éstas y otras revisiones de antiguas posturas oficiales, el Concilio rehabilitó a muchos teólogos que habían sufrido restricciones severas en su capacidad de enseñar y publicar. Los nombres de John Courtney Murray, Teilhard de Chardin, Henri de Lubac e Yves Congar, todos ellos tenidos como sospechosos en la década de los 50, aparecieron de repente rodeados por un halo brillante de entusiasmo.
Con su práctica concreta del revisionismo, el Concilio enseñó implícitamente que es legítimo y hasta valioso disentir. De hecho el Concilio admitió que  el magisterio ordinario del Romano Pontífice se había equivocado, y había dañado injustamente las carreras de hábiles y fieles teólogos”.

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P.D. Parece que este conocido teólogo, sin ningún empacho, proclamaba que la, tan cacareada “doctrina bimilenaria” fue convenientemente arrinconada en algunos aspectos. Aún estamos esperando que hagan la valoración sobre el camino que ellos decidieron emprender y en el que embarcaron a toda la Iglesia.

miércoles, 19 de julio de 2017

Mateo, ¿Por qué no eres sedevacantista? (por Beatrice Atherton)




No sé por qué razón atraigo a personas que lo único que intentan es que yo dude de mi fe, tome partido dentro de sus sectas o acoja sus propias verdades. Soy como un imán para fanáticos, gnósticos, mormones, masones y cuanta variedad religiosa o pseudoreligiosa se encuentra en el mundo. Quieren hacerse de una presa fácil conmigo, pero soy un hueso duro de roer y no me van a mover ni un centímetro. ¿Cómo no recordar a Charles Reding de la novela de J.H. Newman, Perder y Ganar, que estando a horas de ser recibido en la Iglesia Católica desde el anglicanismo, es visitado por una serie de personajes que, al enterarse que se hará católico, lo persuaden para que no proceda a hacerlo y en cambio, los siga a ellos en sus sectas? Bueno, ocurre que me topo a menudo con gente que intenta convencerme para que me una a sus credos o me haga partícipe de sus tomas de postura.

El asunto es que fui con mi familia a hacer las compras semanales en el supermercado. Estas compras son para mí bastante estresantes, no sólo porque la boleta final cada vez es más difícil de cancelar, sino porque mis hijos, mis siete hijos, han hecho un pacto implícito entre ellos para dejar a sus padres enfermos de los nervios mientras intentamos seguir la lista de compras que mi esposa prepara en casa para que no se le olvide lo que necesita. Mis hijos corren como si los pasillos fueran una pista de carrera, se me esconden entre la multitud y entre los carros. Intento no sacarles la vista de encima, y en varias ocasiones han dejado a su padre al borde de un nuevo infarto cuando uno de ellos se pierde en medio de las estanterías. Estaba en esta labor de vigilancia cuando de pronto alguien me saludó muy afectuosamente:

– ¡Mateo qué gusto verte! ¡Ha pasado tanto tiempo! ¡Hola María de los Ángeles!

Mi esposa saludó a mi amigo y se disculpó con él por no poder quedarse conversando ya que estaba con el apremio del tiempo. Ella se hizo cargo de seis de mis hijos y siguió comprando, y yo me quedé con el menor al que tomé en mis brazos. Ella sabe que cuando me pongo a conversar en el supermercado con alguno de mis conocidos, me descuido con los niños.

-Qué bueno que te encuentro. Justamente por estos días me había estado acordando de ti. ¿Tienes un momento para conversar ahora?

– Imposible. Tal como viste ando con mi familia y tengo que ayudar a Ángeles con los niños. ¿Por qué no vas a mi oficina en la universidad mañana a eso de las diez cuarenta y cinco?

-Perfecto. Estaré ahí sin falta. Quiero invitarte a un movimiento que estoy organizando en defensa de la fe. Me gustaría que dieras algunas charlas y si nos puedes ayudar monetariamente, mejor aún.

Cuando me dijo lo de “movimiento” yo entré a sospechar. Soy bastante reacio a los “movimientos”. Me considero como siempre lo he dicho, católico apostólico romano, a secas, sin nombre de grupos, ni de movimientos, ni de nada.

Quedamos en vernos al día siguiente y mientras corregía unas pruebas de mis alumnos en mi oficina llegó mi amigo. Lo hice pasar y comenzamos una conversación que me dejó un poco alterado.

– Como te conté ayer estoy formando un movimiento para defender la fe de siempre, un movimiento para combatir a la Iglesia conciliar.

El lenguaje lo delató de inmediato. Lo de “iglesia conciliar”, lo suelen usar los sedevacantes y me puse en alerta.

– A ver Celestino espera un momento, ¿de casualidad te has hecho sedevacante?

– Por supuesto Mateo, ¿acaso tú no? Tú siempre has defendido la doctrina tradicional, has combatido los errores, peleaste por la misa tradicional. ¿No me digas que reconoces a este antipapa como papa?

¡Por Dios! – pensé – esto no será fácil. Celestino, cuando yo le conocí, concurría a la antigua parroquia a la que yo también iba a misa a diario en mis tiempos de soltero. Ahí él formaba parte del grupo de los carismáticos. Unos años después se volcó hacia una congregación monástica, luego pasó a un grupo Ecclesia Dei, para después derivar en la Fraternidad. La última vez que lo había visto, fue precisamente ahí un día en que justo había ido yo a misa. Desde ese día ya habían transcurrido cuatro años en los que le había perdido la pista. Tiene una personalidad bastante dominante y se pone un tanto agresivo cuando sospecha que se le está llevando la contra. Posee lo que podría llamar una fuerte tendencia hacia el fanatismo, pues se le hace difícil entender que en la realidad existen las distinciones, tal como lo es en la metafísica, y que además, la Verdad no se puede separar de la Caridad con la cual se predica. La verdad que sostengo no se hará “más verdadera” si le predico con violencia o atacando al oponente con falacias y descalificaciones, y es eso precisamente lo que él no entiende.

En el último grupo religioso en el que estaba, había formado unas “milicias”. Hacían artes marciales y se preparaba para no sé qué clase de guerra religiosa con prácticas de tiro. Yo también practiqué arte marciales cuando estaba bueno y sano, pero nunca lo hice con el fin de agredir a otro, sino como elemento disuasivo y de defensa, pero estos tipos no, andaban buscando con quien probarse, y con quien pelear. Era tal su celo que se ponía afuera de la iglesia y vigilaba, junto a otros de sus compinches, para que ninguna mujer entrara sin velo, llegando al extremo de prohibirles a muchas su asistencia a misa por ir sin él. Una vez yo lo vi siendo muy duro con una jovencita que osó entrar sin su velo. En esa ocasión me acerqué a él y le sugerí tener una cajita con velos para prestárselos a las mujeres que no lo tuvieran.

– Los velos son escasos y no cualquier persona sabe cómo hacer uno, ni dónde encontrarlo. En vez de echarlas y humillarlas, ¿por qué no traes tú una buena cantidad de velos y se los ofreces en el atrio con una amable sonrisa para que lo usen en misa? Tal como lo leí una vez en un blog amigo, no hagas odiosa la Tradición, de lo contrario únicamente consigues alejar a la gente.

Aunque no le había visto en años, sin embargo había tenido otro contacto con él a través de la internet. En esa ocasión se había enfrentado conmigo en una discusión muy fuerte en un foro, donde públicamente me trato de hereje porque yo defendí el bautismo de deseo y de fuego los cuales él negaba. Yo no quise seguir polemizando con alguien a quien no iba a sacar de su posición, y además la discusión por parte suya, se tornó agresiva y descalificadora. Ya daba cuentas del camino que él estaba por tomar. Por eso no dejó de sorprenderme que se acercara a mí como si nada hubiera pasado y encima, quisiera invitarme a su neomovimiento.

Le respondí que seguía siendo igual y que no había girado mi posición hacia ninguna parte.

– No, no soy sedevacante y no pretendo serlo.

– No puedes seguir a un papa falso, porque te estás haciendo partícipe de sus errores y de la destrucción de la Iglesia. Este papa es un hereje y tú lo sabes.

– Me vienes con el silogismo de siempre: un hereje no puede ser papa, Francisco es un hereje, luego no puede ser papa. No sabía que te habían dado autoridad para destituirlo.

-Desde el momento que cae en herejía, queda automáticamente destituido por sí mismo.

Para eso debe existir una herejía formal. Si bien ha dicho bastante necedades, imprudencias y errores no está en herejía formal hasta donde yo sé. ¿Crees que no me duele ver la crisis que hay? ¿Crees que no soy consciente que cada día que pasa la abominación de la desolación se hace más patente en el seno de la Iglesia? Claro que lo veo, pero no tengo la autoridad para deponer al papa. Quien lo debe destituir es Cristo mismo o un concilio imperfecto, no yo, Mateo, que es un simple fiel que intenta mantener lo que ha recibido: la fe íntegra. Sigo asistiendo a la misa tradicional, me confieso, cumplo mis deberes de estado, procuro estudiar la doctrina. Vivo sabiendo que en Roma está el papa y punto. Cuando diga o haga algo que esté en contra de la fe, lo resistiré, es decir, no lo obedeceré porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Cualquier cosa que esté en contra de lo enseñado por Cristo y por la Iglesia no debe ser obedecida. Pero de ahí a que yo como simple laico, destituya al papa, eso es otra cosa. Un acto de imprudencia y de fuerte celo nos puede llevar a cosas aún peores de las que intentamos salvar. No puedo disparar si no tengo la certeza de que el ruido que escucho en el jardín es de un ladrón o se trata de mi mascota. No tengo yo las herramientas ni la autoridad para juzgar a la autoridad y declararla nula. Lo que hago es no obedecer al error, y eso es algo muy diferente a no reconocerlo como papa.

-Si lo reconoces como papa estás siendo cómplice de sus errores, porque te haces parte de una Iglesia cuya cabeza está en herejía. Por tanto tú también eres un hereje.

– Es la segunda vez que me llamas así. ¿Hasta cuándo insistes en condenarme? ¿De dónde viene este afán tuyo de defensor fidei? Recuerda que Enrique VIII también era defensor fidei y mira en lo que terminó. Cuando la fe está en peligro estamos, como dice Santo Tomás, obligados a predicarla, con firmeza, con claridad, pero no atribuyéndonos funciones y autoridad que no tenemos. Hay que denunciar, gritar si es necesario. Lo que está mal, lo que está en contra de la doctrina y de las palabras de Cristo no se obedece y punto. Ir más allá como lo haces tú es el camino más fácil: formo mi propia iglesia, soy su propio juez. Sabes Celestino, tengo varios amigos sedevacantes. De hecho le tengo un gran aprecio por uno de ellos, tenemos una muy buena relación de amistad porque nunca ha tratado de imponerme su posición teológica, ni me ha tratado de hereje, ni me ha dicho, como tú sí me lo has dicho, que estoy siendo reo de condenación. Hay gente que actúa de buena fe con esto, pero están equivocados. Por lo demás, ¿dónde está el límite? ¿Cuándo quedó la sede vacante según tú? ¿Desde Juan XXIII? ¿Desde Pablo VI? ¿O antes en el Concilio Vaticano I? Si no hay papa, no hay obispos, si no hay obispos no hay sacerdotes, si no hay sacerdotes no hay sacramentos, ¿dónde está la Iglesia? ¿Dónde está el Cuerpo Místico de Cristo, con su jerarquía, con sus sacerdotes, con sus fieles? ¿En tu grupo de sedevacantes? ¿Cuál de todos los grupos de sedevacantes que pululan por el mundo es para ti la Iglesia?

-Sabes que la Iglesia está socavada por el modernismo y sigues recibiendo los sacramentos y asistiendo a su misa motu propio sabiendo la teología que hay detrás y que sólo es parte del ecumenismo. Yo sé lo crítico que has sido con el Concilio Vaticano II y ahora haces beneficio de inventario asistiendo a la misa motu propio y recibiendo sus sacramentos.

– ¿Beneficio de inventario? Bueno, así le dices tú, pero yo no puedo sostener mi vida espiritual sin los sacramentos. Por otra parte, el mismo CV 2 no me obliga a nada, no hay condenas ni listado de errores, ni definición de ningún dogma. En mis cursos les he señalado a mis oyentes que contiene errores que el tiempo se encargará de eliminar, si es que no lo elimina por completo. Te insisto, yo no soy un tribunal. Yo no elegí al papa y por tanto, tampoco puedo destituirlo. No me compete. Me compete salvar mi alma con los medios que Dios me da. Ya tengo bastante con eso y con lo que tengo que luchar interna y externamente para ser un buen católico y no dejarme llevar por la corriente del mundo. No vivo en torno a lo que dice o no dice, hace o no hace el papa, ni a quien recibe, ni las fotos ridículas que se saca. Lo que de verdad me preocupa es que enseñe errores y de eso me ocupo, lo denuncio y lo combato, pero no le declaro papa falso. ¿Por qué voy a tener que abandonar yo la Iglesia? No, resisto desde dentro, combato desde dentro tal como lo hicieron los fieles, sacerdotes y monjes en el siglo IV. Fueron ellos los que conservaron la Tradición, y como dice Newman fueron los obstinados campeones de la verdad católica. Nunca se fueron de la Iglesia ni fundaron una aparte a pesar de que el grueso de los obispos había caído en el arrianismo presionados por el Emperador Constancio. Procuro llegar a ser santo en medio de los lobos, acompañando al Cristo doliente en la Cruz, sabiendo que somos cada día menos los que vivimos conforme a lo que Dios manda.

– ¿Y qué vas a hacer en octubre? ¿Vas a apoyar el documento final de la iglesia conciliar y apóstata a la que perteneces?– me dijo mientras se ponía de pie para despedirse. Sabía que no iba a sacarme de mi posición y yo tampoco iba a convencerlo a él.

– En octubre lo sabremos. No quiero especular, pero no faltan ya los cardenales y obispos que, en caso de ir en contra de lo ordenado por Cristo, resistirán a la autoridad tal como lo haré yo y como lo he hecho cuando algo va en contra de la doctrina.

Se despidió de mí en forma muy fría. Se fue muy molesto. Estaba tan enojado conmigo que estoy seguro que si hubiera tenido una espada me habría cortado la cabeza por ser un hereje según él. Al día siguiente revisé el dichoso foro en el cual me había enfrentado y me encontré con la desagradable sorpresa que volvió a llamarme apóstata, hereje, modernista, cómplice de la iglesia conciliar y un largo etc. No voy a responderle, ni me defenderé de las calumnias, no vale la pena. Yo estoy en paz con mi conciencia: no soy sedevacante ni tampoco papólatra soy un católico tratando de ser fiel a Dios y a la Iglesia.

martes, 15 de marzo de 2016

El Arzobispo Lefebvre nunca fue Sedevacantista (John Salza y Robert Siscoe)


Me interesa resaltar aquí la figura de Monseñor Lefebvre,  que nació el 19 de noviembre de 1905 y murió el 25 de marzo de 1991, a los 85 años de edad. El 25 de marzo de este año se cumplirán 25 años desde su fallecimiento. Sus restos se hallan inhumados en el Seminario de Écône, bajo la leyenda que él mismo deseaba que fuese escrita sobre su tumba: Tradidi quod et accepi ("He transmitido lo que recibí").

Fue fundador de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, en Friburgo (Suiza) en el año 1971. Lo que me ha motivado a escribir esta entrada, en particular, es señalar y remachar que Monseñor Lefebvre nunca fue Sedevacantista. Él hablaba de que la Iglesia se había desviado del camino de la doctrina verdadera con algunas cuestiones del Vaticano II y luego con la praxis tolerada y permitida por Roma. Pero nunca dijo que los Papas Conciliares o posteriores al Concilio Vaticano II fueran ilegítimos (ni siquiera Pablo VI ni Juan Pablo II).


Lo que aparece escrito en esta entrada forma parte de un artículo de John Salza y Robert Siscoe, autores de un libro de 700 páginas, titulado ¿Verdadero o falso Papa? publicado en diciembre de 2015, que habla sobre la crisis post-conciliar en la Iglesia. En particular, refutan a los llamados Sedevacantistas. Monseñor Lefebvre nunca lo fue.


Es importante explicar los pasos lógicos necesarios para convertirse en Sedevacantista. Hay cinco estadios claros que uno atraviesa, siendo el último no sólo el rechazo del Papa, sino también el rechazo de la entera Iglesia visible sobre la cual él gobierna. Al explicar estos estadios, demostraremos que el Arzobispo Lefebvre nunca fue más allá del primer estadio, el inicial, en el que simplemente se cuestiona si es posible que los Papas conciliares sean Papas ilegítimos. Este primer paso es uno que muchos católicos tradicionalistas han tomado, pero la mayoría nunca avanza hasta el segundo estadio. Éstos son los cinco estadios desde católico a sedevacantista.

Estadio 1 – Fase de cuestionamiento: como hemos indicado, la primera fase es una en la que muchos católicos tradicionalistas 
han estado alguna vez. Ciertamente, escandalizados por las palabras y acciones de los Papas recientes y la situación desesperante de la Iglesia, se preguntan si quizás la respuesta es que estos hombres no han sido Papas verdaderos (algunos quizás lo pregunten en público, pero sin llegar a formar un juicio definitivo al respecto). Ambos autores enfrentamos esta fase, al menos preguntándonos en privado entre nosotros mismos, lo que nos llevó a investigar la posición Sedevacantista. Luego de la renuncia del papa Benedicto XVI y la elección del papa Francisco, quien ha hecho mucho daño a la Iglesia en un período corto de tiempo, incluso muchos católicos conservadores (no tradicionalistas) ahora también se encuentran en esta fase de cuestionamiento. A la luz de los continuos escándalos papales del Vaticano, el paso por esta fase es inteligible y no hay nada malo ni pecaminoso en ello. Además, casi todos los católicos que entran en este estadio nunca van más allá.

Estadio 2 – Opinión Privada: La siguiente fase ocurre cuando uno concluye personalmente (el intelecto llega al juicio y lo sostiene) que el Papa no es el Papa verdadero. Algunos sacerdotes que alcanzan este estadio se niegan a incluir el nombre del Papa en el canon de la misa. Esta persona es un Sedevacantista privado.

Estadio 3 – Opinión Pública: Esta fase ocurre cuando la persona profesa públicamente su opinión que el Papa no es el Papa verdadero; e incluso puede intentar persuadir a otros para que tomen esa posición. Mientras que esta persona es un Sedevacantista público, también está en condiciones de aceptar que su opinión podría estar teóricamente equivocada.

Estadio 4 – Hecho público/Sedevacantismo: Esta fase ocurre cuando la persona presenta su opinión de que el Papa no es el verdadero Papa como un hecho, sin ninguna posibilidad de error. Y, consecuentemente, esta persona sostiene que los demás deben 
también aceptar su opinión como un hecho o dejarían de ser católicos, al menos en el orden objetivo. Tales personas son conocidas como Sedevacantistas “dogmáticos”.

Estadio 5 – Hecho público/Ecclesiavacantismo: Fase final conclusión lógica de la anterior. En esta fase la persona perdió la fe en la entera Iglesia visible. Cuando la persona llega a este estado, considera que la Iglesia es una Iglesia completamente falsa; y ataca viciosamente a la Iglesia con el objeto de desacreditarla. En esta fase, que usualmente va de la mano de la fase anterior, los errores del clero no se exponen con el objetivo de defender la fe, sino para burlarse y desacreditar a la misma Iglesia. Aquellos que se encuentran en esta fase declaran que uno no puede tener nada que ver con la Iglesia visible, pues creen que es una Iglesia falsa.

El Arzobispo Lefebvre nunca fue más allá del cuestionamiento del Primer Estadio.

En palabras del propio Arzobispo:

"Un Papa, ¿puede ser liberal y permanecer Papa? La Iglesia siempre ha amonestado severamente a los católicos liberales. No los ha excomulgado a todos. También aquí debemos permanecer dentro del espíritu de la Iglesia. Debemos rechazar el liberalismo, venga de donde venga, porque la Iglesia siempre lo ha condenado con severidad, por ser contrario al Reinado de Nuestro Señor y, en particular, al Reinado Social".

"El alejamiento de los cardenales de más de 80 años y los conciliábulos que prepararon los dos últimos Cónclaves no tornan inválida la elección de esos Papas: inválida es mucho afirmar, pero sí eventualmente dudosa. Mas la aceptación unánime del hecho, posterior a la elección por parte de los cardenales y del clero romano, basta para convalidar la elección. Esta es la opinión de los teólogos".

"La cuestión de la visibilidad de la Iglesia es demasiado importante para su existencia, como para que Dios pueda omitirla durante décadas. El argumento de los que afirman la inexistencia del Papa pone a la Iglesia en situación confusa. ¿Quién nos dirá dónde está el futuro Papa? ¿Cómo podría ser designado un Papa donde no hubiera más cardenales? Este espíritu es un espíritu cismático, al menos para la mayoría de los fieles, que se afiliarán a sectas verdaderamente cismáticas, como la del Palmar de Troya, la de la Iglesia Latina de Toulouse y otras. Nuestra Fraternidad rechaza absolutamente compartir estos razonamientos. Queremos permanecer adheridos a Roma, al sucesor de Pedro, pero rechazamos su liberalismo, por fidelidad a sus Antecesores. No tenemos miedo de decirlo, respetuosa pero firmemente, como San Pablo frente a San Pedro".

"Por eso, lejos de rechazar las oraciones por el Papa, aumentamos nuestros rezos y suplicamos para que el Espíritu Santo lo ilumine y lo fortalezca en el sostén y defensa de la fe".

“Y por eso jamás he rechazado ir a Roma a su llamado o al llamado de sus representantes. La Verdad debe afianzarse en Roma más que en cualquier otro lugar. Pertenece a Dios, quien la hará triunfar".

“En consecuencia, no se puede tolerar en los miembros, sacerdotes, hermanos, hermanas, oblatas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que rehúsen rezar por el Papa y que afirmen que todas las Misas del Novus Ordo Missae son inválidas. Ciertamente sufrimos por esta incoherencia continua, que consiste en elogiar todas las orientaciones liberales del Vaticano II y al mismo tiempo tratar de atenuar sus efectos … Esto nos debe incitar a rogar y a mantener firmemente la Tradición, pero no por eso afirmar que el Papa no es Papa.”

Aquí tenemos el verdadero pensamiento del Arzobispo Lefebre en cuanto al Sedevacantismo y la propia Iglesia visible. Él rechazó el “espíritu cismático” del Sedevacantismo y se “negó” a “tolerar” a aquellos que abrazaran dicha posición. En otras palabras, el Arzobispo Lefebvre rechazó el Sedevacantismo, tanto en la teoría como en la práctica.

John Salza y Robert Siscoe