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martes, 7 de enero de 2025

25 disparates educativos, presuntamente progresistas, que nos conducen al desastre (ANDRÉS AMORÓS)




1. Sentir horror por el trabajo, el esfuerzo.

Lo encarna Lilith Verstrynge, que ha sido Secretaria de Organización de Podemos y Secretaria de Estado para la Agenda 2030: «La cultura del esfuerzo genera fatiga estructural, ansiedad y cardiopatía».

Es un error garrafal: sin esfuerzo, ni los individuos aprenden nada ni los pueblos consiguen nada valioso. Lo resume un refrán: «Pereza es llave de pobreza». No creo que ése sea un ideal progresista.

2. Despreciar la memoria.

La memoria no es algo que sirva para que se luzcan los tontos. La ensalza Montaigne: es «un instrumento de utilidad asombrosa», que debe ejercitarse y desarrollarse.

García Márquez consideraba un tesoro los poemas que había aprendido de memoria, en la escuela: un pequeño paraíso, en el que siempre podía refugiarse y que nadie le podía arrebatar. ¿Qué poemas aprenden de memoria hoy los niños, en España?

3. Olvidar la historia y la cronología.

Mi nieta, de 15 años, sabe quizá más que yo sobre la primera República española pero la pongo en un grave aprieto cuando le pregunto qué siglos comprende la Edad Media, cuándo llega a España el Renacimiento, cuál es la fecha de la Revolución Francesa. Así se lo han enseñado.

Sin saber situarlos en épocas, siglos y etapas, los acontecimientos históricos pierden su significado, se convierten en un caos. A eso ha conducido el actual desdén pedagógico por la cronología.

Y, como es bien sabido, si no entendemos la historia, estamos condenados a repetir los errores.

4. Negar la autoridad de los profesores.

Lo dijo Cervantes: «Nadie es más que otro si no ha hecho más que otro». Los que saben más de una materia son los que deben enseñarla: eso les concede autoridad moral. El «colegueo» con los alumnos que muchos profesores fomentaron no ha conducido a nada bueno.

En la película Ensayo de orquesta, Fellini muestra el caos que se produce en una orquesta cuando los músicos pretenden tocar sin director. A los sindicatos italianos no les hizo ni pizca de gracia.

5. Buscar la igualdad, no la excelencia.

Es un error básico, supone la mayor demagogia: igualar por abajo. Lo único de verdad progresista es que asciendan los que se esfuerzan, sea cual sea su origen social y su nivel económico.

6. Suprimir los exámenes, los suspensos, la repetición de cursos.

Los exámenes son antipáticos pero inevitables. Sin exigencia, los individuos y los pueblos se hunden.

A comienzos de 2020, la ministra Celaá, del PSOE, anunció que la titulación de los estudiantes «no quedará supeditada a la no existencia de materias sin superar, para que nadie se quede atrás». Los periodistas que la escuchaban tradujeron: «Aprobado general».

Eso es injusto, porque iguala a los que trabajan con los vagos. Además, desanima tanto a los profesores como a los alumnos: ¿para qué se van a esforzar, si el resultado final será idéntico?

7. Hacer depender las becas sólo de la situación económica, no del rendimiento escolar.

Lo acaba de proponer Sumar, a comienzos del año 2025: es una pura demagogia, conduce a fomentar la vagancia. Como resume la duquesa, en El Quijote: «Nadie nace enseñado».

El filósofo estadounidense Michael J. Sandel, ganador del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, ha denunciado lo que él llama «la tiranía del mérito», porque provoca la soberbia de los triunfadores y la humillación de los que no lo logran. Propone algo tan infantil como un sorteo, para decidir quiénes pueden acceder a las universidades de mayor prestigio… A esas bobadas llegan algunos presuntos sabios progresistas.

8. No aprender conocimientos, sino aptitudes.

Lo leo y lo escucho con frecuencia: «Ya que todo está en internet, no hace falta aprender nada, basta con saber cómo se hace». Igual que si se tratara del folleto de instrucciones de un electrodoméstico o de una medicina. Los más cursis lo dicen en inglés: el «know how». Es algo que conduce sencillamente a la ignorancia.

9. No estudiar, hacer trabajos.

Resignados a que sus alumnos se limiten a copiar trozos de Wikipedia, algunos profesores exigen ya que les presenten los trabajos escritos a mano: así, por lo menos, los estudiantes se habrán tomado el trabajo de copiarlos, no se habrán limitado a imprimirlos.

10. «Ninguna cultura es superior a otra».

Puede sonar muy democrático pero es un verdadero disparate. A eso conduce el multiculturalismo: vale igual la filosofía griega que un rito de los antropófagos.

Tiene esto consecuencias terribles: se busca compensar supuestos agravios, eliminando los que se consideran tradicionales elitismos. Un ejemplo claro: en una universidad inglesa, han prohibido enseñar música de todos los compositores de raza blanca. Hagan la lista…

11. Suprimir unos colonialismos que no han existido.

Los hispanoamericanos tuvieron siempre la misma consideración legal que los españoles. Igualar la labor de España en Hispanoamérica con lo que hicieron en África otros países es un dislate, aunque lo crea un ministro de Cultura.

12. Considerar anticuados los libros; lo moderno son los blogs, los resúmenes, las redes sociales.

En realidad, ninguna herramienta tecnológica ha superado al libro en riqueza de posibilidades y en sencillez de manejo. No leer libros empobrece radicalmente a los individuos, convierte a las sociedades en presa fácil de dictadores y de farsantes. Leerlos fomenta nuestro espíritu crítico, nos protege de las mentiras de la propaganda política.

Resume Cervantes, con tanta belleza como exactitud: «En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos, para darle sentido a nuestra existencia».

13. Defender que una imagen vale más que mil palabras.

Es una simpleza y una falsedad, aunque se haya repetido mil veces. Unas palabras bien elegidas constituyen un instrumento de comunicación muchísimo más rico y más complejo que cualquier imagen.

Escribió Olegario González de Cardedal: «El hombre viene al mundo con sus alforjas llenas de mendrugos de pan, unas colodras de agua y unas pocas palabras primordiales. Con ellas nombra todas las cosas… Unas pocas palabras verdaderas, nacidas de la entraña de quien habla, es lo que necesitamos».

14. No enseñar a hablar en público.

En nuestras Universidades, apenas existen ya exámenes orales.

En nuestro Parlamento, casi todos los diputados se limitan a leer lo que llevan escrito en un papel, venga o no a cuento. Cuando se salen de eso y tienen que improvisar, suele dar vergüenza escuchar las simplezas que muchos dicen y los errores que muchos cometen.

15. No enseñar a escribir.

Hasta en los periódicos más prestigiosos leemos ahora con frecuencia textos con errores graves de vocabulario, sintaxis, puntuación, significado… A nadie le extraña: ya nos hemos acostumbrado.

16. Creer que las normas académicas no valen para nada.

Rechazar esa tontería no es un prurito académico sino un imperativo de la comunicación. Cualquier ignorante pretende tener su propio estilo, escribir como quiere. El mito de la espontaneidad conduce a textos ilegibles o que acaban transmitiendo lo contrario de lo que su autor pretendía. Para romper las reglas, como han hecho los grandes artistas, primero hay que conocerlas.

17. No se debe criticar nada: todo es discutible.

El mito posmoderno de que todo vale igual es una falacia y ha traído un verdadero desastre cultural. No todo vale lo mismo: yo no escribo en prosa como Cervantes, ni en verso como Quevedo.

En un país de osados charlatanes, como es el nuestro, sigue siendo válido lo que dijo Ortega: en España, lo verdaderamente revolucionario sería que cada cual hablara sólo de lo que sabe. Quizá reinaría entonces un inmenso silencio…

18. La verdad no existe, sólo es un medio de opresión, forjado por los poderosos.

El que no cree en nada, juega cínicamente con las palabras y con las ideas, dice que lo suyo no es mentir sino cambiar de opinión. Lo vemos todos los días.

Unamuno nos muestra lo que debemos hacer, en ese caso: «¿Tropezáis con uno que miente? , gritadle a la cara: ¡mentira!, y, ¡adelante!». Nos los enseña Jesús, en el Evangelio de San Juan: «La verdad os hará libres».

19. El patriotismo es propio de fachas.

En ninguna nación civilizada se acepta esta simpleza. El país que lo creyera sería incapaz de cualquier progreso material y moral. El paletismo localista es muy malo pero carecer de raíces (o negarlas) resulta lamentable y estéril.

20. España es una nación de naciones.

Nadie sabe qué significa con exactitud ese juego de palabras. Puede aludir tanto a excelencia («actor de actores», «libro de libros») como a división en partes («cantar de cantares»). Pero sí está claro lo que ahora se pretende, al usarlo: negar la unidad de España.

21. Debemos pedir perdón a Hispanoamérica.

Con sus luces y sus sombras, lo que hizo España en Hispanoamérica es, objetivamente hablando, una de las mayores hazañas de la historia de la humanidad.

Así lo definió ya Francisco López de Gómara, en la dedicatoria a Carlos V de su Historia general de las Indias: «La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crio, es el descubrimiento de Indias. Y así las llaman Mundo Nuevo».

Los murales de Diego Rivera han ilustrado para la historia del Arte, la leyenda negra de España en América

22. Todas las lenguas de España tienen igual valor.

Parece ser que existen hoy en el mundo cerca de siete mil lenguas vivas. Todas merecen respeto pero sería un disparate creer que todas ellas tienen el mismo valor cultural y social.

Como resumió Amado Alonso, el castellano se convirtió en español y éste, luego, en nuestro idioma nacional. Es la única lengua común a todos los españoles. Un separatista vasco necesita el castellano para entenderse con un separatista catalán.

23. El bable y el andaluz son lenguas de cultura.

Con todo respeto, las dos son hablas, no lenguas de cultura: no tienen una gramática propia ni una literatura considerable.

El bable es un habla derivada del antiguo dialecto astur-leonés.

El habla andaluza –resume Rafael Lapesa– reúne una serie de meridionalismos lingüísticos; se caracteriza por la entonación ágil, el ritmo rápido y vivaz, la articulación relajada. Es un habla, con sus bien conocidas variedades locales, pero no es una lengua distinta de la común, la española. Ningún español tiene problemas para entenderse, cuando va a Andalucía. Exactamente igual que sucede con el español de América.

Defender que el bable y el andaluz son lenguas obedece a motivos puramente sentimentales, de autoafirmación. En el caso del bable, además, responde a intereses económicos: ha servido para que se hayan creado departamentos, plazas de profesores, becas….

24. El franquismo sigue vivo.

Franco murió el 20 de noviembre de 1975. Los españoles que vivieron conscientemente la etapa del franquismo tienen hoy más de 70 años: evidentemente, no son la mayoría de nuestra sociedad ni tampoco los que ocupan los puestos directivos.

Alertar ahora del peligro que suponen las reliquias del franquismo es una pura operación política interesada; como define nuestro refranero, «dar lanzada a moro muerto».

25. No se debe enseñar el cristianismo.

Al margen de las creencias de cada cual, es absolutamente indiscutible que el cristianismo es una de las raíces básicas de la historia de España.

Un estado no confesional no puede ignorarlo: hacerlo supondría renegar de lo que somos y condenarnos a no entender nada de nuestra historia ni de nuestra cultura.

De la educación nacen la mayoría de nuestros males. El presunto progresismo español actual ha hecho suyos, entre otros, todos estos disparates. Así estamos.

Andrés Amorós

jueves, 7 de septiembre de 2023

La UE se negó a debatir la persecución a los cristianos pero sí debatirá el beso de Rubiales



La izquierda sigue imponiendo su agenda ideológica más sectaria y aberrante en las instituciones europeas, contribuyendo a su degradación.



ERC considera el beso de Rubiales como «violencia en el deporte»

La agencia Europa Press ha informado esta mañana que el 14 de septiembre el Parlamento Europeo debatirá el beso de Luis Rubiales a una futbolista, utilizado por el feminismo de izquierdas para desatar una disparatada polémica y una auténtica caza de brujas. El gobierno de Pedro Sánchez ha utilizado ese beso para tapar el escándalo por su rebaja masiva de penas para agresores sexuales, mediante una ley promovida por la facción de extrema izquierda del gobierno.

El beso de Rubiales será abordado en un debate sobre "violencia y la discriminación en el deporte" en la reunión que se celebrará ese día en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia. El debate fue propuesto por el partido de extrema izquierda Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), uno de los aliados parlamentarios de Sánchez.

ERC apoyó a detenidos por preparar un ataque violento a ciclistas

ERC tiene dos eurodiputados en la cámara legislativa de la Unión Europea: Jordi Solé Ferrando y Diana Riba i Giner, ambos adscritos al grupo parlamentario de Los Verdes/Alianza Libre Europea. Es una paradoja que ese partido quiera debatir un beso como una forma de "violencia en el deporte", pues hace sólo unos días ERC apoyó a varios separatistas detenidos por querer reventar de forma violenta La Vuelta ciclista a España, mediante un ataque que podría haber provocado heridos graves e incluso muertos entre el pelotón ciclista.

ERC votó en contra de debatir la persecución contra los cristianos

Da la casualidad, además, de que el año pasado el Parlamento Europeo rechazó una petición de debatir la persecución a los cristianos en el mundo, una persecución que ya contaba por entonces con cifras terribles: en 2021, 5.898 cristianos fueron asesinados por su fe, 6.175 cristianos fueron detenidos por sus creencias y 5.110 Iglesias fueron atacadas, según datos de la ONG Puertas Abiertas. En total, más de 360 millones de cristianos sufren altos niveles de persecución y discriminación por su fe.

El asesinato de una cristiana por musulmanes no conmovió a la izquierda

La izquierda votó en contra de celebrar ese debate y tumbó la petición. ERC fue uno de los partidos que votaron en contra de ese debate, solicitado por el eurodiputado francés Jean-Paul Garraud, del grupo Identidad y Democracia. Esa petición llegó tras el asesinato de la mujer cristiana Deborah Samuel, golpeada y quemada hasta la muerta por un grupo de musulmanes en Nigeria tras ser falsamente acusada de blasfemar contra Mahoma. Por lo visto, a ERC esto le parece menos importante que el beso de Rubiales.

ELENTIR

jueves, 31 de agosto de 2023

Milei y la derrota del progresismo

 THE WANDERER


En este blog no discutimos sobre cuestiones políticas y tampoco lo haremos en esta ocasión. Pero a fin de evitar equívocos, comienzo con una aclaración. Votar o no votar es una decisión de cada uno, y si vota, es su decisión a quién vota. Con respecto al proceso electoral en Argentina, personalmente no me preocupan los hábitos sexuales de Javier Milei —sería ocioso soñar con la candidatura de un San Luis Gonzaga—, y tampoco su liberalismo económico —sería también ociosos con la presidencia de un Vázquez de Mella—. Me preocupa su equilibrio mental, pues no quisiera tener como presidente a un Luis de Baviera.

Dicho esto, creo que hay un aspecto del que pocos han comprendido su real dimensión, o muy poco se ha hablado del mismo. El triunfo de Milei en las primarias de agosto significó una aplastante derrota de los más de veinte años de agresivas políticas progresistas impuestas en el país por el peronismo y, también, por Juntos por el Cambio.

Repasemos las propuestas de Milei y de su equipo:

— Derogación de la ley del aborto a través de un plebiscito

— Justicia y no venganza para los militares acusados y procesados por supuestos delitos de lesa humanidad.

— Eliminación de la Educación Sexual en las escuelas

— Eliminación de la promoción de los derechos LGBT+++++++

— Eliminación del Ministerio de la Mujer y, con él, de todas las políticas feministas.

— Eliminación del lenguaje inclusivo en todas las comunicaciones oficial

— Cuestionamiento de la llamada “violencia de género” y del odio al varón, equiparando a todas las víctimas de violencia: ancianos, discapacitados y niños.

— Libertad para la educación privada a fin de que pueda organizarse sin injerencia del Estado en la elaboración de sus planes de estudio.

El solo hecho de que una plataforma electoral proclame tales principios es ya asombroso, pues se suponía que la agenda progre había prohibido para siempre hablar de ciertos temas. Por eso que ha dejado estupefacto al progresismo en sus más diversas variantes que los representantes de tales propuesta hayan sacado la mayoría de los votos y se perfilen para ganar en primer vuelta en las elecciones de octubre. Basta ver los diarios y programas de televisiones, aún en los canales conservadores como La Nación, el bombardeo constante que realizan a Milei y sus propuestas. Y la verdad es que no puedo menos que gozarme de su desesperación. Una progre redomada, por ejemplo, hace algunos días escribía en Infobae pidiendo literalmente ayuda a Estados Unidos para frenar a Milei. Y el domingo, el incomprensiblemente periodista estelar Luis Majul reunió un pelotón de fusilamiento contra el libertario, en el que la muy políticamente correcta Paola Caracciolo, que ha borrado sus raíces italianas haciéndose llamar Pola Olaixarac, quien no titubeó en recurrir incluso al ¡insulto a una mujer! —Victoria Villaroel— para desprestigiarla. Los derechos proclamados por el progresismo son válidos siempre que sean aplicados a los progresistas. La “derecha” no tiene derechos.

Por cierto que no hay que ser ilusos y pensar que a Milei lo votaron por su agenda conservadora. Si hubiese sido una agenda distinta, seguramente habría sacado una cantidad de votos similar. Lo votaron porque expresa el hartazgo de la sociedad argentina con su clase política y lo votaron sobre todo de los jóvenes de esa sociedad. Pero justamente es aquí donde se encuentra la evidencia de la derrota de la agenda progre: sus postulados no tuvieron el menor peso en la población a la hora de elegir un candidato, ni siquiera entre los más jóvenes, que se supone que deberían ser los más permeados por esa ideología. Apenas pueden alegar una débil justificación diciendo que la mayoría de los votantes de Milei son varones… ¡qué curioso! En estas circunstancias sí sacan a relucir el sexo biológico.

Como bien señala Claudia Peiró en un buen artículo, incluso en la oposición ganó el ala conservadora. Mientras Martín Lousteau, apoyado por Rodríguez Larreta, proponía una agenda hiperprogre para Buenos Aires, Patricia Bullrich elegía como compañero de fórmula a Luis Petri, uno de los diputados más anti-abortistas que intervino en la discusión de esa ley. Y Bullrich le ganó por seis puntos a su rival.

Por eso mismo, lo ocurrido en las PASO, fue una derrota no sólo del peronismo, sino del progresismo en todas sus caras: grosera y maloliente como la propulsada por el kirchnerismo, y elegante y civilizada como la del ala blanda de Juntos por el Cambio. Todo lo cual no hace más que confirmar, una vez más que, al menos en Argentina, el progresismo no es más que el credo de un nuevo gnosticismo, profesado por una elite instruida que se considera iniciada y superior al resto de las masas; los nuevos catharoi que han sido incapaces de reclutar para sus filas, a pesar de los millones de Soros, de la ONU y del peronismo, al pueblo del que se proclaman representantes.

(Uno de los beneficio que nos traerá el eventual triunfo de Javier Milei en las elecciones es que nos evitará la anunciada visita el papa Francisco. No creo que el pontífice se anime a venir si ve este video)

The Wanderer

lunes, 19 de junio de 2023

Orgullo LGTBI: clara definición del occidente contemporáneo (Vídeo)



En el editorial, Esparza explica cómo las fiestas de la semana del orgullo hacen de la identidad individual de cada uno, algo colectivo. Asegura además que celebraciones como esta definen a la perfección el estado en el que se encuentra el mundo occidental: colectivizado y profundamente ideologizado.

Duración 3:33 minutos

jueves, 15 de junio de 2023

¿Por qué prefiere el PP a los regionalistas antes que a VOX?



Duración 2:45 minutos

Lo políticamente incorrecto y la tozuda realidad



Han pasado 25 siglos, más de 2.500 años, desde que murió Protágoras, al que muchos consideran padre del hablar correcto, o sea, de la retórica. Este orador fue una gran figura del siglo V a.C. en el centro cultural de Europa, la ciudad de Atenas. Gran profesor, enseñaba a ganar cualquier discusión, y hacía capaces a sus alumnos para defender una determinada postura y ganar cualquier disputa. Pero su éxito no procedía de su inteligencia, sino de su retórica en la defensa de una postura, o de su contraria, con las garantías de triunfo. Esa es la esencia de los sofistas, la técnica del “hablar correcto”. Y lo pongo entre comillas porque al sofista no le interesa la verdad, la realidad, sino cómo convencerte de una opinión, o de la contraria, según sea su pagador. ¿Retórica, o retórica hueca?

En mis estudios filosóficos, el simpático profesor de teoría del conocimiento repetía con frecuencia, y con bastante sentido común, que las palabras lo aguantan todo, pero la realidad es tozuda. Contra facta non sunt argumenta. Puedes decir que a tres pasos de donde estás no hay un desfiladero, pero si das esos tres pasos, la tozuda realidad te llevará desfiladero abajo.

Vivimos en el reino del eufemismo, dominado por los sofistas o retóricos ideológicos, y nos gusta manipular las palabras para que expresen lo que a nosotros nos interesa.

· En lugar de aborto hablamos de salud sexual y reproductiva, pero el embrión que deja de vivir ya no tiene salud, la mujer puede tener serios problemas de salud; tampoco es “reproductiva”, la mujer no se reproduce, no da a luz al hijo vivo. O hablamos de IVE, “interrupción voluntaria del embarazo”. Pero la vida del embrión no se restablece tras la “interrupción”, y en muchas ocasiones tampoco está claro que sea “voluntaria”, pues se dificulta conocer la realidad médica completa de lo que sucede con esa intervención.

· En lugar de eutanasia, con su claro significado de causar la muerte de la persona, prestación de ayuda (somos muy ayudadores) a morir. O derecho a morir dignamente, como si el enfermo cuidado con cariño no viviese y muriese dignamente.

· Hablamos de afirmar el propio sexo sentido. Como si el sexo estuviese en mi sentimiento, y no tuviesen nada que decir los más de 6.500 genes que se expresan de modo distinto, en función del cromosoma XX o XY. Y las terapias de conversión son aquellas ayudas a las personas que tienen alguna incongruencia con su sexo, y quieren afrontarla conservando su cuerpo y su propia identidad psicosomática.

· Hablamos de “ley de memoria democrática”, pero la memoria no se rige por leyes, sino por el recuerdo de lo que ha sucedido. Y esos hechos, constatables en el pasado, no pueden desaparecer a instancias del voto de una mayoría.

Los ejemplos podrían continuar. Pero lo que me preocupa es el resultado de esta realidad paralela que parece que queremos crear. Por un lado discurre cierto lenguaje políticamente correcto, y por otro la tozuda realidad, que cada vez es más tozuda, y también más rebelde a las violaciones que le hacemos. Varios países, entre ellos la poblada China, cada vez están más preocupados por el escaso crecimiento demográfico. Otros países liberales, como Reino Unido, Noruega o Finlandia, están preocupados por la raída solución del boom trans en los niños. Si continuamos en mundos paralelos, el verdadero progreso de la historia cada vez está más en peligro.

Utilizando un lenguaje empresarial, nos urge estar “alineados” en políticas sociales y realidad social. Está en juego el éxito de nuestra humanidad, su presente y, sobre todo, su futuro. La palabra, si no está sostenida, alineada, con la realidad, crea un mundo paralelo, un escenario de cartón piedra, que se caerá en cuanto venga un pequeño vendaval.

¿Por qué nos empeñamos en buscar la explicación más complicada, la construcción ideológica de esta nueva neolengua, en lugar de buscar la solución más sencilla, la que nos dicta el sentido común? ¿Será verdad que el sentido común es el menos común de los sentidos?

José F. Vaquero

jueves, 8 de junio de 2023

Los españoles están cansados ​​de la ideología progresista



La Remontada de la izquierda finalmente no tuvo lugar: a seis meses de las elecciones legislativas, el partido socialista del primer ministro, Pedro Sánchez, sufrió un duro revés en las elecciones municipales y regionales celebradas el 28 de mayo de 2023 en la Península Ibérica.

Todos los sondeos de opinión auguraban una victoria de la derecha en esta doble votación, que se ha celebrado en 12 de las 17 comunidades autónomas del país, así como en todas las ciudades, pero nadie esperaba que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufriera una derrota de tal magnitud.

La derecha, por su parte, lo celebra: el Partido Popular (PP) de Alberto Núñez Feijoo obtuvo el 31.5% de los votos, mientras que el PSOE apenas logró alcanzar el 28%. Pero, sobre todo, el PP ganó al menos 6 de las 10 regiones hasta ahora gobernadas por la coalición de izquierda.

Además del PP, el otro gran triunfador es el partido de derecha Vox que, con un 7.19% de los votos a su favor, duplicó sus resultados en cuatro años y está pisando fuerte en muchos parlamentos regionales.

Un "derechización" del electorado que probablemente se explica -en parte- por los estragos de una ideología progresista que trabaja descaradamente desde hace varios años.

Un recuento de leyes sumamente progresistas

Por ejemplo, el pasado mes de febrero, dos de las leyes más progresistas en materia de transexualidad y aborto fueron aprobadas por la coalición de izquierda radical en el poder: a partir de ahora, las personas que lo deseen pueden "cambiar de género" en sus documentos de identidad oficial desde los dieciséis años, mediante una simple declaración administrativa, sin necesidad de aportar un informe médico ni acreditar un tratamiento hormonal.

Se requiere el consentimiento de los padres para los adolescentes de 14 a 16 años, mientras que los de 12 a 14 años tendrán que obtener la luz verde de los tribunales.

En el museo de los horrores progresistas españoles se sigue encontrando la eutanasia, legalizada en 2022, y que permite a las personas que padecen una "enfermedad grave, incurable, y que causa un sufrimiento intolerable", poner fin a su vida mediante una simple solicitud por escrito.

Finalmente, los españoles han podido ver a lo largo de los meses los estragos de la ley Celaa sobre la educación, aprobada en 2020, una reforma de espiral descendente que suprime las catequesis, hasta ahora obligatorias, al tiempo que impone una "sensibilización" a la ideología de género, anulando de paso el idioma español como "lengua vehicular", lo que significa que de una región a otra el idioma de instrucción puede ser diferente. Lo único que triunfa en todo esto es la estupidez.

Todas estas aberrantes leyes aprobadas a toda prisa, testigos del wokismo y de la cultura de la cancelación, son poco apreciadas por el electorado español. El episcopado también dio un paso al frente justo antes de las elecciones, reafirmando su "profundo desacuerdo" con la coalición liderada por Pedro Sánchez.

"La visión antropológica que se manifiesta en los currículos escolares [que abogan por la ideología de género, NDLR] nos preocupa mucho", declaró monseñor Luis Javier Argüello García, obispo auxiliar de Valladolid".

No cabe duda de que los votantes españoles han dado un "no" rotundo a la "descivilización" en curso en su país. Al día siguiente de su amarga derrota, Pedro Sánchez anunció la celebración de elecciones generales anticipadas el próximo 23 de julio. Un verano de fuego está a las puertas al otro lado de los Pirineos.

domingo, 16 de abril de 2023

El estado de Washington propone retirar la custodia a los padres que se nieguen al cambio de sexo de sus hijos



Si la profesora de primaria convence a su pequeño Jimmy de que, en realidad, es una niña, échese a temblar, al menos si vive en el estado de Washington, porque tendrá que elegir entre colaborar con su mutilación o perder su custodia.

Un nuevo proyecto de ley aprobado en el estado de Washington trata de dar una vuelta de tuerca más a la abolición de los derechos de los padres al permitir la existencia de «refugios» que hormonen y/o mutilen a menores sin el consentimiento de los padres. Para empezar, con esta propuesta de ley a los padres no les asiste siquiera el derecho a saber dónde están sus hijos menores si estos están en uno de esos «refugios» si los primeros se resisten al procedimiento, digamos, «médico».

«Esencialmente, el proyecto de ley permitiría a un niño irse de casa de sus padres para recibir ‘atención médica’ en un albergue o familia colaboradora, y ese albergue o familia no estaría obligado a notificar a los padres sobre el paradero de su hijo», declara el diputado republicano Chris Corry a The Epoch Times. «Obviamente, es una violación fundamental de los derechos de los padres y algo que les preocupa profundamente en todo el estado de Washington».

Para el también republicano Peter Abbarno señaló que el quid del debate sobre el proyecto de ley era permitir al estado «esencialmente ocultar dónde está el niño».

Las redes de abuso de menores, naturalmente, se frotan las manos ya que crea una vía potencial para que los depredadores se aprovechen de los niños vulnerables que pueden estar buscando refugio o servicios médicos, por no hablar de las consecuencias a largo plazo en la salud mental y física de niños sin la madurez o la capacidad para tomar decisiones informadas sobre su atención médica.

Otros también han señalado que el Gobierno no debería involucrarse en brindar atención de afirmación de género a menores, y que tales decisiones deberían dejarse en manos de los padres y los profesionales médicos.

La mayoría de los padres, dijo Corry, «irían hasta los confines de la tierra para encontrar a su hijo» si desaparecieran después de una discusión. «Y el hecho de que tengamos un proyecto de ley que podría convertirse en ley que informa a los padres que no se lo van a decir es ya demasiado». Corry le dijo a The Epoch Times que, según el proyecto de ley, un desacuerdo entre un niño y sus padres sobre el deseo del niño de una transición médica constituye «abuso y negligencia», sólo porque el padre no «ha afirmado adecuadamente lo que el niño quiere».

Según la ley, si hay un desacuerdo entre el menor y los padres sobre la conveniencia de iniciar una terapia «de asignación de género» (hormonación y, con frecuencia, castración o mastectomía), los padres podrían ser acusados de «abuso y negligencia» y perder la custodia de su hijos.

Carlos Esteban

lunes, 10 de abril de 2023

‘¿Memoria histórica o Ministerio de la Verdad?’: Defensa de la concordia entre los españoles (por Fernando Sánchez Dragó)



Este artículo se publicó el 4 de marzo de 2021 en La Gaceta. Es un capítulo del libro «Memoria Histórica», amenaza para la paz, impulsado por el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR).

Empezaron llamándola así: «Memoria Histórica». Ahora la llaman «Memoria Democrática». Pronto la llamarán –ya ha habido alguna que otra sugerencia en ese sentido– Ministerio de la Verdad. No estamos en 1984, pero la sombra de Orwell es alargada. Y la de Aldous Huxley y su mundo feliz también. Y la de tantos otros. Utopías que se convierten en distopías.

¡Ah! Permitan que me presente. Lo haré a la vuelta de algunas consideraciones de carácter general. Este es un artículo difícil. Me dirijo a personas que nada saben de mí e ignoran si soy de fiar, y que, excepciones aparte, por ser de otras nacionalidades, aunque todos europeos, tampoco sabrán gran cosa de lo que fue la guerra civil librada en España desde el 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939. Es natural que así sea. Yo vengo en calidad de testigo, no sé muy bien si de cargo, si de descargo o de ambas cosas.

Las guerras civiles dejan en el país donde transcurren heridas que tardan mucho en cicatrizar. En ellas, a diferencia de las que no lo son, no se ventilan cuestiones de fronteras, de economía, de creencias religiosas, de diplomacia o de geopolítica y afanes de poder territorial. Quienes mueren no son soldados anónimos —desconocidos, suelen llamarlos– al servicio de una bandera, sino gente cercana y provista de nombre y apellidos: padres, madres, abuelos, hermanos, parientes, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o de vida menuda y cotidiana. No hay familia en mi país que no guarde memoria fúnebre, ni histórica ni democrática, sino estrictamente personal, de uno o varios de sus miembros fallecidos, asesinados, exiliados o discriminados por aquella guerra, por sus abusos, por sus excesos y por sus coletazos.

En España, al morir en noviembre de 1975 el hombre que fue aupado al poder tras el desenlace de la contienda, mis compatriotas, y yo mismo, hicieron (hicimos) un notable y venturoso esfuerzo para zanjar las huellas, las heridas, los resentimientos, los ánimos de venganza, los revanchismos y los sentimientos de culpa individual o colectiva. No fue fácil, pero se hizo. Se llamó Transición. Con ella, y de su mano, llegó la democracia, la constitucionalidad, el Estado de Derecho… Los vencedores y los vencidos, y los descendientes de los unos y de los otros, hicieron borrón y cuenta nueva, jubilaron sin finiquito el Régimen que muchos, pero no todos, consideraban una dictadura, aplicaron la fórmula ‒Paz, Piedad, Perdón‒ de don Manuel Azaña, último Presidente de la Segunda República, e inauguraron un período de buena voluntad y de libertades públicas y privadas que aún hoy, mal que bien y tambaleándose por múltiples razones de índole partidista y secesionista que aquí no vienen al caso, se mantiene relativamente incólume.

En marzo de 2004 –¿o fue en abril?– ese espíritu, el de la Transición y la reconciliación, que era, al parecer, más frágil de lo que todos pensábamos, mostró sus primeras grietas, que hoy, tres lustros después, se han multiplicado y ensanchado, y podrían derribar el edificio. Fue entonces cuando llegó a la presidencia del gobierno un lunático –el autoproclamado socialista Rodríguez Zapatero— que no tardó en empuñar la azada para reabrir las fosas comunes (o no) de los muertos en la guerra convirtiéndolas en trincheras. La Ley de Memoria Histórica, tan dañina como inútil, jaleada por unos y denostada por otros, volvió a desatar las hostilidades entre las dos Españas que hoy como ayer siguen helando el corazón de los españolitos que vienen al mundo –fue un poeta celebérrimo y de indiscutida e indiscutible autoridad moral quien recurrió a esa metáfora– y que ya no tienen ni la más mínima idea del horror que precedió al alzamiento militar, pero también popular, del 18 de julio y al que de él se derivó. Así andamos. La citada ley nacía al dudoso calor de una confusión semántica que, por su obviedad, hasta el más iletrado o desinteresado de los observadores puede percibir. Ahora, abundando en el error y en la coerción ideológica, la memoria a la que la ley citada hace referencia es, además de «Histórica», «Democrática» (sic). Ese addendum, descaradamente oportunista y totalitario, es ocurrencia muy reciente del actual gobierno: ése, presidido por Pedro Sánchez, del que forma parte un partido de pedigrí bolchevique y chavista, ahora madurista, que desea fragmentar el país, inmovilizar a sus habitantes con la camisa de fuerza del pensamiento único y arriar el principio básico de la Constitución vigente.

¡Acabáramos! Pocos éramos, decimos en España, y parió la abuela. La memoria es memoria, y punto. Puede ser triste o alegre, oscura o luminosa, exacta o incierta, pasajera o duradera, pero es siempre individual, personal, subjetiva y, por ello, legítima en su diversidad y no sujeta en ningún caso a adjetivaciones de índole partidista, parasitaria y doctrinaria. La única memoria histórica que puede y debe existir es la de los historiadores que manejen datos, sólo datos, demuestren su veracidad y los interpreten con objetividad, honestidad y ecuanimidad, pero no, nunca, como ahora se pretende, la del Boletín Oficial del Estado ni, menos aún, la del Código Penal.

Otro escritor, Juan Eslava Galán, que es también, como yo mismo, historiador, dice en el prefacio de mi penúltimo libro (España Guadaña. Arderéis como en el 36, 2019), que trata precisamente del flatus vocis y concepto espurio que aquí analizo, lo que sigue:

Uno de los propósitos de este libro es la refutación de la ocurrencia zapateril de la memoria histórica. A esa memoria le ocurre como a las personas de edad: recuerda lo ocurrido hace mucho tiempo, pero olvida lo reciente. Recuerda los días aciagos en que unos españoles mataban a otros llevados por ese odio cainita tan entrañablemente nuestro, pero olvida la reconciliación de sus hijos, cuando los dos bandos, derechas e izquierdas, se abrazaron y acordaron la Transición.

Sobre la guerra de España, de la que suele decirse que fue la última guerra romántica de la historia, han corrido no ya ríos, sino mares de tinta. La bibliografía referente a ella cuenta con un aluvión de epígrafes. Hace casi medio siglo ‒no sé ahora‒ ya superaban los dos mil. En ellos se vierten no sólo opiniones muy dispares, sino también datos abiertamente contradictorios. Discútanlos cuanto quieran los historiadores y pónganse o no de acuerdo, pero no se arrogue ningún gobierno el papel represor de ser juez y parte, magistrado y fiscal, en tan esquinado y resbaladizo asunto.

A pesar de que lo anuncié, todavía no me he presentado… Soy escritor y periodista muy conocido y reconocido, aunque también muy discutido. Tengo ochenta y cuatro años, más de cincuenta libros y de siete mil piezas de periodismo en mi historial, he recibido numerosos premios de ámbito nacional e internacional y he sido profesor de lengua, literatura e historia de España en trece universidades de siete países. No lo digo, señorías de la Unión Europea, por presumir ni en busca de condecoraciones, sino porque quiero prestar y de ese modo avalar mi voluntario testimonio en el proceso abierto por el gobierno español y sus adláteres sobre los presuntos crímenes del franquismo. Creo tener autoridad para ello. Mis papeles están en regla. En septiembre de 1936 fusilaron sin juicio previo a mi padre en Burgos, mi tío paterno fue condenado a muerte al terminar la guerra y pasó varios años en la cárcel, yo mismo di con mis huesos en ella, fui detenido en no pocas ocasiones, sufrí cinco procesos, permanecí un total de diecisiete meses en la cárcel y casi ocho en prisión domiciliaria, estuve seis años en el exilio… ¿Basta con eso? ¿Se admite mi testimonio? ¿Se me reconoce la condición de víctima del franquismo? ¿Tengo derecho a hablar? Les recuerdo que, a diferencia de muchas de las personas llamadas a declarar por los órganos de propaganda del gobierno español, mi testimonio no es de oídas. Soy testigo presencial de los supuestos delitos que se juzgan y de la época en la que se cometieron. No pueden decir otro tanto quienes tienen ahora menos de cincuenta años por más que se recabe su opinión sobre aquella época y aquellos hechos. Les aseguro que mis palabras no son fruto de ideología alguna, por carecer yo de ella, ni del afán de medro. Al contrario: pueden salirme caras. Escribo esto movido por el aprecio de la verdad. Las cosas no fueron como muchos, sin haberlas vivido, las cuentan y las juzgan. Nadie me torturó. Todos los españoles, todos, fueron víctimas de una guerra cuya estúpida crueldad se divide a partes iguales entre los dos bandos intervinientes en ella. Y en cuanto a la posguerra, cierto es que los años del franquismo lo fueron de sombras para algunos, sobre todo al principio, pero también de luces para otros. En la España de Franco que yo conocí sólo sufrían persecución quienes desde posturas radicales –las mías, por ejemplo– y buscando pelea se enfrentaban al Régimen. Créanme si les digo que éramos pocos. Mis recuerdos lo son de un país civilizado, ilustrado y habitable. Basta de mentiras. No reabramos trincheras. No demos vivas a una República que en tantas cosas lo fue de infamia ni a un Régimen autoritario que hace cuarenta y cinco años exhaló su último suspiro. Dejemos la memoria a secas en el ámbito de la libre memoria personal, ni histórica ni democrática, de quienes la tenemos. Sobreséase el asunto. ¿Habeas corpus? Pues aquí está el mío, Señorías.
Apéndice: muertos de segunda clase

Comprimo y reescribo otro testimonio. El 17 de julio de 1936 llegó a Madrid la noticia de que la guarnición de Melilla se había sublevado. Fernando Sánchez Monreal, jovencísimo periodista, pero ya director de la agencia Febus, no lo pensó dos veces. Salió de casa con lo puesto, rumbo al sur, y dejó en ella a Elena Dragó, su esposa, embarazada, sin imaginar que nunca volvería a verla. El 14 de septiembre, después de una asombrosa peripecia, fue capturado y fusilado en las cercanías de Burgos por sedicentes miembros de la Falange fundada por José Antonio Primo de Rivera. Que Dios los perdone. Elena, un año después, emprendió la búsqueda de su marido campo a través de un país en llamas. Lo hizo acompañada por el hijo que ambos habían engendrado y que con el correr del tiempo dedicaría ímprobos esfuerzos a la brega de encontrar los restos de su padre. Supe de esta historia, ha escrito una colega de sólido y solvente quehacer, cuando conocí a Dragó. Éstas son sus palabras, transcritas en una de mis columnas:

«Yo, Emma Nogueiro, también joven periodista que sólo sé de la guerra lo que los libros me han enseñado, me embarqué hace unos meses en la incierta tarea de culminar la investigación que él había emprendido. En ésas andábamos cuando nos cerró el paso la España Cainita. Lo he comprobado. Durante muchos meses perseguí a varios miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Llamadas, mensajes, reuniones, peticiones… Todo en vano. Después de escuchar una y otra vez que el Gobierno no da subvenciones, que la citada Asociación, experta en postureo, hace lo que puede y que son muchos los que buscan a los suyos, logré que le hiciesen a Fernando una prueba de ADN, pero la esperanza duró poco. Después de recoger la saliva del único hijo del difunto, nunca más volví a saber de tan falaz Asociación. Bueno, miento. Llamé compulsivamente al artífice de la prueba, que me esquivaba, di por fin con él y me quedé helada al escuchar el argumento que aducía para justificar lo injustificable: «Sánchez Dragó es una persona incómoda para la Asociación por sus posturas políticas y eso frena cualquier iniciativa que lo implique». De momento no voy a revelar el nombre de la persona que lo dijo, pero dispongo de una grabación que recoge sus palabras. ¿Memoria histórica? ¿Cerrar heridas? ¿Hacer justicia? Sarcasmo es alardear de ello cuando se empuña el rejón del poder político para cavar trincheras. Aún están a tiempo de rectificar y de impedir que el hijo de aquel joven periodista cargado de vida, colmado de futuro y segado en agraz, y yo misma, denunciemos a los responsables de tan abyecto delito de discriminación en la sede judicial que corresponda».

En ésta, por ejemplo, añado yo. Obren, Señorías, en conciencia, y hagan todo lo posible para que la inicua Ley de Memoria Democrática impuesta por el gobierno social-comunista de Sánchez Castejón y Pablo Iglesias sea derogada antes de que su impacto y el totalitarismo que traerá consigo sean irreversibles.

Por Fernando Sánchez Dragó

viernes, 7 de abril de 2023

El PP toma la delantera a la izquierda en la regulación de los vientres de alquiler



Con ocasión del reciente escándalo de la actriz Ana Obregón, el PP se mostró «abierto a regular» la «gestación subrogada». Así, a golpe de titular y ritmo de agenda setting, vuelve a renegar categóricamente de los valores por los que muchos votantes antaño lo elegían. Es el puerto al que lo ha llevado el relativismo y la búsqueda de rentabilidad electoral por encima de cualquier principio o valor.

Bajo este eufemismo -«gestación subrogada»- el PP ha intentado tomar la delantera a la izquierda en un asunto que, podría pensarse, pronto sería aceptado en nuestra legislación, vista la actual deriva moral generalizada. Pero, en esta ocasión, su intento de mimetizarse con el PSOE en cuestiones morales le ha salido mal. Porque lo que se ha producido finalmente ha sido un distanciamiento de posturas en el que el PP ha quedado más identificado con la cultura de la muerte que el propio PSOE.

Así, si hace apenas unas semanas el PP se igualaba al PSOE respecto al aborto -pasando de considerarlo delito a convertirlo en derecho-, ahora, con su «apertura a regular» los vientres de alquiler demuestra mayor menosprecio de la dignidad humana que el propio PSOE y que Podemos.

Porque el PSOE se ha posicionado en contra. En su web institucional y en sus redes sociales puede leerse estos días un artículo titulado: Los cuerpos de las mujeres ni se compran ni se alquilan. Además, queriendo marcar territorio propio, el subtítulo añade: «Que ahora el PP se abra a regular los vientres de alquiler demuestra su hipocresía y oportunismo electoral«. Y la ministra de Justicia, Pilar Llop, habla de tipificar las adopciones de niños nacidos de «vientres de alquiler» como un «delito de trata». Ojalá realmente haga eso que dice.

Ya que en 2016 el PSOE firmó un acuerdo de investidura con C’s en el que se comprometía a impulsar la «maternidad subrogada» (¡!). Y es que el PSOE tiene también su propia dosis de hipocresía. Es el partido del encubrimiento de los abusos a menores tuteladas en Centros de Acogida de Baleares y Valencia, comunidades gobernadas por él; además de encontrarse en medio de un escándalo mayúsculo protagonizado por diputados nacionales suyos, consumidores VIP de cuerpos de mujeres. Entre otras cosas. Para colmo, el modus operandi que condena en Ana Obregón es posible gracias a la normativa que el mismo PSOE aprobó en 2010 cuando el finado Pedro Zerolo -activista lgtb- abría la puerta a que las parejas homosexuales pudieran registrar en España a los niños adquiridos en el extranjero nacidos en vientres de alquiler.

Por parte de Podemos, Irene Montero se apresuró a calificar la «gestación subrogada» como «violencia contra las mujeres», acusando a las empresas que se lucran con esta práctica de emplear estrategias de marketing con lenguaje mercantil mezcladas con argumentos emocionales. Y es que el Tribunal Supremo había censurado en 2022 que tales empresas puedan publicitarse libremente en España, apoyándose en convenios internacionales y disposiciones legales que declaran la nulidad de pleno derecho de la maternidad subrogada y proscriben su publicidad.

Mientras, IU y VOX mantienen la cabeza erguida sobre esta cuestión. Y Santiago Abascal destaca que la posición de VOX al respecto se mantiene inalterada: «Es clara y nítida: contraria a la gestación subrogada y a la mercantilización de la vida humana y del cuerpo de la mujer«.

Al final, al margen de los vaivenes de la política y de los juegos de imagen de algunos partidos, lo que queda es una sociedad que precisa mejorar sus leyes. Y lo que ha quedado patente con esta polémica es que existe la necesidad de facilitar una maternidad/paternidad que no esté reñida con la dignidad de los niños y de sus madres. Facilitar -no una especie de onanismo-adopcionista promovido comercialmente, sino- la adopción genuina.

Porque la adopción en España hoy es un proceso complejo y dilatado, que contrasta con los miles de niños sin familia. Y con los miles de matrimonios que albergan en su corazón nobles y sinceros deseos de adoptar a un niño, y ofrecen para ello el calor de sus familias. Hay por delante, por tanto, todo un camino por recorrer: «abrirse a regular» un proceso de adopción genuina más ágil y con mejores garantías.

Ojalá podamos verlo pronto. Sin duda tendrá muy buena acogida entre los votantes.