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jueves, 24 de abril de 2025

En la muerte del papa Francisco (Michael Matt)



Algunas personas me han preguntado cómo es que no he hecho ningún comentario todavía sobre la muerte de Francisco el pasado 21 de abril. La verdad es que sí lo he hecho: pocas horas después de su muerte posteé una oración por el eterno descanso de su alma.

¿Nada más? Sí. Por el momento. Ahora Francisco ha comparecido ante el temible tribunal de Dios Todopoderoso. No hace falta que diga más. Además, mi irlandesa madre que paz descanse se revolvería en la tumba si me oyera hablar mal de un difunto ya antes del funeral. Yo soy de los antiguos, y en otros tiempos, cada vez que alguien se moría –fuera bueno o malo, te cayera bien o mal–, un católico reaccionaba siempre de la misma manera: rezaba por su alma y dejaba pasar algún tiempo antes de recordar a otros los pecados del finado.

Enseguida estarán intentando canonizar a Francisco en virtud de supuestos milagros, reescribirán malamente la historia y muchos harán política a costa del fallecido. Yo no lo pienso hacer. ¿Por qué? Porque no soy como ellos.

Recuerdo cuando vi el funeral de Pablo VI en el pequeño televisor en blanco y negro de la sala de mi casa cuando era niño. Pocos periodistas católicos habían sido más críticos con el programa del modernista Montini que mi padre. Metí la pata haciendo algunas observaciones negativas sobre el difunto papa a una de mis hermanas, y mi padre me regañó por ello. Y para recalcar más la idea, luego nos puso a toda la familia a rezar un rosario por el alma de Pablo VI.

Huelga decir que la enseñanza se me quedó grabada. Al igual que Pablo VI aquel día, Francisco comparece ante Dios ahora y necesita nuestras oraciones. Ya habrá tiempo de hablar de su pontificado en las próximas semanas. Pero yo prefiero aprovechar estos momentos para reaccionar a la muerte de Francisco lanzando un pedido urgente de oración por su eterno descanso. Jesús dijo: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen; ROGAD por los que os calumnian» (Lucas 6,27). Si tal es nuestro deber para con nuestros adversarios del mundo, es indudable que el Señor también quiere que hagamos lo mismo (¡y con más razón!) cuando se muere un modernista.

Yo no quiero la condenación eterna para Francisco; ni para nadie. No tengo manera de saber qué le haya podido decir a Dios en sus últimas horas en este mundo, cómo pueda haber respondido a su gracia en sus últimos momentos. Lo único que puedo hacer es rezar porque se arrepintiera, que Dios haya tenido misericordia y Francisco se haya salvado. Esa es la gran ventaja que tenemos los católicos: que a los hechos consumados podemos seguir empeñados en lograr aparentes imposibles. Mi madre decía que quien pide misericordia al caerse del caballo la encuentra antes de llegar al suelo. Las monjas del colegio nos enseñaban que no diéramos nada por sentado, y que un día nos llevaríamos una gran sorpresa al ver quién había llegado al Cielo y quién no.

El de presunción es uno de los grandes pecados contra el Espíritu Santo, y otro es el de desesperación. Según lo entiendo yo, el católico fiel ni presume de la salvación ni pierde la esperanza en ella; ni canoniza ni condena a los muertos. Se limita a rogar por ellos, sobre todo en los días inmediatamente posteriores a su muerte, contentándose con dejar el destino definitivo en manos del supremo Juez. Eso se hacía cuando yo era niño, y espero que siga siendo así. El mundo hará lo que quiera, pero tenemos que seguir comportándonos como católicos ante la misteriosa y sobrecogedora realidad de la muerte, el juicio, el Cielo y el Infierno.

Por último, no creo que ningún lector de The Remnant ni nadie que vea mis videos tenga la menor duda en cuanto a mi postura en lo que se refiere al pontificado del último papa. Ya habrá tiempo de publicar críticas en las próximas semanas. De momento, recemos por Francisco y por su sucesor, para que Dios bendiga a la Iglesia haciendo que el próximo sea verdaderamente católico.

Michael Matt

miércoles, 5 de octubre de 2022

Michael Matt entrevista al archivo. Viganò en las Jornadas sobre Identidad Católica



1. Muchos católicos de hoy creen que la Santa Madre Iglesia atraviesa la peor crisis de la historia, que supera incluso la de la herejía arriana. ¿Crees que esto es así?

No sé si esta crisis es la peor que tendrá que afrontar la Iglesia de aquí al fin de los tiempos; es ciertamente la peor hasta la fecha, tanto por la devastadora proporción de la apostasía, como por la narcotización del bajo Clero y de los fieles hacia la Jerarquía. En otras ocasiones, la persecución fue más feroz, pero encontró resistencia en los obispos y oposición en los católicos, que podían mirar a la Sede de Pedro como un faro de la Verdad y un obstáculo para el establecimiento del reino del Anticristo. Hoy ha cesado el katèchon , al menos temporalmente, y la Sede Apostólica está ocupada por un enemigo declarado de la Iglesia de Cristo.

Jamás en la historia hemos asistido a una sistemática traición a la Fe, la Moral, la Liturgia y la disciplina eclesiástica, favorecidas e incluso promovidas por la Suprema Autoridad de la misma Iglesia, en el silencio cómplice de la Jerarquía y en la aceptación acrítica de muchos de los clérigos. y los fieles... La gravedad de esta situación se ve agravada por el hecho de que la obra disolutoria de la iglesia profunda avanza en sintonía con la acción subversiva del estado profundo en las naciones, haciendo que los fieles católicos sean objeto de un doble ataque, como fieles y como los ciudadanos. Estas dos realidades, ahora indiscutibles, tienen en común el odio inextinguible de Satanás hacia Cristo, su Iglesia, su santa Ley, la civilización cristiana. Este engaño es tan evidente que ya no puede calificarse de "teoría de la conspiración".

Si lo pensamos bien, resulta preocupante que los protagonistas de este plan criminal -tanto en los gobiernos como en la Iglesia- provengan de ese ambiente radical chic en el que nació y creció el progresismo, el pacifismo, el ecologismo conciliar “católico”, el pacifismo, el ecologismo desde la década de 1960. , el homosexualismo y todo el repertorio de la izquierda wake. Como ya he dicho, los obispos individualmente y toda la Jerarquía de las últimas décadas tendrán que responder a Dios y a la Historia por su complicidad en esta crisis, más aún por haber sido en cierto modo inspiradores y defensores, abdicando el papel de la Iglesia de Domina Gentium .

2. ¿Qué convenció a Vuestra Excelencia de unirse a la tradicional contrarrevolución católica?

¿Qué niño miraría impasible la humillación de su madre, dejando que sus sirvientes la expusieran a la infamia y al oprobio, la despojaran de su triple corona y de sus vestiduras reales, le robaran sus joyas y vendieran sus bienes, la obligaran a vivir con ladrones y prostitutas, la llevaran también a quitarle el título real y dejar que se deteriore? ¿Y qué ciudadano de una nación gloriosa se dejaría destruir por gobernantes traidores y funcionarios corruptos, sin tomar las armas para levantarse y devolverle el honor que le ha sido robado?

Si esto es válido en el orden de la naturaleza, es aún más cierto y apremiante cuando se trata de la Santa Iglesia, atacada por enemigos que la golpean no sólo en lo temporal subastando iglesias, mobiliario y mobiliario sacro -como siempre lo hicieron en el curso de la historia, sino también en sus bienes sobrenaturales, en los tesoros con que el Rey divino la dotó para la santificación de las almas, en las riquezas incorruptibles de su doctrina y de su liturgia. Ministros corruptos la expusieron al escándalo, adulteraron su enseñanza, dispersaron su ejército y demolieron los muros que la defendían de las incursiones enemigas. Las almas que, gracias a la Iglesia, fueron protegidas y acompañadas en su camino terrenal hacia la eternidad se han alejado y perdido:

Quedarse y contemplar el ultraje de que es objeto nuestra Santa Madre Iglesia no es menos grave que haber estado entre la multitud que presenció la Pasión y Crucifixión de Nuestro Señor, en medio de los gritos y escupitajos de los villanos; porque somos hijos de Dios como lo somos de la Iglesia, que por los méritos de Jesucristo nos restaura en la Gracia y nos hace herederos del Reino de los Cielos.

Al principio, hace sesenta años, parecía que era la propia Iglesia -tras los trágicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y los horrores de las dictaduras- la que casi quería despojarse de su pasado para atenuar de algún modo el abismo entre lo que había de convertirse en el mundo y lo que quedó de él. Este despojo parecía un gesto de indulgencia para una sociedad trastornada por las revoluciones y el fin de las monarquías católicas, en la ola de esa democracia que creíamos podía ser cristiana, a pesar de saber bien que sus "valores" eran sustancialmente opuestos a los visión trascendente del propio poder del credo católico. Pocos de nosotros, en aquellos años, entendimos que la revolución conciliar subvertiría el orden divino, derrocaría el kosmos , arrojaría a la Iglesia al caos, dado espacio a la herejía y demolida la ortodoxia, aceptó la corrupción de la moral sustituyéndola por la virtud y la honestidad.

Este proceso subversivo -evertere en latín significa derribar- llevó a la cúspide de la Jerarquía a quienes nunca debieron ser admitidos, y ha expulsado o marginado emblemáticamente a quienes hasta entonces habían sido estimados y respetados. Fue el destino de muchos Obispos y de una infinidad de sacerdotes, clérigos, religiosos y religiosas, que se vieron forzados a la Revolución presentándola como una "actualización" que debería haber dado lugar a aquella "primavera conciliar" que anunciaba un nuevo renacer. de la Fe en pueblos postrados por un siglo de sangrientos conflictos.

Muchos creían de buena fe que lo que el cardenal Suenens había presentado con entusiasmo como "el 1789 de la Iglesia" era sólo una fase transitoria de asentamiento, de la que el cuerpo eclesial renacería más fuerte y más consciente. Este no fue el caso, como sabemos y como hemos visto. La revolución conciliar no fue distinta de las que derribaron los reinos temporales y demolieron la sociedad cristiana: en efecto, representa el cumplimiento necesario de un plan subversivo concebido por una mente diabólica que golpea primero el cuerpo mortal pero que luego necesariamente debe golpear el alma inmortal. , y que para lograr este objetivo primero arrasa con la sociedad civil y luego continúa implacablemente contra la sociedad religiosa.

Desde el 13 de marzo de 2013 el tumor conciliar se ha convertido en una metástasis desastrosa. Como Obispo, como Sucesor de los Apóstoles, ante esta inmensa degradación y humillación de la Iglesia, tuve que alzar la voz y tomar una posición clara. Exhorto a mis Hermanos a despertar a su vez del sopor que los ha convertido en espectadores mudos de esta passio Ecclesiae y cómplices del Enemigo. ¡Levántense de sus sillas y griten la verdad a los cuatro vientos! Y que los obispos llamados "conservadores" dejen de defender a toda costa el Concilio Vaticano II, que es la causa principal de esta masacre de almas que claman venganza al Cielo. Toma una posición antes de que te abrume la ruina común.

3. ¿Todavía celebras ocasionalmente la Misa Nueva?

No, ya no celebro el Novus Ordo desde hace algunos años, y no veo cómo podría volver sobre mis pasos aceptando celebrarlo aunque sea ocasionalmente.

Debo mi "conversión" a la Misa apostólica y a mi particular amor por el venerable Rito Ambrosiano, porque allí encontré todo lo que durante décadas había sido sustraído a mi Sacerdocio, despojándolo de su fuente de doctrina, pero aún más de espiritualidad y ascetismo que se encuentra sólo en el Santo Sacrificio. En la Misa católica el celebrante es alter Christus no sólo al ofrecer en la persona de Cristo Sumo Sacerdote la Víctima inmaculada a la Majestad del Padre, sino también al ser místicamente imagen de Cristo Víctima mismo. En esta unión íntima con Nuestro Señor reside el alma misma del sacerdocio, el principio vital del apostolado, la regula fideide la predicación, el poder de la Gracia para la santificación de las almas. Y como sin el sacerdocio y la Misa la Iglesia no puede subsistir, podemos comprender la feroz oposición a la Misa y al sacerdocio tradicional por parte de los enemigos de Cristo, reconociendo la importancia de nuestra elección y la necesidad de permanecer fieles a este inestimable tesoro.

Regresar al rito montiniano, después de haber recibido la gracia de seguir al Señor en el camino del Calvario gracias a la Misa tradicional, representaría para mí una traición que, a diferencia de quienes no conocen este venerable rito, sería aún más grave. .

Y aquí me gustaría recordarles que la cuestión de la Misa antigua no termina en una evaluación formal y, por así decirlo, racional. Representa el modo más perfecto en que el Cuerpo Místico rinde culto a la Santísima Trinidad, pero también la voz con la que la Esposa se dirige al Esposo divino. Si en el orden natural la novia no puede concebir nada que disminuya su amor por el novio, y más aún, considera una ofensa disminuirlo o ponerlo al mismo nivel que los demás hombres, ¡con qué valor debe un alma sacerdotal enamorada de Dios tolerar que sus perfecciones del Esposo sean calladas o negadas para no ofender a sus enemigos? La caridad no es tolerante, porque no conoce medida, no concibe compromisos. Hace apenas unos días, con motivo de otro panteón ecuménico en Kazajstán,

Si bien comprendo la difícil posición de muchos de mis Hermanos, obispos y sacerdotes, no puedo dejar de exhortarlos a mostrar una mayor coherencia en esto, abrazando la Misa antigua sin reservas y con un verdadero espíritu sobrenatural, que por sí solo constituye el arma más poderosa contra el crisis que atraviesa la Iglesia: a dos señores no se puede servir.

4. ¿Es correcto decir que la Obediencia, como virtud natural (más que teológica), debe estar ante todo al servicio de la Fe y que, como tal, obedecer a nuestros prelados modernistas en posiciones de autoridad podría ser pecaminoso?

La obediencia es una virtud natural, a la que se oponen la desobediencia (por defecto) y el servilismo (por exceso). Pero la obediencia no se debe a nadie, sino sólo a quienes están constituidos en autoridad, y dentro de los límites que legitiman el ejercicio de la misma. En la Iglesia, la obediencia se ordena a su fin último, es decir, la salvación de las almas en la unidad de la fe católica. La autoridad instituida para custodiar la Fe no puede legislar contra ella, precisamente porque extrae su poder de la misma fuente, es decir, del Legislador Supremo, que no puede estar en contradicción consigo mismo. Obedecer una orden ilegítima para complacer a quienes ejercen la autoridad corrompe la obediencia, que ya no es obediencia sino servilismo.

También quisiera señalar que los que hoy exigen de los fieles una obediencia ciega, pronta y absoluta, son los mismos que, cuando la autoridad es ejercida por los buenos, se vuelven contra ella. Los que ensucian todo el Magisterio en nombre del Concilio Vaticano II y del camino sinodal son los mismos que se rasgan las vestiduras frente a los que se niegan a aceptar la revolución permanente de Amoris lætitia [ ver ] y Traditionis Custodes [ ver ]. El problema, como podemos ver, radica en la crisis de la autoridad, que no acepta someterse -él primero- a la suprema autoridad de Dios.

5. ¿Cómo respondes, sin embargo, a quienes advierten que Cristo fue obediente hasta la muerte, y a eso estamos todos llamados?

Nuestro Señor no obedeció al Sanedrín, ni a los Sumo
s Sacerdotes ni a los ancianos del pueblo, quienes le ordenaron no profesarse Hijo de Dios y quienes por ello lo condenaron a muerte. Nuestro Señor obedeció al Padre, bebiendo hasta las heces el amargo cáliz de la Pasión: non sicut ego volo, sed sicut tu . Esta es la verdadera virtud de la Obediencia, porque sigue las órdenes de la autoridad terrenal, sólo si ésta actúa para los fines que la legitiman. Así como no le correspondía al Sanedrín cuestionar la divinidad de Cristo, sino que, conociendo las Escrituras, debió reconocerlo como el Mesías prometido; por lo tanto, no corresponde a la Jerarquía exigir obediencia en asuntos que se oponen a la Fe oa la Moralidad. También nosotros, siguiendo el ejemplo de Cristo y fortalecidos por la advertencia de San Pedro, repetimos:Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29).

6. Francisco declaró que los tradicionalistas "rechazan el Vaticano II". Dado que el 14 de febrero de 2013, el Papa Benedicto XVI dijo que el Concilio fue secuestrado por los medios de comunicación, causando un daño incalculable a la Iglesia y "banalizando la liturgia", no todos los católicos deberían "rechazar el Concilio" tal como fue presentado a la mundo. , según Benedicto, de los medios de comunicación?

En primer lugar, hay que aclarar que la aportación mediática al relato conciliar es sólo parcial y marginal respecto del valor claramente subversivo del Vaticano II, deseado por sus redactores. No hay un "buen Concilio" fantasma que hubiera sido "traicionado" por los modernistas: fue concebido en la forma para evitar que fuera católico en el fondo, escondiendo los escollos que contenía (y que revelaría poco después) tras verborrea y conceptos equívocos. Si los medios de comunicación habían secuestrado el Concilio en contra de la intención de los Padres y Papas que lo querían, ¿por qué, ante las reiteradas desviaciones transmitidas por la prensa, ninguno de ellos reafirmó la doctrina católica? Si la banalización de la liturgia en el período posconciliar fue solo culpa de los medios de comunicación, ¿por qué ningún obispo propuso nunca la celebración del Novus Ordo en continuidad con Vetus , sino que aprovechó las innovaciones del rito montiniano para promoverlo? Si la liturgia antigua no representaba una amenaza para la nueva, ¿por qué esta persecución despiadada de quienes querían seguir celebrando en la forma antigua?


En esto Bergoglio tiene toda la razón: los católicos que quieren permanecer fieles a la Tradición rechazan el Vaticano II precisamente porque es ajeno y opuesto a la Tradición, que es la norma de la fe. Y esto confirma no sólo la catolicidad de la liturgia tradicional, sino la extrañeza de la liturgia reformada al desarrollo armonioso que el culto ha conocido a lo largo de los siglos, de ahí su no catolicidad sustancial.

Por lo tanto, los católicos no sólo tienen el derecho, sino también el deber de exigir que la Iglesia adore a la Santísima Trinidad de la manera más perfecta, y no con un rito espurio, nacido de mentes doctrinal y moralmente desviadas, diseñado para complacer a los herejes y menospreciar a los Fe. No se trata de "inventar" una liturgia más católica que la del Novus Ordo , sino de reparar el gravísimo vulnus infligido a la Iglesia con la supresión de un rito bimilenario para sustituirlo por su deplorable falsificación Restaurar la Liturgia Católica y prohibir la Liturgia Reformada será un paso inevitable en la restauración de la Iglesia.

7. Parece al menos plausible que el Papa Bergoglio haya sido instalado en la Cátedra de Pedro para socavar la teología del Papado. Cuando criticamos a Francisco, ¿no estamos contribuyendo a esa misma agenda con respecto al Papado?

Quienes lograron que Bergoglio fuera elegido en el Cónclave de 2013 sabían muy bien que el principal resultado de su instalación en el Trono de Pedro sería el descrédito del Papado y la humillación de la Iglesia Católica, así como la propagación de herejías, errores y escándalos muy graves. En efecto, es precisamente en la acción constante de él, en el goteo despiadado de estos últimos diez años, que el Papado ha conocido el asalto más grave y poderoso, llevado a cabo por quien debe su autoridad sobre el cuerpo eclesial al Papado. La acción exterior no habría producido los mismos resultados. También hay que decir que la Renuncia de Benedicto XVI es el monstrumdio a luz al canon del "Papado emérito" han asestado un golpe mortal a la Iglesia, haciendo posible llevar a cabo el plan contra ella que preveía la elección de un Papa que estaría de acuerdo con la agenda de la élite.

Criticar a Bergoglio por lo que le está haciendo a la Iglesia no juega el juego de sus principales, la mafia de St. Gallen o la élite globalista masónica que lo quería allí. La indignidad del argentino en el Soglio di Pietro es, por otra parte, un signo evidente de la acción premeditada y maliciosa de quienes saben bien que la forma más eficaz de demoler una institución consiste en la labor de descrédito que realizan esos quienes ostentan la máxima autoridad en el mismo. No es diferente lo que sucede hoy en día en el ámbito civil, en el que toda la clase política y gobernante es corrupta y subordinada a los intereses criminales de la misma élite anticristo, que por un lado corrompe las almas con la propaganda LGBTQ+ y la teoría de género. ., en cambio, se vale de obispos corruptos -como está ocurriendo en Bélgica con las "bendiciones" de las uniones homosexuales- para llevar al extremo las palabras de Bergoglio, empezando por "¿Quién soy yo para juzgar?".

Me gustaría ver una implicación extremadamente grave (e inevitable) de esta progresiva legitimación de la doctrina LGBTQ+ y de la ideología de género.en la vida de la Iglesia. Sabemos que el Magisterio de la Iglesia condena los actos contra la naturaleza como “intrínsecamente perversos”: son un mal; quien los hace peca gravemente y si no se arrepiente su alma está condenada a la condenación eterna. La Sagrada Escritura - Antiguo y Nuevo Testamento nos lo dice inequívocamente. Por el contrario, las palabras de Bergoglio y los actos de sus cómplices tienen como objetivo eliminar cualquier condena moral sobre la sodomía y la práctica del cambio de sexo. Pero, ¿qué pasará cuando, dentro de unos años, haya "fieles" transexuales que pidan ser admitidos en las Órdenes Sagradas? No añadiré nada más: os dejo comprender el abismo que se abre ante nosotros.

A los que persisten en distinguir entre lo vinculante y lo no vinculante del "magisterio" bergogliano, creo que es innecesario reiterar que este enfoque formal quizás puede salvar la infalibilidad papal, pero ciertamente no la imagen de la Iglesia, y al mismo tiempo al mismo tiempo demuestra la total extrañeza de Bergoglio al Papado: es instintivamente percibido incluso por los simples fieles como el rechazo de un órgano trasplantado a un organismo que no lo reconoce como propio. El sensus fidei les hace comprender lo que el análisis de sus declaraciones heréticas le confirma al teólogo o al canonista. La famosa "Buonasera" desde el balcón de la Loggia di San Pietro el 13 de marzo de 2013 representa el epítome de esta irremediable alienación.

8. Obtuvo reconocimiento internacional por hablar en contra del Gran Reinicio. ¿Qué responde a sus críticos que afirman que está participando en teorías de conspiración y que simplemente debería rezar y guardar silencio?

Digo mis oraciones de todos modos, y no veo por qué debo faltar a mi deber como Obispo y Sucesor de los Apóstoles, guardando silencio sobre asuntos que están estrechamente relacionados y complementarios. Mientras mis críticas se dirigieron a encubrir los escándalos del ex cardenal McCarrick o las desviaciones doctrinales del Vaticano II, la etiqueta lefebvriana fue suficiente para demonizarme frente a los fieles; pero como noté la coherencia entre el golpe global realizado por el estado profundo con la emergencia pandémica primero y la energética después, y el acto no menos subversivo de la elección de Bergoglio organizado por la iglesia profunda , he aquí también el inevitable añadido de la etiqueta de la conspiración, para desacreditarme frente a la gente que escucha mis palabras. El riesgo, según ellos, es el mismo: que haya alguien que empiece a pensar por sí mismo y comprenda que ha sido víctima de un fraude colosal, en detrimento de la vida material con la Agenda de Davos, y en perjuicio de vida espiritual con el Concilio Vaticano II y la Agenda Bergoglio.

También me gustaría entender por qué los planes subversivos de organismos supranacionales privados -verdaderas mafias organizadas enraizadas en los ganglios del poder- que son anunciados por sus propios impulsores con mucha antelación y que representan el cumplimiento de delirios distópicos deben ser considerados "teorías conspirativas". de la secta masónica. Si la mafia declara públicamente que quiere exterminar a una parte de la población, y la veo organizándose para hacerlo, y soy testigo de la implementación de este proyecto de exterminio exactamente como lo anunció, no soy yo quien invento las teorías de la conspiración, sino la mafia quien se siente así, segura de su propio éxito que ni siquiera tiene que ocultarlo, más bien presumiendo poder convencernos -considerándonos inferiores- de que nuestro exterminio es deseable y bueno. En realidad, lo mismo ocurre con la ideología verde neomalthusiana, que considera al ser humano como un parásito del planeta: las decisiones que toman la ONU, la Unión Europea y los gobiernos individuales se basan en el falso pretexto del calentamiento global para legitimar la descarbonización y la introducción forzada de las llamadas energías sostenibles. Pero esto es precisamente una mentira, una excusa para obligar a las masas a someterse al control total y garantizar a las élites poder y ganancias desproporcionadas. Y si lo pensamos bien, incluso los partidarios del Concilio señalaron como un falso pretexto la actualización de la Iglesia, cuando el propósito inconfesable era su destrucción. la Unión Europea y los gobiernos individuales se basan en el falso pretexto del calentamiento global para legitimar la descarbonización y la introducción forzada de las llamadas energías sostenibles. Pero esto es precisamente una mentira, una excusa para obligar a las masas a someterse al control total y garantizar a las élites poder y ganancias desproporcionadas. Y si lo pensamos bien, incluso los partidarios del Concilio señalaron como un falso pretexto la actualización de la Iglesia, cuando el propósito inconfesable era su destrucción. la Unión Europea y los gobiernos individuales se basan en el falso pretexto del calentamiento global para legitimar la descarbonización y la introducción forzada de las llamadas energías sostenibles. Pero esto es precisamente una mentira, una excusa para obligar a las masas a someterse al control total y garantizar a las élites poder y ganancias desproporcionadas. Y si lo pensamos bien, incluso los partidarios del Concilio señalaron como un falso pretexto la actualización de la Iglesia, cuando el propósito inconfesable era su destrucción.

Estado profundo e iglesia profunda son dos caras de una misma moneda falsa, porque ambos responden a una misma mente infernal que odia a Dios tanto en la Creación como en la Redención, y que se desata tanto contra la vida del cuerpo como contra la del alma. El sistema, a pesar de su delirio satánico, ha demostrado que puede funcionar mientras las personas permanezcan aisladas y dejadas a su suerte. Por el contrario, la conciencia de no estar solos y compartir la misma visión del mundo y la misma Fe abre los ojos de muchos, les da coraje y fuerza para oponerse, revela públicamente el engaño y une fuerzas con la resistencia. Esto es cierto en el ámbito civil y en el ámbito eclesial: no es casualidad que la farsa de la pandemia haya reunido a estados profundos yiglesia profunda en una narrativa surrealista y criminal que ha escandalizado a ciudadanos y fieles.

Entonces: si hay una conspiración, ¿por qué debería guardar silencio? Y si no lo hay, ¿por qué les preocupan tanto las palabras de un anciano arzobispo?

9. ¿Puede decirnos algo sobre el papel de nuestra Reina y el Santo Rosario en este tiempo convulso, en el que muchos podrían perder el acceso incluso a la misa misma?

Esta entrevista termina con una referencia a María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, todopoderosa por la gracia. En esta lucha de época entre la Mujer y la Serpiente antigua, el Santo Rosario es el arma más poderosa con la que debemos dar nuestra contribución como milites Christi , en virtud de la Confirmación que hemos recibido.

Muchos de vosotros tenéis hambre de Verdad y sed de santidad, bienes eternos que nos pone a nuestra disposición el Santo Sacrificio de la Misa que habéis podido saborear gracias a la resistencia de algunos Prelados y clérigos y a la decisión providencial de Benedicto XVI con Summorum Pontificum . Otros no saben a lo que están renunciando porque este tesoro espiritual les ha sido escondido y robado durante demasiado tiempo, pero si se enteraran, no podrían prescindir de él. Es por tanto nuestro deber, como católicos y miembros vivos del Cuerpo Místico, exigir la restitutio in integrum de la Misa apostólica, y es deber de la Autoridad no sólo concederla como privilegio, sino reconocerla como el pleno y exclusivo derecho de ciudadanía en la Iglesia.

Pero para que esto suceda es necesario que todos nos hagamos dignos de esta gracia con una vida de santidad y con un valiente testimonio de la Fe en la que fuimos bautizados. Será la práctica de las virtudes y la oración constante del Santo Rosario lo que nos fortalecerá en este camino y moverá a la compasión a nuestro Abogado, para que en la restauración del culto público de la Iglesia de Cristo podamos ver una anticipación de la gloria eterna que está preparada para nosotros.

Michael Matt

sábado, 9 de noviembre de 2019

Monseñor Schneider habla del Sínodo, Vaticano II, JP II, Francisco y más (The Remnant en español)


Duración 52:51 minutos


Una entrevista de Michael Matt a Monseñor Schneider, de cuya lectura se sale feliz: "Christus vincit". La Iglesia es más fuerte que el mundo; aunque éste se haya infiltrado en el más alto clero del Vaticano la victoria que vence al mundo es la Fe: fe también en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, que es un misterio y que está padeciendo ahora la agonía. Son tiempos muy difíciles, de idolatría generalizada, en donde los enemigos de la Iglesia se diría que han triunfado. Pero la Iglesia no es sólo esta Iglesia militante. Están también la Iglesia purgante y la Iglesia triunfante, en donde los Santos interceden por nosotros, para que no perdamos la fe.

La Iglesia es nuestra madre. Y no podemos abandonarla en los momentos difíciles, aun cuando la idolatría se haya extendido en su propio corazón y sean muchos los que sufren la tentación de abandonar. Eso es un error, que proviene, entre otras cosas, de identificar al Papa con la Iglesia. La Iglesia es mucho más grande, pero sus enemigos han llegado muy lejos, infiltrándose en los seminarios. Es preciso pedir a Dios y a Jesucristo una reparación por los actos idolátricos que se están produciendo, el más reciente el del culto a una estatua de madera, que representa a la Pachamama, según el papa Francisco ... pero la Pachamama es una diosa pagana. Y el primer mandamiento supone la exclusividad de Dios, el único Dios, manifestado en Jesucristo: "No tendrás otros dioses más que a Mí". La libertad de religión se ha entendido mal. No se tiene derecho al mal. No se tiene derecho a la idolatría. No se puede rendir culto a varios dioses, como ocurría en tiempos de los romanos.

En esta entrevista, Monseñor Schneider hace un rápido repaso a la Historia de la Iglesia, desde la Revolución Francesa hasta el momento actual. El punto crítico lo sitúa en el Concilio Vaticano II, muchos de cuyos documentos presentan una gran ambigüedad. Habla de la revolución litúrgica que supuso el cambio de la Santa Misa Tradicional por el Novus Ordus, que -según los mismos protestantes- también ellos pueden oficiar esa Misa, con la segunda plegaria eucarística, la más corta. Luego vino la comunión en la mano, como casos particulares, que se extendió, sin embargo, a todos los casos. Eso supuso, entre otras cosas, la pérdida de la fe en la Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía así como la pérdida del carácter sacrificial de la Santa Misa. 

En fin, así hasta llegar a Francisco, al día de hoy, de lo que se ha dicho algo más arriba. Los verdaderos amigos del Papa y los que rezan por él son esos que Francisco condena como "rígidos". Éstos son los que harán que la Iglesia de 2000 años continúe adelante. Ahora es el momento de la agonía, pero el fin de todo no es la muerte, sino la resurrección. Entonces habrá un juicio. De ahí la importancia de vigilar y orar en todo momento y de una manera muy especial por el Papa, para que el Espíritu Santo lo ilumine y rectifique sobre los errores que está difundiendo, confundiendo así a muchos católicos; y por la Iglesia, para que los cristianos que la componen, guiados por la fe en Cristo, ante la grave situación por la que está pasando ahora la Iglesia, recen con más fuerza que nunca, sabiendo que la victoria final es del Señor: Christus vincit es el libro que ha escrito Monseñor Schneider, aunque viene en inglés. Ojalá que lo traduzcan pronto al español.

José Martí

Añado, a continuación, en inglés, el comentario que hacen de este libro varios autores, entre ellos el cardenal Sarah, el cardenal Burke y otros.

In this absorbing interview, Bishop Athanasius Schneider offers a candid, incisive examination of controversies raging in the Church and the most pressing issues of our times, providing clarity and hope for beleaguered Catholics. He addresses such topics as widespread doctrinal confusion, the limits of papal authority, the documents of Vatican II, the Society of St. Pius X, anti-Christian ideologies and political threats, the third secret of Fatima, the traditional Roman rite, and the Amazon Synod, among many others. Like his fourth-century patron, St. Athanasius the Great, Bishop Schneider says things that others won’t, fearlessly following St. Paul’s advice: “Preach the word, be urgent in season and out of season, convince, rebuke, and exhort, be unfailing in patience and in teaching” (2 Tim 4:2). His insights into the challenges facing Christ’s flock today are essential reading for those who are, or wish to be, alert to the signs of the times. Reminiscent of The Ratzinger Report of 1985, Christus Vincit will be a key point of reference for years to come.
“At this critical moment in the life of the Church we must reflect carefully on all that confronts us and discern what is true, good, and beautiful from what is evil. We cannot but be grateful to a faithful apostle such as Bishop Athanasius Schneider for his clear and courageous analysis of the state of the Church in our day. May this book assist all who read it in living their particular vocation with greater fidelity and zeal, for the glory of Almighty God and the salvation of souls.”—ROBERT CARDINAL SARAH
“No other bishop in recent memory has so tirelessly given of himself in the service of the truths of the Catholic Faith. In this wide-ranging interview, Bishop Schneider, through the account of his life and ministry and through his responses to the crucial questions of the day, gives powerful witness to his profound love of Our Lord and of His Mystical Body, the Church. This book will be of great help to the faithful, and to all people of good will, in navigating the grave confusion, division, and error prevalent in our times. It reveals the heart of a true shepherd of souls, after the Heart of Christ, the Good Shepherd.”—RAYMOND LEO CARDINAL BURKE
“St. Thérèse of the Child Jesus (‘the Little Flower’) said that humility is courage for the truth, and courage to serve. Bishop Schneider is a humble and heroic witness to the truth, and a courageous servant. His love for Christ and the Church is strong and deep and heartfelt, like St. Paul’s (Gal. 2:11–20). To the various questions regarding the crises we face (relativism, secularism, modernism, indifferentism), he responds as a faithful pastor and a perspicacious theologian. I found myself inspired and challenged.”—SCOTT HAHN
“A product of the persecuted Church in the Soviet Union, Bishop Athanasius Schneider powerfully appeals in this interview for a return to the classical doctrine, worship, and devotion of the Roman Church. Not all readers will agree with everything in his analyses, but they will find it difficult to dissent from his fundamental perception: the Church requires a radical re-supernaturalization that will save it from internal secularization, free it from the domination of all-too-human agendas, and inspire it with new ardor for its divinizing mission.”—FR. AIDAN NICHOLS, O.P.
“Reading this wide-ranging interview with one of the most outstanding bishops in the Church today is an experience of profound joy and gratitude. Bishop Schneider explains and defends Catholic truth with deep insight and total conviction. He reminds us that fidelity to Christ—the full embrace of His truth as taught by the Catholic Church—is the purpose of our existence and the only source of our salvation.”—FR. GERALD E. MURRAY

lunes, 7 de enero de 2019

¡Atrévase Monseñor! Un llamamiento de la Fundación Lepanto


Esta entrada se encuentra ya en el blog, pero en inglés. Aquí viene traducida y, dada su importancia, la vuelvo a colocar, ahora en español.



Veinticinco años después…
Hace veinticinco años, el 8 de febrero de 1994, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que invitaba a los Estados europeos a promover y tutelar jurídicamente la homosexualidad. En el Ángelus del 20 febrero de 1994, el Santo Padre Juan Pablo II se dirigió a la opinión pública mundial afirmando que «lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual (…) con esa resolución del Parlamento europeo, se ha querido legitimar un desorden moral. El Parlamento ha conferido indebidamente un valor institucional a comportamientos desviados, no conformes al plan de Dios».
En el mes de mayo de aquel mismo año, el Centro Cultural Lepanto, difundió en Estrasburgo, entre los europarlamentarios, un manifiesto con el título “Europa en Estrasburgo: representada o traicionada” en el cual dirigía una indignada protesta contra la promoción de un vicio condenado por la conciencia cristiana y occidental e instaba a todos los Obispos europeos «a unir sus voces a la del Supremo Pastor, para multiplicarla en sus propias diócesis, denunciando públicamente la culpa moral con la cual se ha manchado la euro asamblea y poniendo en alerta a su rebaño acerca de los crecientes ataques de las fuerzas anticristianas en el mundo».
Hoy, uno después del otro, los principales Estados europeos, incluidos aquellos de la más antigua tradición católica, elevaron la sodomía a la categoría de bien jurídico, reconociendo, bajo diversas formas, el denominado “matrimonio homosexual” e introduciendo el delito de “homofobia”. Los Pastores de la Iglesia, que deberían haber opuesto un inquebrantable dique a la homosexualización de la sociedad promovida por la clase política y por la oligarquía mediático-financiera, de hecho la favoreció con su propio silencio.
Incluso en la cumbre de la Iglesia se ha difundido como una metástasis la práctica de la homosexualidad y una cultura denominada “gay-friendly” que justifica y alienta el vicio homosexual. Monseñor Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Astana, en un mensaje del 28 de julio de 2018 afirmó que «Somos testigos del increíble escenario en el que algunos sacerdotes, y hasta obispos y cardenales, sin ruborizarse, ofrecen ya granos de incienso al ídolo de la ideología de la homosexualidad o de la teoría de género ante los aplausos de los poderosos de este mundo; es decir, ante los aplausos de los políticos, de los medios de difusión y de las poderosas organizaciones internacionales».
El Arzobispo Carlo Maria Viganò, en su histórico testimonio del 22 agosto de 2018, denunció, con nombres y circunstancias precisas, la existencia de una «corriente filo homosexual favorable a subvertir la doctrina católica respecto a la homosexualidad» y la presencia de «redes de homosexuales, actualmente difundidas en muchas diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc.», que «actúan protegidas por el secreto y por la mentira con la fuerza de los tentáculos de un pulpo y triturando víctimas inocentes, vocaciones sacerdotales y siguen estrangulando a toda la Iglesia»
Hasta hoy estas voces valientes se mantuvieron aisladas. El clima de indiferencia y de silencio que reina en el interior de la Iglesia tiene profundas raíces morales y doctrinales, que se remontan a la época del Concilio Vaticano II, cuando la Jerarquía Eclesiástica aceptó el proceso de secularización como un fenómeno irreversible. Pero cuando la Iglesia se subordina al secularismo, el Reino de Cristo es mundanizado y reducido a una estructura de poder. El espíritu militante se disuelve y la Iglesia en lugar de convertir al mundo a la ley del Evangelio, doblega el Evangelio a las exigencias del mundo. 
Quisiéramos oír resonar las palabras incandescentes de un San Pedro Damián y de un San Bernardino de Siena, en lugar de la frase del Papa Francisco «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?» Si el significado de esta frase ha sido distorsionado por los mas-media, debería combatir la instrumentalización mediática con documentos claros y solemnes de condena de la sodomía, como lo hizo San Pío V con dos constituciones, Cum primum del 1 de abril de 1566 y Horrendum illud scelus del 30 agosto de 1568. Por el contrario, la Exhortación post-sinodal Amoris laetitia del Papa Francisco del 8 de abril de 2016, no sólo calla sobre este gravísimo desorden moral, sino que relativiza los preceptos de la Ley Natural, abriendo el camino al concubinato y al adulterio. Es por esto que Le dirigimos un llamamiento Monseñor.
 Servir a la Iglesia
Las palabras, Monseñor, evocan una dignidad, no un poder ni una función burocrática.
A todos los Obispos, sucesores de los Apóstoles, se reconoce la condición de Monseñor, pero también simples sacerdotes pueden recibir este título
La palabra dignidad, aunque a la misma está dedicada una declaración del Concilio Vaticano II, hoy parece haber perdido el significado. Dignidad significa conciencia de un papel y de una misión confiada por Dios. Del respeto de la propia dignidad emana el sentimiento del honor. Su dignidad, Monseñor, deriva del honor que Usted tiene de servir a la Iglesia, sin buscar ni sus propios intereses ni el consenso de los poderosos. La dignidad de Monseñor la ha recibido de la Iglesia, no de los hombres de la Iglesia y a la Iglesia debe prestar cuentas. La Iglesia es la sociedad divina, fundada por Jesucristo, siempre perfecta y siempre victoriosa en el tiempo y en la eternidad.
Los hombres de Iglesia pueden servirla o traicionarla. Servir a la Iglesia significa anteponer los intereses de la Iglesia, que son los de Jesucristo, a los intereses personales. Traicionar a la Iglesia significa anteponer los intereses de una familia, de un instituto religioso, de una autoridad eclesiástica, entendida como persona privada, a la Verdad de la Iglesia, que es la Verdad de Jesucristo, único Camino, Verdad y Vida (Jn. 14, 6). Seríamos injustos con su inteligencia, Monseñor, si no supusiéramos que Usted tiene un cierto conocimiento de la crisis en la Iglesia. Algunos eminentes Cardenales han manifestado, en diversas ocasiones, su inquietud y su preocupación por todo cuanto está ocurriendo en la Iglesia. El mismo malestar es advertido en el hombre común, profundamente desorientado por los nuevos paradigmas religiosos y morales.
Cuántas veces frente a este malestar, en privado, Ella extendió los brazos, intentando tranquilizar a su interlocutor con palabras «No podemos hacer otra cosa que callar y predicar. El Papa no es inmortal. Pensemos en el próximo cónclave». 
Todo, pero no hablar, pero no actuar. El silencio como regla suprema de comportamiento. En este comportamiento ¿pesa el servilismo humano, el egoísmo de quien, con comodidad, mira en primer lugar a la vida, el oportunismo de quien es capaz de adaptarse a cada situación? Afirmarlo sería promover un proceso contra las intenciones, y el proceso contra las intenciones no podemos hacerlo los hombres, podrá hacerlo solo Dios, el día del Juicio, cuando estaremos solos delante de Él, para escuchar de Sus Labios, la inapelable sentencia que nos pondrá en marcha hacia la eterna felicidad o la eterna condenación.
Quien vive en la tierra puede juzgar únicamente hechos y palabras, como objetivamente suenan
Y las palabras con las cuales Él, Monseñor, explica su comportamiento son a veces más nobles que sus sentimientos. «Debemos seguir al Papa incluso cuando nos disgusta, porque Él es la roca sobre la cual Cristo construyó su Iglesia»; o «Debemos evitar a toda costa un cisma, porque sería la más grave desgracia para la Iglesia». 
Nobles palabras, porque enuncian verdades. El Papa es el fundamento de la Iglesia, y la Iglesia no puede temer nada peor que un cisma. Pero, Monseñor, sobre lo que queremos hacerle reflexionar es que el camino del silencio absoluto que Usted quiere recorrer, provocará daño al Papa y acelerará el cisma en la Iglesia. De hecho es verdadero que el Papa es el fundamento de la Iglesia, pero antes que sobre él, la Iglesia se fundamenta sobre Jesucristo. Jesucristo es el fundamento primario y divino de la Iglesia, Pedro no es sino el fundamento secundario y humano, aunque sea divinamente asistido.
La asistencia divina no excluye el error, no excluye el pecado. En la historia de la Iglesia no faltaron Papas que pecaron y se equivocaron, sin que ello jamás perjudicara la institución del Papado. Afirmar que es necesario seguir siempre al Papa, sin nunca apartarse de él, renunciando, en casos excepcionales, a corregirlo respetuosamente, significa atribuir a la Iglesia todos los errores que en el transcurso de los siglos han sido cometidos por los hombres de la Iglesia. La ausencia de esta distinción entre Iglesia y hombres de Iglesia sirve a los enemigos de la Iglesia para atacarla y a tantos falsos amigos para renunciar a servirla.
Igualmente cargada de consecuencias es la afirmación según la cual romper el silencio, afirmar la verdad, denunciar -si necesario fuera- la infidelidad del mismo Pastor Supremo, conduciría a un cisma. Pero el cisma es división y nunca como en este momento de su historia la Iglesia aparece en su interior dividida y fragmentada. En el interior de cada parroquia, de cada diócesis, de cada nación, es imposible definir una regla común de vivir el Evangelio, porque cada uno tiene la experiencia de un cristianismo diferente, en el campo litúrgico y dogmático, construyendo la propia religión, de tal modo que de común sólo queda el nombre, ya no más la substancia.
¿Cuáles son las razones de esta fragmentación? Desapareció la estrella que indica el camino y los fieles avanzan en la obscuridad de la noche siguiendo opiniones y sentimientos personales, sin que una voz se levante para recordarles cuál es la doctrina y la práctica inmutable de la Iglesia
El cisma es provocado por la obscuridad, hija del silencio. Únicamente voces claras, voces cristalinas, voces íntegramente fieles a la Tradición pueden disipar las tinieblas y permitir a los buenos católicos superar las divisiones provocadas por este Pontificado y evitar nuevas humillaciones a la Iglesia, después de aquellas ya inflingidas por el Papa Francisco. Para salvar a la Iglesia del cisma sólo hay un modo: el de proclamar la verdad. Guardando silencio lo favoreceremos.
 Extremo apelo
Monseñor, Usted que goza de una dignidad, Usted que ejerce una autoridad moral, Usted que recibe una herencia, ¿de qué tiene temor? El mundo puede agredirlo y maldecirlo, sus superiores pueden privarlo de su autoridad y dignidad externa. Pero es al Señor a quien deberá rendir cuentas, como cada uno de nosotros, el día del Juicio, cuando todo será pesado y juzgado según medida
No se pregunte qué hacer en concreto. Si quiere atreverse, el Espíritu Santo no dejará de sugerir a su conciencia el tiempo, el modo y el tono de salir al descubierto y ser «luz del mundo, ciudad situada sobre una montaña, candela encendida sobre el candelero» (Mt 5, 13-16). Lo que le pedimos, Monseñor es que asuma una actitud de filial crítica, de respetuosa resistencia, de devota separación moral con respecto a los responsables de la autodemolición de la Iglesia. Que se atreva a alentar abiertamente a quienes defienden a la Iglesia en su interior y profesan públicamente toda la Verdad católica.
Como también a acercarse a otros hermanos que se unan a usted y a nosotros para lanzar juntos aquel grito de guerra y de amor que San Luis María Grignion de Montfort elevó en la Oración Abrasada con las palabras proféticas: «¡Fuego, fuego, fuego! ¡Fuego en la casa de Dios! ¡Fuego en las almas! ¡Fuego en el santuario!». Lenguas de fuego como las de Pentecostés, destellos de fuego como aquellos del infierno, parecen suspendidos sobre la tierra. Fuego destructor, fuego purificador, fuego restaurador, destinado a envolver la tierra, a consumirla y a transformarla. Que el fuego divino se extienda antes que aquel de la cólera, que reducirá nuestra sociedad a cenizas, como ocurrió en Sodoma y Gomorra. Es ésta la razón del llamamiento que Le dirijo, veinticinco años después de la desdichada resolución del Parlamento europeo, para el bien de las almas, por el honor de la Iglesia y para la salvación de la sociedad. Monseñor, acoja este llamamiento, que es también una invocación a María Santísima y a los Ángeles para que intervengan, cuanto antes, para salvar a la Iglesia y al mundo entero.
¡Atrévase Monseñor, asuma este santo propósito en el 2019 y nos encontrará a su lado en la buena batalla!

domingo, 6 de enero de 2019

¡Atrévete, monseñor! (Laicos desafían al clero para enfrentar la subcultura homosexual) [Michael J. Matt]


ROBERTO DE MATTEI

The president of the Lepanto Foundation in Rome, Professor Roberto de Mattei, has issued an appeal (full text included below) to the clergy which calls out their silence and dares them to confront the homosexual nature of the sex abuse crisis in the Church.
In the kindergarten world of snarky tweets, cyber saber rattling and an endless series of brand-spankin’-new profile pictures, what a relief it is to read the words of a serious Catholic scholar and historian who knows what is at stake here and has the ability and the courage to confront the enemies of our Faith to their faces. 
Well said, Professor! To paraphrase Thomas More, the bishops of the Catholic Church today would have snored through the sermon on the mount but they’ll labor like scholars over an interfaith prayer meeting.
Meanwhile, the human element of the Catholic Church goes to hell in a handbasket, as whole generations of young people walk away disillusioned, fed up, and disgusted by the inaction and cowardice of the feckless Catholic bishops of the modern church.
In his comments to LifeSite, de Mattei included the following as reason for the provocation:
“…The problem is not only moral but also theological, because even more serious than the practice of homosexuality is the affirmation by many members of the clergy that a bridge between the Catholic faith and LGBT culture is possible. These pastors and theologians are likely a minority, but they are an active minority, and have been encouraged by the Supreme ecclesiastical hierarchies through a general silence.”
Here is the full text of Dare, Monsignor!  (First published HERE by the Lepanto Foundation.)
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TWENTY-FIVE YEARS LATER...
Twenty-five years ago, on 8 February 1994, the European Parliament voted on a resolution that invited the nations of Europe to promote and give legal protection to homosexuality.In his Angelus address on 20 February 1994, the Holy Father Pope John Paul II appealed to public opinion worldwide, affirming that “the legal approbation of active homosexuality is not morally admissible [...]. The Resolution of the European Parliament has called for the legitimization of a moral disorder.The Parliament has unduly given institutional value to deviant behaviors, which do not conform to God’s plan”.
In May of that same year, the Lepanto Cultural Center [Centro Culturale Lepanto] handed out a manifesto in Strasbourg toparliamentary representatives, called “Europe at Strasbourg: Represented or Betrayed?”. The manifesto made an indignant protest against the promotion of a vice condemned by both Christian and Western conscience, and asked the European bishops “to unite their voices to that of the Supreme Pastor [John Paul II] in order to multiply itin their dioceses,by publicly denouncing the moral fault with which the European Assembly has stained itself and warning the flock entrusted to their care of the growing attacks of anti-Christian forces in the world”.
Today, one after another, the principal European nations, including many of those with the most ancient Catholic tradition, have elevated sodomy to a legal right by recognizing, under different forms, so-called “same-sex marriage”and introducing the concept of the crime of “homophobia.” The Pastors of the Church, who should have formed an unbreakable dam of opposition against the homosexualization of society promoted by the political class and by the media-financial oligarchies, have in fact fostered it by their silence. Even at the highest levels of the Church,the practice of homosexuality and of a so-called “gay-friendly” culture that justifies and encourages homosexual vice has spread like a cancer.
Bishop Athanasius Schneider, auxiliary of Astana, Kazakhstan, said in a message dated 28 July 2018, that “We are witnessing an incredible scenario, in which some priests and even bishops and cardinals, without blushing, are already offering grains of incense to the idol of homosexuality or gender ideology, to the applause of the powerful ones of this world, that is, to the applause of politicians, social media giants and powerful international organizations”.
Archbishop Carlo Maria Viganò, in his historic testimony of 22 August 2018, denounced - using precise names and circumstances - the existence of a “homosexual current in favor of subverting Catholic doctrine regarding homosexuality” and the presence of “homosexual networks, which are now widespread in many dioceses, seminaries, religious orders, etc.,” and which “act under the concealment of secrecy and lies with the power of octopus tentacles, and strangle innocent victims and priestly vocations, and are strangling the entire Church”.
These courageous voices remain isolated even until today. The climate of indifference and cover-up which reigns within the Church has profound moral and doctrinal roots that date back to the Second Vatican Council, when the ecclesiastical hierarchies accepted the process of secularization as an irreversible phenomenon. But when the Church subordinates herself to secularism, the Kingdom of Christ becomes conformed to this world and is reduced to a mere power structure. The militant spirit dissipates, and the Church, instead of converting the world to the law of the Gospel, surrenders the Gospel to the world’s demands.
How we long to hear resounding once again the fiery words of a new Saint Peter Damian or Saint Bernardine of Siena, instead of the infamous statement of Pope Francis, “If a person is gay and is seeking the Lord and has good will, who am I to judge them?” If it is true that the meaning of this statement was distorted by the media, such misuse should have been combatted by means of clear and solemn documents condemning sodomy, as St. Pius V did with the two constitutions Cum Primum of 1 April 1566 and Horrendum Illud Scelus of 30 August 1568. Instead, Pope Francis’ Post-Synodal Apostolic Exhortation Amoris Laetitia of 8 April 2016 not only was silent about this most grave moral disorder but also relativized the precepts of the natural law, opening the path towards the approval of cohabitation and adultery.
And this is why we now make an appeal to you, Monsignor.

TO SERVE THE CHURCH
The term “Monsignor” evokes a certain dignity, not a power or a bureaucratic function. Each one of the bishops, as Successors of the Apostles, are recognized with the title of “Monsignor,” but simple priests are also able to receive this title. The word “dignity” seems to have lost its meaning today, despite the fact that there was an entire declaration of Vatican II dedicated to it. Dignity means an awareness of a role and mission given by God. Respect for a person’s dignity is the source of a feeling of honor. Your dignity, Monsignor, derives from the honor which you have of serving the Church, without seeking either your own interests or the approval of the powerful. You have received the dignity of Monsignor from the Church, not from the men of the Church, and it is to the Church that you must render an account. The Church is the divine society founded by Jesus Christ, ever-perfect and ever-victorious, both in time and in eternity. The men of the Church may either serve the Church or betray her. Serving the Church means placing the interests of the Church, which are those of Jesus Christ, ahead of one’s personal interests. Betraying the Church means placing the interests of a family, a religious institute, or an ecclesiastical authority taken as a private person ahead of the Truth of the Church, which is the Truth of Jesus Christ, the one Way, Truth and Life (John 14:6).
We would be insulting your intelligence, Monsignor, were we not to suppose that you already have a certain awareness of the crisis in the Church. Certain eminent cardinals, on various occasions, have manifested their unease and concern over what is happening in the Church. The same unease is displayed by the common man, who is profoundly disoriented by the new religious and moral paradigms. In the face of this unease, Monsignor, many times you have put up your hands, seeking to calm the person speaking to you, using words like: “There is nothing we can do but be silent and pray. The Pope is not immortal. Let’s wait for the next conclave”. That’s all we can do, you say. We cannot speak; we cannot act. You adopt silence as the supreme rule of your behavior. Is this attitude the result of human self-serving; of a selfishness that seeks above all else to live quietly; of the opportunism of those who are able to adapt themselves successfully to every situation? To assert this would be to make a judgment about your intentions, and a judgment about intentions cannot be made by men; only God can do this on the Day of Judgment, when we will each stand alone before Him, to listen to His lips pronounce the un-appealable sentence that will send us either to eternal happiness or to eternal damnation.
We who live on earth can only judge facts and words as they objectively appear. And the words with which you explain your behavior, Monsignor, at times appear to be more noble than your true feelings “We ought to follow the Pope, even when he displeases us, because he is the Rock on which Christ has founded His Church,” you say; or “we ought to avoid a schism at any cost, because this would be the most serious disaster for the Church".
Noble words, because they state truths. It is true that the Pope is the foundation of the Church, and that the Church can fear nothing worse than a schism. But what we would like you to reflect on, Monsignor, is that the path of absolute silence that you want to follow will bring harm to the Papacy and will hasten a schism in the Church.
It is true that the Pope is the foundation of the Church, but before being founded on him, the Church is founded on Jesus Christ. Jesus Christ is the primary and divine foundation of the Church, while Peter is the secondary and human foundation - even if it is true that he is divinely assisted. The divine assistance does not exclude the possibility of error or the possibility of sin. In the history of the Church, there has been no lack of popes who have sinned or erred, without this fact ever prejudicing the institution of the papacy. To say that “we need to always follow the Pope and never depart from him,” while refusing to respectfully correct him in exceptional cases, means attributing to the Church all of the errors which, over the course of the centuries, have been made by the men of the Church. The absence of this distinction between the Church and the men of the Church enables the enemies of the Church to attack her, and many false friends of the Church to refuse to truly serve Her.
Equally fraught with consequences is the assertion that to break silence, to tell the truth, and to denounce – if necessary – the infidelity of the same Supreme Pastor, would lead to a schism. The word “schism” means division, and never as in this moment of her history has the Church appeared so internally divided and fragmented. Within each nation, within each diocese, even within each parish, it is impossible to agree on a common way of living according to the Gospel, because each one experiences and lives a different Christianity – both liturgically and dogmatically – with each one constructing their own religion in such a way that the only thing remaining in common is the name “Catholic”, but the essence of Catholicism is no longer present. What are the reasons for this fragmentation? The star that lights the way has disappeared, and the faithful make their way in the darkness of night, following opinions and personal sentiments, without even one voice being raised to remind them of the unchanging doctrine and praxis of the Church. The schism is being caused by the darkness, which is the daughter of silence. Only clear voices, crystalline voices, voices which are entirely faithful to the Tradition, are able to dispel the shadows and permit good Catholics to overcome the divisions which have been provoked by this pontificate, and to avoid new humiliations to the Church beyond those which have already been inflicted upon her by Pope Francis. There is only one way to save the Church from schism: Proclaim the Truth. By remaining silent we will only further the schism.
AN URGENT APPEAL
Monsignor, you who enjoy a certain dignity, you who exercise a moral authority, you who have received an inheritance –what are you afraid of? The world may attack you with defamation and slander. Your superiors may deprive you of your authority and external dignity. But it is to the Lord that you must render an account, as must each one of us on the Day of Judgment, when everything will be weighed and judged according to measure. Do not ask us what you ought to do concretely. If you will dare to ask Him, the Holy Spirit will not fail to suggest to your conscience times, ways, and tones of coming out into the open, in order to be “the light of the world, a city set on a hill, a lamp set on a lampstand” (Matthew 5:13-16).
What we ask of you, Monsignor, is that you assume an attitude of filial criticism, of deferential resistance, of devout moral separation from those responsible for the Church’s self-destruction. Dare to openly encourage those who defend the Church from within, and who publicly profess the entire Truth of the Catholic Faith. Dare to seek out other confreres who will join you and us in issuing that cry of war and of love which St. Louis Marie Grignon de Montfort raised in his “Fiery Prayer” [Prière embrasée] with these prophetic words: “Fire! Fire! Fire! There is a fire in the house of God! There is fire within souls! There is fire even within the Sanctuary!”.
Tongues of fire like those of the day of Pentecost, as well as flashes of fire like those of Hell, seem to be hanging over the earth. A destroying fire, a purifying fire, a restoring fire – destined to engulf the entire world, to consume it and transform it. May the divine fire flare up within us before the fire of God’s wrath does, which will reduce our society to ashes as happened to Sodom and Gomorrha. And this is the reason why, twenty-five years after the unfortunate resolution of the European Parliament, I now make this appeal to you, for the good of souls, for the honor of the Church, and for the salvation of society.
Monsignor, please accept this appeal, which is also an invocation to the Blessed Mother and to the Angels, that they may intervene, as soon as possible, in order to save the Church and the whole world.
Dare, Monsignor, to take up this holy cause in 2019,and you will find us battling at your side in this good fight!
De Mattei
Roberto de Mattei 
President of the Lepanto Foundation
Written at the foot of the Manger, on this First Saturday of January 2019, the Vigil of the Epiphany of the Lord

martes, 23 de octubre de 2018

Pablo VI: ¿Un Papa impostor? (Michael Matt)

(The Remnant)


Dicen que cuando algo sale espantosamente mal en la vida pública de alguien famoso, las personas bienintencionadas encuentran difícil aceptar que no pasa algo más en la historia que lo que se ve a simple vista. Esto sucede particularmente en este tiempo en el que las personas estamos acostumbradas a que las fuerzas poderosas del gobierno y de los medios nos mientan.
Entonces, por ejemplo, cuando asesinaron al presidente Kennedy, la nación estaba tan atónita, lógicamente, que no era raro que las personas otrora sanas aceptaran las teorías conspirativas más extrañas acerca de lo que realmente sucedió. Cualquier cosa menos la poco satisfactoria narrativa de que había sido un loco solitario con un rifle. Para muchos, debía haber una conspiración más grande detrás, grandiosa. ¡Kennedy tuvo que haber muerto por una razón más grande que esa!
Ahora bien, no tengo la intención de especular sobre quién debió haber estado en el montículo de hierba aquel día de 1963 en Dallas. Obviamente, podría haber habido más de una historia, y tal vez nunca conoceremos toda la verdad. Solo lo menciono porque, tras la totalmente ridícula canonización del papa Pablo VI (a propósito, uno de los más grandes chascos de la historia), ha reaparecido otra vieja teoría de aquella época, esta vez sobre lo que realmente debió haber sucedido en la Iglesia Católica como resultado del Concilio Vaticano Segundo. Esta teoría sostiene que no fue el Papa quien destruyó la misa y desató el caos en la Iglesia de aquel tiempo, sino un impostor pretendiendo ser el Papa.
Según esta teoría, ningún Papa escogido a dedo por el mismísimo Espíritu Santo (como nos aseguraba solemnemente la hermana María Chocolate en tercer grado), podría haber realizado semejantes cosas terribles. Debió haber sido un complot masónico que de alguna manera logró sustituir con uno falso al hombre más famoso del mundo de aquel tiempo: el papa Pablo VI.
Toda una hazaña, pero seguramente fue lo que pasó. Después de todo, miren las orejas del joven Pablo VI en comparación a las del Papa hacia fines de la década de 1970¡Miren esa nariz! ¡Esas cejas! Hasta los dientes son diferentes.
Bueno, quizás. Sin duda han ocurrido cosas aún más extrañas. Pero al fin de cuentas difícilmente resulte más que una ilusión – es decir, buenas personas queriendo creer cualquier cosa en lugar del hecho de que Dios permitió que un hombre terrible ascendiera al trono de San Pedro. Pero más probable que una teoría del estilo Príncipe y Mendigo es que la cara de un revolucionario envejecido y lleno de culpa simplemente reflejara los años y la agitación de un pontificado verdaderamente desastroso.
Los años son duros con el cuerpo humano…con cualquier cuerpo humano, pero especialmente aquellos en lugares públicos elevados. Y si el envejecido papa Pablo VI era en verdad un impostor – cosa que supuestamente puede demostrarse examinando fotos de sus orejas, nariz y dientes –entonces también lo eran muchas otras personas ancianas famosas.
Algunos buenos ejemplos: intenten adivinar la identidad de estos famosos:
Dicen que ésta última es la madre Teresa de Calcuta, créase o no.
Y sin embargo ésta es ella hacia el final de su vida:
¿Qué ocurrió con las cejas largas y tupidas, la nariz delgada, la marca de nacimiento sobre el labio superior? ¿Una impostora? Difícilmente. Solamente envejeció, tal como lo hizo el director de cine Alfred Hitchcock (segunda foto de arriba) tal como se lo ve aquí, muchos años después:
Y el gran actor americano (convertido a la fe católica en su lecho de muerte) John Wayne, casi irreconocible como el mismo hombre (primera foto de arriba) aquí en su vejez, completo con orejas más grandes y todo:
Nuevamente, la edad y el estrés son duros con nosotros. De hecho, en su conjunto, diría que el papa Montini envejeció bien:
Entonces, ¿ya podemos terminar con esto? No había un impostor papal. Montini, el galopante arzobispo modernista de Milán era el mismo papa Pablo VI que destruyó el rito romano y es ahora canonizado santo en la iglesia del Vaticano II.
Yo también quisiera que hubiese algo más detrás de esta historia…una explicación mejor. Pero muchas veces la verdad supera la ficción, y en este caso la peor teoría conspirativa es más devastadora en cuanto a que no es una teoría en absoluto. Realmente lograron instalar a un modernista revolucionario en el trono de San Pedro que por poco no destruyó el elemento humano de la Iglesia Católica y cuyo espantoso legado está, hasta este día, poniendo almas en peligro en todo el mundo.
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)
Michael Matt