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miércoles, 26 de octubre de 2022

El obispo Schneider defiende la «desobediencia de una orden papal que cambia o debilita la integridad de la fe, la Constitución Divina de la Iglesia y la liturgia»



El obispo Athanasius Schneider ha escrito una reflexión en LifeSiteNews sobre los límites de la obediencia al Papa. Cabe señalar, que el obispo auxiliar de Astaná hace referencia a un concepto a veces muy olvidado o desconocido para muchos católicos. Ante cualquier duda, en última instancia por encima de la autoridad papal siempre ha de estar la conciencia recta y bien formada de cada uno.

Compartimos el artículo publicado por el prelado de Kazajistán ene LifeSiteNews:

El significado correcto de la obediencia al Papa

La santa Iglesia es ante todo y en lo más profundo una institución divina, y es un misterio en su sentido sobrenatural. En segundo lugar, tiene también la realidad humana y visible, los miembros visibles y la jerarquía (Papa, obispo, sacerdote).

Cuando la Madre Iglesia está pasando por una de las crisis más profundas de su historia, como la está pasando en nuestro tiempo, donde la crisis toca todos los niveles de la vida de la Iglesia de manera espantosa, la Divina Providencia nos está llamando a amar a nuestra Madre Iglesia, que es humillada y burlada no en primer lugar por sus enemigos, sino desde dentro por sus pastores. Estamos llamados a ayudar a nuestra Madre Iglesia, cada uno en su lugar, a ayudarla a una verdadera renovación a través de nuestra propia fidelidad a la inmutable integridad de la fe católica, a través de nuestra fidelidad a la constante belleza y sacralidad de su liturgia, la liturgia de todos los tiempos, a través de nuestra intensa vida espiritual en unión con Cristo, y a través de actos de amor y caridad.

El misterio de la Iglesia es más grande que el Papa o el obispo. A veces los papas y los obispos hicieron daño a la Iglesia, pero al mismo tiempo Dios usó otros instrumentos, a menudo los simples fieles, simples sacerdotes o algunos obispos, para restaurar la santidad de la fe y la vida dentro de la Iglesia.
Ser fiel a la Iglesia no significa obedecer interiormente todas las palabras y actos de un Papa o de un obispo, ya que el Papa o el obispo no son idénticos a toda la Iglesia. Y si un Papa o un obispo apoya un camino que daña la integridad de la fe y de la liturgia, de ninguna manera está obligado a seguirlo interiormente, porque tenemos que seguir la Fe y las normas de la Iglesia de todos los tiempos, de los apóstoles y de los santos.
La Iglesia Católica es la única Iglesia que Cristo fundó, y es voluntad expresa de Dios que todos los hombres lleguen a ser miembros de Su única Iglesia, miembros del Cuerpo Místico de Cristo. La Iglesia no es propiedad privada de un Papa; más bien, él es sólo el vicario, el servidor, de Cristo. Por lo tanto, uno no puede hacer que convertirse en católico completo dependa del comportamiento de un Papa en particular. Seguramente hay que obedecer al Papa cuando propone infaliblemente la verdad de Cristo, cuando habla ex cathedra, que es muy raro. 

Tenemos que obedecer al Papa cuando nos ordena obedecer las leyes y mandamientos de Dios, [y] cuando toma decisiones administrativas y jurisdiccionales (designaciones, indulgencias, etc.). Sin embargo, si un Papa crea confusión y ambigüedad con respecto a la integridad de la fe católica y de la sagrada liturgia, entonces no hay que obedecerle, y hay que obedecer a la Iglesia de todos los tiempos y a los Papas que, durante dos milenios, enseñaron constantemente y claramente todas las verdades católicas en el mismo sentido. Y estas verdades católicas las encontramos expresadas en el Catecismo. Hay que obedecer el Catecismo y la liturgia de todos los tiempos, que siguieron los santos y nuestros antepasados.

Junto a otras reflexiones se presenta en las siguientes líneas un breve resumen de la magistral conferencia del Prof. Roberto de Mattei, “Obediencia y resistencia en la historia de la Iglesia”, pronunciada en Roma Life Forum, el 18 de mayo de 2018.
Es una falsa obediencia cuando una persona diviniza a hombres que representan autoridad en la Iglesia (Papa u obispo), cuando esta persona acepta órdenes y consiente afirmaciones de sus superiores, que evidentemente dañan y debilitan la claridad e integridad de la fe católica.
La obediencia tiene un fundamento, un propósito, condiciones y límites. Sólo Dios no tiene límites: es inmenso, infinito, eterno. Toda criatura es limitada, y ese límite define su esencia. Por lo tanto, ni la autoridad ilimitada ni la obediencia ilimitada existen en la tierra. La autoridad se define por sus límites, y la obediencia también se define por sus límites. La conciencia de estos límites conduce a la perfección en el ejercicio de la autoridad ya la perfección en el ejercicio de la obediencia. El límite insuperable de la autoridad es el respeto a la ley divina de la integridad y claridad de la fe católica, y el respeto a esta ley divina de la integridad y claridad de la fe católica es también el límite insuperable de la obediencia.

Santo Tomás plantea la pregunta: «¿Están los súbditos obligados a obedecer a sus superiores en todo?» ( Suma teológica, II-IIae, q. 104, a. 5); su respuesta es negativa. Como él explica, las razones por las que un súbdito no puede estar obligado a obedecer a su superior en todas las cosas son dos. En primer lugar: por mandato de una autoridad superior, dado que se debe respetar la jerarquía de autoridades. En segundo lugar, si un superior manda a un súbdito a hacer cosas ilícitas, por ejemplo, cuando los hijos no están obligados a obedecer a sus padres en materia de contraer matrimonio, conservar la virginidad o cosas semejantes. Santo Tomás concluye: “El hombre está absolutamente sujeto a Dios, y en todas las cosas, internas y externas: por tanto, está obligado a obedecer a Dios en todas las cosas. Sin embargo, los súbditos no están obligados a obedecer a sus superiores en todas las cosas, sino sólo en ciertas cosas. (…) Por lo tanto, se pueden distinguir tres tipos de obediencia: la primera, siendo suficiente para la salvación, obedece sólo en lo obligatorio; el segundo, siendo perfecto, obedece en todo lo lícito; el tercero, estando desordenado, obedece también en lo ilícito” (Summa theologica , II-IIae, q. 104, a. 3).
La obediencia no es ciega ni incondicional, sino que tiene límites. Donde hay pecado, mortal o de otro tipo, no solo tenemos el derecho, sino el deber de desobedecer. 
Esto también se aplica en circunstancias en las que a uno se le ordena hacer algo perjudicial para la integridad de la fe católica o la santidad de la liturgia. La historia ha demostrado que un obispo, una conferencia episcopal, un Concilio, [e] incluso un Papa pronunciaron errores en su Magisterio no infalible. ¿Qué deben hacer los fieles en tales circunstancias? En sus diversas obras, Santo Tomás de Aquino enseña que, cuando la fe está en peligro, es lícito, incluso adecuado, resistir públicamente a una decisión papal, como hizo San Pablo con San Pedro, el primer Papa. En efecto, “San Pablo, que estaba sujeto a San Pedro, lo reprendió públicamente por un riesgo inminente de escándalo en materia de fe.Summa theologica , II-II, q. 33, a. 4, anuncio 2).

La resistencia de San Pablo se manifestó como una corrección pública de San Pedro, el primer Papa. Santo Tomás dedica una pregunta entera a la corrección fraterna en la Summa . La corrección fraterna también puede ser dirigida por los súbditos a sus superiores, y por los laicos contra los prelados. “Sin embargo, dado que un acto virtuoso necesita ser moderado por las debidas circunstancias, se sigue que cuando un súbdito corrige a su superior, debe hacerlo de manera decorosa, no con descaro y dureza, sino con dulzura y respeto” ( Suma teológica , II-II, q. 33, a. 4, ad 3). Si hay peligro para la fe, los súbditos están obligados a reprender a sus prelados, incluido el Papa, incluso públicamente: “Por lo tanto, debido al riesgo de escándalo en la fe, Pablo, que de hecho estaba sujeto a Pedro, lo reprendió públicamente. ” (ibídem ).
La persona y el oficio del Papa tiene su significado en ser sólo el Vicario de Cristo, un instrumento y no un fin, y como tal, este significado debe ser utilizado, si no queremos torcer la relación entre el medio y el terminar boca abajo. Es importante subrayar esto en un momento en que, especialmente entre los católicos más devotos, hay mucha confusión al respecto. Y también, la obediencia al Papa o al obispo es un instrumento, no un fin.
El Romano Pontífice tiene autoridad plena e inmediata sobre todos los fieles, y no hay autoridad en la tierra superior a él, pero no puede, ni por declaraciones erróneas ni por ambiguas, cambiar y debilitar la integridad de la fe católica, la constitución divina de la Iglesia, o la constante tradición de la sacralidad y el carácter sacrificial de la liturgia de la Santa Misa. Si esto sucede, existe la legítima posibilidad y deber de los obispos e incluso de los fieles laicos no sólo de presentar llamamientos privados y públicos y propuestas de correcciones doctrinales, sino también para actuar en “desobediencia” de una orden papal que cambia o debilita la integridad de la fe, la Constitución Divina de la Iglesia y la liturgia. Esta es una circunstancia muy rara, pero posible, que no viola, sino que confirma, la regla de devoción y obediencia al Papa que es llamado a confirmar la fe de sus hermanos. Tales oraciones, llamados, propuestas de corrección doctrinal y una llamada “desobediencia” son, por el contrario, una expresión de amor al Sumo Pontífice para ayudarlo a convertirse de su peligroso comportamiento de descuidar su deber primario de confirmar toda la Iglesia sin ambigüedades y vigorosamente en la fe.
Se debe recordar también lo que enseñó el Concilio Vaticano I: “El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que, por medio de su revelación, dieran a conocer alguna nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, pudieran guardar y guardar religiosamente exponer fielmente la revelación o depósito de la fe transmitido por los apóstoles” (Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor aeternus , cap. 4).

Durante los últimos siglos, prevalece en la vida de la Iglesia un positivismo jurídico, combinado con una especie de papolatría. Tal actitud apunta a reducir los órdenes exteriores del superior y la ley a un mero instrumento en manos de quienes detentan el poder, olvidando el fundamento metafísico y moral de la ley misma. Desde este punto de vista legalista, que ahora impregna a la Iglesia, lo que la autoridad promulga es siempre justo.

Los tratados espirituales tradicionales nos enseñan cómo obedecer a la Iglesia y al Papa, o al obispo. Sin embargo, aquéllos se refieren a los tiempos de normalidad, cuando el Papa y los obispos valientemente y sin ambigüedades defendían y protegían la integridad de la fe y la liturgia. Estamos viviendo ahora, obviamente, en el tiempo excepcional de una crisis global de la fe en todos los niveles de la Iglesia. Un fiel católico tiene que reconocer la autoridad suprema del Papa y su gobierno universal. Sin embargo, sabemos que, en el ejercicio de su autoridad, el Papa puede cometer abusos de autoridad en perjuicio evidente de la fe católica y de la sacralidad de la liturgia de la Santa Misa, como lamentablemente ha ocurrido en la historia. Deseamos obedecer al Papa: a todos los Papas, incluido el Papa actual, pero si, en la enseñanza de cualquier Papa, encontramos una contradicción evidente, se impone la desobediencia.

Según el Padre Enrico Zoffoli, los peores males de la Iglesia no provienen de la malicia del mundo, de la intromisión o persecución de los laicos por parte de otras religiones, sino sobre todo de los elementos humanos que forman el Cuerpo Místico: los laicos y el clero. “Es la desarmonía producida por la insubordinación de los laicos al trabajo del clero y del clero a la voluntad de Cristo” ( Potere e obbedienza nella Chiesa , Milano 1996, p. 67):

Tales momentos son muy raros en la historia de la Iglesia, sin embargo, han ocurrido, como es evidente a la vista de todos, también en nuestro tiempo.

Muchos, en el curso de la historia, han manifestado un comportamiento heroico, resistiendo las leyes injustas de la autoridad política. Mayor aún es el heroísmo de quienes han resistido la imposición por parte de la autoridad eclesiástica de doctrinas que se apartan de la constante Tradición de la Fe y de la Liturgia de la Iglesia. La resistencia filial, devota, respetuosa, no lleva al alejamiento de la Iglesia, sino que multiplica el amor a la Iglesia, a Dios, a su Verdad, porque Dios es el fundamento de toda autoridad y de todo acto de obediencia.

Debido al amor por el ministerio papal, el honor de la Sede Apostólica y la persona del Romano Pontífice, algunos santos, por ejemplo, Santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena, no dudaron en amonestar a los Papas, a veces incluso en términos algo fuertes. , como podemos ver a Santa Brígida relatando las siguientes palabras del Señor, dirigidas al Papa Gregorio XI: “Comienza a reformar la iglesia que compré con mi propia sangre para que sea reformada y reconducida espiritualmente a su estado prístino de santidad Si no obedecéis esta mi voluntad, entonces podéis estar bien seguros de que seréis condenados por Mí ante toda mi corte celestial con la misma clase de sentencia y justicia espiritual con que se condena y castiga a un prelado mundano que ha de ser despojado de su rango. Es despojado públicamente de su ropaje pontificio sagrado, derrotado, y maldito. Esto es lo que te haré. Te enviaré lejos de la gloria del cielo. Sin embargo, Gregorio, hijo mío, te exhorto de nuevo a que te conviertas a mí con humildad. Escucha mi consejo” (Libro de las Revelaciones , 4, 142).

Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, dirigió la siguiente amonestación contundente al Papa Gregorio XI, exigiéndole que reformara vigorosamente la Iglesia o, si no lo hacía, renunciara al papado: “Santísimo y dulce padre, tu pobre e indigna hija Catalina en Cristo dulce Jesús, se encomienda a ti en Su Preciosa Sangre. La Verdad Divina exige que hagáis justicia sobre la abundancia de muchas iniquidades cometidas por los que se alimentan y apacientan en el jardín de la Santa Iglesia. Ya que Él te ha dado autoridad y tú la has asumido, debes usar tu virtud y poder; y si no estáis dispuestos a usarlo, más os vale que renunciéis a lo que habéis asumido; más honra a Dios y salud a tu alma sería.”

Cuando los que tienen autoridad en la Iglesia (Papa, obispos), como es el caso en nuestro tiempo, no cumplen fielmente con su deber de guardar y defender la integridad y la claridad de la fe católica y de la liturgia, Dios llama a los subordinados, a menudo los pequeños y sencillos de la Iglesia, para suplir los defectos de los superiores, mediante llamamientos, propuestas de corrección y, con mayor fuerza, mediante sacrificios vicarios y oraciones.

Durante la profunda crisis de la Iglesia en el siglo XV, donde el alto clero a menudo daba mal ejemplo y fracasaba gravemente en sus deberes pastorales, el Cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464) fue profundamente conmovido por un sueño en el que se le mostraba que realidad espiritual del poder de la ofrenda de sí mismo, la oración y el sacrificio vicario. Vio en un sueño la siguiente escena: Más de mil monjas estaban orando en la pequeña iglesia. No estaban arrodillados sino de pie. Estaban de pie con los brazos abiertos, las palmas hacia arriba en un gesto de ofrenda. En manos de una monja delgada, joven, casi infantil, Nicolás vio al Papa. Podías ver cuán pesada era esta carga para ella, pero su rostro irradiaba un brillo alegre. Esta actitud debemos emularla.


domingo, 8 de abril de 2018

Declaración Final de la Conferencia de Roma: "Iglesia, ¿adónde vas?" (Maike Hickson)




Hoy, 7 de abril, tuvo lugar en Roma la tan esperada conferencia sobre "Iglesia católica, ¿a dónde vas?". La conferencia fue inspirada por el fallecido cardenal Carlo Caffarra, uno de los cuatro cardenales dubia , que falleció en septiembre pasado. 


Al final de la conferencia, se emitió una Declaración Final en nombre de los participantes, tanto clérigos como laicos, reafirmando la doctrina infalible de la Iglesia sobre cuestiones morales como el matrimonio y actos intrínsecamente malvados, respondiendo así a los cinco dubia originales que, 18 meses después de haber sido entregados por primera vez, nunca han sido respondidos por el Papa Francisco.

La importancia de la Declaración final radica en el hecho de que ha sido publicitada en la presencia solidaria de los cuatro principales prelados que han levantado sus fuertes voces de resistencia católica contra la confusión y el error difundidos por el Papa Francisco, a saber: el cardenal Walter Brandmüller , El cardenal Raymond Burke, el cardenal Joseph Zen y el obispo Athanasius Schneider

También se presentó un breve video mensaje del cardenal Carlo Caffarra. En los próximos días, publicaremos un informe más extenso sobre el contenido de toda la conferencia. Por hoy, nos limitaremos a presentar a nuestros lectores esta histórica Declaración final llamada "Por lo tanto, testificamos y confesamos ...", que se caracteriza por su brevedad y claridad.

La Declaración final comienza con referencia a la Exhortación apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco y su efecto confuso sobre los fieles. 

Señala que ni el llamado filial de casi un millón de signatarios, la corrección filial de 250 académicos, ni la dubia de los cuatro cardenales han recibido una respuesta del Papa Francisco. 

(...)


Roma, 7 de abril de 2018

Declaración final de la conferencia "Iglesia Católica, ¿a dónde vas?"


(...)
De acuerdo con la Tradición auténtica de la Iglesia, testificamos y confesamos ..."


(1) Un matrimonio ratificado y consumado entre dos personas bautizadas se puede disolver sólo con la muerte.

(2) Por lo tanto, los cristianos unidos por un matrimonio válido que se unen a otra persona mientras su cónyuge aún está vivo cometen el grave pecado de adulterio.

(3) Estamos convencidos de que éste es un mandamiento moral absoluto que obliga siempre y sin excepción.

(4) También estamos convencidos de que ningún juicio subjetivo de conciencia puede hacer que un acto intrínsecamente malo sea bueno y lícito.

(5) Estamos convencidos de que el juicio sobre la posibilidad de administrar la absolución sacramental no se basa en la imputabilidad del pecado cometido, sino en la intención del penitente de abandonar una forma de vida que es contraria a los mandamientos divinos.

(6) Estamos convencidos de que las personas que están divorciadas y se han vuelto a casar civilmente, y que no están dispuestas a vivir en continencia, están viviendo en una situación que es objetivamente contraria a la ley de Dios y, por lo tanto, no pueden recibir la Comunión eucarística.

Nuestro Señor Jesucristo dice: "Si continúan en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres" (Jn 8, 31-32).

Con esta confianza confesamos nuestra fe ante el pastor supremo y el maestro de la Iglesia junto con los obispos, y les pedimos que nos confirmen en la fe.

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NOTA: Esta Declaración de Fe ha salido prácticamente en todos los medios, como Il Settimo Cielo, Gloria TV, ...

De modo escueto así viene en Gloria TV:


sábado, 7 de abril de 2018

Burke: Corregir al Papa para obedecer a Cristo (POR RICCARDO CASCIOLI)


Cardenal Raymond Burke

Están quienes acusan de desobediencia a los que han expresado dudas preguntas y críticas a lo hecho por el Papa, pero «la corrección de la confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y por eso a su vicario en la Tierra». Así dijo el cardenal Raymond Leo Burke en esta entrevista concedida a La Nuova BQ, en vísperas de un importante congreso que habrá en Roma el sábado 7 de abril sobre el tema “Adónde va la Iglesia”.

Están quienes acusan de desobediencia a los que han expresado dudas preguntas y críticas a lo hecho por el Papa, pero «la corrección de la confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y por eso a su vicario en la Tierra». Así dijo el cardenal Raymond Leo Burke en esta entrevista concedida a La Nuova BQ, en vísperas de un importante congreso que habrá en Roma el sábado 7 de abril sobre el tema “Adónde va la Iglesia” (hacer click aquí), en el que el mismo cardenal Burke será uno de los expositores. El congreso de Roma se llevará a cabo en recuerdo del cardenal Carlo Caffarra, uno de los firmantes de los Dubia, fallecido el pasado mes de setiembre. Como se recordará, los Dubia son las 5 preguntas dirigidas al papa Francisco para obtener una declaración clara de continuidad con el Magisterio precedente, luego de la confusión creada con las distintas y a veces opuestas interpretaciones de la exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia. A esos Dubia, de los cuales también el cardenal Burke es un firmante, el papa Francisco jamás les dio respuesta alguna, así como tampoco jamás respondió al reiterado pedido de una audiencia por parte de los cardenales firmantes.

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Eminencia, usted será uno de los principales expositores en el congreso del 7 de abril, que en nombre del cardenal Caffarra reflexionará sobre la dirección que sigue la Iglesia. Ya desde el título se percibe la preocupación por la dirección tomada. ¿Cuáles son los motivos de tal preocupación?

La confusión y la división en la Iglesia, sobre las cuestiones fundamentales y más importantes –el matrimonio y la familia, los Sacramentos y la justa disposición para acceder a ellos, los actos intrínsecamente malos, la vida eterna y los Novísimos– están cada vez más difundidas. Y el Papa no sólo se niega a aclarar las cosas con el anuncio de la doctrina permanente y la sana disciplina de la Iglesia, una responsabilidad que es inherente a su ministerio como sucesor de san Pedro, sino que también aumenta la confusión.

¿Se refiere también a la multiplicación de declaraciones privadas que son informadas por quienes se reúnen con él?

Lo que ha sucedido con la última entrevista concedida a Eugenio Scalfari durante Semana Santa y dada a conocer el Jueves Santo va más allá de lo tolerable. Que un conocido ateo pretenda anunciar una revolución en la enseñanza de la Iglesia Católica, sosteniendo que habla en nombre del Papa, negando la inmortalidad del alma humana y la existencia del infierno, ha sido una fuente de profundo escándalo no sólo para muchos católicos, sino también para muchos laicos que respetan a la Iglesia Católica y sus enseñanzas, aunque no las compartan. Más aún, Jueves Santo es uno de los días más santos del año, el día en el cual el Señor ha instituido el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y el Sacerdocio, para que Él pueda ofrecernos siempre el fruto de su pasión y muerte redentora para nuestra salvación eterna.

Además, la respuesta de la Santa Sede a las reacciones escandalizadas llegadas de todo el mundo ha sido fuertemente inadecuada. Por el contrario, al renunciar claramente a la verdad sobre la inmortalidad del alma humana y sobre el infierno, en la desmentida está escrito solamente que algunas palabras citadas no son del Papa. No dice que las ideas erróneas, incluso heréticas, expresadas por estas palabras no son compartidas por el Papa y que el Papa repudia esas ideas contrarias a la fe católica. Este jugar con la fe y la doctrina, en los niveles más altos de la Iglesia, justamente deja escandalizados a pastores y fieles.

Pero si estas cosas son muy graves, y fuente de vergüenza, también sorprende también el silencio de numerosos pastores.

Por cierto, la situación se agrava aún más por el silencio de muchos obispos y cardenales que comparten con el Romano Pontífice la atención de la Iglesia universal. Algunos simplemente se callan. Otros fingen que no hay nada grave en ello. Otros todavía difunden fantasías de una nueva Iglesia, de una Iglesia que toma una dirección totalmente diferente del pasado, fantaseando por ejemplo con un "nuevo paradigma" para la Iglesia o una conversión radical de la práctica pastoral de la Iglesia, haciéndola completamente nueva. Luego están los que son entusiastas promotores de la llamada revolución en la Iglesia Católica. 

Para los fieles que comprenden la gravedad de la situación, la falta de dirección doctrinal y disciplinaria por parte de sus pastores los deja perdidos. Para los fieles que no comprenden la gravedad de la situación, esta carencia los deja en confusión y eventualmente como víctimas de errores dañinos para sus almas. Muchos que han entrado en la plena comunión de la Iglesia Católica -aunque habían sido bautizados en una comunión eclesial protestante- porque sus comunidades eclesiales han abandonado la fe apostólica, sufren intensamente la situación, al percibir que la Iglesia Católica está recorriendo el mismo camino de abandono de la fe.

La que usted pinta es una situación apocalíptica…

Toda esta situación me lleva a reflexionar cada vez más sobre el mensaje de Nuestra Señora de Fátima que nos previene del mal -aún más grave que los gravísimos males sufridos a causa de la difusión del comunismo ateo- que es la apostasía de la fe dentro de la Iglesia. 

El canon 675 del Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que "antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes", y que “la persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra develará el «Misterio de iniquidad» bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad”.

En tal situación, los obispos y los cardenales tienen el deber de anunciar la verdadera doctrina. Al mismo tiempo, deben conducir a los fieles a hacer reparación por las ofensas a Cristo y por las heridas infligidas a su Cuerpo Místico, la Iglesia, cuando la fe y la disciplina no son justamente salvaguardadas y promovidas por los pastores. El gran canonista del siglo XIII, Enrique de Segusio o el Hostiense, al afrontar la difícil cuestión de cómo corregir a un Romano Pontífice que actuara de modo contrario a su cargo, afirma que el Colegio de Cardenales constituye un control de facto contra el error papal.

Sin duda, hoy está muy discutida la figura del papa Francisco. Se pasa fácilmente de la exaltación acrítica de cualquier cosa que él haga a la crítica despiadada por cada uno de sus gestos ambiguos. Pero de alguna manera el problema de cómo referirse al Papa se aplica a cada pontífice. Por eso algunas cosas necesitan ser aclaradas. Mientras tanto, ¿qué representa el Papa para la Iglesia?

De acuerdo con la enseñanza constante de la iglesia, el Papa, por la voluntad expresa de Cristo, es "el principio y fundamento perpetuo de unidad, así de los obispos como de la multitud de los fieles" (Constitución dogmática sobre la Iglesia, n. 23, del Concilio Vaticano II). 

El servicio esencial del Papa es salvaguardar y promover el depósito de la fe, la verdadera doctrina y la sana disciplina coherente con las verdades creídas. 

En la entrevista ya mencionada con Eugenio Scalfari, hay una referencia complaciente al Papa como "revolucionario". Pero el oficio petrino no tiene nada, absolutamente nada que ver con la revolución. Por el contrario, existe exclusivamente para la conservación y propagación de la fe católica inmutable que lleva a las almas a la conversión del corazón y conduce a toda la humanidad a la unidad fundada en el orden inscrito por Dios en su creación y especialmente en el corazón del hombre, la única criatura terrenal hecha a imagen de Dios. Es el orden que Cristo ha restaurado por el Misterio Pascual que estamos celebrando en estos días. La gracia de la redención que emana de su glorioso Corazón traspasado en la Iglesia, en los corazones de sus miembros, da la fuerza para vivir de acuerdo a este orden, es decir, en comunión con Dios y con el prójimo.

Seguramente el Papa no es un gobernante absoluto, pero hoy en día se lo percibe mucho de este modo. "Si el Papa lo dice..." es la forma común de truncar cualquier pregunta o duda sobre algunas afirmaciones. Hay una especie de papolatria. ¿Cómo se responde a ello?

La noción de la plenitud del poder del Romano Pontífice ha sido claramente enunciada ya por el papa San León Magno. Los canonistas de la Edad Media han contribuido en gran medida a la profundización del poder inherente del oficio petrino. Su contribución sigue siendo válida e importante. La noción es muy simple. El Papa, por la voluntad divina, goza de todo el poder necesario para poder salvaguardar y promover la fe verdadera, el verdadero culto divino y la requerida sana disciplina. Este poder no pertenece a su persona sino a su cargo de sucesor de San Pedro

En el pasado, en su mayoría, los Papas no han hecho públicos sus actos u opiniones personales, precisamente para no arriesgarse a que los fieles se confundan sobre lo que hace y piensa el sucesor de San Pedro.
En la actualidad, hay una arriesgada e incluso perjudicial confusión de la persona del Papa con su cargo que resulta en el oscurecimiento del oficio petrino y en un concepto mundano y político del servicio del Romano Pontífice en la Iglesia. 

La Iglesia existe para la salvación de las almas. Cualquier acto de un Papa que socava la misión salvífica de Cristo en la Iglesia, ya sea un acto herético o un acto pecaminoso en sí mismo, es simplemente vacío desde el punto de vista del oficio petrino. Por lo tanto, aunque claramente provoque un serio daño a las almas, no obliga a la obediencia de los pastores y los fieles. Siempre debemos distinguir el cuerpo del hombre que es el Romano Pontífice del cuerpo del Romano Pontífice, es decir, del hombre que ejerce el oficio de San Pedro en la Iglesia. No hacer la distinción significa papolatría y termina con la pérdida de fe en el oficio petrino divinamente fundado y sostenido.

¿En la relación con el Papa qué es lo que un católico debe sostener mayormente?

El católico debe respetar siempre, de manera absoluta, el oficio petrino como parte esencial de la institución de la Iglesia por parte de Cristo. El momento en que el católico no respeta más el oficio del Papa está dispuesto al cisma o a la apostasía de la fe. 

Al mismo tiempo, el católico debe respetar al hombre a cargo del oficio que significa atención a su enseñanza y dirección pastoral. Este respeto incluye también el deber de expresar al Papa el juicio de una conciencia rectamente formada, cuando él se desvía o parece apartarse de la verdadera doctrina y sana disciplina o abandona las responsabilidades inherentes a su oficio

Para el derecho natural, para los evangelios y para la constante tradición disciplinaria de la Iglesia, los fieles están obligados a expresar a sus pastores su preocupación por el estado de la Iglesia. Los fieles tienen este deber, al cual le corresponde el derecho de recibir una respuesta de sus pastores.

¿Entonces es posible criticar al Papa? ¿Y en qué condiciones?

Si el Papa no cumple su oficio por el bien de todas las almas, no sólo es posible sino también necesario criticar al Papa. Esta crítica debe seguir la enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna en el Evangelio (Mt 18, 15-18). 

En primer lugar, el fiel o el pastor debe expresar su crítica de manera privada, lo que permitirá al Papa corregirse a sí mismo. Pero si el Papa se niega a corregir su modo de enseñar o de actuar gravemente en falta, la crítica debe hacerse pública, porque tiene que ver con el bien común en la Iglesia y en el mundo. Algunos criticaron a los que expresaron públicamente la crítica del Papa como una manifestación de rebelión o desobediencia, pero pedir –con el debido respeto a su cargo– la corrección de la confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y por eso a su vicario en la Tierra.

Publicado originalmente en italiano el 5 de abril de 2018, en: www.la-nuovabq.it/it/burke-corregger…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino

jueves, 5 de abril de 2018

Cardenal Burke: “La situación es intolerable. No sólo es posible, sino necesario criticar al papa”




«Lo sucedido con la última entrevista concedida a Eugenio Scalfari durante la Semana Santa supera todo lo tolerable», ha declarado el cardenal Raymond Leo Burke en una entrevista a Ricardo Cascioli aparecida en La nuova bussola quotidiana el pasado 4 de abril.

«Que un ateo pretenda anunciar una revolución en la enseñanza de la Iglesia Católica, afirme hablar en nombre del Papa, y niegue la inmortalidad del alma humana y la existencia del infierno ha suscitado un escándalo tremendo, no sólo para muchos católicos, sino también para numerosos laicos que respetan la Iglesia Católica y sus enseñanzas aunque no las compartan”, declaró el cardenal estadounidense, uno de los cuatros firmantes de los dubia en 2016. «Es más, la respuesta de la Santa Sede a la reacción de escándalo que se ha producido en todo el mundo ha sido en extremo insuficiente. En lugar de reafirmar claramente la verdad sobre la inmortalidad del alma humana y el infierno, el mentís se limita a decir que algunas de las palabras citadas no son del Papa. No dice que el Sumo Pontífice no esté de acuerdo con las ideas erróneas, e incluso heréticas, expresadas por dichas palabras, ni que las repudie por ser contrarias a la fe católica. Jugar de esta manera con la fe y la doctrina, al nivel más alto de la Iglesia, es con razón causa de escándalo entre los pastores y los fieles.»

A una pregunta de Cascioli sobre el silencio de sus pastores, el cardenal Burke responde: «La situación se ha visto agravada por el silencio de tantos obispos y cardenales que comparten con el Sumo Pontífice el deber de velar por la Iglesia universal. Algunos se han limitado a permanecer en silencio. Otros fingen que no reviste la menor gravedad. Y otros propagan fantasías sobre una nueva Iglesia, una Iglesia que emprende un rumbo totalmente novedoso, soñando, por ejemplo, con un nuevo paradigma para la Iglesia o una conversión radical de la praxis pastoral de la misma, haciéndola de nueva planta. También hay promotores entusiastas de la supuesta revolución en la Iglesia Católica. Los fieles que perciben la gravedad de la situación reaccionan con perplejidad ante la falta de dirección doctrinal y disciplinar por parte de sus pastores. Y para los que no entienden la gravedad de la situación, esa falta los deja confundidos y vulnerables a errores peligrosos para su alma. Muchos que han entrado en plena comunión con la Iglesia Católica tras haberse bautizado en una comunión eclesial protestante porque dichas comunidades abandonaron la fe apostólica sufren intensamente con esta situación: se dan cuenta de que la Iglesia Católica está siguiendo el mismo camino de abandono de la fe. Esta situación me lleva a reflexionar cada vez más sobre el mensaje de la Virgen de Fátima, que nos advierte del mal –peor aún que los gravísimos males originados por difusión del comunismo ateo– que supone la apostasía de la fe en el seno de la Iglesia. El número 675 del Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes”, y que “La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el misterio de iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad.”»

El cardenal Burke señala posibles iniciativas: «Ante semejante situación los obispos y cardenales tienen el deber de anunciar la verdadera doctrina. Al mismo tiempo, deben orientar a los fieles para que ofrezcan reparaciones por las ofensas a Cristo y las heridas infligidas a su Cuerpo Místico, la Iglesia, cuando la fe y la disciplina no son debidamente salvarguadadas y promovidas por los pastores. El gran canonista del siglo XIII Enrico da Susa el Ostiense, ante la grave situación de cómo corregir a un romano pontífice que actúa de modo contrario a como le obliga su cargo, afirma que el colegio cardenalicio es de facto un mecanismo de control de los errores papales. Si el Papa no ejerce bien su oficio por el bien de las almas, no sólo es posible sino incluso necesario criticarlo. Esa crítica debe ajustarse a las enseñanzas de Cristo sobre la corrección fraterna (Mt.18, 15-18). Primero, el fiel o pastor debe expresar su crítica en privado para que el Pontífice pueda enmendarse. Si el Papa se niega a corregir su gravemente deficiente manera de enseñar o actuar, la crítica debe hacerse pública, porque de ella depende el bien de la Iglesia y del mundo. Algunos han criticado a quienes han expresado públicamente críticas al Sumo Pontífice, como si se tratara de una manifestación de rebeldía o desobediencia, pero pedir –con el respeto debido al cargo–la corrección de una confusión o error no es un acto de desobediencia, sino de obediencia a Cristo, y por tanto también a su Vicario en la Tierra.»

Emmanuele Barbieri

(Traducido por Bruno de la Inmaculada para Adelante la Fe)

miércoles, 21 de marzo de 2018

Conversando con Jesús: Liturgia [9 de 22] (José Martí)





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Señor, todo el mundo observa -y así se ve en todas las imágenes- cómo el papa Francisco muy raramente se arrodilla ante la Eucaristía. Algunos han comentado que esto se debe a alguna discapacidad física, pero él ha demostrado en varias ocasiones que es perfectamente capaz de arrodillarse, como cuando lavó los pies a musulmanes en Jueves Santo.

Decididamente está cambiando la liturgia y, además, está haciendo uso de su "autoridad magisterial" diciendo que tal reforma litúrgica es irreversible. Pero ¿realmente es irreversible la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II?. Lo irreversible -aunque esto se ha ocultado- es la Misa de siempre, la Misa Tradicional. ¿O acaso son preferibles los espectáculos como los que tuvieron lugar en las JMJ de Cracovia de 2016? Asimismo, son incontables los despropósitos que salen de su boca. Está confundiendo y haciendo mucho daño al pueblo cristiano [no juzgo sus intenciones, sino que analizo los hechos], como puede leerse también aquí. Con el lenguaje que utiliza confunde a mucha gente, condenando a aquellos católicos que, según él, están “fanatizados” con la claridad doctrinal. Podemos verlo también aquí.

Por otra parte, la Eucaristía es menospreciada (aquí), se desconoce el valor de la Misa de siempre (aquí) la anterior al Concilio Vaticano II, en la que se hace más patente su valor sacrificial, la cual
 nunca ha sido abolida, como así lo afirmó con carácter apodíctico Benedicto XVI, en su carta apostólica Summorum Pontificum, en forma de Motu Propio [ver aquí y aquí].

Sin embargo, se nos ha hecho creer que tal misa era cosa del pasado y que, como tal, había que olvidarla ... Todo ello ha sido debido, en gran medida, a las influencias modernistas que estuvieron presentes en todo momento en el desarrollo del Concilio Vaticano II (también aquí). Todo esto está abundantemente documentado, con información fidedigna. Y dado que el modernismo fue definido por el papa san Pío X como la suma de todas las herejías no podemos menos que inquietarnos y quedarnos perplejos ante la permisividad reinante que ha existido en la Iglesia en muchos aspectos, pero en concreto en lo que concierne a la Liturgia, desde el Concilio Vaticano II (aquí, aquí, aquí

Se han cometido muchos disparates litúrgicos ... aunque lo peor del caso es que Roma no ha intervenido, condenándolos. El Vaticano condena, en cambio, a quienes son fieles a la Tradición de la Iglesia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y un sinfín de etcéteras).

Ciertamente es como para quedar perplejos ... sí, perplejos, pero no desesperados, porque tenemos tus palabras y la seguridad de que las puertas del Infierno no prevalecerán contra tu Iglesia (Mt 16, 18) y sabemos, por la historia, que siempre has hecho surgir santos en aquellas épocas de crisis, como es la nuestra, en la que parece que la Iglesia se va a pique y todo vaticina su desaparición, humanamente hablando, en el curso de dos o tres generaciones, como mucho, debido a los ataques, más fuertes que nunca, a los que se ve sometida.

Y sin embargo, tales acontecimientos adversos, por alarmantes que puedan parecernos (¡y lo son!) no deben ni pueden constituir nunca una justificación, en la que podamos escudarnos, para perder nuestra fe y nuestra confianza en Tí, porque Tú fuiste muy claro y advertiste a todos aquellos que quisieran seguirte: Ya sabéis que "si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20). Es más: "Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Y también: "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4). De manera que no tenemos por qué escandalizarnos, pues tal es nuestra condición por el mero hecho de ser cristianos y discípulos tuyos. San Pablo nos lo recuerda igualmente: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12).

Si tuviéramos fe todo esto que ocurre debería de constituir un motivo de alegría, tal y como sucedió con los primeros cristianos, comenzando por tus apóstoles. Éstos se enfrentaron al Sanedrín, el cual les había ordenado expresamente que no enseñasen en Tu nombre, y respondieron al Sumo Sacerdote: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). Y cuando les azotaron, ordenándoles nuevamente que no hablaran en el nombre de Jesús, "se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su nombre" (Hech 5, 41) ... O sea, ¡a causa de Tí!  ¡Concédeme, Señor, ya desde ahora, la fe y la fortaleza que necesito para que, llegado el momento, si tal fuese tu voluntad, que prefiera la muerte antes que renegar de tu amor! Esta gracia la pido también para todos los que, al igual que yo o mucho mejor (con toda seguridad) se esfuerzan en ser católicos de verdad y fieles a Tí en todo.

Reconozco que me he desviado un poco del tema del que hablaba contigo, el referente a la Liturgia; así que continúo. En mi opinión -que no vale mucho, pero tengo el aval de que es conforme con lo que siempre se ha practicado durante casi dos mil años en la Iglesia- se hace preciso volver a la misa Tradicional la cual, como bien dijo Benedicto XVI (el actual cardenal Ratzinger) en Summorum Pontificum, nunca ha sido abolida.

Pienso, por otra parte, que se le está dando demasiada importancia al Concilio Vaticano II ... ¡Y no debería de ser así! Es el concilio número veintiuno. Ha habido veinte concilios anteriores. Y ninguno ha negado aquello que ha sido definido dogmáticamente por el Concilio anterior, conscientes de que tales definiciones dogmáticas estaban realmente inspiradas por el Espíritu Santo. 

Lo curioso del Concilio Vaticano II es que nació como un Concilio meramente "pastoral",  con la intención expresa y el propósito de no dar ninguna definición dogmática nueva. Por desgracia, los hechos son incontrovertibles y están dejando aflorar lo que, a modo de cizaña - y como caballo de Troya- estaba ya muy bien escondido -y disimulado- en varios documentos de dicho Concilio (documentos cuyo estudio profundo lleva a la conclusión de que suponen una ruptura -y no una continuidad- con la Tradición anterior) cuya puesta en práctica por el actual Pontífice (que cuenta, en realidad, aunque no lo parezca, con la aquiescencia de todos los Pontífices habidos en el Vaticano, desde el papa Juan XXIII en adelante) está llegando a una situación límite que es ya, prácticamente, insostenible.

Mucho se ha escrito sobre el CVII, pero hay un libro de especial interés cuyo título es  Concilio Vaticano II: Una explicación pendiente, del cardenal Brunero Gherardini [fallecido en septiembre del pasado año 2017] cuya lectura es de gran provecho (aquí y aquí) en todos los sentidos, para tener las ideas claras y saber a qué atenernos, para aprender a discernir, como bien dice el papa Francisco ... y en esto tiene toda la razón, si tal discernimiento se usa, como debe ser, con vistas al conocimiento de la verdad que es lo que, en definitiva, cuenta. Esto es muy importante, porque si la Iglesia hiciera suyas las ideas del mundo, entonces la Verdad no estaría en ella. Sería bueno, a este respecto, releer el Conmonitorio, de san Vicente de Lerins (aquí).

Señalo a continuación unas cuantas entradas de este blog relacionadas con el tema litúrgico:


Dogma, Liturgia y Moral católicas, según Sagradas Escrituras y Tradición, no son cambiantes (Padre Santiago Martín) 

NOVUS ORDO MISSAE: Carta de los cardenales Ottaviani y Bacci al papa Pablo VI (comentado por mí) 


GESTOS (Capitán Ryder) 

La reforma de la reforma de la reforma (Infocaótica)

CINCO AÑOS DE HUMILDAD (Capitán Ryder)

Continuará

martes, 13 de marzo de 2018

Conversando con Jesús: Ecumenismo, Tradición y Misericordia selectiva [8 de 22] (José Martí)



Por la vía de los hechos se está cambiando la Doctrina, aunque se diga, por activa y por pasiva, que hay continuidad con la TradiciónNo la hay. Tenemos ojos para ver, oídos para oír e inteligencia para pensar. Y para algo nos los ha dado Dios: para que hagamos un buen uso de ellos

El cerrar los ojos como el avestruz no es lo propio de quien  busca la verdad, no es lo que define a un cristiano que se precie de serlo pues, como dice san Pablo: "Nada podemos contra la verdad sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 8). Y es que la verdad se identifica con Dios, que es Verdad infinita. Esto es tan importante que no se salvarán quienes no se abran al amor de la verdad y prefieran la iniquidad en vez de creer en la verdad (cfr 2 Tes 2, 10-12). El rechazo de la verdad es, en definitiva, un rechazo a Tí, Señor, que dijiste de Tí mismo: "Yo soy la Verdad" ... "Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6). 

Y, sin embargo, hoy lo único que importa, no sólo en el mundo sino también en Tu Iglesia, es lo que podríamos llamar "hermandad" universal así como el "ecumenismo" (mal entendido), en donde se identifica la felicidad como el "vive y deja vivir"Nos hemos construido una "religión" meramente humana, que es un invento de los hombres y que es, por lo tanto, falsa, como lo son el resto de las "religiones" a las que se quiere equiparar con la Religión Católica en igualdad de condiciones.

Mucho se ha hablado sobre este asunto del Ecumenismo, un auténtico desastre para el devenir de la Iglesia, la cual tendría que ceder ante otras "religiones" cristianas (y no cristianas) para dar lugar a una especie de "religión universal para todos" ... un extraño sincretismo que sería cualquier cosa menos la verdadera y única Religión que puede salvar a la humanidad, cual es la que Tú fundaste, cuando fundaste la Iglesia.

He aquí algunos artículos que pueden leerse en este blog:

Ecumenismo bobalicón (Fray Gerundio)

Empacho Ecuménico (Fray Gerundio)

El ecumenismo sigue sumando confusión y desconcierto (Mario Caponnetto)

La unidad de los cristianos (Aberasturi)


Discurso del Papa Francisco ante líderes religiosos reunidos en Asís (20 de Septiembre 2016)

Apostasía, resultado del Ecumenismo (Christopher A. Ferrara)

Tendiendo aún más puentes (Capitán Ryder)

‘La Casa del Uno’: un templo donde adorar al Dios de cristianos, judíos y musulmanes (Carlos Esteban)

Se entienden muy mal las palabras de Jesús: "Que todos sean uno" [Jn 17, 21] (José Martí)

Francisco invoca a Dios como "Padre de todas las confesiones". Otras noticias de Gloria TV

Homilía del Papa Francisco la Víspera de Pentecostés para celebrar la "corriente de gracia" de la Renovación Carismática Católica ( comentada por José Martí) Parte 1 de 3parte 2 de 3parte 3 de 3

No deja de ser curioso que, en su afán "ecuménico", predique Francisco el mensaje de la "misericordia" (pero, ¿qué tipo de misericordia es el que se olvida de la verdad?). Además, una verdadera misericordia no puede hacer acepción de personas, no es selectiva. Y son precisamente los verdaderos "pobres", los pobres según el Evangelio, los que no se benefician de ella, la cual sólo es aplicable a los adúlteros, a los homosexuales, a los miembros de otras religiones (protestantes, anglicanos, judíos, ortodoxos, musulmanes, etc...) o incluso si no tienen ninguna (ateos, budistas, etc.). Porque, ¿quiénes son los más desheredados del mundo que los pobres católicos a los que se les está privando del conocimiento de Tu Mensaje, Señor?  

Una misericordia como ésta que practica Francisco no es tal misericordia ... pues no la ejercita con sus propios "hermanos" en Jesucristo cuando éstos discrepan de "su" particular visión de la Iglesia que, por desgracia, no es la tuya, Señor.  Y esto no es mi interpretación sino que se trata de hechos consumados que se están produciendo ante el silencio cómplice de la mayor parte de los Jerarcas de la Iglesia.

Y así aquellos católicos que intentan vivir (ayudados siempre por la gracia) de modo coherente con la fe de la Iglesia de veinte siglos de antigüedad, éstos -precisamente éstos- ven cómo son atacados por los mismos que debieran defenderlos, hasta el punto de que peligra incluso su propia existencia. Me vienen ahora a la mente algunos casos, como  la brutal represión de los Franciscanos y Franciscanas de la Inmaculada (también aquí) y  la "misericordina" (una palabra inventada por él) que ha usado para algunos de los 45 firmantes que pedían corrección de 19 puntos de AL.

El caso más reciente -y el más grave-es el de los católicos de Chinaa quienes está dejando en la estacada, en manos de los comunistas ... porque, claro está, según él son los comunistas los que piensan como cristianos. No hay más que fijarse en quiénes son los grandes amigos de Francisco: los ateos como Scalfari  y los comunistas como Fidel Castro, Chávez, Maduro, Evo Morales y otros de la misma ralea. 

Añádase a ello, además, las constantes diatribas  que lleva dirigiendo ya durante cinco años-en sus homilías de santa Martacontra estos cristianos cuyo único pecado consiste en mantenerse fieles a tu Mensajea la Tradición  y al Magisterio Perenne de la Iglesia. Para ellos usa todo tipo de calificativos "misericordiosos" y llenos de "ternura", calificándolos de corazones cerrados, autorreferenciales, con cara de pepinillo avinagrado, anclados en el pasado, fundamentalistas y toda una retahíla de epítetos, algunos de los cuales, que no todos, están incluidos en una entrada de este blog.


Duración: 31 segundos

Como bien decía Fray Gerundio, se trata de una "misericordia con cicuta". 

Continuará