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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Bassetti, presidente de los obispos italianos: “Se ha iniciado una nueva historia para la Iglesia” (Carlos Esteban)



Con motivo del encuentro ‘El Papa Francisco entre la profecía y la resistencia’, promovido por el Instituto Conestabile-Piastrelli de Perugia, en el Oratorio de la Annunziata, el cardenal Gualterio Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), ha dedicado encendidos elogios al pontificado de Francisco que, dijo “no es una tormenta, sino un hecho profético que define una época”.

“Se ha iniciado una nueva historia para la Iglesia y para el papado”, ha dicho el cardenal Bassetti, presidente de la CEI, durante su presentación. “Porque, en mi opinión, se trata de eso: este pontificado no es un mero paréntesis histórico, sino que marca un cambio de era excepcional. El pontificado del Papa Francisco no es una tormenta, es un hecho de época y profético, del cual podremos recoger los frutos auténticos dentro de algunos años cuando ya este mundo en transición no exista más el ‘cambio de época’ evocado por el Santo Padre será una realidad concreta”.

Bassetti, como puede advertirse, va en la misma línea que muchos otros comentaristas del presente papado, como el fundador del grupo mediático Salt and Light Catholic Media Foundation, padre Thomas Rosica y como se desprende incluso de numerosos mensajes del propio Santo Padre, en el sentido de que su pontificado representa una “revolución” en la bimilenaria historia de la Iglesia.

Ese mensaje que transmiten tantos con tanta vaguedad como entusiasmo es para muchos motivo de esperanza y regocijo, al tiempo que alarma y preocupa a muchos otros. Es lo bastante difuso como para que resulte más fácil de sentir que de definir: vivimos en el tiempo, inmersos en el tiempo, y en un sentido es imposible que no se abra a cada instante “una nueva historia”; en otro, en cambio, es Cristo quien ha abierto la era radicalmente nueva de la historia fundando una Iglesia que es custodia de un mensaje perenne, que no pasará cuando el cielo y la tierra hayan pasado.

“El Papa Francisco lucha contra una Iglesia clerical, porque el clericalismo es lo opuesto al Evangelio, a la comunión”, continúa Bassetti. Es una extraña declaración, especialmente viniendo de alguien que representa el clericalismo de forma tan conspicua. Es, para empezar, más que dudoso que el ‘clericalismo’, se defina como se defina, sea exactamente “lo opuesto” del Evangelio. Se nos ocurren oposiciones de mayor peso y alcance.

En cualquier caso, si definimos clericalismo como un abuso de poder por parte de la Iglesia jerárquica y cierto desprecio por el laicado en las cosas eclesiales, creo obligado reconocer que el historial de Su Santidad en ese punto es, en el mejor de los casos, irregular. Su súbito e inesperado veto a la propuesta de la Conferencia Episcopal Americana de crear un panel en el que los laicos pudieran investigar las acusaciones contra obispos no suena, así de primeras, a otra cosa que clericalismo y del más evidente.

Continúa Bassetti: “Cuando Jesús escuchó hablar de poder y del Reino de Dios sobre la tierra, tomó un delantal y fue a lavar los pies, un gesto que provocó gran escándalo porque solo lo hacían los esclavos. El poder de la Iglesia es el de cuidar con ternura y misericordia aquello que se le ha confiado, el cuidado de la humanidad, sobre todo de la parte más pobre, oprimida, indefensa. Esto es lo que Francisco nos exhorta a hacer”.

Una vez más chocamos como contra una pared con un lenguaje ambiguo. Porque sí, el poder de la Iglesia es ese, pero ese es también un poder al alcance de cualquier ser humano, de cualquier ONG, de cualquier gobierno. El poder específico de la Iglesia, en cambio, es predicar el mensaje salvífico de Cristo y procurar la salvación eterna de las almas, algo que cada día notamos como una ausencia más estridente en los mensajes procedentes de la jerarquía.

Por otra parte, si a lo que nos exhorta Francisco es a “cuidar con ternura y misericordia aquello que se le ha confiado, el cuidado de la humanidad, sobre todo de la parte más pobre, oprimida, indefensa”, hay que concluir que poca o ninguna novedad hay en ello. Imagino que Su Eminencia no estará insinuando que hasta 2013 la Iglesia no se caracterizó por su énfasis en la caridad y en la primacía de esos “últimos” que “serán los primeros”, porque la evidencia es abrumadora.

Añade Bassetti que la crítica que hace al poder del mundo contemporáneo “ha atraído sobre al Papa muchas críticas por haber entrado en los mecanismos de las finanzas y de la economía del planeta”. Desafío desde aquí a Su Eminencia a que me muestre un fuerte ataque de los grandes medios de comunicación mundiales -esos mismos que, por lógica, están en manos de los grupos financieros más poderosos- contra el Papa cuando ha criticado el mundo de las finanzas o ha fulminado contra las actuales estructuras económicas. No hay, Eminencia, no existen. El izquierdismo elemental que suele delatar el Santo Padre cuando entra en esos temas es de rigor, moneda habitual en esos mismos medios que los financieros controlan.

El cambio, nos dicen, es inevitable. En tanto en cuanto eso es cierto, no hay novedad que sea mérito de este pontificado. Donde sí puede haberla, donde sería una catástrofe sin precedentes en la Iglesia, es en una “renovación” que pretenda entrar a saco en el depósito de la fe y sustituir doctrinas multiseculares por las opiniones personales o las tendencias ideológicas a la moda, que hoy se imponen y mañana, por la lógica de la historia, serán ridiculizadas y tachadas de anticuadas.

Porque es precisamente la gloria de la Iglesia anunciar un mensaje inmutable de salvación, porque es el mensaje del mismo Cristo. Ese es nuestro credo, el que rezamos en cada misa, salvo innovaciones que no parecen encontrar oposición alguna entre la jerarquía, como es el caso en la Parroquia milanesa de San Carlo al Corso, donde lo han sustituido por un herético ‘Credo de la Esperanza’ inventado por Michele Do.

Carlos Esteban

domingo, 7 de octubre de 2018

El Papa amenaza con “sorprender” antes de acabar el Sínodo (Carlos Esteban)



El cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y cercano a Francisco, asegura «estar convencido de que el Papa nos dará alguna sorpresa»  y de que “seguro que inventa algo antes de la conclusión del sínodo”. Lo que no sabemos es si se trata de un aviso o de una amenaza.

Acaba una primera semana de sínodo ‘discreto’, del que sólo sabemos lo que nos quieren contar, coincidiendo con un comunicado vaticano en el que se anuncia que se investigará a fondo el ‘caso McCarrick’. Viganò y su informe, claro, no se citan, pero está, sin duda, tácitamente, en esta nota, como lo está en el propio sínodo.

El cardenal Bassetti nos cuenta que está seguro de que Francisco guarda una sorpresa para antes de que acabe el sínodo. Nosotros nunca lo hemos dudado; otra cosa es que creamos que vaya a gustarnos.

En un sentido, claro; en otro, no hay sorpresas: es más de lo mismo, pero subiendo el pistón. Esa misma ‘actualización’, ese mismo ‘acercamiento al mundo’, esa misma apertura que se anunció en el último concilio y dejó la Iglesia como un solar se quieren resucitar ahora de nuevo hasta llevarlas a sus últimas consecuencias. Y los jóvenes, de figurantes. Las voces de quienes hablan de un sínodo trucado, cuyas conclusiones están ya escritas, no se limita ya a grupos marginales.

A la prensa se le ha contado que los ‘grandes temas’ del sínodo ahora son la pobreza, la guerra, la desesperación y el desempleo. Es decir, lo que podría ser una agenda de la ONU. No ha habido, según el presidente de la comisión de información del sínodo, Paolo Ruffini, discusión alguna sobre esas siglas LGTBI cuya inclusión en el Instrumentum laboris tanto y tan bien ha criticado el Arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, aunque Ruffini insiste en que el término en cuestión está en los papeles, y se tocará.

No nos cabe la menor duda de que se tocará. De hecho ya ha habido un auditor sinodal alemán (claro), que ha planteado una serie de ‘exigencias’ entre las que se incluyen la igualdad entre las uniones homosexuales y las heterosexuales, la ordenación de las mujeres y “el liderazgo de la Juventud por la Juventud”, que suena muy a Mayo del 68.

La mezcla de motivos cristianos desnaturalizados y la jerga típica de las asambleas progresistas permea todo lo que nos llega de la última jornada del sínodo. Como botón de muestra, se habló de la labor de los católicos en los países musulmanes, y al respecto el cardenal Versaldi ha dicho en la rueda de prensa: “Recurren a nosotros, no porque quieran convertirse al catolicismo, sino porque pueden ver en nuestras instituciones un humanismo que apoya el diálogo, a diferencia de otras escuelas que promueven el integrismo”.

Ya ven: somos la Iglesia del ‘diálogo’, que más que proponer algo como, no sé, la salvación que nos ha traído el Hijo de Dios, escucha, esa escucha humilde que nos aconsejaba el Papa días atrás; aunque, como todo en este pontificado de la confusión, es una escucha selectiva: para un lado se está más bien duros de oído.

Se ha hablado también de sexo fuera del matrimonio y Ruffini ha desmentido categóricamente que se haya propuesto ‘suavizar’ la doctrina de la Iglesia a este respecto. ¿Demasiado pronto, quizá? ¿Necesitamos escuchar unos cuantos días más para llegar a ese asunto?

Carlos Esteban

sábado, 6 de octubre de 2018

Cardenal italiano: habrá una “sorpresa” antes del final del Sínodo



Antes del final del Sínodo, el Papa producirá una “sorpresa”, dijo el 4 de octubre a su audiencia, durante la presentación de un libro en Roma, el cardenal de Perugia, Gualterio Bassetti, de 76 años.

Bassetti dijo esto, según informa FaroDiRoma.it:

“Si el Sínodo se mantiene en el nivel de la Iglesia universal, no irá lejos. Creo que deben aparecer iniciativas de Iglesias locales que le den continuidad. Estoy convencido de que el papa Francisco nos dará alguna sorpresa. Seguramente inventará algo antes de la conclusión del Sínodo”.
Los liberales utilizan la palabra clave “sorpresa” para encubrir las decisiones arbitrarias de Francisco y su comportamiento autocrático.