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martes, 24 de octubre de 2023

No hay peor ciego (Bruno Moreno)



Como le dijo el juez al guardia jurado acusado de complicidad en el robo: “me creo que sea usted corto de vista, me creo que fuera de noche cerrada y no se viera bien, me creo que se hubiera producido un apagón, también me creo que hubiera niebla y hasta me creo que por mala suerte hubiera perdido las gafas, pero, cuando ayudó a los ladrones a meter el botín en la furgoneta, digo yo que algo vería, ¿no?”.

Del mismo modo, cuando hablamos en este blog de problemas de la Iglesia que están a la vista de todos, cada día y en todas partes, uno sospecha que quienes sistemáticamente no los ven es porque no los quieren ver. En cierto modo lo entiendo, porque a menudo son problemas angustiosos, pero negarlos no conduce a nada, creo yo.

Vemos unos ejemplos, con las noticias que acabo de leer y los últimos artículos que he escrito sobre estos temas.

- Hace un par de semanas escribí el artículo ¿Tradición viva o Tradición a secas?, en el que indicaba que la expresión “Tradición viva” tiene una interpretación católica y acorde con la fe, pero que hay que tener cuidado porque muchos “teólogos” y eclesiásticos ponen adjetivos a la Tradición para darle otro sentido totalmente contrario, el de algo que está constantemente cambiando, con el fin de usarlo para introducir en la Iglesia cosas contrarias a lo que la Iglesia siempre ha creído.

He aquí que hoy me encuentro que el Cardenal Czerny, jesuita, le cuenta a un entrevistador que la Iglesia no ordena mujeres, pero que “no se trata de una discriminación estructural. Es nuestra tradición que las mujeres no puedan ser sacerdotes. Y la tradición es dinámica. Está en desarrollo. No es estática”. Y justo después le preguntan si ha conocido a alguna mujer con vocación al sacerdocio y responde: “Probablemente sí". ¿De verdad hay alguien que no vea que el cardenal está abriendo la puerta a decir que hoy las mujeres no pueden ser sacerdotes, pero mañana ya veremos, porque la tradición es dinámica y las mujeres tienen vocación sacerdotal y patatín y patatán? Igual, por otra parte, que hizo el mismo Papa cuando dijo que la declaración definitiva de Juan Pablo II sobre el sacerdocio reservado a los varones era definitiva, pero que habrá que estudiar qué significa exactamente eso de “definitiva”

- Hace un mes escribí, ¿Más sabio que Santo Tomás?, en el que señalaba que las declaraciones que había realizado el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, eran una muestra de que, aunque fuera inconscientemente, pensaba que era más sabio que Santo Tomás, porque decía exactamente lo contrario que él (en una cuestión, además, en la que el Aquinate no hacía más que expresar la fe de la Iglesia).

He aquí que me encuentro que el mismo Prefecto declara ahora con toda seriedad en Facebook que, en la Iglesia del pasado, “existía una violencia verbal que llevaba demasiado rápido a juzgar duramente a los demás sin temor alguno a lastimarlos y a destrozar su autoestima. Se decía: ‘adúlteros’, ‘sodomitas’, ‘hijos ilegítimos’, ‘degenerados’, ‘pecadores’, etc.”.

Es difícil no concluir de estas palabras que que el Prefecto no solo se cree más sabio que Santo Tomás, sino también más sabio y misericordioso que San Pablo, todos los santos, todos los papas de la historia y el mismo Jesucristo, que usaron en numerosas ocasiones esas mismas palabras y por ello, aparentemente, fueron culpables de “violencia verbal” y de no tener temor alguno a “destrozar la autoestima” de pobrecillos cuyo único pecado era, bueno, pecar gravemente, pero que a la vez tenían derecho a que nadie osara decir que eran pecadores, ni adúlteros ni nada.

- Hace tres días escribí Estamos en la última trinchera, sugiriendoque gran parte de la jerarquía de la Iglesia lleva medio siglo presa de una extraña locura que le induce a creer que lo que tiene que hacer la Iglesia es ceder en todo a las pretensiones anticristianas del mundo, y así, de alguna forma, llegará una mágica primavera, un nuevo pentecostés. A pesar de que llevamos medio siglo comprobando por activa y por pasiva que, por mucho que cedamos al progresismo, lo único que conseguimos es que cada vez pida más y más.

Pues he aquí que me encuentro a Mons. Overbeck, obispo de Essen, en Alemania, y nombrado uno de los portavoces del Sínodo de la sinodalidad, repitiendo otra vez en una rueda de prensa sinodal la cansada cantinela de “los signos de los tiempos” y diciendo que, si la enseñanza de la Iglesia es contraria a esos signos de los tiempos, “a nadie le va a convencer” esa enseñanza. Con lo que se refiere, presumiblemente, a algo que ya lleva tiempo defendiendo: que “la Iglesia Católica debe cambiar su opinión sobre la homosexualidad” y que no debe negarse esta “expresión de la sexualidad”, porque excluirlo es la “manifestación de un prejuicio difícil de aceptar” y lleva a la “discriminación”. Curiosamente, el obispo ha asegurado en la rueda de prensa que, en 14 años como obispo, ha enterrado a 300 sacerdotes y solo ha ordenado a 15. Actualmente no tiene ningún seminarista. Pero, claro, él sabe lo que necesita la Iglesia, que es renunciar a la moral revelada, y así todo, mágicamente, se arreglará. No es una locura, no, es perfectamente lógico.

- En fin, quien no lo ve es que no quiere ver. Y ver los problemas es lo primero que se necesita para poder solucionarlos. Necesitamos luz y, en casos como los citados, una generosa cantidad de desinfectante.

Bruno Moreno

jueves, 10 de agosto de 2023

Ingreso libre, pero iglesias vacías. Sueños y realidades de un pontificado en el crepúsculo



La Iglesia “no tiene puertas” y por tanto todos pueden entrar, pero precisamente “todos, todos, todos, sin ninguna exclusión”. Este es el mensaje en el que más insistió el papa Francisco durante su viaje a Lisboa, en vísperas de un sínodo que -en su “Instrumentum laboris”- pone en cabeza de la lista de invitados a entrar “a los divorciados vueltos a casar, a los que viven en poligamia, a las personas LGBTQ+”.

Pero mientras tanto, en Italia, donde Francisco es obispo de Roma y primado, las iglesias se están vaciando. Una encuesta profunda realizada para la revista “Il Timone” por Euromedia Research constató que hoy solo el 58,4% de los ciudadanos italianos mayores de 18 años se identifican como “católicos”, frente al 37% de los “no creyentes”. Y los que van a Misa los domingos son apenas el 13,8% de la población, en su mayoría mayores de 45 años, con presencias aún más bajas en Lombardía y Véneto, las regiones que han sido la fortaleza histórica del “mundo católico italiano”.

Y no sólo eso. Incluso entre los católicos “practicantes”, es decir, los que van a Misa una vez al mes o más, apenas uno de cada tres reconoce en la Eucaristía “el verdadero cuerpo de Cristo”, los demás lo reducen a un “símbolo” vago o a un “recuerdo del pan de la Última Cena”. Y sólo uno de cada tres, también los que se confiesan al menos una vez al año, están convencidos de que se trata de un sacramento para la “remisión de los pecados”. No sorprende que el teólogo benedictino Elmar Salmann dijera en una entrevista el 14 de junio en “L’Osservatore Romano” que más que el número de fieles le preocupa también la declinación de la práctica sacramental, que “se hunde”.

Una decadencia que va acompañada de una notoria concesión al “espíritu de la época” en el campo doctrinal y moral. El 43,8% de los católicos practicantes considera el aborto un derecho, el 41,6% considera que es correcto permitir los matrimonios homosexuales, el 61,8% niega que divorciarse sea un pecado, el 71,6% aprueba la anticoncepción. Sólo se registra cierta resistencia en relación con el alquiler del útero, contra el cual toman partido dos de cada tres practicantes.

Pero si esta es la realidad de los hechos, ¿cuál puede ser el efecto de la insistente invitación a acoger en la Iglesia a “todos, todos, todos”, es decir, incluso a personas, como precisamente “los divorciados vueltos a casar, las personas en poligamia matrimonial, las personas LGBTQ+”, que según lo que siempre ha enseñado la Iglesia “no pueden recibir todos los sacramentos”?

Esta es la pregunta que Anita Hirschbeck, de la “Katholische Nachrichten-Agentur” [Agencia Católica de Noticias], formuló al Papa en la conferencia de prensa en su vuelo de regreso de Lisboa, el 6 de agosto.

Francisco le respondió que sí, que todos deben ser acogidos en la Iglesia, “feos y bellos, buenos y malos”, incluso los homosexuales. Pero “otra cosa es la esencia del ministerio en la Iglesia, que es el modo de hacer avanzar a la grey, y una de las cosas más importantes es, en el ministerio, acompañar a las personas paso a paso en su camino de maduración… La Iglesia es madre, recibe a todos, y cada uno hace su camino dentro de la Iglesia”.

Dicho de este modo, esta respuesta del Papa frena la carrera del “camino sinodal” de Alemania, pero no sólo eso, hacia una revolución de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad.

Y es una respuesta que está totalmente en línea, más bien, con lo que está escrito en la mucho más sólida “Carta Pastoral sobre la Sexualidad Humana” publicada por los obispos de Escandinavia en la pasada Cuaresma: “Puede ocurrir que las circunstancias hagan imposible que un católico reciba los sacramentos durante cierto tiempo. No por ello deja de ser miembro de la Iglesia. La experiencia del exilio interior abrazado en la fe puede conducir a un sentido más profundo de pertenencia”.

Pero se sabe que no siempre Francisco habla y actúa con coherencia sobre estas cuestiones.

La bendición de las parejas homosexuales, por ejemplo, aunque prohibida -con el consentimiento escrito del Papa- por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe dirigido por el cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, ha sido probada de hecho en varias ocasiones por el mismo Francisco.

Y ahora que Ladaria será sucedido por Víctor Manuel Fernández, el controvertido teólogo argentino favorecido por Jorge Mario Bergoglio, se puede dar por cierto que ha llegado a su fin el tiempo de los custodios de la doctrina “que señalan y condenan”, sustituido por un nuevo e irénico programa de “crecimiento armónico” entre “las diferentes líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral”, que “preservará la doctrina cristiana más eficazmente que cualquier mecanismo de control”, como se lee en la inusual carta del Papa que acompañó el nombramiento del nuevo prefecto.

Un decisivo golpe de timón en esta dirección es la entrevista que “L’Osservatore Romano” publicó el 27 de julio con Piero Coda, de 68 años, secretario general de la Comisión Teológica Internacional, miembro de la comisión teológica del sínodo y profesor en el Instituto Universitario Sophia, de Loppiano, del Movimiento de los Focolares, del que es miembro de primer nivel.

La entrevista tiene por título: “No hay reforma de la Iglesia sin reforma de la teología”. Y en ella, además de las respuestas, son reveladoras las preguntas del director del diario vaticano Andrea Monda y de Roberto Cetera, uno y otro ex profesores de religión en institutos.

El punto de partida supuesto es que la teología que todavía se enseña en facultades y seminarios “es anticuada”. Y lo es porque “el hombre cambia”, también en las “relaciones entre los géneros”, y “corremos el riesgo de hablar a un hombre y a una mujer que ya no existen”, cuando en cambio “una renovación de la teología debería comenzar precisamente con una revisión del pensamiento antropológico”.

En consecuencia, también el hombre Jesús debe ser repensado en una forma nueva, sin la “fijeza” adoptada hasta ahora. Coda dice: “La antropología teológica, tal como a menudo nos la representamos, debe ser archivada en gran parte: ciertamente no en cuanto a la sustancia, pero sí en cuanto a la interpretación que se hace de ella, porque es abstracta e idealista. Presenta una visión exculpatoria del mundo y del hombre. Es necesario revivirla, repensarla y proponerla de nuevo”.

De ahí una serie de propuestas de reforma, que los entrevistadores enumeraron así al final de la entrevista: “Rebobinando la cinta de esta conversación, hemos partido del pecado original: a repensar; luego la gracia: a repensar; luego la libertad: a repensar; luego los sacramentos: a repensar. Si estuviéramos en su lugar, monseñor Coda, pensando en el trabajo que hay que hacer – partiendo de la base de que no hay reforma de la Iglesia sin reforma de la teología -, nos temblaría el pulso…”.

Si ésta es el plan de trabajo planteado, en el que todo se puede cambiar, es difícil imaginar un ocaso de pontificado más revolucionario que el actual. O más bien, más confuso.

Sandro Magister

miércoles, 16 de noviembre de 2022

La «tienda sinodal» de Francisco desaloja al catolicismo para dar lugar a todo lo demás.


PorTHE REMNANT
16/11/2022




En Atanasio y la Iglesia de Nuestro Tiempo, el obispo Rudolf Graber citó un artículo del periódico parisino “L’Humanisme”, del masónico Gran Oriente de Francia, que describía los cambios que eventualmente tendrían lugar dentro de la Iglesia Católica:
“Entre los pilares que colapsan más fácilmente encontramos el Magisterio; la infalibilidad, que era considerada como firmemente establecida por el Concilio Vaticano Primero y que ha tenido que enfrentar un ataque por parte de personas casadas durante la publicación de la encíclica Humanae vitae; la Real Presencia Eucarística que la Iglesia logró imponer en las masas medievales desaparecerá con la creciente inter-comunión e inter-celebración entre sacerdotes católicos y pastores protestantes; … la diferenciación entre la Iglesia que dirige y el clero (bajo) de negro, mientras que, de aquí en más, las direcciones provendrán de la base de la pirámide hacia arriba como en cualquier democracia. . .”
Si bien el ataque a la infalibilidad ya estaba encaminado en 1968, debemos notar que el periódico masónico pudo predecir acertadamente estos desarrollos fundamentales de la Iglesia Católica décadas antes que la mayoría de los católicos se dieran cuenta de lo que estaba pasando. Ciertamente, la noción de Iglesia como “democracia” solo se ha visto francamente amenazada con el Sínodo de la Sinodalidad de Francisco. Los masones sabían lo que sobrevendría porque se habían infiltrado en la Iglesia mucho antes del Concilio Vaticano Segundo, con el objetivo de facilitar gran parte de la subversión anticatólica que vemos finalmente en el sínodo de Francisco.

En cierta medida, el Sínodo de la Sinodalidad de Francisco representa una continuación más palpable de los esfuerzos destructivos llevados a cabo durante más de sesenta años por los infiltrados, en nombre del Espíritu del Vaticano Segundo. Hoy, los innovadores ya no esconden sus planes, están diciendo “la parte silenciosa en voz alta” y los fieles católicos ya pueden escuchar sus pérfidas mentiras y herejías.

Más importante aún, el sínodo de Francisco también nos permite ver quiénes estuvieron promoviendo los cambios a partir del Vaticano II. Tal como se describe abajo, algunos de los cambios propuestos buscan admitir a quienes quieren identificarse como católicos (y recibir la comunión) sin seguir las enseñanzas de la Iglesia. Pero muchos otros cambios propuestos parecen estar motivados por las agendas masónica y globalista que, en última instancia, conducen a la subversión de la Iglesia y al surgimiento de una religión mundial. No obstante, en el fondo, el único que desea todo esto del sínodo es Satanás. Como tal, Satanás es la verdadera fuerza impulsora del sínodo.

Bajo esta luz, podemos considerar tres componentes básicos en el documento sinodal para la etapa continental (DEC), publicado el 27 de octubre de 2022: invitando a todos a la gran tienda de la Iglesia; transformando a la Iglesia en una Iglesia Sinodal; y desalojando al catolicismo real.

Invitando a todos a la «gran tienda» de la Iglesia.

A lo largo del DEC, leemos acerca de la necesidad de incluir a toda la humanidad dentro de la Iglesia:

“Todos están llamados a participar en este viaje, nadie está excluido.” (Párrafo 103)

“La sinodalidad es una llamada de Dios a caminar juntos con toda la familia humana.” (Párrafo 43)

“Así es como muchas síntesis imaginan a la Iglesia: una morada espaciosa, pero no homogénea, capaz de cobijar a todos, pero abierta, que deja entrar y salir (cf. Jn 10,9), y que avanza hacia el abrazo con el Padre y con todos los demás miembros de la humanidad.” (Párrafo 27)

“La visión de una Iglesia capaz de una inclusión radical, una pertenencia compartida y una profunda hospitalidad según las enseñanzas de Jesús está en el centro del proceso sinodal.” (Párrafo 31)

Para alcanzar esta “inclusión radical” de toda la humanidad, el sínodo desarrolla la idea de ensanchar la tienda de la Iglesia:

“Es a un pueblo que vive la experiencia del exilio a quien el profeta dirige palabras que nos ayudan hoy a centrarnos en lo que el Señor nos llama a través de la experiencia de una sinodalidad vivida: «Ensancha el espacio de tu tienda, extiende los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, refuerza tus estacas» (Is 54,2)).” (Párrafo 25)

Algo de este “ensanchamiento de la tienda” ha sido explicitado en cierta medida desde el Vaticano II, comenzando con la aceptación de todos los cristianos y, luego, en el diálogo con religiones no cristianas. La reunión de oración de Juan Pablo II en Asís, y otras reuniones similares patrocinadas por Benedicto XVI y Francisco, representaron este espíritu durante décadas.

El Sínodo de la Sinodalidad busca ensanchar la tienda aún más, tanto al abrazar a “toda la humanidad” como al recibir explícitamente a aquellos cuyos pecados los dejaron siempre fuera de la Iglesia. Por eso tenemos las siguientes declaraciones en el DEC:

“Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos a quienes, por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ… Por otra parte, los que han dejado el ministerio ordenado para casarse también piden mayor acogida y apertura al diálogo.” (Párrafo 39)

“Muchas síntesis también dan voz al dolor que experimentan los divorciados vueltos a casar por no poder acceder a los sacramentos, así como los que han contraído un matrimonio polígamo.” (Párrafo 94)

En sus esfuerzos por amar a los pecados, el sínodo de Francisco odia a los pecadores, al decirles que son bienvenidos sin arrepentirse. Para concretar esta bienvenida, el sínodo necesita ensanchar la tienda para admitir no solo a ciertas personas sino también a sus situaciones irregulares y su negativa a aceptar las enseñanzas de la Iglesia. Finalmente, el pecador siente un falso sentido de inclusión; los globalistas se acercan a su religión mundial; y Satanás se regocija ante la pérdida de almas y la grave ofensa a Dios.

Transformando a la Iglesia en la Iglesia Sinodal. El concepto de “ensanchar la tienda” insinúa necesariamente que en la actualidad la “tienda” no admite a ciertas personas y sus creencias anticatólicas. El sínodo intenta ensanchar la tienda de varias maneras, y todas ellas implican un ataque a lo que la Iglesia siempre ha sido y debe seguir siendo. El DEC reconoce que este ataque conduce a cierto tipo de muerte:

“Ensanchar la tienda requiere acoger a otros en ella, dando cabida a su diversidad. Implica, por tanto, la disposición a morir a sí mismo por amor, encontrándose en y a través de la relación con Cristo y con el prójimo.” (Párrafo 28)

Por lo general, los escritores santos hablan de la necesidad de morir a sí mismo para dejar que Cristo viva en nosotros, pero este no es el sentido que recogemos del sínodo. Aquí, el sínodo quiere hacernos “morir a sí mismo” para admitir la “diversidad” no católica de los demás. Debemos dejar de ser católicos porque eso disuade a otros de entrar a la tienda. Esto es verdaderamente diabólico.

Entre los aspectos específicos de la reestructuración, encontramos el mayor rol de la mujer en el ministerio, un rol más reducido de los sacerdotes, la aceptación de diversas expresiones litúrgicas, y la reforma de la ley canónica. Pero el cambio más impactante es transformar a la Iglesia en una “Iglesia sinodal”:

“El DEC sólo será comprensible y útil si se lee con los ojos del discípulo, que lo reconoce como el testimonio de un camino de conversión hacia una Iglesia sinodal que, a partir de la escucha, aprende a renovar su misión evangelizadora a la luz de los signos de los tiempos, para seguir ofreciendo a la humanidad un modo de ser y de vivir en el que todos puedan sentirse incluidos y protagonistas. En este camino, la Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pasos, que ofrece la luz con la que releer, interpretar y expresar la experiencia vivida.” (Párrafo 13)

“Si la Iglesia no es sinodal, nadie puede sentirse realmente en casa.” (Párrafo 24)

“A través de estas voces, percibimos «el sueño divino de una Iglesia global y sinodal que vive la unidad en la diversidad. Dios está preparando algo nuevo y debemos colaborar»” (Párrafo 29)

¿Por qué Satanás y los globalistas necesitan una Iglesia sinodal? Tal como lo afirma el DEC, la Iglesia sinodal es necesaria para superar la hostilidad de los fieles católicos a la diversidad anticatólica:

“Como ya se ha subrayado en varias ocasiones, una Iglesia sinodal debe abordar en primer lugar las numerosas tensiones que surgen del encuentro entre las diversidades. Por eso, una espiritualidad sinodal sólo puede ser una espiritualidad que acoge las diferencias, promueve la armonía y saca de las tensiones la energía necesaria para avanzar en el camino.” (Párrafo 85)

“Una Iglesia sinodal se construye en torno a la diversidad, y el encuentro entre diferentes tradiciones espirituales puede representar una “escuela” de formación, en la medida en que es capaz de promover la comunión y la armonía, contribuyendo a superar las polarizaciones que viven muchas Iglesias.” (Párrafo 87)

Una Iglesia sinodal reúne a todos y los “escucha”. Si la Iglesia sinodal reúne a suficientes personas, eventualmente Satanás y sus globalistas escucharán algo que sirva a sus fines. La Iglesia sinodal entonces designará a aquello como el sensus fidei, el cual dirán está guiado por el Espíritu Santo — aquí, el DEC describe su propio sentido teológico de esa manera:

“Incluye el precioso tesoro teológico contenido en el relato de una experiencia: la de haber escuchado la voz del Espíritu por parte del Pueblo de Dios, permitiendo que surja su sensus fidei.” (Párrafo 8)

Satanás y los demonios deben encontrar extremadamente gracioso que describan al documento como “precioso tesoro teológico.” Naturalmente, Satanás y los globalistas harán todo lo posible para que el sínodo continúe hasta que no quede nada por destruir.” Tal como describe útilmente el DEC, este proceso comenzó con el Vaticano II y continúa indefinidamente:

“Al mismo tiempo, caminar juntos como Pueblo de Dios requiere que reconozcamos la necesidad de una conversión continua, individual y comunitaria. En el plano institucional y pastoral, esta conversión se traduce en una reforma igualmente permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo, siguiendo las huellas del impulso al aggiornamento continuo, legado precioso que nos ha dejado el Concilio Vaticano II, al que estamos llamados a mirar mientras celebramos su 60º aniversario.” (Párrafo 101)

De este modo, queda más claro cómo los masones entendieron en 1968 hacia dónde se dirigía la Iglesia — ellos estaban conduciendo el proceso del Vaticano II, y su influencia persiste hasta hoy. El hecho de que hoy pueden llevar a cabo sus objetivos abiertamente bajo el título de un sínodo de varios años es espantoso — cada día que persiste aumenta el insulto a Dios y el peligro para las almas.

Desalojando al Catolicismo Real. Si tomáramos seriamente la idea del sínodo sobre la “inclusión radical” de todas las personas, podríamos pensar que los católicos tradicionales son admitidos en la Iglesia sinodal. El problema está, por supuesto, en que los católicos tradicionales creen en lo que la Iglesia siempre ha enseñado y, por lo tanto, saben que la Iglesia no puede hacer ninguna de las cosas propuestas por el sínodo. Como tal, el sínodo debe desalojar de la gran tienda al catolicismo.

El sínodo deja esto en claro en varias maneras. Mientras aboga por la aceptación de diversas preferencias litúrgicas (tal como esperábamos), no parece muy cordial hacia quienes celebran y asisten a la misa tridentina:

“La gente se queja de las restricciones en el uso del misal de 1962; muchos consideran que las diferencias sobre la forma de celebrar la liturgia llegan a veces al nivel de la animosidad. Las personas de ambos bandos dicen sentirse juzgadas por quienes tienen una opinión diferente. La Eucaristía, sacramento de la unidad en el amor en Cristo, no puede convertirse en motivo de enfrentamiento ideológico, ruptura o división. Además, existen elementos de tensión propios del ámbito ecuménico, con un impacto directo en la vida de muchas Iglesias, como, por ejemplo, compartir la Eucaristía. Por último, hay problemas relacionados con las modalidades de inculturación de la fe y el diálogo interreligioso, que también afectan a las formas de la celebración y la oración.” (Párrafo 92)

El DEC identifica cierta tensión en cuanto a la liturgia, pero luego la resuelve regañando (en lugar de escuchando) a los apegados a la misa tridentina. La razón es evidente: quienes adoran a Dios según la misa tridentina se oponen generalmente a los métodos sacrílegos de la Iglesia sinodal, tales como el falso ecumenismo y la comunión para los que están en pecado mortal.

El sínodo hizo esto aún más explícito en el “documento preparatorio” de 2021, en el que describió a los diversos actores involucrados en el camino sinodal:

“En su estructura fundamental, una escena originaria aparece como una constante del modo en que Jesús se revela a lo largo de todo el Evangelio, anunciando la llegada del Reino de Dios. Los actores en juego son esencialmente tres (más uno). El primero, naturalmente, es Jesús, el protagonista absoluto que toma la iniciativa, sembrando las palabras y los signos de la llegada del Reino sin hacer «acepción de personas» (cf. Hch 10,34).”

Luego de identificar a los primeros tres actores — Jesús, el pueblo, y los apóstoles — el documento preparatorio sinodal identifica al “más uno”:

“Además existe otro actor “que se agrega”, el antagonista, que introduce en la escena la separación diabólica de los otros tres. Ante la desconcertante perspectiva de la cruz, hay discípulos que se alejan y gente que cambia de humor. La insidia que divide – y por lo tanto contrasta un camino común – se manifiesta indiferentemente en las formas del rigorismo religioso, de la intimación moral que se presenta más exigente que la de Jesús, y de la seducción de una sabiduría política mundana que pretende ser más eficaz que el discernimiento de espíritus. Para eludir los engaños del “cuarto actor” es necesaria una conversión continua.”

Quienes han escuchado a Francisco a lo largo de los últimos años, saben que los católicos tradicionales son este “otro actor” divisivo, rígido, de cuyos engaños hay que escapar. Si seguimos lo que la Iglesia enseñó siempre, somos los “antagonistas,” ocasionando una “separación diabólica” de los demás actores.

El sínodo invita a toda la humanidad a la “gran tienda” de la Iglesia sinodal, pero la sinodalidad requiere que quienes crean en lo que la Iglesia ha enseñado siempre sean marginados, insultados y, por último, desalojados. A decir verdad, la Iglesia sinodal no puede escuchar la voz de Satanás y de los globalistas si los católicos están hablando siempre de lo que Jesús en verdad enseñó — por eso la Iglesia sinodal mueve la tienda a donde los verdaderos católicos no pueden ir y donde no puedan ser escuchados.

Jesús nos advirtió acerca del ancho camino sinodal:“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por él.” (Mateo 7:13)

A través del sínodo de Francisco, Satanás y los globalistas buscan empujar a todos los católicos a través de la puerta ancha que conduce a la perdición. Que Dios conceda al resto de los obispos fieles del mundo la gracia de ser buenos pastores, asegurando que ningún católico siga el camino sinodal al infierno. ¡Santísima Virgen María, destructora de todas las herejías, ruega por nosotros!

Robert Morrison

Artículo original. Traducido por Marilina Manteiga

lunes, 31 de octubre de 2022

Equipo de Francisco al mando de la Iglesia: todos jesuitas



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Increíble pero cierto. Justo ahora, cuando en unas pocas décadas ha perdido la mitad de sus fuerzas, la Compañía de Jesús se ha elevado a las alturas de mando de la Iglesia Católica como nunca antes.

La historia de Francisco es bien conocida. Es el primer Papa jesuita de la historia: el que, sin embargo, tuvo más adversarios que amigos en la Compañía y se cuidó de no pisar su curia general cada vez que venía a Roma como cardenal.

Pero la novedad es que en esta última fase de su pontificado -decreciente en edad pero no en ambiciones- Francisco se ha dotado de un veterano equipo de ataque, todo suyo y compuesto íntegramente por jesuitas.

El líder de este equipo es sin duda el cardenal Jean-Claude Hollerich (en la foto), arzobispo de Luxemburgo. Top man, en los planes de Jorge Mario Bergoglio, tanto para hoy como para mañana.

Para hoy, la tarea que le asignó Francisco es conducir, como relator general, el sínodo mundial que comenzó en 2021 y durará al menos hasta 2024, pero en la mente del Papa incluso más allá, con la tarea de remodelar la Iglesia bajo la bandera de nada menos que una "sinodalidad" permanente.

Mientras que para mañana no es ningún misterio que Hollerich es también el candidato de Francisco "in pectore" para su sucesión , en el que el sínodo actual tendrá una influencia decisiva, obligando efectivamente al futuro Papa, quienquiera que sea, a asumir y continuar el " proceso”, un poco como le sucedió a Pablo VI con el Concilio Vaticano II heredado de Juan XXIII.

El ensayo general de este sínodo mundial es el que está en marcha en Alemania, que ya está contagiando a otras Iglesias nacionales sin que Francisco se oponga a ninguna contención efectiva, con la letanía inevitable de reformas de moda, que van desde sacerdotes casados ​​a mujeres sacerdotes, desde una nueva moral sexual y homosexual a la democratización del gobierno de la Iglesia.

Es imposible no recordar que algunas de ellas eran las reformas que otro gran jesuita, el cardenal Carlo Maria Martini (1927-2012), había incluido en la agenda de la futura Iglesia en un memorable discurso de 1999. Se sabe que Martini tenía una opinión negativa de Bergoglio, pero los partidarios del pontificado actual están teniendo un día de campo al convertirlo en el "profeta" de las reformas para las que Francisco supuestamente está allanando el camino por fin y de las que Hollerich ya ha dicho repetidamente. dijo que está a favor.

“L'Osservatore Romano” publicó el pasado 24 de octubre una amplia entrevista de agenda a este culto cardenal jesuita con veintisiete años de misión en Japón a sus espaldas. Y en él volvió a expresar la esperanza de “un cambio de paradigma” en la pastoral y doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad, porque también los homosexuales “son fruto de la creación” y por tanto no son “manzanas podridas” sino “algo bueno”. " Por supuesto, no hay lugar -añadió el cardenal- para un matrimonio sacramental entre personas del mismo sexo, porque falta la finalidad procreadora que caracteriza al matrimonio, "pero esto no quiere decir que su unión afectiva no tenga valor".

Y al editor de “L'Osservatore Romano” que trajo a colación el hecho de que los obispos de Bélgica se han pronunciado a favor de la bendición de las uniones homosexuales, Hollerich respondió: “Francamente, la cuestión no me parece decisiva. Si nos atenemos a la etimología de 'bene-dire' [bendecir, literalmente 'hablar bien', Tr.], ¿Crees que Dios podría alguna vez 'dire-male' ['hablar mal', Tr.] de dos personas ¿Quiénes se preocupan el uno por el otro?

Estas palabras de Hollerich plantean espontáneamente la pregunta: ¿pero no fue otro jesuita de alto rango en el Vaticano, el cardenal Luis F. Ladaria, en su calidad de prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, quien prohibió la bendición de uniones homosexuales en un “ Responsum ” hecho público el 15 de marzo de 2021?

¿Y no fue el mismo Francisco quien “dio su consentimiento” a la publicación de este “Responsum”, después de haber sido “informado” de él, como está escrito al pie del documento?

Tan. Excepto, sin embargo, para tomar nota de que el domingo siguiente, en el Ángelus, el Papa había dejado claro que no le gustaban en absoluto las "condenas teóricas" o las "pretensiones de legalismo o moralismo clerical" donde lo que se necesita en cambio son " gestos de amor". Y "fuentes autorizadas del Vaticano" habían hecho saber de forma anónima que con esto criticaba nada menos que el "Responsum" que prohibía la bendición de las uniones homosexuales, que él había aprobado de palabra.

En resumen, humillado por su hermano el Papa, el desventurado cardenal Ladaria es la excepción que confirma la regla. Es el jesuita de la vieja escuela que Bergoglio mantiene en el banquillo a la espera de enviarlo al retiro, fuera de su equipo. Exigiéndole mientras tanto que responda "no" a esos cardenales -y ha habido algunos- que le han pedido que llame a Hollerich de vuelta al respeto por la doctrina correcta.

Pero además de Hollerich, hay otros dos jesuitas a quienes Francisco recientemente nombró cardenales y los puso en el equipo en roles importantes.

El primero es el canadiense Michael Czerny, durante muchos años más competidor que colaborador del cardenal ghanés Peter KA Turkson, primero en el pontificio consejo para la justicia y la paz y luego en el dicasterio para la promoción del desarrollo humano integral, del que ahora es convertirse en prefecto. Czerny también fue secretario especial del sínodo para la Amazonía. Desde la defensa de la naturaleza hasta los migrantes, pasando por los “movimientos populares”, es el hombre del que Bergoglio se vale en estos campos que favorece.

El segundo es el italiano Gianfranco Ghirlanda, ex rector de la Pontificia Universidad Gregoriana y aguerrido experto en derecho canónico. Entre sus tareas está la de traducir en disposiciones jurídicas los actos imperiosos que realiza Francisco con aires de monarca absoluto. De Ghirlanda, por ejemplo, llegó la conclusión superficial de la larga disputa teológica entre las facultades de orden, las derivadas de la ordenación episcopal, y las facultades de jurisdicción, las conferidas por una autoridad superior, optando por estas últimas para colocar a algunos laicos como bien, hombres o mujeres, al frente de la curia vaticana, con el simple mandato del Papa. De nuevo de Ghirlanda, en su papel de "factotum" jurídico al servicio de Francisco, vino el desmantelamiento y la refundación impuestas por el Papa a la Orden de Malta .

Pero eso no es todo. También entre los jesuitas que no son cardenales hay algunos a los que el Papa ha puesto en puestos clave, a su servicio.

En la secretaría general del sínodo de los obispos hay un consultor que es, de hecho, el asociado más cercano al cardenal Hollerich. Se trata de Fr. Giacomo Costa, ex editor de la revista “Social Updates” de los jesuitas de Milán y vicepresidente de la Fundación Carlo Maria Martini.

Sin mencionar a Fr. Antonio Spadaro, editor de "La Civiltà Cattolica" y muy cercano a Francisco desde su elección como Papa, él también muy activo y urgente en la promoción del sínodo mundial sobre la sinodalidad y en particular en involucrarse en la aventura - con importantes ayuda de su predecesor en “La Civiltà Cattolica”, Bartolomeo Sorge (1929-2020) - la conferencia episcopal italiana, inicialmente muy desconfiada.

Y luego está el capítulo de las finanzas del Vaticano, donde Francisco ha nombrado al jesuita español Juan Antonio Guerrero Alves como prefecto de la secretaría de economía, la oficina que supervisa todo el sector.

Además, desde hace un par de años también hay un jesuita en la basílica de San Pedro, junto al cardenal arcipreste Mauro Gambetti, vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano. Se trata de Francesco Occhetta, secretario general de la fundación "Fratelli tutti" y hasta 2020 columnista político de "La Civiltà Cattolica".

Y también hay un jesuita entre los obispos auxiliares de la diócesis de Roma de la que el Papa es obispo: Daniele Libanori, a quien se le confía la atención pastoral del centro de la ciudad.

Con el Papa, los nombres enumerados hacen nueve. Y con Sorge y el “profeta” Martini once, naturalmente sin contar al cardenal Ladaria. Nunca se había visto un equipo así, enteramente de jesuitas, al mando de la Iglesia.

Sandro Magister