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sábado, 24 de febrero de 2018

¿Pablo VI santo? Ni de broma (Michael Matt)


Duración 22:50 minutos

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Sobre Michael Matt 


- Es director de The Remnant.

- Ha sido editor de “The Remnant” desde 1990. 

- Desde 1994, ha sido director del diario. Graduado de Christendom College.

- Ha escrito cientos de artículos sobre el estado de la Iglesia y el mundo moderno. 

- Es el presentador de The Remnant Underground del Remnant Forum, Remnant TV. 

- Ha sido Coordinador de Notre Dame de Chrétienté en París – la organización responsable del Pentecost Pilgrimage to Chartres, Francia, desde el año 2000. 

- Ha guiado a los contingentes estadounidenses en el Peregrinaje a Chartres durante los últimos 24 años. 

- Da conferencias en el Simposio de Verano del Foro Romano en Gardone Riviera, Italia. 

- Es autor de Christian Fables, Legends of Christmas y Gods of Wasteland (Fifty Years of Rock n' Roll) 

- Participa como orador en conferencias acerca de la Misa, la escolarización en el hogar, y el tema de la cultura, para grupos de católicos, en forma asidua. 

- Reside en St. Paul, Minnesota, junto con su esposa, Carol Lynn y sus siete hijos.

Excepciones que destruyen la regla. (P. Santiago Martín)


Duración 11:29 minutos

De nuevo el padre Weinandy, indicando que Francisco es "agente de división"


El padre Thomas Weinandy es bien conocido por la carta que escribió al Papa. Ver aquí. También fue publicado en este blog un artículo escrito por Hilary White de The Remnant, de titulo:  "Ya está bien de misericordia y diálogo". Su última intervención ha sido en Australia en una conferencia titulada "El desafío contemporáneo a la Iglesia y a la Eucaristía". En Gloria TV aparece también esta noticia, a la que acompaño de dos artículos anteriores

El Papa Francisco y la herejía ( by John R. T. Lamont)



Un excelente ensayo de John R. T. Lamont, publicado por Rorate Caeli. Está en inglés. Y se necesita de un cierto tiempo para leerlo. Pero merece la pena. A continuación algunos párrafos  de ese escrito, tomados de Religión la Voz Libre, en donde aparecen en español.

(...)

  La declaración de AAS (Actas de la Sede Apostólica, de la carta de los obispos de Buenos Aires y la respuesta de Francisco aprobando la comunión para adúlteros, incluidas en estas actas como magisterio auténtico) resuelve una cuestión importante y muy debatida: establece que el Papa Francisco en Amoris laetitia ha afirmado proposiciones que son heréticas en sentido estricto; es decir, proposiciones que contradicen verdades reveladas divinamente y que deben ser creídas con el asentimiento de la fe.(...). En la declaración de la AAS, él ha requerido de los católicos que den su consentimiento religioso, mental y de voluntad, a la afirmación de que Amoris laetitia contiene proposiciones que son heréticas.

            La herejía en cuestión es distintiva, ya que va más allá de las negaciones anteriores de la enseñanza católica sobre el matrimonio. (...)  La ley mosaica permite divorciarse de una persona y luego casarse con otra: no permite convivir con una persona mientras está casada con una persona diferente, como sí lo hace Amoris laetitia. Este permiso en la práctica disuelve por completo la noción de matrimonio.

            La profesión de herejía en la declaración AAS junto con Amoris laetitia no es ambigua, sino indirecta. La declaración de AAS respalda una declaración adicional que atribuye un significado herético a las declaraciones de Amoris laetitia. Esta forma indirecta de expresión forma parte de una estrategia para promover la herejía que se profesa. Una comprensión natural de Amoris laetitia discerniría esta herejía en ella, pero las palabras de esa exhortación apostólica no excluyeron por completo una comprensión ortodoxa de ella. Al permitir inicialmente esta laxitud de comprensión, el Papa Francisco se aseguró de que los católicos que rechazaban la herejía en cuestión se unirían a la defensa del documento, por lealtad ciega al papado, timidez, arribismo, o un simple sentimiento de obligación de dar el Romano Pontífice todos los beneficios de la duda. Estos defensores de Amoris laetitia fueron muy efectivos para confundir el asunto y hacer que los católicos pensaran que el documento era aceptable y que se lo estaba atacando injustamente. El carácter indirecto de la declaración de AAS evita avergonzar a estos defensores, y de hecho les permite a muchos de ellos continuar su defensa. (...)

            Su carácter indirecto también debilita la oposición de aquellos conservadores que se dan cuenta de que está promoviendo la herejía. El Papa Francisco ha descubierto que tales conservadores son débiles, vacilantes y temen oponerse a él personalmente. El cardenal Raymond Burke, el conservador de más alto perfil de este tipo, ha pasado de decir que Amoris laetitia no es un acto del magisterio papal a decir que es imposible entender a Amoris laetitia en un sentido heterodoxo porque es un documento magisterial. Una declaración directa de herejía podría poner a esas personas contra la pared y avergonzarlas por contradecirla. (...)

            La herejía que la declaración de AAS establece en Amoris laetitia no culpa al Papa Francisco del delito canónico de herejía. Este es un punto importante, porque el delito de herejía es la única ofensa por la cual un papa puede y debe ser destituido de su cargo. Para cometer el delito canónico de herejía, no es suficiente declarar públicamente que una proposición herética es verdadera. También se debe negar a retractarse de esta proposición cuando sea advertida por la autoridad eclesiástica de que es herética y no puede ser sostenida por los católicos. El Papa no tiene un superior eclesiástico, por lo que la autoridad en su caso habría consistido en la autoridad para enseñar en lugar de la autoridad para mandar. Esta autoridad la poseen los obispos católicos, que tienen el derecho y el deber de advertir al Papa cuando defiende la herejía. En el caso del Papa Francisco esto no se ha hecho.
(...) No hay paralelo en esta traición en toda la historia del papado. San Pedro negó a Cristo por temor y luego repudió su acción. El Papa Francisco está atacando las enseñanzas de Cristo de una manera planificada y sistemática porque se opone a ellas
Sin embargo, sería un error pensar que el Papa Francisco es el peor flagelo que aflige a la Iglesia

La elección de un hombre malo como Papa nunca puede ser completamente descartada. En una Iglesia sana, el problema de un Papa herético puede y será tratado por los obispos católicos, del mismo modo que el sistema inmunitario de un cuerpo sano reaccionará a la enfermedad y la erradicará.

El sistema inmune de la Iglesia en el presente no está funcionando

Los obispos de la Iglesia Católica han guardado silencio sobre la herejía en Amoris laetitia, y han abandonado a los fieles. Las declaraciones heréticas de Amoris laetitia no se han presentado a los fieles como algo que pueden tomar o dejar. El Papa Francisco ha declarado en documentos magisteriales oficiales que son enseñanzas papales que deben aceptar. Él ha sido apoyado en esto por una gran cantidad de obispos. El Papa Francisco ha ejercido presión sobre todos los fieles católicos para que rechacen la verdad divinamente revelada. Los fieles no están protegidos contra esta presión por parte de los obispos de Kazajstán, o de otros lugares, emitiendo una declaración que defiende las verdades que Francisco niega.

Al encontrar una diferencia de opinión entre un documento papal y una carta de un puñado de obispos kazajos, los fieles naturalmente tomarán la declaración papal como de mayor autoridad. Para proteger a los fieles del ataque a sus creencias y salvación que se realiza a través de Amoris laetitia, es necesario abordar las falsedades en ese documento mismo y condenarlas apelando a una Autoridad que justifique el rechazo a una carta papal no infalible, la Autoridad de la Revelación divina expresada en las Escrituras y repetida por el Magisterio de la Iglesia.

Esta apelación no tiene que ser una advertencia canónica al Papa Francisco que podría ser el primer paso en su deposición. Tal advertencia canónica tendría que dirigirse al propio Papa, y advertirle sobre la naturaleza de su delito y las consecuencias de persistir en él. Sería suficiente dar el paso menor de simplemente dirigirse a los fieles para condenar a Amoris laetitia como herética. Aparte de los obispos Bernard Fellay y Henry Gracida, ningún obispo católico ha hecho esto. 

Esta traición casi unánime a su oficio por los obispos católicos y la infidelidad episcopal que revela esta traición es el problema fundamental en la Iglesia.
Sin esta infidelidad masiva no habría habido electorado para elegir al Papa Francisco en primer lugar, y si hubiera logrado ser elegido no habría podido asaltar abiertamente la fe. Si este problema fundamental no se resuelve, el repudio de las herejías en Amoris laetitia o incluso la deposición del Papa Francisco no producirán ningún beneficio duradero: otros males de tipo similar se repetirán, ya que las causas del oficio y de las acciones del Papa Francisco se mantendrán. 
Una reforma básica de la Iglesia que aborde y erradique estas causas es lo que se necesita. 

(Copyright John R. T. Lamont, 2018).

Nueva apelación del padre Weinandy al Papa: Con esta falsa misericordia se destruye la Iglesia (Sandro Magister)


Padre Thomas Weinandy

> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Todos recuerdan del padre Thomas G. Weinandy la carta abierta que envió al papa Francisco en el verano pasado, dada a conocer públicamente por él el 1 de noviembre en Settimo Cielo:

> Un teólogo escribe al Papa: Hay caos en la Iglesia y usted es una causa

Hoy, sábado 24 de febrero, él vuelve a la carga con la conferencia que pronunció esta mañana en Sydney, promovida por la Universidad Notre Dame, de Australia.

En ella, el padre Weinandy describe y denuncia el atentado de gravedad sin precedentes que algunas teorías y prácticas “pastorales” alentadas por el papa Francisco están llevando a cabo contra la Iglesia "una, santa, católica y apostólica" y en particular contra la Eucaristía, que es "cima y fuente” de la vida de la Iglesia misma.

Settimo Cielo ofrece aquí a continuación a los propios lectores, en cuatro idiomas, los pasajes cruciales del acta de acusación del padre Weinandy. Pero quien quiera leer su conferencia en su totalidad, en el idioma original inglés, la puede encontrar en esta otra página web:

> The Four Marks of the Church: The Contemporary Crisis in Ecclesiology

El padre Weinandy, de 72 años, es un teólogo entre los más conocidos y estimados. Vive en Washington, en el Colegio de los Capuchinos, la orden franciscana a la que pertenece. Hasta ahora es miembro de la Comisión Teológica Internacional que ayuda a la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, nombrado allí en el 2014 por el papa Francisco.

Enseñó en Estados Unidos en varias universidades, en Oxford durante doce años y en Roma en la Pontificia Universidad Gregoriana.

Durante nueve años, desde el 2005 al 2013, fue director ejecutivo de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Y siguió formando parte como "advisor" [consejero] hasta el día de la publicación de su carta abierta al papa Francisco, cuando fue obligado a renunciar.

Le damos la palabra.

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EL DESAFÍO CONTEMPORÁNEO A LA IGLESIA Y A LA EUCARISTÍA

por Thomas G. Weinandy

Es cierto que la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II estuvo llena de divisiones, con disputas sobre la doctrina, la moral y la liturgia. Estos desacuerdos todavía continúan. Sin embargo, en ningún momento durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI hubo dudas sobre lo que la Iglesia enseña respecto a su doctrina, su moral y la práctica litúrgica. […] Ese no es el caso, en muchas formas significativas, en el actual pontificado del papa Francisco.

Desafío a la unidad de la Iglesia

[…] A veces parecería que el papa Francisco se identifica no como el promotor de la unidad, sino como el agente de división. Su filosofía práctica, si es una filosofía intencional, parece consistir en la creencia de que un bien unificador mayor emergerá de la actual algarabía de opiniones divergentes y de la confusión de las divisiones resultantes.

Mi preocupación aquí es que esa aproximación, incluso si no fuese intencional, golpea en la verdadera esencia del ministerio petrino tal como lo entendió Jesús y como ha sido continuamente entendido por la Iglesia. El sucesor de san Pedro, a causa de la verdadera naturaleza del oficio, ha de ser, literalmente, la personificación personal y, en consecuencia, el signo consumado de la comunión eclesial de la Iglesia, y de ese modo el principal defensor y promotor de la comunión eclesial de la Iglesia. […] Al parecer, al alentar la división doctrinal y la discordia moral en el interior de la Iglesia el actual pontificado ha transgredido la marca fundacional de la Iglesia: su unicidad. ¿Pero cómo se manifiesta esta ofensa contra la unidad de la Iglesia? Lo hace desestabilizando los otros tres atributos de la Iglesia.

Desafío a la apostolicidad de la Iglesia

En primer lugar, se está socavando la naturaleza apostólica de la Iglesia. Tal como ha sido advertido por teólogos y obispos, y más frecuentemente por el laicado (que posee el "sensus fidelium"), la enseñanza del actual pontífice no se destaca por su claridad. […] Como se ve en "Amoris Laetitia", re-concebir y expresar en una forma nueva la anterior y clara enseñanza apostólica y la tradición magisterial en una forma aparentemente ambigua, así como dejar confusión y perplejidad en el interior de la comunidad eclesial, es contradecir sus propias tareas como sucesor de Pedro y transgredir la confianza de sus compañeros obispos, al igual que la de los sacerdotes y de todos los fieles.

Ignacio [de Antioquía] se espantaría de tal situación. Si, para él, la enseñanza herética expuesta por los que sólo están lábilmente asociados con la Iglesia es destructiva para la unidad de la Iglesia, mucho más devastadora es la enseñanza ambigua cuando es formulada por un obispo que tiene el encargo divino de asegurar la unidad eclesial. […]

Además, […] aparentar que se sanciona una interpretación doctrinal o moral que contraviene lo que ha sido la enseñanza apostólica recibida y la tradición magisterial de la Iglesia – tal como fue definida dogmáticamente por los Concilios y enseñada doctrinalmente por los Papas anteriores y los obispos en comunión con él, tal como fue aceptada y creída por los fieles, no puede ser propuesta como enseñanza magisterial. […] En cuestiones de fe y moral la enseñanza de un Papa vivo no tiene en absoluto precedencia sobre la enseñanza magisterial de los pontífices anteriores o la tradición doctrinal magisterial establecida. […] Esa enseñanza ambigua del papa Francisco parece a veces caer fuera de la enseñanza magisterial de la histórica comunidad eclesial apostólica y provoca entonces gran preocupación, pues esto, como se dijo antes, promueve la división y la desarmonía más que unidad y paz en el interior de la única Iglesia apostólica. […]

Desafío a la catolicidad de la Iglesia

En segundo lugar, […] la universalidad de la Iglesia se manifiesta visiblemente en que todas las Iglesias particulares están mutuamente vinculadas, a través del Colegio de los obispos en comunión con el Papa, mediante la profesión de la misma fe apostólica y mediante la predicación del único Evangelio universal a toda la humanidad. […] Este atributo de la unicidad católica está también desafiado actualmente.

La adhesión del papa Francisco al concepto de sinodalidad ha sido muy promocionada: el otorgamiento a las Iglesias geográficas locales de más libertad auto-determinada. […] Pero tan visualizada por el papa Francisco y promovida por otros, esta noción de sinodalidad, en vez de asegurar la unicidad universal de la Iglesia Católica - una comunión eclesial compuesta de múltiples Iglesias particulares -, ahora es empleada para socavar y así sancionar divisiones dentro de la Iglesia. […]

Actualmente somos testigos de la desintegración de la catolicidad de la Iglesia, por Iglesias locales, tanto a nivel diocesano como a nivel nacional, que con frecuencia están interpretando normas doctrinales y preceptos morales en varias formas conflictivas y contradictorias. […] El atributo de la unicidad de la Iglesia, una unidad que el Papa está divinamente mandado a proteger y suscitar, está perdiendo su integridad porque sus atributos de catolicidad y apostolicidad han caído en un desorden doctrinal y moral, una anarquía teológica que el Papa mismo, quizás inconscientemente, ha comenzado al abogar por una concepción defectuosa de la sinodalidad. […]

Desafío a la santidad de la Iglesia

En tercer lugar, esto nos lleva al cuarto atributo de la Iglesia: su santidad. Este atributo está igualmente bajo asedio, más especialmente, pero no sorprendentemente, con relación a la Eucaristía. […]

Para participar plenamente en la Eucaristía de Cristo, […] se deben personalizar los cuatro atributos de la Iglesia, porque solo obrando así se está en comunión plena con la Iglesia para recibir la Comunión – el cuerpo elevado y la sangre de Jesús, la fuente y culminación de la unión de uno con el Padre en el Espíritu Santo. […]

La primera cuestión […] pertenece específicamente a la santidad. Si bien se debe profesar la única fe apostólica de la Iglesia, la fe misma es insuficiente para recibir a Cristo en la Eucaristía. Referenciándose en el [Concilio] Vaticano II, Juan Pablo II afirma que “es preciso perseverar en la gracia santificante y en la caridad, permaneciendo en el seno de la Iglesia con el ‘cuerpo’ y con el ‘corazón’” (Ecclesia de Eucharistia, n. 36). A comienzos del siglo II d. C., Ignacio [de Antioquía] planteó este mismo punto: que sólo se puede recibir la Comunión “en estado de gracia” (Ad. Eph., n. 20). En consecuencia, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica y el Concilio de Trento, Juan Pablo II confirma: “Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma por la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, ‘debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal’” (ibid.). De acuerdo con la doctrina tradicional de la Iglesia, Juan Pablo II insiste entonces que el sacramento de la Reconciliación es “necesario para acercarse a la plena participación en el Sacrificio eucarístico” cuando el cristiano tiene conciencia de un pecado grave. Si bien él reconoce que sólo la persona puede juzgar en conciencia su estado de gracia, él asevera que “en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente” (ibid.). Juan Pablo II intensifica su admonición citando el Derecho Canónico. Donde hay “una manifiesta indisposición moral”, es decir, según el Derecho Canónico, cuando las personas “obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave”, entonces “no se permite la admisión a la comunión eucarística” (ibid.).

Aquí percibimos el desafío actual a la santidad de la Iglesia y específicamente a la santidad de la Eucaristía. La cuestión de si las parejas católicas divorciadas y vueltas a casar, que participan en acciones maritales, pueden recibir la Comunión, gira en torno a la verdadera cuestión de “un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral” y, en consecuencia, si ellas poseen “una manifiesta indisposición moral” para recibir la Comunión.

El papa Francisco insiste correctamente que tales parejas deben ser acompañadas y entonces ayudadas para formar apropiadamente sus conciencias. Concedido que hay casos maritales extraordinarios en los que se puede discernir correctamente que un matrimonio anterior fue sacramentalmente inválido, aun cuando no se puede obtener evidencia para una nulidad, se permite entonces a una pareja recibir la Comunión. Sin embargo, la ambigua manera en la que el papa Francisco propone este acompañamiento pastoral permite que se desarrolle una situación pastoral en la que la práctica común permitirá rápidamente que casi todas las parejas divorciadas y vueltas a casar se juzguen libres para recibir la Santa Comunión.

Esta situación pastoral se desarrollará porque mandamientos morales negativos, tales como “no cometerás adulterio”, ya no se los reconoce más como normas morales absolutas que nunca pueden ser infringidas, sino como ideales morales, como metas que pueden ser alcanzadas durante un período de tiempo o que nunca pueden ser realizadas en la vida de alguien. En este período intermedio indefinido, con la bendición de la Iglesia, las personas pueden continuar esforzándose todo lo que ellas son capaces de hacerlo, vivir vidas “santas” y así recibir la Comunión. Esa práctica pastoral tiene múltiples consecuencias perjudiciales doctrinales y morales.

Primero, permitir que reciban la Comunión los que están objetivamente en pecado grave manifiesto es un ataque público abierto a la santidad de lo que Juan Pablo II llama “el Santísimo Sacramento”. El pecado grave, por su verdadera naturaleza, tal como atestiguan Ignacio de Antioquía, el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II, priva a uno de la santidad, porque el Espíritu Santo no habita más en una persona; en consecuencia, hace a la persona incapaz de recibir la Santa Comunión. Pues recibir la Comunión en ese estado literalmente desgraciado constituye una mentira, pues al recibir el sacramento se está aseverando que se está en comunión con Cristo, cuando en realidad no es así.

Del mismo modo, tal práctica es también una ofensa contra la santidad de la Iglesia. Sí, la Iglesia está compuesta por santos y pecadores, pero los que pecan, que son todos, deben ser pecadores-arrepentidos, específicamente del pecado grave, si ellos han de participar plenamente en la liturgia eucarística y así recibir los santísimos cuerpos y sangre de Jesús exaltados. Una persona que está en pecado grave puede todavía ser un miembro de la Iglesia, pero como pecador-grave esa persona no participa más en la santidad de la Iglesia como uno de los fieles santos. Recibir la Comunión en ese estado no santo es, nuevamente, representar una mentira porque en esa recepción se está intentando testimoniar públicamente que uno es un miembro agraciado y viviente de la comunidad eclesial cuando no lo es.

Segundo, y puede ser más importante, permitir recibir la Comunión a los que persisten en pecado grave manifiesto, aparentemente como un acto de misericordia, es empequeñecer el mal condenatorio del pecado grave y difamar la magnitud y el poder del Espíritu Santo. Esa práctica pastoral está reconociendo implícitamente que el pecado continúa gobernando la humanidad a pesar de la obra redentora de Jesús y su unción del Espíritu Santo sobre todos los que creen y son bautizados. Jesús en realidad no es el Salvador y Señor, sino que más bien Satanás sigue reinando.

Además, aprobar a personas en pecado grave no es de ninguna manera un acto benevolente o amoroso, pues se está avalando un estado en el que podrían ser eternamente condenados, es decir, se estaría amenazando su salvación. De igual manera, a su vez, también se está insultando a esos pecadores-graves, pues se está sutilmente diciéndoles que son tan pecadores que ni siquiera el Espíritu Santo es lo suficientemente poderoso para ayudarles a cambiar sus formas pecaminosas y hacerlos santos. En esencia, son in-salvables. Aunque en realidad, lo que en definitiva se está ofreciendo es la admisión de que la Iglesia de Jesucristo no es realmente santa y por eso es incapaz de santificar verdaderamente a sus miembros.

Por último, el escándalo es la consecuencia pastoral pública de permitir que reciban la Santa Comunión las personas en pecado grave manifiesto y no arrepentidas. No es simplemente que los fieles miembros de la comunidad eucarística estarán consternados y posiblemente contrariados, sino más importante aún, ellos serán tentados para pensar que también pueden pecar gravemente y continuar en buena situación con la Iglesia. ¿Por qué intentar vivir una vida santa, incluso una vida virtuosa heroica, cuando la Iglesia misma parece no exigir ese tipo de vida, o incluso de alentar esa vida? Aquí la Iglesia se convierte en una parodia de sí misma y esa farsa no engendra más que desprecio y desdén en el mundo, y burla y cinismo entre los fieles, o a lo sumo, una esperanza contra esperanza entre los más pequeños.

Sandro Magister

El pensamiento de Lutero en sus escritos


Don José Manuel Marchal —profesor de Historia en la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid, España)— desglosa el pensamiento de Lutero leyendo extractos seleccionados de sus escritos, llevándonos a entender las motivaciones detrás de su «reforma».

Duración 27:14 minutos

Mons. Schneider invita a los prelados de todo el mundo a firmar la Profesión de verdades inmutables




ROMA, 30 de enero de 2018 (LifeSiteNews) – En una exclusiva entrevista concedida dos semanas después de una publicación de la Profesión de las verdades inmutables a respecto del matrimonio sacramental, monseñor Athanasius Schneider invita a sus hermanos obispos de los cinco continentes a participar con su firma para alzar una voz unánime en defensa de la santidad e indisolubilidad del matrimonio, en medio de una sociedad neopagana en la que el aborto se ha convertido en una plaga.

En una conversación sostenida con LifeSiteNews el pasado 15 de enero 2018, el obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), declaró: «Dios decide cuándo es el momento, y llegará el momento en que el Papa y el episcopado vuelvan a proclamar, con toda claridad y esplendor y sin ambigüedades, la santidad del matrimonio, de la Familia y de la Eucaristía.»

Schneider ha hecho estos comentarios apenas dos semanas después de que junto con sus dos compañeros en el episcopado kazajo proclamara una Profesión de las verdades Inmutables a respecto del matrimonio sacramental. En dicho documento, los tres prelados profesan solemnemente las enseñanzas y la disciplina recibidas de la Iglesia y en relación con el matrimonio sacramental y las condiciones limitadas (ver Familiaris Consortio, nº 84) para que los católicos divorciados vueltos a casar puedan tener acceso a la absolución sacramental y la Sagrada Comunión.

Presentaron su profesión «ante Dios que nos ha de juzgar», en respuesta a las normas pastorales promulgadas por algunas conferencias episcopales para poner en vigor el capítulo 8 de la exhortación apostólica sobre la familia Amoris Laetitia del papa Francisco. Algunas de dichas normas, declaró Schneider a LifeSiteNews, «aprueban tácitamente el divorcio» y las actividades sexuales ajenas a un matrimonio válido.

«Eso es contrario a la Revelación divina»
, afirmó, añadiendo que «cuando se traducen al lenguaje del sentido común, las explicaciones» que se presentan al clero y a los fieles como «discernimiento» y «acompañamiento pastoral», o como un «cambio de paradigma» y un «descubrimiento de la parte subjetiva de la verdad», equivalen a una autorización a pecar.


Duración: 3 minutos

«El sacramento del matrimonio –dijo–, su carácter indisoluble y la santidad de la Eucaristía se ven afectados» por las normas pastorales de ciertos prelados que «en la práctica, mediante un lenguaje astuto y disimulado, admiten a la Sagrada Comunión a personas que de forma intencionada y habitual realizan actos y uniones sexuales sin estar válidamente casadas».

Dicho lenguaje tiene por objeto «dar permiso para pecar, al igual que lo dio Moisés por la dureza de corazón del pueblo, y Jesucristo condenó esa autorización. ¿Cómo van los apóstoles y sus sucesores a introducir hoy normas pastorales que equivalgan en sustancia a lo mismo que permitía Moisés?», añadió.

La profesión de los tres obispos kazajos es fruto, pues, de «un vivo deseo» de presentar la verdad con claridad” en una evidente situación de confusión doctrinal, explicó.

Schneider añadió que cree que los obispos deberían levantar respetuosamente la voz «en momentos delicados de la Iglesia», sin que ello se interprete como un «enfrentamiento al Papa».

"No dijimos nada contra el Sumo Pontífice (…) y estoy convencido de que un día el propio papa Francisco, al menos cuando comparezca ante el juicio de Dios (…) agradecerá esta voz que estamos alzando", afirmó.

Por otra parte, insistió en que al publicar la mencionada profesión, los obispos no criticaban Amoris Laetitia sino sólo «una norma concreta que mediante el acceso a la Sagrada Comunión» aprueba tácitamente el divorcio y las actividades sexuales ajenas a un matrimonio válido de los católicos divorciados y vueltos a casar.

“Como ello evidentemente es contrario a la totalidad de la Tradición de la Iglesia, da igual quién lo publique –declaró Schneider a LifeSiteNews–. Tenemos que decirlo, porque el Papa no es sino un siervo. No es Dios. No es Cristo; es simplemente el Vicario de Cristo, y tiene que ser fiel a su principal misión, que es transmitir con fidelidad y sin ambigüedades toda la verdad de la Iglesia.»
“Se ayuda mucho a la parte subjetiva de la doctrina” si los obispos y los sacerdotes proclaman «la plenitud de la verdad de Cristo» con amor y paciencia, explicando a las personas la realidad de su situación sin condenarlas, sostiene Schneider.
«Un médico no puede ocultar la verdadera situación de una enfermedad –dijo–. Y si le dice al paciente: “Esto es lo que tiene, aquí tiene el diagnóstico”, éste no se va a ofender. Pero eso no quiere decir que el médico lo condene ni sea su enemigo. Le va a ayudar. y muchas veces no se puede curar una enfermedad de golpe y porrazo. Lleva su tiempo.»
«Eso es acompañamiento pastoral y discernimiento –explicó, añadiendo que un buen médico nunca receta un medicamento que mantenga la enfermedad–. Sería cruel.»

Según monseñor Schneider, administrar la Sagrada Comunión a quienes de forma intencionada realizan actividades sexuales sin estar válidamente casados es un tratamiento cruel. «Es un falso remedio”, dijo, añadiendo que “hace que sigan enfermos viviendo contra la voluntad de Dios, contra la Revelación. Y eso jamás les hará ver la parte subjetiva de la verdad. Es distorsionar la verdad. No es amor pastoral.»

Lógicamente, es «más exigente» para los obispos y sacerdotes «hacer acompañamiento durante años a los hermanos divorciados», reconoció Schneider, añadiendo que, sin embargo, el clero tiene que fijar una meta clara y ayudar con paciencia a alcanzarla. «El objetivo es vivir en continencia, dejar de ofender a Dios –aclaró–. Entretanto, dijo, la Sagrada Comunión no es el remedio adecuado, sino todo lo contrario.»

Monseñor Schneider dijo asimismo a LifeSiteNews que cree que algunos partidarios de que se administre la Comunión a los divorciados vueltos a casar «no creen tanto en la importancia de la Comunión, sino que se valen de ella como un instrumento para introducir tácitamente el divorcio en la Iglesia», así como para autorizar que se tengan relaciones sexuales fuera de un matrimonio válido, «a fin de introducir el espíritu del mundo actual».

A la pregunta de cómo ha influido su experiencia de criarse en la Iglesia perseguida de la Unión Soviética –en la que con frecuencia no tenía acceso a los sacramentos– en esta manera de ver el asunto, Schneider repuso: «Estuvimos varios años sin acceso alguno a la Sagrada Comunión, pero llevábamos una vida cristiana, rezábamos y crecíamos en la fe. Ésa fue mi experiencia. Por eso, si hay matrimonios que durante varios años no podrán recibir la Sagrada Comunión, los ayudaremos y para que dejen de ofender a Dios con sus actividades sexuales.»


Duración 17:55 minutos


Desde la publicación de la Profesión el pasado 2 de enero, un cardenal y cuatro obispos más, entre ellos el ex nuncio apostólico en los EE.UU., arzobispo Carlo Maria Viganò, han firmado el documento. Su Excelencia René Henry Garcida, obispo emérito de Corpus Christi (Tejas), es el último que ha firmado.

A la pregunta de si está decepcionado con la reacción al documento, monseñor Schneider respondió que «desde un punto de vista humano es un fenómeno lamentable” que tantos prelados guarden silencio» o incluso condenen a los firmantes.

«Sin embargo, muchas veces en el Reino de Dios, las cantidades no tienen importancia –añadió–. Con frecuencia en la historia de la salvación, en la historia de la Iglesia, Dios se ha valido de un número pequeño para promover su Reino en momentos muy difíciles.»
Schneider añadió que, como sucesores de los apóstoles, no podían hacer otra cosa. «Nuestra conciencia de obispos nos llama a hacerlo –explicó–. Es una obligación de conciencia, como sucesores de los apóstoles y hermanos del Papa.»

Dada la importancia que concede el papa Francisco a la conciencia, monseñor Schneider dice que cree que al Santo Padre «no le puede disgustar un acto fraterno como su profesión de fe.»

Invita, por tanto, a los obispos de todo el mundo a sumar su nombre a la Profesión de las verdades inmutables respecto del matrimonio sacramental, porque «contribuirían a alzar una voz más resonante en la profesión de las verdades que siempre ha enseñado la Iglesia, y sería una potente voz unánime en defensa de la santidad e indisolubilidad del matrimonio en medio de una sociedad verdaderamente neopagana en la que el divorcio ha llegado a ser una plaga, y en la que la depravación sexual va en aumento.»

«Es una misión profética y una llamada para que la Iglesia, los obispos, alzan una voz unánime –dijo–. No hemos hecho otra cosa que repetir la enseñanza incesante de la Iglesia. Es una profesión, y una profesión de verdad no va contra nadie. Sólo está a favor de la Verdad.»

Monseñor Schneider concluyó con estas palabras: «Como dijo San Pablo, “Nada podemos [hacer] contra la verdad” (2ª Cor. 13,8). La conciencia no nos lo permite. Por eso, espero que la voz de los obispos se haga oír más. No sé cuándo será. Es Dios quien decide el momento, y llegará el momento en que el Papa y el episcopado vuelvan a proclamar con toda claridad y esplendor y sin ambigüedades la santidad del matrimonio, de la familia y de la Eucaristía.»

Schneider elogió además una evaluación de la iniciativa de los prelados kazajos escrita por el P. Timothy V. Vaverek, el cual señaló que aunque la situación era inquietante, estos obispos han demostrado que es más grave todavía el publicar «una denuncia apostólica de las enseñanzas y prácticas defendidas o aprobadas por otros prelados.» Al hacerlo, señaló Vaverek, los mencionados obispos han trascendido «los límites canónicos de su jurisdicción» y se dirigen «a la Iglesia universal como sucesores de los apóstoles.»

Dijo que la Profesión sólo deja tres opciones a los obispos: callar, hacer una profesión semejante o adherirse a ésta; o si no, rechazarla públicamente.


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ACTUALIZACIÓN: LifeSiteNews ha comprobado que todos los obispos del mundo cuya dirección de correo electrónico figura en el Anuario Pontificio recibieron el texto de la Profesión. «Corresponde a cada obispo declarar públicamente su apoyo o hacer una profesión por el estilo –dijo Schneider–. Un primer ejemplo de ello sería la reacción del cardenal Eijk de Utrecht.»

(Traducido por J.E.F para Adelante la Fe. Fuente: Life Site News)