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viernes, 27 de octubre de 2017

El Vaticano califica a Lutero de “testigo del Evangelio” y emitirá sellos con el rostro del heresiarca





Un polémico documento del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos equipara a San Ignacio de Loyola o San Francisco de Borja con Lutero, Calvino o Zwinglio.

“Los grandes reformadores como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, como también muchos que permanecieron católicos, como Ignacio de Loyola, Francisco de Sales y Carlos Borromeo, intentaron conseguir que la Iglesia occidental se renovara. Sin embargo, lo que debería haber sido una historia de la gracia de Dios, estuvo también marcada por el pecado de los hombres y se volvió una historia del desgarramiento de la unidad del pueblo de Dios. De la mano del pecado y de las guerras, la hostilidad mutua y la sospecha fueron creciendo a lo largo de los siglos.”

(Gabriel Ariza)

El Vaticano emite cada año unos sellos para celebrar la Navidad, la Pascua u otros hechos significativos de la Iglesia Católica.

Según ha informado la Oficina Filatélica y Numismática del Vaticano, este año se emitirá un sello con la imagen de Lutero para conmemorar los 500 años de la Reforma Protestante.


Los viajes del Papa Francisco por el mundo, el 90 aniversario del Papa emérito Benedicto XVI, o el Centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima son ejemplo de los sellos que emite el Vaticano cada año.

Cabe recordar que el pasado octubre (de 2016), el Papa Francisco colocó una estatua de Lutero en el Vaticano (aunque de forma temporal) con motivo del encuentro entre católicos y luteranos en el aula Pablo VI del Vaticano.

A continuación, mostramos algunas de las palabras que el Papa dijo durante el encuentro:
“No es lícito convencerlo de tu fe. El proselitismo es el veneno más potente contra el camino ecuménico”. 
En virtud de nuestro bautismo, [¿?] formamos un solo cuerpo”.
“Al final de este mes, me acercaré a Lund (Suecia). Haremos memoria, tras cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y daremos gracias a Dios por los 50 años del diálogo entre luteranos y católicos”.

Sólo el cristianismo respeta a la mujer (Eulogio López)

Duración 1: 44 minutos

Cuando se acusa a los fieles a la doctrina católica de ser los ‘enemigos del Papa’ (Carlos Esteban)




Cardenales como Sarah y Burke, obispos como Luigi Negri o laicos como Gotti Tedeschi sufren permanentes ataques personales por parte de, casi siempre, los mismos, por defender la doctrina católica. Entre los agresores suelen estar los mismos: Spadaro, Tornielli, James Martin

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La Iglesia militante, la que pena y se arrastra en penumbras aquí abajo, sin ser del mundo, vive inmersa en él y sus fieles no son invulnerables a las modas y tendencias del mundo. Quizá por eso no sorprenda ver en el entorno eclesial el reflejo de un singular fenómeno que experimentamos cada día en el panorama político de Occidente.

Me refiero a cómo esa facción que se autodenomina progresista y que durante décadas ha clamado por la apertura y la flexibilidad, que ha demandado libertad de expresión y misericordia, que ha predicado la necesidad de cuestionar toda autoridad, al alcanzar el poder -y, no se engañen, son el poder, no importan las siglas-, cierran filas y buscan ahogar la más tímida disidencia, acallan toda voz crítica lanzándose sin piedad como una jauría contra el osado y hacen de la autoridad formal, que ahora es la suya, el criterio definitivo de verdad.

En el caso de la Iglesia, que es el que nos interesa aquí, los ejemplos abundan y arrecian en los últimos meses, demasiado numerosos para consignarlos todos, aun los de mayor peso. Hemos visto cómo, especialmente desde la publicación de la exhortación papal Amoris Laetitia, ha bastado que cuatro cardenales planteen a Su Santidad dudas razonables sobre el sentido de algunas partes del texto para que los teólogos de cámara salten a la palestra como movidos por un resorte para imponer silencio.

Más triste, quizá, ha sido la respuesta de los perros de presa de la nueva ortodoxia contra los firmantes de la ‘correctio filialis’, porque aquí no se ha cuidado ni ese ‘modicum’ de caridad o respeto reservado para los príncipes de la Iglesia. Curiosamente -o no-, la abrumadora mayoría de las críticas ha pasado por alto la sustancia de lo que allí se dice para centrarse en la supuesta insignificancia de quién lo dice y de su escaso número, como si alguno de los dos modos de combate fueran argumentos teológicos.

Son pocos, son de segunda fila, no cuentan, en suma.

¿Nombres de los atacantes? No faltan, pero no tenemos inconveniente en citar a algunos de los más denodados, desde el teólogo e historiador, vaticanista de la revista católica Commonweal Magazine, Massimo Faggioli, al redactor jefe de America, el órgano de los jesuitas en Estados Unidos, e incansable defensor de los derechos del colectivo LGTBI, padre James Martin, pasando por el director del jesuita Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro, o el biógrafo de Francisco, Austen Ivereigh, sin olvidar al director de Vatican Insider Andrea Tornielli.

La paradoja en todos estos ataques y otros similares es que atacantes y atacados, críticos y defensores del status quo, parecen haberse intercambiado los papeles en una desconcertante comedia de las equivocaciones.

Quiero decir que quienes dan la voz de alarma ante innovaciones doctrinales que parecen aguar el mensaje lo hacen, no como disidentes o rebeldes, sino apoyados en la autoridad de una Tradición milenaria, mientras que quienes apelan a la autoridad del momento lo hacen en nombre de una ‘apertura’, de una ‘relativización’ del Depósito de la Fe en el que se basa, precisamente, la autoridad que esgrimen.

Pero los ataques no se circunscriben en absoluto a los firmantes de las Dubia o de la ‘correctio’, ni es la materia de la que se ocupa Amoris Laetitia el único campo de batalla en la aparente guerra sorda y no declarada para cambiar las prácticas eclesiales.

De hecho, uno de los personajes objeto de un gran número de críticas -el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ni es firmante de alguno de los textos en discordia ni puede decirse que sea, por temperamento o hábito, amigo de polémicas.

Y, sin embargo, se ha visto envuelto en una, a cuenta del motu proprio papal Magnum Principium, que deja en manos de los obispos locales la autoridad sobre las traducciones del canon de la misa. El texto es sorprendente, con independencia de su contenido, por el hecho de referirse a una cuestión litúrgica y prescindir en su redacción o supervisión del que podríamos llamar ‘ministro’ del ramo, el Cardenal Sarah.

Pero Sarah se ha sentido obligado, por razón de su cargo, a responder a las dudas que ha suscitado la enésima innovación papal, y ha escrito un comentario al motu proprio, interpretándolo en el sentido más acorde posible con la tradición, que ha sido rápida y tajantemente desautorizado por Su Santidad.

De hecho, el Pontífice ha ordenado a Sarah que escriba una rectificación y la envíe a las publicaciones que, como InfoVaticana, se habían hecho previamente eco de su comentario.

Otro de esos críticos que hoy es blanco de las críticas de los guardianes del nuevo poder -si se me excusa la vaga etiqueta- tiene el mérito de ser uno de los firmantes de la ‘correctio filialis’ sin ser clérigo, religioso o aun teólogo, Ettore Gotti-Tedeschi.

Gotti-Tedeschi, que fuera presidente del IOR, el banco vaticano, explicó en su momento a Infovaticana sus razones para firmar la ‘correctio filialis’, en la que una cuarentena de teólogos y pensadores exponían los graves errores que podían inferirse, sin una redacción más precisa, del texto de la exhortación papal.

Para Gotti-Tedeschi, la necesidad de aclaración era ineludible porque “preocuparse de las almas no es prerrogativa solamente de los curas, también de los laicos”. La necesidad era ahora especialmente acuciante porque “las verdades de la fe y los sacramentos son como un “dominó”: si cae uno, todo cae”, recordando que “en Amoris Laetitia tres sacramentos pueden vacilar”.

El banquero no quiere ver “enemigos” suyos en quienes atacan a los firmantes de la ‘correctio’, sino “enemigos del Papa”, que es exactamente de lo que ha sido acusado. En cualquier caso, añade, “temería más bien ser tomado por enemigo de la Iglesia de Cristo”.

Y si antes hablábamos de la paradoja de que sean tomados por disidentes y rebeldes quienes sólo quieren mantenerse fieles a la tradición, y por ortodoxos quienes se han complacido en jugar durante toda su carrera en la cuerda floja de la disidencia teológica, aún nos queda una nueva contradicción.

Así, estos mismos teólogos y clérigos progresistas que han hecho de cierto tercermundismo izquierdista una de sus banderas favoritas y que huyen como de la peste de la etiqueta de ‘eurocéntricos’, apenas logran disimular su desprecio intelectual por Sarah y otros prelados africanos… por ser africanos.

Es difícil interpretar de otro modo las palabras del cardenal alemán Walter Kasper, uno de los hombres de confianza de Francisco, en una entrevista concedida a la agencia católica de noticias Zenit.

Kasper empieza por decir que los católicos africanos “no deberían decirnos demasiado lo que tenemos que hacer”, y admite que no se les hizo el menor caso en el Sínodo sobre la Familia en materias como la homosexualidad, el divorcio y la vida de familia.

"África es totalmente diferente de Occidente", apunta Kasper. “También los países asiáticos y musulmanes, son muy distintos, especialmente sobre los gays. No se puede hablar de esto con los africanos o con la gente de países musulmanes. No es posible. Es un tabú”.

Repitiendo una pregunta que me hacía en un artículo anterior: 

¿Es ‘conspiranoico’ ver en todas estas señales un intento deliberado por ‘relativizar’ la doctrina católica, apoyado por fuerzas muy poderosas en su seno?  Y si fuera así, ¿con qué legitimidad se pueden aceptar cambios que, al relativizarlo todo, también hacen relativa la obligación de obedecer a los pastores?

“¡Nadie te escucha, Atanasio! El mundo entero está contra ti!”, dicen que le gritaban por las calles. Y el respondía: “Entonces, yo estoy contra el mundo”.

Carlos Esteban

Las brigadas bergoglianas reaccionan a la Correctio (Christopher A. Ferrara)



Por supuesto, era inevitable. Un grupo de clérigos, teólogos, académicos y políticos progresistas, muchos de los cuales han mostrado desacuerdos radicales con el Magisterio, crearon un sitio web llamado Pro Papa Francisco cuyo objetivo es defender al gigante Bergoglio contra sus opositores católicos, sobre todo los firmantes de la Correctio Filialis.

La Correctio, de la que soy uno de sus primeros firmantes, identifica “7 posiciones heréticas sobre el matrimonio, la vida moral, y la recepción de los sacramentos” que se han diseminado a lo largo de la Iglesia solo sobre la base de las novedades morales de Amoris Laetitia (AL). Entre estas propuestas inauditas, la principal es que las personas divorciadas vueltas a casar pueden recibir la absolución y la sagrada comunión sin abandonar sus relaciones sexuales adúlteras mientras “disciernen” su obligación moral dentro de “la complejidad concreta de los límites” (AL 303). En resumen, la ética casuística aplicada al sexto mandamiento, el cual no admite excepciones, para justificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio, que son intrínsecamente malas y nunca permisibles, no importan las circunstancias. 

Citando a Juan Pablo II en Veritatis Splendor, cuya enseñanza, en línea con toda la tradición, hoy está siendo derrocada en la práctica, una diócesis tras otra:
Los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos: obligan a todos y cada uno, siempre y en toda circunstancia. En efecto, se trata de prohibiciones que vedan una determinada acción «semper et pro semper», sin excepciones, porque la elección de ese comportamiento en ningún caso es compatible con la bondad de la voluntad de la persona que actúa, con su vocación a la vida con Dios y a la comunión con el prójimo. Está prohibido a cada uno y siempre infringir preceptos que vinculan a todos y cueste lo que cueste, y dañar en otros y, ante todo, en sí mismos, la dignidad personal y común a todos.
La Correctio demuestra además que, sin dejar lugar a dudas, Francisco ha fomentado que estas opiniones se diseminen en la Iglesia Católica gracias a sus declaraciones escritas y orales en favor de las mismas, y con su negativa a responder preguntas y solicitudes de cuatro cardenales y casi un millón de fieles relacionadas con AL.

El sitio Pro Francisco presenta una carta abierta a Francisco que deja en claro que los firmantes no están interesados en defender la fe, la Iglesia o incluso el papado, sino simplemente y tan solo a Francisco y sus novedades, precisamente porque rompen radicalmente con el auténtico Magisterio:
Querido y estimadísimo Papa Francisco,
Sus iniciativas pastorales y la justificación teológica de las mismas están actualmente bajo el ataque vehemente de un grupo de la Iglesia. Con esta carta abierta, deseamos expresar nuestra gratitud por su valiente y teológicamente sólido liderazgo papal.
En poco tiempo ha conseguido remodelar la cultura pastoral de la Iglesia Católica Romana de acuerdo con su origen en Jesús. Las personas heridas y la naturaleza herida le llegan directo al corazón. Percibe la Iglesia como un hospital de campaña en los márgenes de la vida. Le preocupa cada persona amada por Dios. En el encuentro con un otro, la compasión y no la ley, tendrá la última palabra. Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral que usted espera de la Iglesia. Sueña con una “Iglesia madre y pastora”. Compartimos su sueño. 
Le pedimos que no se desvíe del camino que ha emprendido, y le aseguramos nuestro pleno apoyo y oración constante.
  • Sólo Francisco, entre todos los Papas de la historia de la Iglesia, se preocupa por los “heridos”. 
  • Sólo Francisco ve a la Iglesia “como un hospital de campaña en los márgenes de la vida” (lo que sea que esto signifique). 
  • Sólo Francisco se preocupa “por cada persona amada por Dios”. 
  • Sólo Francisco hará que “la compasión y no la ley” tenga la última palabra. 
  • Sólo con Francisco “Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral”. 
  • Sólo Francisco, entre todos los Papas, sueña con “una Iglesia madre y pastora”, algo que seguramente no era antes de él.
Es decir, sólo Francisco parece listo para conseguir la grandiosa obra de transformar la Iglesia Católica en una secta liberal protestante que ni siquiera Lutero soñó con crear y que ciertamente podría considerar una horripilante perversión libertina de la religión cristiana.

Es obvio que estos progresistas radicales pro Papa—solo por este Papa—son unos hipócritas totales que rechazan el propio concepto de Romano Pontífice, cuyos pronunciamientos autorizados sobre la fe y la moral deben ser aceptados. Es menos obvio que al demandar obediencia al “valiente y teológicamente sólido liderazgo papal” de este Papa únicamente, promueven el mismo error teológico de otros dos sectores dentro de la Iglesia: los sedevacantistas y los neocatólicos.

Los tres grupos insisten en que un Papa no puede cometer un error sobre la fe y la moral en ningún documento papal que elija promulgar

Esa opinión deja de lado los límites estrictos de la infalibilidad papal y la vital distinción entre el Magisterio auténtico de dos mil años de vida, por un lado, y por otro lado las enseñanzas de un Papa en particular que ciertamente es capaz de equivocarse y por tanto de separarse del auténtico magisterio cuando no está hablando ex cathedra. La historia lo ha demostrado más de una vez, y Francisco es, a estas alturas, el mejor ejemplo histórico de la capacidad papal de equivocarse fuera del ámbito de las definiciones dogmáticas formales.

Cada uno de estos tres grupos utiliza esa teoría indefendible, pero por motivos diferentes:
Los progresistas demandan obediencia a Francisco porque es el Papa que estaban esperando, mientras que toman o dejan según su antojo las enseñanzas de los demás Papas. 
Los sedevacantistas necesitan un Papa inerrante e irresistible para afirmar que los Papas conciliares, habiendo errado en algún pronunciamiento o decisión, no pueden ser Papas. A los sedevacantistas les encanta sostener que los tradicionalistas deben obedecer indudablemente a los Papas conciliares en todo lo que declaren o rechazarlos totalmente como impostores, no habiendo via media por la que uno puede “reconocer pero resistir” a un Romano Pontífice descarriado en un caso particular. Ellos defienden una caricatura absurda y atemporal del papado, que lo convierte en una absoluta dictadura.
Los neocatólicos no pueden admitir que fallaron en reconocer la crisis eclesial tal como es—un quiebre catastrófico con la Tradición, aprobada o tolerada por los Papas conciliares—y por lo tanto elaboran una tortuosa “lectura ortodoxa” de las innumerables y dudosas afirmaciones o acciones papales, incluyendo las desastrosas novedades de Amoris Laetitia, para poder negar que tal crisis existe.
Podemos estar seguros de que los tres grupos actuarán como uno solo, denunciando toda crítica a las siempre crecientes novedades bergoglianas, sin importar de qué traten (incluyendo diaconisas, sacerdotes casados, inter-comunión con protestantes, y la “revisión” de Humanae Vitae, que según se dice, ya se encuentran en etapa de planificación). 

Es probable que el resultado sea—ciertamente ya ha comenzado—una persecución interna brutal de los defensores de la Tradición, no muy diferente a la que vivieron los seguidores de San Atanasio durante la crisis Arriana.

Prepárense para lo peor. Pero esperen lo mejor: si la Iglesia no es rescatada de las garras de Francisco y sus colaboradores, entonces después de él, cuando todo parezca perdido, toda esta crisis eclesial tendrá un final muy dramático. La restauración eclesial es inevitable porque el Espíritu Santo así lo quiere, aunque no vivamos para verlo.

Christopher A. Ferrara
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

La izquierda luciferina (Michael Voris)

Duración 10:26 minutos

La bofetada de Francisco al cardenal Sarah. Lo que ha sucedido entre bastidores (Sandro Magister)



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La carta con la que en los días pasados Francisco ha rebatido y humillado al cardenal Robert Sarah, prefecto de la congregación para el culto divino, es la enésima prueba de cómo este Papa ejerce su magisterio.

Cuando Francisco quiere introducir novedades, no lo hace nunca con palabras claras e inteligibles. Prefiere crear discusiones, poner en marcha «procesos» en los que se afirman poco a poco las novedades.

El ejemplo más lampante es "Amoris laetitia", de la que se dan interpretaciones y aplicaciones contrastantes, con enteros episcopados alineados en uno u otro frente.

Y cuando se le pide que aclare, se niega. Como en el caso de los cinco "dubia" que le presentaron cuatro cardenales, a los que no se dignó dar respuesta.

Pero cuando un cardenal como Sarah, autorizado por cargo y competencia, interviene acerca de un motu proprio papal que concierne a  la liturgia para dar la única interpretación que considera correcta y que, por lo tanto, es la única que debe llevar a cabo la congregación de la que es Prefecto, Francisco no calla, sino que reacciona con dureza, en defensa de esos pasajes del motu proprio –efectivamente, nada claros– que contienen las liberalizaciones que él tanto ama.

Es precisamente lo que ha sucedido en los días pasados.

Recapitulemos. El 9 de septiembre Francisco publica el motu proprio "Magnum principium" que concierne a las adaptaciones y las traducciones en lengua vernácula de los textos litúrgicos de la Iglesia latina.

Al definir el papel de la congregación para el culto divino en lo que atañe a las adaptaciones y las traducciones de los textos litúrgicos predispuestos por las conferencias episcopales nacionales y sometidos a la aprobación de la Santa Sede, el motu proprio distingue entre "recognitio" y "confirmatio", entre revisión y confirmación.

Pero dicha distinción no está explicada con claridad. Y, de hecho, rápidamente se han delineado dos frentes entre los expertos.

Hay quien considera que la "recognitio", es decir, la revisión previa por parte de Roma, concierne sólo a las adaptaciones, mientras que respecto a las traducciones la Santa Sede debe meramente dar una "confirmatio", es decir, su beneplácito.

Y hay quien considera que también en lo que atañe a las traducciones Roma debe realizar una cuidadosa revisión antes de aprobarlas.

Efectivamente, es lo que sucedía anteriormente y es por este motivo por lo que varias traducciones nuevas de los misales han tenido una vida laboriosa –como las de los Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda– o están todavía pendientes de ser aprobadas por Roma, como son las de Francia, Italia y Alemania.

En particular, la nueva traducción del misal en alemán había sido criticada por el propio Benedicto XVI quien, en 2012, escribió una carta a los obispos, connacionales suyos, para convencerles que tradujeran con más fidelidad las palabras de Jesús en la última cena, en el momento de la consagración:


> Diario Vaticano / ¿"Por muchos" o "por todos"? La respuesta justa es la primera


Volviendo al motu proprio "Magnum principium", es importante advertir que ha sido redactado sin que el cardenal Sarah, prefecto de un dicasterio cuyos mandos intermedios hace tiempo que le son hostiles, tuviera conocimiento de ello.

El 30 de septiembre Sarah escribió al Papa Francisco una carta de agradecimiento acompañada por un detallado "Commentaire" cuyo fin era una correcta interpretación y aplicación del motu proprio, más bien restrictivo respecto a sus polivalentes formulaciones.

Según Sarah, "recognitio" y "confirmatio" son, de hecho, "sinónimos" o, de todas formas, "intercambiables a nivel de responsabilidad de la Santa Sede", cuya obligación de revisar las traducciones antes de aprobarlas sigue vigente.

Unos doce días más tarde, el "Commentaire" del cardenal apareció publicado en varios sitios web, lo que hizo pensar –dado el cargo del autor del "Commentaire"– que en Roma la congregación para el culto divino había actuado según sus indicaciones.

Esto irritó mucho al Papa Francisco que, el 15 de octubre, firmó una dura carta con la que desmentía al cardenal Sarah.
Una carta en la que el Papa asigna a las conferencias episcopales la libertad y la autoridad de decidir las traducciones, a la espera de recibir sólo la "confirmatio" final de la congregación vaticana.Y en cualquier caso –escribe el Papa– sin ningún "espíritu de 'imposición' a las conferencias episcopales de una determinada traducción realizada por el dicasterio" romano, también para los textos litúrgicos "relevantes" como las "fórmulas sacramentales, el Credo, el Pater noster".
La conclusión de la carta del Papa al cardenal es desabrida:
"Constatando que la nota 'Commentaire' ha sido publicada en algunos sitios web y erróneamente atribuida a su persona, Le pido amablemente que divulgue esta respuesta mía en los mismos sitios web, y que también la envíe a todas las Conferencias Episcopales, como a los miembros y consultores de este dicasterio".
Hay un abismo entre esta carta de Francisco y las cálidas palabras de estima expresadas por escrito al cardenal Sarah, hace unos meses, por el "Papa emérito" Benedicto XVI, que declaraba que estaba seguro que con Sarah "la liturgia está en buenas manos" y, por lo tanto, "debemos estar agradecidos al Papa Francisco por haber puesto a dicho maestro del espíritu como cabeza de la congregación responsable de la celebración de la liturgia en la Iglesia".
Es inútil decir que el motivo del choque entre Francisco y el cardenal Sarah no es marginal, sino que toca los fundamentos de la vida de la Iglesia según el antiguo lema: "Lex orandi, lex credendi".

Porque el "proceso" que Francisco quiere poner en marcha es, efectivamente, también el de cambiar – a través de la descentralización para que las Iglesias nacionales se ocupen de las traducciones y adaptaciones litúrgicas –, el orden total de la Iglesia católica, trasformándola en una federación de Iglesias nacionales dotadas de amplia autonomía, "incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal".

Palabras, éstas, de "Evangelii gaudium", el texto programático del pontificado de Francisco.

Palabras que sonaron enigmáticas cuando se publicaron en 2013. Hoy ya lo son menos.

Sandro Magister