Duración 4:40 minutos
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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sábado, 27 de abril de 2019
sábado, 8 de diciembre de 2018
Francisco insiste en su último vídeo en que ‘adaptemos’ el lenguaje de la fe al del mundo (Carlos Esteban)
Duración 1:01 minutos
El Papa, en el vídeo recién publicado sobre su intención mensual, vuelve a insistir en la necesidad de ‘adaptar’ el lenguaje del Evangelio a la audiencia moderna, una receta que lleva medio siglo revelando su ineficacia.
Ha salido el vídeo con la intención del Papa de este mes, ‘Al servicio de la transmisión de la fe’, con este mensaje:
“Si uno quiere compartir su fe con la palabra, tiene que escuchar mucho. Imitemos el estilo de Jesús que se adaptaba a las personas que tenía ante Él para acercarles el amor de Dios. Recemos para que las personas dedicadas al servicio de la transmisión de la fe encuentren un lenguaje adaptado al presente, en diálogo con la cultura, en diálogo con el corazón de las personas y sobre todo escuchando mucho”.Las palabras del Papa, recitadas por él mismo, entrelazan su imagen con un corto de unos jóvenes preparando una función de Navidad o belén viviente bastante multicultural. Visualmente no es en absoluto distinto a miles de ‘spots’ comerciales, que combinan una improbable diversidad racial con una ausencia absoluta de diversidad estética: todos son guapos y están bien hechos, como mandan los canónes publicitarios.
En el brevísimo mensaje están, sin embargo, algunas de las preocupaciones obsesivas de Su Santidad, como el ‘diálogo con la cultura’ y la ‘actualización’ del modo de transmitir el mensaje para ‘adaptarlo’ al tiempo presente. También es significativa la expresión, en su primera frase, de ‘compartir su fe’, preferida a ‘predicar el Evangelio’, que suena demasiado cercana, imaginamos, al aborrecido ‘proselitismo’.
La idea de que el modo más eficaz de transmitir un mensaje es adaptarlo al receptor, utilizar los medios que lo hagan más comprensible a la audiencia imitando los mismos códigos que esta, parece una perogrullada. Es, por lo demás, la ‘idea fuerza’ de todo el Concilio Vaticano II, del que su iniciador, Juan XXIII, esperaba que inaugurara una ‘primavera eclesial’ con el sencillo procedimiento de actualizar los modos de transmisión de la fe, como insiste ahora Francisco.
Hay sólo una pequeña pega, quizá pasada por alto, una minucia: este método tan obvio, tan elemental, tan de perogrullo, no está funcionando. Lo que ahora, este mes, en este vídeo, recomienda el Papa no es exactamente nuevo; es el estado normal, el sistema por defecto de transmitir la fe en todo el mundo desde el final del concilio. Suena hasta raro, como si estuviera recomendando a los conductores circular por la derecha a modo de insólita novedad. Y, como decía, en lugar de haber provocado un multitudinario acercamiento del mundo a la fe, el consejo desencadenó la más apabullante apostasía masiva sin persecución de la Historia de la Iglesia.
Repetir idénticas causas en la esperanza de que produzcan resultados diferentes es la definición de locura, según una frase que se le atribuye a Albert Einstein, probablemente sin culpa alguna. Así que quizá podamos explorar algunos motivos por los que esta adaptación del lenguaje, este ‘diálogo con la cultura’, está dando un resultado tan espantoso y opuesto al pretendido y aparentemente lógico. Se me ocurren algunos.
Un mensaje tiene, en efecto, que ser comprensible para el receptor, y por tanto debe emplear al menos algunos significantes que el oyente comparta. Pero la forma también dice mucho del fondo, especialmente cuando se están transmitiendo realidades sobrenaturales y misterios de la fe. En ese sentido, una vulgarización del lenguaje puede transmitir en sí misma la idea adicional de que lo que se está contando es vulgar, una narración más, un mensaje más de los muchos con que nos bombardean los medios a diario. Si usas el mismo lenguaje que un anuncio de colonia, lo normal es que se te escuche como a un fabricante de colonia, como a alguien que vende algo.
Pero el mensaje del Evangelio va a la raíz de la existencia humana, aspira a ser la asombrosa respuesta definitiva a los más profundos anhelos del corazón humano, y quizá un lenguaje más solemne del habitual, incluso más extraño y misterioso, tenga mayor capacidad de reflejar ese carácter transcedente.
Dicho de otro modo, la manera en que se transmite una verdad debe reflejar algo de esa misma verdad, de la posición que ocupa en el rango de las verdades. Y esto no se aplica solo a la fe, en absoluto: todos adaptamos nuestro lenguaje, no solo a los códigos de los oyentes, sino también a la naturaleza misma de lo que se transmite. Las leyes tienen sus formalidades, como las tiene la ciencia; ni siquiera pide uno en matrimonio en el mismo tono casual en que se pide a alguien que te pase la sal en la mesa.
Dice Su Santidad en el mensaje del vídeo que Jesús “se adaptaba a las personas que tenía ante Él “. Es difícil saberlo, sobre todo porque ese “adaptarse” puede entenderse de muchas maneras. Aparentemente, al menos, de la lectura del Evangelio obtenemos una notoria regularidad en su lenguaje, hablara con quien hablara; no es fácil advertir esa ‘adaptación’ de la que habla el Santo Padre, salvo que se refiera al hecho obvio de que tenía en cuenta las circunstancias de las personas que tenía delante. Pero fuera de lo más evidente, no advertimos adaptación alguna ni en el mensaje ni en el modo de expresarlo, más bien todo lo contrario, aunque no es imposible que eso se deba a que prácticamente todo el mundo con el que trataba se movía en el mismo marco de referencia. Y, después de todo, como hacía notar el superior de los jesuitas -y ahora superior de los superiores de todas las órdenes religiosas-, el padre Arturo Sosa, en tiempos de Jesús no había grabadoras.
Otra razón que se me ocurre para que este consejo no haya dado el fruto esperado es que en la jerarquía eclesiástica suele haber cierto ‘décalage’ cultural perfectamente comprensible. Intentaré explicarme. Si un padre emplea con su hijo adolescente el lenguaje que este ha oído siempre de él, el que el padre ha usado siempre y al que el propio hijo está acostumbrado, no habrá mucho problema de comunicación. Pero si el padre, para resultar más ‘relevante’ ante su hijo, trata de emplear una ‘jerga juvenil’, el resultado es a menudo catastrófico. El padre tenderá a usar una jerigonza mixta, con palabras novísimas usadas quizá de modo impropio y otras que remiten más a su juventud que a la de su hijo. Al hijo probablemente le parecerá cómico y, desde luego, la comunicación entre ambos no habrá mejorado en absoluto.
El Papa, los cardenales, incluso los obispos tienden a ser personas mayores, porque para llegar adonde están han tenido que recorrer un prolongado ‘cursus honorum’: seminarista, sacerdote, coadjutor, párroco, monseñor, vicario, obispo auxiliar… Eso hace que el lenguaje cotidiano de la juventud les resulte extraño, y que al intentar usarlo estén en realidad empleando una jerga ya inexistente, perdida en algún punto entre los años setenta y el presente.
La analogía que he empleado me sirve también para ilustrar lo que, en mi opinión, podría ser una tercera causa por la que este método de adaptación del mensaje parece haber fracasado estrepitosamente. ¿Qué otra reacción es esperable en el adolescente de mi ejemplo anterior? La irritación, el recelo y cierto desprecio. Le parecerá que su padre está usando ‘un truco’, que al emplear un lenguaje que no es el suyo propio, el natural, aquel al que el adolescente está acostumbrado desde la primera infancia, su padre le está engañando de algún modo, está apelando a una añagaza evidente para manipularle.
Esto es crucial. En la pastoral, a menudo la Iglesia parece condescendiente en las formas, y una de las cosas que un joven normal siente como más ofensivas es la condescendencia. Acomodar una fe de siglos para no ‘asustar’ a los oyentes tiene el efecto contrario, porque la idea que transmite es más la de una secta que la de la Iglesia. En una conmovedora parábola evangélica, Jesús nos habla de cómo las ovejas no obedecen al asalariado, sino al verdadero pastor, porque “conocen su voz”. Quizá haya sido este intento de imitar (mal) una voz ajena, la del mundo, lo que ha alejado a tantos de la práctica religiosa.
Carlos Esteban
domingo, 29 de julio de 2018
¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna (José Martí) [4 de 4]
Por eso pienso que no es descabellado decir que nos hallamos en una situación de "apostasía universal" o, al menos, muy próximos a ella. ¿Coincidirá ésta con aquella "apostasía universal" de la que se habla en la Biblia, la que tendrá lugar al final de los tiempos? No podemos saberlo. Pero lo que no se puede negar es el hecho de que estamos llegando - y de modo vertiginoso - a una situación de apostasía a escala mundial, aunque haya todavía muchos que se empeñan en negar lo que es evidente.
Con relación a este querer enmendar la plana a Dios asistimos, por ejemplo, a la negación de los dogmas y de todo lo que suene a sobrenatural. Se llega a negar, incluso, la misma historicidad de las Sagradas Escrituras; en particular, todos los hechos relatados en los Evangelios y en el resto del Nuevo Testamento. Según estos "entendidos" lo relatado allí fue una invención de la primitiva comunidad cristiana, pero no fue algo que ocurriera realmente: una afirmación gratuita e inventada por estos "innovadores" que no pueden demostrar absolutamente nada de lo que dicen.
Como curiosidad que puede venir al caso, hago aquí una pequeña observación, con respecto al tema de la existencia histórica de Jesucristo. Sabemos que en el año 70 tuvo lugar la destrucción de Jerusalén, tal como estaba profetizado por Jesucristo que iba a ocurrir. ¿No es extraño que tal evento histórico no aparezca en ninguno de los Evangelios? La explicación es sencilla ... y es que los Evangelios fueron escritos anteriormente al año
La mentira siempre ha sido -y seguirá siendo- el arma que utilizan los "hijos de este mundo", aquellos que tienen por padre al Diablo, según las palabras que utilizó Jesucristo, al responderle a los judíos que no entendían su lenguaje porque no podían oír sus palabras: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a Mí, que digo la verdad, no me creéis" (Jn 8, 44-45)]
Es bastante "corriente" encontrarse hoy con "católicos" que niegan todo tipo de milagros por intervención divina así como los dogmas fundamentales de la fe de la Iglesia: la divinidad de Jesucristo, su Resurrección y Ascensión a los cielos, su Presencia real en la Eucaristía, la virginidad de María, etc. ... y siguen considerándose católicos cuando no lo son: no pueden serlo pues niegan todo lo que afirma la Doctrina Católica.
Es una flagrante contradicción… ¿Qué formación es la que han recibido? ¿Quién -o quienes- se han encargado de enseñarles la Doctrina? ¿Cómo puede explicarse tal anomalía? La respuesta a esta pregunta es muy difícil, porque son muchos los factores que pueden influir en ella. De todos modos, hay una razón, que es la más profunda y misteriosa de todas, y que nos sobrepasa. Está relacionada directamente con el pecado que, como decía san Pablo, es un "misterio de iniquidad" (2 Tes 2, 7). El mismo san Pablo nos advertía, también, en su carta a los efesios, que "nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas" (Ef 6, 12)
Es una flagrante contradicción… ¿Qué formación es la que han recibido? ¿Quién -o quienes- se han encargado de enseñarles la Doctrina? ¿Cómo puede explicarse tal anomalía? La respuesta a esta pregunta es muy difícil, porque son muchos los factores que pueden influir en ella. De todos modos, hay una razón, que es la más profunda y misteriosa de todas, y que nos sobrepasa. Está relacionada directamente con el pecado que, como decía san Pablo, es un "misterio de iniquidad" (2 Tes 2, 7). El mismo san Pablo nos advertía, también, en su carta a los efesios, que "nuestra lucha no es contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas" (Ef 6, 12)
Tal y como se ha dicho, hoy vemos que todo aquello que posea carácter sobrenatural es negado o silenciado (lo que ocurre también en bastantes casos de la alta Jerarquía). Si ya en el año 1972 decía el papa Pablo VI que "el humo de Satanás" se había infiltrado en la Iglesia, hoy podríamos decir que es el propio Satanás quien está infiltrado. Cierto que esta afirmación no puede ser demostrada, pero tenemos las palabras de Jesús que, como siempre, nos sirven de guía -y de luz- en este mundo tenebroso: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16).
¿Y qué frutos observamos? Si no escondemos la cabeza y amamos la verdad, se impone admitir y reconocer que, por desgracia, el llamado modernismo se ha infiltrado en el corazón mismo de la Iglesia y amenaza con destruirla a corto plazo, si Dios mismo no interviene, de alguna manera. El papa San Pío X decía ya, en su encíclica "Pascendi", que la herejía modernista es la suma de todas las herejías. Y esa herejía, que conduce a la apostasía completa, es la que -de modo sibilino- se encuentra merodeando por el Vaticano.
No cabe duda de que Dios intervendrá, pues no va a consentir que su obra se deshaga y que la muerte de su propio Hijo haya sido en vano. Tenemos la seguridad de que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16, 18) Esa es nuestra esperanza, y sabemos que no será defraudada, pero se impone ser realistas y llamar a las cosas por su nombre. Vistas las cosas, tal y como están, me da la impresión de que esa intervención divina debe de estar ya a las puertas; nos conviene, pues, estar preparados y vigilar de continuo, porque "el Diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar" (1 Pet 5, 8).
Es verdad que no podemos conocer ni el día ni la hora y sabemos, además, que "un día ante Dios es como mil años, y mil años como un día" (2 Pet 3,8). Pero, sea de ello lo que fuere, está claro que la negación de lo sobrenatural y la invención de nuevas "doctrinas", meramente humanas, que pretenden destronar a Dios y colocarse en su lugar, no puede traernos sino consecuencias nefastas ... porque "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7)
En fin, acabamos esta entrada con unas palabras del apóstol Judas Tadeo: "Carísimos, teniendo mucho interés en escribiros sobre nuestra común salvación, me he visto en la necesidad de hacerlo para animaros a luchar por la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (Jd, 3). Tenemos, sobre todo, la certeza y la confianza en las palabras de Jesús, nuestroSeñor, quien dijo a sus discípulos, antes de su ascensión a los cielos: "Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).
No necesitamos más: la seguridad de su compañía, la intimidad con Él, todo eso nos dará la fortaleza que necesitamos para dar testimonio de Él: "Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar, porque se os dará en aquella hora lo que habéis de decir. Pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros" (Mt 10, 19-20).
Por lo tanto, debemos alejar de nosotros todo temor y actuar conforme a lo que Jesús mismo nos mandó: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación" (Mt 26, 41). Frente al gran poder de la oración cristiana, una oración hecha con Cristo, por Cristo y en Cristo, ¿qué puede significar todo el poder de los hombres, qué puede significar el poder mismo de Satanás y de todo el infierno?
La vida cristiana es difícil. Supone tomar la cruz cada día, caminar por la senda estrecha y seguir al Señor. Él ya nos lo advirtió, para que no nos llamáramos a engaño: "En el mundo tendréis tribulación" (Jn 16, 33b) ... "pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33c).
La certeza que poseemos de que Jesús nos ama y de que somos simplemente peregrinos en esta tierra, siendo el cielo nuestra verdadera y definitiva patria; el saber que nuestra vida no se acaba con la muerte terrenal, sino que esperamos una vida futura junto a Él, por toda la eternidad, si hemos optado por Jesús en esta vida, prefiriéndolo a Él a todas las cosas ... todo eso nos conducirá a adquirir la fortaleza que necesitamos para no tener miedo a nada. Sólo hay algo que debemos temer: el pecado, el estar separados del Señor. Ése es el santo temor de Dios y no otra cosa.
Esto dice un cristiano hablando de su amado Maestro, hablando de Jesús:
No necesitamos más: la seguridad de su compañía, la intimidad con Él, todo eso nos dará la fortaleza que necesitamos para dar testimonio de Él: "Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar, porque se os dará en aquella hora lo que habéis de decir. Pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros" (Mt 10, 19-20).
Por lo tanto, debemos alejar de nosotros todo temor y actuar conforme a lo que Jesús mismo nos mandó: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación" (Mt 26, 41). Frente al gran poder de la oración cristiana, una oración hecha con Cristo, por Cristo y en Cristo, ¿qué puede significar todo el poder de los hombres, qué puede significar el poder mismo de Satanás y de todo el infierno?
La vida cristiana es difícil. Supone tomar la cruz cada día, caminar por la senda estrecha y seguir al Señor. Él ya nos lo advirtió, para que no nos llamáramos a engaño: "En el mundo tendréis tribulación" (Jn 16, 33b) ... "pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33c).
La certeza que poseemos de que Jesús nos ama y de que somos simplemente peregrinos en esta tierra, siendo el cielo nuestra verdadera y definitiva patria; el saber que nuestra vida no se acaba con la muerte terrenal, sino que esperamos una vida futura junto a Él, por toda la eternidad, si hemos optado por Jesús en esta vida, prefiriéndolo a Él a todas las cosas ... todo eso nos conducirá a adquirir la fortaleza que necesitamos para no tener miedo a nada. Sólo hay algo que debemos temer: el pecado, el estar separados del Señor. Ése es el santo temor de Dios y no otra cosa.
Esto dice un cristiano hablando de su amado Maestro, hablando de Jesús:
La luz que, de sus ojos,
al corazón atento le llegaba,
quitaba sus enojos
y tal valor le daba
que ya temor ninguno le quedaba.
José Martí
¿A quién iremos, Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna (José Martí) [3 de 4]
De hecho -y como un precedente- según la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio “Magnum Principium son ya las distinta Conferencias Episcopales, desde el 1 de octubre de 2017, las que se hacen cargo de las traducciones a las lenguas vernáculas. Esto dará lugar, con total seguridad, a graves problemas de índole teológico y a la desunión de los católicos, en contra del deseo de Jesús: "Que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y Tú en Mí, para que sean consumados en la unidad" (Jn 17, 22-23). Si esto ya estaba ocurriendo de hecho, pues hay muchas traducciones de la Biblia, en la actualidad, que no son fieles al original de la Vulgata ... ahora el problema se agravará, con este Motu Proprio que deja manga ancha a esas traducciones. Y la unidad de los católicos, que ya es muy pobre, se irá diluyendo paulatinamente. ¿Por qué? Pues, más que nada, porque en esas traducciones se dará una ambigüedad tal que dará lugar a que se pongan en duda todas o gran parte de las verdades de fe, siendo así que el Contenido de las Sagradas Escrituras ha de ser respetado íntegramente, sin añadir ni quitar nada ... y esto independientemente de los tiempos o lugares en los que se predique el Evangelio.
Se habla mucho de que "la doctrina no se toca", pero los hechos cantan una canción diferente. Hoy se hace mucho hincapié, desde la Jerarquía, en justificar todas las medidas que se están tomando, diciendo que sólo tienen como objetivo la llamada "pastoral", es decir, que de lo que se trata es de conseguir, de un modo más eficaz, que el Evangelio se comprenda mejor y pueda llegar así a todo el mundo. Esta idea, en sí misma -y sin otras consideraciones- es buena ... pero se requiere, para que se produzcan buenos frutos, que vaya siempre por delante -sin ningún tipo de alteración sustancial- la fidelidad a la doctrina de siempre, a la Doctrina multicelular de la Iglesia.
En otras palabras: pueden haber distintos enfoques con respecto a la Evangelización, pero siempre desde la fidelidad a la Doctrina: sólo así se podrá hablar de una buena pastoral; sólo así la gente a quienes les llegue el Mensaje de Jesús estarán realmente unidas en Él, pues todos sabrán a qué atenerse en lo que se refiere al conocimiento de Cristo. Si no hay tal fidelidad, entonces habrá muchos que pensarán que son cristianos (católicos) cuando en realidad el "dios" que se les predica tiene muy poco que ver con el auténtico Dios, revelado en Jesucristo, quien es verdadero Dios y verdadero hombre. Éste es -a mi entender- el gran problema que tiene hoy en día la Iglesia: la falta de fidelidad a la Doctrina de siempre. Se ha perdido la fe en Jesucristo, el Único en quien es posible la salvación .
En otras palabras: pueden haber distintos enfoques con respecto a la Evangelización, pero siempre desde la fidelidad a la Doctrina: sólo así se podrá hablar de una buena pastoral; sólo así la gente a quienes les llegue el Mensaje de Jesús estarán realmente unidas en Él, pues todos sabrán a qué atenerse en lo que se refiere al conocimiento de Cristo. Si no hay tal fidelidad, entonces habrá muchos que pensarán que son cristianos (católicos) cuando en realidad el "dios" que se les predica tiene muy poco que ver con el auténtico Dios, revelado en Jesucristo, quien es verdadero Dios y verdadero hombre. Éste es -a mi entender- el gran problema que tiene hoy en día la Iglesia: la falta de fidelidad a la Doctrina de siempre. Se ha perdido la fe en Jesucristo, el Único en quien es posible la salvación .
Decir, por ejemplo, como dijo el papa Francisco: «los que son cristianos, con la Biblia, y los que son musulmanes, con el Corán», porque «uno solo es DIos: el mismo» ... es un grave error doctrinal, que no se atiene a verdad, desde el momento en que Dios se ha revelado en Jesucristo. Si se cree en Jesucristo, debemos creer en sus palabras, que son éstas: "Quien no está conmigo, está contra Mí" (Mt 12, 30). "Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre" (1 Jn 2, 23). "Yo soy la Verdad" (Jn 14,6), etc ... Las palabras de Jesús son clarísimas. Y lo que quieren decir es lo que dicen. No admiten ninguna otra interpretación que lo que se dice en ellas, tal y como se dice.
¿A quién hacemos caso, entonces? ¿A lo que dice Jesús y el Magisterio perenne de la Iglesia, el que guarda fielmente el Depósito recibido ... o a lo que dicen los demás, no importa la categoría eclesial que ostenten? Esa decisión debemos de tomarla ante Dios, porque lo que está en juego es nada más y nada menos que nuestra salvación o nuestra condenación eterna. Y esto no es ningún invento mío, sino que es Doctrina perenne de la Iglesia, que no puede ser modificada ni cambiada por nadie, ni siquiera por ningún Papa, por muy Papa que sea.
La primera regla a seguir (y yo diría que la única, al menos en el momento actual) para que se pueda hablar de una pastoral auténtica y eficaz es la de predicar la Verdadera Doctrina Católica, de modo íntegro ... sin añadidos ni interpretaciones modernistas, tan al uso, que sólo sirven para apartar a la gente de Dios. El modernismo que, como caballo de Troya, se ha infiltrado en la Iglesia desde hace, al menos, cincuenta años, ha producido sus "frutos venenosos" y está consiguiendo el fin masónico del Nuevo Orden Mundial, en el que el verdadero Dios no cuenta para nada; es más, no existe. Sólo cuenta el hombre. No hay otra religión posible si no es la "democracia": eso sí, entendida ésta en un sólo sentido, que no es el de la mayoría real verdadera, sino aquel que decidan desde el Poder, un Poder que está bajo el Maligno, que es quien -prácticamente- domina hoy el mundo. Hay infinidad de personas que todavía siguen pensando en esa gran mentira llamada "democracia", por la que sienten "veneración", sin saber exactamente lo que significa. Decirle a alguien que no es demócrata es el mayor "pecado", si es que tiene sentido hoy hablar de pecado.
Lo cierto y verdad es que la gente no conoce al Señor y, por eso mismo, es desgraciada. Como venimos diciendo, hay infinidad de "pastores" en todo el mundo (y cuyo número va en aumento) que "enseñan" a la gente "verdades" que no son tales y que no reflejan fielmente -e incluso traicionan- la Palabra de Dios. Son falsos pastores, lobos disfrazados con piel de oveja. Serán juzgados por Dios, como lo seremos todos, aunque su responsabilidad es mucho mayor, pues es mayor el daño que hacen a la Iglesia, minándola desde dentro.
Por eso, si hubiera que encontrar una respuesta para explicar la situación en la que se encuentra hoy la Iglesia, tal vez (y sin tal vez) habría que acudir al hecho de que muchos de los que tienen que transmitir la fe al pueblo cristiano, ellos mismos la han perdido. Y no se puede enseñar aquello que no se sabe, o mejor -en este caso- aquello que no se vive.
Estoy hablando en términos generales, porque me consta de que, gracias a Dios, aún quedan pastores fieles al Evangelio y a la Tradición de la Iglesia; así como también fieles católicos que los siguen, porque escuchan -y ven- en ellos al mismo Jesús, al buen Pastor. Una gran pena que este número de fieles vaya siendo cada vez menor ... aunque Dios proveerá, sin duda alguna.
José Martí (continuará)
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