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martes, 17 de octubre de 2023

La tragedia de haberse alejado del Evangelio (Padre Alfonso Gálvez)





Homilía pronunciada en octubre de 2012
Duración 35:51


Laudate Deum o el nuevo dogma climático



Tras quince años estudiando y escribiendo sobre el cambio climático (antes, calentamiento global), he llegado a varias conclusiones. Primero, la ciencia actual no es aún capaz de comprender los entresijos del clima, un sistema multifactorial, no lineal, complejo y caótico, por lo que la demonización del CO2 y las afirmaciones y atribuciones rotundas no son más que propaganda pseudocientífica. Segundo, económicamente estamos ante la mayor estafa la Historia y, políticamente, ante un intento de subvertir el orden político-económico occidental mediante el miedo a unos apocalipsis inventados. Tercero, más allá de esta agenda de poder subyace una ideología anti humanista y ferozmente anticristiana. De ahí mi pesar al leer la exhortación apostólica Laudate Deum del papa Francisco sobre una “crisis climática” completamente inexistente donde se asegura que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11). ¿Qué es este documento magisterial de la Iglesia Católica, a la que pertenezco?

Laudate Deum es un breve texto complementario de la encíclica Laudato Si, publicada en 2015, sobre la que escribí un capítulo en el libro-comentario de la Biblioteca de Autores Cristianos en el que participaron varios cardenales (entre ellos, Müller), obispos y sacerdotes[1]. En aquel capítulo, que titulé La Sombra de Galileo por razones obvias, no oculté mi inquietud por varios aspectos de la encíclica. Pues bien, si Laudato Si me produjo una viva inquietud, la lectura de Laudate Deum me ha causado una gran alarma.

La exhortación prácticamente no habla de Dios: de 73 puntos, sólo se le menciona en siete, y las escasas cinco citas bíblicas parecen introducidas con calzador. De hecho, podría decirse que se trata de una exhortación política más que apostólica, con un lenguaje más próximo a un informe de la ONU que a un documento magisterial de la Iglesia. Asimismo, de las 44 citas a pie de página, 27 corresponden al papa Francisco citándose a sí mismo y 9 a fuentes científicas, casi todas de la agencia climática de la ONU (IPCC). De hecho, más allá de una referencia a un discurso de Pablo VI sacado de contexto, no hay citas de Magisterio precedente.

Finalmente, se trata de un texto repleto de discutibles detalles técnicos que toma partido en controversias científicas, repite de forma acrítica los eslóganes y letanías catastrofistas de los profetas de calamidades y puede generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. Por ello, como hijo de la Iglesia, con lealtad filial y, por eso precisamente, con obediencia a la verdad, me siento obligado a realizar una serie de consideraciones.

Cuestionables afirmaciones científicas

Laudato Si afirmaba que “sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva” (LS 61) ni “definir las cuestiones científicas” (LS 188). En efecto, la Revelación divina “no implica en sí misma una teoría científica particular, [puesto que] la asistencia del Espíritu Santo en ningún caso se presta a garantizar explicaciones relativas a la constitución física de la realidad”[2] . Por eso, “la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas”[3]. Entonces, ¿cómo puede afirmar categóricamente Laudate Deum que “ya no se puede dudar del origen humano del cambio climático” (n.11)?

En efecto, la primera parte de la exhortación (n.1-19) realiza un elevado número de rotundas afirmaciones asumiendo un grado de certeza que no tienen ni los propios científicos. Por ejemplo, cuando dice que “sabemos” que cada vez que aumente la temperatura en 0,5°C aumentarán ciertos fenómenos extremos (n.5), da categoría de certeza a meras predicciones de modelos de ordenador que tienen un pobre historial de predicción y no están soportadas por la evidencia empírica.

Además, la exhortación se basa casi únicamente en el IPCC de la ONU, “una de las mayores fuentes de desinformación” de la “pseudociencia” del cambio climático, en palabras del Premio Nobel de Física del 2022, John Clauser[4]. Como he explicado en otros lugares, esta institución es uno de los principales símbolos de la corrupción de la ciencia, dominada por una agenda de poder globalista que tanto Laudato Si como su continuación parecen ignorar.
Laudate Deum trata de la “crisis climática” dando por sentado que tal cosa existe. Sin embargo, más de 1.800 científicos (entre ellos dos premios Nobel de Física) se han unido a la Declaración del Clima Mundial, que niega la existencia de ninguna emergencia climática y denuncia la evidente injerencia de la política en la ciencia del clima[5] a la vez que reconoce las enormes limitaciones de los imprecisos modelos de predicción en los que se basan las predicciones climáticas, en abierto contraste con la credulidad de Laudate Deum.
Por otro lado, al contrastar una “abrumadora mayoría” de científicos con el “ínfimo porcentaje de ellos que intenta negar esta evidencia” (¿desde cuándo la ciencia o la verdad se decide por mayoría?) la exhortación toma partido despreciando a los que cuestionan “la evidencia” (n.13). Idéntica actitud adoptó la Academia Pontificia de Ciencias cuando se negó a escuchar a la multitud de científicos escépticos antes de Laudato Si[6] a pesar de que la propia encíclica defendía que “la Iglesia debe escuchar y promover un debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones” (LS 61). No lo ha hecho. Claro está, la propia Laudato Si se contradecía al acusar de actitudes obstruccionistas a los que “niegan el problema” (LS 14).

Laudate Deum utiliza asimismo un lenguaje alarmista y sensacionalista extraño al rigor y serenidad al que nos tiene acostumbrado el Magisterio. Así, afirma que el mundo “se va desmoronando y quizá acercándose a un punto de quiebre” (n.2) y que “la posibilidad de llegar a un punto crítico es real (…). De allí no se regresa” (n.17). Sin embargo, incluso científicos alejados de toda sospecha reconocen que este supuesto punto de no retorno (tipping point) es especulativo o no existe[7]. En realidad, se trata de un arma propagandística destinada a generar un sentimiento de urgencia en la toma de medidas políticas. De hecho, dicho punto “de no retorno” se va retrasando conforme las fechas pasan y el apocalipsis no llega.

La exhortación afirma que “los signos de cambio climático están ahí” y que “nadie puede ignorar que en los últimos años hemos sido testigos de fenómenos extremos” (n. 5). Sin embargo, no podemos notar los signos de un cambio climático, que sigue escalas de tiempo de siglos o milenios, por lo que es inentendible que afirme que “basta una sola generación” (n.6) para constatar dichos cambios o considere “períodos largos” a “décadas” (n.8).

Así, Laudate Deum defiende que el aumento del nivel del mar “puede ser fácilmente percibido por una persona a lo largo de su vida, y probablemente en pocos años muchas poblaciones deberán trasladar sus hogares” (n.6). En realidad, desde el mínimo de la última glaciación hace 20.000 años, el nivel de los mares ha aumentado cerca de 120 metros, pero en las últimas décadas aumenta entre 1-2 mm por año (según los mareógrafos) y unos 3mm al año (según los satélites)[8]. En cualquier caso, el propio IPCC estima un rango inferior de crecimiento de 10 cm de aquí al 2050 y un aumento “más incierto” para después[9], cifras irrisorias que no llevarán a nadie a trasladar sus hogares “en los próximos años”. Baste recordar que la primera predicción de que los mares iban a cubrir las Islas Maldivas data de 1988 y daba un plazo de 30 años para su desaparición bajo las aguas[10]. El plazo se cumplió; la predicción, no. Quizá por ello los grandes promotores de la ideología del cambio climático (Obama, etc.) han adquirido mansiones al borde mismo del mar.

En segundo lugar, tampoco han aumentado sensiblemente los fenómenos extremos. En su Quinto Informe (AR5) el propio IPCC reconocía que “no hay una tendencia significativa de la frecuencia de huracanes en el último siglo (…), ni evidencia respecto al signo de la tendencia de las inundaciones a nivel global (…), ni suficiente evidencia respecto a la tendencia observada en sequías a nivel global desde mediados del s. XX”[11]. Las series históricas avalan estas afirmaciones[12]. En su último informe (AR6), el IPCC ha intentado acentuar su alarmismo, pero sigue manteniendo, por ejemplo, su “baja confianza” en la atribución de sequías a la acción humana en la inmensa mayoría de las regiones del globo citando estudios que “muestran su desacuerdo con la atribución antrópica” de las mismas[13], al contrario de lo que hace Laudate Deum repetidas veces.

Esta exhortación menciona el típico alarmismo del “derretimiento de los polos” (n.16) aludiendo a un posible escenario de “total” derretimiento del hielo de Groenlandia y de buena parte de la Antártida (n.5), aunque el propio párrafo del IPCC que cita Laudate Deum otorga a este escenario una “evidencia limitada” (el grado más bajo de evidencia), dato que la exhortación omite. En realidad, el hielo de Groenlandia (10% del total del planeta) es hoy superior a la media histórica[14] y parece que su ligera disminución en la década anterior se habría debido a causas naturales[15]. El hielo continental de la Antártida, reservorio del 90% del hielo del planeta, se mantiene bastante estable[16] al igual que el hielo flotante que rodea el continente antártico[17], que, tras su máximo de los últimos 40 años alcanzado en 2014, es hoy similar al que había en 1966[18]. La NASA estima que, como mucho, la Antártida está perdiendo un 0,0005% de hielo cada año[19] con lo que tardaría unos 200.000 años en derretirse, aunque con una temperatura media de -57°C y sin haber sufrido calentamiento alguno en los últimos 70 años[20] dudo que tengamos que preocuparnos. Finalmente, el hielo del Ártico supone menos de una milésima parte del hielo del planeta y además flota, por lo que su derretimiento no afectaría al nivel de los mares (principio de Arquímedes), mientras los glaciares, mencionados dos veces en esta exhortación, sólo suponen cuatro milésimas del hielo del planeta.

La exigencia de rigor del Magisterio

El rigor exigible a un documento magisterial no resulta compatible con afirmaciones imprecisas y carentes de toda evidencia factual. Es el caso de Laudate Deum cuando defiende que “millones de personas pierden su empleo debido al cambio climático” y que “el aumento del nivel del mar, las sequías y muchos otros fenómenos han dejado a mucha gente a la deriva” (n.10). En sentido opuesto, y sin aportar ningún dato, el documento defiende que la transición hacia formas renovables de energía es capaz de generar “innumerables puestos de trabajo”. Más bien ocurrirá lo contrario, pues las energías renovables son ineficientes, caras e intermitentes y encarecen enormemente la factura eléctrica al exigir una duplicación del sistema de generación con fuentes térmicas tradicionales para suplir las horas del día en que no sopla el viento y no luce el sol.

Aunque no deje de causar perplejidad la naturaleza político-científica de Laudate Deum, la misma forma atropellada de dar datos apunta a que este documento se ha realizado con precipitación y sin las debidas correcciones, probablemente por querer adelantarse a la próxima cumbre climática (COP 28) en noviembre. No sería la primera vez, pues el momento elegido para publicar Laudato Si fue pocos meses antes de la Cumbre del Clima de París.

Por ejemplo, Laudate Deum afirma que “la concentración de gases invernadero (…) se mantuvo estable hasta el s. XIX, por debajo de las 300 ppm” (n.11). No se trata de los gases invernadero en general, sino sólo del CO2 (el mayor gas de efecto invernadero, con gran diferencia, es el vapor de agua). En cuanto a su estabilidad, en los últimos 800.000 años y hasta 1960 osciló aproximadamente entre 180 y 300 ppm. Hoy es de alrededor de 400 ppm o sólo el 0,04% de la atmósfera (por eso se denomina gas residual), pero hace 500 millones de años se estima que era hasta 20 veces superior al nivel de hoy[21]. Otro ejemplo es que, tras afirmar que el calentamiento en el último medio siglo ha sido de 0,15 grados centígrados por década (¿cómo van a notarse lo cambios en una generación?), dice que “a este ritmo” en posible que en diez años suba 0,4 grados centígrados más (n.12). Asimismo, la afirmación de que las erupciones volcánicas suelen provocar calentamiento (n.14) resulta chocante, pues suelen provocar un enfriamiento de la atmósfera,[22] como lo es la acientífica alusión a “poblaciones arrasadas por maremotos” también causados, según Laudate Deum, por el calentamiento global y no por el movimiento de placas tectónicas (n.7).

Finalmente, la exhortación también alerta sobre “la deforestación en las selvas tropicales” (n.17) a pesar de que los datos desmienten todo alarmismo. La masa forestal del planeta parece haber aumentado en los últimos 40 años[23] en parte gracias al aumento de CO2, alimento por antonomasia de plantas y árboles, fuente de vida en el planeta que, lamentablemente, Laudate Deum (como hiciera Laudato Si) tilda de contaminante (n.9). El CO2, ¿contaminante? Esto es, en palabras de un científico, “un abuso del lenguaje, de la lógica y de la ciencia”.[24] En cuanto a los bosques “tropicales”, la deforestación es inferior al 0,5% anual[25] y en parte se debe al loable objetivo de abrir espacios para la agricultura.

El paradigma tecnocrático y la política en Laudate Deum

Tras los primeros 19 puntos realizando alarmistas afirmaciones que se limitan a hacer eco de la agenda climática de la ONU, la mayor parte de Laudate Deum (n.20–60) habla de política en dos partes diferentes.

La primera (n.20–33) menciona lo que la exhortación, en línea con Laudato Si, denomina “paradigma tecnocrático”, y previene acertadamente del peligro de un ser humano convertido en dios y ensoberbecido por su poder. Esta necesaria llamada de atención, sin embargo, queda eclipsada por su dificultad para comprender que precisamente el mayor exponente del paradigma tecnocrático lo tenemos en el IPCC de la ONU, en la Agenda 2030 y en las ateas élites globalistas de Davos. Cabe preguntarse a quién se refiere la exhortación cuando habla de “grandes poderes económicos” o de las “élites del poder”, si no son ésas.

En este sentido, creo que debería ser objeto de reflexión el paralelismo de ciertas posturas con la de personajes como Alexander King, fundador del Club de Roma y gran antinatalista del s. XX, cuando escribía que “el enemigo común de la humanidad es el hombre”, añadiendo: “Al buscar un nuevo enemigo que nos una hemos encontrado que la idea de la amenaza del calentamiento global (…) encajaría perfectamente” [26]. Lo mismo podría decirse de Maurice Strong, millonario canadiense y secretario general de la Conferencia de la ONU para el Medioambiente y Desarrollo en 1991, cuando afirmaba que “los actuales estilos de vida y los modelos de consumo de la clase media – incluyendo el elevado consumo de carne, el uso de combustibles fósiles, etc. – no son sostenibles”. Según James Dellingpole, lo que más interesaba a Strong era “la idea de un gobierno mundial dirigido por una élite autonombrada”, y muy pronto detectó que la mejor manera de lograrlo era “manipulando y explotando la preocupación internacional sobre el medio ambiente” [27]. Los intereses económicos de la agenda verde nunca se mencionan, al contrario que los de la industria de combustibles fósiles. Sin embargo, sólo en los primeros seis meses de 2023 se han superado los 360.000 millones de dólares en inversiones en energías renovables que dependen del mantenimiento del alarmismo climático.

La segunda parte (n. 34-60) se subdivide a su vez en tres epígrafes: unas reflexiones sobre política internacional, una somera historia de las cumbres del clima y unas propuestas para la cumbre del clima COP 28 que se celebrará dentro de un mes en Dubai y que, como hemos comentado, parece ser el motivo principal de esta exhortación. En este largo apartado, perteneciente al ámbito de la política y extraño al contenido de un documento magisterial, destacan tres puntos controvertidos. El primero es la sorprendente justificación de los grupos ecologistas “radicalizados” (n.58). El segundo es la insistencia en la creación de “organizaciones mundiales más eficaces (…) dotadas de autoridad real” (n. 35), lo que supondría la génesis de un gobierno mundial no muy distinto del promovido por las “élites del poder” de la ONU y Davos. El tercero es la propuesta de que la cumbre del clima COP28 “sea histórica” con “formas vinculantes de transición energética que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear”, de modo que el proceso que se inicie sea “drástico e intenso” (n. 59). Primero, las energías renovables jamás podrán ser eficientes, por las leyes inexorables de la Física. Segundo, su obligatoriedad y su recomendado carácter drástico garantizan una pérdida de libertad y un desastre económico posiblemente sin precedentes.

El inquietante trasfondo antropológico

El brevísimo contenido espiritual de Laudate Deum ocupa sólo 5 puntos de los 73 de la exhortación (n.61-65) y se limita fundamentalmente a extensas citas de Laudato Si con escaso texto nuevo, lo que refuerza la teoría de una exhortación escrita a toda prisa. Finalmente, los últimos puntos (66-73) son una breve mención a diversas cuestiones unida a una llamada a la cooperación internacional.

Lo más preocupante de Laudate Deum es que subyace una opinión negativa del ser humano, algo que aplaude el ecologismo radical. Por ejemplo, Leonardo Boff, sacerdote secularizado que defiende la “eco-teología de la liberación”, denomina la especie humana “un parásito, un cáncer de la Tierra”, acusando a las religiones “abrahámicas” de ser “las más violentas” hacia la “Madre Tierra”[28]. Pues bien, si Laudato Si denunciaba “los constantes desastres que el ser humano ocasiona” (LS 34), Laudate Deum va más allá al describir a los seres humanos como “seres altamente peligrosos” (n.28).

Pero el hombre no es una criatura más, sino la “única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí mismo” (GS 24), por lo que resulta desconcertante que la exhortación pueda generar confusión sobre el papel relativo del ser humano en la Creación. “Las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas” (n. 15). En efecto, a algunas nos las comemos, como ellas se comen entre sí, y a otras las evitamos, como ellas se evitan entre sí, pero cuesta comprender que sean “compañeros de camino” del hombre hacia la vida eterna. La misma tónica tiene la afirmación sobre la “estrecha relación de la vida humana con la de otros seres vivientes” que, según Laudate Deum, ha constatado la pandemia (n.19).

Más preocupante es su afirmación de que “la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano (…), pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un antropocentrismo situado” (n.67). ¿Cosmovisión o Revelación? Y ese “pero hoy”, ¿qué significa exactamente? Finalmente, al afirmar que “Dios nos ha unido a todas sus criaturas” y que todo el mundo es una “zona de contacto” (n.66), cita un libro de Donna Haraway, autora que en esas mismas páginas se burla del Génesis, habla sin respeto de Dios y critica la “excepcionalidad humana” propuesta por el “monoteísmo judío y cristiano”[29].

Laudate Deum no contribuirá precisamente al prestigio del Magisterio de la Iglesia. Plagada de desiderata de carácter político y cuestionables afirmaciones científicas, defiende a las mismas “elites de poder” que denuncia y convierte a la Santa Sede en mero portavoz y propagandista de los intereses políticos de la ONU. Asimismo, en un mundo carente de Dios y saturado de propaganda climática, esta exhortación apenas habla de Dios y no para de repetir consignas climáticas. Entonces, ¿qué palabra da la Iglesia distinta a la del mundo? Aunque esto sea desafortunado, lo más preocupante es que plantea una opinión negativa del hombre y una falta de claridad sobre su papel superior en la Creación. Tampoco hay una sola referencia a la confianza en la Divina Providencia, o a Dios como Señor de la Historia, ni ofrece una luz de esperanza a un mundo cada vez más cubierto por las tinieblas.

Rezo para que la Iglesia descubra que detrás del resplandeciente y seductor manto de bondad con que se viste la desesperanzadora ideología ecologista climática se oculta una gran mentira, base de esa religión global que las élites del poder quieren introducir como un caballo de Troya en la Iglesia Católica[30].


[1] Loado Seas, mi Señor, BAC 2015, cap. XIII.
[2] San Juan Pablo II, Discurso con Ocasión del 350 Aniversario de la Publicación de Galileo, 9 mayo 1983.
[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (68)
[10] Threat to Islands, Canberra Times, Monday 26th September 1988
[11] IPCC Assessment Report 5, WG 1, Chapter 2.6, p. 214-220.
[13] IPCC Assessment Report 6, WG 1, Chapter 11.6.4
[24] R. M. Carter, Climate: the Counter Consensus, Stacey International 2010.
[26] Alexander King, The First Global Revolution, Club of Rome Report, 1993.
[27] James Dellingpole, Watermelons, 2011
[28] Citado en Juan Carlos Sanahuja, Poder global y Religión Universal, 2016
[29] Donna J. Haraway, When Species Meet, 2008, p. 205-249.

‘No podemos obligar al cuerpo humano a aceptar un código genético extraño’: Dr. McCullough sobre la tecnología de ARNm



El cardiólogo Dr. Peter McCullough advirtió que las vacunas de ARN mensajero (ARNm) inyectan “código genético extraño” en los seres humanos, que el cuerpo no logra descomponer ni expulsar durante un período prolongado de tiempo.

La investigación sobre el ARNm “se ha realizado durante décadas”, dijo el Dr. McCullough durante una entrevista. El Premio Nobel de Medicina de 2023 fue otorgado a dos científicos por hacer que “el ARN mensajero dure mucho tiempo en el cuerpo humano”, dijo. “Quiero decir, ha sido probado en múltiples aplicaciones… Es un fracaso absoluto. Fue simplemente la peor idea jamás haber instalado el código genético de una proteína letal sin poder desactivarlo. No fue el hecho de que fuera apresurado; simplemente está mal concebido desde el principio”.
“No podemos obligar al cuerpo humano a aceptar un código genético extraño y producir una proteína extraña… El ARN mensajero para las vacunas es un concepto completamente fallido. Es un concepto peligroso‘”.
Durante un testimonio en el Parlamento Europeo el mes pasado, el Dr. McCullough dijo: «No hay un solo estudio que demuestre que el ARN mensajero se descompone» en el cuerpo humano una vez que se inyecta. «No hay ningún estudio que demuestre que salga del cuerpo». Dado que las vacunas “se fabrican sintéticamente, no se pueden descomponer”. Añadió que se descubrió que la proteína letal de las vacunas [COVID-19] encontrada en el cuerpo humano después de la vacunación estuvo circulando “al menos durante seis meses, si no más”. En el caso de las inyecciones estacionales, es decir, recibir una inyección o un refuerzo al final de los seis meses como recomiendan las autoridades, «hay otra instalación en el hecho de que hay más proteínas circulantes potencialmente letales».

El científico Drew Weissman, que ganó el Premio Nobel de Medicina en 2023 por su papel en el desarrollo de la tecnología de ARNm, advirtió en un artículo de 2018 que los ensayos clínicos de vacunas de ARNm no solo produjeron “ resultados más modestos en humanos de lo que se esperaba según modelos animales ”, pero que los “efectos secundarios no fueron triviales”.
Los comentarios del Dr. Mccullough se producen mientras la Fundación Gates está gastando 40 millones de dólares en países de África y otras naciones económicamente atrasadas para producir nuevas vacunas de ARNm en un esfuerzo por prevenir enfermedades como la tuberculosis y la malaria.
Ocultar una ‘amenaza a la seguridad global’

En la entrevista con Steve Deace, el Dr. McCullough dijo que el gobierno no desconocía la ineficacia de la tecnología, ya que la han estado probando durante casi 40 años. Se refirió a un artículo de febrero de 2023 publicado en el British Medical Journal (BMJ), que citaba que el gobierno estadounidense ha estado invirtiendo miles de millones de dólares en el desarrollo de tecnología de ARN mensajero desde 1985.

El Dr. McCullough citó otro artículo que afirmaba que había “más de 9.000 patentes sobre ARN mensajero. Y todos los cesionarios de patentes son grandes entidades. En la cima está Sanofi, luego Cervavac, BioNTech, Moderna y el gobierno de Estados Unidos. Ninguna persona inventó el ARN mensajero. Alguien que aparece en 2021 y dice: ‘Sabes que lo inventé’. Eso es imposible. Esto ha estado ocurriendo por décadas.»

El Dr. McCullough señaló que Estados Unidos y China han estado “colaborando durante años” en su investigación sobre el coronavirus infeccioso y letal. “De hecho, mintieron intencionalmente al mundo y dijeron que el virus surgió de la naturaleza. Sabían que procedía del laboratorio de Wuhan”, dijo, citando un artículo de investigación de Ralph Baric y el Dr. Zhengli-Li Shi que se publicó en la revista Nature en 2015. El Dr. Zhengli-Li Shi está afiliado al Instituto de Virología de Wuhan, mientras que el Sr. Baric es del Departamento de Epidemiología de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.

‘Retirar del mercado todas las vacunas contra la COVID-19’

En su entrevista, el Dr. McCullough hizo tres recomendaciones. 

«En primer lugar: he pedido al Senado de Estados Unidos [y] ahora al Parlamento Europeo [que] retiren del mercado todas las vacunas contra la COVID-19 antes de que alguien más resulte perjudicado».

“En segundo lugar, Estados Unidos, la UE y todas las naciones occidentalizadas [deberían] retirarse de la OMS. No son confiables. 

Y número tres, sigo al Consejo Mundial de la Salud. Recomiendo suspender todas las vacunas infantiles y todo el programa de vacunación hasta que esto se aclare, ya que el ARN mensajero ahora está en el programa sin ninguna preocupación por la seguridad.

A los ‘progres’ les molesta denunciar la pederastia



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La Iglesia alemana, en suicidio asistido | Actualidad Comentada 05-04-2024 |Pbro. Santiago Martín FM

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