BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



viernes, 3 de agosto de 2018

LOS SANTOS QUE VIENEN (I) (Capitán Ryder)


A cuenta del caso Angelelli es preciso realizar algunos apuntes más sobre el tema de las beatificaciones-canonizaciones, especialmente las que veremos a partir de ahora.
Todas las organizaciones formada por hombres (la Iglesia lo es, aunque haya sido fundada por Cristo y esté asistida por el Espíritu Santo) están sometidas a la posibilidad de sufrir crisis de distintos tipos. Es suficiente con echar un vistazo a la historia de la Iglesia.
Las crisis se manifiestan de diversas maneras y tienen alcances distintos. No es atrevido afirmar que la crisis en la Iglesia es una auténtica metástasis y que viene de lejos. No se desaparece del mapa en dos generaciones si la crisis no es muy profunda.
Este hecho también se manifiesta, y se manifestará aún más, en los modelos que la Iglesia propone.
Hasta ahora, y por algunas de las personas propuestas, el tema no era tan evidente, pero también aquí Francisco ha tenido a bien dinamitar los diques.
¿Por qué no era tan evidente? Porque algunos de los modelos propuestos no “cantaban”. Me refiero, por supuesto, a Juan XXIII y Pablo VI, por ejemplo. También incluiría, por ejemplo, a Monseñor Romero.
Afirma el Padre Iraburu en uno de sus artículos:
Cuando la Iglesia canoniza un Papa, canoniza su personano canoniza su Pontificado, es decir, todos y cada uno de los actos de su ministerio en la Sede de Pedro. Sin embargo, la fe nos asegura que Cristo conforta muy especialmente al Obispo de Roma, personalmente y en cuanto Pastor de toda la Iglesia; y que esta asistencia es muy eficaz cuando, como en el caso de Juan XXIII y de Juan Pablo II, las personas son santas, es decir, plenamente dóciles al Espíritu Santo.
Algunos afirman hoy públicamente que las canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo II son falsas, alegando que la infalibilidad pontificia no asiste necesariamente a los Papas cuando declaran ante la Iglesia universal la santidad de un cristiano. Entre los que así piensan podemos citar a Mons. Fellay y a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X que él preside. Y a esta posición de lefebvrianos y filolefebvrianos se añade, entre otros, el señor Roberto de Mattei. 
En todo caso, y volviendo a los primero citados, no deja de ser curioso que los tradicionalistas extremos impugnen una doctrina que, aunque no haya sido objeto de una declaración pontificia «ex cathedra», es tan predominante en la tradición de la Iglesia. En efecto, el pueblo cristiano y fiel (sensus fidelium) cree con fe firme en la santidad de los santos declarados y definidos como tales por la máxima Autoridad apostólica de la Iglesia. Ella los eleva a los altares para que les demos culto litúrgico, solicitemos su intercesión y los tomemos como modelos perfectos y seguros de la santidad cristiana.
En este tema, como en tantos otros, algunos católicos simplemente manifestamos nuestra perplejidad y expresamos en voz alta nuestras dudas. Dudas nunca respondidas
Es otra de las manifestaciones de la crisis: abrazos, guiños, arrumacos con cualquier perseguidor de la Iglesia, desprecios para quien, amando a la Iglesia, simplemente plantea preguntas legítimas que afectan a la Fe.
Vienen bien los muñecos de paja, lefebvrianos y filolefebvrianos, para arrinconar ciertos debates, pero eso no hará desaparecer las dudas. 
Entre otras muchas, podríamos plantear las siguientes:
  • Entre el Beato Urbano V (1362-1370) y el Concilio Vaticano II, sólo hay 3 beatos (el citado, Inocencio XI, 1676-1689, Pío IX, 1846-1878) y 2 santos (San Pío V, 1566-1572, San Pío X, 1903-1914). Eso en casi 600 añosPosteriormente al Concilio Vaticano II, y coincidiendo con la mayor crisis en la historia de la Iglesia, hemos disfrutado de una batería de santos en el Papado sólo comparable a los primeros siglos. Son Santos, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, y ya está en proceso Juan Pablo I. No falta nadie, ya estamos todos.
  • ¿Se puede ser santo por una cosa y su contraria? Por ejemplo, ¿se puede ser santo luchando contra el comunismo, un rasgo distintivo de Juan Pablo II, y santo siendo filo-comunista, como Angelelli?. ¿Se puede ser santo, luchando contra el modernismo, San Pío X, o rehabilitando el pensamiento más o menos modernista, como Pablo VI? Ahí está el papel fundamental jugado por teólogos como Rahner, Kung o Schillebeeckx, en el Concilio y Post-Concilio.
  • ¿Se puede afirmar que eres mártir por odio a la fe y, por lo tanto, santo, en casos en los que sabemos que no es así, por ejemplo, Monseñor Romero?. En efecto, a Monseñor Romero, como Ellacuría y el resto de jesuitas, no los mataron por odio a la fe, los mataron por ser asociados, acertada o desacertadamente, con uno de los bandos de la guerra civil de El Salvador, el comunista. A este caso, habría que añadir ahora el de Angelelli.
Se puede arrinconar también este debate, pero la termita sigue horadando también este pilar de la Fe. 
Si quien hace suyas ideologías, cuyo objetivo manifestado es la destrucción de la Iglesia, es elevado a los altares, y no se pone en duda, todo el edificio de la Fe queda tocado.
Capitán Ryder
P.D: Hay más termitas en camino, mañana hablamos de ellas.

Pena de muerte: "La Santa Sede está aparentemente equivocada"



La parroquia de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, situada en Westwood (Kansas), ha colocado el siguiente anuncio en el boletín de este fin de semana

Estimados parroquianos,

Quizás hayan leído que la Congregación para la Doctrina de la Fe anunció recientemente que el Catecismo de la Iglesia Católica será corregido, para enseñar que la pena de muerte, es decir, la condena judicial para ajusticiar a un delincuente mediante la resolución de una autoridad competente, ahora ha de ser considerada siempre inadmisible.

Dejando de lado toda consideración de los detalles, y haciendo referencia solamente al principio general, esa posición es contraria a la ley natural y a la enseñanza perenne de la Iglesia.

La Santa Sede está aparentemente equivocada, y según mi punto de vista, ningún católico debería sentirse obligado por el Catecismo en este tema.

Por favor, recen por el Papa y por los obispos.

Nuestra Señora de Fátima, ruega por nosotros.

Padre John Fongemie

Ranjith, el Papa y la pena de muerte (Carlos Esteban)



Hablando de coincidencias desafortunadas: menos de un mes antes de que el Papa decidiera cambiar el Catecismo para condenar la pena de muerte, el Cardenal Malcolm Ranjith, arzobispo de Colombo apoya públicamente la decisión del presidente de Sri Lanka, Maithripala Sirisena, de aplicar la pena de muerte a los traficantes de drogas.

Sri Lanka no aplica la pena de muerte desde 1974, pero el pasado 11 de julio, el portavoz del presidente Maithripala Sirisena anunció que se había firmado la orden para empezar a aplicarla en casos extremos de asesinato, tráfico de drogas y violación.

Y la mayor autoridad eclesiástica de la isla, el Cardenal Malcolm Ranjith, declaró al día siguiente en una nota de prensa que la iglesia nacional apoyará la decisión sobre la pena capital para los traficantes de drogas que organizan sus delitos mientras permanecen en prisión.

El Cardenal, suponemos, basaba su decisión en la doctrina que la Iglesia ha mantenido durante siglos sobre la licitud de la pena de muerte aplicada por la autoridad legítima en casos extremos, tal como rezaba hasta ahora el punto 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica promulgado por San Juan Pablo II en 1992: “Asumiendo que la identidad y la responsabilidad de la parte culpable se ha determinado por completo, la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye el recurso a la pena de muerte, si ésta es el único medio defender las vidas humanas contra el agresor injusto”.

Poco podía saber Su Eminencia que menos de un mes después de su declaración, el mismo punto se leería así: 

“Durante mucho tiempo el recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, después de un debido proceso, fue considerado una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común”.
“Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”.
“Por tanto la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona»[1], y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo”.
El súbito cambio ha causado un gran revuelo por una serie de razones fácilmente comprensibles.

En primer lugar, ha sorprendido la oportunidad -o inoportunidad- del cambio, en un momento en que la Iglesia vive inmersa en una profunda crisis de nuevos escándalos de pederastia clerical a los que, a lo que parece, no se está dando otra respuesta que las vagas excusas, los ceses forzados e inevitables y las buenas intenciones que dejaron sin resolver el problema de fondo hace quince años.

Hay una gravísima alarma por la presencia abrumadora de depredadores homosexuales en los niveles más altos del estamento clerical, mientras que no existe debate reciente sobre la pena de muerte, un expediente cada vez más desprestigiado y raro en las democracias avanzadas, lo que ha llegado a algunos observadores a hablar de intento de distracción.

Por otro parte, aunque Monseñor Luis Ladaria, Prefecto para la Doctrina de la Fe, ha glosado el cambio como un mero ‘desarrollo de doctrina’ que completa pero no contradice la enseñanza anterior, es difícil ver cómo. En cuestión de horas, las redes sociales se llenaron de declaraciones de Papas, concilios, reputados teólogos y santos sosteniendo unánimes la doctrina recogida hasta ahora en el Catecismo, a saber: que la autoridad civil legítima puede lícitamente aplicar la pena de muerte en casos que lo requieran.

Es, por lo demás, lo bastante sólida -sin discrepancias doctrinales- como para que quepa pensar que se trata de dar la vuelta a una doctrina previa de la Iglesia. El desarrollo de doctrina puede aclarar enseñanzas disputadas o completar y ampliar otras ciertas, pero no contradecir una enseñanza anterior.

También se ha criticado la redacción de la enmienda, que tiene por única cita de autoridad las palabras del propio Francisco. Así, hablar de “sistemas de detención más eficaces”, es decir, se hace referencia a una circunstancia coyuntural que no afecta a todas las sociedades no puede garantizarse en el futuro para dictar una “inadmisibilidad” que se presume atemporal.

En el caso de Sri Lanka, por ejemplo, lo que se aduce es, precisamente, que la cárcel no solo disuade a los narcotraficantes, sino que incluso les sirve de base y sede para gestionar su actividad criminal. ¿Queda exento el caso por no constituir la prisión un “sistema de detención eficaz”? Suponemos que no, porque ya la anterior redacción de este mismo punto limita la licitud de la pena de muerte a los casos en que no exista otra medida de prevención eficaz, con lo que si se interpreta en este sentido, el cambio sería superfluo.

Ha sorprendido asimismo la extraña inclusión de esa afirmación de que la pena de muerte quita al reo “la posibilidad de redimirse definitivamente”. Evidentemente, solo puede estar refiriéndose a la reinserción social porque, desde luego, la pena capital no impide en absoluto la “redención definitiva” del reo, a menudo lo contrario: le da un urgente incentivo para poner su alma a bien con Dios.

Pero es, cuando menos, extraño que un Pontífice use una palabra tan central en nuestra fe como es la de “redención”, el fin último de nuestra existencia, para referirse meramente a reformar su conducta en años venideros, que parece más propia de una filosofía materialista que de la fe cristiana, para la que lo importante es asegurar la salvación eterna.

Por último, no pocos han señalado el inquietante precedente de “porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”. Es lo bastante amplio y difuso como para aplicarse a cambios de peso en muchos otros casos de la doctrina de la Iglesia.

Carlos Esteban

Francisco cambia el Catecismo: cree que la Iglesia estuvo equivocada hasta que él llegó



El papa Francisco intentó “cambiar” el Catecismo para oponerse definitivamente a la pena de muerte.

Vatican.va publicó el 2 de Agosto un nuevo texto, declarando que “la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio”, que la pena de muerte es “inadmisible” en todos los casos. No hay evidencia que el Evangelio considera a la pena de muerte inadmisible como tal.

Rom 13,1-7 reconoce definitivamente el poder de un gobierno para instituir el castigo capital donde sea apropiado.

Francisco contradice la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia que la pena de muerte es en sí misma moralmente legítima, independientemente de la cuestión si, en una situación concreta, es prácticamente una oportunidad para llevarla a cabo.

En una carta explicatoria, el cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, llama a la enseñanza errónea un “desarrollo auténtico” de doctrina que supuestamente “no está en contradicción con las enseñanzas anteriores del Magisterio”.

Éste es otro ejemplo de por qué no se puede tomar en serio el pontificado de Francisco.

LOS SANTOS QUE VIENEN (Y 2) (Capitán Ryder)



Hablábamos hace unos días que la beatificación de Angelelli abría una brecha, una más, en la muralla de la Fe.
La Iglesia se ha convertido en un campo minado donde es muy fácil perder la Fe. Ese campo de minas ha sido preparado durante demasiados años por laicos, monjas, sacerdotes, obispos, cardenales y Papas.
No sólo han hecho de la Fe algo extremadamente confuso sino que la cambian al gusto, según el momento histórico, la inspiración de cualquiera de ellos, o el pie con el que se levanten. Para colmo, las verdades que se mantienen a duras penas no son defendidas cuando cualquier pastor las ataca con ahínco.
Es necesario hacer frente a cada una de las falsedades que se intentan programar como verdades evangélicas. No hay caridad más grande.
A Angelelli le van a seguir otros muchos, que con la excusa de la defensa de los pobres, se adhirieron a ideologías que propugnaban, nada menos, que la muerte de Dios.
Ya se ha postulado la causa de beatificación de los sacerdotes palotinos Pedro Dufau, Alfredo Leaden y Alfredo Kelly, y los seminaristas Emilio Barletti y Salvador Barbeito.
En una misa celebrada hace unos días, homenaje posterior incluido, el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano dijo “hermanos nuestros asesinados por odio a la fe”.
Añado un texto de otro blog que nos da una idea de “estos mártires de la fe”:
1) El primer dato que el cable de AICA debió registrar es que el 2 de julio de 1976 una célula de Montoneros colocó una poderosa bomba en el comedor de la Superintendencia de Seguridad de la Policía Federal. Hubo 23 muertos y 66 heridos. El atentado fue planeado por Rodolfo Walsh, oficial de Inteligencia de la banda terrorista.2) Dos días después, el 4 de julio, un grupo paramilitar ejecutó una brutal represalia en la iglesia de San Patricio, ultimando a los cinco palotinos, cuyas actividades estaban en la mira, porque el templo era punto de reunión de los Montoneros. Las represalias son habituales en el marco de las guerras revolucionarias como la que vivimos, donde se  aplica el tremendo “ojo por ojo, diente por diente”. Es decir  la barbarie de San Patricio no se explica sin la barbarie de la bomba en la Policía, y no se puede considerar a la “Masacre” como un hecho aislado. Se impone entonces la correlación entre los dos hechos.3) Ahora bien ¿quiénes eran dos de los seminaristas y qué hacían?, otra pregunta que se impone: 
Emilio Barletti era un querido compañero de la Juventud Peronista y Montoneros que prestaba el recinto de la parroquia para reuniones de jóvenes que se oponían a la dictadura militar y además facilitaba el mimeógrafo existente para confeccionar proclamas de resistencia a los genocidas. Emilio trabajaba pastoralmente en las villas de emergencia de la zona Sur del Gran Buenos Aires y era integrante de un importante grupo que se estaba gestando en el seno de la Iglesia de Cristo perseguida y que se denominaba “Cristianos para la Liberación”Su primera participación política (antes de 1972) fue en el Movimiento de Renovación y Cambio liderado por Raúl Alfonsín. Luego cansado del guitarreo y la sanata, emigró al peronismo revolucionario. Militó en el partido de Lomas de Zamora, barrio las Heras, donde era responsable político y hasta el día de hoy, sus compañeros se acuerdan de la pureza de su alma, sus valores, su ética y su compromiso social como militante y como ser humano 
http://www.robertobaschetti.com/biografia/b/35.html
4) Sobre Salvador Barbeito escribe Horacio Verbitsky, en uno de sus libros:La guerrilla creó un organización de superficie que se llamó Cristianos para la Liberación en la que había sacerdotes como Jorge Adur,Vicente Adamo, Emilio Neira y Pablo Gazzari; y seminaristas como el palotino Salvador Barbeito”… (Verbitsky (a) “Capitán Salazar” conoce mucho del tema: fue uno de los responsables del atentado a la Policía Federal)
Si los méritos de estos sacerdotes y seminaristas eran éstos no es aventurado pensar que les sigan Ellacuría y el resto de jesuitas asesinados en El Salvador o cualquiera de los que militaron en la Teología de la Liberación.
Para que se vea lo que pasaba por las cabezas de muchos de estos sacerdotes podemos ver unos minutos (a partir del 5:40) de un debate en TVE donde Ellacuría defendía al sandinismo. Cobran actualidad estas palabras, precisamente ahora que Ortega está asesinado nicaragüenses incluso dentro de las iglesias. Ellecuría consideraba repugnante a quien calificaba a ese régimen de esa misma manera.
Los sacerdotes que se quieren elevar a los altares son calcomanías de Ellacuría.
Si esto no son los últimos tiempos…
Capitán Ryder
NOTAS
P.D1: Blog del que he tomado el contenido mencionado. http://catapulta.com.ar/?p=5827
P.D2: Un amigo me comenta como forma de preservar la Fe “No leo nada que sea posterior al siglo XVI”. Habrá que aplicar esta misma prevención a los anteriores a 1950.
P.D3: Estas beatificaciones son sal en la herida de cualquier católico decente pues en Argentina sí murieron católicos por el hecho de serlo. Para muestra un botón: Carlos Alberto Sacheri, del que dice la noticia que adjunto “Estudioso de Santo Tomás, ferviente católico, conocedor y crítico de nuevas tendencias sociales, en 1969 publicó el libro “La Iglesia clandestina”, en el cual denunciaba una infiltración marxista en la Iglesia Católica y cuestionaba a algunos dirigentes del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”. Dicen que ese libro le costó la vida. Asesinado al salir de Misa delante de sus 7 hijos.