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martes, 26 de marzo de 2019

EFECTO RETARDADO (Capitán Ryder)



He comentado varias veces que, a mi modesto entender, es bastante peor para el futuro de la Iglesia Evangelii Gaudium que Amoris Laetitia. 
En la primera, Francisco quita la espoleta a dos bombas que con el tiempo explotarían, ¡y de qué manera!, en la Iglesia.
La primera hizo aparición en Amoris Laetitia, la segunda se ha mostrado en toda su crudeza las últimas semanas de la mano, ¡quien si no!, del Cardenal Marx, cercanísimo colaborador del Papa Francisco.
Ambas ideas fueron adelantadas por el propio Francisco en su primera entrevista al jesuita Antonio Spadaro en septiembre de 2013, ya formaban parte del programa de este pontificado.
La primera idea es la plasmada en los números 222-225 de EG.
Dice que “el tiempo es superior al espacio” y que “Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno.”
Estas ideas, inicialmente confusas, se han ido aclarando por la plasmación que de ellas ha hecho Francisco.
Por un lado, no importa la situación actual de cada uno de nosotros sino el camino emprendido. Por ejemplo, en Amoris Aletitia le lleva a dar por bueno el divorcio y posterior adulterio si el que lo practica ha emprendido un camino, no sabemos cuál, que se pueda considerar positivo.
Por otro lado, se plasma en un optimismo en el progreso constante del ser humano, tanto material como espiritual, por el que este aumenta, sin vuelta atrás, su conciencia de sí mismo haciéndola más profunda. Muy en la línea de Theilhard de Chardin y, porque no decirlo de Juan XXIII.
Estas consideraciones se han puesto de manifiesto en el cambio realizado en el Catecismo sobre la pena de muerte o en la interpretación que hace del Concilio Vaticano II.
En la entrevista mencionada ya adelantaba “Ciertamente la comprensión del hombre cambia con el tiempo y su conciencia de sí mismo se hace más profunda. Pensemos en cuando la esclavitud era cosa admitida y cuando la pena de muerte se aceptaba sin problemas. Por tanto, se crece en comprensión de la verdad”.
Es decir, este progreso pone de manifiesto, según Francisco, dos cosas que le interesan especialmente:
  1. No hay retorno posible pues cada vez tenemos un conocimiento más profundo de nosotros…
  2. …Y de Dios, por lo que lo que ayer era blanco, léase pena de muerte, hoy puede ser negro.
Ese progreso constante puede obrar este milagro y muchos otros que veremos en el futuro.
¿Cómo se salva esta contradicción? Con la frase mágica del “mayor conocimiento de sí mismo”.
¿Cómo se apuntala? Con sus constantes apelaciones a la inexistencia de certezas, pues ese mayor conocimiento puede hacer que el hoy sea lo contrario del ayer.
En la misma entrevista afirmaba “Sí, este buscar y encontrar a Dios en todas las cosas deja siempre un margen a la incertidumbre. Debe dejarlo. Si una persona dice que ha encontrado a Dios con certeza total y ni le roza un margen de incertidumbre, algo no va bien”.
Esta combinación permitirá cualquier cambio en la doctrina o liturgia de la Iglesia.
La segunda bomba, también expresada en EG, 32, es la siguiente:
Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conver­sión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evange­lización. El Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar « una forma del ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva ».35 Hemos avanzado poco en ese sentido. También el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral. El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden « desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplica­ción concreta ».36 Pero este deseo no se realizó plenamente, por cuanto todavía no se ha expli­citado suficientemente un estatuto de las Confe­rencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal.37 Una exce­siva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera.
Este número de EG casi iguala a la Iglesia católica con la protestante, con una ligera matización. En vez del hombre protestante en la Iglesia operaría una especie de comunidad protestante delimitada por su Conferencia Episcopal que podría tener una doctrina distinta de la Conferencia vecina pues “una excesiva centralización, más que ayudar complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera”.
Hay que reconocer, al menos, la originalidad de Francisco. Desde el Vaticano II cualquier menoscabo de la liturgia o la doctrina se hacía atendiendo a “la pastoral”, ahora es debido a la “dinámica misionera”.
El caso es que, atendiendo a este número de EG, el Cardenal Marx ha decidido mover ficha. Ya lo hizo con la comunión a los cónyuges protestantes casados con católicos. Y ese ejemplo demostró cuál es la idea tanto de Francisco como de Marx, ratificando lo señalado sobre el número 32.
La propuesta fue llevada a la Conferencia Episcopal Alemana y fue refrendada por más de 50 de obispos. Sólo 7 se opusieron.
La respuesta de Francisco fue sorprendente: el tema no estaba maduro, si le traían una opinión unánime no habría problema. Nada que argumentar sobre sobre La Verdad, si se trata de una profanación o no, el sentido de ofrecer lo más valioso de la Iglesia a quien no cree en ello etc. Cualquier consideración sobre eso sobraba le bastaba con ¡todos a una!. Es decir, refrendaría lo escrito en EG, pues en cierto modo esa autorización afectaría a la doctrina aunque no sea doctrina en sentido estricto.
Adiós a la Universalidad de la Iglesia.
Estos días se ha dado un paso más, y ahora sí, se apunta ya directamente a la doctrina, en este caso moral, de la Iglesia.
La Conferencia Episcopal Alemana ha manifestado que revisará la doctrina moral de la Iglesia, refiriéndose a la contracepción, la cohabitación, la ideología de género y la homosexualidad. Decía el Cardenal Marx ·”las cosas no pueden seguir como hasta ahora”. Añadía un tema de disciplina, también a revisar, como el del celibato sacerdotal.
Ahí tenemos Evangelii Gaudium, las bombas a las que Francisco ha quitado la espoleta van haciendo explosión y transformando la Iglesia en una auténtica jaula de grillos.
Caos por todas partes.
Capitán Ryder
https://infovaticana.com/2019/03/16/el-cardenal-marx-anuncia-que-la-iglesia-alemana-revisara-la-moral-sexual/

sábado, 28 de enero de 2017

En honor a SANTO TOMÁS DE AQUINO, reivindicando LA VERDAD y aplicado a la situación actual de la iglesia [1] (José Martí)


¿A qué nos referimos al hablar de misericordia?

El desastre de los obispos malteses supera aún (si cabe) el desastre de la Amoris Laetitia. Los adúlteros vueltos a casar pueden comulgar si se sienten en paz con Dios. Desde luego esto no es lo que dice la Iglesia.

Basándose en las palabras del Papa, que estos obispos toman como referencia, es como llegan a esas conclusiones. Y todo ello "so capa de misericordia" con aquellos que viven en situación de pecado y que no se arrepienten de su pecado. Y digo esto porque no fue tal la actitud de Jesús con respecto a la mujer sorprendida en adulterio, a la que perdonó pero igualmente le dijo: "Vete, mujer. Y, en adelante, no peques más" (Jn 8, 11)

¿Son el papa Francisco y los obispos malteses más misericordiosos que el propio Jesús? Aconsejando a los sacerdotes, dice el papa, que "el confesionario no deben de convertirlo en un lugar de tortura". Y tiene razón ... aunque está dando por supuesto que eso es lo que se estaba haciendo ... hasta que ha llegado él con su comprensión y con su misericordia ... y ahora las cosas ya son diferentes ... gracias a su intervención y a sus palabras. Sinceramente, me parece un poco pretencioso, por su parte; e injusto para con la mayoría de los sacerdotes que no se dedican, precisamente, a torturar a nadie ... pues decir la verdad con caridad no es torturar.

Lo que no se puede hacer es mentir al penitente para "aliviarlo". El verdadero alivio se encuentra en el cumplimiento de la voluntad de Dios ... ¡si a eso se le llama tortura, entonces me callo! Bendita tortura la que han procurado esos sacerdotes a los penitentes, pues gracias a ellos los penitentes no se acercaron a recibir el cuerpo del Señor en estado de pecado mortal, añadiendo así un nuevo pecado al que ya tenían, cual es el del sacrilegio.

¿Acaso Jesús se dedicaba a "torturar" a la gente? Evidentemente no. Lo cual no impedía que dejase de cumplir la voluntad de su Padre, la cual venía expresada en el cumplimiento de los mandamientos de la Ley de Dios. Así le contestó al joven rico cuando éste le preguntó lo que debía de hacer para alcanzar la vida eterna: "Si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos" (Mt 19, 17). O lo que es igual: si no guardas los mandamientos no podrás entrar en la Vida ... Y es que la misericordia de Jesús iba unida siempre al cumplimiento de la voluntad de su Padre. Jesús le asesora acerca de qué es lo que tiene que hacer y contesta a la palabra del joven, con verdad y con cariño. No lo engaña.

Acerca de las normas

Las "normas", cuando son normas humanas sujetas a variación, pueden encorsetar a una persona y hacerle daño, impidiéndole crecer y desarrollar su personalidad

Pero si las "normas" proceden de Dios, que es rico en misericordia (Ef 2,4) han sido establecidas, precisamente, para hacer felices a las personas e iluminarlas en el camino de su vida: "¡Cuánto amo tu Ley, Señor!" (Sal 119, 97). "Antorcha es tu Palabra ante mis pasos, luz en mi sendero" (Sal 119, 105). "Tus preceptos son la alegría de mi corazón" (Sal 119, 112). "Amo tus preceptos" (Sal 97, 119). El justo se goza en cumplir la Ley del Señor. Y esto ya en el Antiguo Testamento. En cuando al Nuevo Testamento, hay infinidad de citas en este mismo sentido, hasta el extremos de que se podría decir, en cierto modo, que existe una relación de identidad entre el amor a Dios y la guarda de sus mandamientos: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a Él y haremos morada en Él" (Jn 14, 23). Esto dice Jesús haciendo referencia a la morada de la Santísima Trinidad en aquéllos que cumplen sus mandamientos.

No hay contradicción entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Él mismo lo dijo: "No he venido a abolir la Ley o los profetas sino a darles plenitud". (Mt 5, 17). El Antiguo Testamento se entiende bien a la luz del Nuevo Testamento. En Jesucristo se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento que hacían referencia a la venida del Mesías. Y es por eso que sólo a la luz de su Palabra (que es la Palabra de Dios) podemos entender bien lo que Dios quiere ... lo que no ocurre con los judíos, pues habiendo venido a ellos le han rechazado y no le han reconocido como el Mesías esperado, pese a que en Él se hacían realidad todas las profecías del Antiguo Testamento con respecto a las señales que deberían cumplirse. De ahí que diga el evangelista san Juan: "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11)

Por lo tanto y concretando: el cumplimiento de la norma "No cometerás adulterio" (Ex 20, 14) no supone una tortura, dado que dicha norma es de origen divino y viene luego, además, confirmada -y ampliada- por el mismo Jesús, que llega a decir: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón" (Mt 5, 28). Como sabemos, "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), puesto que es misericordioso y nos ama. Pues bien: es ese mismo Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, quien ha dado esa Ley. De manera que quien se salta esa Ley comete pecado.

Podríamos pensar que las leyes y las normas nos oprimen y nos hacen infelices. Es el demonio quien nos lleva a pensar de ese modo; el demonio que, como dijo Jesús "es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44). Lo cierto y verdad es lo contrario: es en el cumplimiento de la Ley divina, por amor a Jesucristo, donde nos encontramos realmente felices; y esto ocurre ya en este mundo, a modo de primicia  de lo que espera a los que se mantengan fieles a Jesús. 

No se puede comparar la Ley del Antiguo Testamento, de la que abusaban los fariseos, con la Ley de Cristo, la Ley perfecta, que es la de la caridad, plenitud de la Ley. (Rom 13, 10). 

Ahora bien: la caridad, si es verdadera, no puede estar nunca separada de la verdad; la caridad ha de ser vivida en la verdad. El mismo que dijo: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32) dijo también que "todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34). Todos sabemos a quién pertenecen esas palabras, que son palabras de Vida.

¿Pelagianismo?

Claro está: nos encontramos con el problema -real- de que por nosotros mismos, con nuestras solas fuerzas, no podemos cumplir esta Ley. Pretender o pensar otra cosa sería pelagianismo, que es una herejía: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5) decía Jesús. Esto es verdad de fe. Pero también lo es que, con la ayuda de Dios (que nunca nos va a faltar si se la pedimos) que podemos: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13). Ambas cosas son ciertas. 

Sabemos que "si el Señor no edifica la casa, en vano se afanan los constructores; y si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas" (Sal 127, 1). Pero eso no significa que nos podemos echar a dormir, con la seguridad de que el Señor lo hará todo. Tal pensamiento está en las antípodas del amor que siempre requiere de un yo y un tú que se dicen mutuamente su amor. 

Cierto que es Él quien nos salva, pero ha querido que nosotros cooperemos con Él en esa salvación nuestra, pues quiere ver que estamos interesados por Él lo mismo que Él está interesado por nosotros. Quiere ver en nosotros ilusión, deseo de estar a su lado, etc... 

Si no existe tal aportación por nuestra parte es señal de que no lo queremos. Y Él no puede obligarnos a que lo queramos. Tal obligación de amarlo ya no sería amor, el cual es esencialmente libre. Dios nos ha creado libres -realmente libres- para que podamos decidirnos en pro o en contra de Él. Se arriesga a que le digamos que no, pero no puede obligarnos, pues así ha querido que sean nuestras relaciones para con Él, en perfecta reciprocidad de amor. 

Por eso es también igualmente cierto que "cada uno recibirá su propia recompensa según su trabajo" (1Cor 3, 8). Y que "Dios retribuirá a cada uno según sus obras" (Rom 2, 6). Y es que aun cuando por nosotros nada podemos, Dios, al crearnos, nos ha dado la capacidad de poder y además, de hacerlo con plena libertad, siendo responsables de nuestras decisiones. Podría haberlo hecho de otra manera, pero ha querido hacerlo así. ¿Por qué? Pues porque "Dios es Dios". Eso basta.

No debemos olvidar que "fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que, con la tentación, os dará la fuerza para que podáis superarla" (1 Cor 10, 13). Si queremos permanecer fieles y progresar realmente, es preciso "vivir la verdad con caridad, para poder crecer en todo en Aquél que es la Cabeza, Cristo" (cfr Ef 4, 15).

José Martí

martes, 26 de agosto de 2014

¿Fundamentalismo cristiano? (20) [Evangelii Gaudium]

Si se desea acceder al Índice de esta primera parte sobre Fundamentalismo cristiano, hacer clic aquí

Con ser importante, lo más triste -con relación al papa Francisco- es que, en lo que se refiere a sus dichos y hechos, no se trata sólo de algunas expresiones desafortunadas pronunciadas "en un determinado momento", sin haber pasado previamente por el tamiz de la reflexión. Tampoco se trata de lo que aparece en algunas entrevistas del Papa, cuyo contenido a veces se manipula (¡o no!); ni siquiera estoy pensando en el contenido de ciertas homilías (¡no todas, por supuesto!) predicadas en la Iglesia de Santa Marta de las que, a veces, se queda uno algo confuso. No, no es sólo eso, que también. Pero el problema es más grave, porque -y esto sí que ha sido meditado detenidamente- en la misma exhortación apostólica "Evangelii Gaudium" habla el Papa de los que considera "fundamentalistas cristianos", es decir, de aquellos que se mantienen en la Tradición de la Iglesia y no se abren a las corrientes modernistas (como ya lo hemos demostrado en entradas anteriores) como de personas muy peligrosas que "buscan sus propios intereses y no los de Jesús" (Fil 2,21). [Lógicamente, en su exhortación apostólica no utiliza la palabra "fundamentalista" para referirse a ellos, pero queda claro que así es, por todo lo que lleva hablado hasta ahora, con relación a los que consideran que la fidelidad a la Tradición de la Iglesia es fundamental para su supervivencia. No insisto más en este punto del que se ha hablado ya extensamente]

Utiliza aquí el Papa una nueva expresión ["mundanidad espiritual" ] para los que así son y así piensan. Según el papa Francisco esta "mundanidad espiritual" "está relacionada con el cuidado de la apariencia (...) y por fuera todo parece correcto, pero -llega a afirmar- si invadiera la Iglesia sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral" moral" (punto 93)

Más adelante, sigue con su acusación y dice que "esta mundanidad es un neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros  (¿?) por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario (¿?), donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar". (punto 94)


"Quien ha caído en esta mundanidad -sigue diciendo el papa- (...) descalifica a quien lo cuestione, destaca constantemente los errores ajenos y se obsesiona por la apariencia (...) Es una tremenda corrupción con apariencia de bien" (punto 97).


La verdad es que, por más vueltas que le doy, no acabo de salir de mi asombro, pero eso es lo que hay. Pienso que ésta es una prueba a la que Dios quiere someternos [a los que somos católicos por la gracia de Dios] para purificarnos, porque la verdad es que lo necesitamos ... ¡y mucho! Afortunadamente, sabemos que "todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28). No obstante, haciendo uso de mi derecho a pensar, y partiendo de la premisa de que todo lo que aparte de la verdad aparta también de Jesucristo [pues Él es la Verdad] sintiéndome uno de esos cristianos "tristes" a los que tanto se refiere el papa Francisco, continuamente, cuando habla de los que defienden la Tradición de la Iglesia de siempre, a los que -para más INRI, y contradiciéndose- llama también "fundamentalistas", con el debido respeto a la persona y a la figura del Papa, pero consciente, también, de que la Religión que profeso no es la religión de un determinado papa sino aquella que se mantiene fiel a TODO el depósito recibido, me atrevo a realizar algunas reflexiones sobre lo dicho por el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, con relación a aquéllos que según él- padecen de la terrible enfermedad a la que llama "mundanidad espiritual", enfermedad que consiste básicamente en la hipocresía, que el Papa "supone" que se da en todos los que actúan conforme a la Tradición.


No dudo de que habrá casos concretos en los que así suceda, pero cada vez son menos, dado el ambiente de mundanidad "no espiritual" en el que estamos inmersos.

Pensando en que estas reflexiones pueden servir a alguno que se encuentre en la misma o parecida situación a la mía, paso ya a exponerlas: 

- Si yo voy a Misa no es porque confíe en mis propias fuerzas, sino porque me veo muy pobre y muy poca cosa y necesito de la fuerza de Dios que se hace realmente presente en la Eucaristía. No creo que eso sea ser un neopelagiano autorreferncial y prometeico... [expresión que se las trae] ... vamos, ¡digo yo!


- Tampoco me siento superior a nadie (¡Dios me libre!). Más bien es lo contrario, porque soy consciente de mis pecados y de que debo trabajar mucho más para ser fiel a Dios, poniendo en Él toda mi confianza y no fiándome de mí mismo: ¡sin Jesucristo estaría perdido! ... y mi vida no tendría ningún sentido.


- ¿Triste o anestesiado? ...¡Pero si lo único que me da alegría es el contacto con el Señor en la oración; y eso es lo que me lleva a vibrar de ilusión en mi relación con los demás, cuando sale Jesús a relucir! ¿De dónde, si no, iba a sacar las fuerzas para vivir cristianamente en medio de un mundo pagano como éste en el que nos encontramos?


¿Hipócritas que sólo cuidan la apariencia? ¿Por qué? ¿Se da por sentado, sin conocer a una persona, que si ésta va a misa es por aparentar y por cumplir? ¿No es eso emitir un juicio negativo y faltar contra la caridad? ¿No está eso en contradicción con esa idea de misericordia, tan pregonada por el santo Padre? [... por ejemplo, cuando decía: Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? ... Entonces ... ¿misericordia para los gay, a los que se supone buena voluntad; y ataque inmisericorde para los que van a misa y a los que se supone que lo hacen por aparentar? Esa misericordia SELECTIVA no es buena]. 


¿Por qué no pensar -como así suele ser en la mayoría de los casos -y hoy más que nunca- que las personas que van a Misa lo hacen para que su amor a Jesús no decaiga, sino que vaya a más, porque Él está allí realmente presente y ellos necesitan estar con Él, porque es ese amor lo único que les puede dar fortaleza para no avergonzarse de Jesús ante los demás?


¿Que buscan sus intereses y no los de Jesús? [Y, además, cita el Nuevo Testamento, aplicándoles a ellos esas palabras ... ¡si eso no es juzgar!...]. Vamos a ver: Si yo voy a Misa y hago oración, por el mero hecho de hacer esto no significa que busque mis intereses sino los Suyos ... ¡pues los intereses de Jesús somos nosotros!. Jesús está interesado en mí, sencillamente porque me quiere. Y yo sé que Él desea también mi cariño y mi amor y que esté a Su lado, junto a Él, en el sacrificio de la Misa y en la oración. 


Él -y sólo Él- es la causa de que yo pueda querer luego a los demás. Si no fuera por Jesús los demás me importarían un pimiento: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado" (Jn 13,34). Si yo no conozco a Jesús porque no trato con Él en la oración y, por lo tanto,no estoy enamorado de Él, ¿qué amor verdadero voy a manifestar por los demás? ¿Cómo voy a conducirlos hacia Jesús para que puedan ser realmente felices, ya en esta vida, si primero no soy yo feliz, por haberme encontrado con el Señor gracias a la oración y a la Misa, fundamentalmente? 


¿Cierto estilo católico del pasado? ¿Qué significa eso?. Yo sé que  "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13,8). 
Jesucristo es Dios y sus palabras son actuales (no son del pasado): son de hoy, de ahora, de este mismo momento en el que estoy escribiendo. ¿Qué sentido tiene hablar de pasado ... o de estilos del pasado? ¿A qué estilos se refiere? ¿Y, en realidad, qué importan los estilos, por muy del pasado que sean, si esos estilos nos conducen al único y verdadero Dios, manifestado en Jesucristo, que de eso es de lo que se trata y no de otra cosa? Todo lo que lleva hacia Él supone progreso y todo lo que separa de Él retroceso. En Él la humanidad ha llegado a su perfección. Avanzaremos, en todos los sentidos, si nos abrimos a sus palabras y seguimos sus pasos; y retrocederemos hacia los tiempos más remotos y más oscuros de la antigüedad, si no queremos oír su voz y lo rechazamos. ¿Tan difícil es entender esto? ... Muy faltos andamos de fe y muy necesitados de ella. 




- ¿Supuesta seguridad doctrinal? ...¡No es supuesta! ¡Es real! ¿Acaso es orgullo estar seguros de algo? Si yo no estoy seguro del amor de Dios, si yo no estoy convencido de que Jesús "me amó y se entregó a Sí mismo por mí" (Gal 2,20), si no estoy seguro de que Jesucristo resucitó y de que yo también resucitaré, para estar siempre con Él, si le soy fiel en esta vida, entonces mi vida sería absurda. Y diría, con San Pablo, que "soy el más miserable de todos los hombres" (1 Cor 15,19). ¿O es que pensamos que existe alguien que esté dispuesto a dar su vida, si es necesario, por una suposición, por una supuesta seguridad doctrinal? 


Si yo estoy convencido, con convencimiento real, por pura gracia de Dios, de que Jesucristo es Dios y de que no hay salvación fuera de Él, ¿soy, por ello, un fundamentalista?  Estar seguro de algo... ¿es fundamentalismo? ¿Es fundamentalista aquel que ve un pato y dice: esto es un pato? ¿Lo es aquel que dice que 2 + 2 = 4?  Porque no se entiende la fe sin esa seguridad absoluta que proviene de Dios. ¿Cómo podemos llamar a esto elitismo narcisista y autoritario? Ni es elitismo, porque el amor de Dios está abierto a todos los que lo deseen, ni es narcisista, porque su interés es Jesús, ni es autoritario, porque respeta la libertad, como el mismo Jesús la respeta.


Ciertamente, cualquier cristiano con un mínimo de sentido común y que conozca las verdades elementales de su fe, debería darse cuenta de que el Papa está cometiendo graves errores en esas afirmaciones; y que estas cosas que dice no están en consonancia con el sentir de la Iglesia de veinte siglos ni con el mandato y el ejemplo de Jesucristo, el Fundador de la Iglesia Católica. 

Cuando Jesús comenzó su vida pública, sus primeras palabras, aquéllas que indicaban el sentido y la misión de su Vida, fueron: "Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos" (Mt 4,17). Y sus últimas palabras, una vez resucitado, antes de ascender a los cielos, fueron: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues,  y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20). 


Ésta es la misión que Dios, en la Persona de su Hijo, Jesucristo, encomienda a sus discípulos; una misión en la que deben consumir toda su existencia. Por todas partes aparece la idea de conversión de la gente, idea que Él predicó durante el tiempo que vivió entre nosotros, una conversión que supone arrepentimiento sincero de los pecados cometidos y un volverse hacia Él como la ÚNICA solución posible que tienen los hombres para salvarse. "En ningún otro hay salvación" (Hech 4,12). Solamente Jesucristo ha podido decir: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6), porque siendo un hombre como nosotros es también verdadero Dios. 
(Continuará)

viernes, 3 de enero de 2014

El Islam (3 de 3)

2"Los fundamentalismos de ambas partes" (n. 250 y 253)

Por último, hay dos aspectos que querría criticar. El primero es aquél en el que el Papa pone juntos a todos los fundamentalismos. En el n. 250 se dice: “Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partes”

El otro es la conclusión de la sección sobre la relación con el Islam que termina con esta frase: "Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia" (n. 253).

Personalmente, yo no pondría los dos fundamentalismos en el mismo plano: los fundamentalistas cristianos no llevan armas; el fundamentalismo islámico es criticado ante todo y precisamente por los propios musulmanes, porque este fundamentalismo armado busca reproducir el modelo mahometano. En su vida, Mahoma libró más de 60 guerras; ahora bien, si Mahoma es el modelo excelente (como dice el Corán en 33:21), no sorprende que algunos musulmanes usen su violencia a imitación del fundador del Islam.

3La violencia en el Corán y en la vida de Mahoma (n. 253)

Por último, el Papa menciona la violencia en el Islam. En el parágrafo 253 se lee: "el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia"Esta frase es bellísima, y expresa una actitud muy benévola del Papa hacia el Islam. Pero me parece que ella expresa más un deseo que una realidad. Que la mayoría de los musulmanes puede ser contraria a la violencia también puede darse. Pero decir que "el verdadero Islam es contrario a toda violencia" no me parece cierto: la violencia está en el Corán. Decir además que "una adecuada interpretación del Corán se opone a toda violencia" tiene necesidad de muchas explicaciones. Basta recordar los capítulos 2 y 9 del Corán.

Sin embargo, es verdad cuanto el pontífice afirma sobre el hecho que el Islam tiene necesidad de una "adecuada interpretación". Este camino ha sido recorrido por algunos eruditos, pero no es lo suficientemente fuerte para contrastar la que recorre la mayoría. Esta minoría de eruditos busca reinterpretar los textos coránicos que hablan de la violencia, mostrando que ellos están ligados al contexto de la Arabia de la época y estaban en el contexto de la visión político-religiosa de Mahoma.

Si el Islam quiere permanecer hoy en esta visión ligada al tiempo de Mahoma, entonces siempre habrá violencia. Pero si el Islam – hay un buen número de místicos que lo han hecho – quiere encontrar una espiritualidad profunda, entonces la violencia no es aceptable. El Islam se encuentra frente a una encrucijada: o la religión es un camino hacia la política y hacia una sociedad políticamente organizada, o la religión es una inspiración para vivir con más plenitud y amor. El que critica al Islam a propósito de la violencia no hace una generalización injusta y odiosa: muestra las cuestiones presentes, vivas y sangrantes en el mundo musulmán.

En Oriente se comprende muy bien que el terrorismo islámico está motivado religiosamente, con citas, oraciones y fatwa por parte de imanes que fomentan la violencia. El hecho es que en el Islam no hay una autoridad central que corrija las manipulaciones. Esto hace que cada imán se crea un mufti, una autoridad nacional que puede emitir juicios inspirados por el Corán, hasta llegar a ordenar que se mate.

CONCLUSIÓN: UNA "ADECUADA INTERPRETACIÓN DEL CORÁN"

Para concluir, el punto verdaderamente importante es el de la "adecuada interpretación". En el mundo musulmán, el debate más fuerte – que es también el más prohibido – es precisamente el de la interpretación del libro sagrado. Los musulmanes creen que el Corán salió de Mahoma, completo, en la forma que conocemos. No existe el concepto de inspiración del texto sagrado, la cual da espacio una interpretación del elemento humano presente en la palabra de Dios.

Tomemos un ejemplo. En tiempos de Mahoma, con tribus que vivían en el desierto, el castigo para un ladrón era cortarle la mano. ¿Para qué servía? ¿Cuál era la finalidad de este castigo? No permitir que el ladrón siguiera robando. Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo podemos salvaguardar hoy esta finalidad, es decir, que el ladrón no robe? ¿Podemos utilizar otros métodos en lugar del corte de la mano? Hoy todas las religiones tienen este problema: cómo reinterpretar el texto sagrado, el cual tiene un valor eterno, pero que se remonta a siglos o a milenios.

Cuando encuentro a amigos musulmanes, saco a la luz el hecho que hoy en día es necesario interrogarse sobre la "finalidad" (maqased) que tenían las indicaciones del Corán. Los teólogos y los juristas musulmanes dicen que se deben buscar las “finalidades de la Ley divina”. Esta expresión corresponde a lo que el Evangelio llama “el espíritu” del texto, en oposición a la “letra”. Es necesario buscar la intención del texto sagrado del Islam. 

Varios eruditos musulmanes hablan de la importancia de descubrir “la finalidad” de los textos coránicos para adecuar el texto del Corán al mundo moderno. Me parece que esto está muy próximo a cuanto el Santo Padre intenta sugerir al hablar de "una adecuada interpretación del Corán".

El Islam (2 de 3)

4El Corán se opone a todos los dogmas cristianos fundamentales

La figura de Cristo como segunda persona de la Trinidad es condenada. En el Corán se dice en forma explícita a los cristianos: "Oh, gente de la Escritura, no se excedan en su religión y digan de Dios nada más que la verdad. El Mesías Jesús, hijo de María, no es más que un mensajero de Dios, una de sus palabras que Él pone en María, un Espíritu [que proviene] de Él. Crean entonces en Dios y en sus mensajeros. No digan ‘Tres’, ¡deténganse! Será mejor para ustedes. En verdad Dios es un dios único. ¿Tendría un hijo? Gloria a Él (Corán 4:171). Los versículos contra la Trinidad son muy claros y no tienen necesidad de tantas interpretaciones.

El Corán niega la divinidad de Cristo: "Oh, hijo de María, ¿eres tú quien dijo a la gente: 'tomadme a mí y a mi madre como dos divinidades además de Dios'?" (Corán 5:116). ¡Jesús lo niega!

Por último, en el Corán se niega la Redención. Directamente se afirma que Jesucristo no murió en la cruz, sino que fue crucificado un doble: "No lo han matado, no lo han crucificado, sino que les pareció" (Corán 4:157). De este modo Dios salvó a Jesús de la malicia de los judíos. ¡Pero entonces Cristo no ha salvado al mundo!

En síntesis, el Corán y los musulmanes niegan los dogmas esenciales del cristianismo; la Trinidad, la Encarnación y la Redención. ¡Se debe agregar que éste es su derecho más absoluto! Pero entonces no se puede decir que "los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas". Se debe hablar simplemente del “Jesús coránico” que no tiene nada que ver con el Jesús de los Evangelios.

El Corán cita a Jesús porque pretende completar la revelación de Cristo para exaltar a Mahoma. En el resto, viendo cuánto Jesús y María hacen en el Corán, nos damos cuenta que ellos no hacen más que aplicar las oraciones y el ayuno según el Corán. María es ciertamente la figura más bella entre todas las presentadas en el Corán: es la Madre Virgen, que ningún hombre jamás ha tocado. Pero no puede ser la Theotokos [es decir, la madre de Dios]; más bien es una buena musulmana.

  LOS PUNTOS MÁS DELICADOS

1Ética en el Islam y en el cristianismo (252)

La última frase de este parágrafo de la "Evangelii gaudium" dice, al hablar de los musulmanes: "También reconocen la necesidad de responderle [a Dios] con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más pobres". Esto es verdad y la piedad hacia los pobres es una exigencia del Islam.

Pero me parece que hay una doble diferencia entre la ética cristiana y la musulmana.

La primera es que la ética musulmana no es siempre universal. Se trata a menudo de ayuda dentro de la comunidad islámica, mientras que la obligación de ayuda, en la tradición cristiana, es de por sí universal. Se nota, por ejemplo, cuando hay una catástrofe natural en alguna región del mundo, que los países de tradición cristiana ayudan sin considerar la religión de quien es ayudado, mientras que los riquísimos países musulmanes (los de la Península Arábiga, por ejemplo) no lo hacen en este caso.

La segunda es que el Islam liga ética y legalidad. El que no ayuna durante el mes de Ramadán comete un delito y va a la cárcel (en muchos países). Si cumple el ayuno previsto, desde el alba hasta la puesta del sol, es perfecto, aunque luego de la puesta del sol come hasta el alba del día siguiente, más y mejor que lo que come habitualmente: "se comen las cosas mejores y en abundancia", como me decían algunos amigos egipcios musulmanes. Parece que no hay otro significado en el ayuno si no es el de obedecer a la ley misma del ayuno. El Ramadán se convierte en el período en el que los musulmanes comen más, y comen las cosas más deliciosas. Al día siguiente nadie trabaja, dado que por comer nadie ha dormido. Pero desde el punto de vista formal todos han ayunado durante algunas horas. Es una ética legalista: si usted hace esto, usted está en lo justo. Es una ética superficial

Por el contrario, el ayuno cristiano es algo que tiene como fin aproximarse íntimamente al sacrificio de Jesús, a la solidaridad con los pobres y no es el momento en el que se recupera cuanto uno no ha comido.

Si alguno aplica la ley islámica, todo está en orden. El fiel no pretende ir más allá de la ley. La justicia es requerida por la ley, pero no es superada. Por eso, no está en el Corán la obligación del perdón. Por el contrario, en el Evangelio Jesús pide perdonar de modo infinito (setenta veces siete, cf. Mt 18, 21-22). En el Corán la misericordia no llega jamás al amor. 

Lo mismo vale para la poligamia: se puede tener hasta cuatro esposas. Si quiero tener una quinta, basta repudiar a una de las que ya tengo, quizás la más vieja, y tomar una esposa más joven. Al tener siempre sólo cuatro esposas estoy en la legalidad perfecta

Está también el efecto contrario, por ejemplo, para la homosexualidad: en todas las religiones es un pecado. Pero para los musulmanes, es también un delito que debería ser castigado con la muerte. En el cristianismo es un pecado, pero no un crimen. El motivo es obvio: el Islam es religión, cultura, sistema social y político; es una realidad integral. Es claramente así en el Corán. Por el contrario, el Evangelio distingue claramente la dimensión espiritual y ética de la dimensión socio-cultural y política.

Lo mismo vale para la pureza, como lo explica en forma clara Cristo a los fariseos: "No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino que es lo que sale de su boca lo que contamina al hombre" (Mt 15, 11).

El Islam (1 de 3)

En la exhortación apostólica "Evangelii gaudium" del 24 de septiembre del 2013, el Papa ha dedicado los dos siguientes parágrafos al diálogo con los musulmanes :  
   
«252. En esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam, hoy particularmente presentes en muchos países de tradición cristiana donde pueden celebrar libremente su culto y vivir integrados en la sociedad. Nunca hay que olvidar que ellos, «confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día final». Los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas; Jesucristo y María son objeto de profunda veneración, y es admirable ver cómo jóvenes y ancianos, mujeres y varones del Islam son capaces de dedicar tiempo diariamente a la oración y de participar fielmente de sus ritos religiosos. Al mismo tiempo, muchos de ellos tienen una profunda convicción de que la propia vida, en su totalidad, es de Dios y para Él. También reconocen la necesidad de responderle con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más pobres.

253. Para sostener el diálogo con el Islam es indispensable la adecuada formación de los interlocutores, no sólo para que estén sólida y gozosamente radicados en su propia identidad, sino para que sean capaces de reconocer los valores de los demás, de comprender las inquietudes que subyacen a sus reclamos y de sacar a luz las convicciones comunes. Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica. ¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales! Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia».
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El jesuita islamólogo Samir Khalil Samir el pasado 19 de diciembre de 2013 publicó en la importante agencia "Asia News" del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras una amplia nota de comentarios a estos pasajes de la "Evangelii gaudium" dedicados al Islam 

Aunque se trata de un comentario dividido en dos partes, de la primera parte entresaco lo que dice el Papa acerca de que los países musulmanes deben acoger a los cristianos: "¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales!" [lo que es completamente cierto]. En este artículo, sin embargo, me voy a fijar tan solo en la segunda parte del comentario del padre Samir, que se expone a continuación. Aparecen frases del Santo Padre, que luego son comentadas.
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PUNTOS DE LA "EVANGELII GAUDIUM" QUE REQUIEREN ACLARACIÓN

por Samir Khalil Samir
  

1. Los musulmanes "adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso" (n. 252)

Tomaré con cautela esta frase. Es verdad que los musulmanes adoran un Dios único y misericordioso. Pero esta frase sugiere que las dos concepciones de Dios son iguales. Por el contrario, en el cristianismo Dios es Trinidad en su esencia, pluralidad unida en el amor. Es un poco más que la sola clemencia y misericordia. Tenemos dos concepciones bastante diferentes de la unicidad divina. La musulmana caracteriza a Dios como inaccesible. La visión cristiana de la unicidad trinitaria subraya que Dios es Amor que se comunica: Padre-Hijo-Espíritu Santo, o bien Amante-Amado-Amor, como sugería san Agustín.

Además, ¿qué significa también la misericordia del Dios islámico? Que Él practica misericordia con quien quiere y no la practica con los que no quiere. "Dios hace entrar en Su misericordia a quien Él quiere" (Corán 48:25). Estas expresiones se encuentran en forma casi literal en el Antiguo Testamento (Ex 33, 19). Pero no se llega jamás a decir que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 16), tal como se expresa san Juan.

En el caso del Islam, la misericordia es la del rico que se inclina hacia el pobre y le concede algo. Pero el Dios cristiano es Aquél que desciende hacia el pobre para elevarlo a su nivel; no muestra su riqueza para ser respetado (o temido) por el pobre: se dona a sí mismo para hacer vivir al pobre.
              
2. "Los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas" (n. 252) (Véase apdo 4)

Es verdad en un cierto sentido, pero puede ser también ambiguo. Es verdad que los musulmanes retoman palabras o hechos de los evangelios canónicos, por ejemplo, el relato de la Anunciación se encuentra casi literalmente en los capítulos 3 y 19. Pero más frecuentemente el Corán se inspira en los relatos píos de los evangelios apócrifos, y no extraen el sentido teológico que se encuentra en ellos y no dan a estos hechos o palabras el sentido que tienen en realidad, no por malicia, sino porque no tienen la visión global del mensaje cristiano.
  
3. "Jesucristo y María son objeto de profunda veneración" (n. 252)

El Corán, según el Papa Francisco, se refiere a "Jesús y María como objeto de profunda veneración (n. 252)". A decir verdad, Jesús no es objeto de veneración en la tradición musulmana. Por el contrario, en el caso de María se puede hablar de una veneración, en particular por parte de las mujeres musulmanas, que van voluntariamente a los lugares de peregrinación mariana.

La ausencia de veneración para Jesucristo se explica probablemente por el hecho que, en el Corán, Jesús es un gran profeta, famoso por sus milagros a favor de la humanidad pobre y enferma, pero no es igual a Mahoma. Sólo por parte de los místicos se puede notar una cierta devoción, ellos lo llaman también "Espíritu de Dios".

En realidad, todo lo que se dice de Jesús en el Corán es lo opuesto de las enseñanzas cristianas. Él no es Hijo de Dios: es un profeta y basta. No es ni siquiera el último de los profetas, porque por el contrario el "sello de los profetas" es Mahoma (Corán 33:40). La revelación cristiana es vista sólo como una etapa hacia la revelación última, traída por Mahoma, es decir, el Islam.

lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Mundanidad espiritual? (José Martí)

Dando por hecho mi respeto y obediencia al Santo Padre, haciendo uso de mi recta razón y del discernimiento, que es tan necesario, y recomendado por él mismo, digo que no puedo entender cómo es posible que el Papa, representante de Cristo en la Tierra, esté lanzando casi continuamente críticas contra aquellos cristianos que intentan ser fieles a la Tradición y a la Verdad Revelada, realizando, a mi entender, juicios temerarios sobre ellos. Se me escapa, porque no es ya sólo en algunas homilías, sino incluso en su propia exhortación apostólica Evangelii Gaudium (puntos 93 a 97), de título "No a la mundanidad espiritual", y de la cual transcribo algunas frases, que luego comento:

93. La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: "¿Cómo es posible que creáis, vosotros, que os glorificáis unos a otros, y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?" (Jn 5,44).Es un modo sutil de buscar "sus propios intereses y no los de Cristo Jesús" (Fil 2,21) ... Por fuera todo parece correcto pero, si invadiera la Iglesia, 'sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral' [esta cita es de H. de Lubac].

94. Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas... La otra [la segunda] es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasadoEs una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar.

95... Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica.

97...Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla...¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!



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Sinceramente, debo decir que no comprendo el significado de todas estas palabras; primero porque algunas son de difícil inteligencia y, por otra parte, no sé, en realidad, a quién (o a quienes) se dirigen. Pero, si como parece, van dirigidas a aquellos que se mantienen fieles a la Tradición y a la Iglesia Católica, entonces lo entiendo menos:

¿Neopelagianismo cuando ponemos nuestra confianza completamente en Dios


¿Autorreferencial cuando adoramos a Dios


¿Prometeico, como si tuviéramos la exclusiva de poseer a Dios, siendo así que nos inclinamos humildemente ante Él y le pedimos por todos los hombres, empezando por nosotros mismos? (suponiendo que ése sea el significado de la palabra prometeico, pues esta palabra no aparece en el DRAE)


¿Es malo cumplir determinadas normas  si lo hacemos teniendo en cuenta lo que decía Jesús: "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15)? ¿O es que se da por supuesto que se trata de normas que no se cumplen por amor sino de modo farisaico?


¿Sentirnos superiores a los demás, autocomplacencia egocéntrica, disfrute espurio, apariencia de religiosidad y de amor a la Iglesia, tildados de fariseos, corruptos con apariencia de bien, modo sutil de buscar los propios intereses...? 


Pero "¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?" (1 Cor 2,11). Decía Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgadosNo condenéis y no seréis condenados" (Lc 6,37). 


¿Mundanidad, cuando precisamente nos separamos del mundo,  para estar con el Señor haciendo oración junto al Sagrario, donde Él se encuentra real y verdaderamente?


¿Que no evangelizamos cuando estamos junto al Señor y es de ahí de donde sacamos fuerzas para vivir como cristianos en un mundo pagano y que odia a Dios? ¿Acaso no es Santa Teresita de Lisieux patrona de las misiones siendo, como era, monja de clausura que no salió de su convento?


¿Estilo católico propio del pasado? ¿Qué quiere decir esto? El único estilo católico posible es el de parecerse a Jesús y amarlo con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra vida. "Para mí la vida es Cristo" (Fil 1,21) decía San Pablo. Este es el estilo de un cristiano de toda la vida. Aquí no se puede hablar de "pasado", porque "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8). 




¿Supuesta seguridad doctrinal? No, no es supuesta, es real y es total; y debe serlo, porque "sin fe es imposible agradar a Dios, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" (Heb 11,6). ¿Cómo no vamos a estar seguros del amor que Dios nos tiene y que se ha manifestado enviando a su Hijo, por amor a nosotros y para remisión de nuestros pecados? San Pablo lo tenía muy claro: "Sufro, pero no me avergüenzo, porque sé muy bien de quien me he fiado"  (2 Tim 1,12) Y aún decía más a su discípulo Timoteo: "Tú permanece firme en lo que has aprendido y creído, ya que sabes de quiénes lo aprendiste, y porque desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que conduce a la salvaciónpor medio de la fe en Cristo Jesús" (2 Tim 3,14-15). Y San Pedro: "Debéis saber que ninguna profecía de la Escritura depende de la interpretación privada, porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo, aquellos hombres hablaron de parte de Dios" (2 Pet 1,20-21). Los textos son innumerables. Nuestra seguridad procede de Dios, no de nosotros mismos; y es, además, pura gracia suya si es que la tenemos, y de lo que debemos estar inmensamente agradecidos.


Todo el Evangelio respira de esta seguridad. De no ser así, ¿cómo habría nadie que diera su vida por algo de lo que no está seguro? ¿Acaso no tenemos el testimonio de los mártires como demostración palpable de que esto es así? San Juan estaba muy seguro, con una seguridad y una confianza total en Jesucristo, seguridad que es propia del verdadero amor, del amor que se le tiene porque primeramente Él nos ha amado: "Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Si alguien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es Amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 14-16).


¿Cómo no vamos a estar seguros de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura, cuyo autor es el Espíritu Santo? [por supuesto, siempre interpretada correctamente a la luz del Magisterio de la Iglesia]. De manera que, en realidad, no tenemos por qué preocuparnos, aunque suframos. Sabemos que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16,18). Y siempre nos quedan estas consoladoras palabras de Jesús: "Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis sufrimientos. Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)
José Martí