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jueves, 13 de diciembre de 2018

El obispo de Buffalo ordena que destruyan las pruebas de un posible milagro eucarístico



Una Hostia consagrada que cayó accidentalmente al suelo en una iglesia de la diócesis de Buffalo, en Estados Unidos, empezó a sangrar después de que el sacerdote la dejara en agua para su disolución, pero el obispo Richard Malone, avisado del caso, ordenó que se deshicieran de la forma.

Durante una misa a finales de noviembre en la Iglesia de San Vicente de Springbrook, en la diócesis de Buffalo, en el estado de Nueva York, una Hostia consagrada cayó accidentalmente al suelo. El párroco, padre Karl Loeb, encarga a un diácono que la recoja y la sumerja en agua en un caliz de ablución para que se disuelva naturalmente, y la guarda en el sagrario. El 30 de noviembre, el padre Loeb descubre que de la Hostia emana un líquido rojizo. ¿Milagro? Nunca lo podremos saber.

Y es que, avisados inmediatamente por el padre Loeb, el obispo titular, Richard Malone, y su auxiliar, Edward Grosz, acuden a contemplar el caso e inmediatamente ordenan al párroco que se deshaga de la forma. “Cristo ya no está presente aquí”, dijo Su Ilustrísma para justificar su orden, que el sacerdote cumplió con marcada reticencia, no sin antes fotografiar el cáliz con la Hostia sangrante. Esa es, al menos, la historia que ha compartido una feligresa, Mary Ellen Sanfilippo, con Church Militant.

Los milagros eucarísticos no son frecuentes, pero tampoco absolutamente insólitos en la Historia de la Iglesia. Se supone que son una extraordinaria gracia para fortalecer la fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía, verdadero pilar de la práctica católica. Desde el milagro, en el siglo VIII, acaecido en Lanciano, donde la Hostia se convirtió en Carne viva y el vino consagrado en Sangre viva delante de los asombrados ojos del sacerdote -Hostia y vino sometidos en la actualidad a rigurosos análisis-, hasta el de Chirattakonam, en la India, se han dado numerosos de estos prodigios.

Por eso resulta sorprendente, por decir poco, que el obispo se haya negado, al menos, a investigar el incidente y, en su caso, descartar al menos la posibilidad del milagro. ¿Qué puede provocar este escandaloso desprecio por lo sobrenatural, o por la posibilidad de lo sobrenatural?

La Diócesis de Buffalo en general y el obispo Malone en particular han estado en el foco de los medios durante la crisis de la pedofilia clerical, como una de las diócesis menos transparentes en el manejo de los casos de abusos, y se acusa a Malone de haber mantenido en ejercicio a sacerdotes acusados de forma creíble de haber protagonizado abusos a menores.

Carlos Esteban