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domingo, 8 de diciembre de 2024

El brazo tonto del PSOE (por Carlos Esteban)




Apuntaba recientemente Hughes que el antisanchismo, además de mezquino como meta política, puede resultar ineficaz e incluso contraproducente, viendo que Sánchez, como un malvado de Marvel, parece alimentarse de la energía oscura de la crítica y la denuncia. Y tiene razón.

Pero yo ampliaría más el foco de la oposición necesaria para incluir al Partido Popular. Sostengo desde hace tiempo que el PP ha sido mucho más dañino para España que el PSOE, y que su desaparición para siempre de la escena política sería mucho más beneficiosa que la de los socialistas. Trataré de explicarme.

El PSOE es una banda, una mafia, una maldición. Tienen una historia criminal y un presente que no desentona, una ideología destructiva y la ética de una garrapata. Todo eso es cierto, diría que indudable, pero si el esquema ideológico funcionara, si España fuera, de verdad, esa cosa tan triste que es un bipartidismo, el PSOE tendría una contestación, un contrapeso. No podría cambiar España de modo que no la reconociese ni la madre que la parió, como auguraba certero Alfonso Guerra, porque de la cal del PSOE —viva o no— podríamos pasar a la arena del partido rival. El PSOE aprobaría sus políticas demenciales y suicidas durante sus mandatos, y el partido rival paliaría el daño en los suyos.

Pero el PP, en lugar de ser el representante de la derecha social que creen contra toda evidencia sus votantes, ha sido desde el inicio el cómplice necesario del PSOE, su comparsa, el payaso de las bofetadas, el brazo tonto del socialismo.

El PSOE defiende una ideología destructiva. El PP no tiene ninguna, es el partido nihilista. El PP es el escolar buenecito que, en el fondo de su corazón, admira al gamberro de clase y desearía ser como él, ser él. Y va a buscar, antes que la aprobación de quienes les votan, la de su admirado rival. Cuando el líder del PP, Alberto Núñez Feijoo, dijo haber votado al PSOE de Felipe González, no estaba confesando, sino presumiendo. Algo así, que en el PSOE sería inimaginable, entre peperos se considera normal, casi obvio. Son del PP porque, por lo que sea, no pudieron ser socialistas.

El mito del «PSOE bueno», la fantasía de que hubo una vez un partido socialista que no fue ladrón ni enemigo de España, que Felipe González fue un estadista, el Maestro Yoda de nuestra democracia, y no el capo de una banda, es un invento del PP que el PP necesita para justificar su pleitesía masoquista. Necesitan presentarse como oposición a efectos electorales, pero no renuncian a su embeleco enamorado, y en lugar de pintar para sí un glorioso mito de origen, lo crean para su supuesto rival.

Mariano Rajoy fue el presidente de gobierno con mayor poder institucional en España: mayoría absolutísima, poder autonómico mayoritario, el gobierno de las principales ciudades españolas. Y lo aprovechó para no cambiar una coma de las leyes ideológicas de Zapatero, incluida la que les presentaba a ellos mismos como herederos directos e irredentos de una dictadura, y mimar, incluso, a los medios que les escupían a diario hasta torcer la ley para favorecerles.

Debo reconocer que esta enfermedad de la derecha débil, de la derecha falsa de posguerra, no es exclusiva de España. David Cameron, antaño primer ministro conservador británico, confesó al acceder al poder que se sentía mucho más cercano al nefasto laborista Tony Blair que a Margaret Thatcher.

El PP es Moreno Bonilla. Bonilla dice del PSOE que es «un partido histórico y necesario en la democracia española», lo que no impedirá nunca al PSOE asegurar que Bonilla es un facha. propone destinar más de 3,5 millones de euros a CCOO y UGT en los Presupuestos de 2025, dos sindicatos de partido que les odian. Bonilla quiere ahora impulsar el «habla andaluza» en centros educativos, inventando un engendro para mayor gloria de chiringuitos de izquierdas.

Si no existiera el PSOE, España tendría, por fuerza, algún otro partido de izquierdas, con las mismas ideas disolventes y generadoras de miseria y recorte de libertades que son comunes a toda izquierda. En cambio, si no existiera el PP, si la Santa Transición no hubiera engendrado a esa engañifa, esa estafa ideológica que es el PP, nacido para desactivar la opinión conservadora en España y hacer digerible a la ciudadanía la ingeniería social del PSOE, España hubiera tenido la oportunidad de generar una auténtica derecha.


martes, 24 de octubre de 2023

El canciller alemán, Olaf Scholz, constata ahora el fracaso del multiculturalismo y señala que deben deportar «a gran escala» (Carlos Esteban)


Uno de los incontables lujos de ser de izquierdas es que puedes decir cosas que, en un político de cualquier otra ideología, te valdría la condena universal por fascista. El ejemplo más reciente de esta ley universal es el canciller alemán Olaf Scholz, socialdemócrata del SPD, quien abre el prestigioso semanario Der Spiegel con estas sorprendentes declaraciones: «Debemos deportar al fin a gran escala».

Después de más de un millón de extranjeros llegados al país desde el infausto momento en que Angela «Mutti» Merkel decidió invitar a todos los refugiados a instalarse en Alemania, el Gobierno germano ha necesitado ver las masivas manifestaciones en favor de Hamás en sus ciudades para darse cuenta de que el modelo cultural ha fracasado con consecuencias espantosas.

Porque ya no se trata de diluir completamente la cohesión social del país o de multiplicar la inseguridad ciudadana: ahora es una cuestión de seguridad nacional, reconoce Scholz en la entrevista concedida al semanario. Así que, añade, la solución final sería «deportar a gran escala a los que no tienen derecho a estar aquí». Y deprisa, añade.

Claro que quizá no sea la «cuestión de seguridad» lo único que haya movido al mandatario a tomar esta súbita decisión, en contradicción absoluta con la política de todos los partidos históricos del país; es más que probable que hayan influido en su ánimo consideraciones electorales: los soberanistas de Alternativa por Alemania (AfD) son ya la segunda fuerza del país, tras los democristianos de la CDU-CSU.

Casi tres cuartas partes de los alemanes consideran que la inmigración procedente de países islámicos supone un alto riesgo para la seguridad, según una encuesta de Insa encargada por el periódico Bild .

La encuesta encontró que el 71,1% de los encuestados cree que los inmigrantes de países con una fuerte influencia islámica representan un «riesgo de seguridad para Alemania». Por el contrario, sólo el 9,1% respondió negativamente. Otro 19,8% no respondió.

La encuesta también muestra que el 57,7% de los alemanes dicen estar convencidos de que hay «muchos» musulmanes en Alemania que apoyan el terrorismo contra Israel, mientras que el 18,1% rechaza esta afirmación. Otro 24,2% no dio respuesta.

Las marchas propalestinas, que se han convertido en violencia en algunas ciudades alemanas , han copado los titulares de todo el país en los últimos días.

Alemania no da ya abasto con la inmigración ilegal, que en los últimos meses ha vuelto a dispararse: en los primeros nueve meses de 2023 han llegado a Alemania 92.119 personas por la puerta de atrás, una cifra récord en los últimos siete años. En 2022, fueron 91.986, y en 2021, 57.637. El punto más alto se alcanzó con la infausta invitación de Merkel en 2016, cuando 111.843 inmigrantes entraron de golpe en Alemania, y eso sin contar a los inmigrantes legales.

Carlos Esteban

lunes, 9 de octubre de 2023

Burke y Müller: «El Espíritu Santo no puede contradecirse» (Carlos Esteban)



Hace algunas semanas, en vísperas del sínodo, uno de sus más conspicuos participantes, el jesuita norteamericano James Martin, acusó a los críticos de la asamblea sinodal de no creer en el Espíritu Santo, como si la Tercera Persona de la Santísima Trinidad fuera responsable todo lo que cualquiera proclame en su nombre.

Pero en una intervención en la cadena católica norteamericana EWTN, el ex Prefecto del Tribunal de la Signatura Apostólica, cardenal Raymond Burke, recordó lo evidente: Dios no puede contradecirse, y decir hoy lo contrario de lo que dijo ayer.

Burke cargó contra la continua referencia al Espíritu Santo en las decisiones de este Sínodo, señalando que “es el mismo que inspira a la Iglesia desde hace dos mil años y no se contradice. No puede haber inspirado durante dos mil años que algo es malo y ahora inspirar que es bueno».

Burke y su colega Gerhard Müller, antiguo prefecto para la Doctrina de la Fe, reiteraron para la EWTN, la doctrina de la fe e instaron a los católicos a resistir con fortaleza y permanecer en la única Iglesia de Cristo.

Los dos primeros actos del nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe , a saber, la publicación de la carta del Papa Francisco a la primera versión de la dubia de cinco cardenales y la respuesta a las preguntas del cardenal Dominik Duka sobre Amoris Lætitia, contradecían la enseñanza constante de la Iglesia sobre al menos un punto capital: el mal intrínseco de la sexualidad ejercida fuera del matrimonio legítimo. Estos documentos llevan la firma ex audientia de Francisco, pero no se encuentra en ellos la fórmula habitual: « el Sumo Pontífice NN, el…, aprobó esta Carta (o Instrucción/Decreto/Nota, etc.) y ha ordenado su publicación». El detalle es digno de mención y confiado a la reflexión de los canonistas.

“Permanezcamos con Cristo en la Iglesia”, implora Burke. “Aunque sea el Papa quien defiende lo falso, nosotros defendemos la verdad (…). Creemos que el Señor está llevando todo a buen fin. Mientras tanto el sufrimiento es terrible; En cualquier caso, no subestimo el sufrimiento de los católicos; No sé qué tan buen católico soy, pero también sufro. Pero debemos confiar en el Señor, permanecer con Él, no ir a otra parte». Y pone el ejemplo de la fortaleza de San Atanasio, quienes tuvieron que sufrir toda clase de castigos y sanciones para defender la fe. «Nosotros también debemos estar dispuestos a hacerlo», dijo el cardenal.

Müller habló del trato indigno que algunos obispos católicos están recibiendo por parte del Papa, como el obispo de Tyler, monseñor Strickland, mientras que abusadores sexuales, como Rupnik, disfrutan de su protección: «El obispo no es un delegado de la Papa». El Papa sólo puede intervenir cuando hay problemas graves, de carácter moral o doctrinal; «Es una vergüenza que los buenos obispos ortodoxos estén sujetos a estas presiones y que otros que están haciendo muchas cosas malas y son heterodoxos reciban una gran tolerancia por parte de Roma».

Carlos Esteban

viernes, 6 de octubre de 2023

Mis tres ‘dubia’ sobre Laudate Deum (un excelente artículo de Carlos Esteban)



La reciente exhortación Laudate Deum, anunciada como segunda parte de la encíclica ecológica Laudato sì, suscita, al menos en quien esto escribe, ciertas dudas que expongo a continuación.

Las dubia, como las sometidas recientemente al Papa por cinco cardenales sobre asuntos que conciernen al sínodo de la sinodalidad, son un procedimiento formal, previsto aunque excepcional, por el que se ruegan aclaraciones sobre un texto pontificio. Sus protagonistas suelen ser prelados, pero el propio Papa Francisco ha expresado en incontables ocasiones, y muy especialmente con el presente sínodo, su voluntad de que los laicos transmitamos nuestras preocupaciones y sugerencias, lo que me ha animado a exponer las presentes ‘dubia’.

Primum dubium. Incluso si la teoría del cambio climático antropogénico se revela como no solo cierta, sino incluso como una catástrofe de proporciones apocalípticas para todo el planeta, ¿es competencia del Santo Padre? La misión estricta del sucesor de Pedro es, según las Escrituras y la Tradición, “confirmar en la fe a los hermanos” como custodio del Depósito de la Revelación. ¿Pertenece a la Revelación el Cambio Climático y sus consecuencias?

Una vez más, partamos de la hipótesis (más que discutible, como veremos más adelante) de que, en efecto, la actividad humana está contribuyendo a un dramático cambio en el clima planetario. ¿Qué autoridad tiene la cabeza de la Iglesia Católica para disertar sobre el mismo, urgiendo a adoptar ciertas medidas sobre las que no es un experto? Incluso el más fiel de los católicos, si acepta las premisas de esta teoría, prestará naturalmente más atención a los mensajes de investigadores de primera línea y autoridades científicas.

Porque una cosa es incidir desde la Cátedra de Pedro en la obligación de todos los hombres, no solo los cristianos, de cuidar la Creación -un aspecto de la teología moral sobre el que, en cualquier caso, ni el Evangelio ni los Padres han dedicado especial atención-, y otra muy distinta es abrazar una hipótesis científica concreta que no guarda relación alguna con la fe.

Y esto me lleva directamente a la segunda cuestión:

Secundum dubium. En nuestra primera cuestión hemos partido, ex hypothesi, de que existe una certeza sobre la realidad de la teoría del cambio climático antropogénico. Pero eso está lejos de ser cierto. ¿Es prudente que el Santo Padre comprometa, como mínimo, el prestigio de la Sede Petrina, abrazando autoritativamente una hipótesis científica que bien podría revelarse errada en todo o en parte? ¿Tiene sentido dar la apariencia de un respaldo casi dogmático a un saber científico, por claro que aparezca a ojos humanos?

Antes de continuar conviene aclarar qué comporta la teoría del cambio climático antropogénico dominante ahora en el panorama internacional. Para no ser tachado de negacionista y arrojado a las tinieblas exteriores es necesario creer con fe cierta todas y cada una de las siguientes afirmaciones:

1. No basta afirmar que existe el cambio climático, que equivale a hablar del agua mojada o del fuego ardiente, porque la naturaleza del clima es el cambio. No: hay que creer en un cambio significativo y permanente del clima a escala planetaria, evidenciado sobre todo por un aumento de la temperatura media, mediante un mecanismo que implica el aumento de emisiones de determinados gases, muy especialmente el dióxido de carbono.

2. Asimismo hay que creer que este cambio de paradigma climático es debido a la actividad humana, muy especialmente a la actividad industrial.

3. Es también necesario creer que las consecuencias de este cambio son un mal sin mezcla de bien alguno. No es aceptable argumentar que el planeta ha vivido periodos bastante más cálidos que el actual, incluso en épocas históricas, y que las consecuencias han sido, en general, bastante positivas, como en el Óptimo Medieval, o que la tierra ha salido solo recientemente (en el siglo XIX) de una Pequeña Glaciación que ha durado siglos, por lo que podría considerarse, en forma impropia, que se está volviendo “a la normalidad”.

4. Por último, hay que creer que el fenómeno es reversible. Este último punto es de los más delicados, pero también de los más cruciales. Desde que se anunció este proceso, allá por los años ochenta del pasado siglo, se nos ha venido advirtiendo regularmente que nos quedaban X años para que no hubiera marcha atrás, pero en cada caso la fecha ha llegado, la catástrofe no se ha materializado y, como en las sectas milenaristas, los profetas han vuelto a atrasar la fecha del apocalipsis. La razón que aducen los negacionistas es que si alguna vez se declarara la irreversibilidad, las medidas draconianas que se nos quieren imponer no tendrían razón de ser.

Pero pese a que el Papa afirma que el consenso científico es casi absoluto, que los disidentes son una minoría ínfima y, sugiere, irrelevante, lo evidente es que ese no parece ser el caso.

La ciencia es un saber que avanza por confirmación física. Si las previsiones que se hacen a partir de una hipótesis no se cumplen, la hipótesis es falsa, al menos en alguna medida. Y muchas profecías se han incumplido; todas, de hecho.

Por otra parte, recientemente se hizo pública una declaración firmada por más de un millar de científicos asegurando que no estamos ante una emergencia climática. No hablamos de opinadores o aficionados: son investigadores de primera línea, y entre los firmantes figuran dos premios Nobel.

¿Pueden estar errados? Naturalmente. Pero eso no puede saberlo el Papa, que con esta exhortación se arriesga a comprometer el prestigio de la Sede Apostólica.

No está lejos en absoluto el repetido mensaje papal exhortando a la vacunación contra el covid, que declaró como un ‘deber moral’ y calificó de ‘acto de amor’. Las intenciones, incluso la lógica, de ese mensaje es impecable, pero solo si el tratamiento recomendado funcionaba exactamente como se anunció universal y repetidamente. No fue el caso. Los propios fabricantes confesaron que la ‘vacuna’ no pretendía detener la transmisión de la enfermedad -de hecho, no lo hacía-, negando así lo que la podía convertir teóricamente en un ‘acto de amor’. Por otra parte, aún es pronto para analizar todos los datos que van apareciendo sobre sus efectos secundarios en una minoría de sujetos, que quizá podrían hacerla poco aconsejable para una campaña universal.

Y, por último:

Tertium dubium. La Iglesia vive objetivamente un momento de crisis y confusión. La crisis es perfectamente medible con parámetros usados para cualquier realidad humana: número de católicos en Occidente, apostasías, vocaciones sacerdotales y religiosas, práctica de los sacramentos, desacuerdos doctrinales. Se mida como se mida, todos los factores apuntan no solo a una reducción de la Iglesia, sino a su irrelevancia como ‘sal’ de las sociedades donde habitan los cristianos.

Por otra parte, los principios de nuestra fe están en continua y ruidosa discusión, y la palabra ‘cisma’ aparece cada vez más a menudo en boca de los comentaristas, e incluso del propio Santo Padre.

Así las cosas, ¿tiene sentido, en este panorama, que el Papa dedique dos documentos magisteriales al ‘cuidado de la casa (material) común’, ignorando aparentemente la angustia de tantas almas? Al fin, el objetivo último de toda la estructura eclesial, la razón de ser de cada uno de sus elementos, es la salvación de las almas, no la supervivencia del planeta.

Carlos Esteban

jueves, 28 de septiembre de 2023

El obispo Schneider responde a los nuevos sedevacantistas: Francisco es el Papa (Carlos Esteban)




En los últimos días, y ante la inminencia de un sínodo que insinúa cambios en la doctrina, algunos personajes de alto perfil han postulado que Francisco no es el Papa. El obispo conservador Athanasius Schneider sale al paso de esa tendencia con una carta, que reproducimos a continuación, refutando esa postura.

No existe autoridad para declarar o considerar inválido a un Papa electo y generalmente aceptado como Papa. La práctica constante de la Iglesia hace evidente que incluso en el caso de una elección inválida, esta elección se perfecciona de hecho mediante la aceptación general del nuevo elegido por la abrumadora mayoría de cardenales y obispos.

Incluso en el caso de un Papa hereje, este no pierde automáticamente el cargo ni hay en la Iglesia organismo alguno que pueda declararle depuesto por herejía. Tales acciones se acercarían a una versión de la herejía conciliarista o episcopalista. La herejía del conciliarismo o episcopalismo dice básicamente que existe un organismo dentro de la Iglesia (Concilio Ecuménico, Sínodo, Colegio Cardenalicio, Colegio de Obispos), que puede emitir una sentencia jurídicamente vinculante sobre el Papa.

La teoría de la pérdida automática del papado debido a la herejía sigue siendo sólo una opinión, e incluso San Roberto Belarmino se dio cuenta de esto y no la presentó como una enseñanza del Magisterio mismo. El perenne Magisterio papal nunca enseñó tal opinión. En 1917, cuando entró en vigor el Código de Derecho Canónico ( Codex Iuris Canonici ), el Magisterio de la Iglesia eliminó de la nueva legislación la observación del Decretum Gratiani en el antiguo Corpus Iuris Canonici., donde se afirmaba que un Papa que se desvía de la recta doctrina puede ser depuesto. Nunca en la historia el Magisterio de la Iglesia admitió procedimiento canónico alguno de deposición de un Papa hereje. La Iglesia no tiene poder sobre el Papa formal o judicialmente. La tradición católica más segura dice que, en el caso de un Papa herético,los miembros de la Iglesia pueden evitarlo, resistirlo, negarse a obedecerlo, todo lo cual puede hacerse sin requerir una teoría u opinión que diga que un Papa herético pierde automáticamente su cargo o puede ser depuesto en consecuencia.

Por lo tanto, debemos seguir el camino más seguro ( via tutior) y abstenernos de defender la mera opinión de los teólogos (aunque sean santos como San Roberto Belarmino), que dice que un Papa herético automáticamente pierde su cargo o puede ser depuesto por la Iglesia.

El Papa no puede cometer herejía cuando habla ex cathedra, esto es un dogma de fe. Sin embargo, en su enseñanza ajena a las declaraciones ex cathedra, puede caer en ambigüedades doctrinales, errores e incluso herejías. Y dado que el Papa no es idéntico a toda la Iglesia, la Iglesia es más fuerte que un Papa singular y errado o herético. En tal caso, uno debe corregirlo respetuosamente (evitando la ira puramente humana y el lenguaje irrespetuoso), resistirlo como se resistiría a un mal padre de familia. Sin embargo, los miembros de una familia no pueden declarar depuesto de la paternidad a su malvado padre. Pueden corregirlo, negarse a obedecerlo, separarse de él, pero no pueden declararlo depuesto.

Los buenos católicos conocen la verdad y deben proclamarla, ofrecer reparación por los errores de un Papa equivocado. Siendo humanamente irresoluble el caso de un Papa hereje, debemos implorar con fe sobrenatural una intervención Divina, porque ese Papa singular descarriado no es eterno, sino temporal, y la Iglesia no está en nuestras manos, sino en las manos todopoderosas de Dios.
Debemos tener suficiente fe, confianza, humildad y espíritu de Cruz sobrenaturales para soportar una prueba tan extraordinaria. En situaciones tan relativamente cortas (en comparación con 2000 años) no debemos ceder a una reacción demasiado humana y a una solución fácil (declarar la invalidez de su pontificado), sino que debemos mantener la sobriedad (mantener la cabeza fría) y al mismo tiempo una verdadera visión sobrenatural y confianza en la intervención divina y en la indestructibilidad de la Iglesia.

Carlos Esteban 

martes, 5 de septiembre de 2023

¿”Juan XXIV”? ¿Y por qué no Pío XIII? (Carlos Esteban)



No es la primera referencia que hace Francisco a su supuesto sucesor llamándole ‘Juan XXIV’, aunque sea con ánimo jocoso. Pero la referencia es un indicio de que el Papa no espera demasiadas sorpresas del ‘Dios de las sorpresas’.

«En cuanto al viaje a Vietnam, si no voy yo, seguro que irá Juan XXIV”, ha dicho el Papa Francisco durante la última de sus temidas ruedas de prensa en vuelo de vuelta de su visita apostólica a Mongolia.

Y sí, de acuerdo, es una referencia sin demasiada importancia, dicha de forma humorística. Pero no deja de ser enormemente significativa. ¿De qué? De que, para Francisco, no hay realmente una ‘necesidad de estar abiertos a los cambios’, no se espera al ‘Dios de las sorpresas’, ni siquiera hay condena genérica al machacón ‘indietrismo’.

Si Francisco estuviera verdaderamente abierto a las sorpresas, no cabe duda de que la mayor sorpresa de un futuro cónclave no sería que eligiera a un Juan XXIV, sino a un Pío XIII.

Si Francisco creyera realmente en la bondad del cambio, en general; si de verdad lamentara la actitud de los ‘católicos rígidos’ por su incapacidad de aceptar el cambio, no se me ocurre cambio más radical en este momento que la recuperación de todo lo que ha significado durante siglos ser católico.

Si Francisco abominara de un ‘indietrismo’ genérico, de ese ‘mirar atrás’ que paraliza, no estaría tan empeñado en resucitar ese entusiasmo eclesial tan de su juventud, la espera de la primavera del posconcilio. De algún modo, los nostálgicos son quienes quieren recuperar algo que no conocieron, mientras que no es nostalgia desear volver a lo que se vivió en la propia juventud.

El Papa quiere cambios, pero en una dirección muy concreta, casi diríamos ‘rígida’, lo que es un modo de no querer realmente cambios, sino resultados concretos, tenerlo todo “atado y bien atado”, una de las obsesiones que muchos observadores han reconocido en Francisco.

Y esa es una de las grandes paradojas del Santo Padre, quizá la más llamativa: que el mismo Pontífice que no se considera condicionada por nada que hayan hecho sus predecesores -ni siquiera cuando siguen vivos- se empeñe con tan visible firmeza en hacer inmutable su ‘reforma’.

Carlos Esteban

martes, 29 de agosto de 2023

La presión sobre el Opus Dei perjudica a la Iglesia (Carlos Esteban)



El motu proprio que degrada las prelaturas personales es sólo la última pieza de una batalla contra el movimiento fundado por san Josemaría Escrivà de Balaguer, en la que el Papa se contradice yendo contra el Concilio y el principio de sinodalidad, escribe Riccardo Cascioli en La Nuova Bussola Quotidiana. Por su indudable interés, reproducimos el artículo.

(Richard Cascioli/La Brújula Cotidiana)-«¿Qué tiene el Papa contra el Opus Dei?», tituló recientemente Crisis Magazine , una influyente revista católica estadounidense. Pregunta que muchos se han hecho tras la enésima mortificación infligida al movimiento fundado por san Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928, el pasado 8 de agosto con un nuevo Motu Proprio el Papa Francisco modificó los cánones 295 y 296 del Derecho Canónico para «retroceder» las prelaturas personales asimilando «a asociaciones clericales públicas de derecho pontificio con facultad de incardinar clérigos». Y como la única prelatura personal existente es el Opus Dei, el objetivo del Papa es claro.

Hasta ese momento, las prelaturas personales estaban asimiladas a las diócesis, según lo establecido por el Concilio Vaticano II en el decreto Presbyterorum Ordinis en su artículo 10.

Se dijo que ésta era la enésima mortificación bajo este pontificado. De hecho, la batalla personal del Papa Francisco contra el Opus Dei ya comenzó en 2017 cuando se negó a consagrar obispo al nuevo prelado, monseñor Fernando Ocáriz, un claro signo de discontinuidad con pontificados anteriores. En efecto, recordamos que fue San Juan Pablo II quien elevó el Opus Dei a prelatura personal en 1982 con la constitución apostólica Ut Sit, al término de un minucioso trabajo de una comisión conjunta de canonistas que habían estudiado la mejor manera de asegurar el desarrollo del carisma del Opus Dei al servicio de la Iglesia. Y fue el propio San Juan Pablo II quien ordenó obispo al primer prelado del Opus Dei, monseñor Álvaro del Portillo, en enero de 1991, y luego, en 1995, también ordenó a su sucesor, monseñor Javier Echevarría Rodríguez.

La falta de nombramiento episcopal de monseñor Ocáriz fue el preludio de otros cambios; tomó algún tiempo pero llegó rápidamente con la reforma de la Curia Romana de marzo de 2022 (Constitución Apostólica Predicate evangelium ) seguida en julio por el Motu proprio Ad charisma tuendum que adapta las disposiciones: las competencias sobre las prelaturas personales pasan de la Congregación de los obispos a la del clero, y el prelado del Opus Dei no puede ser obispo (esto es una curiosidad, porque es el único sacerdote que no puede ser nombrado obispo por decreto).

Parecía que esto era el final, porque llegado a este punto el Opus Dei ha reformulado los Estatutos para adaptarlos a las nuevas disposiciones. Casi un año de trabajo y entre junio y julio la revisión fue entregada a la Santa Sede, sin saber que mientras tanto el Papa Francisco preparaba una nueva sorpresa que obligará ahora a los expertos de la Obra a revisar una vez más los Estatutos.

Pese a ello, la reacción oficial – en consonancia con la espiritualidad del movimiento – es de total colaboración: «Acogemos con sincera obediencia filial las disposiciones del Santo Padre – escribió monseñor Ocáriz a los aproximadamente 90.000 miembros de la Obra – y os pido para mantenernos, también en esto, todos muy unidos. Seguimos el mismo espíritu con el que san Josemaría y sus sucesores aceptaron cualquier decisión del Papa sobre el Opus Dei. Siendo la Obra una realidad de Dios y de la Iglesia, el Espíritu Santo nos guía en todo momento».

Si este es el espíritu con el que los miembros del Opus Dei viven estas circunstancias, lo cierto es que las decisiones del Papa han suscitado perplejidad y oposición, como lo demuestra la intervención de la canonista Geraldina Boni: en un artículo publicado en el sitio web del Centro Studi Livatino la Boni cuestiona la última decisión del 8 de agosto porque asimilar las prelaturas personales a las asociaciones clericales va en contra de la voluntad de los padres conciliares y pone en riesgo el «auténtico carisma».

No se trata de discusiones teóricas, sino de una restricción concreta a la autonomía del movimiento y de la posibilidad de llevar a cabo su misión. Un caso emblemático es el del santuario mariano de Torreciudad, en España: construido en los años 60 por voluntad de san Josemaría, se ha convertido en destino de cientos de miles de peregrinos, que siempre han encontrado sacerdotes de la Obra para acogerlos. Pero ahora el obispo local ha expropiado efectivamente al Opus Dei el santuario, asumiendo su administración; y a partir del próximo 1 de septiembre lo gestionará un sacerdote designado por el obispo.

En cualquier caso, el tema de la conservación del carisma del Opus Dei preocupa también al profesor Luis Felipe Navarro, rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, que recuerda a La Bussola cómo en el origen del Opus Dei está la «llamada universal a la santidad, santificando las realidades temporales, a través del trabajo y la familia». “El carisma del Opus Dei es laico – explica el profesor Navarro – la gran mayoría de sus miembros son laicos, casi todos casados. Y un punto importante que subraya san Josemaría es que todos los miembros son iguales, no hay miembros de la serie A y de la serie B, los laicos tienen la misma importancia que los sacerdotes». Entonces, ¿cómo se concilia esto con la asimilación a las asociaciones clericales? «Este será el trabajo a realizar en la revisión de los Estatutos,para hacer posible la preservación del auténtico carisma en las nuevas circunstancias», afirma Navarro, que no obstante se muestra confiado en el resultado.

Sin embargo, la tarea no es fácil porque se tiene la sensación de que el objetivo fundamental de la Santa Sede es -carisma o no- el de someter al Opus Dei a estricto control, tendencia que se observa también en otros movimientos eclesiales. Pero el movimiento fundado por san Josemaría Escrivà de Balaguer goza de especial atención, tanto porque es el único al que se ha erigido en prelatura personal como porque tiene que pagar por una especie de «leyenda negra» contra él, que inspiró las «fantasías» de Dan Brown.

Y ciertamente tiene muchos enemigos en el Vaticano y, sobre todo, en el círculo íntimo del Papa, hasta el punto de que, para atacar al Opus Dei, el Papa Francisco se contradijo en al menos dos principios centrales de su pontificado. En primer lugar, la aplicación del Concilio: como hemos recordado, la institución de la prelatura personal y su asimilación a las diócesis había sido una intuición conciliar, que antes no existía. El motu proprio del 8 de agosto trastoca por completo lo que los padres conciliares querían con la prelatura personal, es decir, un instrumento más eficaz en la perspectiva pastoral de la misión en todo el mundo.

Además, la forma en que han madurado estos pasajes es la negación de la sinodalidad , que dentro de poco más de un mes será el tema del Sínodo. De hecho, si la creación de una prelatura personal supuso un largo diálogo y un trabajo conjunto entre expertos de la Obra y de la Santa Sede, las decisiones del Papa Francisco se tomaron por mandato, ciertamente madurado en un pequeño círculo de asesores que no sentían necesario el diálogo ni ‘compartir el camino’ con los líderes del Opus Dei.

Carlos Esteban

sábado, 10 de junio de 2023

El hielo ártico desaparecerá en la próxima década, como ya hizo en 2014 (Carlos Esteban)



Es comprensible que la gente esté ya hastiada de oír hablar del relato o la narrativa, tanto hemos tenido que citarlo los comentaristas todos estos años. Pero es que sigue explicándo casi todo lo importante que ocurre a nuestro alrededor, especialmente en lo que se refiere al Cambio Climático, la excusa universal para cualquier medida de control, pérdida de derechos y empobrecimiento generalizado. Y es relato, y sólo relato, por lo inmune que resulta a la realidad comprobable.

La última noticia, de The New York Times, es que «El verano ártico podría estar prácticamente libre de hielo marino para la década de 2030», un titular que hubiera ganado mucho si añadiera «otra vez». La afirmación es del zar norteamericano para el clima, el exvicepresidente John Kerry, del que ya informamos recientemente que ha reprochado a los agricultores que atenten contra el clima produciendo alimentos.

El caso es que la afirmación nos suena. Sí, fue en 2009, pueden comprobarlo en Youtube, cuando el propio Kerry, junto al multimillonario Al Gore —vicepresidente con Bill Clinton—, predijeron ese mismo resultado… para 2014. ¿Se acuerdan de cuando desaparecieron los casquetes polares? Yo tampoco.

Mientras, en el mundo real, el Ártico pasa su mes de mayo más frío desde que hay registros. Cualquiera diría que, lejos de calentarse, el Polo Norte se está enfriando a pesar del CO2 antropogénico.

Pero no nos distraigamos con esas menudencias, porque hay cosas que sí han cambiado, y muy señaladamente. Por ejemplo, cuando el profeta del apocalipsis climático Al Gore se presentó como candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos en 2000, su fortuna personal ascendía a 1.7 millones de dólares. Hoy, gracias a su apostolado climático, se estima en 313 millones. A eso le llamo yo una verdad incómoda.

Desde que, a finales de los ochenta, Margaret Thatcher considerase una brillante idea para quebrar la resistencia de los sindicatos mineros dar pábulo y promocionar la teoría de un oscuro científico sueco, el cambio climático antropogénico se ha convertido en la gallina de los huevos de oro para el estamento globalista, para los gobernantes sedientos de control, para los pícaros de las finanzas, para los políticos sin programa electoral o para los líderes ansiosos por ocultar una penosa gestión económica. 

Del Papa al último concejal, de actores deseosos de notoriedad a fabricantes de molinillos, de una cínica China que contamina más que nadie pero quiere empobrecer a su rival occidental a una Comisión Europea empeñada en diluir la soberanía de los países de la UE, todos se dicen adeptos del nuevo dogma climático, que sirve para todo. El cambio climático explica las grandes migraciones, el aumento de la violencia de género, el terrorismo y, probablemente, el suspenso en Matemáticas de su vástago.

Hay una simple regla en esto, para orientarse en medio de la maraña de propaganda, y es observar, no lo que dicen, sino lo que hacen. Por eso la fotografía perfecta en esto es la que ilustra el artículo de Pedro Fernández Barbadillo, «Las Maldivas, a las que el cambio climático iba a «dejar bajo el Índico» en 2018, inauguran su nuevo aeropuerto al nivel del mar». Hace ya años que estás islas, planas como folio, deberían haber desaparecido a juicio de los profetas calentólogos. Pero ahí siguen, construyendo aeropuertos a un palmo del mar, suponemos que por puro masoquismo.

Carlos Esteban

miércoles, 7 de junio de 2023

Filósofo católico denuncia el “pavoroso silencio” de las cardenales ante el ‘colapso’ eclesial (Carlos Esteban)



El profesor Josef Seifert, colaborador de San Juan Pablo II, urge a los cardenales de todo el mundo para que ‘no sigan observando pasivamente un desplome de la Iglesia que solo puede prevenir la intervención divina’.

Seifert habló recientemente con el vaticanista Edward Pentin, del National Catholic Register sobre la crisis dentro de la Iglesia Católica, que, en opinión de este hombre de confianza de Juan Pablo II, alcanza los niveles más altos de la jerarquía.

“Veo un peligro terrible de colapso total de la Iglesia Católica en muchos países y, de hecho, de su destrucción total en algunas áreas del mundo”, dijo Seifert, “aunque la misma Verdad nos ha dicho que las puertas del infierno nunca prevalecerán contra la Iglesia.”

El profesor de Filosofía señala que, tras la promulgación de Amoris Laetitia, Francisco “comenzó a poner en duda, o incluso a negar, los contenidos esenciales de las Sagradas Escrituras y la enseñanza de la Iglesia”.

Pablo VI había resistido una “tremenda presión” para seguir el ejemplo de los anglicanos al permitir la anticoncepción, y “el Espíritu Santo lo impidió”, dijo Seifert, lo que condujo a la Humanae Vitae. Pero con Amoris Laetitia de Francisco, los frutos de esa encíclica crucial están, para Seifert, en entredicho. “Me parece incomprensible que ninguno de los cardenales, quitando los cuatro que presentaron las dubia, hablara claramente contra tales errores y contra el eclipse de la enseñanza católica”. Estamos como durante la crisis arriana, cuando un obispo, San Atanasio, y muchos laicos, se lanzaron a la defensa de la verdad y fue necesario que incluso miseri laici [nosotros, los miserables laicos] defendieran la verdad.

Sus comentarios se produjeron como añadido a una carta publicada recientemente, escrita y enviada en privado a un cardenal hace más de dos años, pero que solo se emitió públicamente el 30 de abril. En la carta, Seifert criticó al cardenal, aún no identificado, por describir las críticas al Papa Francisco como “un gran mal que debe ser erradicado”.

Carlos Esteban

viernes, 2 de junio de 2023

Un mes para celebrar dos pecados capitales (Carlos Esteban)



Para la Iglesia, junio es el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, pero como cualquiera está forzado a contemplar por todas partes, en la religión tácita del mundo es el mes dedicado a celebrar incesantemente y desde todos los ricos dos pecados capitales: la soberbia (orgullo) y la lujuria.

Al principio fue un día, el Día del Orgullo Gay. Luego fue una semana, ya estamos en un mes. A todo ello tenemos que sumar incontables ‘días internacionales’ consagrados a los más variados aspectos de la mafia lavanda: día de la visibilidad, día de la transexualidad, día de las familias LGTBETC… Y aún hay algún bromista tratando de convencernos de que vivimos en estados laicos.

El ‘orgullo’ es fiesta grande, fiesta de cumplir, de la religión oficial, y para entenderlo en su agobiante totalitarismo basta con que usted, lector, sustituya cada bandera arcoiris que vea en ayuntamientos, embajadas, logos de multinacionales, institutos oficiales y todo el espacio público en general con imágenes del Sagrado Corazón. Imagine una bandera del Sagrado Corazón colgando en su ayuntamiento o adaptado al logo de Amazon o Apple. Sería difícil pretender que no tenemos una religión oficial.

El problema no es que el mundo tenga sus propias causas, ajenas a la cosmovisión católica; el problema es, por una parte, la imposibilidad de escapar del incesante mensaje; por otra, el hecho de que no se celebra algo meramente distinto, sino lo que durante milenios, toda la historia de la humanidad, se ha considerado, en el más benigno de los casos, como algo socialmente indeseable.

Pero, sobre todo, lo más peligroso es cómo un clero que desde el pasado concilio ha estado buscando su adaptación al mundo está dejando que esta perniciosa ideología penetre e infecte el mensaje de la Iglesia.

Tenemos el camino sinodal alemán, que ya ‘bendice’ la sodomía estable, o el propio sínodo de la sinodalidad, en cuyo documento inicial ya se insinúa un revisionismo de la doctrina en este aspecto. Y tenemos las decenas de celebraciones eucarísticas presididas por la omnipresente bandera y dedicadas explícitamente al ‘colectivo’, así como los más mediáticos sacerdotes para quienes el proselitismo del Evangelio es el peor de los pecados, salvo que se trate de su contraevangelio LGTBI

Carlos Esteban

miércoles, 3 de mayo de 2023

Suspenden ‘a divinis’ a sacerdote italiano por criticar Amoris laetitia (Carlos Esteban)







El padre Tullio Rotondo, sacerdote italiano, ha sido suspendido ‘a divinis’ por su obispo, lo que le impide administrar los sacramentos, por un libro en el que critica la exhortación postsinodal Amoris laetitia por defender lo que ha sido la postura de la Iglesia durante toda su historia.

El primer documento de trabajo que se hizo público sobre el sínodo de la sinodalidad escandalizó a no pocos fieles porque en él se dejó claro que la asamblea sinodal iba a debatir asuntos que son ya parte del Depósito de la Revelación y para los que holgaba todo debate. Sin embargo, se nos dijo que no debíamos temer el diálogo sobre cosa alguna.

Otra cosa, en cambio, es criticar cualquier cosa que haya salido de la pluma del actual pontífice. En tal caso, la reacción es fulminante e implacable. Ni escucha atenta, ni diálogo ni apertura al ‘diferente’: toda la capacidad punitiva de la Iglesia caerá sobre el osado.

Que se lo digan, si no, al padre Tullio Rotondo, suspendido a divinis por su obispo por haber publicado un libro contra los errores del Papa Francisco contenidos en su exhortación postsinodal Amoris Laetitia de 2016.

Rotondo ha concedido una entrevista a LifeSite en la que explica en detalle los argumentos de su libro, titulado La traición de la sana doctrina a través de Amoris laetitia. Cómo el Papa Francisco y algunos de sus colaboradores están difundiendo una moral contraria al depósito de la fe. El libro destaca “varios errores que el Papa y algunos de sus asociados están difundiendo respecto al Sacramento de la Confesión, la conciencia moral, la Ley Moral y la pena de muerte”, según Rotondo.

El sacerdote no ha perdido la paz por la implacable medida de su obispo, más bien al contrario.

“Es un momento muy feliz en mi vida, porque, como decían los Apóstoles, me alegro de poder sufrir algo con Cristo y por Cristo, por Su Verdad. Estoy en paz interiormente y siento que he encontrado mi vocación”. Se negó a retractarse de su libro cuando su obispo, Camillo Cibotti de la Diócesis de Isernia-Venafro, le dijo que lo hiciera.

El decreto menciona explícitamente la “desobediencia al propio ordinario” e invoca el can. 1371 del Código de Derecho Canónico, que establece que el sacerdote que “persiste en la desobediencia después de una advertencia” puede ser castigado.

En una explicación de su libro publicado por el periodista italiano Aldo Maria Valli, Don Rotondo explicó en junio de 2022 su comprensión de la obediencia: “Preciso al respecto que algunos cristianos, evidentemente incompetentes, creen, también por una interpretación incorrecta de los textos bíblicos, que la obediencia cristiana consiste en hacer siempre lo que dice el superior, sobre todo si es el Papa, y por eso lo señalan como desobediente. cualquiera que se oponga a las declaraciones y decisiones del Pontífice; estos cristianos necesitan que se les recuerde que su concepción de la obediencia es en realidad “nazi” y no cristiana. El cristiano debe ante todo obedecer al Supremo Superior que es Dios y por tanto debe someterse a las indicaciones y mandatos de los demás superiores sólo en la medida en que estas indicaciones y mandatos no se opongan a los divinos. Santo Tomás es muy claro en este punto”.
 
Carlos Esteban

martes, 2 de mayo de 2023

Traditionis custodes sigue haciendo su labor de acoso y derribo (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


En Savannah, Georgia, el obispo pone fin a un cuarto de siglo de misa tradicional a partir de 20 de mayo. En Glasgow, Escocia, una parroquia con una próspera comunidad tradicional ha recibido la orden de cancelar todas sus misas públicas casi de inmediato de 2023.

Dicen que Einstein definía la locura como aplicar idénticas causas esperando distintas consecuencias. Todo el postconcilio ha sido una reiteración perpetua de esa definición. Podía, quizá, parecer razonable a los padres conciliares que la actualización del milenario rito de la Misa, centro de la vida cristiana, diseñando uno nuevo en un despacho, atraería a un mayor número de fieles. El resultado es tan evidente y catastrófico que llamarlo ‘el elefante en la habitación’ se queda corto: es más como un mastodonte.

Pero, por lo visto, da igual. Si la solución diseñada en la torre de marfil no produce el efecto deseado, hay que insistir y doblar la dosis.

Es la parábola de Bud Light, una marca de cerveza popular en la clase obrera americana, que ha decidido hacer de un ‘influencer’ presuntamente transexual su imagen. El tipo en cuestión, Dylan Mulvaney, hace de su vida pública una verdadera parodia de la feminidad en sus peores estereotipos, actuando como una quinceañera particularmente tópica.

Los usuarios de Bud Light lo han tomado como lo que es, un insulto y un desprecio, y han iniciado un boicot que ha hundido las ventas y la cotización bursátil de la marca. Es un caso clamoroso de lo que sucede cuando ignoras a tu público objetivo y pretendes sermonearle para que se convierta en otra cosa.

La Iglesia, lo hemos repetido a menudo, no es una empresa comercial. Pero responde, en su aspecto humano, a mecanismos similares. Los fieles adeptos a la Misa Tradicional, es cierto, suponen una proporción ínfima, desdeñable, del pueblo católico. Pero también es cierto que es un grupo con un crecimiento exponencial, en un momento en el que la práctica de la fe se hunde en todo el mundo occidental. ¿Qué sentido tiene atacarlos?

Incluso entre los no tradicionales, el acoso produce una penosa impresión, especialmente cuando las opiniones heterodoxas de teólogos y prelados y las celebraciones irreverentes hasta el extremo del Novus Ordo alcanza niveles difícilmente parodiables. Nadie entiende bien ese centrar el ánimo punitivo de la jerarquía en un grupo tan poco amenazante en todos los sentidos, el numérico y el doctrinal.

Carlos Esteban

viernes, 20 de enero de 2023

Un arzobispo americano habría visto el texto del rumoreado documento contra la Misa Tradicional (Carlos Esteban)



El rumor de que podría promulgarse un documento papal apretando las tuercas de Traditionis custodes contra la Misa Tradicional podría perfectamente acabar en agua de borrajas. Pero el documento, insinúa Robert Moynihan, fundador y editor en jefe de la revista Inside The Vatican, existe.

Y lo ha visto, al menos, un arzobispo estadounidense. Al menos es lo que cuenta Moynihan, basándose en un correo que habría recibido recientemente y que viene encabezada con la siguiente frase, muy reveladora: «Como ambos sabemos, no hay verdaderos ‘secretos’ en Roma».

Moynihan, aunque no lo nombra, conoce al autor, un sacerdote que le confirma que un arzobispo habría visto el borrador del documento que impondría aún más restricciones a la celebración de la Misa Tradicional, visto que muchos obispos se han tomado en serio su papel de “custodios de la Tradición” y han hecho con su capa un sayo con respecto al motu proprio papal.

Bien, es posible. El Papa dejó en manos de los obispos la aplicación del motu proprio, convencido, podemos suponer, de que su voluntad se cumpliría en toda su amplitud, y no ha sido así.

No totalmente ni en todas partes, al menos. El Rito Tridentino es prácticamente desconocido en la Iglesia universal de hoy, por lo que su liberalización o prohibición carecería, en principio, de interés para el mundo católico, salvo en tres países: Estados Unidos, Francia e Inglaterra.

En Estados Unidos, el motu proprio Summorum pontificum tuvo un efecto significativo en la proliferación de Misas tradicionales en un fenómeno con cierto peso en determinadas diócesis. Y algunas de esas mismas diócesis no están por la labor de cargar contra un sector de fieles aún reducido pero en constante crecimiento, mientras ven desvanecerse los fieles de las parroquias Novus Ordo. Así que han renovado los permisos, como si el motu proprio no fuera con ellos, o lo han aplicado con la interpretación más laxa imaginable.

Y Francisco, sabemos, no lleva bien que se opongan a sus deseos. Ya tuvo monseñor Roche, su hombre para la Liturgia, que apretar un poco más las tuercas con un ‘responsum’ en el sentido más restrictivo del documento. Pero, al parecer, no ha sido suficiente.

Pero todo este revuelo, que en principio afecta a un número reducidísimo de fieles, ha acabado por desbordar el ámbito del especialista o el directamente interesado. Muchos fieles que nunca han pisado un templo en el que se celebrara una Misa tradicional han empezado a preguntarse a qué viene esa súbita obsesión con un grupo de adeptos que no hacen mal a nadie y solo quieren adorar como ha hecho la Iglesia Militante durante siglos.

Con la de problemas gravísimos que aquejan a la Iglesia, ¿por qué se preocupa tanto el Papa por un grupúsculo fiel a la doctrina que no hace más que crecer? Mientras no se disciplina a los numerosísimos sacerdotes que hacen mangas y capitorotes con las rúbricas de la Misa Novus Ordo, ¿a qué viene esa obsesión con quienes quieren asistir a una Misa dicha con reverencia y aprobada por la Iglesia?

Carlos Esteban

martes, 3 de enero de 2023

Gänswein: Benedicto leyó Traditionis custodes con “dolor en el corazón” (Carlos Esteban)



El motu proprio de Francisco Traditionis custodes, que venía a derogar la liberalización de la Misa Tradicional concedida por Benedicto XVI en Summorum Pontificum de catorce años antes, dolió al Papa Emérito, confiesa su secretario y amigo el arzobispo Georg Gänswein en declaraciones a Die Tagespost.

Benedicto leyó Traditionis custodes «con dolor en el corazón», asegura Gänswein. En este decreto, Francisco restringió drásticamente las posibilidades para la celebración de la llamada Misa Antigua que su antecesor había decretado en 2007.

Gänswein describió esta medida como un «golpe» para el Papa jubilado. Benedicto XVI Con su reforma de 2007, quería asegurar que los seguidores de la Misa Antigua, que encuentran su hogar en esta forma de liturgia, «encuentren su paz interior», dijo el arzobispo. También quería «alejarlos de Lefebvre», el excomulgado fundador de la Fraternidad Pio X.

Gänswein dijo que la Misa Antigua había sido la «fuente de su vida espiritual» para muchas personas durante siglos, «alimento para muchos santos». No podía imaginar «que esto es algo que ya no es bueno». Tampoco debe olvidarse que esto también se aplica a muchos jóvenes «que ya no entienden realmente todo el alboroto sobre el Consejo». Él, Gänswein, «no se sentía muy cómodo quitándole este tesoro a la gente».

El secretario personal de Benedicto XVI ha escrito un libro en el que pretende contar la verdad contra las “calumnias flagrantes”, las “maniobras oscuras”, los misterios y los escándalos que mancillaron la reputación de un pontífice mejor conocido por su histórica renuncia.

“Nada más que la verdad: Mi vida al lado del Papa Benedicto XVI” del arzobispo Georg Gaenswein está siendo publicado este mes por el sello Piemme del gigante editorial italiano Mondadori, según un comunicado de prensa.

Según Piemme, el libro de Gaenswein contiene “un testimonio personal sobre la grandeza de un hombre afable, un gran erudito, un cardenal y un papa que hizo la historia de nuestro tiempo”. Pero dijo que el libro también contenía un relato de primera mano que corregiría algunos aspectos «malentendidos» del pontificado, así como las maquinaciones del Vaticano.

“Hoy, tras la muerte del Papa emérito, ha llegado el momento de que el actual prefecto de la casa pontificia cuente su propia verdad sobre las flagrantes calumnias y oscuras maniobras que han intentado en vano ensombrecer el magisterio y las acciones del pontífice alemán. ”, decía el comunicado de prensa.

Carlos Esteban



Benedicto XVI y Traditionis Custodes

Duración 1:33 minutos

lunes, 2 de enero de 2023

La profecía de Benedicto (Carlos Esteban)



En una fecha ya tan lejana como 1968, recién terminado aquel concilio del que se esperaba una ‘primavera eclesial’, cuando aún no era siquiera obispo, Joseph Ratzinger compartió su sorprendente visión sobre el futuro de la Iglesia: “Tendremos sacerdotes reducidos al papel de trabajadores sociales y el mensaje de fe reducido a una visión política. Todo parecerá perdido, pero en la fase más dramática de la crisis, la Iglesia renacerá. Será más pequeña, casi catacumba, pero más santa”.

Es un proceso que ya estamos viviendo, siquiera en sus primeras fases, ocultado en parte por la inercia y la gradualidad del fenómeno. El sueño de la masonería, de la Ilustración y del marxismo está a punto de cumplirse. Pero lo que llegue, me temo, va a ser muy distinto de lo que muchos esperan.

Nunca en la historia hemos vivido algo así, con lo que es imposible calcular sus consecuencias. Occidente fue pagano durante milenios, luego cristiano. Pero el cristianismo cultural, social, no es un paréntesis, no va a volver el paganismo, sino el postcristianismo, que es un vacío.

En su ingenuidad, cuando Voltaire firmaba con su feroz ‘Ecrassez l’infame!”, los ilustrados confiaban que al reinado de la fe le sucedería el triunfo de la razón. Ninguno de ellos, ninguno de los grandes nombres de ese tiempo, llegaron a ver entronizada a una actriz de variedades entronizada en Notre Dame como la Diosa Razón ni el terrible baño de sangre que trajeron ‘las Luces’.

Hoy la influencia social del cristianismo es pequeña y disminuye a toda velocidad, pero resultaría sarcástico concluir que lo que gobierna hoy nuestras sociedades es ‘la Razón’. La naturaleza aborrece el vacío, y al desvanecerse de los principios cristianos le está sucediendo otra dogmática, otro culto, y la más desnuda adoración al puro poder.

Muchos quieren ver en esta paulatina reducción de los cristianos a un ‘pusillus grex’, un rebaño diminuto e insignificante, sin influencia social alguna, el anuncio del final de los tiempos. Es, claro, perfectamente posible. Siempre lo es. Pero si Cristo insistió en que no sabemos “el día ni la hora” y en que el fin llegará como un ladrón debe significar que vamos a equivocarnos muchas veces de fecha.

Puede perfectamente tratarse, como parecen insinuar las palabras de Ratzinger, de un volver a empezar de cero, de una vuelta a las catacumbas, sí, pero recordando que en las catacumbas se forjó una fe que convirtió a todo un imperio.

Carlos Esteban

domingo, 1 de enero de 2023

El futuro de la Iglesia sin el papa emérito (Carlos Esteban)



Es, en un sentido, triste que un papa que ha aportado un legado teológico e intelectual tan espectacular a la Iglesia y ha seguido durante su reinado con tanta prudencia su misión, heredada de su predecesor, de enderezar el rumbo de la barca de Pedro, medio extraviada en la tormenta posterior al Concilio Vaticano II, vaya a pasar a la historia no tanto por el contenido de su pontificado como por su brusco e insólito final.

Ha pasado una década, pero la mayoría de los católicos siguen intrigados por ese acto para muchos aún incomprensible de su abdicación sorpresiva, como un rayo en un cielo sereno, abriendo decenas de debates sobre la posibilidad de que un papa renuncie y de que su decisión inaugure una serie de abdicaciones papales posteriores que nos obliguen a hacernos a la idea de futuros «papas eméritos», un título hasta ahora inexistente y todavía cuestionable.

Su actitud posterior a la elección de Francisco no contribuyó, precisamente, a aclarar la situación. El hecho de que eligiera para sí el título creado al efecto de «papa emérito», de que siguiera recibiendo el tratamiento de «Su Santidad» y confiriendo bendiciones apostólicas y recibiendo cardenales junto al papa en ejercicio, que vistiera de blanco y viviera en Roma, cuando todos lo imaginábamos en un monasterio alemán rodeado de libros polvorientos y bien provisto de cerveza bávara, no hizo más que profundizar el misterio.

Y de ese misterio, y de un ambiguo discurso dado por su secretario, monseñor Gänswein, sugiriendo que, en algún sentido, seguía siendo papa, surgió un estado de opinión que pronto cristalizó una corriente dentro del comentariado católico: el «benevacantismo», como ha sido humorísticamente llamado, y que consiste en la teoría de la conspiración según la cual Benedicto habría redactado deliberadamente mal su acto de renuncia (en latín, naturalmente), de modo que su abdicación sería inválida y Ratzinger seguiría siendo el único papa legítimo.

En otras circunstancias, una teoría tan retorcida hubiera supuesto una muerte temprana con el tiempo, incluso si la abdicación hubiera seguido estando rodeada por el misterio. Pero la línea del papa que le sucedió, Francisco, no ha hecho más que apuntalar la teoría de la conspiración. Porque ni en mil años hubiera podido encontrar Benedicto un sucesor más contrario en casi todo, desde lo importante a lo anecdótico.

Suele decirse que a un Papa gordo le sucede otro flaco, pero ni buscando con lupa se podría encontrar mayor contraste entre ambos pontificados. No creemos injusto para ninguno de los dos personajes concernidos afirmar que Francisco ha deshecho el legado de Benedicto. Es su opuesto en todo. Donde uno era retraído y tímido, el otro es mediático y locuaz; si Benedicto era un intelectual algo desinteresado por las minucias políticas, Francisco es impaciente con las sutilezas teológicas y está más en su salsa disertando sobre asuntos hasta ahora ajenos al campo eclesial, desde el Cambio Climático a la política migratoria de los estados; cuando el primero trataba pacientemente de salvar la continuidad del concilio con toda la historia anterior de la Iglesia, el segundo parece querer olvidar todo lo que vino antes y pisa a tope el acelerador en la presunta renovación conciliar. Incluso ha llegado a derogar un motu proprio no menor de su predecesor, Summorum pontificum, a solo catorce años de su promulgación.

Sería absurdo ignorar que muchos de los pronunciamientos del papa actual han levantado más de un par de cejas a los católicos ortodoxos, y que la situación de la catolicidad, al menos del único modo que podemos medir el fenómeno, por números y estadísticas, no está precisamente mejor que cuando ocupó el solio pontificio.

Sea como fuere, a cada declaración, decisión o nombramiento polémicos de este papa, no eran pocos los fieles que echaban una mirada hacia el monasterio Mater Ecclesiae, esperando un comentario (cuando no un «pronunciamiento», en el sentido que le da la historia española) del papa emérito. Pero solo tuvimos el silencio, puntuado por ciertas contribuciones en prensa en la que creían leer una oposición velada al presente rumbo. Lo cierto es que algunas de ellas levantaron ampollas en la Curia Romana.

Pero ya no hay papa Benedicto, ni emérito ni reinante, y los «benevacantistas» tendrán que buscar un nuevo relato que explique por qué mañana no se va a convocar cónclave alguno.

Y aquí tenemos que mencionar otra corriente de opinión común entre los descontentos con la renovación eclesial: quienes veían al papa emérito como un «katejon», como un freno, no necesariamente en un sentido puramente escatológico, sino con respecto al propio Francisco. Sostiene esta escuela que si Francisco no va más rápido y más lejos en su revolución eclesial es por consideración a Benedicto y que, muerto este, las cosas van a cambiar mucho y muy deprisa, porque tampoco a Francisco, con sus 85 años, pueden quedarle demasiados años.

Carlos Esteban

jueves, 29 de diciembre de 2022

Suecia desafía al mundo y se opone al cambio de sexo en menores (Carlos Esteban)



¿Qué está pasando con Suecia? El país escandinavo ha sido pionero en políticas ‘woke’ desde mucho antes de que se acuñara el término ‘woke’, imponiendo el programa completo de lo políticamente correcto a su indefensa población, desde una enloquecida política de asilo a las más demenciales derivaciones de la teoría de género o la ortodoxia climática. Y, a lo que parece, ahora quiere ser pionera en desandar el camino al desastre, quizá porque lo tiene más cerca que otros países.

Primero fue lo de llevarle la contraria al recetario mundial único en la lucha contra la pandemia, negándose a confinamientos, obligatoriedad de mascarillas o cierres de espacios públicos, contra viento y marea y con resultados excelentes. Luego vino acelerar y facilitar las deportaciones de ilegales, por influencia de los Demócratas Suecos. Más tarde, la clara apuesta por las nucleares. Y ahora también, en la causa sagrada del momento, pisa el freno en la fiebre trans que sacude Occidente.

Por de pronto, las autoridades sanitarias suecas han partido peras oficialmente con la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH) con el anuncio de que las clínicas de género ya no emprenderán «cambios de sexo» experimentales en menores de 18 años, sino que ofrecerán «apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron». Suena muy de sentido común, pero para el resto del mundo, parece más una declaración de guerra.

Según un artículo publicado en la revista médica sueca Läkartidningen, antes de fin de año se publicarán nuevas pautas que desaconsejan los bloqueadores de la pubertad, la hormonación artificial y la cirugía para menores de 18 años. Esto contrasta directamente con los Estándares de atención 8 (SOC8) de WPATH publicados a principios de este año, que recomiendan la afirmación y la intervención médica como la primera línea de tratamiento para menores con disforia de género.

“En conjunto, las nuevas guías serán más razonables que las anteriores y recomendarán mucha cautela con intervenciones irreversibles en cuerpos sanos, ya que sabemos que algunos se arrepentirán”, escribe el pediatra Mats Reimer en la publicación especializada. Reimer anuncia que los bloqueadores de la pubertad y la hormonación solo se aplicarán en ensayos clínicos, dada la ausencia de estudios que avalen la seguridad y utilidad de estos procedimientos.

Reimer asegura que la política aplicada hasta el momento en Suecia se basaba en los Estándares de atención 7 (SOC7) de WPATH, pero cuando esta asociación internacional publicó su SOC8, los médicos suecos abrieron un debate sobre la eliminación de los límites de edad y la inclusión de «eunuco» como una identidad de género innata que incluso los niños pueden poseer. Reimer, al igual que muchos otros expertos, cree que esto es una señal de que WPATH no es una organización científica sino un grupo activista. Se lo podríamos haber dicho nosotros.

«Si esto se hubiera publicado en otro lugar que no fuera un artículo supuestamente científico, se habría pensado que era una sátira», sostiene Reimer. «El hecho de que las pautas actualizadas de la Junta Nacional de Salud y Bienestar ya no se basen en una organización tan obviamente activista como WPATH es, por supuesto, bienvenido».

«En la atención médica sueca, la psiquiatría infantil seguirá siendo responsable de tratar a los menores de 18 años que experimenten una incongruencia de género y la padezcan. La atención ahora consistirá principalmente en apoyo psicológico para ayudar a los jóvenes a vivir con el cuerpo sano con el que nacieron», concluyó Reimer.

Carlos Esteban

lunes, 24 de octubre de 2022

El Papa y la parábola de la vacuna (Carlos Esteban)




De los líderes mundiales, el Papa estuvo entre los más incansables e insistentes defensores de la vacunación universal contra el covid. Si, al final, la inoculación no fuera lo que nos vendieron, ¿habrá rectificación desde el Vaticano?”.

Creo no exagerar si digo que, a estas alturas, es difícil seguir manteniendo que las supuestas vacunas comercializadas contra la pandemia de covid no han sido lo que nos vendieron machaconamente desde todos los medios posibles. Atendiendo exclusivamente a las fuentes oficiales, sus efectos secundarios superan ya con mucho los de cualquier otra vacuna en fechas recientes que no haya sido retirada del mercado, y recientemente una directiva de la propia Pfizer, creador del tratamiento más difundido, reconoció abiertamente que la empresa ni siquiera testó su eficacia para detener la transmisión de la enfermedad.

No vamos a especular aquí; aceptamos como posible que la inoculación reduzca las probabilidades de enfermar gravemente y morir de covid, como se asegura oficialmente. Pero eso no afecta en absoluto a su transmisión, es decir, no sirve para parar la pandemia, y su beneficio afecta exclusivamente a quien se la administra, en todo caso.

Pero no es eso, repito, lo que nos vendieron y, sobre todo, lo que nos predicó el Santo Padre en su día. “Vacunarse, con vacunas autorizadas por las autoridades competentes, es un acto de amor”, nos decía Francisco en un vídeo en verano de 2021. “Y ayudar a que la mayoría de la gente se vacune es un acto de amor. Amor por uno mismo, amor por la familia y los amigos, amor por todos los pueblos”.

Ahora, vacunarse -si esta es la palabra adecuada- puede ser un acto de prudencia, pero ¿de amor? Si no impide la transmisión, como se ha reconocido, ¿en qué sentido es un ‘acto de amor’, salvo el mismo acto de amor a uno mismo con que puede definirse tomar cualquier medicamento?

Por supuesto, ni el Papa comprometía aquí su magisterio ni tiene obligación alguna de ser experto en terapias génicas, no es esa la cuestión. La cuestión es que ha usado su posición como cabeza de los católicos y Vicario de Cristo para promocionar un producto concreto en fase experimental del que aún desconocemos con precisión sus consecuencias a largo plazo. ¿Qué pasaría con el crédito del Papa, de su credibilidad, digamos, ‘secular’, si el resultado final no es el esperado, si el experimento no sale como se prevé?

La conclusión no es que Francisco no pueda tener las opiniones que apetezca, o que cualquier error suyo deba juzgarse como una quiebra de su facultad magisterial, porque no hablamos de cuestiones que tengan que ver en absoluto con la doctrina. Pero quizá fuera deseable que el Santo Padre no opine públicamente de todo lo humano y lo divino, porque es fácil generar confusión entre los fieles y recelo entre los no creyentes.

Carlos Esteban