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viernes, 24 de octubre de 2025

“Basta de confusión”: Mons. Schneider pide a León XIV una respuesta clara sobre la fe



En una entrevista exclusiva concedida a Per Mariam, el obispo Athanasius Schneider advirtió que la Iglesia Católica vive “una confusión de fe sin precedentes” y pidió al papa León XIV un acto magisterial que reafirme la doctrina y devuelva la claridad perdida en las últimas décadas.

“El Papa debe fortalecer a toda la Iglesia en la fe; ésa es su primera tarea”, recordó Schneider, “una misión que Dios mismo confió a Pedro y a sus sucesores”.

El prelado, auxiliar de Astaná (Kazajistán), señaló que la Iglesia se encuentra “sumergida en una niebla doctrinal” que afecta la fe, la moral y la liturgia, debilitando la identidad católica.

“No podemos seguir avanzando en más confusión. Eso va contra Cristo mismo y contra el Evangelio. Cristo vino a traernos la verdad, y la verdad significa claridad”, afirmó con firmeza.

Para Schneider, la solución pasa por un gesto público del Papa que reafirme la fe católica en su integridad. Propuso, en ese sentido, un documento similar al Credo del Pueblo de Dios promulgado por san Pablo VI en 1968, en plena crisis postconciliar.

“Después de más de cincuenta años, la confusión ha aumentado, no ha disminuido, especialmente durante el último pontificado. Un acto así sería uno de los mayores gestos de caridad del Papa hacia sus hijos espirituales y hacia sus hermanos obispos”.

“Fiducia Supplicans” y la confusión sobre las bendiciones a parejas del mismo sexo

Consultado sobre el documento Fiducia Supplicans y las declaraciones recientes del papa León XIV acerca de “aceptar a las personas”, Schneider fue categórico. A su juicio, el texto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “debe ser abolido”, pues introduce ambigüedad en un tema moral central para la vida de la Iglesia.

“El documento habla expresamente de ‘parejas del mismo sexo’. Aunque se diga que no se bendice su relación sino a las personas, eso es inseparable. Es un juego de palabras que confunde y da a entender que la Iglesia aprueba esas uniones”.

El obispo recordó que la Iglesia siempre ha bendecido a los pecadores que buscan sinceramente la conversión, pero jamás ha bendecido una situación contraria a la ley de Dios. “No podemos bendecir algo que contradice la creación y la voluntad divina”, subrayó.

“Dios acepta a todos, pero llama al arrepentimiento. Aceptar al pecador sin invitarlo a cambiar no es el método de Dios ni del Evangelio”.

El prelado explicó que la verdadera acogida cristiana consiste en acompañar con caridad a quien desea dejar el pecado, no en confirmar a las personas en el error. “Debemos decirles: ‘Eres bienvenido, pero lo que vives no corresponde a la voluntad de Dios. Te ayudaremos a salir del mal, aunque lleve tiempo’. Eso es amor verdadero”, señaló.

Finalmente, advirtió contra la participación de clérigos o fieles en movimientos que buscan alterar la moral revelada:

“No podemos participar en organizaciones que tienen como fin cambiar los mandamientos de Dios. Confirmar sus objetivos sería una traición al Evangelio y a la misión de la Iglesia de salvar almas”.

Sobre el concepto de “caminar juntos”, tan repetido en el proceso sinodal, Schneider advirtió que su auténtico sentido se ha tergiversado y debe volver a sus raíces cristológicas.
“Caminar juntos” significa peregrinar hacia Cristo, no adaptarse al mundo

“Sinodalidad significa caminar hacia Cristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. La Iglesia no puede hablar por sí misma, sino transmitir fielmente lo que Cristo reveló”.

El obispo explicó que la Iglesia es militante, llamada a combatir el error, el pecado y la confusión espiritual. “La Iglesia en la tierra es una Iglesia combatiente. Luchamos contra nuestras malas inclinaciones, contra el demonio y contra el espíritu del mundo”, recordó, citando a san Pablo y san Juan.

Para Schneider, el sentido del “caminar juntos” no consiste en la escucha sociológica ni en la adaptación al mundo, sino en la comunión de los fieles que peregrinan hacia la Jerusalén celestial.

“Caminar juntos significa avanzar como una procesión de creyentes que saben en quién han creído, que profesan la verdad con claridad y la expresan en la belleza de la liturgia”.

El prelado advirtió, además, contra la presencia de “falsos profetas dentro de la comunidad eclesial”, que desvían a los fieles del verdadero camino. Por eso pidió vigilancia y firmeza doctrinal.

“La sinodalidad debe servir para proclamar con mayor claridad la belleza de la verdad de Cristo y evitar toda ambigüedad. La Iglesia debe adorar a Dios con una liturgia digna y sagrada, testimonio visible de su fe”, insistió.

“El Señor no dijo: ‘Escuchen al pueblo y pidan su opinión’. Dijo: ‘Vayan y proclamen la verdad’. El Papa y los obispos tienen la tarea grave de anunciar la verdad con amor y firmeza, para liberar a la humanidad del mal”.

Dejamos a continuación la entrevista completa:

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Monseñor Schneider habló con Per Mariam sobre la necesidad de que León XIV aborde la actual crisis de “confusión” en la Iglesia, el tema de la aceptación LGBT y el “caminar juntos”.

Analizando los primeros meses del pontificado de León XIV, monseñor Athanasius Schneider ha instado al Papa a responder a la “confusión de fe sin precedentes” que atraviesa la Iglesia.

En una entrevista exclusiva concedida a Per Mariam a comienzos de octubre, Schneider respondió a preguntas sobre el estado actual de la Iglesia Católica, el impulso contemporáneo hacia la aceptación LGBT y el futuro de la jerarquía eclesial a la luz del Sínodo sobre la Sinodalidad.

“No podemos continuar como Iglesia adentrándonos en más confusión”, advirtió, pidiendo al Papa León que realice una acción clarificadora para “fortalecer a toda la Iglesia en la fe”.

Schneider también habló sobre el modo católico de “aceptar” a las personas, desarrollando los comentarios del Papa León acerca de aceptar a otros “que son diferentes de nosotros”.

Ahora que la Iglesia comienza el largo proceso de preparación hacia la Asamblea Sinodal de 2028, el tema de “caminar juntos” es ampliamente utilizado, pero poco explicado. Schneider ofrece su interpretación del término y cómo la Iglesia Católica peregrina en la tierra, siempre orientada hacia el cielo.

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La entrevista completa se presenta a continuación. Ha sido ligeramente editada para mayor claridad, ya que la conversación se llevó a cabo en inglés, idioma que no es la lengua materna del obispo Schneider.

Haynes — En los últimos días de vida del papa Francisco, y luego en los primeros días del pontificado de León XIV, usted identificó varios asuntos que requerían una acción bastante rápida. Ya nos acercamos a los cinco meses del pontificado de León XIV, y ha sido un periodo bastante tranquilo. ¿Cuáles diría usted que son las necesidades más urgentes de la Iglesia hoy?

Monseñor Athanasius Schneider: Diría que la necesidad más apremiante es que el Papa debe fortalecer a toda la Iglesia en la fe, que es su primera tarea, una de las principales funciones del pontífice que Dios mismo confió a Pedro y a sus sucesores.

Es evidente para todos que la vida de la Iglesia está inmersa en una confusión de fe sin precedentes, en lo que respecta a la fe, la moral y la liturgia. La Iglesia está realmente envuelta en una especie de polvo o niebla de confusión.

No podemos continuar como Iglesia avanzando hacia más confusión. Esto va contra Cristo mismo, contra el propio Evangelio. Cristo vino a traernos la verdad, y la verdad significa claridad. Por tanto, la  tarea más urgente es que el Papa realice un acto de su magisterio que fortalezca a todos en la fe.

Podría hacerse mediante una especie de profesión de fe, similar, por ejemplo, a lo que hizo Pablo VI en 1968, llamado el “Credo del pueblo de Dios”, donde expresó en forma de profesión de fe los temas que entonces estaban siendo negados o confundidos en la Iglesia.

Esto es aún más urgente después de casi cincuenta años; la confusión ha aumentado, no disminuido, especialmente durante el último pontificado. Por tanto, ésta sería la tarea más urgente, que al mismo tiempo constituiría uno de los mayores actos de caridad del Papa hacia sus hijos espirituales, los fieles, y hacia sus hermanos los obispos.

Haynes — Recientemente, en su extensa entrevista con Crux, el Papa León habló sobre Fiducia Supplicans y sobre “aceptar” a las personas. En un pasaje dijo: “Fiducia Supplicans básicamente dice que, por supuesto, podemos bendecir a todas las personas, pero no busca ritualizar algún tipo de bendición porque eso no es lo que enseña la Iglesia. Eso no significa que esas personas sean malas, pero creo que es muy importante, una vez más, entender cómo aceptar a otros que son diferentes de nosotros, cómo aceptar a las personas que hacen elecciones en su vida y respetarlas.”

Entonces, en términos de la comprensión católica, ¿cómo “aceptamos” a alguien y, al mismo tiempo, permanecemos fieles a la enseñanza de la Iglesia y a la plenitud de la doctrina?

Monseñor Schneider: Lo primero es que, sin embargo, Fiducia Supplicans utiliza expresamente las palabras “parejas del mismo sexo”. Así lo dice el documento. Y eso ya causa una enorme confusión, porque trata sobre una bendición. Aunque se diga “no bendecimos su relación, sino a la pareja”, esto es imposible, es inseparable. Ellos se presentan precisamente como parejas del mismo sexo. Así que se trata solo de un juego de palabras que confunde a la gente y que, para una persona normal que lea el texto, se entiende como un permiso para bendecir uniones o parejas del mismo sexo, u otras parejas extramatrimoniales que viven públicamente en estado de pecado.

Por tanto, este documento debe ser abolido, porque es evidente —ya que está redactado con gran ambigüedad en un tema de suma importancia para la Iglesia y también para quienes están fuera de ella— que incluso los católicos lo leen como un texto que bendice a las parejas del mismo sexo.

No podemos continuar con este juego. Además, para bendecir a una persona, no hace falta emitir un documento. La Iglesia siempre ha bendecido incluso a un pecador que se acerca y pide una bendición. Por supuesto, la bendición se da bajo la condición de que realmente pida sinceramente la ayuda de Dios para su conversión. No siempre podemos bendecir algo según el motivo que la persona pida. Por ejemplo, no podemos bendecir a alguien que diga: “Padre, deme una bendición para abortar” o “bendígame para que pueda robar algo”. Evidentemente, eso no es posible. Pero estas parejas viven en una situación estable de pecado, cuya unión misma ya es contraria a la voluntad y al mandato de Dios. ¿En qué se basan para unirse? ¿En hacer obras de caridad o en una atracción erótica hacia el mismo sexo? Esto va contra la creación de Dios, contra su voluntad. Por lo tanto, no podemos bendecirlo.

La segunda parte de la pregunta se refiere a “aceptar” a las personas. Por supuesto, Dios acepta a todos, pero Dios llama al arrepentimiento. Esta es la primera palabra que pronunció el Dios encarnado, Jesucristo, al comenzar su misión pública de enseñanza: “Arrepentíos”.

Y cuando el Señor resucitado se apareció a los Apóstoles antes de ascender al cielo, al final del Evangelio de san Lucas, dijo que la Iglesia debía predicar la penitencia a todos los pueblos. Y esto fue lo primero: la penitencia, la conversión del mal al bien con la ayuda de Dios. Esta es la tarea de la Iglesia. Por tanto, Dios acepta a todos los pecadores, siempre que tengan un sincero deseo de convertirse, de aceptar la voluntad de Dios y abandonar el mal.

Aceptar a los pecadores sin transmitirles —aunque sea con amor— la necesidad de conversión no es el método de Dios. No es el método del Evangelio, ni lo ha sido de la Iglesia a lo largo de dos mil años. De otro modo, sería un fracaso confirmar a las personas en el mal.

Por supuesto, debemos decir:

“Eres bienvenido, pero te invitamos a reflexionar seriamente sobre lo que estás haciendo y viviendo, porque no corresponde a la voluntad de Dios. Por tu propia salvación, debemos expresarte esto como un acto de amor hacia ti. Siempre eres bienvenido y te ayudaremos a dejar el mal y todo lo que sea contrario a la voluntad de Dios, aunque lleve tiempo.”

Sin embargo, lo importante es que estas personas decidan abandonar el estilo de vida pecaminoso y aceptar la voluntad de Dios. En cualquier caso, la Iglesia debe evitar la complicidad con el mal o la connivencia con él. Eso no es Jesucristo, ni los apóstoles, ni la Iglesia entera. Sería un método completamente extraño: colaborar y darles la señal de que su estilo de vida está bien. Eso debemos evitarlo.

Debemos decir: “Te amamos como persona, incluso si aún no estás dispuesto a convertirte, pero te amamos y rezamos para que aceptes la voluntad de Dios y te conviertas.” Es el único camino hacia la salvación eterna; no hay otro sin conversión.

Debemos transmitirles esto, pero no participar en organizaciones públicas como las LGBT, que por su objetivo oficial buscan cambiar los mandamientos de Dios. Estas organizaciones pretenden que su estilo de vida pecaminoso sea confirmado por la Iglesia.

Esto es una traición al Evangelio: la Iglesia traicionaría su misión de salvar almas y de llamar a todos al arrepentimiento.

Repito, el método debe ser con amor, pero debemos evitar confirmar los objetivos de estas organizaciones de cambiar la voluntad de Dios, los mandamientos de Dios o la enseñanza inmutable de la Iglesia. Ese es el verdadero sentido de la aceptación.

Haynes — Ahora tenemos la Asamblea Sinodal de 2028, después del Sínodo sobre la Sinodalidad. Uno de los grandes temas es “caminar juntos”. Como obispo y pastor de almas, ¿cuál es el significado de “caminar juntos” en relación con mantener la estructura jerárquica de la Iglesia tal como Cristo la instituyó?

Monseñor Schneider: Sí, “caminar juntos”, o en griego synodus, es el único camino que la Iglesia tiene y conoce. Como dijo Nuestro Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Ese es el programa.

Sabemos con claridad que Jesús dijo: “Yo mismo soy el camino, soy la verdad, y les revelo toda la verdad que el Padre me dio a revelar. Por eso les envío el Espíritu Santo, que les recordará lo que les dije. Él los introducirá en la plenitud de la verdad. El Espíritu Santo no hablará por sí mismo, sino solo de lo que oyó de mí, Jesucristo, la verdad, la Palabra de Dios.”

Esta es la tarea permanente de la Iglesia: no hablar por sí misma, sino, como el Espíritu Santo, transmitir fielmente lo que Cristo reveló. La Iglesia debe proclamarlo con mayor claridad, no con menos, sino con más claridad.

Esa es la misión del Espíritu Santo en la Iglesia: guiarla hacia una comprensión más clara y profunda, no disminuirla ni hacerla ambigua. San Pablo también dice que nadie puede correr en la arena sin conocer la meta, pues no alcanzará el objetivo. San Pablo escribe que nosotros, la Iglesia, debemos saber con claridad adónde vamos.

También dice que quien lucha no puede simplemente dar golpes al aire sin saber cómo combatir. La Iglesia en la tierra es una Iglesia militante, una Iglesia combatiente. Esa es la realidad terrenal. Estamos continuamente luchando —primero contra nosotros mismos, nuestras malas inclinaciones, el pecado, la carne y el diablo en el mundo—, como lo escribieron los apóstoles san Pablo y san Juan, y el mismo Señor Jesucristo.

Así pues, debemos ser conscientes de caminar juntos hacia Cristo, que es nuestra única meta. Caminamos hacia la eternidad. Esta es la Iglesia peregrina en la tierra. ¿A dónde peregrinamos? Hacia el cielo, hacia la Jerusalén celestial que nos espera. La Iglesia debe presentar siempre esto a los fieles: que esa es la meta de nuestro caminar juntos, la Jerusalén celestial.

Esa es nuestra meta y nuestra realidad. En este caminar, como predijo Jesucristo, habrá muchas tentaciones y ataques del espíritu del padre de la mentira, así como los ataques de los falsos profetas.

Nuestro Señor nos advirtió sobre los falsos cristos y falsos profetas, y lo mismo hicieron san Pablo y san Juan en el Nuevo Testamento. Advirtieron sobre los falsos profetas dentro de la comunidad.

Por tanto, en nuestro caminar tenemos lamentablemente falsos profetas en medio de nosotros, y debemos estar vigilantes para que no confundan ni perviertan a los demás.

Debemos caminar como en una procesión peregrina, con alegría y convicción, y todos los que caminan juntos deben poder decir con san Pablo: “Yo sé en quién he creído”, y debemos estar profundamente convencidos de la verdad católica.

Ese es el objetivo del camino sinodal: proclamar y presentar con más claridad la belleza de la verdad revelada de Cristo, evitando la confusión y la ambigüedad, y mostrando la belleza de la oración. La primera tarea de la Iglesia es adorar a Dios, como lo hace toda la creación, y ese será nuestro fin en el cielo. Ese es el fin de la Iglesia triunfante: alabar a Dios por toda la eternidad. Por tanto, en nuestro caminar juntos debemos expresarlo también en una liturgia sagrada, bella y digna.

Esto es un poderoso instrumento de evangelización: invitar a los no católicos, a los no creyentes que, metafóricamente, observan nuestra procesión. Cuando ven que sabemos en quién creemos, que presentamos la verdad con belleza y claridad, que oramos y adoramos a Dios con dignidad y sacralidad, eso los atraerá con fuerza a unirse a nuestra hermosa procesión y a este caminar conjunto de la Iglesia.

Por eso nuestro Señor dijo: “Vayan y proclamen mi verdad. Vayan y anuncien el Evangelio. Enseñen a todos los pueblos lo que les he mandado y enséñenles a vivirlo.” No dijo: “Vayan y escuchen al pueblo, vayan y pidan su opinión.” Eso no es Cristo. Ese es un método mundano, no el método de Jesucristo ni de su Iglesia.

Por tanto, la Iglesia, el Papa y los obispos tienen la gravísima tarea de proclamar la verdad, de asegurarse de que toda la existencia terrenal de la Iglesia proclame la Verdad.

La Iglesia es la única que ha recibido de Dios esta misión en la tierra: proclamar con amor la belleza y la claridad de toda la verdad divina, y guiar el camino hacia la adoración de Dios con dignidad. Y también mostrar al mundo que creemos verdaderamente en Cristo, que tenemos la misión de liberar a la humanidad del mal: en primer lugar, del mal mortal que destruye la vida espiritual del alma, el pecado contra Dios; y además, liberar a la humanidad de las cadenas del pecado y de las organizaciones del pecado contra el Primer Mandamiento, como la idolatría, y luego la fornicación y todos los pecados contra el amor.

Debemos mostrar esto al mundo con nuestra vida. Por supuesto, el amor es el primer y fundamental mandamiento, pero también debemos ser buenos médicos que liberen a la humanidad de las enfermedades espirituales mortales de los vicios y de las estructuras de pecado contrarias a la voluntad de Dios.

Esa es la tarea y el verdadero significado de “caminar juntos”.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Dignitatis Humanae y el Magisterio perenne de la Iglesia (SCHOLA VERITATIS)



El documento acerca de la Libertad Religiosa del Concilio Vaticano II ha sido extensamente debatido y objeto de controversia. No ocurrió así, por ejemplo, con ningún texto ni canon del Concilio de Trento, ni en muchos otros Concilios de la Iglesia. Esto es el resultado de abandonar el lenguaje tradicional de la Iglesia, lo que tiene en sí graves consecuencias -como puede apreciarse en el caso que estudiamos y muchos otros-.

Muchos autores bien intencionados y de probada fidelidad a la Iglesia, defienden una adhesión al Vaticano II en su totalidad, en la literalidad de sus textos, como si tal actitud se identificara con la indefectibilidad de la Iglesia. Aunque algunos admitan que «los textos no tuvieron la mejor redacción», no permiten realizar ninguna crítica a los textos mismos en su contenido y los defienden contra viento y marea. En cambio, han sido los mismos Papas los que en la convocatoria del Vaticano II dijeron que se trataba de un Concilio Pastoral, que no pretendía hacer afirmaciones definitivas. Y esto no se puede olvidar ni obviar en cualquier análisis serio que se haga de los textos.

Por otra parte, el comunicado oficial de la Santa Sede, con motivo de las conversaciones con la FSSPX en tiempos de Benedicto XVI, establece como base la aceptación de un llamado Preámbulo Doctrinal, pero añade que deja «a una discusión legítima, el estudio y la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo» (https://blog.messainlatino.it/2011/09/bollettino-ufficiale-dellincontro-roma.html).
Nótese que el objeto de esta discusión, que es expresamente reconocida como «legítima», no son sólo las interpretaciones de los documentos, sino el texto mismo de estos últimos: las «expresiones o formulaciones» usadas en los documentos conciliares.
Muchas personas, y yo mismo, creíamos que había que adherirse tanto al Concilio Vaticano II como a las declaraciones de los Papas posteriores en su integridad, y, por tanto, en mi caso, no aceptaba críticas por temor a ser infiel a la Iglesia y a la devoción debida al Santo Padre. Sin embargo, como indica Monseñor Athanasius Schneider, «semejante actitud no es sana y contradice la tradición de la Iglesia, como observamos en los Padres, Doctores y los grandes teólogos de la Iglesia a lo largo de 2.000 años» (Christus vincit 143).

«… Incluso ahora -continúa diciendo Monseñor Schneider- en la mentalidad de los católicos buenos y fieles en general, se percibe, a mi juicio, como un esfuerzo para ver como absolutamente infalible todo lo que dijo el Concilio Vaticano II o todo lo que dice o hace el Pontífice actual. Esta clase de ultramontanismo, donde se da un centralismo papal insano, ya había estado presente entre los católicos a lo largo de varias generaciones… Pero desde siempre ha habido crítica y se ha permitido dentro de la Tradición de la Iglesia, puesto que lo que se debe buscar, en todo momento, es la verdad y la fidelidad a la Revelación divina, lo cual supone en sí la necesidad de hacer uso de la razón y evitar los malabarismos erróneos» (ibid).

Ahora bien, dentro del espíritu de los defensores a toda prueba de DH, se arguye que

El planteamiento de la libertad religiosa cambió a causa de una situación histórica concreta. La sociedad está completamente secularizada, no es cristiana …

«Aunque el cambio del contexto histórico es evidente (dice Monseñor Schneider), eso no permite modificar los principios, los cuales son independientes de las circunstancias. El primero es que solo la verdad tiene derechos; … toda sociedad humana, incluso sus gobiernos, deben reconocer a Cristo y adorarlo; son verdades reveladas como afirma Pío XI en Quas Primas. Por supuesto que el Estado no debe invadir las competencias de la Iglesia. No obstante, en su calidad de representante del pueblo, las autoridades deben adorar públicamente a Cristo, el Dios verdadero, y deben practicar la religión verdadera, que es únicamente la religión católica. Esta es una verdad católica constante, que ninguna autoridad eclesiástica puede cambiar por su contraria. Otra cuestión es la aplicación concreta y práctica de esta verdad en una situación histórica cambiante» (Ibid 108-109).

La cuestión que nos interesa ver ahora es el error que contiene DH en su texto.

Continúa Monseñor Schneider: «Dice el texto de la declaración DH que la libertad de cada uno para elegir la religión propia es un derecho fundamentado en la misma naturaleza de la persona humana (nº2: «In ipsa eius natura fundatur»), con las justas limitaciones de no provocar un peligro de orden público en la sociedad. 

Ahora bien, el hombre no tiene derecho por naturaleza a cometer un pecado o a abrazar un error. No existe ningún derecho natural de ofender o de ultrajar a Dios, y una religión idolátrica o cualquier religión falsa es un ultraje que se comete contra Dios. Podemos tolerar el pecado y el error, pero no podemos reconocerlo como un derecho natural; esto sería una perversión contra el orden creado por Dios puesto que Dios ha creado a todos los hombres con el fin de que conozcan y adoren únicamente y de modo explícito al Dios trinitario» (ibid. 107-108).

Que el Concilio va más allá de la mera inmunidad de coacción, que por otra parte la Iglesia siempre sostuvo, se demuestra en el hecho, indicado por el punto 4 de la DH, de que las distintas confesiones religiosas, tendrían todas ellas derecho incluso a hacer proselitismo y defender sus principios como normativos para la sociedad. Eso implicaría, por poner un ejemplo, que los musulmanes tienen el derecho a defender la sharia como «doctrina para la ordenación de la sociedad y para la vitalización de toda actividad humana» (DH 4)

Para terminar esta reflexión, citamos, con permiso del mismo Monseñor Athanasius Schneider, los números 746-758 del libro Credo, Compendio de la fe católica, que ya ha aparecido  en su versión española. De esta manera, buscamos dar luz al pueblo fiel católico sencillo respecto a esta cuestión, dadas las graves consecuencias que ha acarreado en el contexto de la apostasía actual.

La Libertad Religiosa

1. Qué hay que hacer cuando se habla de la libertad religiosa?

El hombre goza de una libertad psicológica tal que le permite rechazar la creencia en Dios que se revela. Sin embargo, el hombre tiene la grave obligación de abrazar la Revelación divina; por lo tanto, tiene el deber moral de obedecer a Dios y está privado de libertad moral a este respecto. De hecho, el hombre tiene la capacidad física de pecar, pero tiene un grave deber moral de abstenerse de pecar.

2. Entonces ¿la “libertad religiosa” no es un derecho humano fundamental e inalienable?

No. Todo derecho, o capacidad moral para hacer algo conforme a la ley, se otorga al hombre solo para acciones verdaderas. Pero el error y la falsedad, especialmente en materia de religión, son malos en sí mismos y, por lo tanto, no establecen el título de un derecho legítimo[1]. Si bien todo el mundo tiene el derecho natural a no ser obligado a practicar una religión, ningún hombre tiene el derecho, ni siquiera un derecho meramente civil, de ofender a Dios eligiendo un mal moral, o practicando o promoviendo un error religioso[2]. Dios ha dado a todos los hombres el derecho natural de elegir solo el bien y la verdad, que es el único uso adecuado de su libertad.

3. ¿Existe algún derecho civil legítimo a la inmunidad al ejercer y difundir una religión falsa?

No. Aunque tales afirmaciones han sido hechas incluso por autoridades de la Iglesia en nuestro tiempo[3], nadie tiene un derecho universal, positivo y natural a practicar lo que entiende como “religión”. Cualquier derecho civil en relación con esto es igualmente un grave error, ya que todas las leyes civiles éticamente válidas deben estar en armonía con la voluntad divina positiva, expresada en la Revelación divina y en la ley natural. Las leyes civiles que promueven la libertad de ofender a Dios mediante la propagación de religiones falsas no pueden ser válidas ni estar arraigadas en la naturaleza humana.

4. ¿Qué daño puede producirse si los estados permiten la propagación de religiones falsas?

Además de violar la ley divina y fomentar el indiferentismo religioso, esa permisión a menudo allana el camino para prácticas religiosas falsas que contradicen la ley natural, por ejemplo: la poligamia, el divorcio, la anticoncepción, los cultos inmorales, las prácticas de magia, el fetichismo, el sacrificio humano o el odio racial.

5. ¿Qué nos enseña al respecto el Magisterio perenne de la Iglesia?

“El derecho es una facultad moral que, como hemos dicho ya y conviene repetir con insistencia, no podemos suponer concedida por la naturaleza de igual modo a la verdad y al error, a la virtud y al vicio. Existe el derecho de propagar en la sociedad, con libertad y prudencia, todo lo verdadero y todo lo virtuoso para que puedan participar de las ventajas de la verdad y del bien el mayor número posible de ciudadanos. Pero las opiniones falsas, que son la máxima plaga mortal del entendimiento humano, y los vicios corruptores del espíritu y de la moral pública deben ser reprimidos por el poder público para impedir su paulatina propagación, dañosa en extremo para la misma sociedad”[4].

6. Una conciencia invenciblemente errónea en materia de religión, ¿establece un derecho legítimo?

No. Una conciencia invenciblemente errónea excusa del pecado cuando uno viola la ley divina como resultado de tal error, pero nunca puede establecer un derecho a tales violaciones. Los derechos se establecen según criterios estrictamente objetivos, no subjetivos; por lo tanto, quien por conciencia errónea actúa contra la ley divina y no abraza la fe católica, no adquiere el derecho de propagar doctrinas contrarias a la verdad revelada[5].

7. Una noción falsa de libertad religiosa, ¿convierte con facilidad a la conciencia individual en fuente de derechos y deberes en materia religiosa?

Sí, pues subordina el orden objetivo al subjetivo. Los dictados de la conciencia subjetiva deben someterse a las verdades objetivas establecidas por Dios y manifestadas al hombre ya sea por el orden natural o por la Revelación[6].

8. ¿Debería el derecho civil legitimar la difusión de religiones falsas por respeto a una conciencia invenciblemente errónea?

No. Especialmente en el caso de los menores de edad, nadie está obligado a sufrir las consecuencias de una opinión o acción religiosa errónea bajo el pretexto de que cada uno tiene un supuesto derecho natural a difundir su propia religión, y mucho más si tales prácticas religiosas son ofensivas o peligrosas para su vida religiosa y moral[7]. Los derechos de una conciencia verdadera y bien formada son superiores a los derechos de una conciencia invenciblemente errónea.

9. ¿Cuál es la verdadera dignidad humana en relación con la religión?

La dignidad del hombre consiste en el recto uso de la libertad. Por lo tanto, no se puede dar a la persona humana ningún derecho verdadero y propio que contradiga la verdad divina en la ley natural o positiva de Dios.

10. ¿Ha condenado la Iglesia la teoría de la elección privada ilimitada en religión?

Sí. El papa Pío IX condenó formalmente las siguientes opiniones: “Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera guiado por la luz de su razón”[8] y “Los hombres pueden, dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de su salvación y alcanzar la vida eterna”[9].

11. ¿Cómo ha llamado el Magisterio a esta concepción de la libertad absoluta de conciencia y de religión?

Se la ha llamado “libertad de perdición”. El papa Pío IX condenó la opinión de que “la libertad de conciencia y culto es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin disimulo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra, de forma impresa, o de cualquier otro modo… [Esto es] predicar la ‘libertad de perdición’ (san Agustín, Ep. 105 a los donatistas)”[10].

12. ¿Solo el catolicismo tiene un derecho natural y sobrenatural a ser libremente ejercido y difundido?

Sí. El catolicismo posee el único derecho genuino a la libertad religiosa tanto en el orden subjetivo como en el objetivo, porque se funda no solo en la ley natural, sino también en aquellos derechos que provienen de la Revelación divina[11].

13. Entonces, ¿existe una diferencia básica entre la “libertad” de las religiones falsas y la de la Iglesia católica?

Sí. Las falsas religiones están constituidas por la libre voluntad de las personas. Pero la Iglesia católica, establecida por institución divina, es la sociedad religiosa originaria y suprema, cuya libertad se basa en el mandato dado por su divino Fundador de enseñar, gobernar y santificar a todas las naciones (cf. Mt 28,18-20), y por lo tanto tiene el derecho absoluto de practicar, difundir y promover su fe en todo tiempo y lugar[12].

P. Pedro Pablo Silva, SV


[1] Cf. Monseñor Javier Miguel Ariz Huarte, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 627.

[2] Cf. Papa León XIII, Libertas Praestantissimum.

[3] Como, por ejemplo, en las siguientes afirmaciones del Vaticano II: “Esta libertad [religiosa] consiste en que… en materia religiosa, no se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos… El derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido” (Dignitatis Humanae [7 de diciembre de 1965], 2).

[4] Papa León XIII, Libertas Praestantissimun, 18.

[5] Cf. Monseñor Javier Miguel Ariz Huarte, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 627.

[6] Cf. Monseñor Benigno Chiriboga, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per.3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 647.

[7] Cf. Papa León XIII, Inmortale Dei, 15.

[8] Syllabus Errorum, proposición 15, repitiendo la condena hecha por la Carta Apostólica Multiples inter, (10 de junio de 1851) y la Alocución Maxima quidem, (9 de junio de 1862).

[9] Syllabus Errorum, proposición 16, repitiendo la condena hecha por la Encíclica Qui pluribus, (9 de noviembre de 1846) y por la Encíclica Singulari quidem, (17 de marzo de 1856).

[10] Cf. Pío IX, Carta Apostólica Quanta Cura (8 de diciembre de 1864), citando al papa Gregorio XVI, Encíclica Mirari Vos (15 de agosto de 1832).

[11] Cf. Cardenal Alfredo Ottaviani, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 377.

[12] Cf. Monseñor Giuseppe Vairo, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 749.

viernes, 2 de mayo de 2025

Llamamiento a una cruzada mundial de oración por el próximo cónclave (Monseñor Schneider)



Después de la tarjeta. Burke [aquíy la carta abierta del obispo Strickland [ aquí ] El obispo Schneider también invita a orar por el próximo cónclave.

Llamamiento a una cruzada mundial de oración por el próximo cónclave

Que el Señor, en su infinita misericordia, mire las oraciones, lágrimas y sacrificios de todos los verdaderos católicos que aman a nuestra Madre Iglesia, quienes en estos días imploran humilde y confiadamente la infinita Misericordia de Dios para que nos conceda un nuevo Papa, que, ardiendo de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, "confirme a los hermanos en la fe" (Lc. 22, 32), siendo incondicionalmente fiel a su nombre y a su deber como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra.

Que el Señor, a través de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, defienda al rebaño de Cristo de los lobos intrusos de clérigos incrédulos y mundanos que, con descaro, queman incienso ante los ídolos de las ideologías de la época, envenenando espiritualmente la vida de la Iglesia, que se asemeja a un barco sacudido por la tormenta, en el que «ha crecido el agua de sentina de los vicios, y los tablones podridos ya resuenan con el naufragio», como describió el Papa San Gregorio Magno, al asumir el cargo papal, el estado de la Iglesia Romana en su época.

Que el Señor, por medio de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, venga en ayuda de la Sede Apostólica, que en nuestros días se encuentra espiritualmente encadenada, a semejanza de las cadenas materiales en las que fue colocado el Apóstol Pedro al comienzo de la vida de la Iglesia, liberando a la Sede Apostólica de las cadenas del alineamiento con la agenda globalista materialista, moralmente depravada y anticristiana de este mundo.

Que el Señor nos conceda un nuevo Papa, que, ardiendo de celo por la gloria de Cristo y por la salvación de las almas, esté dispuesto a defender la integridad de la fe católica, la liturgia católica y la disciplina eclesiástica, si es necesario, a costa del supremo testimonio de su vida por amor a Jesucristo y a las almas inmortales.

Que todos los verdaderos hijos e hijas de la Iglesia imploren la gracia de la elección de un nuevo Papa, que sea plenamente católico, plenamente apostólico y plenamente romano. Pueden hacerlo mediante la oración, especialmente con las Horas Santas de Adoración Eucarística, el Santo Rosario, ofreciendo los sacerdotes y obispos el sacrificio de la Misa con esta intención, y también mediante los sacrificios personales, que pueden consistir en llevar pacientemente las cruces de la propia vida, los dolores físicos y espirituales, las mortificaciones corporales, el ayuno y sobre todo los actos de amor sobrenatural a Dios y al prójimo.

Creemos que el Señor vendrá en ayuda de su Iglesia, que en nuestros días se asemeja a una nave en la noche “en medio del mar, luchando por remar porque el viento es contrario”. Que el Señor regrese «a eso de la cuarta vigilia de la noche, caminando sobre el mar y diciendo: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”» (Mc 6,47-50).26 de abril de 2025, Fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo

+ Athanasius Schneider

martes, 8 de abril de 2025

Mons. Schneider insta a Francisco a revocar textos que socavan la Fe



Ahora que han dado el alta al Pontífice, el obispo de Kazajistán afirma que debe esforzarse todo lo posible por eliminar algunas confusiones y ambigüedades que se han hecho, y que él mismo ha causado, durante su pontificado.


CIUDAD DEL VATICANO (LifeSiteNews) — Monseñor Athanasius Schneider ha exhortado a los católicos a rezar para que el papa Francisco se retracte de algunas cosas que ha afirmado en sus documentos y declaraciones que «han socavado la claridad de la Fe».

Después de que el papa Francisco regresara al Vaticano el pasado domingo tras pasar 28 días ingresado en el hospital Gemelli a causa de una pulmonía bilateral, muchos de sus más allegados seguidores agradecieron lo que consideran que supondrá una nueva etapa de su pontificado.

En una entrevista que concedió el lunes al locutor radiofónico Joe McLane, monseñor Athanasius Schneider pidió también una nueva etapa en su pontificado, pero una etapa en la que Francisco intente rectificar algunos de los errores que, según Schneider, ha contribuido a propagar.

Schneider dijo que era urgente rogar por el Papa, que es el padre de una familia, porque –dijo– «no podemos perder de vista la perspectiva sobrenatural de la Iglesia».

Según el obispo auxiliar de Kazajistán, es preciso rezar para que Francisco obtenga de Dios las gracias necesarias para «fortalecer a toda la Iglesia en este último periodo de su pontificado».

Schneider dio más detalles:

Lo que quiero decir es que podría publicar un documento en el que reafirmase la verdad de la Fe relativa a los errores más difundidos actualmente en la Iglesia, y eliminara algunas de las confusiones y ambigüedades que ha originado en su pontificado, y que él mismo ha causado, [así como para que] tenga la fortaleza, la humildad y la prudencia para rectificar, para arrepentirse de algunas cosas que ha hecho, de retractarse de algunos documentos y afirmaciones que han dado lugar a confusión o han socavado la claridad de la fe divina.

Para Schneider, ésa debe ser la primera labor que emprenda ahora que ha salido del hospital.

Que el Señor le dé la gracia y la misericordia para que todavía tenga posibilidad de rectificar, de corregir algunos aspectos importantes de su pontificado. También debemos rogar fervientemente por esto.

Hoy en día están muy extendidos la confusión y el error en temas como la sexualidad humana y el matrimonio, la primacía de la Fe católica, los sacramentos y la necesidad de creer en Dios. Si Francisco no remedia estas confusiones, comentó Schneider, tendrá que hacerlo su sucesor, y lo instó a hacerlo.

El nuevo pontífice deberá igualmente enseñar la doctrina católica referente a la imposibilidad del acceso a la Comunión para los divorciados, así como en lo relativo a la bendición de parejas homosexuales, declaró.

Señaló también Schneider que un papa debe ser «un fiel siervo y administrador de Cristo, no del espíritu de este mundo, ni de las costumbres del mundo».

Schneider pidió que si Francisco muere sin haber hecho las aclaraciones doctrinales necesarias, el que venga después «priorice las rectificaciones y retractaciones pertinentes a los ambigüísimos y erróneos documentos y acciones del pontificado de Francisco».

En concreto, Schneider pidió que el futuro pontífice «haga una profesión de fe en la que corrija los errores, los errores más importantes y extendidos de nuestro tiempo», y la primera corrección deberá ser proclamar que la única Fe verdadera es la católica.

A continuación vendrá la doctrina sobre la sexualidad humana, sobre todo «la indisolubilidad del matrimonio, el carácter intrínsecamente pecaminoso de los actos sexuales realizados fuera del matrimonio, recalcando en particular la índole intrínsecamente perversa de los actos y comportamientos homosexuales.

Citó además la exhortación apostólica de Francisco Amoris laetitia, añadiendo que «el Papa debe desdecirse» de ella, así como de la impiedad de Fiducia supplicans, documento con el que Francisco da luz verde a la bendición de parejas del mismo sexo, que habrá que derogar en su totalidad

Pidió además la clara derogación del infame documento de Abu Dabi de 2109, a fin de preservar la autenticidad de la Fe católica, así como la interrupción de los procesos sinodales con la prórroga de tres años recientemente aprobada por el papa Francisco.

El prelado de la sede kazaja se distingue entre las voces que más claro se alzan durante el presente pontificado publicando declaraciones en favor de la doctrina tradicional católica frente a algunos de los textos y declaraciones más controvertidos de Francisco.

Hace poco, Schneider respondió públicamente a un comentario que se ha convertido en uno de los más polémicos de los doce años que lleva reinando Francisco: sus declaraciones de septiembre del año pasado sobre Dios y la pluralidad religiosa.

Durante una entrevista reciente en alemán con el periodista de LifeSiteNews Andreas Wailzer, Schneider exhortó al futuro sucesor de Francisco a promulgar la rectificación si el actual pontífice no lo hace antes de morir.

Por último, monseñor Schneider destacó la importancia de que el futuro Vicario de Cristo corrobore que «Jesucristo es el único Redentor de la humanidad, y que Él y la Iglesia que Él fundó son la única vía de salvación dispuesta por Dios».


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


martes, 1 de abril de 2025

Fe y papolatría: misión del Papa en la Tradición católica. Entrevista a monseñor Schneider



Aurelio Porfiri: 

Buenos días a todos, y bienvenidos al podcast de Liturgia e musica sacra. Les habla Aurelio Porfiri. Hoy vamos a conversar con monseñor Athanasius Schneider, al que ya conocen. El punto de partida de nuestra charla de hoy va a ser la nueva edición que he preparado del Catecismo de la fe católica del padre Enrico Zoffoli. Monseñor Schneider ha escrito una presentación para dicho texto. Gracias, monseñor Schneider por su participación. 

Me gustaría empezar con una pregunta algo provocadora: algunas veces, cuando Vuestra Excelencia aparece en un video, sea conmigo o con otro, observo que hay mucha gente que lo insulta, porque dice que V.E. no ha entendido bien la cuestión del Papa en general, todas esas cosas que ya conocemos bien, ¿No le parece que en realidad la ignorancia de esas personas nos indicaría que el Catecismo es cada vez más necesario, porque en el fondo, lo que V.E. hace no es otra cosa que defender la Fe católica, y defender lógicamente el honor, la honra del Santo Padre, aunque sabemos bien que V.E. no siempre está de acuerdo con las posturas del Sumo Pontífice. Pero está claro que V.E. lo reconoce como el Sucesor de San Pedro. Entonces, ¿cuál es su parecer? ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Monseñor Schneider: 

Yo diría que en los últimos siglos en la vida de la Iglesia ha surgido algo que no es saludable. Porque también es posible pecar por exceso, y por el contrario, la verdad y la virtud están en el término medio. En la mesura. En el equilibrio. Y ese equilibrio, en lo que se refiere a la persona del Papa, al ministerio petrino, se ha descompensado de una manera verdaderamente excesiva. Me gustaría decir que una veneración semejante del Papa y de su ministerio no se corresponde con lo que Dios le encomendó a San Pedro. Porque se ha llegado a un punto en que poco menos que se ha divinizado al Papa, a la persona del Papa. No hay que convertir a nadie en un dios. En teoría no, claro, pero en la práctica, y si tenemos en cuenta, no la teoría sino la realidad en los últimos siglos de la vida de la Iglesia, cada una de las palabras que dice el Papa a lo largo del día se ha vuelto infalible. Esto es una parodia del dogma católico de la infalibilidad pontificia. 

Y luego, una vez más no en teoría sino en la práctica, ciertamente se considera al Papa como amo y señor de la Fe, amo y señor de la Tradición. Pero eso es lo contrario de lo que ha dicho el Concilio. El documento Dei Verbum declara que el Magisterio de la Iglesia, en primer lugar y empezando por el Papa, no están por encima de la Palabra de Dios, ya sea escrita o transmitida por la Tradición, sino por debajo de la Palabra escrita de Dios y por debajo de la Tradición, para servirla con fidelidad y transmitirla sin alterar nada, en su integridad, y custodiarla y defenderla. Eso es lo que dice el Concilio. 

Recordemos que el Papa no es otra cosa que Vicarius Christi, no Sucessor Christi. No es sucesor, sino Vicario. Administrador. Los mismos Apóstoles: en el prefacio de la Misa de los Apóstoles hay una expresión muy hermosa y muy precisa. Dice la Iglesia en ese texto que los Apóstoles son simplemente pastores vicarios. Para que nos hagamos una idea: los Apóstoles no son pastores en un sentido amplio, sino pastores vicarios, dice la Iglesia. De Dios, de Cristo. Porque todos los demás son vicarios. Los Apóstoles son vicarios de Cristo. San Pedro y todos los demás. Y tenemos que ser conscientes de ello. De que el Papa es el Siervo, el Vicario, el ministro de la Verdad de Cristo. Si alguna vez o en alguna circunstancia hace algún gesto o afirma algo que sea evidentemente ambiguo, es lo contrario de lo que le exige el ministerio petrino. 

Y si los obispos lo vemos, no podemos hacer la vista gorda. No volvamos a caer en una papolatría, en una divinización del Papa, poniéndolo en el lugar de Cristo y dando prioridad al servicio de una persona, por muy papa que sea, sobre el de Cristo. Por esa razón, estas advertencias –por supuesto, con reverencia, con respeto– los mismos obispos se la tienen que hacer al Papa de vez en cuando –aunque es raro; han sido pocas veces en la historia de la Iglesia, si bien pasa en estos tiempos–, tenemos que hacerlo. Es nuestro deber de obispos, porque no somos empleados sino hermanos del Papa, del Colegio Apostólico. Estamos por debajo de él, pero somos hermanos. Y lo hacemos, debemos hacerlo con amor sobrenatural al cargo petrino y a la persona del Papa, así como con reverencia, con respeto. Pero con claridad sin caer en, cómo diría yo, sofismas ni adulaciones. No sería digno.

Aurelio Porfiri: 

Permítame que le haga una pregunta un poquito más provocadora: dice que no conviene caer en papolatrías, y está bien; es más que comprensible. Pero para V.E. una cosa así, ¿la diría también con un papa como Pío X o Pío XII, o sea con un pontífice que tal vez parecería mejor alineado con cierto concepto de la Iglesia? ¿Considera que también en ese caso habría que evitar caer en el error de la papolatría?

Monseñor Schneider:

¡Claro! Porque la papolatría en sí no es buena. Porque es un exceso. Todo lo que es excesivo no se ajusta a la verdad, no contribuye a la verdad. Los excesos no ayudan. Desfiguran el cometido del Papa. Y así, aun los papas buenos pueden ponerse en el centro y Cristo ya no estaría tan a la vista. 

Por ejemplo, el primer pontífice, San Pedro, dio ejemplo de ello, y creo que todos los papas. Cuando fue a casa de Cornelio y luego vino el Espíritu Santo, y predicó. Se postraron a los pies de San Pedro para venerarlo. Y él se lo prohibió. Les dijo: «No, yo sólo soy un hombre; no debéis postraros ante mí». No digo que si alguna vez alguien siente devoción pueda hacerlo, pero sería la excepción de la regla.

Este ejemplo de San Pedro tiene un importante valor simbólico porque un buen papa, incluso un santo, cuanta más autoridad ejerce en la Iglesia, más tentaciones hay de divinizarlo, lo cual no es saludable. Por eso, los pontífices tienen que tener mucho cuidado con todas estas formas de atraer tanta atención hacia su persona. Es preferible ser más modesto para que ante todo estén en el centro Cristo, la liturgia, la adoración, la sacralidad, la integridad de la doctrina, poner a buenos sacerdotes, obispos y cardenales en la Iglesia, y defender también la Iglesia de las herejías, tantas cosas como hace un papa, pero no debe cultivar lo que no es necesario y contribuye al culto de la personalidad. Por supuesto que debemos tratarlo con gestos normales de reverencia por el cargo que ejerce, pero moderadamente.

Aurelio Porfiri: 

Excelencia, he hablado con algunos obispos y cardenales que, no es que no estén de acuerdo usted en cuanto a que es necesario manifestar al Papa su perplejidad ante ciertos gestos o acciones, pero dicen que esa perplejidad hay que manifestarla en privado y no públicamente. ¿Qué opina de esto?

Monseñor Schneider: 

¡No! Porque es público. Claro que se puede hacer en privado, pero si no se consigue, si se ve que no sirve de nada, tenemos el deber de hacerlo públicamente con miras a la salud de las almas, de los fieles, de toda la Iglesia. Dice el Concilio que todo obispo, miembro del colegio episcopal, tiene también el deber de preocuparse por el bien de toda la Iglesia, no sólo de su grey o su diócesis. Ha sido así desde el principio de la Iglesia. Dios lo permitió concretamente en Antioquía. 

San Pablo, que era lo que hoy en día llamaríamos miembro del colegio episcopal, subordinado a San Pedro, lo amonestó en público, no en privado. Porque San Pedro había hecho cosas ambiguas que socavaban la pureza de la fe en aquel tiempo en lo relativo a ritos antiguos judeocristianos y los cristianos nuevos recién convertidos procedentes del paganismo y que no debían observar esos ritos por decisión de los Apóstoles y del concilio. Con todo, más tarde, San Agustín y Santo Tomás de Aquino dijeron que el Espíritu Santo permitió aquel incidente de Antioquía para enseñar a toda la Iglesia que se puede, y no sólo se puede, sino que a veces un súbdito debe amonestar públicamente a su superior, aunque sea la máxima autoridad de la Iglesia cuando está en juego la pureza de la fe íntegra, del bien total de la Iglesia. Son cosas que han dicho santos, y pertenecen enteramente a la Tradición católica.

Aurelio Porfiri: 

Para terminar, Excelencia, me gustaría mencionar otra vez en concreto el Catecismo de la fe católica del P. Zoffoli. V.E. también ha publicado un catecismo, y quisiera preguntarle. ¿Qué importancia tiene el Catecismo en nuestros tiempos, un buen catecismo? ¿Cuál es a su juicio la necesidad actual de contar con un instrumento semejante?

Monseñor Schneider: 

Es esencial conocer la Fe para el cristiano. En los tiempos que corren es urgentísimo, es evidente, que vivimos en medio de tanta gente en la Iglesia que tienen una gran ignorancia de los conceptos básicos de la Fe católica. San Pablo dijo que no podemos invocar a Dios si no lo conocemos. Dijo también que no podemos correr si no avanzamos hacia la meta, que cómo vamos a combatir si no tenemos claro a quién; es imposible. ¿Cómo vamos a dar la vida por Cristo? Nadie da la vida por una vaguedad, por algo ambiguo. Yo doy la vida por algo que es verdad, y verdad no humana, sino divina. 

Por eso, las últimas palabras de Cristo en este mundo fueron ni más ni menos una solemne orden divina a los Apóstoles, a toda la Iglesia, «Id y enseñad, docete, a todos los pueblos. Docete, doctrina; enseñad; enseñanza. Es un deber solemne señalado por Dios. Y debemos hacerlo por amor, porque no se puede amar si no se conoce. Pues el amor presupone el conocimiento. Cuanto más se conoce algo o a alguien, más se lo quiere. Por eso, considero que publicar un catecismo es un gesto eminente de amor a los fieles para ayudarlos, para que conozcan mejor y de forma segura las verdades de Dios, y puedan así amarlo más, y así vivir más íntimamente con Cristo y alcanzar así la vida eterna.

Aurelio Porfiri: 

Gracias por sus palabras, Excelencia.


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 21 de marzo de 2025

El obispo Schneider enumera los temas que el próximo Papa tendrá que reafirmar con claridad



En una entrevista concedida a LifeSiteNews, el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, ha subrayado la necesidad de que el próximo Papa reafirme con claridad la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la moral sexual y el sacerdocio exclusivamente masculino, con el fin de disipar la confusión que ha surgido en estos temas en los últimos años.

En una conversación con el periodista Andreas Wailzer, LifeSiteNews informó que el obispo de Kazajstán enfatizó que la principal tarea del Papa es “fortalecer a los hermanos en la fe”.
“Este es un mandato divino, una de las primeras tareas de un Papa, y debe llevarlo a cabo con claridad, no con ambigüedad”, declaró Schneider. En su opinión, el próximo pontífice deberá abordar aquellos puntos que han generado mayor incertidumbre en la Iglesia, especialmente en lo referente al relativismo de la fe. Schneider criticó la idea de que los dogmas evolucionan según un esquema hegeliano de desarrollo, afirmando que esto es contrario a la tradición de la Iglesia.
El obispo también destacó la importancia de reafirmar los principios de moralidad en lo relativo a la sexualidad, recordando que el orden natural establecido por Dios “no está a disposición de un Sínodo ni de un Papa”. Afirmó que permitir la Comunión a personas divorciadas socava tanto la indisolubilidad del matrimonio como la santidad de la Eucaristía.

En cuanto a la enseñanza sobre la homosexualidad, el obispo reiteró que los actos homosexuales y los estilos de vida asociados a ellos van en contra del orden divino, la razón y la ley natural. También rechazó cualquier tipo de «bendición» para parejas homosexuales y enfatizó la necesidad de reafirmar la unicidad de Jesucristo como único Redentor de la humanidad.

Asimismo, Schneider afirmó que es crucial que el próximo Papa declare con claridad que “las demás religiones no conducen a la salvación ni a la redención”, insistiendo en que esta doctrina debe ser reiterada de manera inequívoca.

En relación con el sacerdocio, el obispo explicó que la Iglesia debe enseñar con la máxima autoridad que el sacramento del orden en sus tres grados—diaconado, presbiterado y episcopado—ha sido divinamente establecido y que solo los hombres pueden recibirlo. También condenó lo que denominó “feminismo teológico”, al considerarlo contrario al Evangelio y a la tradición de la Iglesia.

Finalmente, Schneider concluyó su intervención señalando que estas cuestiones son las que más han distorsionado la revelación divina en la actualidad y que, por lo tanto, deberían ser la prioridad para un futuro Papa.

miércoles, 22 de enero de 2025

Mons. Schneider ha planteado al Papa «temas importantes de la vida de la Iglesia»



El Papa Francisco ha recibido hoy en audiencia al obispo auxiliar de Astaná, Mons. Athanasius Schneider
. El Vaticano no ha ofrecido más detalles sobre el encuentro. El obispo ha asegurado que le ha planteado al Papa temas importantes de la vida de la Iglesia y que ha sido escuchado con atención.

(InfoCatólica) A petición de Kath.net, Mons. Schneider ha dado esta breve explicación:
«Lo que puedo decir es lo siguiente: durante la audiencia, el Papa Francisco fue muy cordial conmigo. Le planteé temas importantes de la vida de la Iglesia. Me escuchó con atención. Recemos por el Papa, para que fortalezca a toda la Iglesia en la fe».
Mons. Athanasius Schneider es de los pocos obispos que siempre ha hablado claro y conforme a la fe católica sobre la deriva doctrinal que lleva sufriendo la Iglesia en los últimos años. En noviembre del 2014 criticó que se sometiera a votación la verdad divina y la Palabra de Dios en el Sínodo sobre la Familia en relación a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Igualmente apoyó a los cardenales que plantearon objeciones al Papa por esa misma cuestión.

En diciembre del 2016 denunció la permisividad en la Iglesia con el divorcio y el adulterio. En febrero del 2019 salió al paso de la tesis de que es voluntad de Dios que haya muchas religiones. En marzo de ese mismo año consiguió que el Papa le dijera que esa posible voluntad de Dios era meramente permisiva. En mayo pidió una rectificación oficial de la declaración interreligiosa de Abu Dhai. Y en octubre, también del 2019, condenó el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano con motivo del Sínodo para la Amazonia.

En octubre del 2020, Mons. Schneider aseguró que el Papa volvía a cometer en la encíclica Fratelli tutti los mismos errores de la declaración de Abu Dhabi. En enero del 2022 pidió al Pontífice que no se aplicara Traditionis custodes, motu proprio del Papa que restringe la Misa previa a la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II.

En junio del 2023 solicitó al Papa que no diera a los laicos el mismo derecho de voto que los obispos en el Sínodo sobre sinodalidad. Y en junio del 2024 aseguró que Fiducia supplicans, texto del Dicasterio de la Fe que permite las bendiciones de parejas homosexuales, «socava gravemente la fe y la moral católicas».