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martes, 8 de abril de 2025

Mons. Schneider insta a Francisco a revocar textos que socavan la Fe



Ahora que han dado el alta al Pontífice, el obispo de Kazajistán afirma que debe esforzarse todo lo posible por eliminar algunas confusiones y ambigüedades que se han hecho, y que él mismo ha causado, durante su pontificado.


CIUDAD DEL VATICANO (LifeSiteNews) — Monseñor Athanasius Schneider ha exhortado a los católicos a rezar para que el papa Francisco se retracte de algunas cosas que ha afirmado en sus documentos y declaraciones que «han socavado la claridad de la Fe».

Después de que el papa Francisco regresara al Vaticano el pasado domingo tras pasar 28 días ingresado en el hospital Gemelli a causa de una pulmonía bilateral, muchos de sus más allegados seguidores agradecieron lo que consideran que supondrá una nueva etapa de su pontificado.

En una entrevista que concedió el lunes al locutor radiofónico Joe McLane, monseñor Athanasius Schneider pidió también una nueva etapa en su pontificado, pero una etapa en la que Francisco intente rectificar algunos de los errores que, según Schneider, ha contribuido a propagar.

Schneider dijo que era urgente rogar por el Papa, que es el padre de una familia, porque –dijo– «no podemos perder de vista la perspectiva sobrenatural de la Iglesia».

Según el obispo auxiliar de Kazajistán, es preciso rezar para que Francisco obtenga de Dios las gracias necesarias para «fortalecer a toda la Iglesia en este último periodo de su pontificado».

Schneider dio más detalles:

Lo que quiero decir es que podría publicar un documento en el que reafirmase la verdad de la Fe relativa a los errores más difundidos actualmente en la Iglesia, y eliminara algunas de las confusiones y ambigüedades que ha originado en su pontificado, y que él mismo ha causado, [así como para que] tenga la fortaleza, la humildad y la prudencia para rectificar, para arrepentirse de algunas cosas que ha hecho, de retractarse de algunos documentos y afirmaciones que han dado lugar a confusión o han socavado la claridad de la fe divina.

Para Schneider, ésa debe ser la primera labor que emprenda ahora que ha salido del hospital.

Que el Señor le dé la gracia y la misericordia para que todavía tenga posibilidad de rectificar, de corregir algunos aspectos importantes de su pontificado. También debemos rogar fervientemente por esto.

Hoy en día están muy extendidos la confusión y el error en temas como la sexualidad humana y el matrimonio, la primacía de la Fe católica, los sacramentos y la necesidad de creer en Dios. Si Francisco no remedia estas confusiones, comentó Schneider, tendrá que hacerlo su sucesor, y lo instó a hacerlo.

El nuevo pontífice deberá igualmente enseñar la doctrina católica referente a la imposibilidad del acceso a la Comunión para los divorciados, así como en lo relativo a la bendición de parejas homosexuales, declaró.

Señaló también Schneider que un papa debe ser «un fiel siervo y administrador de Cristo, no del espíritu de este mundo, ni de las costumbres del mundo».

Schneider pidió que si Francisco muere sin haber hecho las aclaraciones doctrinales necesarias, el que venga después «priorice las rectificaciones y retractaciones pertinentes a los ambigüísimos y erróneos documentos y acciones del pontificado de Francisco».

En concreto, Schneider pidió que el futuro pontífice «haga una profesión de fe en la que corrija los errores, los errores más importantes y extendidos de nuestro tiempo», y la primera corrección deberá ser proclamar que la única Fe verdadera es la católica.

A continuación vendrá la doctrina sobre la sexualidad humana, sobre todo «la indisolubilidad del matrimonio, el carácter intrínsecamente pecaminoso de los actos sexuales realizados fuera del matrimonio, recalcando en particular la índole intrínsecamente perversa de los actos y comportamientos homosexuales.

Citó además la exhortación apostólica de Francisco Amoris laetitia, añadiendo que «el Papa debe desdecirse» de ella, así como de la impiedad de Fiducia supplicans, documento con el que Francisco da luz verde a la bendición de parejas del mismo sexo, que habrá que derogar en su totalidad

Pidió además la clara derogación del infame documento de Abu Dabi de 2109, a fin de preservar la autenticidad de la Fe católica, así como la interrupción de los procesos sinodales con la prórroga de tres años recientemente aprobada por el papa Francisco.

El prelado de la sede kazaja se distingue entre las voces que más claro se alzan durante el presente pontificado publicando declaraciones en favor de la doctrina tradicional católica frente a algunos de los textos y declaraciones más controvertidos de Francisco.

Hace poco, Schneider respondió públicamente a un comentario que se ha convertido en uno de los más polémicos de los doce años que lleva reinando Francisco: sus declaraciones de septiembre del año pasado sobre Dios y la pluralidad religiosa.

Durante una entrevista reciente en alemán con el periodista de LifeSiteNews Andreas Wailzer, Schneider exhortó al futuro sucesor de Francisco a promulgar la rectificación si el actual pontífice no lo hace antes de morir.

Por último, monseñor Schneider destacó la importancia de que el futuro Vicario de Cristo corrobore que «Jesucristo es el único Redentor de la humanidad, y que Él y la Iglesia que Él fundó son la única vía de salvación dispuesta por Dios».


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


martes, 1 de abril de 2025

Fe y papolatría: misión del Papa en la Tradición católica. Entrevista a monseñor Schneider



Aurelio Porfiri: 

Buenos días a todos, y bienvenidos al podcast de Liturgia e musica sacra. Les habla Aurelio Porfiri. Hoy vamos a conversar con monseñor Athanasius Schneider, al que ya conocen. El punto de partida de nuestra charla de hoy va a ser la nueva edición que he preparado del Catecismo de la fe católica del padre Enrico Zoffoli. Monseñor Schneider ha escrito una presentación para dicho texto. Gracias, monseñor Schneider por su participación. 

Me gustaría empezar con una pregunta algo provocadora: algunas veces, cuando Vuestra Excelencia aparece en un video, sea conmigo o con otro, observo que hay mucha gente que lo insulta, porque dice que V.E. no ha entendido bien la cuestión del Papa en general, todas esas cosas que ya conocemos bien, ¿No le parece que en realidad la ignorancia de esas personas nos indicaría que el Catecismo es cada vez más necesario, porque en el fondo, lo que V.E. hace no es otra cosa que defender la Fe católica, y defender lógicamente el honor, la honra del Santo Padre, aunque sabemos bien que V.E. no siempre está de acuerdo con las posturas del Sumo Pontífice. Pero está claro que V.E. lo reconoce como el Sucesor de San Pedro. Entonces, ¿cuál es su parecer? ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Monseñor Schneider: 

Yo diría que en los últimos siglos en la vida de la Iglesia ha surgido algo que no es saludable. Porque también es posible pecar por exceso, y por el contrario, la verdad y la virtud están en el término medio. En la mesura. En el equilibrio. Y ese equilibrio, en lo que se refiere a la persona del Papa, al ministerio petrino, se ha descompensado de una manera verdaderamente excesiva. Me gustaría decir que una veneración semejante del Papa y de su ministerio no se corresponde con lo que Dios le encomendó a San Pedro. Porque se ha llegado a un punto en que poco menos que se ha divinizado al Papa, a la persona del Papa. No hay que convertir a nadie en un dios. En teoría no, claro, pero en la práctica, y si tenemos en cuenta, no la teoría sino la realidad en los últimos siglos de la vida de la Iglesia, cada una de las palabras que dice el Papa a lo largo del día se ha vuelto infalible. Esto es una parodia del dogma católico de la infalibilidad pontificia. 

Y luego, una vez más no en teoría sino en la práctica, ciertamente se considera al Papa como amo y señor de la Fe, amo y señor de la Tradición. Pero eso es lo contrario de lo que ha dicho el Concilio. El documento Dei Verbum declara que el Magisterio de la Iglesia, en primer lugar y empezando por el Papa, no están por encima de la Palabra de Dios, ya sea escrita o transmitida por la Tradición, sino por debajo de la Palabra escrita de Dios y por debajo de la Tradición, para servirla con fidelidad y transmitirla sin alterar nada, en su integridad, y custodiarla y defenderla. Eso es lo que dice el Concilio. 

Recordemos que el Papa no es otra cosa que Vicarius Christi, no Sucessor Christi. No es sucesor, sino Vicario. Administrador. Los mismos Apóstoles: en el prefacio de la Misa de los Apóstoles hay una expresión muy hermosa y muy precisa. Dice la Iglesia en ese texto que los Apóstoles son simplemente pastores vicarios. Para que nos hagamos una idea: los Apóstoles no son pastores en un sentido amplio, sino pastores vicarios, dice la Iglesia. De Dios, de Cristo. Porque todos los demás son vicarios. Los Apóstoles son vicarios de Cristo. San Pedro y todos los demás. Y tenemos que ser conscientes de ello. De que el Papa es el Siervo, el Vicario, el ministro de la Verdad de Cristo. Si alguna vez o en alguna circunstancia hace algún gesto o afirma algo que sea evidentemente ambiguo, es lo contrario de lo que le exige el ministerio petrino. 

Y si los obispos lo vemos, no podemos hacer la vista gorda. No volvamos a caer en una papolatría, en una divinización del Papa, poniéndolo en el lugar de Cristo y dando prioridad al servicio de una persona, por muy papa que sea, sobre el de Cristo. Por esa razón, estas advertencias –por supuesto, con reverencia, con respeto– los mismos obispos se la tienen que hacer al Papa de vez en cuando –aunque es raro; han sido pocas veces en la historia de la Iglesia, si bien pasa en estos tiempos–, tenemos que hacerlo. Es nuestro deber de obispos, porque no somos empleados sino hermanos del Papa, del Colegio Apostólico. Estamos por debajo de él, pero somos hermanos. Y lo hacemos, debemos hacerlo con amor sobrenatural al cargo petrino y a la persona del Papa, así como con reverencia, con respeto. Pero con claridad sin caer en, cómo diría yo, sofismas ni adulaciones. No sería digno.

Aurelio Porfiri: 

Permítame que le haga una pregunta un poquito más provocadora: dice que no conviene caer en papolatrías, y está bien; es más que comprensible. Pero para V.E. una cosa así, ¿la diría también con un papa como Pío X o Pío XII, o sea con un pontífice que tal vez parecería mejor alineado con cierto concepto de la Iglesia? ¿Considera que también en ese caso habría que evitar caer en el error de la papolatría?

Monseñor Schneider:

¡Claro! Porque la papolatría en sí no es buena. Porque es un exceso. Todo lo que es excesivo no se ajusta a la verdad, no contribuye a la verdad. Los excesos no ayudan. Desfiguran el cometido del Papa. Y así, aun los papas buenos pueden ponerse en el centro y Cristo ya no estaría tan a la vista. 

Por ejemplo, el primer pontífice, San Pedro, dio ejemplo de ello, y creo que todos los papas. Cuando fue a casa de Cornelio y luego vino el Espíritu Santo, y predicó. Se postraron a los pies de San Pedro para venerarlo. Y él se lo prohibió. Les dijo: «No, yo sólo soy un hombre; no debéis postraros ante mí». No digo que si alguna vez alguien siente devoción pueda hacerlo, pero sería la excepción de la regla.

Este ejemplo de San Pedro tiene un importante valor simbólico porque un buen papa, incluso un santo, cuanta más autoridad ejerce en la Iglesia, más tentaciones hay de divinizarlo, lo cual no es saludable. Por eso, los pontífices tienen que tener mucho cuidado con todas estas formas de atraer tanta atención hacia su persona. Es preferible ser más modesto para que ante todo estén en el centro Cristo, la liturgia, la adoración, la sacralidad, la integridad de la doctrina, poner a buenos sacerdotes, obispos y cardenales en la Iglesia, y defender también la Iglesia de las herejías, tantas cosas como hace un papa, pero no debe cultivar lo que no es necesario y contribuye al culto de la personalidad. Por supuesto que debemos tratarlo con gestos normales de reverencia por el cargo que ejerce, pero moderadamente.

Aurelio Porfiri: 

Excelencia, he hablado con algunos obispos y cardenales que, no es que no estén de acuerdo usted en cuanto a que es necesario manifestar al Papa su perplejidad ante ciertos gestos o acciones, pero dicen que esa perplejidad hay que manifestarla en privado y no públicamente. ¿Qué opina de esto?

Monseñor Schneider: 

¡No! Porque es público. Claro que se puede hacer en privado, pero si no se consigue, si se ve que no sirve de nada, tenemos el deber de hacerlo públicamente con miras a la salud de las almas, de los fieles, de toda la Iglesia. Dice el Concilio que todo obispo, miembro del colegio episcopal, tiene también el deber de preocuparse por el bien de toda la Iglesia, no sólo de su grey o su diócesis. Ha sido así desde el principio de la Iglesia. Dios lo permitió concretamente en Antioquía. 

San Pablo, que era lo que hoy en día llamaríamos miembro del colegio episcopal, subordinado a San Pedro, lo amonestó en público, no en privado. Porque San Pedro había hecho cosas ambiguas que socavaban la pureza de la fe en aquel tiempo en lo relativo a ritos antiguos judeocristianos y los cristianos nuevos recién convertidos procedentes del paganismo y que no debían observar esos ritos por decisión de los Apóstoles y del concilio. Con todo, más tarde, San Agustín y Santo Tomás de Aquino dijeron que el Espíritu Santo permitió aquel incidente de Antioquía para enseñar a toda la Iglesia que se puede, y no sólo se puede, sino que a veces un súbdito debe amonestar públicamente a su superior, aunque sea la máxima autoridad de la Iglesia cuando está en juego la pureza de la fe íntegra, del bien total de la Iglesia. Son cosas que han dicho santos, y pertenecen enteramente a la Tradición católica.

Aurelio Porfiri: 

Para terminar, Excelencia, me gustaría mencionar otra vez en concreto el Catecismo de la fe católica del P. Zoffoli. V.E. también ha publicado un catecismo, y quisiera preguntarle. ¿Qué importancia tiene el Catecismo en nuestros tiempos, un buen catecismo? ¿Cuál es a su juicio la necesidad actual de contar con un instrumento semejante?

Monseñor Schneider: 

Es esencial conocer la Fe para el cristiano. En los tiempos que corren es urgentísimo, es evidente, que vivimos en medio de tanta gente en la Iglesia que tienen una gran ignorancia de los conceptos básicos de la Fe católica. San Pablo dijo que no podemos invocar a Dios si no lo conocemos. Dijo también que no podemos correr si no avanzamos hacia la meta, que cómo vamos a combatir si no tenemos claro a quién; es imposible. ¿Cómo vamos a dar la vida por Cristo? Nadie da la vida por una vaguedad, por algo ambiguo. Yo doy la vida por algo que es verdad, y verdad no humana, sino divina. 

Por eso, las últimas palabras de Cristo en este mundo fueron ni más ni menos una solemne orden divina a los Apóstoles, a toda la Iglesia, «Id y enseñad, docete, a todos los pueblos. Docete, doctrina; enseñad; enseñanza. Es un deber solemne señalado por Dios. Y debemos hacerlo por amor, porque no se puede amar si no se conoce. Pues el amor presupone el conocimiento. Cuanto más se conoce algo o a alguien, más se lo quiere. Por eso, considero que publicar un catecismo es un gesto eminente de amor a los fieles para ayudarlos, para que conozcan mejor y de forma segura las verdades de Dios, y puedan así amarlo más, y así vivir más íntimamente con Cristo y alcanzar así la vida eterna.

Aurelio Porfiri: 

Gracias por sus palabras, Excelencia.


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 21 de marzo de 2025

El obispo Schneider enumera los temas que el próximo Papa tendrá que reafirmar con claridad



En una entrevista concedida a LifeSiteNews, el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, ha subrayado la necesidad de que el próximo Papa reafirme con claridad la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la moral sexual y el sacerdocio exclusivamente masculino, con el fin de disipar la confusión que ha surgido en estos temas en los últimos años.

En una conversación con el periodista Andreas Wailzer, LifeSiteNews informó que el obispo de Kazajstán enfatizó que la principal tarea del Papa es “fortalecer a los hermanos en la fe”.
“Este es un mandato divino, una de las primeras tareas de un Papa, y debe llevarlo a cabo con claridad, no con ambigüedad”, declaró Schneider. En su opinión, el próximo pontífice deberá abordar aquellos puntos que han generado mayor incertidumbre en la Iglesia, especialmente en lo referente al relativismo de la fe. Schneider criticó la idea de que los dogmas evolucionan según un esquema hegeliano de desarrollo, afirmando que esto es contrario a la tradición de la Iglesia.
El obispo también destacó la importancia de reafirmar los principios de moralidad en lo relativo a la sexualidad, recordando que el orden natural establecido por Dios “no está a disposición de un Sínodo ni de un Papa”. Afirmó que permitir la Comunión a personas divorciadas socava tanto la indisolubilidad del matrimonio como la santidad de la Eucaristía.

En cuanto a la enseñanza sobre la homosexualidad, el obispo reiteró que los actos homosexuales y los estilos de vida asociados a ellos van en contra del orden divino, la razón y la ley natural. También rechazó cualquier tipo de «bendición» para parejas homosexuales y enfatizó la necesidad de reafirmar la unicidad de Jesucristo como único Redentor de la humanidad.

Asimismo, Schneider afirmó que es crucial que el próximo Papa declare con claridad que “las demás religiones no conducen a la salvación ni a la redención”, insistiendo en que esta doctrina debe ser reiterada de manera inequívoca.

En relación con el sacerdocio, el obispo explicó que la Iglesia debe enseñar con la máxima autoridad que el sacramento del orden en sus tres grados—diaconado, presbiterado y episcopado—ha sido divinamente establecido y que solo los hombres pueden recibirlo. También condenó lo que denominó “feminismo teológico”, al considerarlo contrario al Evangelio y a la tradición de la Iglesia.

Finalmente, Schneider concluyó su intervención señalando que estas cuestiones son las que más han distorsionado la revelación divina en la actualidad y que, por lo tanto, deberían ser la prioridad para un futuro Papa.

miércoles, 22 de enero de 2025

Mons. Schneider ha planteado al Papa «temas importantes de la vida de la Iglesia»



El Papa Francisco ha recibido hoy en audiencia al obispo auxiliar de Astaná, Mons. Athanasius Schneider
. El Vaticano no ha ofrecido más detalles sobre el encuentro. El obispo ha asegurado que le ha planteado al Papa temas importantes de la vida de la Iglesia y que ha sido escuchado con atención.

(InfoCatólica) A petición de Kath.net, Mons. Schneider ha dado esta breve explicación:
«Lo que puedo decir es lo siguiente: durante la audiencia, el Papa Francisco fue muy cordial conmigo. Le planteé temas importantes de la vida de la Iglesia. Me escuchó con atención. Recemos por el Papa, para que fortalezca a toda la Iglesia en la fe».
Mons. Athanasius Schneider es de los pocos obispos que siempre ha hablado claro y conforme a la fe católica sobre la deriva doctrinal que lleva sufriendo la Iglesia en los últimos años. En noviembre del 2014 criticó que se sometiera a votación la verdad divina y la Palabra de Dios en el Sínodo sobre la Familia en relación a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Igualmente apoyó a los cardenales que plantearon objeciones al Papa por esa misma cuestión.

En diciembre del 2016 denunció la permisividad en la Iglesia con el divorcio y el adulterio. En febrero del 2019 salió al paso de la tesis de que es voluntad de Dios que haya muchas religiones. En marzo de ese mismo año consiguió que el Papa le dijera que esa posible voluntad de Dios era meramente permisiva. En mayo pidió una rectificación oficial de la declaración interreligiosa de Abu Dhai. Y en octubre, también del 2019, condenó el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano con motivo del Sínodo para la Amazonia.

En octubre del 2020, Mons. Schneider aseguró que el Papa volvía a cometer en la encíclica Fratelli tutti los mismos errores de la declaración de Abu Dhabi. En enero del 2022 pidió al Pontífice que no se aplicara Traditionis custodes, motu proprio del Papa que restringe la Misa previa a la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II.

En junio del 2023 solicitó al Papa que no diera a los laicos el mismo derecho de voto que los obispos en el Sínodo sobre sinodalidad. Y en junio del 2024 aseguró que Fiducia supplicans, texto del Dicasterio de la Fe que permite las bendiciones de parejas homosexuales, «socava gravemente la fe y la moral católicas».

viernes, 29 de noviembre de 2024

Mons. Schneider explica por qué cree que Francisco es efectivamente el Papa



La hipótesis de que la abdicación de Benedicto XV fue inválida es un callejón sin salida. Si no, la Sede Apostólica llevaría de facto once años vacante.

Monseñor Athanasius Schneider

(LifeSiteNews) — El principio más seguro para dilucidar la crucial cuestión sobre la validez del pontificado de Francisco es la práctica, mantenida hasta hoy en la historia de la Iglesia, con la que se han resuelto situaciones de supuesta invalidez de renuncias o elecciones de papas. En dicha costumbre que permanece hasta hoy se manifiesta el sensus perennis ecclesiae.

Ni el principio de legalidad aplicado al pie de la letra ni el del positivismo jurídico han sido considerados principios absolutos en la costumbre de la Iglesia, dado que la legislación relativa a las elecciones pontificias no es más que una ley humana (positiva), no divina (revelada).

La ley humana que regula la asunción del cargo de papa o la abdicación del mismo tiene que estar subordinada al bien mayor de toda la Iglesia, que en este caso es la verdadera existencia de la cabeza visible de la Iglesia y la certidumbre de su existencia para todo su cuerpo, integrado por el clero y los fieles.

La naturaleza misma de la Iglesia exige la existencia visible de la cabeza y la certidumbre de ella. La Iglesia universal no puede existir durante un tiempo considerable sin un pastor supremo visible, sin el sucesor de San Pedro, ya que la actividad vital de la Iglesia universal depende de su cabeza visible. Por ejemplo, para nombrar obispos diocesanos y cardenales; para ello hace falta un papa legítimo. Y a su vez, el bien espiritual de los fieles depende de que haya prelados válidamente nombrados, pues de ser inválido el nombramiento (por invalidez del Papa), los sacerdotes carecerían de competencia pastoral (es decir, entre otras cosas no podrían confesar ni casar).

Las dispensas e indulgencias que sólo concede el Romano Pontífice, todas las cuales tienen por objeto el bien espiritual y la salvación eterna de las almas, dependen igualmente de la existencia y certidumbre mencionadas. En esos casos, aplicar el principio de suplencia de jurisdicción socavaría la visibilidad que caracteriza a la Iglesia y sería en sustancia una postura sedevacantista.

Aceptar la posibilidad de que la Santa Sede está vacante por un tiempo prolongado (sedisvacantia papalis) puede conducir fácilmente a una actitud sedevacantista, que en el fondo es un fenómeno sectario y poco menos que herético que está presente desde hace sesenta años por culpa de los problemas originados por el Concilio y por los papas conciliares y postconciliares.

La Iglesia tiene un remedio para las elecciones polémicas

El bien espiritual y la salvación de los fieles es la ley suprema en la normativa de la Iglesia. Por ese motivo, existe ese principio de supplet Ecclesia o sanatio in radice (sanar en la raíz). Dicho de otro modo: la Iglesia completa lo que faltaba según la ley positiva humana en el caso de los sacramentos, que exigen facultades jurisdiccionales: confesar, oficiar matrimonios, confirmar, aplicar intenciones de Misa, etc.

Inspirada en este principio auténticamente pastoral, el instinto de la Iglesia ha aplicado siempre los principios de supplet Ecclessia y sanatio in radice siempre que ha habido dudas en la renuncia o elección de un pontífice. Concretamente, la sanatio in radice de una elección papal inválida se manifestó en la aceptación moral universal y sin controversia del nuevo pontífice por parte del episcopado y del pueblo católico, además de que el papa electo actual, inválido para algunos, es nombrado en el Canon de la Misa por la práctica totalidad del clero católico.

Papas válidos surgidos de elecciones aparentemente inválidas

La historia de la Iglesia es una maestra segura en este sentido. La vacancia más larga de la Sede en la historia duró dos años y nueve meses (del 29 de noviembre de 1268 al 1 de septiembre de 1271). Y coincidió con la época en que vivía Santo Tomás de Aquino. Ha habido sin duda elecciones en que claramente estaba en duda la validez de la asunción pontificia. Por ejemplo, Gregorio VI subió al trono comprando en 1045 el cargo a su predecesor Benedicto IX por una elevada suma de dinero. A pesar de ello, la Iglesia de Roma siempre consideró a Gregorio VI un papa legítimo, y hasta Hildebrando, que más tarde llegaría a ser San Gregorio VII, consideró legítimo a su predecesor, no obstante la manera ilegítima en que ascendió al pontificado.

Por su parte, Urbano VI fue elegido bajo una enorme presión y amenazas por parte del pueblo romano. Algunos de los cardenales electores llegaron a temer por sus vidas. Ese fue el ambiente en que se eligió a Urbano VI en 1378. En la coronación del nuevo pontífice todos los cardenales del cónclave le rindieron pleitesía y lo reconocieron como papa durante los primeros meses de su pontificado. Pocos meses después, algunos cardenales, sobre todo franceses, comenzaron a dudar de la validez de la elección en vista de las intimidatorias circunstancias y las presiones de que habían sido objeto durante el cónclave. Esto llevó a dichos purpurados a elegir un nuevo pontífice, que se llamó Clemente VII, era francés y fijó su residencia en Aviñón. Tanto él como sus sucesores fueron siempre considerados antipapas por la Iglesia Católica Romana (véanse las ediciones del Anuario pontificio). Así se inició una de las crisis más desastrosas de la historia de la Iglesia, el gran Cisma de Occidente, que duró casi cuarenta años, desgarró la unidad de la Iglesia y fue tan perjudicial para el bien espiritual de las almas.

La Iglesia Católica Romana siempre ha reconocido a Urbano VI como un papa legítimo a pesar de los factores que probablemente hicieron inválida su elección. El hecho de que incluso personas canonizadas como San Vicente Ferrer reconocieran por un tiempo a al antipapa Clemente VI como único pontífice legítimo no es un argumento convincente, ya que los santos no son infalibles en todas sus opiniones. El santo valenciano abandonó más tarde su apoyó al antipapa de Aviñón y reconoció al Papa de Roma.

San Celestino V hizo su renuncia en medio de presiones e insinuaciones del poderoso cardenal Benedetto Gaetani, que le sucedió con el nombre de Bonifacio VIII en 1294. Ante estas circunstancias, un sector de fieles y clero de la época nunca llegó a reconocer a Bonifacio VIII como legítimo papa. Pero la Iglesia Católica siempre ha considerado legítimo a este pontífice, porque su aceptación por parte de una mayoría abrumadora del episcopado y los fieles sanó en la raíz las circunstancias que pudiesen haber invalidado la renuncia de Celestino V y la elección de su sucesor.

La siguiente explicación del profesor Roberto de Mattei demuestra de modo convincente la incoherencia de las teorías sobre la ilegitimidad de Francisco como papa: «De nada ha servido que en una declaración a LifeSiteNews publicada el 14 de febrero de 2019 el propio monseñor Gänswein corroborase la validez de la renuncia al ministerio petrino, afirmando: «Sólo hay un papa legítimamente elegido: Francisco». La idea de una posible redefinición del munus petrino ya estaba lanzada».

Algunos afirman que la intención de Benedicto era seguir siendo papa, entendiendo que el cargo podía desdoblarse en dos; pero esto es un error sustancial, ya que la naturaleza monárquica y unitaria del pontificado es de derecho divino.

«Sólo Dios juzga las intenciones –prosigue De Mattei–, mientras que el derecho canónico se limita a evaluar el comportamiento externo de los bautizados. Una célebre sentencia del derecho romano, recordada tanto por el cardenal Walter Brandmüller como por el cardenal Raymond Leo Burke, afirma: De internis non iudicat praetor: un juez no juzga cuestiones internas».

De Mattei se pregunta qué pasaría después de morir Benedicto si él fuera el único papa legítimo. Y responde: «La paradoja está en que para demostrar la nulidad de la renuncia de Benedicto se valen de sofismas jurídicos, pero luego, para resolver el problema de la sucesión de Benedicto o de Francisco sería necesario recurrir a soluciones extracanónicas» (cf. https://adelantelafe.com/incognitas-sobre-el-final-de-un-pontificado/, 1 de julio de 2020).

Por qué la teoría de la ilegitimidad de Francisco es un callejón sin salida

La hipótesis de la ilegitimidad de la renuncia de Benedicto, y por consiguiente de la ilegitimidad de Francisco como papa, no conduce en realidad a ninguna parte. Equivaldría a decir que durante once años la Sede habría estado de facto vacante, ya que Benedicto no realizó ningún acto gubernativo, no creó a ningún obispo ni cardenal, no concedió dispensa ni indulgencia alguna, etc. Esto habría tenido como consecuencia que la Iglesia estuviera paralizada en el aspecto visible. En la práctica, equivaldría a una postura sedevacantista.

Desde hace once años, todos los nombramientos de nuncios apostólicos, obispos diocesanos y cardenales, todas las dispensas pontificias y todas las indulgencias recibidas por los fieles habrían sido nulas e írritas, lo cual habría tenido unas consecuencias perjudiciales para las almas (prelados ilegítimos, jurisdicciones inválidas, etc.). Ningún cardenal creado por Francisco sería legítimo. O sea, que no habría cardenales, lo cual afectaría a la mayor parte del Colegio Cardenalicio.

Veamos otra situación hipotética: si Benedicto XVI hubiese sido un papa liberal en extremo y herético, y hubiera abdicado en 2013 en circunstancias similares a las del momento en que lo hizo (con lo que podría haber causas de invalidez); y a continuación se hubiera elegido a un nuevo pontífice que fuera verdaderamente tradicional, y este nuevo papa –la invalidez de cuya elección se podría suponer debido a la invalidad de la renuncia de su predecesor liberal y por haber quebrantado algunas normas del cónclave– se hubiera puesto a reformar la Iglesia en un sentido auténticamente católico, como creando obispos y cardenales buenos, promulgando profesiones de fe y declaraciones ex cátedra para sostener la Fe verdadera ante los errores que pululan actualmente en la Iglesia, desde luego ningún buen cardenal, obispo o católico de a pie consideraría ilegítimo a ese nuevo papa que es ciento por ciento católico, ni pediría su renuncia ni que el liberal que abdicó volviera a gobernar.

Otra posible hipótesis: si se murieran todos los cardenales que crearon Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Colegio Cardenalicio estaría integrado exclusivamente por cardenales nombrados por Francisco. Pero entonces, según la teoría del pontificado ilegítimo de Francisco, todos serían ilegítimos, y ya no habría Colegio Cardenalicio. De donde se desprende que no quedarían electores válidos que pudieran proceder a la elección de un nuevo pontífice.

La ley del Derecho Canónico que prescribe que sólo los cardenales son electores válidos en los cónclaves está en vigor desde el siglo XI, y fue sancionada por los romanos pontífices, por lo que sólo un papa podría modificar las normas jurídicas que regulan las elecciones pontificias y promulgar una que permitiera votar a quienes no tuvieran la púrpura cardenalicia. Hipotéticamente, de acuerdo con la teoría de que Francisco es un papa ilegítimo, una vez que murieran todos los cardenales creados antes de la elección del actual pontífice no sería ya posible elegir a un papa legítimo. La Iglesia se habría metido en un callejón sin salida, sería un dilema insoluble.

La hipótesis según la cual Benedicto sería el único pontífice legítimo y por tanto Francisco ilegítimo contradice la razonable costumbre, de demostrada eficacia, de la gran Tradición de la Iglesia, y también el sentido común. No sólo eso; se da un carácter absoluto al aspecto de la legitimidad; en este caso, a las normas humanas que rigen las renuncias y las elecciones, en detrimento del bien de las almas, al haberse introducido la incertidumbre en cuanto a la validez de los actos de gobierno de la Iglesia. Y eso socava la naturaleza visible de la Iglesia. Y por otra parte, roza la mentalidad sedevacantista. En este caso hay que seguir la vía más segura (via tutior) y el ejemplo de la práctica constante de la gran Tradición de la Iglesia.

¿Qué podemos hacer ante la conducta del papa Francisco?

La manera de reaccionar a la conducta del papa Francisco es amonestarlo públicamente por sus errores. Eso sí, hay que hacerlo con el debido respeto. Luego, hay que hacer una profesión de fe especificando las verdades que Francisco ha contradicho o socavado con sus ambigüedades. Y después es preciso realizar actos de reparación. También hay que implorar a Dios la gracia de la conversión para el papa Francisco, y su intervención divina para resolver esta crisis sin precedentes. En todo caso, Francisco es sin duda alguna el papa legítimo.

Nuestro Señor Jesucristo está al timón de la nave de la Iglesia, incluso en las más torrenciales tempestades, entre las que puede darse el pontificado de un papa doctrinalmente ambiguo, aunque esas tormentas suelen ser relativamente breves en comparación con otras graves crisis que han afectado a la Iglesia Militante en sus dos mil años de existencia.

En medio de la confusión y la tempestad que se han desatado en la Iglesia actual, Nuestro Señor se alzará y reprenderá el mar y los vientos (véase Mt.8,24). Entonces, está garantizado un tiempo de calma, seguridad doctrinal, sacralidad en la liturgia y santidad en los sacerdotes, prelados y papas. Ante una situación que, a los ojos humanos, parece irremediable, debemos renovar la fe inquebrantable en que las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia Católica.

+Athanasius Schneider, 
obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 15 de noviembre de 2024

La Iglesia se nutre de la perenne liturgia católica (Monseñor Schneider)



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Ya desde el momento en que entramos en un templo para participar en la Santa Misa tenemos que esforzarnos por elevar la mente y el corazón al Gólgota y a la liturgia del Cielo.

Michael Haynes 6 de noviembre de 2024

(PerMariam) Continuación de la charla pronunciada por monseñor Athanasius Schneider cuya primera parte se publicó aquí.

La luz de la Fe católica (2ª parte)

Muchos protestantes y católicos modernistas piensan que no se puede dar verdadero culto a Dios en medio de tanta hermosa ceremonia litúrgica. Pero en realidad es todo lo contrario: «El culto católico es el centro de la adoración, ofrecida a Dios de la manera más bella y perfecta que se pueda imaginar» (monseñor Henry Grey Graham, From the Kirk to the Catholic Church, Glasgow 1960, p. 58).

El rito católico está fijado. El católico no tiene que preocuparse por ello. Centra voluntariamente toda su atención en el culto interno «en espíritu y en verdad», independientemente de que sea sacerdote o seglar.

Ciertamente hay unidad de culto, pues en todo el mundo se celebra un mismo Sacrificio divino y una misma liturgia. Sin embargo, posee una diversidad exquisita de lo más exquisita, porque cada alma tiene sus necesidades, deseos y aspiraciones particulares y las presenta a Dios en sus propias palabras. El humilde mendigo que está arrodillado en un rincón perdido de la inmensa catedral y reza en unidad con el noble y la dama de alta alcurnia. Y si se trata del Santo Sacrificio, también se une al obispo y al Papa mismo, es un adorador individual y tan dilecto a los ojos y el corazón de Dios como si no hubiera nadie más en el mundo.

¡Cuán maravilloso y sublime es el culto de la Iglesia Romana! Hermoso en lo externo, hermoso en lo interno, siguiendo el modelo que el propio Dios le enseñó. Con razón tantas almas atormentadas y turbadas han quedado prendadas de él. Con razón ha satisfecho su corazón y su intelecto, además de sus sentidos, pues Jesucristo, «el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, está ahí presente. Él es su gloria y belleza, tanto aquí como en el Cielo. Él es el centro del culto de la Iglesia Católica, pues es Él el Sacrificio de la Iglesia. De ahí que media hora de Misa Romana supere el culto conjunto de todos los herejes del mundo» (From the Kirk to the Catholic Church, pp. 59-60).

«Ningún rito, ceremonia, santos, ángeles, belleza externa ni fascinación puede satisfacer por sí solo el alma de católico alguno. De por sí sería menos que nada, vanidad, y la hermosura y atractivo de la Iglesia Católica sería una espantosa y yerma parodia si el Dios eterno y Salvador no habitase en medio de ella. Si existen es en razón de Él, y lo honran y reflejan su belleza; pero Él mismo es, Él ni más ni menos, Aquél en quien tenemos fijado el afecto y la fe de nuestro corazón» (What Faith really means. A simple explanation. Londres 1914, p. 91).

«Así como la gloria esencial y la felicidad del Cielo consisten en la presencia de Dios mismo, y sin Él, todo, por hermoso que sea, nos asquearía y decepcionaría, así también en el Reino de los Cielos en la Tierra, que es la Iglesia Católica, es Nuestro Señor Jesucristo, el Cordero degollado, quien constituye nuestra paz y nuestra alegría. Siempre está con nosotros, y tanto nos ama que ha decidido vivir con nosotros en el Santísimo Sacramento, en el que día y noche es objeto de la adoración de legiones de ángeles y de millones de almas humanas por todo el mundo.

Él y nada más que Él fue quien llenó tanto de fuego el corazón de los santos que tenían que refrescarse el pecho en una fuente para no que no los consumiera el ardor del amor divino. Él y nada más que Él ha arrobado a los santos con tales éxtasis de amor y unión con Él que, al igual que San Pablo, pudieron decir que fueron arrebatados al tercer cielo y oyeron palabras inefables. Él y nada más que Él se ha aparecido como el Niño Jesús en numerosas ocasiones a santos sacerdotes mientras decían la Santa Misa. Nuestros amigos protestantes no tienen ni idea de cuánto amamos a Jesús y cuánto nos ama Él, ni de que no pasa una hora, ni siquiera un momento, en que no haya alguien adorándolo en espíritu y en verdad, sea en el silencio de un claustro o una capilla solitaria, o en una magnífica catedral, o de lo contrario exclamarían: “Dios es conocido en Judea”. “Como brama el ciervo por las fuentes de agua, así clama mi corazón por ti, oh Dios”.

El alma católica se hace eco de estas palabras, y en todo momento encontramos al Señor en su hermosa morada terrenal dándonos en todo momento paz en nuestras tribulaciones, alegría en el dolor, consuelo en la aflicción, descanso total a la mente, la voluntad y el intelecto, una paz que el mundo no puede darnos ni arrebatarnos. Recibimos a Jesucristo y quedamos satisfechos; lo más satisfechos que podemos estar fuera del Cielo. Es privilegio de los más nobles, poderosos y acaudalados, pero es igualmente privilegio de pobres y humildes, de los analfabetos y los menospreciados, que no sólo pueden acercarse a Nuestro Señor y tocar la orla de su manto sino recibirlos en su propio pecho y prodigarle todo su cariño, uniéndose con Él y reposando sobre su Corazón.

Ciertamente es así hasta el punto de que quienes no poseen literalmente ninguno de los bienes de este mundo y no tienen quien los consuele ni dónde encontrar alegría o felicidad, ni aun lo más elemental para vivir. Esos mismos, los pobres de Dios, encuentran en Jesús cuanto necesitan, y porque lo tienen a Él no temen mal alguno. Aun atravesando el valle de las sombras de la muerte conservan la calma, la confianza y la dicha, pues saben que un día, quién sabe si en breve, contemplarán cara a cara a Aquel al que recibieron bajo el velo del Sacramento y habitarán con Él por los siglos de los siglos en el Templo en el que el Cordero de Dios está entronizado en la gloria. Allí no habrá más muerte, dolor ni llanto, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (pp. 92-93).

Crezcan todos los fieles en la firmeza de la Fe Católica y en amor a la belleza de la casa de Dios y su culto sagrado conforme a liturgia católica de siempre. Que el ejemplo de inquebrantable fidelidad en unos tiempos en que el venerable rito milenario es limitado como en la crisis que actualmente atraviesa la Iglesia nos motive y aliente, y cuando el clero y los fieles, por su amor al carácter sagrado de la Misa son marginados en la Iglesia y tratados como católicos de segunda categoría.

El siguiente testimonio del arzobispo Davie Kearney de Cashel (Irlanda), de comienzos del siglo XVII, es muy conmovedor:

«Cuando hay riesgo de persecución y nos buscan los soldados nos refugiamos en escondrijos. Y cuando se relaja la persecución nos atrevemos a aparecer otra vez en público. Como hacen todo lo que pueden por capturarnos, siempre estamos alerta, y casi nunca consiguen obtener información certera sobre nuestro paradero. No nos quedamos mucho tiempo en un lugar, sino que vamos de casa en casa, incluso en villas y ciudades.

También viajamos al amanecer, o de noche… Es de noche cuando celebramos las funciones de culto, llevamos de un sitio a otro las vestiduras sagradas, celebramos Misa, exhortamos a los fieles, conferimos órdenes sagradas, bendecimos la crisma y administramos el sacramento de la Confirmación. En resumidas cuentas, cuando cumplimos nuestros deberes eclesiásticos.

Los herejes llevan a cabo diligentes pesquisas para prender a quienes asisten a Misa, e imponen multas a quienes no concurren a los templos de ellos. No sólo encarcelan a quienes ayudan a los sacerdotes, sino a los que se niegan a perseguirlos y entregarlos a las autoridades. Prohíben el uso de capillas, impiden las peregrinaciones, castigan a quien les parece y descargan arbitrariamente su ira contra nosotros.

El año pasado, cuando amainó un poco la persecución, administré el sacramento de la Confirmación un mediodía en una amplia pradera al menos a unas diez mil personas, pues nuestros católicos veneran hasta tal punto este sacramento que llegan desde los rincones más apartados del país cuando tienen oportunidad de recibirlo» (cardenal Patrick Moran, History of the Catholic Archbishops of Dublin, Dublín 1884, p. 235).

En 1731 había en Irlanda 892 casas particulares en las que se celebraba la Santa Misa y 54 capillas privadas, además de altares portátiles, calculándose que existían más de un centenar. Había 1445 sacerdotes y 254 frailes que celebraban en ellos. Esto en un país en el que las autoridades no creían que hubiera un solo sacerdote católico.

Cuenta el padre Augustin OFM en su libro Ireland’s Loyalty to the Mass (Londres 1933) que un Jefe de Secretaría* de Irlanda no católico observó a principios del siglo XX: «Lo importante es la Misa. Eso es lo que cuenta. Es muy sutil, muy difícil de definir, pero se nota la diferencia entre un país católico y uno protestante. Yo diría que ése será una de los campos de batalla del futuro» (p. 212-213) [* El Jefe de Secretaría era el segundo en autoridad durante la administración británica del reino de Irlanda antes de su independencia; N. del T.].

En el libro del padre capuchino Augustine se describen testimonios históricos muy conmovedores de la fidelidad de los católicos a la Misa en la época de las persecuciones de Irlanda, los llamados santos ocultos de la Misa, como los siguientes:

«Tras un recorrido por tierras irlandesas, el ilustre Conde de Montalembert publicó en París en 1829 unas cartas muy interesantes en las que describe sus experiencias y observaciones en la Isla Esmeralda. “Jamás olvidaré –dice– la primera Misa a la que asistí en una capilla rural. Me dirigí a caballo hasta el pie de una colina, la parte inferior de cuya falda estaba cubierta por un tupido bosque de robles y abetos. Desmonté de mi montura, y emprendí la subida. Apenas había avanzado unos pasos, cuando observé a un hombre arrodillado al pie de los abetos. Luego descubrí varios más en la misma postura. Cuando más ascendía, más campesinos arrodillados veía.

Cuando por fin llegué a la cumbre, descubrí un edificio en forma de cruz toscamente construido con piedras amontonadas, sin cemento, y con el techo de paja. En torno a él, una muchedumbre de hombres robustos con la cabeza descubierta, a pesar de que la lluvia caía a raudales sobre el fango en que estaban de rodillas. Reinaba un profundo silencio. Se trataba de capilla católica de Blarney (en Waterloo), y el sacerdote oficiaba la Misa. Llegue a la puerta en el momento de la Elevación, y aquella piadosa congregación se postró unánimemente rostro a tierra. Me costó acceder a la capilla, de lo concurrida que estaba.

No había bancos, ni ornato, y el mismo suelo era de tierra, húmedo y pedregoso. El techo se caía a pedazos, y velas de sebo ardían sobre el altar en lugar de cirios. Cuando concluyó el Santo Sacrificio, el sacerdote se marchó en su caballo. Los feligreses se fueron poniendo en pie y se fueron marchando cada uno a su casa. Muchos permanecieron mucho más tiempo en oración, arrodillados en el barro en aquel habitáculo silencioso que los pobres y los fieles habían escogido en la época de las antiguas persecuciones» (Ireland’s loyalty to the Mass, op. Cit., 194-197).

Cuando reconocemos y nos convencemos de lo que realmente es cada Santa Misa, nos damos cuenta de que cada detalle del rito, cada palabra, cada gesto es importante, lleno de sentido y hondamente espiritual. Ya desde el momento en que entramos en un templo para participar en la Santa Misa tenemos que esforzarnos por elevar la mente y el corazón al Gólgota y a la liturgia del Cielo.

San John Henry Newman escribió: «La sola Iglesia Católica es hermosa. Me entenderán si entran en una catedral de otro país, o incluso en cualquiera de los templos católicos de nuestras grandes ciudades. El celebrante, el diácono, el subdiácono, los acólitos, la luz de las velas, el incienso, los cánticos… Todo se combina con miras a un mismo fin, un mismo acto de culto. Se palpa la adoración; todos los sentidos: la vista, el oído, el olfato se da cuenta de que se está dando culto. Los feligreses rezan el Rosario, o hacen el acto de contrición; el coro canta el Kyrie; el sacerdote y sus asistentes inclinan la cabeza y rezan el Confíteor el uno cara al otro. Eso es adoración, muy por encima de toda razón» (palabras de Mr. White en la novela Perder y ganar, op. Cit.).

La fidelidad a la Fe católica suele ser un fenómeno minoritario, como explicó San John H. Newman: «Siempre había pensado que se acercaba una época de gran infidelidad, y efectivamente, todos aquellos años las aguas crecían anegándolo todo. Aspiro a que llegue el día, después de mi muerte, cuando las cimas de las montañas se vean como islas en la desolación de las aguas. Los dirigentes católicos habrán de realizar proezas, el Cielo deberá concederles una gran prudencia y valentía para que la Iglesia se libre de tan terrible calamidad. Y aunque toda prueba que le sobrevenga será temporal, puede ser dura en extremo mientras dura» (Carta del 6 de enero de 1877).

«Es evidente que todo cambio importante es introducido por una minoría, no por la mayoría. Por los pocos determinados, intrépidos y entusiastas. Es indudable que la mayoría puede deshacer mucho de lo que hicieron los pocos, pero los únicos que logran transformaciones son los que están especialmente adiestrados para la acción. Durante la hambruna los hijos de Jacob se quedaron cruzados de brazos. Uno o dos hombres, con humildes pretensiones para lo externo pero trabajando con empeño realizan hazañas. No se han preparado con un estallido repentino de entusiasmo ni por una vaga creencia general en la verdad de su causa, sino mediante instrucciones frecuente repetidas que se les quedan grabadas. Y como lógicamente es más fácil enseñar a unos pocos que a muchos, salta a la vista que tales hombres siempre serán pocos» (Carta del 6 de enero de 1877).

Todos los don nadies de la Iglesia actual –sacerdotes, religiosos, padres de familia, jóvenes y niños– son marginados y humillados por sola razón de su inquebrantable fidelidad a la integridad de la Fe y la liturgia católicas son sin duda la auténtica gloria de la Iglesia Católica, y Cristo los bendice con su inefable amor eucarístico.


Monseñor Schneider

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 8 de noviembre de 2024

Mons. Schneider: Cuando Dios permite que atravesemos pruebas, siempre nos da frutos espirituales



Monseñor Schneider

Si la Divina Providencia permite que padezcamos tribulaciones en nuestro tiempo, ello redundará indudablemente en abundantes frutos espirituales

Michael Haynes 26 de octubre de 2024

(PerMariam) — «Si tenemos la Fe, si tenemos la Santa Misa, si tenemos la Eucaristía, lo tenemos todo y no nos falta nada». Esto dice monseñor Athanasius Schneider en una charla en la que pone de relieve la belleza y autenticidad de la Fe católica.

Señala que en épocas de pruebas y de persecución Dios siempre concede gracias a la Iglesia y la sostiene, y añade que esas épocas pueden proporcionar inmensas gracias y fortaleza a la Iglesia Católica.

Su Excelencia hizo estos comentarios en una conferencia que pronunció hace unos años, pero ha tenido la amabilidad de permitirnos que la publiquemos para los lectores de Per Mariam. El prelado señala que el contenido de su charla sigue vigente y oportuno a pesar de haber pasado unos pocos años.

Dada la extensión de la conferencia, la publicaremos en Per Mariam en varias entregas. El texto comienza a continuación.

***

La luz de la Fe Católica

Monseñor Athanasius Schneider

En los tiempos recios y oscuros que atravesamos, queremos evocar la luz sobrenatural y los tesoros espirituales que poseemos, donados por Dios. Se trata de la luz de la Fe Católica, el tesoro inefable e incalculable de la Santa Misa, cuya mejor expresión es la celebración del rito en su forma más antigua.

Si tenemos la Fe, si tenemos la Santa Misa, si tenemos la Eucaristía, lo tenemos todo y no nos falta nada.

Muchas generaciones de católicos han vivido persecuciones y han sido marginados. Por ejemplo, en los cinco primeros siglos de la Iglesia, o los católicos del Reino Unido e Irlanda en la época de las leyes penales anticatólicas, las persecuciones masónicas de Francia y de México, los gloriosos confesores y mártires de Irlanda e Inglaterra, los vandeanos, los cristeros mexicanos, o en las persecuciones comunistas de España, la Unión Soviética, China y otros países.

Fueron épocas en que el Señor otorgó gracias especiales. Si la Divina Providencia permite que nosotros vivamos también una experiencia semejante en nuestros tiempos, redundará en muchos frutos espirituales: Dios dará a su Iglesia muchos confesores de la Fe y mártires, y gracias a ello vendrá una nueva generación de santos sacerdotes, obispos y pontífices.

La Divina Providencia nos ha dado para nuestros tiempos un santo especial defensor de Cristo Rey y mártir. El niño mexicano San José Luis Sánchez del Río, que nació en 1913.

El gobierno masónico de México emprendió entre 1926 y 1929 una de las mayores persecuciones que haya conocido la Iglesia Católica en el siglo XX. So pretexto de «liberar al país del fanatismo religioso», el Gobierno lanzó una ofensiva militar contra los sacerdotes, religiosos y fieles laicos que mostraran el menor indicio de profesar la fe católica.

Un día, José vio que los soldados entraban en su iglesia a caballo y ahorcaban al sacerdote. Con apenas 13 años, se alistó en el ejército cristero, que trató de combatir la persecución. José Sánchez del Río se presentó ante el general que mandaba las tropas cristeras y le dijo: «Vengo a morir por Cristo Rey».

Y así fue. Lo detuvieron, y mientras lo torturaban, no dejaba de proclamar: «¡Viva Cristo Rey!» y «¡Viva la Virgen de Guadalupe!» La sinceridad de sus palabras y el alegre e intrépido semblante del noble muchacho causaron una honda impresión al general cristero, que lo autorizó a ingresar en su ejército.

Durante un año, José Sánchez combatió en muchos enconados enfrentamientos con las tropas del masónico gobierno. Por ser el más joven, portaba un estandarte de la Virgen de Guadalupe. Muchos cristianos cayeron en la refriega. José le dijo en una carta a su madre: «Nunca fue más fácil ganarse al Cielo».

En una de dichas batallas, el general de las fuerzas cristeras perdió su caballo y estuvo a punto de ser capturado. José le dijo: «Mi general, aquí tiene mi caballo. Sálvese, aunque me maten a mí. Si me matan a mí no se pierde nada, ¡pero sin usted estamos perdidos.» Por este heroico acto, José fue capturado por los soldados del Gobierno.

Para conseguir que el muchacho renegara de la fe, le desollaron las plantas de los pies hasta las terminaciones nerviosas y lo amarraron a un caballo, tras lo cual lo obligaron a caminar a pie y descalzo a lo largo de 14 kilómetros. Huelga decir el dolor tan atroz que debió de sentir el muchacho. Aun así, cuando el dolor se hacía insoportable, rebosante de Gracia divina, gritaba a pleno pulmón: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!»

Impotentes para conseguir que José abjurase de su fe con los dolores más insoportables e inimaginables, los soldados trataron de intimidarlo de otra manera.

Cuando llegaron al pueblo en que nació con la intención de ejecutarlo al día siguiente, los soldados obligaron a la madre a escribirle una carta pidiéndole que renegara de la fe católica si quería que lo pusieran en libertad. José Sánchez del Río respondió con las siguientes palabras:

Querida mamá: Fui hecho prisionero en combate en este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero no importa, mamá. Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis hermanos que sigan el ejemplo que les dejó su hermano el más chico. Y tú haz la voluntad de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Saluda a todos por última vez. Y tú, recibe el corazón de tu hijo, que tanto te quiere y, verte, antes de morir, deseaba.

Al día siguiente, 10 de febrero de 1928, cuando el muchacho estaba por cumplir 15 años, ofreció su vida terrenal para no perder la eterna ni la visión beatífica de Jesucristo, en el que con tanto valor y fidelidad había cifrado su fe.

Cuando Pío XI tuvo noticia de José y de los padecimientos de los cristianos mexicanos, escribió:

Venerables Hermanos, algunos de estos jóvenes y adolescentes -y al decirlo no podemos contener las lágrimas-, con el rosario en la mano y la invocación a Cristo Rey en los labios, han encontrado voluntariamente la muerte.

El obispo Henry Grey Graham, que se convirtió de la Iglesia Presbiteriana de Escocia a la Santa Iglesia Católica y falleció en 1959, escribió en su autobiografía que Dios había fundado una Iglesia a la que había confiado su verdad para que la conservara y perpetuara hasta el final de los tiempos. Que Dicha verdad era «un cuerpo concreto y reconocible de doctrina, y que a la Iglesia se la tuvo que dotar de autoridad para guardar, enseñar y transmitir esa verdad» (From the Kirk to the Catholic Church, Glasgow 1960, p. 38).

«Era propósito de Dios que la Iglesia se perpetuase a lo largo de los siglos, viviendo, creciendo y extendiéndose, pero en todo caso enseñando la misma verdad; que mantuviese una continuidad y sucesión ininterrumpidas conforme a la promesa de su Fundador de que las puertas del Hades no prevalecerían sobre ella. No se concibe que una Iglesia que tuvo que superar numerosos siglos remontándose sobre santos, doctores y padres hasta los Hechos de los Apóstoles para llegar a su origen, repudiando y rechazando cuanto se interpusiera, no sea la institución que Nuestro Señor deseó para que persistiendo a lo largo de los tiempos descollara como testigo de su doctrina revelada siglo tras siglo.

»Contra viento y marea, la Iglesia Católica ha sido el único cuerpo de creyentes cristianos en este mundo que ha afirmado poseer la luz y la verdad, y que las ha transmitido con infalible certidumbre. Puede darse la fecha, lugar y circunstancias del surgimiento de cualquier otra iglesia en la historia, así como los nombres exactos de quienes fueron sus principales fundadores. Sin embargo, es imposible determinar la fecha o lugar en que nació la Iglesia Católica como no sea aquella ocasión en que Nuestro Señor le dijo a San Pedro: «Tú eres Pedro y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia. Es una Iglesia que ha llegado hasta mí con una genealogía incuestionable, que viene desde el mismísimo Jesucristo. Una Iglesia que puede honrarse de haberse desarrollado ininterrumpidamente a partir de una pequeña semilla hasta llegar a ser un corpulento árbol, desde la niñez hasta la edad adulta (pp. 44-45).

»Estaba convencido de que la intención de Cristo era que todo cristiano profesase las mismas verdades exactas, un mismo cuerpo de doctrina, que siempre debe ser la misma. Tiene que ser inmutable, por la simple y sencilla razón de que Él mismo bajó del Cielo para enseñar una serie de verdades. Y esas verdades son, por supuesto, divinas y jamás se podrán alterar; por tanto, todo lo que se aparte de ellas tiene que ser falso. Esas verdades del cristianismo son tan inalterables como las reglas de las matemáticas. Si ayer fueron ciertas, deber serlo hoy también, así como mañana y por los siglos de los siglos. Modificarlas significaría que son susceptibles de cambio y de mejora, en cuyo caso nunca habrían sido ciertas» (pp. 48-49).

La Iglesia Católica, «y solamente la Católica, ha sido siempre objeto de diatribas, como lo fueron los cristianos después de Pentecostés y durante los primeros siglos. Esto se muestra como una señal de su divino origen. Que la Iglesia Católica haya sobrevivido, prosperado y progresado a pesar de la debilidad de sus miembros y autoridades y de que éstos sean pecadores demuestra que tiene un lado divino, como ningún otro cuerpo de creyentes ha tenido» (pp. 52-53).

Monseñor Henry Grey recalca la importancia de la Iglesia Católica con estas palabras:

«Debo reconocer que el culto de la Iglesia de Roma me atrajo tanto como su doctrina. Ejerció sobre mí una influencia santificadora y apaciguadora que eleva el alma y no había experimentado en ningún otro sitio. ¡Qué esplendido y estimulante era el rito de la Misa y la Bendición! Percibí en ella una grandeza y una solemnidad, un influjo santificador y edificante, que brillaba por su ausencia en las frías, aburridas y pesadas reuniones de los presbiterianos. Los templos mismos los encontré santos y edificantes, verdaderas casas de oración, y que los católicos que se lo podían permitir, los hacían claramente lo más dignos de la majestuosidad de Dios que pudieran hacerlos unos pobres mortales» (pp. 53-54).

»Mi experiencia en este sentido ha sido similar a la de muchos otros. Aquello de que en medio de vosotros ha estado Uno al que no habéis conocido, se puede afirmar perfectamente de muchos que no son católicos y visitan un templo católico como de los judíos del tiempo de Nuestro Señor. Hasta que no reciben el don de la fe no se dan cuenta de lo qué era aquella fuerza silenciosa, poderosa e irresistible que los atraía al altar como el imán al acero, y los apremiaba a quedarse allí hasta que el propio Dios encarnado les hería el corazón con las flechas de su amor» (p. 55).

»A Dios le agrada la belleza, y el culto al Altísimo no es más grato para Él cuando es feo, monótono y malo. El culto de la Iglesia de Roma tiene que ser hermoso y fascinante, porque es el culto verdadero; todas las obras de Dios son perfectas. El culto hereje es terrible, porque es falso. La Verdad es bella, y el error feo. El rito de la Misa no puede ser cualquier cosa; debe ser sublime y hermoso, porque lo ha forjado el Espíritu Santo para que sea el único culto verdadero de la única Iglesia verdadera de Dios» (p.55).

La liturgia católica «consagra y embellece la ofrenda interior de los fieles. Es el marco del cuadro, la joya en que está engastado el diamante, por así decirlo. Contiene alguna verdad doctrinal, alguna verdad revelada por Dios. Es una ceremonia creada por Él, y una forma de restituirle lo que Él mismo nos ha enseñado. Pues los católicos creemos que Dios Todopoderoso no sólo nos ha indicado la verdadera Fe, sino la también la forma indicada de rendirle culto. Ha prescrito la manera de tributarle adoración pública. No nos ha dejado librados al azar. La Misa es, pues, la liturgia que ha dispuesto el Altísimo como acto supremo del culto cristiano, y no tenemos derecho a tributarle otro» (p. 55).

«Consideramos muy apropiado que todos los tesoros del arte, la música y el ritual sean marca distintiva del culto litúrgico a nuestro Creador. ¿Vamos a tener que conformarnos para siempre con una liturgia que lastima los sentimientos, ultraja la estética y el buen gusto musical y es un insulto para todo principio reconocido de belleza y orden? Gracias a Dios, muchos que no eran católicos han llegado al redil verdadero gracias al sublime y celestial rito que Roma ha ido componiendo siglo tras siglo bajo la guía del Espíritu Santo».

»Esa forma de atraerlos fue idea de Dios mismo. Fue así como llegaron a entender que el culto interior a Dios, las verdaderas doctrinas y la vida de sacrificio en la Iglesia eran más hermosos todavía que el culto externo que los había atraído. No hay contradicción entre el esplendor externo del rito y el culto interno ofrecido por el alma. Si la hubiera, ¿cómo habría podido ser objeto del amor de millares de personas de probada santidad, que llegaron a unirse al Señor así? La objeción protestante a la hermosura del culto romano procede de falsos principios sobre la naturaleza del culto y de la naturaleza del hombre» (pp. 57-58).

(Continuará.)

sábado, 28 de octubre de 2023

"Credo. Compendio de la fe católica", por Monseñor Athanasius Schneider


“ Yo creo. Compendio de la fe católica ” de Monseñor Schneider. Una guía segura y autorizada en este clima oscuro.

Al final de su discurso en el lanzamiento del Credo en Roma, Mons. Schneider dijo:

“Pedimos humildemente al Señor que nos conceda, por intercesión de Nuestra Señora, la gracia de poder decir: “Conozco mi fe católica. No permitiré que me confundan. Por esta Fe estoy dispuesto a morir." 

Encontré algunas apreciaciones autorizadas, que comparto:

Que esta obra resulte ser una gran herramienta para quienes buscan explorar más profundamente la verdad de Jesucristo . (+ Obispo Joseph Strickland)

El credo es una herramienta importante en la obra misionera esencial de la evangelización y la apologética al proclamar la verdad salvadora de Jesucristo a nuestro mundo que tan desesperadamente la necesita. (+ Cardenal Robert Sarah)

Mons. Schneider da voz a la tradición viva, mostrando que no sólo está viva, sino que tiene el poder de cambiar nuestras vidas, de hacernos santos. Creo que este libro hará mucho bien . (Dr. Scott Hahn)

“ Yo creo. Compendio de la Fe Católica” de Mons. Atanasio Schneider.


El libro Credo está siendo publicado estos días en inglés por la editorial católica Sophia Institute Press de Manchester (New Hampshire, Estados Unidos) . Compendio de la fe católica , por monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María en Astana, Kazajstán.

Escrito para los pequeños y simples, en un lenguaje accesible y comprensible incluso para personas que no son expertas en cuestiones teológicas, siendo preciso y fiel a la doctrina de la Iglesia, este Compendio expone la verdad de la Fe y la Tradición católicas frente a de la complejidad del momento actual.

La completa transmisión de la fe, la moral y la Sagrada Liturgia recibidas de la Iglesia es deber y responsabilidad de todo obispo católico, y ello en virtud de la consagración episcopal. Ni el Papa, Vicario de Cristo, ni los obispos son propietarios del Depositum fidei ni de la Sagrada Liturgia, ni pueden disponer de ellos a su discreción. Ni siquiera tienen el poder de proponer nuevas formas de expresión de la doctrina católica, excepto en el mismo sentido que la Tradición. 

A este respecto es muy significativo el comentario de San Vicente de Lerins en el Commonitorio:

La autoridad del Apóstol se manifestó entonces con toda su severidad: "Si incluso nosotros mismos, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema" (Gal 1, 8). . ¿Y por qué dice San Pablo “aunque nosotros mismos” y no “aunque yo mismo”? Porque significa que aunque Pedro, o Andrés, o Juan, o todo el colegio de los Apóstoles, anunciaran un Evangelio diferente del que os anunciamos, sea anatema. Tremendo es el rigor con el que, para afirmar la fidelidad a la fe primitiva, no excluye ni a sí mismo ni a los demás Apóstoles.

Nunca antes el pueblo católico había tenido a su disposición tal cantidad de textos del Magisterio. Sin embargo, nunca antes se había perdido la fe como hoy. Esta es una aparente contradicción. La fuerte disminución, en Occidente, en el período posterior al Concilio Vaticano II, de la asistencia a la Santa Misa, a los bautismos, a los matrimonios católicos, a las primeras comuniones, a las confirmaciones, a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, a la pérdida de los obispos como autoridades morales en en todos los países, el enorme abandono tanto del ministerio sacerdotal como de los votos religiosos, todo esto sucedió por graves razones. Algunos atribuyen una situación tan dramática al Concilio Vaticano II, otros al llamado "espíritu del Concilio", otros a la situación mundial actual, otros a una combinación de estos factores, pero el hecho real está ahí, en frente a nosotros. Reconocerlo en toda su amplitud, profundidad y dramatismo, tanto en el seno de la Iglesia como en el estado caótico del mundo actual (elementos conexos), constituye el punto de partida para buscar una salida sobrenatural y natural a una crisis, la actual, que según para algunos es la más grande en la historia de la Iglesia.

Por otra parte, nadie puede negar que, dada la grave división del cristianismo debido a la desafortunada obra de Martín Lutero en sus diversos aspectos religiosos, políticos, sociales y culturales, el Concilio de Trento y el "movimiento de contrarreforma" tenía el poder, a diferencia del Concilio Vaticano II, de abordar la herejía y salvaguardar toda la fe católica dentro de la Iglesia, reconquistando muchos países con raíces católicas.

El Compendio del obispo Schneider , que expone claramente la fe, la moral y la liturgia católicas, aborda numerosos y complejos temas actuales marcados por una gran confusión . Los afronta sin temor a nadie, excepto a Dios -ante quien todos debemos rendir cuentas- y sin los condicionamientos mentales y comportamentales impuestos por el compromiso con el mundo civil y eclesiástico, que en muchos casos se traduce en un silencio sensacional.

Hoy contamos con el precioso testimonio [ aquí ], a favor de la verdad, del obispo de Tyler (Texas), monseñor Joseph Strickland, que todos debemos acompañar con la oración.

En el Compendio , en más de 400 páginas y con 607 citas de documentos de la Iglesia, el obispo Schneider aborda, entre otros, los siguientes temas:

Transhumanismo [ aquí ], Pentecostalismo, El significado de la persecución de la antigua Misa tradicional y el problema de la "obediencia" que genera esta persecución [ aquí ], El culto a la Madre Tierra [ aquí ], Los métodos asiáticos de meditación, El sacerdocio o el diaconado femenino, El uso de las redes sociales, Ciencia y evolución, La guerra justa, La pena de muerte [ aquí ], Ideología de género [ aquí ], Modestia, Vacunas y mandatos sanitarios [ aquí ], Religiones del mundo, Oración verdadera , La educación de los niños y la escuela, La compleja cuestión de la libertad religiosa [ aquí - aquí ] y la libertad de expresión, Escándalos en la Iglesia, La infalibilidad, los grados del Magisterio y el error, La pornografía y el error, la educación sexual, El trabajo dominical y la forma de adorar a Dios , Comunismo y Masonería, Globalismo, El movimiento carismático, El consumo de marihuana y drogas, El sentido de una auténtica renovación de la Iglesia y mucho más.

¿Era necesario otro Credo o Compendio de la Fe Católica , dado que tanto el Catecismo de la Iglesia Católica como su correspondiente compendio fueron publicados recientemente ?

Leyendo el Compendio del obispo Schneider encontramos, por primera vez en los últimos sesenta años, una exposición de la fe, la moral y la liturgia católicas que contiene numerosas citas del riquísimo magisterio anterior al Vaticano II. También hay buenos pasajes del Vaticano II, por ejemplo del Sacrosanctum Concilium , en relación con el Mediator Dei de Pío XII, la Quanta Cura de Pío IX, la Libertas Praestantissimus de León XIII, etc. La Iglesia no comenzó en 1962: este es un hecho que siempre hay que subrayar.

El Compendio del obispo Schneider también aborda implícitamente la cuestión de las causas de la crisis actual, revelando las ambigüedades inherentes al propio Vaticano II y a los documentos posteriores, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica , además de citar las contribuciones del Magisterio actual cuando está en continuidad con la fe y la Tradición de la Iglesia. En la lectura frecuente de estos documentos, a menudo se nos escapan afirmaciones que, examinadas más de cerca y en su verdadero significado, no son compatibles con la doctrina de la Iglesia o la diluyen de manera casi imperceptible.

Agradecemos a Monseñor Schneider por el excelente trabajo realizado y animamos a los lectores a adquirir el Compendio ya disponible en la editorial Sophia Institute Press o en Amazon, en inglés. Esperamos poder tenerlo pronto también en otros idiomas. Oramos para que pronto vuelva a brillar en la Iglesia la pureza de su doctrina, de su moral y de su liturgia, para que podamos distinguir sin duda el trigo de la cizaña, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

Terminamos estas líneas citando el final del prólogo del autor del Compendio :

“Que los santos Apóstoles, Padres y Doctores de la Iglesia intercedan por todos los que utilizan este Compendio, para que puedan recibir muchos beneficios espirituales. Que la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre tierna nuestra, dignamente invocada en la Iglesia como Destructora de todas las herejías y Trono de la Sabiduría, nos proteja con su manto materno y ruegue por nosotros para que seamos dignos de las promesas de su divino Hijo, el Verbo hecho carne, que está lleno de verdad y, estando en el Padre, nos ha revelado toda la verdad (cf. Juan 1, 14,18)”.

FUENTE: INFOCATÓLICA
Un Credo de cara a la apostasía de nuestro tiempo