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miércoles, 31 de agosto de 2022

Queda aprobada en Consejo de Ministros la nueva ley del aborto



Duración 2:08 minutos

Respetar todas las opiniones (Bruno Moreno)



“El respeto de todas las opiniones, aun de las más falsas o perversas, no es más que la orgullosa negación del respeto debido a la Verdad, Para amar sinceramente la verdad y el bien es necesario no tener ninguna simpatía por el error y el mal. Para amar verdaderamente al pecador y contribuir a su salvación es menester detestar el mal que hay en él”.

Fray Reginald Garrigou-Lagrange OP, La naturaleza de Dios.

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Pocas cosas me irritan más que oír a alguien decir que “respeta todas las opiniones”. Quien dice algo así o bien no sabe lo que dice o no dice más que tonterías. Respetar todas las opiniones es, en realidad, imposible, porque equivale a negar el bien, la verdad, la lógica, la razón y el propio ser, sin los cuales no se puede afirmar nada con sentido. A fin de cuentas, si una opinión y la contraria son igualmente respetables, eso significa que la verdad y el error son igualmente respetables, con lo que cualquier razonamiento pasa a ser fútil y carente de sentido. Por lo tanto, cuando alguien empieza declarando que respeta todas las opiniones, de inmediato se deduce que sus propias opiniones no son respetables, sino disparatadas.

Por definición, sólo se pueden respetar lo bueno, lo verdadero y lo bello, porque nada que no sea bueno, verdadero o bello es digno de la veneración del hombre. Lo malo, lo erróneo y lo feo a lo sumo se pueden tolerar, con el fin de preservar un bien mayor y siempre con el deseo de que lo tolerado acabe desapareciendo como merece.

Esto, que es un principio básico para toda criatura pensante, se ha oscurecido desgraciadamente en la mentalidad de nuestra época. La rebelión contra Dios que está en el origen de la modernidad ha llevado al hombre a sucumbir ante los tres grandes disparates trillizos del voluntarismo, el relativismo y el feísmo, que pretenden que no hay cosas buenas, verdaderas o bellas en sí mismas, sino que todo depende de lo que decida uno mismo (o de lo que decidan la moda, los expertos, el Estado o quien sea).

Es la vieja tentación gnóstica, que rechaza la creación como algo malo y busca liberarse de ella. Las consecuencias las vemos por todas partes, por ejemplo cuando la televisión intenta convencernos de que ser hombre o mujer es cuestión que el propio interesado decide a voluntad. O cuando se pretende que no hay nada bueno ni malo y lo único importante es lo que uno siente en su interior. O, por dar un ejemplo más cercano, cuando los pobres fieles tienen que tragarse (y pagar) horrendas iglesias de cemento que no suscitan más que desesperanza y revulsión, pero son obra de algún arquitecto famoso y carísimo.

“Liberarse” del respeto debido a la verdad, la belleza o el bien y del correspondiente desprecio debido a sus opuestos, aunque sea con la excusa de no ofender a nadie, solo puede conducir a la destrucción del ser humano. Ante esta tentación, los cristianos debemos ser santamente intolerantes y recordar sin descanso que el error y el mal, lejos de ser dignos de respeto, no merecen más que nuestro desprecio, nuestro rechazo y nuestro aborrecimiento.

Bruno Moreno

Aborto: el Partido Popular acepta jugar con las reglas tramposas de la izquierda




Empieza la liga de fútbol y el Equipo Azul, el favorito para ganar esta temporada, se las tiene que ver, una vez más, con los trucos del Equipo Rojo.



Los efectos de jugar con las reglas tramposas que impone el equipo rival

Desde hace años, la estrategia del Equipo Rojo consiste en jugar sucio y hacer trampas, y además quejarse si el Equipo Azul no se deja amedrentar y les planta cara. Parece increíble que esa estrategia tan burda tenga éxito, pero es así por dos motivos: la prensa deportiva afín al Equipo Rojo forma parte de esa estrategia y critica al Equipo Azul haga lo que haga (sobre todo si gana), y además sucesivos entrenadores del Equipo Azul han decidido plegarse a esas críticas, pidiendo a sus jugadores que cuando sus rivales les den patadas, les dejen pasar sin más incluso a riesgo de dejar la portería indefensa y que les metan un gol.

Para evitar las tentaciones de que planten cara a sus rivales, los entrenadores del Equipo Azul exigen a sus jugadores que se aten las manos a la espalda antes de empezar el partido. “Así la prensa deportiva afín al Equipo Rojo no podrá decir que somos agresivos y nos portamos mal”, presumen los entrenadores del Equipo Azul. El resultado es que los jugadores azules tienen que hacer un esfuerzo mucho mayor para ganar que el Equipo Rojo, ya que han aceptado jugar con las reglas impuestas por éste. De hecho, el Equipo Azul ha sancionado repetidas veces a sus jugadores que decidieron desatarse las manos al jugar, acusándoles de estar ayudando al Equipo Rojo con esa actitud.

El PP optó por esa solución por miedo, pereza intelectual y tibieza

Lo que acabamos de ver, aunque parezca absurdo, es una descripción metafórica de la política española desde hace décadas. Hace ya muchos años, el Partido Popular decidió someterse a los caprichos de la izquierda, después de que el PSOE y sus medios afines desplegasen una insistente campaña consistente en identificar cualquier discrepancia de los dogmas de la izquierda como un indicio de franquismo o de fascismo. El miedo a las críticas de los medios afines al PSOE, unido a una creciente pereza intelectual y la tibieza a la hora de defender sus principios, llevó al PP a aceptar competir en el ruego político con las reglas impuestas por la izquierda. Unas reglas que no tienen nada que ver ni con la Constitución, ni con la libertad ni con la tolerancia, sino que consisten, básicamente, en someterse a sus dogmas ideológicos.

Limitarse a vender gestión tampoco funciona

En virtud de esta estrategia, el PP ha abandonado la batalla de las ideas contra la izquierda, limitando su actividad a venderse como un mejor gestor que el PSOE. Y esto último con el inconveniente de tener que hacerse cargo del desastre económico que dejan los socialistas cada vez que gobiernan, lo que significa que el PSOE despilfarra dinero a manos llenas, como si no hubiese mañana, y cuando el PP vuelve al poder y se ve obligado a hacer ajustes, es acusado por la izquierda de imponer “recortes”. Y es que los socialistas no se conforman con que sus rivales se sometan a sus dogmas ideológicos en otros asuntos. El PSOE también quiere que el PP asuma su desastroso recetario económico socialista, a fin de que éste tampoco tenga contestación.

Nueva ley del aborto: la oposición de Vox y el silencio del PP

Ayer vimos el último episodio de esa estrategia. El Consejo de Ministros aprobó un proyecto de reforma de la ley del aborto de 2010 con el que pretende facilitar todavía más que se mate a los hijos por nacer, evitar que las madres que van a abortar tengan siquiera información sobre el hijo del que pretenden deshacerse, imponer el adoctrinamiento sexual en los colegios incluso a los más pequeños y hacer listas negras de los médicos que se niegan a perpetrar abortos. Como viene ocurriendo con otros proyectos legislativos del PSOE, se trata de un proyecto que lesiona derechos fundamentales, empezando por el más básico de todos, que es el derecho a la vida.

Frente a ese nuevo ataque del PSOE a los derechos fundamentales, Vox ha reiterado que “seguirá luchando para defender la vida”. De hecho, Vox es el único partido provida del Congreso. Por el contrario, el PP ha respondido con un silencio sepulcral a la aprobación de ese proyecto abortista. Los canales de comunicación de ese partido no han dicho ni una palabra sobre ello. Finalmente, el PP filtró a un medio afín que no hará campaña contra la nueva ley del aborto porque sería “caer en la trampa del Gobierno”.

El PP ha caído de lleno en las trampas de la izquierda

Esa actitud del PP no es nueva. El PP viene lanzando mensajes parecidos desde hace muchos años. Según el PP, llevarle la contraria a la izquierda es caer en su trampa y en su juego, una idea más bien extraña que desde Génova 13 se dedican a justificar por el hecho de que el PP siempre se amilana en esos debates y se pone a temblar en cuando alguien de la izquierda le llama “facha” o “retrógrado”. Al final, el miedo del PP a ser criticado por la izquierda le ha llevado a asumir, sin más, muchos de los dogmas ideológicos izquierdistas. De hecho, durante el mandato de Aznar y durante el de Rajoy, a pesar de disponer de amplias mayorías absolutas, el PP no derogó las leyes abortistas del PSOE (ni la de 1985 ni la de 2010), a pesar de haber recurrido las dos ante el Tribunal Constitucional.

Así pues, cada vez que dice que no va a caer en la “trampa” de la izquierda o que no va a seguir su “juego” como argumentos para huir de importantes debates, lo que hace el PP es, precisamente, aceptar jugar con las reglas tramposas de la izquierda. Unas reglas según las cuales si quieres tomar parte en el debate público en España debes someterse a los dictados ideológicos de la izquierda o arriesgarte a ser señalado como un “fascista”, con las consecuencias que eso conlleva habitualmente (actos de intimidación, amenazas, agresiones…). En realidad, lo que hace la izquierda es suprimir el debate público e imponer una dictadura ideológica, una dictadura en la que la izquierda impone sus ideas y se dedica a insultar y perseguir al que discrepa. Por eso Vox es tan necesario: porque es el único partido dispuesto a plantar cara a la izquierda, que es la única forma de recuperar el pluralismo político y la libertad de expresión que la izquierda ha ido reduciendo hasta el ridículo con su tramposa estrategia.

Elentir