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viernes, 17 de mayo de 2019

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Cardenal Burke: un gobierno mundial no es “justo ni legítimo”

SPECOLA

El Papa Francisco y el Vaticano más políticos que nunca, la agenda 20-30, el nuevo evangelio, más sobre okupas.


Selección por José Martí

Cardenal Burke: un gobierno mundial no es “justo ni legítimo” (Carlos Esteban)




La ley natural demanda el patriotismo, ha dicho en Roma el cardenal Leo Burke, y Dios “de acuerdo con el orden inscrito en el corazón humano, no hace justo ni legítimo un gobierno mundial único”.

La ley divina nos permite ver que un único gobierno mundial sería “totalitario”, ha recordado el cardinal norteamericano Leo Burke en el curso de una alocución en el Rome Life Forum titulado ‘Piedad filial y patriotismo nacional como virtudes esenciales de los ciudadanos del cielo en la tierra’. “Ante los retos de nuestro tiempo, hay quienes proponen y procuran un único gobierno mundial, es decir, la eliminación de todos los gobiernos nacionales, de modo que toda la humanidad quede bajo el control de una única autoridad política”, ha dicho. “Para quienes están persuadidos de que la única manera de alcanzar el bien común es la concentración de todo el gobierno en una única autoridad, la lealtad a la propia patria o patriotismo se ha convertido en algo perverso”.

Del mismo modo que es difícil, si no imposible, leer las diatribas del cardenal Robert Sarah contra la inmigración ilegal masiva hacia Europa sino como una respuesta al obsesivo entusiasmo migracionista del Santo Padre, se hace muy cuesta arriba no ver otro tanto en esta charla de Burke, uno de los dos únicos cardenales supervivientes entre los firmantes de los famosos Dubia, nunca respondidos.

En esta ocasión sería una respuesta tanto al globalismo evidente de Su Santidad como a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU que, con el pretexto de la amenaza inminente del Cambio Climático, aspiran a constituir alguna forma de autoridad internacional por encima de los gobiernos nacionales. El propio Francisco, en una reciente alocución, hizo referencia a la “necesidad” de disponer de una autoridad supranacional de este tipo para hacer frente a los retos planetarios.

Pero, según Burke, “la divina autoridad, de acuerdo con el orden inscrito en el corazón humano, no hace justo ni legítimo un único gobierno mundial. De hecho, la ley divina ilumina nuestras mentes y nuestros corazones para que veamos que tal gobierno sería, por definición, totalitario, asumiendo la autoridad divina sobre el gobierno del mundo”.

Para el cardenal americano, “la soberbia pecaminosa que inspira el intento de un único gobierno mundial se ha comparado al orgullo de nuestros lejanos ancestros que, tras el Diluvio, pensaron que podría unir cielos y tierra con sus meras fuerzas construyendo la Torre de Babel”. Pero es en la familia y en nuestra patria, dice Su Eminencia, donde “Dios se encuentra con nosotros y ordena nuestras vidas”.

“Nuestra identidad personal procede principalmente de la familia, pero también de nuestra patria, porque la familia solo prospera en una comunidad más amplia”, asegura Burke. “Esa condición natural define nuestros derechos y deberes como ciudadano”.

Dando una visión cristiana al viejo adagio de que “las vallas hacen buenos vecinos”, Burke, lejos de ver contradicción entre esta postura y las obligaciones hacia la humanidad en su conjunto, alega que “el patriotismo, de hecho, fomenta la virtud de la caridad que claramente abarca a ciudadanos de otras naciones, reconociendo y respetando su distinta identidad cultural e histórica”.

Carlos Esteban

Cardenal urge: finalmente Francisco “debe” proporcionar claridad



El cardenal de Utrecht (Holanda), Willem Eijk, dijo que Francisco “debe” ofrecer claridad respecto a las enseñanzas sobre el matrimonio, el adulterio, la intercomunión y la fornicación homosexual.

Al hablar el 15 de mayo en el sitio web LifeSiteNews.com, Eijk recuerda sus anteriores pedidos a Francisco que no fueron escuchados, desde enero de 2018 y mayo de 2018. Lamenta que Francisco “no mostró reacción, al menos no lo hizo en público”.

Eijk advierte que la crisis actual de la Iglesia comenzó en Holanda, cuando el país se convirtió en el “epicentro de la liturgia experimental”. En los años ’60, la meta última era “improvisar toda la Misa”.

Después del Concilio Vaticano II, cuando se implementaron los cambios litúrgicos que fueron llamados “reformas”, la mayoría de los católicos de repente dejó de asistir a Misa.

Actualmente, la participación en la Misa dominical es entre el 4 y el 5 por ciento de los católicos holandeses.

Eijk explicó que él comenzó a celebrar Misa con el rostro mirando al Señor en su capilla privada, porque no quiso más Volver su espalda a Cristo, sino estar frente a Cristo en el tabernáculo.

Agregó que esto “podría hacerse en todos lados” y que es “muy hermoso” y “enriquecedor”.

Servilismo en el hablar, aunque empalague (Carlos Esteban)



Uno se pregunta a veces qué pensarían los cristianos corrientes, los católicos del montón, si lo que se lee en los medios oficiales de la Iglesia se leyera en órganos de un Estado cualquiera. Imaginen esto: el país en crisis, una huida masiva de ciudadanos, confusión en las directrices políticas, ambiguas en unos cosas y contradiciendo lo que se ha mantenido hasta entonces en otras. Y los medios en cuestión, incluso a nivel local, ignorando todo eso y presumiendo de lo bien que va todo, plegándose en el mínimo detalle de lo que llegue del gobierno central; ni siquiera, cualquier comentario casual del líder, con idénticas palabras e imágenes. Lo que uno espera, en fin, encontrar en Cuba, en Corea del Norte, en Venezuela. No en la Iglesia.

In certis, unitas, de acuerdo. En la doctrina, en las verdades de fe, no caben disensiones, porque el mensaje es intocable, porque el mensaje no es nuestro. Pero hacerlo en lo demás, mostrar un servilismo hasta el mínimo detalle, es algo que casa mal, muy mal, con la libertad del cristiano.

Abre Alfa y Omega, el órgano de la Archidiócesis de Madrid, con un editorial carcajeántemente titulado ‘Libertad para hablar, aunque escueza’, que merecería más bien el epígrafe: ‘Servilismo en el hablar, aunque empalague’.

Empieza con una referencia a las elecciones europeas, que es de lo que se trata, y más que escocer a quienes les importa -el liderazgo en Roma y los políticos que mandan en Madrid-, debe resultarles un bálsamo, no por habitual menos agradable.

La idea central es que no se puede votar a Vox, pero sin el mal gusto de nombrar a la formación verde y poniendo en su lugar -guiño, guiño; codazo, codazo- a la Liga de Matteo Salvini. El Papa se ha metido en política a saco, mostrando preferencia por partidos liderados por abortistas o representantes de políticas destructoras de la familia antes que por aquel al que favorece un mayor número de católicos practicantes italianos, para su desgracia. Y el editorialista de Alfa y Omega, en lugar de lamentar que la Curia Romana haga política de modo tan descarado y cuestionable e injiera de modo tan lamentable en el proceso electoral de un país extranjero.

Más sorprendente, el editorial se refiere como si fuera una extraordinaria heroicidad al delito agravado cometido por el limosnero papal en territorio extranjero, mencionando que en el edificio ‘okupado’ al que Krajewski devolvió la luz -que nunca se ha pagado: la facura supera los 300.000 euros- “hay unas 450 personas, entre familias de migrantes y personas sin techo”, obviando la discoteca, el restaurante, la fábrica de cerveza o el taller de carpintería por el que Action, la organización de extrema izquierda que gestiona la ‘okupación’ y cobra el alquiler a los ‘okupantes’, obtiene buenos beneficios sin el engorro de pagar impuestos o cumplir regulaciones de seguridad. Tampoco menciona el editorial, probablemente por el exiguo espacio de que dispone, que a esos ‘sintecho’ se les ha ofrecido en numerosas ocasiones alojamientos alternativos que han rechazado.

Esas cosas no se deben mencionar, porque podrían poner triste a don Carlos Osoro, que quizá vería bruscamente abreviada su carrera eclesial.

En su afán por hacer a Francisco santo súbito, citan también que “el propio Francisco recibió en la basílica de San Juan de Letrán a una familia gitana y musulmana procedente de Bosnia, que había sido acosada por la ultraderecha, no sin lanzar una condena muy dura contra la xenofobia que ve crecer peligrosamente en el continente”.

Lo de ‘acosada por la ultraderecha’ es mero pensamiento circular. En realidad, fueron acosados por sus vecinos, pero eso solo demuestra que eran de ultraderecha. Sin la anteojeras ideológicas, ¿quién no querría vivir junto a unos gitanos musulmanes refugiados? Nadie. Estamos seguros de que todos los funcionarios del arzobispado, incluidos los redactores de Alfa y Omega, tienen una o dos familias de estas características viviendo en el edificio en que habiten.

Pero la guinda, siempre de postre; lo más dulce debe venir al final, y no puedo dejar de desplegarlo en su gloriosa literalidad: “Es exactamente la misma contundencia con la que la Iglesia se ha pronunciado siempre contra el aborto o en defensa de la familia, pero que a muchos sorprende oír cuando se trata de otros temas que igualmente afectan a derechos fundamentales”.

Estos “temas que igualmente afectan a derechos fundamentales”, ¿cuándo los ha tratado la Iglesia anterior a Francisco “con la misma contundencia” que el aborto o la defensa de la familia? Cita, por favor. ¿O debemos suponer, como se deduce de tantos comentarios francisquistas, que el mensaje de Cristo esperaba la llegada de Francisco para ser debidamente entendido?

Item más: ¿de verdad son equiparables que una madre mate a su hijo antes de nacer que una decisión prudencial sobre quién entra y quién no en tu país? ¿En qué enloquecido universo moral?

Otra: ¿Qué derecho fundamental vulneran las decisiones del Ministerio del Interior italiano? ¿No han guardado siempre las fronteras los países, sin las que ni siquiera podrían llamarse países y sin que la Iglesia haya visto nunca nada malo en ello? ¿Hay un ‘derecho fundamental’ a residir en el país donde a uno le dé la gana, aunque entre, por así decir, por la ventana? ¿Desde cuándo? ¿Por qué no solo el magisterio de la Iglesia no había oído hablar de este derecho, sino que Papas y teólogos se han pronunciado unánimemente en sentido contrario?

Carlos Esteban