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lunes, 2 de diciembre de 2013

La Iglesia no es una democracia...¡ni puede serlo! (y 2)

Sería, por ejemplo,  realmente preocupante que los enemigos de la Iglesia, aquellos que desean su destrucción, hablasen bien de algún sacerdote, de algún obispo o incluso del Papa. Sería mala señal. Sería una señal inequívoca de que el cristiano en cuestión está pensando al modo del mundo y no conforme a Dios: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos" (Is 55,8). El mismo Pedro, el que sería el primer Papa, cuando Jesús les estaba diciendo a sus discípulos que debía subir a Jerusalén y padecer mucho, que moriría y luego resucitaría al tercer día, lo tomó aparte y se puso a reprenderle: ¡Eso no te sucederá!... Parece lógica la reacción de Pedro, muy humana. Pues bien, y aunque no lo acabemos de entender en toda su profundidad, lo cierto es que "Jesús, volviéndose, dijo a Pedro: 'Apártate de Mí, Satanás!, pues eres para Mí escándalo, porque no gustas las cosas de Dios sino las de los hombres" (Mt 16,23). 

La Iglesia debe ser luz para el mundo, precisamente porque el mundo está en tinieblas y no conoce a Jesús. Por lo tanto, la Iglesia debe anunciar a Jesús venido en carne, con el convencimiento pleno de que "ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hch 4,12) "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí". (Jn 14,6). Cualquier otro camino conduce a la perdición, llámese como se llame. La Verdad es Una. Y tiene un nombre. Es una Persona. Es el Hijo de Dios, el Unigénito, que se encarnó y se hizo hombre. Su nombre es Jesús.



San Juan, como suele ocurrir casi siempre con todas las palabras de la Sagrada Escritura, se expresa con una claridad que no deja lugar a ninguna duda. Sus palabras son muy duras, pero son verdad. Y dice así, para prevenirnos del error, como buen pastor que es y que cuida bien de su rebaño: "Carísimos, no creáis a cualquier espíritu, antes bien examinad si los espíritus son de Dios, porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas. En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios; pero el Espíritu que no confiese a Jesús, no es de Dios; ése es el AntiCristo, el cual oísteis que viene, Y AHORA YA ESTÁ EN EL MUNDO" (1 Jn 4, 1-3). Si esto era verdad cuando fue pronunciado, mucho más lo es ahora, en el momento que vivimos.

Es urgente que los cristianos tengamos muy claro que sólo hay una Religión verdadera, que es la Religión Católica y que el diálogo con otras religiones es imposible, tengan el nombre que tengan, a menos que la idea sea la de tratar de acercarlos a la Verdad, una Verdad que está sólo en Jesucristo, el Único que puede salvarlos. ¿Cómo puede hacerse esto? La respuesta es que sólo será posible si tenemos en nosotros a Jesús (si vivimos Su misma Vida), pues sólo Jesús puede llegar al corazón de esta gente y convertirlos, si ellos ponen de su parte; a nosotros sólo nos toca el rezar por ellos y por su conversión al Catolicismo. Si entendemos por esto el diálogo, como apertura a la Verdad, o sea, a Jesucristo, bienvenido sea ese diálogo (aunque mucho me temo que el llamado ecumenismo y diálogo entre religiones se trate de otra cosa diferente). 


Tal vez alguno piense que tanta seguridad en que nosotros tenemos la Verdad y que no hay otra, no es más que soberbia. Pero se equivoca: no hay vanidad ni presunción ni soberbia de ninguna clase. Se trata de transmitir aquello que se ha recibido, sin mérito alguno por nuestra parte. Aunque la cita sea larga creo que merece la pena transcribirla por completo. Dice San Juan: "Lo que existía desde el  principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han palpado nuestras manos acerca de la Palabra de la Vida -pues la Vida se ha manifestado: nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba junto al Padre y que se nos ha manifestado-, lo que hemos visto y oído, OS LO ANUNCIAMOS para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestra alegría sea completa" (1 Jn 1, 1-4) . 


El cristiano se siente indigno del don recibido. Sabe que no lo merece. Y sólo le queda prorrumpir en acción de gracias a Aquél que "siendo rico se hizo pobre por nosotros, para que nos enriqueciéramos con su pobreza" (2 Cor 8,9). Esta seguridad en Jesús proviene del deseo de parecernos a Él, a quien queremos,  porque Él nos ha amado primero (1 Jn 4,19)... Él, que es nuestro único Maestro y el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas, (Jn 10,11), como efectivamente, así ocurrió. Por eso San Pablo podía decir con tranquilidad y seguridad: "Sufro, pero no me avergüenzo, pues sé muy bien a quien me he confiado" (2 Tim 1,12)


El anuncio de la Palabra de Dios siempre conlleva padecimientos y persecuciones, pero esto es lo normal en un cristiano, quien debería sentirse dichoso si tal cosa le ocurriese. Recordemos cómo los fariseos  "llamando a los apóstoles, los azotaron, les ordenaron que no hablaran en el nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre" (Hech 5,41). Pues ésto es precisamente lo propio y específico en un cristiano que lo sea de verdad. Según San Pablo "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecución" (2 Tim 3,12). Y Jesús decía: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15, 18-19). De ahí que diga San Juan: "No os extrañéis si el mundo os aborrece(1 Jn 3,13)

"Un cristiano no puede moverse por lo que le agrada al mundo: "¿Busco yo acaso el favor de los hombres o de Dios? ¿O es que deseo agradar a los hombres? Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo (Gal 1,10). En realidad, de verdad, un cristiano debería sentirse verdaderamente preocupado si tuviese el favor del mundo, en conformidad con estas palabras que tienen por autor al Espíritu Santo: "No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el Amor del Padre no está en él" (1 Jn 2,15). El mundo de hoy se ha apartado de Dios; quiere alejar a Dios de su vida... Y parece que lo está consiguiendo. Odia con rabia todo lo que le recuerda a Jesucristo. Ya casi nadie cree... Se podría decir que nos encontramos en una situación de Apostasía universal (o bien, muy próximos a ella). Los cristianos son objeto de burla, se les persigue e incluso se les mata... sin que, prácticamente, nadie les acoja ni haga nada por ellos. Esto lo estamos viendo.

No sabemos si estamos ya en los últimos tiempos, porque esto no nos ha sido revelado pero, si no lo estamos, este fin no parece que pueda estar muy lejos por las señales que se perciben y que concuerdan bastante con lo que se encuentra en el Evangelio y en el Nuevo Testamento cuando se habla de la segunda venida del Hijo del Hombre. En todo caso, ése sería otro tema del que se hablará en otra ocasión.