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miércoles, 27 de octubre de 2021

LA MENTIRA Y LA PANDEMIA



Decía Chesterton aquello de que se empieza asesinando y se termina por dejar de ir a Misa para señalar precisamente lo contrario.

Algo similar se podría decir respecto a la mentira, esa termita que en las sociedades occidentales se ha aceptado como algo natural, generalmente a través de la política y los medios de comunicación, y que ha terminado por crear una desconfianza tal que justifica cualquier otro atropello, incluido el asesinato. Aquello que se consideraba menor ha terminado por justificar lo que otrora se consideraba mayor.

Por eso, me parece muy poco apropiado hablar respecto al coronavirus, y los satélites que le rodean, de una manera parcial cuando todo son partes del mismo asunto.

El numeral 2486 del Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente:
“La mentira, por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión. Contiene en germen la división de los espíritus y todos los males que ésta suscita. La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales”.
Y eso ha sucedido en nuestra sociedad desde enero, más o menos, del año 2020 respecto a este tema (1).
Y toda esa red de mentiras ha tenido como consecuencia la muerte de muchas personas, la ruina de otras, la soledad y separación de casi todas, la discordia entre vecinos, amigos o conocidos (2), el crecimiento exponencial de muchas enfermedades ya latentes (3), y la resaca, de la que aún se está por ver sus efectos.
Por eso, cuando el Papa o cualquier monseñor hablan sólo de la vacuna o sólo de cumplir las arbitrarias normas ¿sanitarias? etc están desviando, ¿deliberadamente?, la atención sobre todo este asunto. Y entiendo que hombres de Iglesia no opinen de todo pero si entras en un tema tendrás que hacerlo con toda la honestidad posible, cosa que evidentemente no ocurre.

Porque cuando ves que te mienten, y lo hacen repetidamente, y las consecuencias son tremendas se «rompe ese tejido de las relaciones sociales». No pretendo ser exhaustivo pero ahí van algunas mentiras de principios del año pasado hasta ahora que hacen que cualquier asunto proveniente de aquellos que «nos gobiernan» o «nos informan», deba ser mirado con desconfianza.

A modo de recordatorio:

En febrero del año 2020 el Ministerio de Sanidad tenía en su página web aquel anuncio donde quitaba importancia al hecho de viajar a países donde pudieses contagiarte. Literalmente, te pedía unos días de precaución y vuelta a la vida normal.

Fueron los días en que desde el Gobierno organizó una reunión con residentes chinos para quitar el estigma de aquello del «virus chino». Al mismo tiempo se dijo que cerrar las fronteras eran medidas sanitarias de otro tiempo.

En víspera del 8 de marzo el eslogan era aquel de que «el machismo mata más que el coronavirus», y que había que acudir a las manifestaciones feministas.

El experto del Gobierno el día antes del 8 de marzo no se pronunciaba sobre la idoneidad o no de acudir a estas aglomeraciones. No lo veía mal. Semanas antes ya nos había avisada de que en España apenas pasaría nada.

Para entonces, ya había noticias que señalaban que la OMS podría haber retenido información al resto del mundo para proteger a China.

Nuestro gobierno negaba la utilidad de las mascarillas. Con lavarse las manos era más que suficiente.

Todos los voceros del gobierno repetían aquello de que no era peor que la gripe, y de paso insultaban al personal que tomaba precauciones tachándolo de histérico.

Pocos días después las fronteras estaban cerradas, todos nosotros secuestrados en nuestras casas, China amenazaba a Australia con cortar relaciones si éstos seguían insistiendo en averiguar el origen del virus, todos los protocolos sanitarios prohibían hacer autopsias para estudiar el supuesto virus y los médicos y enfermeras se «protegían» con servilletas de papel sin que sus respectivos colegios profesionales tuviesen nada que decir. De paso, el supuesto control al gobierno se hacía a través de una selección de preguntas realizadas por remoto y éste, nuestro estado de bienestar, se escondía en su trinchera y suspendía toda atención presencial al público.

No me pronuncio, de momento, sobre lo que era verdad o no, si lo que se decía al principio o lo que se decía después, pero el tema es que quien dice lo primero no puede continuar en su puesto si al día siguiente hace lo segundo. No sin quiebra total de confianza. En ese tema concreto y en lo que vendrá después.

Y, desde luego, aquello de «no se podía saber» no es una explicación.

Seguiremos con el tema.

Capitán Ryder

(1) Lógicamente, antes ya existía un Himalaya de mentiras. Sin esos antecedentes todo esto no hubiese sido posible pero ahora ya va todo el mundo «a calzón quitado».

(2) Convenientemente azuzados por los medios de comunicación que señalaban periódicamente a aquellos «culpables» de la situación: el que acudía varias veces a comprar al supermercado, el que no se ponía mascarilla por la calle, el que creía que las medidas eran un abuso etc. Se trataba de recalcar en todo momento que los gobernantes no tenían culpa de absolutamente nada y para eso hay que señalar a alguien que desvíe la atención.

(3) Ahí están las cifras de suicidios, depresiones etc