BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



domingo, 23 de marzo de 2014

El pecado, misterio de Iniquidad (José Martí)

El amor de Dios hacia nosotros es algo realmente misterioso, pues no es una palabra más, como las que utilizamos nosotros. Se trata de un verdadero amor, siendo así que nosotros somos tan solo sus criaturas. Por eso, cuando el hombre pecó (pecado que se transmitiría a toda su descendencia, pues en Adán pecó toda la humanidad, humanidad que se reducía a un solo hombre y una sola mujer), Dios no lo abandonó, sino que le hizo una Promesa. "El Señor dijo a la serpiente: ... Pondré enemistad entre tí y la mujer, entre tu linaje y el suyo; Él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón" (Gen 3, 15). 

[Este pasaje suele conocerse como "Protoevangelio", porque es el primer anuncio del Redentor, nacido de una mujer. La Iglesia siempre ha entendido estos versículos en sentido mesiánico, referidos a Jesucristo; y ha visto en la mujer, madre del Salvador prometido, a la Virgen María, como nueva Eva].  

La serpiente simboliza al Diablo, que es nuestro gran enemigo. Como sabemos el Diablo no es un dios malo (Dios sólo hay uno y es infinitamente bueno). El Diablo es una de las criaturas (espíritus puros; no tienen un cuerpo como nosotros) también) creadas por Dios y sometidas a una prueba; es uno de los millones de ángeles que Dios creó: "Se entabló un gran combate en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles, pero no vencieron, y no hubo ya para ellos un lugar en el cielo. Fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente, llamado Diablo y Satanás, que seduce y engaña a todo el universo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él" (Ap 12, 7-9) ... "Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado luz al varón" (Ap 12,13)...El relato cuenta cómo la mujer escapó del dragón, y añade: "El dragón se enfureció contra la mujer y se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús(Ap 12,17) 

Por eso el apóstol Pablo, en su carta a los efesios, les dice: "No es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires" (Ef 6,12)

El Diablo es una realidad ignorada. Tanto mayor es su triunfo cuanto más se le ignora y se niega su existencia. El linaje de la serpiente se refiere precisamente a todos aquellos que consienten en ser engañados y seducidos por ella (es decir, por el Diablo) y odian a Jesucristo y a los cristianos (en lenguaje bíblico, "el mundo"). El linaje de la mujer se refiere a Jesucristo, en primer lugar; y luego a todos los que se acogen a Él como única tabla de salvación. Recordemos lo que le dijo Dios a la serpiente: "Pondré enemistad entre tu linaje y el suyo [el de la mujer]". La Biblia es muy clara en la relación que debe existir entre aquellos que sirven a Jesucristo y aquellos que lo odian"No os unzáis a un mismo yugo con los infieles. Porque, ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿Y qué armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? ¿Y cómo es compatible el templo de Dios con los ídolos(2 Cor 6, 14-16). 

El mismo Jesús lo ha dicho en multitud de ocasiones: "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24); "El que no está conmigo está contra mí(Mt 12,30), etc. Todo esto significa que no cabe ningún "diálogo" con los que son enemigos de Jesucristo. La única actitud propia de un cristiano para con aquellos que no lo son es la de rezar por ellos, para que se conviertan; y la de amarlos, según el mandamiento que Jesús nos dejó: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (Mt 5, 44). Pero la doctrina es intocable. 

Que es justamente lo que dijo Pedro, el primer Papa, hablando de Jesucristo"En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4,12). La cantidad de párrafos del Evangelio en los que aparece esta idea es innumerable, por lo que no debería caber ninguna duda, en este sentido, entre los cristianos, acerca del único tipo de relaciones que podemos tener con aquellos que no son cristianosY no es que nosotros seamos mejores que ellos (¡en absoluto!), pero "no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hech 4,20). Y esto aunque nos amenacen, nos insulten e incluso aunque nos quiten, por ello, la vida. No podemos avergonzarnos del Señor.

Nuestro modo de actuar ha de ser como el de los apóstoles. Cuando, después de haber sido encarcelados, los condujeron al Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les increpó para que no siguieran enseñando en el nombre de Jesús, ellos respondieron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29). Y luego "los azotaron, les ordenaron que no hablaran en el nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre. Y todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y anunciar a Cristo Jesús" (Hec 5, 40-42)

La Promesa que aparece en el Protoevangelio se cumple con la venida de Jesús al mundo. El Amor de Dios por nosotros le llevó hasta el extremo de querer vivir nuestra propia vida. Y para que eso fuera posible, el Hijo de Dios, en obediencia a la voluntad de su Padre, asumió nuestra condición humana y se hizo realmente hombre, uno de nosotros (en todo igual a nosotros, menos en el pecado). 

Su Amor por nosotros (por cada uno), un amor real y verdadero, le llevó a compartir "real y verdaderamente" nuestra vida, haciéndose uno de nosotros (sin dejar de ser Dios). Tomó sobre sí los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y lugares que existieron, existen y existirán. Los asumió como suyos, como verdaderamente suyos; los hizo suyos. Así lo afirma San Pablo, usando una expresión muy fuerte y misteriosa: "se hizo pecado por nosotros" (2 Cor 5,21). Él, que no conoció pecado alguno, el Justo entre los justos, atrajo sobre Sí toda la Justicia del Padre, que recayó sobre Él, como si Él fuese pecador y responsable de los pecados de toda la Humanidad



¿Cómo es esto posible? Es un misterio: tremendo misterio de Amor en íntima relación con el misterio de Iniquidad que es el pecado (2 Tes 2,7). Una ofensa infinita (como era la ofensa hecha a Dios por el hombre) necesitaba de una reparación infinita (algo que el hombre, ser finito, no podía llevar a cabo de ninguna de las maneras). Y es aquí donde aparece el inexplicable Amor personal de Dios por todos y cada uno de nosotros. Este Amor le llevó hasta el extremo de tomar nuestra naturaleza humana, haciéndose uno de nosotros, para redimirnos, haciendo Suyos todos nuestros pecados. Se ofreció a Sí mismo a su Padre, como Víctima expiatoria, y padeció y murió para hacer posible nuestra salvación:


[una salvación objetiva, que es para todos los hombres. Y una salvación subjetiva, en el sentido de que es precisa una respuesta de amor por nuestra parte para que la salvación objetiva se nos pueda aplicar]

"Murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó" (2 Cor 5, 15). El Amor que Él nos mostró requiere por nuestra parte una respuesta amorosa, pues el amor verdadero siempre es bilateral: o es recíproco, del uno para el otro y del otro para el uno... o no es amor. Por eso no es suficiente el hecho de que Dios se haya hecho hombre para salvarnos. ¿Por qué? Pues, precisamente, porque lo ha hecho por Amor, lo ha hecho para que nosotros lo amemos también, libremente ... pues el amor jamás puede imponerse. Se salvarán aquellos que respondan con un amor semejante a aquel que Él nos tiene (un amor, por lo tanto, que esté dispuesto a dar la vida por Él, como Él la dio por nosotros; un amor que va unido, necesariamente, a la Cruz).


Y ésta es la razón por la que Dios, revelado en Jesucristo, es negado y perseguido. No se puede comprender que Dios haya procedido como lo relatan los Evangelios. Es algo completamente inaccesible a la razón y a la imaginación humana. Hoy, más que nunca, de hecho, y de un modo sistemático, el Amor, que es Dios, es rechazado. Vuelven a cumplirse las palabras de San Pablo, cuando decía: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles" (1 Cor 1,23), con la agravante de que hoy se conoce mejor que entonces hasta dónde puede llegar la Humanidad cuando se rechaza a Jesucristo.

Digámoslo una vez más: La negación de la Cruz de Jesucristo es la negación del Amor de Dios, es la negación del mismo Dios quien, en la Persona de su Hijo, se hizo uno de nosotros porque quería mantener con cada uno unas relaciones íntimas de amor. Esto "el mundo" no lo puede comprenderDe ahí esa lucha contra lo sobrenatural que se está produciendo en la actualidad, una lucha que es realmente odio hacia todo lo que es Bueno, Verdadero y Bello.
José Martí