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martes, 31 de octubre de 2017

San Pío X: «El protestantismo es el compendio de todas las herejías para ruina de las almas»




La tesis oficial es que el 31 de octubre de 1517 un joven monje agustino llamado Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg «Noventa y cinco tesis sobre las indulgencias». Sin embargo, hay dudas razonables de que no ocurrió así. En todo caso, ese es el evento que se señala como inicio de la reforma protestante.

Sobre la misma, escribe el papa San Pío X en el artículo 129 de su Catecismo mayor:
El Protestantismo o religión reformada, como orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas.
En el artículo anterior, había escrito:
... y finalmente la gran herejía del Protestantismo (siglo XVI), forjada y propagada principalmente por Lutero y Calvino. Estos novadores, con rechazar la Tradición divina, reduciendo toda la revelación a la Sagrada Escritura, y con sustraer la misma Sagrada Escritura al legítimo Magisterio de la Iglesia para entregarla insensatamente á la libre interpretación del espíritu privado, demolieron todos los fundamentos de la fe, expusieron los Libros Santos a las profanaciones de la presunción y de la ignorancia y abrieron la puerta a todos los errores.
Entre los grandes principios de la reforma protestante figuran:
  1. - El Sola Fide (justificación sólo por la fe) 
  2. - El Sola Scriptura (solo la Biblia es parte de la Revelación) 
  3. - El «Libre examen» (interpretación privada y libre de las Escrituras).
1. El Sola Fide es negado expresamente por la Escritura en el único versículo donde aparecen precisamente las palabras sola y fe juntas:

"Ya veis cómo el hombre es justificado por las obras y no sólo por la fe" (St 2,24)

2. El Sola Scriptura es una doctrina que no aparece en la Escritura. Sin embargo, sí aparece el concepto de Tradición apostólica transmitida no solo por escrito sino oralmente:

"Os alabo porque os acordáis en todo de mí y mantenéis las tradiciones tal como os las transmití " (1 Cor 11,2)

"Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta"  (2 Tes 2,15)

3. El Libre examen, como la historia se ha encargado de demostrar, sólo conduce a la propagación de la división dentro del propio protestantismo, que no es capaz de mantener una postura común sobre temas tan importantes como el Bautismo, la Eucaristía (Santa Cena) y otros.

Infocatólica

lunes, 30 de octubre de 2017

Prohibido hablar mal de Lutero. Y el Papa se censura a sí mismo (Sandro Magister)



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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El 31 de octubre se disparan los festejos por los quinientos años exactos de la fecha-símbolo de la Reforma protestante. Y por parte de las altas jerarquías de la Iglesia Católica las celebraciones han sido hasta aquí prácticamente en un único sentido: un coro de elogios a Martín Lutero. "Una medicina para la Iglesia", ha dicho de él el papa Francisco, al extraer la síntesis de su viaje ecuménico a Suecia, exactamente un año atrás.

Pero "L'Osservatore Romano" o "La Civiltà Cattolica" se han cuidado muy bien de republicar lo que Jorge Mario Bergoglio escribió sobre Lutero y Calvino antes de ser elevado al papado.

Sobre la Reforma protestante se conserva de él un solo escrito, de hace treinta años. Pero fue reeditado en el 2014 con un prólogo del jesuita Antonio Spadaro, director de "La Civiltà Cattolica" y confidente entre los más cercanos al papa Francisco, sin la mínima toma de distancia de las pesadísimas invectivas antiprotestantes contenidas en ese escrito.

En efecto, cuando este escrito volvió a ver la luz, el eminente teólogo protestante Paolo Ricca, valdense, expresó de este modo su desánimo, en un editorial en la revista "Riforma":
"Me pregunto cómo es posible tener hoy todavía, o hace treinta años, una visión tan deformada, distorsionada, tergiversada y sustancialmente falsa de la Reforma protestante. Es una visión con la cual no sólo no se puede iniciar un diálogo, sino ni siquiera una polémica, tan lejana y tan deforme es respecto a la realidad".
Él inclusive llega a dudar que se pueda celebrar junto al actual Papa el festejo de la reforma.
"Una cosa es cierta: a partir de una visión de este tipo, querer llevar a cabo en el 2017 una celebración ecuménica del quinto centenario de la Reforma parece literalmente imposible".
Pero, como se sabe, el papa Francisco ha logrado reanudar los hilos del diálogo y a acreditar en la opinión pública la imagen de una Iglesia católica más que nunca amiga de Lutero y agradecida por todo lo que él hizo.

Naturalmente que hizo esto quitando totalmente ese escrito suyo, el cual puede ser releído útilmente aquí:

> Lutero a la hoguera. No, a los altares. La doble visión del Papa jesuita

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Pero esta censura sobre el Bergoglio antiluterano no es la única censura de esta estación ecuménica. A ella se puede agregar otra, de un autor que está entre las firmas valiosas de "L'Osservatore Romano", Marco Vannini, renombrado experto de teología y de mística, especialmente alemana, y estudioso de Lutero.

Vannini publicó este año un libro que desde el título permite entender de qué lado está: "Contra Lutero y el falso Evangelio".

Vannini se define "quizás hereje pero católico romano", aunque en un artículo del 2004, en tiempos del papa Karol Wojtyla, "La Civiltà Cattolica" lo juzgó diciendo que él "excluye la trascendencia, suprime las verdades esenciales del cristianismo y por vía neoplatónica desemboca inexorablemente en una gnosis moderna".

Es un hecho que con el papa Francisco él se ha convertido en una firma reiterada de "L'Osservatore Romano".

Pero no esta vez. Ni siquiera una línea sobre su docto libro contra Lutero. Curiosamente, quien lo ha dado a conocer y divulgado ha sido en Italia sólo la revista "Il Regno", voz acreditada del catolicismo progresista, con una entrevista al autor.

Una entrevista en la que Vannini comienza de este modo:
"Mi frecuentación de los textos de Lutero tiene su origen en mi juventud. Después pasé a mi interés predominante, la mística alemana anterior y posterior al protestantismo. La polémica contra Lutero es hoy ciertamente 'inactual' porque, me parece, el mundo católico o ex católico ha hecho suyas tesis, tendencias y modos de ser del mundo protestante luterano. El luteranismo y la Reforma en general son responsables de uno de los males más graves de nuestro mundo: el individualismo, el primado del sujeto que pone en el centro el amor de sí mismo, lo cual es 'radix omnis mali et peccati', raíz de todo mal y de todo pecado, tal como recita san Agustín, retomado muchas veces por Meister Eckhart. Ésta es la razón de mi hostilidad respecto al luteranismo. No es una casualidad que Lutero sea tan amado por presuntos laicos que no tienen ningún afecto ni por Cristo ni por el cristianismo".
Más adelante, en la entrevista, dispara más de su "vis" polémica. Por un lado, contra el uso que hace Lutero de las Sagradas Escrituras:
"Justamente no perdono el uso que hace Lutero, a su gusto, de las Escrituras, por ejemplo, cuando define totalmente un texto como palabra de Dios separándolo de todo el resto o cuando toma de las Escrituras lo que le sirve y desecha lo que no va. Cuando hace años estuve a cargo de los prólogos a la Biblia de Lutero, sus manipulaciones contra el Papa me parecieron insoportables".
Por otro lado, contra su rechazo de las filosofías de Platón y Aristóteles:
"El Evangelio auténtico consiste en el hecho que la luz de Dios, la luz eterna, es siempre y absolutamente para cada hombre. En Lutero encuentro, por el contrario, algo diabólico: hay un espíritu de la mentira que contrasta con la nobleza del espíritu, con la verdad y con la honestidad profunda que se respira al leer a los grandes filósofos. Cuando Lutero se enfrenta con la gran filosofía, definiéndola como 'prostituta del diablo', advierto una hostilidad radical: aquí su falso Evangelio late con fuerza. Es falso, porque nace no de lo universal de la razón que es lo más hermoso que poseemos, sino que es fruto de sus elecciones individuales".
Vannini llega a involucrar, junto a Lutero, también al apóstol san Pablo:
"La fe cristiana sin la lección de la filosofía antigua estaría difunta. Hoy, quizás, podría ser una gnosis o una secta entre tantas, si no hubiese encontrado en su camino a estos grandísimos y honestos filósofos que también han sido cristianos y a los que Lutero ofende y desprecia. El cristianismo no habría sobrevivido sólo con san Pablo, a quien Lutero tanto ama. Sobre esto habría que leer a Nietzsche, poderoso psicólogo que desenmascara la profunda actitud de auto-afirmación de san Pablo, quien comienza la Epístola a los Romanos ofendiendo descaradamente al mundo clásico, lo cual es una deshonestidad absoluta".
Es una tesis que merece ser discutida, como se ve, tanto más en tiempos como los actuales. Pero una tesis que los órganos de comunicación oficiales se han cuidado muy bien de comentar, como si la única palabra ordenadora vigente sea decir que la Reforma protestante fue "un acontecimiento del Espíritu Santo".

Al pobre cardenal Gerhard L. Müller, el defenestrado ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no le ha quedado de hecho más que la tribuna de un blog "extranjero" para repetir las elementales y perdurables diferencias que dividen a la Iglesia Católica del protestantismo:

> Quella di Lutero? Non fu riforma, ma rivoluzione

Sandro Magister

domingo, 29 de octubre de 2017

Contra el naturalismo y el liberalismo: Viva Cristo Rey

Duración 13:47 minutos

Sólo son meritorias aquellas obras que se hacen estando en gracia de Dios.

Una Iglesia que no reza es una Iglesia débil (Padre Santiago Martín)

Duración 16:05 minutos

Italian Liturgist Alleged to be Working on Ecumenical Mass: “Transubstantiation is Not a Dogma” (Steve Skojec)




In his Monday column at First Things, Italian journalist and veteran Vatican-watcher Marco Tosatti gave voice to what had previously been little more than a whispered rumor: that a group was at work, with Vatican knowledge and support, on a kind of interfaith liturgy:
[T]here is the matter of the “Ecumenical Mass,” a liturgy designed to unite Catholics and Protestants around the Holy Table. Though never officially announced, a committee reporting directly to Pope Francis has been working on this liturgy for some time. Certainly this topic is within the jurisdiction of the Congregation for Divine Worship, but Cardinal Sarah has not officially been informed of the committee’s existence. According to good sources, Sarah’s secretary, Arthur Roche—who holds positions opposite to those of Benedict XVI and Sarah—is involved, as is Piero Marini, the right-hand man of Monsignor Bugnini, author of such noted works as La Chiesa in Iran and Novus Ordo Missae.
Today, at his blog, Stilum Curae, Marco provides a bit more information on this story:
I cannot help recalling a comment sent to me by a friend, even though it was made several months ago. It was made by a highly regarded unrestrained lay liturgist, Andrea Grillo, who is, according to what they tell me, involved in the work to create an ecumenical Mass.
The comment is:
“Transubstantiation is not a dogma, and as an explanation [of the Eucharist] it has its limits. For example, it contradicts metaphysics.” [emphasis added]
I would like to understand then: have all those people who during the last two millennia have thought that in the host and in the wine [sic] there was truly the substance of the Body and Blood of Jesus – and those who still believe this now – have they been taken for a ride [by the Church]? Or, in a more benign hypothesis, were they victims of a false belief (to say nothing of Eucharistic miracles)? We are waiting with impatience to see where the work on the new ecumenical Mass will go, in order to go and put ourselves in line [for communion] at the closest Orthodox Church.

Grillo’s comments about Transubstantiation appeared on his Facebook page:


The Council of Trent, Session 13, Chapter VIII, says:
“If any one saith, that, in the sacred and holy sacrament of the Eucharist, the substance of the bread and wine remains conjointly with the body and blood of our Lord Jesus Christ, and denieth that wonderful and singular conversion of the whole substance of the bread into the Body, and of the whole substance of the wine into the Blood-the species Only of the bread and wine remaining-which conversion indeed the Catholic Church most aptly calls Transubstantiation; let him be anathema.”
I reached out to Marco Tosatti this morning, and he told me that Andrea Grillo is a layman who teaches sacramental and liturgical theology at the Pontifical Athenaeum San Anselmo in Rome. Tosatti told me that Grillo has recently attacked both Cardinals Caffarra and Sarah, “more or less asking Sarah to be dismissed from his position.” Tosatti’s sources have indicated that Grillo is a member of the secret commission to prepare this alleged “ecumenical liturgy,” which would allow Catholics and Protestants to “share the table.” Grillo is said to be influential in Rome, and to have the ear of the pope.

Grillo is also noteworthy for his opposition to Summorum Pontificum, and has written a book entitled, Beyond Pius V: Conflicting Interpretations of the Liturgical Reform, which was reviewed by the eminent liturgical theologian and author Dom Alcuin Reid, who he called it “a theological and political ‘shot across the bow’”. Reid also describes
Grillo’s fundamental stance that one must accept “the” liturgical reform absolutely and to the exclusion of all that came before (and of course, to the exclusion of any possible “reform of the reform”—which is dismissed out of hand)…
If he is indeed involved in the preparation of a new liturgy, one is left to wonder if this same attitude of liturgical evolution with no looking back will be pervasive in its implementation, too.

The Handwriting on the Wall

With no substantial confirmation of this secret liturgical commission’s existence, some will no doubt be skeptical of its plausibility. And yet there is not a little evidence that the Vatican under its current leadership might support such an effort. The pope and his associates had already been making overtures in this direction beginning in 2015, which I outlined at some length in my December, 2016 article, "Up Next on the Vatican Agenda: Intercommunion". At the time, it had appeared that the goal was to allow Protestants to receive communion in Catholic churches. But an interfaith liturgy would take things quite a bit further, and would, it seems, be not entirely unthinkable in light of the Vatican’s own joint celebrations with the Lutheran churches marking the 500th anniversary of the Reformation, which will reach their culmination this month on October 31st — the day Martin Luther published his 95 theses in a letter to the Archbishop of Mainz in 1517. In those very celebrations, there have been hints of what might come. As I reported last December:
On October 31, 2016, following the commemoration, Cardinal Kurt Koch, president of the Pontifical Council for Promoting Christian Unity, told reporters that “it was a ‘very beautiful’ day, one that’s ‘very late’ in coming, but ‘very important.’ It’s a ‘new beginning of a way to leave conflict in the past and go toward communion in the future’”. A joint statement issued by the Vatican and Lutheran World Federation that same day said that “many members of our communities yearn to receive the Eucharist at one table, as the concrete expression of full unity. … This is the goal of our ecumenical endeavours, which we wish to advance, also by renewing our commitment to theological dialogue.” [emphasis added]
Koch has also said that “in the Second Vatican Council, Martin Luther would have ‘found his own council'”, and that “the commemoration of the Reformation in 2017 can only be made in ecumenical communion.”

For Catholics, of course, intercommunion isn’t theologically possible. Yet in Germany, we have seen evidence that this is already taking place in a very public fashion. And with the advent of Magnum Principium, it will be far easier for regional implementations of liturgical change to take root without the “imposition” of corrections from the Congregation for Divine Worship.

The question therefore of what, if any, additional liturgical surprises Rome may have in store remains an open question.

This post has been updated to include the citation from the Council of Trent.
Steve Skojec


sábado, 28 de octubre de 2017

Festejando los 500 años (Michael Voris)

Duración 6:55 minutos

Cardenal Müller: "Es inaceptable decir que la Reforma Luterana fue un evento del Espíritu Santo"


Revolution: The Reformation was not a reform but a revolution, according to Cardinal Gerhard Ludwig Müller, the former Prefect of the Congregation for the Doctrine of the Faith, ousted by Pope Francis in July. Writing for La Nuova Bussola Quotidiana Müller explains that the Reformation totally altered the foundations of the Catholic Faith.

Not Corresponding to Reality: Müller states that the claim that the Reformation was only fighting against abuses or grievances in the Renaissance Church, does not correspond to reality. Quote: “Abuses and bad deeds have always existed in the Church, not only in the Renaissance, we have them also today”.

Luther Abandoned the Faith: Cardinal Müller mentions Luther’s famous writing “On the Babylonian Captivity of the Church”. From this book is clear that Luther – quote Müller – “left behind him all principles of the Catholic faith, of the Holy Scripture, of the Apostolic Tradition, of the magisterium of the Pope and the Councils, and of the bishops”.

Subjective Faith: With great clarity Cardinal Müller points out that Luther abolished five sacraments, altered the remaining two and replaced the objective effectiveness of the sacraments with a subjective faith.

No Event of the Holy Spirit: For Cardinal Müller, it is unacceptable to call the Lutheran Reformation an “event of the Holy Spirit” as did the Modernist secretary general of the Italian Bishops’ Conference Nunzio Galantino. Müller adds: “The Spirit does not contradict himself”. According to him, too many speak enthusiastically about Luther because they do not know what he said and did.


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El texto completo (en español) de lo que dijo el cardenal Müller en la Nuova Bussola Quotidiana puede leerse en una entrada anterior de este blog de título "Müller pone a Lutero en su sitio"

viernes, 27 de octubre de 2017

El Vaticano califica a Lutero de “testigo del Evangelio” y emitirá sellos con el rostro del heresiarca





Un polémico documento del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos equipara a San Ignacio de Loyola o San Francisco de Borja con Lutero, Calvino o Zwinglio.

“Los grandes reformadores como Martín Lutero, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino, como también muchos que permanecieron católicos, como Ignacio de Loyola, Francisco de Sales y Carlos Borromeo, intentaron conseguir que la Iglesia occidental se renovara. Sin embargo, lo que debería haber sido una historia de la gracia de Dios, estuvo también marcada por el pecado de los hombres y se volvió una historia del desgarramiento de la unidad del pueblo de Dios. De la mano del pecado y de las guerras, la hostilidad mutua y la sospecha fueron creciendo a lo largo de los siglos.”

(Gabriel Ariza)

El Vaticano emite cada año unos sellos para celebrar la Navidad, la Pascua u otros hechos significativos de la Iglesia Católica.

Según ha informado la Oficina Filatélica y Numismática del Vaticano, este año se emitirá un sello con la imagen de Lutero para conmemorar los 500 años de la Reforma Protestante.


Los viajes del Papa Francisco por el mundo, el 90 aniversario del Papa emérito Benedicto XVI, o el Centenario de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima son ejemplo de los sellos que emite el Vaticano cada año.

Cabe recordar que el pasado octubre (de 2016), el Papa Francisco colocó una estatua de Lutero en el Vaticano (aunque de forma temporal) con motivo del encuentro entre católicos y luteranos en el aula Pablo VI del Vaticano.

A continuación, mostramos algunas de las palabras que el Papa dijo durante el encuentro:
“No es lícito convencerlo de tu fe. El proselitismo es el veneno más potente contra el camino ecuménico”. 
En virtud de nuestro bautismo, [¿?] formamos un solo cuerpo”.
“Al final de este mes, me acercaré a Lund (Suecia). Haremos memoria, tras cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y daremos gracias a Dios por los 50 años del diálogo entre luteranos y católicos”.

Sólo el cristianismo respeta a la mujer (Eulogio López)

Duración 1: 44 minutos

Cuando se acusa a los fieles a la doctrina católica de ser los ‘enemigos del Papa’ (Carlos Esteban)




Cardenales como Sarah y Burke, obispos como Luigi Negri o laicos como Gotti Tedeschi sufren permanentes ataques personales por parte de, casi siempre, los mismos, por defender la doctrina católica. Entre los agresores suelen estar los mismos: Spadaro, Tornielli, James Martin

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La Iglesia militante, la que pena y se arrastra en penumbras aquí abajo, sin ser del mundo, vive inmersa en él y sus fieles no son invulnerables a las modas y tendencias del mundo. Quizá por eso no sorprenda ver en el entorno eclesial el reflejo de un singular fenómeno que experimentamos cada día en el panorama político de Occidente.

Me refiero a cómo esa facción que se autodenomina progresista y que durante décadas ha clamado por la apertura y la flexibilidad, que ha demandado libertad de expresión y misericordia, que ha predicado la necesidad de cuestionar toda autoridad, al alcanzar el poder -y, no se engañen, son el poder, no importan las siglas-, cierran filas y buscan ahogar la más tímida disidencia, acallan toda voz crítica lanzándose sin piedad como una jauría contra el osado y hacen de la autoridad formal, que ahora es la suya, el criterio definitivo de verdad.

En el caso de la Iglesia, que es el que nos interesa aquí, los ejemplos abundan y arrecian en los últimos meses, demasiado numerosos para consignarlos todos, aun los de mayor peso. Hemos visto cómo, especialmente desde la publicación de la exhortación papal Amoris Laetitia, ha bastado que cuatro cardenales planteen a Su Santidad dudas razonables sobre el sentido de algunas partes del texto para que los teólogos de cámara salten a la palestra como movidos por un resorte para imponer silencio.

Más triste, quizá, ha sido la respuesta de los perros de presa de la nueva ortodoxia contra los firmantes de la ‘correctio filialis’, porque aquí no se ha cuidado ni ese ‘modicum’ de caridad o respeto reservado para los príncipes de la Iglesia. Curiosamente -o no-, la abrumadora mayoría de las críticas ha pasado por alto la sustancia de lo que allí se dice para centrarse en la supuesta insignificancia de quién lo dice y de su escaso número, como si alguno de los dos modos de combate fueran argumentos teológicos.

Son pocos, son de segunda fila, no cuentan, en suma.

¿Nombres de los atacantes? No faltan, pero no tenemos inconveniente en citar a algunos de los más denodados, desde el teólogo e historiador, vaticanista de la revista católica Commonweal Magazine, Massimo Faggioli, al redactor jefe de America, el órgano de los jesuitas en Estados Unidos, e incansable defensor de los derechos del colectivo LGTBI, padre James Martin, pasando por el director del jesuita Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro, o el biógrafo de Francisco, Austen Ivereigh, sin olvidar al director de Vatican Insider Andrea Tornielli.

La paradoja en todos estos ataques y otros similares es que atacantes y atacados, críticos y defensores del status quo, parecen haberse intercambiado los papeles en una desconcertante comedia de las equivocaciones.

Quiero decir que quienes dan la voz de alarma ante innovaciones doctrinales que parecen aguar el mensaje lo hacen, no como disidentes o rebeldes, sino apoyados en la autoridad de una Tradición milenaria, mientras que quienes apelan a la autoridad del momento lo hacen en nombre de una ‘apertura’, de una ‘relativización’ del Depósito de la Fe en el que se basa, precisamente, la autoridad que esgrimen.

Pero los ataques no se circunscriben en absoluto a los firmantes de las Dubia o de la ‘correctio’, ni es la materia de la que se ocupa Amoris Laetitia el único campo de batalla en la aparente guerra sorda y no declarada para cambiar las prácticas eclesiales.

De hecho, uno de los personajes objeto de un gran número de críticas -el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ni es firmante de alguno de los textos en discordia ni puede decirse que sea, por temperamento o hábito, amigo de polémicas.

Y, sin embargo, se ha visto envuelto en una, a cuenta del motu proprio papal Magnum Principium, que deja en manos de los obispos locales la autoridad sobre las traducciones del canon de la misa. El texto es sorprendente, con independencia de su contenido, por el hecho de referirse a una cuestión litúrgica y prescindir en su redacción o supervisión del que podríamos llamar ‘ministro’ del ramo, el Cardenal Sarah.

Pero Sarah se ha sentido obligado, por razón de su cargo, a responder a las dudas que ha suscitado la enésima innovación papal, y ha escrito un comentario al motu proprio, interpretándolo en el sentido más acorde posible con la tradición, que ha sido rápida y tajantemente desautorizado por Su Santidad.

De hecho, el Pontífice ha ordenado a Sarah que escriba una rectificación y la envíe a las publicaciones que, como InfoVaticana, se habían hecho previamente eco de su comentario.

Otro de esos críticos que hoy es blanco de las críticas de los guardianes del nuevo poder -si se me excusa la vaga etiqueta- tiene el mérito de ser uno de los firmantes de la ‘correctio filialis’ sin ser clérigo, religioso o aun teólogo, Ettore Gotti-Tedeschi.

Gotti-Tedeschi, que fuera presidente del IOR, el banco vaticano, explicó en su momento a Infovaticana sus razones para firmar la ‘correctio filialis’, en la que una cuarentena de teólogos y pensadores exponían los graves errores que podían inferirse, sin una redacción más precisa, del texto de la exhortación papal.

Para Gotti-Tedeschi, la necesidad de aclaración era ineludible porque “preocuparse de las almas no es prerrogativa solamente de los curas, también de los laicos”. La necesidad era ahora especialmente acuciante porque “las verdades de la fe y los sacramentos son como un “dominó”: si cae uno, todo cae”, recordando que “en Amoris Laetitia tres sacramentos pueden vacilar”.

El banquero no quiere ver “enemigos” suyos en quienes atacan a los firmantes de la ‘correctio’, sino “enemigos del Papa”, que es exactamente de lo que ha sido acusado. En cualquier caso, añade, “temería más bien ser tomado por enemigo de la Iglesia de Cristo”.

Y si antes hablábamos de la paradoja de que sean tomados por disidentes y rebeldes quienes sólo quieren mantenerse fieles a la tradición, y por ortodoxos quienes se han complacido en jugar durante toda su carrera en la cuerda floja de la disidencia teológica, aún nos queda una nueva contradicción.

Así, estos mismos teólogos y clérigos progresistas que han hecho de cierto tercermundismo izquierdista una de sus banderas favoritas y que huyen como de la peste de la etiqueta de ‘eurocéntricos’, apenas logran disimular su desprecio intelectual por Sarah y otros prelados africanos… por ser africanos.

Es difícil interpretar de otro modo las palabras del cardenal alemán Walter Kasper, uno de los hombres de confianza de Francisco, en una entrevista concedida a la agencia católica de noticias Zenit.

Kasper empieza por decir que los católicos africanos “no deberían decirnos demasiado lo que tenemos que hacer”, y admite que no se les hizo el menor caso en el Sínodo sobre la Familia en materias como la homosexualidad, el divorcio y la vida de familia.

"África es totalmente diferente de Occidente", apunta Kasper. “También los países asiáticos y musulmanes, son muy distintos, especialmente sobre los gays. No se puede hablar de esto con los africanos o con la gente de países musulmanes. No es posible. Es un tabú”.

Repitiendo una pregunta que me hacía en un artículo anterior: 

¿Es ‘conspiranoico’ ver en todas estas señales un intento deliberado por ‘relativizar’ la doctrina católica, apoyado por fuerzas muy poderosas en su seno?  Y si fuera así, ¿con qué legitimidad se pueden aceptar cambios que, al relativizarlo todo, también hacen relativa la obligación de obedecer a los pastores?

“¡Nadie te escucha, Atanasio! El mundo entero está contra ti!”, dicen que le gritaban por las calles. Y el respondía: “Entonces, yo estoy contra el mundo”.

Carlos Esteban

Las brigadas bergoglianas reaccionan a la Correctio (Christopher A. Ferrara)



Por supuesto, era inevitable. Un grupo de clérigos, teólogos, académicos y políticos progresistas, muchos de los cuales han mostrado desacuerdos radicales con el Magisterio, crearon un sitio web llamado Pro Papa Francisco cuyo objetivo es defender al gigante Bergoglio contra sus opositores católicos, sobre todo los firmantes de la Correctio Filialis.

La Correctio, de la que soy uno de sus primeros firmantes, identifica “7 posiciones heréticas sobre el matrimonio, la vida moral, y la recepción de los sacramentos” que se han diseminado a lo largo de la Iglesia solo sobre la base de las novedades morales de Amoris Laetitia (AL). Entre estas propuestas inauditas, la principal es que las personas divorciadas vueltas a casar pueden recibir la absolución y la sagrada comunión sin abandonar sus relaciones sexuales adúlteras mientras “disciernen” su obligación moral dentro de “la complejidad concreta de los límites” (AL 303). En resumen, la ética casuística aplicada al sexto mandamiento, el cual no admite excepciones, para justificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio, que son intrínsecamente malas y nunca permisibles, no importan las circunstancias. 

Citando a Juan Pablo II en Veritatis Splendor, cuya enseñanza, en línea con toda la tradición, hoy está siendo derrocada en la práctica, una diócesis tras otra:
Los preceptos negativos de la ley natural son universalmente válidos: obligan a todos y cada uno, siempre y en toda circunstancia. En efecto, se trata de prohibiciones que vedan una determinada acción «semper et pro semper», sin excepciones, porque la elección de ese comportamiento en ningún caso es compatible con la bondad de la voluntad de la persona que actúa, con su vocación a la vida con Dios y a la comunión con el prójimo. Está prohibido a cada uno y siempre infringir preceptos que vinculan a todos y cueste lo que cueste, y dañar en otros y, ante todo, en sí mismos, la dignidad personal y común a todos.
La Correctio demuestra además que, sin dejar lugar a dudas, Francisco ha fomentado que estas opiniones se diseminen en la Iglesia Católica gracias a sus declaraciones escritas y orales en favor de las mismas, y con su negativa a responder preguntas y solicitudes de cuatro cardenales y casi un millón de fieles relacionadas con AL.

El sitio Pro Francisco presenta una carta abierta a Francisco que deja en claro que los firmantes no están interesados en defender la fe, la Iglesia o incluso el papado, sino simplemente y tan solo a Francisco y sus novedades, precisamente porque rompen radicalmente con el auténtico Magisterio:
Querido y estimadísimo Papa Francisco,
Sus iniciativas pastorales y la justificación teológica de las mismas están actualmente bajo el ataque vehemente de un grupo de la Iglesia. Con esta carta abierta, deseamos expresar nuestra gratitud por su valiente y teológicamente sólido liderazgo papal.
En poco tiempo ha conseguido remodelar la cultura pastoral de la Iglesia Católica Romana de acuerdo con su origen en Jesús. Las personas heridas y la naturaleza herida le llegan directo al corazón. Percibe la Iglesia como un hospital de campaña en los márgenes de la vida. Le preocupa cada persona amada por Dios. En el encuentro con un otro, la compasión y no la ley, tendrá la última palabra. Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral que usted espera de la Iglesia. Sueña con una “Iglesia madre y pastora”. Compartimos su sueño. 
Le pedimos que no se desvíe del camino que ha emprendido, y le aseguramos nuestro pleno apoyo y oración constante.
  • Sólo Francisco, entre todos los Papas de la historia de la Iglesia, se preocupa por los “heridos”. 
  • Sólo Francisco ve a la Iglesia “como un hospital de campaña en los márgenes de la vida” (lo que sea que esto signifique). 
  • Sólo Francisco se preocupa “por cada persona amada por Dios”. 
  • Sólo Francisco hará que “la compasión y no la ley” tenga la última palabra. 
  • Sólo con Francisco “Dios y su misericordia caracterizan la cultura pastoral”. 
  • Sólo Francisco, entre todos los Papas, sueña con “una Iglesia madre y pastora”, algo que seguramente no era antes de él.
Es decir, sólo Francisco parece listo para conseguir la grandiosa obra de transformar la Iglesia Católica en una secta liberal protestante que ni siquiera Lutero soñó con crear y que ciertamente podría considerar una horripilante perversión libertina de la religión cristiana.

Es obvio que estos progresistas radicales pro Papa—solo por este Papa—son unos hipócritas totales que rechazan el propio concepto de Romano Pontífice, cuyos pronunciamientos autorizados sobre la fe y la moral deben ser aceptados. Es menos obvio que al demandar obediencia al “valiente y teológicamente sólido liderazgo papal” de este Papa únicamente, promueven el mismo error teológico de otros dos sectores dentro de la Iglesia: los sedevacantistas y los neocatólicos.

Los tres grupos insisten en que un Papa no puede cometer un error sobre la fe y la moral en ningún documento papal que elija promulgar

Esa opinión deja de lado los límites estrictos de la infalibilidad papal y la vital distinción entre el Magisterio auténtico de dos mil años de vida, por un lado, y por otro lado las enseñanzas de un Papa en particular que ciertamente es capaz de equivocarse y por tanto de separarse del auténtico magisterio cuando no está hablando ex cathedra. La historia lo ha demostrado más de una vez, y Francisco es, a estas alturas, el mejor ejemplo histórico de la capacidad papal de equivocarse fuera del ámbito de las definiciones dogmáticas formales.

Cada uno de estos tres grupos utiliza esa teoría indefendible, pero por motivos diferentes:
Los progresistas demandan obediencia a Francisco porque es el Papa que estaban esperando, mientras que toman o dejan según su antojo las enseñanzas de los demás Papas. 
Los sedevacantistas necesitan un Papa inerrante e irresistible para afirmar que los Papas conciliares, habiendo errado en algún pronunciamiento o decisión, no pueden ser Papas. A los sedevacantistas les encanta sostener que los tradicionalistas deben obedecer indudablemente a los Papas conciliares en todo lo que declaren o rechazarlos totalmente como impostores, no habiendo via media por la que uno puede “reconocer pero resistir” a un Romano Pontífice descarriado en un caso particular. Ellos defienden una caricatura absurda y atemporal del papado, que lo convierte en una absoluta dictadura.
Los neocatólicos no pueden admitir que fallaron en reconocer la crisis eclesial tal como es—un quiebre catastrófico con la Tradición, aprobada o tolerada por los Papas conciliares—y por lo tanto elaboran una tortuosa “lectura ortodoxa” de las innumerables y dudosas afirmaciones o acciones papales, incluyendo las desastrosas novedades de Amoris Laetitia, para poder negar que tal crisis existe.
Podemos estar seguros de que los tres grupos actuarán como uno solo, denunciando toda crítica a las siempre crecientes novedades bergoglianas, sin importar de qué traten (incluyendo diaconisas, sacerdotes casados, inter-comunión con protestantes, y la “revisión” de Humanae Vitae, que según se dice, ya se encuentran en etapa de planificación). 

Es probable que el resultado sea—ciertamente ya ha comenzado—una persecución interna brutal de los defensores de la Tradición, no muy diferente a la que vivieron los seguidores de San Atanasio durante la crisis Arriana.

Prepárense para lo peor. Pero esperen lo mejor: si la Iglesia no es rescatada de las garras de Francisco y sus colaboradores, entonces después de él, cuando todo parezca perdido, toda esta crisis eclesial tendrá un final muy dramático. La restauración eclesial es inevitable porque el Espíritu Santo así lo quiere, aunque no vivamos para verlo.

Christopher A. Ferrara
(Traducido por Marilina Manteiga. Artículo original)

La izquierda luciferina (Michael Voris)

Duración 10:26 minutos

La bofetada de Francisco al cardenal Sarah. Lo que ha sucedido entre bastidores (Sandro Magister)



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La carta con la que en los días pasados Francisco ha rebatido y humillado al cardenal Robert Sarah, prefecto de la congregación para el culto divino, es la enésima prueba de cómo este Papa ejerce su magisterio.

Cuando Francisco quiere introducir novedades, no lo hace nunca con palabras claras e inteligibles. Prefiere crear discusiones, poner en marcha «procesos» en los que se afirman poco a poco las novedades.

El ejemplo más lampante es "Amoris laetitia", de la que se dan interpretaciones y aplicaciones contrastantes, con enteros episcopados alineados en uno u otro frente.

Y cuando se le pide que aclare, se niega. Como en el caso de los cinco "dubia" que le presentaron cuatro cardenales, a los que no se dignó dar respuesta.

Pero cuando un cardenal como Sarah, autorizado por cargo y competencia, interviene acerca de un motu proprio papal que concierne a  la liturgia para dar la única interpretación que considera correcta y que, por lo tanto, es la única que debe llevar a cabo la congregación de la que es Prefecto, Francisco no calla, sino que reacciona con dureza, en defensa de esos pasajes del motu proprio –efectivamente, nada claros– que contienen las liberalizaciones que él tanto ama.

Es precisamente lo que ha sucedido en los días pasados.

Recapitulemos. El 9 de septiembre Francisco publica el motu proprio "Magnum principium" que concierne a las adaptaciones y las traducciones en lengua vernácula de los textos litúrgicos de la Iglesia latina.

Al definir el papel de la congregación para el culto divino en lo que atañe a las adaptaciones y las traducciones de los textos litúrgicos predispuestos por las conferencias episcopales nacionales y sometidos a la aprobación de la Santa Sede, el motu proprio distingue entre "recognitio" y "confirmatio", entre revisión y confirmación.

Pero dicha distinción no está explicada con claridad. Y, de hecho, rápidamente se han delineado dos frentes entre los expertos.

Hay quien considera que la "recognitio", es decir, la revisión previa por parte de Roma, concierne sólo a las adaptaciones, mientras que respecto a las traducciones la Santa Sede debe meramente dar una "confirmatio", es decir, su beneplácito.

Y hay quien considera que también en lo que atañe a las traducciones Roma debe realizar una cuidadosa revisión antes de aprobarlas.

Efectivamente, es lo que sucedía anteriormente y es por este motivo por lo que varias traducciones nuevas de los misales han tenido una vida laboriosa –como las de los Estados Unidos, Gran Bretaña e Irlanda– o están todavía pendientes de ser aprobadas por Roma, como son las de Francia, Italia y Alemania.

En particular, la nueva traducción del misal en alemán había sido criticada por el propio Benedicto XVI quien, en 2012, escribió una carta a los obispos, connacionales suyos, para convencerles que tradujeran con más fidelidad las palabras de Jesús en la última cena, en el momento de la consagración:


> Diario Vaticano / ¿"Por muchos" o "por todos"? La respuesta justa es la primera


Volviendo al motu proprio "Magnum principium", es importante advertir que ha sido redactado sin que el cardenal Sarah, prefecto de un dicasterio cuyos mandos intermedios hace tiempo que le son hostiles, tuviera conocimiento de ello.

El 30 de septiembre Sarah escribió al Papa Francisco una carta de agradecimiento acompañada por un detallado "Commentaire" cuyo fin era una correcta interpretación y aplicación del motu proprio, más bien restrictivo respecto a sus polivalentes formulaciones.

Según Sarah, "recognitio" y "confirmatio" son, de hecho, "sinónimos" o, de todas formas, "intercambiables a nivel de responsabilidad de la Santa Sede", cuya obligación de revisar las traducciones antes de aprobarlas sigue vigente.

Unos doce días más tarde, el "Commentaire" del cardenal apareció publicado en varios sitios web, lo que hizo pensar –dado el cargo del autor del "Commentaire"– que en Roma la congregación para el culto divino había actuado según sus indicaciones.

Esto irritó mucho al Papa Francisco que, el 15 de octubre, firmó una dura carta con la que desmentía al cardenal Sarah.
Una carta en la que el Papa asigna a las conferencias episcopales la libertad y la autoridad de decidir las traducciones, a la espera de recibir sólo la "confirmatio" final de la congregación vaticana.Y en cualquier caso –escribe el Papa– sin ningún "espíritu de 'imposición' a las conferencias episcopales de una determinada traducción realizada por el dicasterio" romano, también para los textos litúrgicos "relevantes" como las "fórmulas sacramentales, el Credo, el Pater noster".
La conclusión de la carta del Papa al cardenal es desabrida:
"Constatando que la nota 'Commentaire' ha sido publicada en algunos sitios web y erróneamente atribuida a su persona, Le pido amablemente que divulgue esta respuesta mía en los mismos sitios web, y que también la envíe a todas las Conferencias Episcopales, como a los miembros y consultores de este dicasterio".
Hay un abismo entre esta carta de Francisco y las cálidas palabras de estima expresadas por escrito al cardenal Sarah, hace unos meses, por el "Papa emérito" Benedicto XVI, que declaraba que estaba seguro que con Sarah "la liturgia está en buenas manos" y, por lo tanto, "debemos estar agradecidos al Papa Francisco por haber puesto a dicho maestro del espíritu como cabeza de la congregación responsable de la celebración de la liturgia en la Iglesia".
Es inútil decir que el motivo del choque entre Francisco y el cardenal Sarah no es marginal, sino que toca los fundamentos de la vida de la Iglesia según el antiguo lema: "Lex orandi, lex credendi".

Porque el "proceso" que Francisco quiere poner en marcha es, efectivamente, también el de cambiar – a través de la descentralización para que las Iglesias nacionales se ocupen de las traducciones y adaptaciones litúrgicas –, el orden total de la Iglesia católica, trasformándola en una federación de Iglesias nacionales dotadas de amplia autonomía, "incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal".

Palabras, éstas, de "Evangelii gaudium", el texto programático del pontificado de Francisco.

Palabras que sonaron enigmáticas cuando se publicaron en 2013. Hoy ya lo son menos.

Sandro Magister

jueves, 26 de octubre de 2017

Müller pone a Lutero en su sitio



El Cardenal Müller liberado ya de la carga de trabajo que suponía su puesto como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe acaba de publicar un artículo en la Nuova Bussola Quotidiana, que he traducido porque me ha parecido magnífico por su claridad. Aborda de frente y sin miedo lo que los norteamericanos llaman el “elefante en la habitación”. Es decir, aquello que claramente está ahí y todo el mundo puede ver pero nadie menciona por miedo a lo que vayan a decir los demás.

En este caso, el elefante en la Iglesia consiste en que Lutero, lejos de ser un “testigo del Evangelio” (como dijo un malhadado documento vaticano), se afanó por destruir la fe católica sobre los sacramentos y la Iglesia (además de sobre la Tradición, la propia Escritura, la gracia, la libertad, la moral, la escatología y un larguísimo etcétera).

En el contexto actual de negación de lo obvio cuando es políticamente incorrecto, las claras palabras del cardenal son, sin duda, de agradecer. Palabras, por otro lado, que constituyen una respuesta a Mons. Nunzio Galantino, Secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, quien afirmó la semana pasada que la reforma luterana había sido un “acontecimiento del Espíritu Santo”. Para el Card. Müller, en cambio, la reforma protestante “se produjo contra el Espíritu Santo".

“Hoy existe una gran confusión al hablar de Lutero y es necesario decir claramente que, desde el punto de vista de la dogmática y de la doctrina de la Iglesia, no se trató de una reforma, sino de una revolución, es decir, de un cambio total de los fundamentos de la fe católica.  No es realista argumentar que su intención era luchar contra algunos abusos en relación con las indulgencias o los pecados de la Iglesia del Renacimiento. Los abusos y las malas acciones siempre han existido en la Iglesia, no solo en el Renacimiento, y hoy siguen existiendo. La Iglesia es santa por la gracia de Dios y los sacramentos, pero todos los hombres de la Iglesia somos pecadores y todos necesitamos el perdón, el arrepentimiento y la penitencia. 
Esta distinción es muy importante. En el libro escrito por Lutero en 1520, De captivitate babylonica Ecclesiae (La cautividad babilónica de la Iglesia), queda absolutamente claro que Lutero había dejado atrás todos los principios de la fe católica, la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio del Papa, de los Concilios y de los obispos. En este sentido, malinterpretaba el concepto de desarrollo homogéneo de la doctrina cristiana, que ya se había explicado en la Edad Media, y llegó a negar el sacramento como un signo eficaz de la gracia que contiene y sustituyó esta eficacia objetiva de los sacramentos por una fe subjetiva. Lutero abolió cinco sacramentos y también negó la Eucaristía: el carácter sacrificial del sacramento de la Eucaristía y la conversión real de la sustancia del pan y el vino en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Asimismo, definió el sacramento del orden como una invención del Papa —a quien denominaba el Anticristo— en lugar de como una parte de la Iglesia de Jesucristo.   
En cambio, nosotros defendemos que la jerarquía sacramental, en comunión con el sucesor de Pedro, es un elemento esencial de la Iglesia Católica y no solo un elemento de una organización humanaPor esta razón, no podemos aceptar que la reforma de Lutero se defina como una reforma de la Iglesia en el sentido católico. Es católica una reforma que consiste en una renovación de la fe vivida en la gracia, la renovación de las costumbres y la ética, la renovación espiritual y moral de los cristianos; no una nueva fundación, una nueva Iglesia.  
Por lo tanto, es inaceptable que se afirme que la reforma de Lutero “fue un acontecimiento del Espíritu Santo". Es lo contrario, se produjo contra el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia a preservar su continuidad a través del Magisterio de la Iglesia, sobre todo en el servicio del ministerio petrino: solo sobre Pedro estableció Jesús su Iglesia (Mt 16,18), que es “la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15). El Espíritu Santo no se contradice a sí mismo. Se oyen muchas voces que hablan con demasiado entusiasmo sobre Lutero, sin conocer bien su teología, su polémica y los efectos desastrosos de este movimiento que causó la destrucción de la unidad de millones de cristianos con la Iglesia Católica. Podemos evaluar positivamente su buena voluntad, la lúcida explicación de los misterios de la fe común, pero no sus declaraciones en contra de la fe católica, especialmente con respecto a los sacramentos y la estructura jerárquica apostólica de la Iglesia 
No es correcto afirmar que Lutero inicialmente tenía buenas intenciones, queriendo decir que fue la rígida actitud de la Iglesia la que lo empujó por el camino equivocado. No es cierto: Lutero luchaba contra la venta de indulgencias, pero el objetivo no era la indulgencia como tal, sino como un elemento del sacramento de la penitencia. Tampoco es cierto que la Iglesia rechazara el diálogo: Lutero tuvo primero un debate con Juan Eck y, a continuación, el Papa envió como legado al cardenal Cayetano para hablar con él. Se puede discutir sobre las formas de actuar, pero cuando se trata de la sustancia de la doctrina, hay que afirmar que la autoridad de la Iglesia no cometió ningún error. De lo contrario tendríamos que aceptar que la Iglesia ha enseñado errores en la fe durante mil años, cuando sabemos —y esto es un elemento esencial de la doctrina— que la Iglesia no puede errar en la transmisión de la salvación en los sacramentos.

No se deben confundir los errores personales, los pecados de las personas que forman parte de la Iglesia con los errores en la doctrina y los sacramentos. Quien confunde estas dos cosas en realidad cree que la Iglesia no es más que una organización creada por hombres y niega el principio de que fue el mismo Jesús quien fundó su Iglesia y la protege para que transmita la fe y la gracia en los sacramentos a través del Espíritu Santo.  La Iglesia de Cristo no es una organización meramente humana: es el Cuerpo de Cristo, donde reside la infalibilidad de los Concilios y del Papa, en formas precisamente delimitadasTodos los Concilios hablan de la infalibilidad del Magisterio, al proponer la fe católica.   
En la confusión de hoy, muchos han terminado por dar la vuelta a la realidad: creen que el Papa es infalible cuando habla en privado, pero en cambio, en temas en los que todos los Papas de la historia han enseñado la fe católica, dicen que es falible. Por supuesto, han pasado 500 años y ya no es el momento de la controversia, sino de la búsqueda de la reconciliación: pero no a costa de la verdad. No se debe crear confusión. Si bien debemos ser capaces de descubrir la acción del Espíritu Santo en los cristianos no católicos de buena voluntad que no hayan cometido personalmente este pecado de separarse de la Iglesia, no podemos cambiar la historia y lo que pasó 500 hace años.   
Una cosa es el deseo de mantener buenas relaciones con los cristianos no católicos hoy en día, con el fin de caminar hacia la plena comunión con la jerarquía católica y la aceptación de la tradición apostólica, según la doctrina católica; otra cosa diferente es comprender mal o falsificar lo que sucedió hace 500 años y las consecuencias desastrosas que tuvo. Unas consecuencias contrarias a la voluntad de Dios: “Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”(Jn 17, 21).

Cardenal Gerhard L. Müller

miércoles, 25 de octubre de 2017

Se recrudece la guerra contra el cardenal Sarah




El último ataque contra el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino ha sido la publicación de una carta de «corrección» dirigida al purpurado y firmada por Francisco. Una carta que ha llegado acompañada de llamamientos a que presente su dimisión.

Marco Tosatti/ First Things– Ahora que el Cardenal Gerhard Müller ha sido destituido de su cargo en el Vaticano, el objetivo principal del círculo que rodea al Papa Francisco es el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino. Su último ataque ha sido la publicación de una carta de «corrección» dirigida al Cardenal Sarah y firmada por Francisco. Publicada el domingo, la carta ha sido celebrada como la justa humillación al cardenal y ha estado acompañada de llamamientos a que presente su dimisión.

A principios de otoño el Papa Francisco publicó Magnum Principium, un documento que concede a las conferencias episcopales una mayor libertad en la traducción de los textos sagrados y la liturgia. El Cardenal Sarah respondió con una carta en la que ofrecía una lectura estricta del documento, preservando en todo lo posible el poder de Roma de controlar los errores de traducción (como el deseo de los obispos alemanes de traducir pro multis como «por todos», en lugar del correcto «por muchos»). Ahora, el Papa Francisco ha declarado públicamente que Sarah está equivocado, por lo que claramente Magnum Principium ha reducido el poder de supervisión de Roma.

Esto representa una calculada humillación del Cardenal Sarah, pero no solo. También se humilla al Papa Benedicto XVI, gran defensor de la «reforma de la reforma», un intento de corregir las innovaciones litúrgicas que siguieron al Concilio Vaticano II. Y de Juan Pablo II, que en 2001 publicó el documento Liturgiam Authenticam, que Francisco intenta destruir con Magnum Principium.

El Cardenal Sarah sufrió una humillación similar hace más de un año, cuando recomendó que obispos y sacerdotes celebraran la misa ad orientem, mirando hacia el este, según la antigua práctica de la Iglesia. Éste fue otro esfuerzo de llevar adelante la «reforma de la reforma». El cardenal declaró que había hablado con el Papa sobre este tema y que éste había dado su aprobación a la propuesta. Si es así, el Vaticano no demostró estar en conocimiento de este hecho en su categórica nota de negación.

Sarah volvió a ser humillado cuando el Papa eliminó a la mayoría de los miembros de la Congregación para el Culto Divino, reemplazándolos con personal hostil al cardenal y a sus puntos de vista sobre la liturgia. 


Y también está la cuestión de la «Misa Ecuménica», una liturgia designada a unir a católicos y protestantes alrededor del altar. Aunque nunca se anunció oficialmente, un comité que informaba directamente al Papa estuvo trabajando en esta liturgia durante un tiempo. Ciertamente, esta cuestión entra dentro de la jurisdicción de la Congregación para el Culto Divino, pero el Cardenal Sarah no fue oficialmente informado de la existencia de dicho comité. Según fuentes fiables, el secretario del cardenal, Arthur Roche —cuya posición es opuesta a las de Benedicto XVI y Sarah— estaría implicado, como también Piero Marini, la mano derecha de Monseñor Bugnini, autor de las conocidas obras La Chiesa in Iran y Novus Ordo Missae.

A estos nombres hay que añadir el del Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino, Corrado Maggioni, y el de un laico, el liturgista extremadamente «progresista» Andrea Grillo

Recientemente, Grillo ha atacado con dureza a Benedicto XVI después de que el Papa emérito escribiera en el prólogo de uno de los libros de Sarah que con el cardenal «la liturgia está en buenas manos». Grillo también atacó a Sarah directamente, tachándole de «incompetente e inadecuado». Si Grillo se comporta de manera tan grosera es porque tiene la seguridad de que amigos en altos cargos le protegerán ...

Bien. Sabemos que al Papa no le preocupa mucho la liturgia, por lo que probablemente toda esta cuestión, en particular, le preocupa poco. Pero su orientación ideológica general no es tradicional y tiende a apoyar a esa parte de Iglesia que se llama a sí misma progresista y cuya intención es volver a los años 70: los obispos de Alemania, Bélgica e Inglaterra.

Algunas de estas figuras están pidiendo la cabeza del Cardenal Sarah. Pero es poco probable que la consigan. Fue Francisco quién nombró a Sarah Prefecto de la Congregación para el Culto Divino en noviembre de 2014. Si quiere reemplazarlo, debe esperar por lo menos dos años más, cuando el mandato de cinco años de Sarah llegue a su fin. Por lo tanto, los autoproclamados reformistas que quieren inventar el «círculo mágico» para la liturgia deben soportar pacientemente la presencia y actividad del cardenal que, aunque esté solo, no tiene miedo de enfrentarse a nadie.

Obviamente, los defensores del progresismo en el Vaticano tienen otro motivo para atacar al Cardenal Sarah. En diciembre, el Papa Francisco cumplirá ochenta y un años. Los cardenales ya están pensando en un futuro cónclave

Uno de los hombres considerados más papables es el Cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, que parece estar distanciándose de algunos de los aspectos más cuestionables del reinado del Papa Francisco. Y el otro es el Cardenal Robert Sarah, conocido por su santidad de vida y falta de interés en cualquier forma de poder o coacción, incluso dentro de la Iglesia. 

Además, África es el continente donde la Iglesia está creciendo de manera más evidente y en el que la fe se vive hasta el martirio. Nada podría ser más adecuado que el próximo Papa viniera de ese continente. Por lo que llegamos a la gran ironía de la campaña cuyo fin es desacreditar a este tranquilo y sufrido hombre de Iglesia. El Cardenal Sarah está siendo atacado porque, precisamente, se considera que él tiene todo lo necesario para ser Papa.

(Artículo publicado en First Things. Traducción de Helena Faccia Serrano para InfoVaticana)


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NOTA: Un artículo interesante, titulado El Papa Francisco corrige públicamente al Cardenal Sarah sobre las nuevas reglas litúrgicasde Diane Montagne, puede leerse en Life Site News