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sábado, 3 de noviembre de 2018

Noticias varias 3 de noviembre de 2018 (Triunfo de Bolsonaro en Brasil y otras)




ADELANTE LA FE

Elogio de la cigüeña (a propósito de la educación sexual) Mario Caponnetto

INFOVATICANA

La destrucción del catolicismo en Brasil y las implicaciones eclesiales de la victoria de Bolsonaro (Vicente Montesinos). ARTÍCULO DE GRAN INTERÉS

Contra todo lo esperado (al igual que sucedió en el caso de Trump) Bolsonaro ha triunfado en Brasil y es que, al final es el pueblo sencillo y el sentido común el que acaba venciendo, pese a todos los poderes fácticos en contra, de la izquierda y de la Jerarquía brasileña (aliada del Partido comunista). 

GLORIA TV

Ahora la Iglesia italiana se sumerge en la inmoralidad

Ex nuncio en Colombia sospechado por lavado de dinero

Selección por José Martí


Halloween: no es para tanto (Bruno Moreno) [Comentado por José Martí]



Preveo que algunos lectores no estarán de acuerdo, pero me gustaría señalar que, a mi juicio, las críticas “católicas” que se hacen contra Halloween son bastante (por no decir totalmente) exageradas. Todos los años por estas fechas, hay quien critica la fiesta norteamericana, tachándola de pagana, anticristiana o incluso demoniaca. Otros, con muy buena intención que Dios premiará sin duda, buscan “alternativas cristianas” a Halloween, como “Holywins”, que es una simple copia de la primera pero con trajes de santos.
La realidad, como sabe cualquiera que haya vivido un tiempo en Estados Unidos, es que Halloween no es pagana, anticristiana ni demoniaca por la sencilla razón de que no tiene calado suficiente para serlo. Es una fiesta completamente superficial, sin ninguna pretensión de significado. Los que critican esos supuestos significados perversos hacen, a mi entender, más un ejercicio de fantasía que de análisis de la realidad.
Tendemos a intentar comprender lo que sucede en Norteamérica con un prisma europeo o hispanoamericano y eso es un error. En Europa y en la América Española, las celebraciones son generalmente milenarias y están enraizadas en la historia y en las creencias profundas de los pueblos, aunque la mentalidad dominante intente cortar esas raíces. En cambio, la mayoría de las festividades estacionales norteamericanas, con muy poquitas excepciones, son fiestas light, donde apenas se celebra más que el hecho mismo de celebrar.
No busquemos tres pies al gato (o cinco, como dicen en América), intentando encontrar motivaciones malvadas donde la realidad es mucho más prosaica. Incluso cuando en origen eran otra cosa, las fiestas estadounidenses se han convertido generalmente en conmemoraciones comercializadas hasta el extremo, que intentan, con no mucho éxito, aliviar un poco la monotonía de la terriblemente tediosa vida moderna. Podríamos llamarlas fiestas de plástico, tanto por su carácter prefabricado como por el hecho de que la mayoría de sus signos externos son, de hecho, artículos de plástico, obra de un mal gusto industrial que a veces llega a resultar entrañable por su ingenuidad.
En el caso de Halloween, la realidad difícilmente podría ser más prosaica: los niños se disfrazan generalmente de superhéroes, hadas, princesas o personajes de dibujos animados, como en cualquier fiesta de disfraces española. Y comen caramelos y chocolates, como en cualquier fiesta de cumpleaños. Incluso los adornos macabros de las casas buscan producir, no sé si consciente o inconscientemente, un efecto cómico (y bastante hortera), completamente alejado de cualquier cosa que pueda considerarse una genuina creencia. En general, los que adornan su casa en Halloween suelen ser los mismos que en Navidad colocan enormes muñecos hinchables en el jardín de Santa Claus, sus elfos, sus renos, sus trineos y, de paso, seis o siete dibujos animados, una costumbre tan estadounidense como el pastel de manzana. Nada que ver con lo demoniaco, lo paranormal o lo anticristiano.
Los orígenes paganos de Halloween también están exagerados y sobrevalorados. Como sucede con casi todas las fiestas, sus verdaderos orígenes son cristianos: Halloween viene de All Hallows’ Eve, que es la Víspera de Todos los Santos. Lógicamente, antes de que se cristianizara Europa ya había europeos, que eran paganos porque no podían ser otra cosa. Y lógicamente también, esos paganos tenían fiestas, algunas de las cuales coincidían a grandes rasgos con las posteriores cristianas en cuanto a la fecha de celebración (porque solo hay doce meses en el año) y a las formas de celebrar (porque los seres humanos somos muy poco originales). Sin embargo, deducir de esas ligeras semejanzas una conexión significativa sería como pretender que los cumpleaños son fiestas litúrgicas porque las velas de la tarta están copiadas de las velas de las iglesias. O como decir que las casas, en realidad, son paganas porque los paganos ya vivían en casas antes de Cristo.
Por supuesto, entiendo que, desde el punto de vista cultural y tradicional, a muchos les apene que en España o en Hispanoamérica se celebre “Jalowín”, se beba cocacola, se vean películas norteamericanas y se copie de tantas otras maneras las costumbres ajenas. Comparto esa sensación, aunque la triste realidad es que nuestra cultura no está siendo sustituida por otra porque alguien nos invada, sino porque nosotros hemos abandonado y despreciado nuestra historia y nuestra herencia, que estaban intrínsecamente ligadas a la fe católica. Como dice el refrán español, a perro flaco todo son pulgas. La cultura aborrece el vacío y, cuando se produce un vacío cultural, inmediatamente es llenado por lo que haya más a mano. Por muy light que sea.
En cualquier caso, como católico, me permito recomendar que no nos obsesionemos con enemigos imaginarios, ni mucho menos intentemos copiarlos para parecer más modernos y buscar desesperadamente ser relevantes. Vivamos nuestras fiestas católicas, amémoslas, disfrutemos de ellas como hacíamos antes, creámonos lo que se celebra, honremos a Dios, a Nuestra Señora y a los santos y no habrá fiesta light en el mundo que pueda competir. 

A fin de cuentas, nuestras celebraciones católicas son un reflejo de la fiesta eterna en el cielo, a la que todo el mundo, lo sepa o no, está deseando ser invitado.

Bruno Moreno

COMENTARIO
He recogido dos entradas en este blog, que hablan sobre Halloween, tomadas de Adelante la Fe, Infovaticana e incluso Infocatólica, donde escribe Bruno. Esa es la razón que me ha llevado a colocarlas aquí, pues me fío bastante de esos portales católicos. Éstas son las entradas a las que me refiero:

HALLOWEEN: ¿Está bien para un católico celebrarlo ? (Vídeos y artículos)  27 de octubre de 2018

Halloween no es un juego de niños 30 de octubre de 2018

A mí, la verdad, me parecía exagerado; pero, dada la autoridad -que así se supone- de las personas que hablan, pues pensé que algo de razón tendrán. No obstante, me quedaba algo intranquilo. 

Al leer este artículo de Bruno, al principio me quedé un poco atónito, pues contradice lo que se lee en mis entradas (cuyo contenido no es mío, todo hay que decirlo). Pero me dio qué pensar. ¿Y si tiene razón? ¿Y si lo que yo tenía «in mente» no era tan descabellado? Porque cuando se le concede tanta importancia a algo -aunque realmente no la tenga tanto- al final  acaba teniéndola.

He consultado con un sacerdote, muy amigo mío y con las ideas muy claras, completamente ortodoxo y fiel a las enseñanzas de la Iglesia de siempre. Le pregunté -en un e-mail- si había leido este artículo de Bruno. Y qué le parecía. Esto es lo que me contestó:
Lo vi el otro día y si te digo la verdad, me dio gusto. Porque es cierto que parece que se sacan las cosas de quicio. Tiene razón Bruno al decir que en USA no se ve esto con tanta ideología como aquí. Hay quien ve solamente algo demoníaco, pero yo no lo creo así. De todos modos, creo que aquí en España los enemigos del catolicismo se aprovechan de ello.
Y es que, a veces (por no decir siempre) el sentido común -al que apenas si hacemos caso, hasta el extremo de haberlo perdido ya casi por completo- es el que deberíamos tomar como guía, más que lo que puedan decir fulano, mengano o zutano, por muy «teólogos», «exorcistas»  o lo que quiera que sean. No pongo en duda sus buenas intenciones, porque -en efecto- eso es lo que se oye siempre que se habla de Halloween. Y eso es lo que te encuentras cuando buscas el significado de esta «fiesta».

Pero, después de la lectura de este artículo de Bruno y de lo que me ha dicho este sacerdote, amigo mío, me quedo con las últimas palabras de ese artículo:
Vivamos nuestras fiestas católicas, amémoslas, disfrutemos de ellas como hacíamos antes, creámonos lo que se celebra, honremos a Dios, a Nuestra Señora y a los santos y no habrá fiesta light en el mundo que pueda competir. 

A fin de cuentas, nuestras celebraciones católicas son un reflejo de la fiesta eterna en el cielo, a la que todo el mundo, lo sepa o no, está deseando ser invitado.
 Pues ¿qué es, si no, lo esencial para un cristiano?

José Martí 

Confirmada de nuevo la relación entre abusos y homosexualización del clero (Carlos Esteban)



En los años 50, la proporción de homosexuales en el clero duplicaba la existente en la población general; en los ochenta, era ocho veces mayor, coincidiendo con la mayor incidencia de abusos clericales a menores, concluye el último informe del Ruth Institute.

La homosexualidad en el clero no tiene ninguna relación con la plaga de abusos sexuales entre sacerdotes y religiosos. Lo hemos oído centenares de veces, repetido por adalides de las tesis LGBT como el omnipresente jesuita padre James Martin, asesor vaticano de comunicaciones. Es, incluso, la versión oficial de la jerarquía, que lo ha afirmado explícitamente en algunos casos, como el del cardenal Blase Cupich, Arzobispo de Chicago, o implícitamente por el propio Santo Padre cuando en referencia a los escándalos ignora por completo este aspecto y busca la explicación en un ‘clericalismo’ de difícil definición.

La base de esta, para muchos, negación de la evidencia se basa en una serie de estudios en profundidad llevados a cabo a raíz de la primera gran ola de escándalos de encubrimiento de abusos clericales en 2002, especialmente, el Informe John Jay de 2004, que se replicó de nuevo en 2011.

Pero el sociólogo Padre Paul Sullins ha realizado un reciente estudio para el Ruth Institute que sí advierte un nexo evidente entre la creciente homosexualización del clero a lo largo de las últimas décadas y el aumento de los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos

La tesis central del informe es que la proporción de varones homosexuales en el sacerdocio pasó de ser el doble del de la población general en los años cincuenta a alcanzar ocho veces más en los ochenta, una tendencia que guarda una evidente correlación con el aumento de los casos de abusos. Además, los sacerdotes ordenados en los años sesenta que advertían la existencia de una subcultura homosexual en los seminarios representaban un 25%, llegando a un 50% entre los ordenados en los ochenta.

Sullins, en una entrevista concedida al National Catholic Register, no disputa los hallazgos del John Jay College, sino el razonamiento que llevó a los autores del estudio a negar esta relación. El Informe John Jay de 2011 la rechazaba porque la tendencia de abuso no se correspondía con la tendencia de homosexualización de los seminarios.

El problema metodológico, señala Sullins, es que el porcentaje de sacerdotes ordenados cada año apenas afecta a la población general de sacerdotes, rondando apenas el uno por ciento. Así que aun en el caso de que todos los ordenados en un año concreto fueran homosexuales o de que todos fuera heterosexuales, apenas afectarían a la proporción de sacerdotes de una u otra orientación sexual en activo. Lo que hay que observar, señala Sullins, es la cantidad de sacerdotes homosexuales en activo en cada año estudiado, hayan sido o no ordenados recientemente. Y eso es lo que hace este estudio, logrando una casi perfecta correlación entre el aumento en la proporción de homosexuales en el sacerdocio con la incidencia de abusos, de 0’98 (La correlación absoluta es 1).

Sullins pone mucho cuidado en advertir que este estudio no pretende en absoluto sugerir que la mayoría, mucho menos todos, los sacerdotes con atracción hacia otros varones abusen o siquiera tengan tendencia a abusar de menores. Se limita a reconocer lo que parecen sugerir los datos, es decir, que la incidencia de abusos es mayor dentro de la población clerical con tendencias homosexuales.

Hay, sin embargo, una fuerte resistencia entre la jerarquía católica, y especialmente la norteamericana, a hacer referencia a alguna a este ‘elefante en la sala de estar’, y los informes John Jay les han proporcionado hasta ahora una magnífica excusa ‘académica’ para no tener que hacer frente a un problema que es evidente para el resto del mundo.

El propio informe de 2011 que negaba toda correlación admitía, al mismo tiempo, que más del 80% de las víctimas conocidas de abusos eran varones, y que el 78% no eran ‘niños’, sino menores que habían pasado la pubertad.

Carlos Esteban

Manipulación grosera y abusos durante el Sínodo sobre la Juventud



El arzobispo de Sydney, Anthony Fisher, dio evidencia condenatoria sobre el Sínodo sobre la Juventud. Al hablar el 1 de noviembre con Edward Pentin expuso las maquinaciones aplicadas para presionar por la “sinodalidad”.

Fisher testificó que el tema “no estaba en el documento de trabajo, no estuvo en las discusiones de la asamblea general, no estuvo en las discusiones de los grupos lingüísticos, no estuvo en los informes de los grupos pequeños”. “Simplemente apareció, como de la nada”.

“En este sínodo, estuvimos redactando doctrina, como fuera, corriendo, con respecto a la sinodalidad, en menos de una semana”. Fisher comentó que hay un “peligro real” de que los sínodos puedan ser vehículos para la heterodoxia.

Agregó que los padres sinodales fueron cautelosos frente al “discurso vago del estilo sinodal”, el cual “puede significar toda clase de cosas en bocas diferentes y últimamente puede dividir mucho”. Su conclusión es que “ésa no es la forma de hacer doctrina”.

También hubo manipulación grosera durante la votación final, cuando el documento del Sínodo “fue leído demasiado rápido”, de tal modo que los traductores se esforzaron mucho para seguirlo. Como consecuencia de ello, “no estábamos siempre seguros de que se nos estuviera pidiendo votar Sí o No”.

[Esto muestra que la “sinodalidad” significa “ocultar abusos de poder detrás de una retórica engañosa”].