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sábado, 21 de mayo de 2022

El arzobispo Cordileone prohíbe la Comunión a Nancy Pelosi



Histórica y valiente decisión la que ha tomado el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone. Ha pedido a todos los sacerdotes de la archidiócesis que no den la Comunión a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, hasta que se confiese por su apoyo al aborto.

El propio arzobispo ha difundido el comunicado publicado en la web de la archidiócesis. Algunos obispos de Estados Unidos ya han manifestado su apoyo a Cordileone por su decisión.

Apoyo del episcopado estadounidense

Es el caso del obispo James Conley quien ha dicho que «apoya al arzobispo Cordileone en su valiente acercamiento pastoral a un miembro de su rebaño. Sus acciones las hace como un pastor con el corazón de Cristo».

Otro obispo Michael Barber también ha mostrado su apoyo al arzobispo de San Francisco por su «postura heroica y compasiva que tomó hoy en la protección y defensa de la vida humana. Como dijo el Papa Francisco, ‘todo niño que, en lugar de nacer, es condenado injustamente al aborto, lleva el rostro de Jesucristo».

También el obispo Strickland ha manifestado su apoyo. «¡Gracias, gracias, gracias Arzobispo Cordileone por amar a Nancy Pelosi en la Verdad de Jesucristo!», ha escrito el obispo de Tyler.

El obispo de Denver, Samuel Aquila, también ha emitido un comunicado a sus fieles para mostrar su apoyo públicamente al arzobispo de san Francisco. Aquila ha afirmado que «apoyo y felicito a mi hermano obispo por tomar esta decisión valiente, compasiva y necesaria. Sé que el Arzobispo Cordileone es un pastor con el corazón y la mente de Cristo, que verdaderamente desea guiar a otros hacia el amor, la misericordia y la promesa de salvación eterna de Cristo».

Uno de los pocos que ha mostrado su disconformidad con la decisión del arzobispo ha sido el jesuita James Martin, líder del lobby LGTB dentro de la Iglesia Católica quien ha afirmado que «que negar la Comunión a los políticos es la forma incorrecta de abordar esto (el aborto) pastoralmente».

Os ofrecemos el comunicado completo del arzobispo Cordileone:


NOTIFICACIÓN

A la Presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos Nancy Pelosi

El Concilio Vaticano II, en su Decreto sobre la Iglesia en el Mundo Moderno, Gaudium et spes , reiteró la antigua y constante enseñanza de la Iglesia de que “desde el primer momento de la concepción, la vida debe ser guardada con el mayor cuidado, mientras que el aborto y el infanticidio son crímenes innombrables. (n. 51). De hecho, los cristianos siempre han defendido la dignidad de la vida humana en todas las etapas, especialmente en las más vulnerables, comenzando con la vida en el útero. Su Santidad el Papa Francisco, en consonancia con sus predecesores, también ha sido bastante claro y enfático al enseñar sobre la dignidad de la vida humana en el seno materno.

Esta verdad moral fundamental tiene consecuencias para los católicos en la forma en que viven sus vidas, especialmente aquellos encargados de promover y proteger el bien público de la sociedad. El Papa San Juan Pablo II también fue bastante consistente en defender esta enseñanza constante de la Iglesia, y con frecuencia nos recordaba que “aquellos que están directamente involucrados en los órganos legislativos tienen una ‘obligación grave y clara de oponerse’ a cualquier ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo católico, es imposible promover tales leyes o votar por ellas” (cf. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas a la participación de los católicos en la vida política[24 de noviembre de 2002], n. 4, §1). Un legislador católico que apoya el aborto procurado, después de conocer la enseñanza de la Iglesia, comete un pecado manifiestamente grave que es motivo de gravísimo escándalo para los demás. Por lo tanto, la ley universal de la Iglesia establece que tales personas “no deben ser admitidas a la Sagrada Comunión” (Código de Derecho Canónico, can. 915).

Con respecto a la aplicación de estos principios a los católicos en la vida política, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió a los obispos de EE. UU. en 2004 explicando el enfoque a seguir:

“… cuando la cooperación formal de una persona se manifiesta (entendida, en el caso de un político católico, como su constante campaña y voto a favor de leyes permisivas del aborto y la eutanasia), su Pastor debe reunirse con él, instruyéndolo sobre la enseñanza de la Iglesia, informándole que no debe presentarse a la sagrada Comunión hasta que ponga fin a la situación objetiva de pecado, y advirtiéndole que de lo contrario se le negará la Eucaristía. Cuando ‘estas medidas cautelares no han producido su efecto…’, y la persona en cuestión, con obstinada persistencia, todavía se presenta a recibir la Sagrada Eucaristía, ‘el ministro de la Sagrada Comunión debe negarse a distribuirla’”.

Al esforzarme por seguir esta dirección, le agradezco el tiempo que me ha dado en el pasado para hablar sobre estos asuntos. Desafortunadamente, no he recibido tal acomodo a mis muchas solicitudes de volver a hablar con usted desde que prometió codificar la decisión Roe v. Wade de la Corte Suprema en la ley federal luego de la aprobación del Proyecto de Ley 8 del Senado de Texas en septiembre pasado. Es por eso que le comuniqué mis preocupaciones a través de una carta del 7 de abril de 2022 y allí le informé que, si no repudiaba públicamente su defensa del «derecho» al aborto o si no se abstenía de referirse a su fe católica en público y recibir la Sagrada Comunión no me queda más remedio que hacer una declaración, de acuerdo con el canon 915, de que no debe ser admitido a la Sagrada Comunión.

Como no ha repudiado públicamente su posición sobre el aborto y continúa refiriéndose a su fe católica para justificar su posición y recibir la Sagrada Comunión, ese momento ha llegado. Por lo tanto, a la luz de mi responsabilidad como Arzobispo de San Francisco de estar “preocupado por todos los fieles cristianos confiados a [mi] cuidado” (Código de Derecho Canónico, can. 383, §1), por medio de esta comunicación estoy notificándole por la presente que no debe presentarse para la Sagrada Comunión y, si lo hace, no debe ser admitida a la Sagrada Comunión, hasta el momento en que repudie públicamente su defensa de la legitimidad del aborto y confiese y reciba la absolución de este pecado grave en el sacramento de la Penitencia.

Tenga en cuenta que estoy listo para continuar nuestra conversación en cualquier momento y continuaré ofreciendo oración y ayuno por usted.

También pido a todos los fieles de la Arquidiócesis de San Francisco que oren por todos nuestros legisladores, especialmente los legisladores católicos que promueven el aborto procurado, para que con la ayuda y bajo la guía del Espíritu Santo, experimenten una conversión de corazón en este gravísimo asunto y la vida humana puede ser protegida y fomentada en cada etapa y condición de la vida.

Dado en San Francisco, a los diecinueve días del mes de mayo, en el Año del Señor 2022.

Arzobispo Cordileone

lunes, 22 de julio de 2019

Profesor de la jesuita Universidad Villanova tacha de ‘devotos cismáticos’ a tres obispos de EEUU (Carlos Esteban)



Massimo Faggioli, profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Villanova de Filadelfia, ha calificado de “devotos cismáticos” a tres obispos norteamericanos -Charles Chaput, de Filadelfia, Joseph Strickland, de la diócesis texana de Tyler, y Salvatore Cordileone, de San Francisco, a quienes acusa de promover la oposición al Papa.

“Son devotos en el sentido de que despliegan públicamente su preferencia por una Iglesia tradicionalista y sus devociones, como el rosario”, explicaba Faggioli en un reciente artículo en La Croix. “Son cismáticos porque promueven abiertamente la oposición al obispo de Roma entre los fieles católicos”.

Faggioli, uno de los más expresos y locuaces defensores de los nuevos aires eclesiales, defiende sus tesis a partir del arzobispo Carlo Maria Viganò y su celebérrimo testimonio sobre el encubrimiento desde el Vaticano de las andanzas homosexuales del depredador ex cardenal Theodore McCarrick. El arzobispo, en paradero desconocido, termina su testimonio-denuncia pidiendo al Santo Padre que abdique y, así, en la retorcida lógica de Faggioli, cualquier obispo que reaccionara con la menor duda ante la infamia cometida por Viganò se hacía cómplice de ese acto de rebeldía.

Desde la publicación del citado testimonio han abundado las informaciones que parecen, en todo caso, confirmar todas las afirmaciones del arzobispo y, en cualquier caso, ninguna de ellas ha sido desmentida por los hechos y por prueba documental alguna. Uno pensaría que citar la conducta hasta entonces impecable del ex nuncio vaticano en Estados Unidos, como han hecho estos obispos, o exhortar vivamente para que se aclare de una vez este enojoso asunto con la apertura de los archivos vaticanos correspondientes no tendría que significar en absoluto solidarizarse con su recomendación final.

Carlos Esteban

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El arzobispo de san Francisco pide que se estudie la relación entre homosexualidad y abusos (Carlos Esteban)



En medio del terremoto causado por la orden de Roma de no votar en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que tiene lugar estos días en Baltimore, las dos medidas ya esbozadas para responder a la crisis de encubrimiento de abusos, el Arzobispo de San Francisco ha pedido que se elabore un estudio científico de la homosexualidad en el clero.

El dique, parece ser, ya se ha roto, la palabra tabú -homosexualidad- ya ha salido después de ser eludida en la primera sesión de la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que tiene lugar estos días en Baltimore, y el Arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, ha pedido que se elabore un estudio sobre la homosexualidad en el sacerdocio y su relación con la crisis de abusos clericales.

Ya sabemos que, desde el estallido de la crisis, la relación entre homosexualidad y la incidencia de los abusos se ha evitado cuidadosamente, y el propio Santo Padre, en su primera respuesta a la crisis, la carta al pueblo de Dios, encontró un responsable alternativo: el ‘clericalismo’.

Pero el elefante rosa en la sala de estar es demasiado grande como para seguir pasándolo por alto, y los fríos datos plantean una incómoda pregunta. Veamos: más del 80% de los casos de abusos denunciados de sacerdotes y religiosos sobre menores de edad son de carácter homosexual, y la abrumadora mayoría afectan a varones que ya han superado la pubertad. Teniendo en cuenta que la proporción de homosexuales en la población general ronda, según los estudios más fiables, entre el 3% y el 5%, las cifras de abusos clericales solo pueden responder a uno de estos dos factores o a una combinación de ambos: o los homosexuales tienen una tendencia mucho mayor al abuso pederasta -lo que ninguna fuente se atrevería a sostener ni por un minuto-, o la proporción de homosexuales es enormemente superior entre el clero que entre la población general. Tertium non datur.

Por eso Cordileone defiende ir a la raíz del problema y salir de dudas de una vez por todas, así como librar de toda culpa a los sacerdotes con inclinaciones homosexuales libres de toda culpa que vivan fielmente el celibato.

Hay, además, estudios recientes sobre los que justificar esta investigación en profundidad. A principios de mes, el sacerdote y sociólogo Padre Paul Sullins hacía públicas las conclusiones de un estudio realizado para el Ruth Institute que sí advierte un nexo evidente entre la creciente homosexualización del clero a lo largo de las últimas décadas y el aumento de los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos. La tesis central del informe es que la proporción de varones homosexuales en el sacerdocio pasó de ser el doble del de la población general en los años cincuenta a alcanzar ocho veces más en los ochenta, una tendencia que guarda una evidente correlación con el aumento de los casos de abusos. Además, los sacerdotes ordenados en los años sesenta que advertían la existencia de una subcultura homosexual en los seminarios representaban un 25%, llegando a un 50% entre los ordenados en los ochenta.

Cordileone advirtió contra conclusiones simplistas que equipararan la inclinación homosexual en clérigos y obispos con los abusos ya que, dijo, hay sacerdotes que sienten esta inclinación hacia personas del mismo sexo que no solo no abusan de menores sino que sirven a la Iglesia fieles a sus votos de celibato. Pero, ha añadido el titular de una de las capitales mundiales del fenómeno LGBT, “hay una correlación entre ambos factores”.

El prelado hizo referencia al informe de Sullins señalando que “lo peor que podríamos hacer es desacreditar este estudio para no tener que responder a sus conclusiones, o ignorar o negar esta realidad por completo”.

El arzobispo insistió en la urgencia de las medidas necesarias, alegando que hacerlo no supondría vulnerar el veto vaticano. “Esto es algo que necesitamos hacer ya. No nos hizo falta la autorización de nadie para encargar el estudio anterior [de la John Jay], y tampoco la necesitamos para encargar éste”.

Es difícil no imaginar lo que se le puede venir encima a Cordileone y al episcopado americano si siguen adelante con este proyecto. La reacción de los medios supondrá, sin duda, una enorme presión para los investigadores, que deberán saber que nadan contra corriente. Pero tampoco en el propio clero, entre muchos de los obispos o incluso en Roma es probable que encuentren mucha simpatía.

En la misma sesión, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Cupich, declaraba ante la prensa que había que establecer distinciones cuidadosas, porque en muchos casos, dijo, hablamos de “relaciones homosexuales consensuadas entre adultos”. La idea que parece sugerirse, de que sólo deberían censurarse canónicamente las relaciones tipificadas por la justicia secular, ha indignado a no pocos comentaristas católicos

En efecto, este concepto de que un sacerdote pueda mantener, sin censura eclesial, una relación sexual con otro varón siempre que sea consentida parece confirmar las peores sospechas sobre la infiltración de redes homosexuales en la jerarquía católica.

Carlos Esteban