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miércoles, 1 de febrero de 2023

No es cosa de Podemos ¿Desde cuándo las relaciones sexuales sin consentimiento son delito?


La periodista Rebeca Crespo comparte en ‘El gato al agua’ su preocupación por el incesante goteo de agresores sexuales beneficiados por la ley de libertad sexual de Irene Montero, también conocida como la ley del ‘solo sí es sí’. 

Algunos de los excarcelados son reincidentes, por lo tanto no es de extrañar que vuelvan a agredir sexualmente ahora que están en la calle. 

Desde Igualdad dicen que modificarán la ley respetando el “corazón” de la norma, que es dejar en el centro el consentimiento de la mujer, pero esto no es ninguna novedad. Lleva en nuestro Código Penal… ¡200 años!


Duración 3:08 minutos

martes, 30 de noviembre de 2021

Un ‘contrainforme’ reduce espectacularmente el número de víctimas de abusos en Francia (Carlos Esteban)



Ocho miembros de la prestigiosa Academia Católica Francesa, incluido su presidente, Hugues Portelli, desmontan el informe sobre la pedofilia en el la Iglesia de Francia de la Comisión Independiente sobre los Abusos en la Iglesia (CIASE), que elevaba las víctimas al inverosímil número de 330.000, informa La Nuova Bussola Quotidiana.

El escandaloso informe de la CIASE, que tantos golpes de pecho ha provocado y tanta alegría en los enemigos de la Iglesia en Francia y en el mundo, suscitó desde el primer momento la suspicacia de los observadores mejor informados. Y ahora un equipo liderado por Hugues Portelli, presidente de la Academia Católica de Francia, lo ha demolido meticulosamente con un contrainforme.

¿330.000 víctimas? Para los autores del nuevo informe, el número real estaría muy lejos de esa cifra, entre los 4.832 y los 27.808. El texto de quince páginas ha sido enviado al presidente del episcopado francés, al nuncio en Francia y a Roma, y en él se realiza una impecable labor de demolición de la tramposa metodología de la CIASE.

Los autores se basan en los datos obtenidos por los investigadores de la Ecole Pratique des Hautes Etudes, que, basándose en el examen de los archivos, llega a las cifras antes mencionadas, muy lejos de la fantasía numérica de la CIASE, como subrayan los autores del contrainforme. “Hay un abismo entre el número de testimonios recibidos por la CIASE (2.738) y el número de víctimas registrado por el estudio de la École Pratique des Hautes Études encargado por la propia CIASE (4.832), la extrapolación de este mismo equipo de investigadores, que ha llegado a una cifra máxima de 27.808 casos evaluados a partir de los datos recopilados por estos estudios y las estimaciones realizadas a partir de un sondeo realizado por el Instituto Francés de Opinión Pública, que ha permitido a este instituto extrapolar a nivel de la población francesa adulta para llegar a varios centenares de millares de víctimas, con una cifra de 216.000, que sube hasta 330.000 si se incluyen las víctimas de laicos”, se lee en el contrainforme.

Carlos Esteban

lunes, 25 de marzo de 2019

La peor forma de abuso infantil: los obispos argentinos de Francisco guardan silencio ante el aborto


Duración 3:04 minutos

Child abuse is bad but killing children is obviously ok. Pope Francis’ Argentina follows instructions of the World Bank and the International Monetary Fund, both controlled by the United States, to introduce abortion, José Arturo Quarracino writes on Spanish Gloria.tv. Right wing president Mauricio Macri has endorsed procedures aimed at introducing abortion. He left the drafting of the project to a group connected with the infamous Planned Parenthood Federation. Quarracino calls this a “clear evidence of Argentina’s colonial prostration.”

The project experienced a setback when it was refused by the Argentinean senate last August. But this did not stop Macri from continuing. Macri’s Health Secretary, Adolfo Rubinstein, a member of the clan of George Soros’ Open Society Foundation, introduced by decree the abortion drug Misoprostol. In addition, Enrique Finocchiaro, Macri’s Education Minister, imposed sex indoctrination and gender ideology on the schools.

As an alternative, the evangelical Foundation “Más Vida” (More Life), created a hotline in order to help pregnant mothers signing an agreement with the Minster of Social Development. But four days later, it was pressured in addition to promote abortion through the hotline. The foundation hesitated to agree and therefore the agreement supporting the hotline was terminated. There is no law in Argentina obliging anyone to promote abortion.

It is important to know that responsible for the cancellation is Carolina Stanley, the pro-abortion Minister of Social Development. Stanley is a friend of Pope Francis. He has received her in the Vatican and publicly praised her more than once. The good thing: There is a strong opposition in Argentina to Macri’s anti-life policies, especially among evangelicals. 

The Bishops instead are conspicuous by their silence in the face of the promotion of this mass murder. Quarracino comments: “They are more concerned with the environmental agenda and with obsequious papadolatry than with leading the flock of Christ and defending human life.”


jueves, 28 de febrero de 2019

Vaticano comienza juicio contra el cardenal mártir George Pell



La oficina del prensa del Vaticano anunció el 27 de febrero que la Congregación para la Doctrina de la Fe se encargará del caso del cardenal George Pell, de 77 años, “siguiendo el procedimiento y dentro del tiempo establecio por las normas canónicas”, después de la condena espúrea del cardenal Pell.

Esto parece contradecir una declaración del 26 de febrero, según la cual el Vaticano esperaría el resultado de la apelación de Pell.

El Vaticano tiene abundante acceso a testimonios en este caso particular, así que es probable que el cardenal Pell sea absuelto.

Fue evidente desde el comienzo que el caso contra él era y es una farsa.
El inocente cardenal fue puesto bajo custodia policial y ahora está pasando su primera noche en la cárcel. Su sentencia será dictada el 13 de marzo.


martes, 29 de enero de 2019

Cumbre de los abusos: moderen su entusiasmo (Carlos Esteban)



Después de un verano explosivo y un otoño no mejor, las esperanzas puestas en la reunión episcopal el próximo mes en Roma son exageradas, piensa el Papa, que en su vuelo de vuelta de Panamá ha pedido rebajar las expectativas.

“Yo me permito decir que he percibido una expectativa inflada”, declaró Su Santidad en el curso de la rueda de prensa habitual en vuelo, en relación a la cumbre episcopal que se celebrará el mes que viene en Roma para tratar sobre los abusos sexuales clericales. “Hay que desinflar las expectativas. Porque el problema de los abusos seguirá, es un problema humano, pero humano por todas partes”.

El propio lenguaje del Papa en su respuesta es poco esperanzador, lleno de los clichés apropiados al caso, los que se dicen y se han dicho después de cada uno de los escándalos: “Es un drama humano y debemos cobrar conciencia. También nosotros, resolviendo el problema en la Iglesia, pero cobrando conciencia, ayudaremos a resolverlo en la sociedad, en las familias en donde la vergüenza hace encubrir todo. Pero antes tenemos que cobrar conciencia, tener protocolos y seguir adelante”.

‘Concienciación’ y procesos, esa parece ser la consigna: “Primero: que cobran conciencia de esto. Segundo: que sepan qué se debe hacer, el procedimiento, porque muchas veces el obispo no sabe qué tiene que hacer. Hay que hacer programas generales, pero que lleguen a todas las conferencias episcopales. Qué debe hacer el obispo, qué debe hacer el arzobispo, que es metropolitano, qué debe hacer el presidente de la conferencia episcopal. Pero que quede claro de manera que haya, digamos en términos un poco jurídicos, protocolos claros”.

Hemos de confesar que en esta publicación nunca hemos tenido unas expectativas demasiado altas sobre esta cumbre, lastrada por demasiados indicios que hacen sospechar que todo se resolverá en un ejercicio de relaciones públicas, de lavado de cara, y unas cuantas normas que seguirán al albur de la Curia y los propios episcopados.

De menor a mayor, la primera señal preocupante fue la decisión de Roma, menos de 24 horas de iniciarse la plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en Baltimore que iba a tener como eje el estudio de medidas prácticas contra el encubrimiento de abusos por parte de sacerdotes, de prohibirles que trataran siquiera el asunto.

Un segundo indicio, en esa misma plenaria, fue la votación por la que los propios obispos americanos decidieron por abrumadora mayoría no solicitar respetuosamente al Vaticano que contara todo lo que tenía sobre el ex cardenal Theodore McCarrick en sus archivos.

Y, en tercer lugar, la decisión del Santo Padre de encargar la organización de la inminente cumbre a uno de los ‘pupilos’ de McCarrick, el cardenal arzobispo de Chicago Blaise Cupich, que debe su elección a las presiones del prelado pederasta y que no ha hecho otra cosa que quitar importancia a los abusos desde que estalló el escándalo.

Luego está el reciente historial del propio Francisco, que no es muy animante en este aspecto. Concitó muchas ilusiones cuando, al inicio de su pontificado, decretó una política de ‘tolerancia cero’ que ha incumplido sistemáticamente.

Lo vimos con Barros en Chile, con Pineda en Honduras, con el propio McCarrick. Llegó a llamar “calumniadores” a las víctimas del padre Karadima que le alertaban contra Barros, pero ningún desastre mayor que el del obispo Gustavo Zanchetta, uno de sus primeros nombramientos episcopales como Papa. En ese caso se han mezclado absusos sexuales, abusos de poder, encubrimientos, mentiras y un favoritismo desconcertante que solo puede calificarse de ‘clericalismo’.

Pero, superando a todos estos indicios, está la negativa a reconocer el ‘elefante rosa en la sala de estar’. A veces no se consigue acabar con los problemas ni contando con su apreciación más lúcida, pero nunca se ha oído de una plaga con la que se haya acabado negándose a admitir su verdadera naturaleza.

Desde el estallido de la crisis, la relación entre homosexualidad y la incidencia de los abusos se ha evitado cuidadosamente, y el propio Santo Padre, en su primera respuesta a la crisis, la carta al pueblo de Dios, encontró un responsable alternativo: el ‘clericalismo’. Pero el ‘elefante’ es demasiado grande como para seguir pasándolo por alto, y los fríos datos plantean una incómoda pregunta. Veamos: más del 80% de los casos de abusos denunciados de sacerdotes y religiosos sobre menores de edad son de carácter homosexual, y la abrumadora mayoría afectan a varones que ya han superado la pubertad. Alguna explicación habría que dar a eso.

Carlos Esteban

lunes, 28 de enero de 2019

La calculada ambigüedad vaticana, Papa Francisco y sus amigos dictadores, claustrofobia, ratas en Roma (Specola)



El lunes 28 de enero y el Papa Francisco está de regreso a Roma y la noticia más clamorosa de hoy es que no hay ni una sola noticia en los grandes medios italianos sobre el encuentro de Panamá. En otros tiempos las cosas del papa y de la Iglesia eran siempre noticia; hoy hemos caído en la indiferencia. La iglesia y sus cosas no venden salvo cuando hablamos de escándalos.

Los motores se calientan y la reunión de finales de febrero está a las puertas. En pocos días veremos la llegada a Roma de los presidentes convocados y empezaremos a refrescar algunos de los casos de abusos más famosos. Parece que tendremos la presencia en Roma de grupos de víctimas de diversos países a los que al Vaticano querría ver muy lejos en este momento. Si sola presencia nos recuerda lo mal que se ha tratado y se sigue tragando tan delicada situación.

Todo apunta a que estamos ante otra puesta en escena para tapar una vez más la falta de decisiones y la necesidad de cubrir las acciones de muchos de los asistentes. Viganò es el gran ausente pero a la vez el que está más presente

Se ha querido separar su testimonio del próximo encuentro cuando es indudable que es su causa inmediata. Algunos titulares de hoy nos hacen ver que no somos los únicos en ver así las cosas. Muchos en la jerarquía saben demasiado y por eso prefieren una calculada ambigüedad. Empezamos a tener dos teorías sobre el problema. Tenemos el grupo del abuso de poder como causa y los que piensan que su origen es la homosexualidad. No pocos miran a los años del Vaticano II y sus consecuencias con el marco temporal en donde toda esta porquería crece con fuerza.

Aldo María Valli nos ofrece un nuevo libro: ‘claustrofofia’ sobre la destrucción masiva de la vida religiosa en los últimos decenios. Como dato inquietante, da la sensación de que el Vaticano se ha puesto del lado de los destructores. La sustitución en Lima es una prueba, una más, de que estamos ante dos visiones de iglesia que parecen opuestas e incompatibles. La iglesia que se nos quiere imponer está mucho más cerca de la reforma protestante que de lo que significa un monasterio de clausura.

Los gustos de Papa Francisco por las dictaduras populistas le empiezan a pasar factura. Por mucho que quiera quedarse de perfil en la endemoniada situación americana lo tiene muy complicado. El Vaticano fue de los pocos países presentes en la ilegal toma de posesión de Maduro. Esto no es mantenerse al margen sino entrar de lleno en la defensa de una posición política. Los polacos con Juan Pablo II tenían muy claro donde estaba. Los venezolanos también tienen muy claro dónde está Francisco. No vemos en el horizonte un viaje del papa a Venezuela; mejor a Japón que complica menos.

Misa ecuménica en Milán presidida por una pastora. Los fieles abandonan en masa la Iglesia.

El Vaticano intenta acercarse a la Liga, el partido de Salvini, ante la creciente popularidad. No creemos que sea fácil un pasteleo a la italiana. Son momentos de defender posiciones muy claras en temas fundamentales y el Vaticano prefiere permanecer en la calculada ambigüedad.

La invasión de ratas en Roma está llegando al Campidoglio. Se empieza a hablar de riesgo biológico. La ciudad eterna manifiesta siempre en su piel los momentos de esplendor y de decadencia en su larga historia. Es complicado encontrar en momento de tantas ratas y tan visibles.

“El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás.”

Buena lectura.

La realtà inconfessabile parte seconda: “MOLTI NELLA GERARCHIA SANNO MA PREFERISCONO L’AMBIGUITA’”

Molestie: Concilio Vaticano Secondo gran parte del problema

bergoglio contro i popoli

Monasteri di clausura. Uno sterminio silenzioso

La pastora “celebra” messa. Ecumenismo? No, profanazione

Venezuela. Papa Francesco con il cuore è a Caracas: si cerchi soluzione nell’interesse solo dei cittadini. Ricorda la Shoah: memoria e integrazione perchè non si ripeta. E prega per i cadetti uccisi in Colombia, nominandooli uno a uno, e le vittime in Brasile e nelle Filippine

Roma, i topi invadono il Campidoglio. L’allarme: «Rischi biologici»

Il caos in Sudamerica e l’errore del Papa di appoggiare i dittatori “del popolo”

Vaticano-Lega, il dialogo non decolla: dopo Castelnuovo il solco si è allargato

Pedofilia e omosessualità: la Chiesa si divide in due pensieri Il Papa è certo che sia un caso di abuso di potere. I più conservatori accusano invece i prelati gay.

Venezuela , il Papa: “Soluzione pacifica nel rispetto dei diritti umani”

OSSERVATORE MARZIANO. EVVIVA! ABOLITO DALLA CEI ANCHE IL 3° COMANDAMENTO.

ITALIA INDAGATA DALL’ONU PER COMPLICITÀ CON LA CHIESA CATTOLICA

CLAUSTROFOBIA, DI VALLI. LA GUERRA VATICANA AI MONASTERI DI CLAUSURA. PERCHÉ?

Perù: via Cipriani, arriva il discepolo di Gutiérrez

Specola

lunes, 21 de enero de 2019

Recordatorios para la cumbre sobre los abusos. Para Francisco, los pecados “bajo la cintura” son “los más leves” (Sandro Magister)



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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La novedad que más sorprende, en el viaje que el papa Francisco se apresta a hacer a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud, es que ha querido tener en el séquito, entre sus acompañantes oficiales, al francés Dominique Wolton (en la foto), que no es un eclesiástico y ni siquiera es católico, sino un teórico de la comunicación, director de investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique [Centro Nacional de la Investigación Científica], el mítico CNRS, y fundador de la revista internacional “Hermès”.

Pero sobre todo, Wolton es el autor del libro-entrevista en el que Jorge Mario Bergoglio quiso hablar más despreocupadamente, sin frenos, hasta decir por primera vez en público que se había entregado durante seis meses, cuando tenía 42 años, al cuidado de una psicóloga agnóstica de Buenos Aires.

El libro, traducido en varios idiomas, fue publicado en el 2017, reuniendo en ocho capítulos ocho conversaciones con el Papa, llevadas a cabo por el autor en el 2016. Desde entonces, en Bergoglio se ha despertado por Wolton ese sentimiento de proximidad que lo ha llevado a querer que esté muy cerca suyo en el próximo viaje. Un sentimiento afín al madurado entre Bergoglio y Eugenio Scalfari, otro campeón de los sin Dios, llamado muchas veces por el Papa para conversar, con la certeza de que después Scalfari transcribiría y publicaría, a su modo, esas conversaciones, para edificar una buena imagen de Francisco en el campo de los que no creen.

También esto forma parte del modelo comunicativo que Bergoglio ama. Porque en la entrevista con un interlocutor agregado él puede decir a un vasto público más de lo que aparece en los textos oficiales. Puede alzar el velo sobre lo que realmente piensa.

Por ejemplo, en el libro-entrevista con Wolton está explicado por qué el papa Francisco ve en los abusos sexuales cometidos por eclesiásticos no tanto un problema de moral y de sexo, sino de poder, y en particular de poder clerical, que él condensa en la palabra “clericalismo”.

Cuando Wolton le pregunta por qué ahora se escucha muy poco el mensaje “más radical” del Evangelio, que es la “condena de la locura del dinero”, Bergoglio responde:

“Es porque algunos prefieren hablar de moral, en sus homilías o en sus cátedras de teología. Hay un gran peligro para los predicadores, que es el de condenar sólo la moral que está – perdóneme la expresión – ‘bajo la cintura’. Pero de los otros pecados que son más graves – el odio, la envidia, el orgullo, la vanidad, el matar al otro, el quitar la vida, etc. – de estos se habla poco. Entrar en la mafia, hacer acuerdos clandestinos... ‘Eres un buen católico?´. Ahora págame el soborno’”.

Más adelante dice también el Papa:

“Los pecados de la carne son los pecados más leves, porque la carne es débil. Los pecados más peligrosos son los del espíritu. Hablo de angelismo: el orgullo y la vanidad son pecados de angelismo. Los sacerdotes tienen la tentación – no todos, pero muchos – de focalizarse sobre los pecados de la sexualidad, la que llamo la moral bajo la cintura. Pero los pecados más graves son otros”.

Objeta Wolton: “Pero no entendí lo que usted dice”.

Responde el Papa:

“No, pero hay buenos sacerdotes… Conozco un cardenal que es un buen ejemplo. Me ha confiado, hablando de estas cosas, que apenas alguien se dirige a él para hablarle de esos pecados bajo la cintura, le dice inmediatamente: ‘Entendí, pasemos a los otros’. Lo detiene, como para decirle: ‘Entendí, pero veamos si hay algo más importante. ¿Rezas? ¿Buscas al Señor? ¿Lees el Evangelio?’. Le hace entender que hay errores más importantes que aquéllos. Sí, es un pecado, pero... Le dice: ‘Entendí’, y pasa a otro. En oposición a esto hay algunos que cuando reciben la confesión de un pecado de género preguntan: ¿‘Cómo lo has hecho, cuándo lo has hecho, cuántas veces?’… Y se hacen una ‘película’ en su cabeza. Pero éstos tienen necesidad de un psiquiatra”.

El viaje del papa Francisco a Panamá tendrá lugar a menos de un mes de la cumbre en el Vaticano de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, convocada para acordar líneas comunes que permitan afrontar los abusos sexuales. Esta cumbre está programada del 21 al 24 de febrero.

Será interesante ver, en esa cumbre, cómo conciliará Francisco su minimización de la gravedad de los pecados mortales que él define “bajo la cintura”, con el énfasis de los abusos de poder de la casta clerical, muchas veces estigmatizada por él como causa primera del desastre.

No sólo eso. Se entenderá además en qué medida su minimización de los pecados del sexo – y de las prácticas homosexuales difundidas entre el clero – explica sus silencios y sus tolerancias frente a casos concretos de abusos, por obra de eclesiásticos también de alto nivel, apreciados y favorecidos por él:

> Francisco y los abusos sexuales. El Papa que sabía demasiado

Es ejemplar, a este propósito, el caso del obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, del que Bergoglio fue también confesor y al que promovió en 2013 como obispo de Orán y al que llamó a Roma, en diciembre de 2017, a un cargo de importancia en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, a pesar de que en dos ocasiones, en 2015 y en 2017 – como documentó el 20 de enero la Associated Press –, llegaran desde su diócesis, al Vaticano, acusaciones por su mal comportamiento "bajo la cintura", con jóvenes seminaristas; el Papa le pidió, también en dos ocasiones, que diera cuenta de dichas acusaciones, para quitarle al fin de la diócesis, pero promoviéndole a un cargo de mayor importancia, lo que indica que consideraba irrelevantes, «ligeros», esos comportamientos:

> Ex-deputy to Argentine bishop says Vatican knew of misdeeds
Sandro Magister

miércoles, 16 de enero de 2019

El cardenal Wuerl rechaza disculparse por haber mentido sobre McCarrick (Carlos Esteban)



Tras el escándalo de la noticia de que el cardenal Donald Wuerl mintió al decir que ni siquiera le habían llegado “rumores” sobre los abusos homosexuales de McCarrick, el administrador apostólico y arzobispo emérito de Washington complica su situación negándose a reconocer su engaño.

El cardenal Donald Wuerl gestionó adecuadamente la denuncia que le llegó en 2004, siendo entonces obispo de Pittsburgh, contra el ex cardenal Theodore McCarrick, ha asegurado el propio interesado ante un grupo de sacerdotes de la archidiócesis capitalina, añadiendo que no mintió al decir que no había oído siquiera “rumores” sobre la vergonzosa conducta de su predecesor en Washington porque se estaba refiriendo específicamente a abusos de menores.

Al estallar el escándalo de abusos sexuales a un menor por parte del influyente ex cardenal McCarrick, Donald Wuerl insistió ante los medios en que los cargos contra su predecesor fueron una absoluta sorpresa, ayer se supo que había recibido denuncias contra el prelado pederasta al menos desde 2004.

La diócesis de Pittsburgh ha confirmado que su entonces obispo Wuerl reenvió al nuncio apostólico en Washington una denuncia que implicaba a McCarrick por el sacerdote secularizado Robert Ciolek, extremo que ha confirmado la archidiócesis de la capital estadounidense.

En el verano pasado, primero con el estallido del escándalo del ex cardenal y luego con la aparición del Testimonio Viganò, en el que se aseguraba que Wuerl conocía las andanzas de McCarrick, Wuerl declaró en repetidas ocasiones que no le habían llegado ni tan siquiera “rumores” sobre la conducta homosexual predatoria del todopoderoso prelado.

El pasado 21 de junio, Wuerl, entonces arzobispo de Washington, envió una carta pastoral a los feligreses de su diócesis mostrándose “aturdido y entristecido” por las acusaciones presentadas contra su predecesor al frente de la archidiócesos. En ella, Wuerl llegó a afirmar que “no se ha presentado ninguna alegación -creíble o no- contra el cardenal McCarrick durante este tiempo aquí en Washington”. Al mes siguiente, declaró a WTOP que nunca había oído rumores sobre conducta sexual impropria por parte de McCarrick. En agosto aseguró ante los periodistas de CBS News que no tenía conocimiento de rumor alguno en el sentido de que McCarrick mantuviera relaciones con sacerdotes.

Ahora, en una carta enviada para responder a la evidente contradicción, asegura que sus comentarios sólo se referían a abusos sexuales a menores. “Cuando se presentó la acusación de abusos sexuales a un menor contra el arzobispo McCarrick, declaré públicamente que nunca habían llegado a mis oídos rumores de tal acusación. Esta afirmación la hice en el contexto de las acusaciones de abuso sexual de menores, que en ese momento era el centro del debate y la atención mediática”, dice en la carta.

Y añade: “Aunque alguien podría interpretar mi declaración en un contexto diferente, la discusión pertinente sobre la conducta del arzobispo McCarrick hace referencia al abuso a menores”.

Es difícil determinar qué es más escandaloso, si el modo de Wuerl de resistirse con uñas y dientes a reconocer su engaño o el hecho de que no viera nada reseñable en el hecho de que el hombre más poderoso de la Iglesia americana, verdadero ‘hacedor de reyes’ responsable directo en el nombramiento de varios obispos, mantuviera relaciones homosexuales con jóvenes sacerdotes y seminaristas.

En cualquier caso, quizá el paso obligado para la prensa sea volver a preguntar a los cardenales Farrell, Cupich y Tobin, pupilos y protegidos de McCarrick que en su momento se confesaron anonadados por la sorpresa y aseguraron no haber oído tampoco el menor rumor, si se referían solamente al caso investigado de pederastia criminal, y estaban, en lo demás, al cabo de la calle sobre las andanzas del ex cardenal con jóvenes bajo su autoridad.

Carlos Esteban

martes, 15 de enero de 2019

El cardenal Cupich ‘suena’ para la Archidiócesis de Washington (Carlos Esteban)



El Vaticano calla ante la noticia de que el administrador apostólico de Washington y ex arzobispo, cardenal Donald Wuerl, mintió sobre lo que sabía de Theodore McCarrick, pero aumenta la presión sobre Roma para que se nombre pronto a un nuevo arzobispo. ¿Podría ser Cupich, para mantener la tendencia?
Es llamativo que de un Papa tan inconteniblemente locuaz, uno de los rasgos más notorios y que más peso está teniendo en su gobierno de la Iglesia sea el silencio. El silencio selectivo, meditado, deliberado; el silencio cuando el mundo entero -la Iglesia, al menos- espera una respuesta, alguna reacción. Es el silencio ante las Dudas de cuatro cardenales sobre puntos alarmantemente confusos de su exhortación Amoris Laetitia, el silencio anunciado ante las graves acusaciones vertidas por el arzobispo Carlo Maria Viganò en su célebre testimonioY, ahora, el silencio ante la evidencia de que el cardenal Donald Wuerl, a quien dejó como administrador apostólico de la primera archidiócesis de Estados Unidos, Washington, después de demorarse cuanto pudo en aceptar su renuncia por edad con tres años de retraso, mintió al decir que no había oído rumor alguno sobre los abusos homosexuales del ex cardenal McCarrick.
El asunto es gravísimo, entre otras cosas porque lleva a la lógica conclusión de que si Wuerl sabía -como se ha demostrado- y dijo no haber oído nada y se mostró sorprendidísimo, hay más razones aún para pensar que los pupilos de McCarrick, Kevin Farrell, Joseph Tobin y Blaise Cupich conocían el asunto y mintieron igualmente. Después de todo, la prensa dio por hecho en su día que los nombramientos de estos dos últimos se debían exclusivamente a la ‘longa manus’ del todopoderoso arzobispo emérito.

Pero de Roma no ha llegado una palabra, ni siquiera de los adláteres del Papa: silencio. Y eso que, incluso en las mejores condiciones, la archidiócesis de la capital no es una sede que pueda quedarse vacante mucho tiempo, y las quinielas que se hacen ya no resultan especialmente para Farrell.

Según Rocco Palmo, cronista que conoce los recovecos eclesiales como la palma de su mano, suena Cupich. Sí, parece bastante absurdo. El Papa se sintió obligado a aceptar la renuncia de Wuerl en medio de una fortísima campaña mediática, después de que el cardenal apareciese citado 68 veces en el informe del gran jurado de Pensilvania, y una campaña similar se ha montado ya para echar a Cupich de Chicago.

Cupich tiene un historial preocupante en el asunto que más se debate, el del encubrimiento de abusos sexuales clericales, llegando a reconocer que supo de algunos casos y que no hizo nada por denunciarlos, por no hablar de sus penosos intentos por quitar hierro a todo el escándalo alegando que el Papa tenía otras cosas más urgentes e importantes de qué ocuparse como… el medio ambiente.

De hecho, Palmo no cree probable que el Papa ‘se atreva’ a llevar a Cupich a Washington. Y, sin embargo, cuadra a la perfección con lo que sabemos de la política de nombramientos (y ceses) de Francisco. Para empezar, ya le ha nombrado coordinador y organizador del encuentro episcopal del mes que viene para tratar el asunto de los abusos, un espaldarazo que ha sorprendido a mucho e indignado a otros tantos.

Si la experiencia de estos casi seis años es una indicación, sabemos ya que Francisco aborrece que la presión pública condicione sus nombramientos. Rechazó hasta tres veces la renuncia que le presentó el obispo chileno Juan Barros, negándose a creer lo que voceaban todas las víctimas del pederasta padre Karadima en el sentido de que el obispo emérito de Osorno había sido cómplice pasivo del acusado. En el caso más reciente, Zanchetta, lo nombró obispo de Orán, en Argentina, apenas llegado al solio pontificio, aceptó su renuncia “por enfermedad” cuando las acusaciones de abusos amenazaban con hacerse públicas, y a pesar de estar acusado, entre otras cosas, y de ser un pésimo administrador, creó para él luego un cargo administrando las extensas propiedades vaticanas en la APSA.

Tampoco es exactamente un secreto que el Papa premia con nombramientos clave más la lealtad que la competencia, como puede verse en los casos del propio Zanchetta y de su confidente y compatriota Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández, a quien ha premiado con la Archidiócesis de la Plata pese a su exiguo y cuestionado historial eclesiástico.

Por último, y esto parece ya una verdadera maldición, el Papa parece tener especial querencia por prelados de oscuro pasado, conocidos por sus debilidades o de ortodoxia cuestionada: una vez más, Zanchetta, pero también su ‘hombre’ en Latinoamérica, el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, monseñor Battista Ricca, el cardenal Reinhard Marx, el propio cardenal McCarrick -a quien sacó del retiro para encomendarle delicadas negociaciones diplomáticas-, el cardenal Errazuriz y, en fin, otros tantos.

Carlos Esteban

lunes, 14 de enero de 2019

Francisco y los abusos sexuales. El Papa que sabía demasiado



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Desde hace tiempo el Papa Francisco ha dado ya a entender claramente cómo juzga y pretende afrontar la cuestión de los abusos sexuales entre los ministros sagrados. Como un problema no primariamente de sexo sino de poder, no de individuos, sino de casta, la casta clerical.

Lo ha dado a entender en la carta que sobre esta cuestión ha dirigido al “pueblo de Dios” el 20 de agosto de 2018, en la que no habla nunca de “abusos sexuales” y basta, sino, al mismo tiempo, de “abusos sexuales, de poder y de conciencia”.

Lo ha ratificado en la carta del 1 de enero de este año a los obispos de los Estados Unidos, en la que vuelve a usar sistemáticamente la fórmula tripartita, pero cambiando el orden: “abusos de poder, de conciencia y sexuales”.

Lo ha vuelto a decir aún más explícitamente en el encuentro a puertas cerradas que tuvo en Dublín el 25 de agosto con los jesuitas irlandeses (ver foto), puntualmente transcrito y publicado por el padre Antonio Spadaro en “La Civiltà Cattolica” del 15 de septiembre. “El elitismo, el clericalismo favorecen toda forma de abuso. Y el abuso sexual no es el primero. El primero es el abuso de poder y de conciencia”.

También el documento final del sínodo del pasado mes de octubre, en los párrafos que se refieren a los abusos sexuales, ha hecho suyo este teorema de Francisco, atribuyendo la causa de todo al “clericalismo”, es decir, a “una visión elitista y excluyente de la vocación, que interpreta el ministerio recibido como un poder que hay que ejercer, más que como un servicio gratuito y generoso”.

En este cuadro de fondo, la convocación a Roma de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, programado del 21 al 24 de febrero, debería ser, en las intenciones del Papa, la puesta en juicio de una representación orgánica de la casta clerical, frente a la cual él se presentaría como autoridad alternativa e inmaculada, sólo al servicio de los sin poder y de las víctimas del poder.

Debería ser así, en el propósito de Francisco. Pero entretanto, los hechos evolucionan en la dirección contraria.

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El último hecho, del que Settimo Cielo ha informado hace pocos, días es el caso del obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta y de su asombrosa carrera hasta un alto cargo en la curia vaticana, a pesar de sus manifiestas pruebas de incompetencia y de poco fiar, y las denuncias presentadas contra él de abusos sexuales de una docena de seminaristas.

> Francisco de inocente a culpable. Malas noticias desde su Argentina

El caso Zanchetta es un ejemplo patente de aquellos “abusos de poder, de conciencia y sexuales” que Francisco tanto estigmatiza. Una pena que toda la carrera de este personaje sea fruto de la amistad y de la protección del Papa.

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Un segundo caso es el del ex cardenal Theodore McCarrick. La congregación para la Doctrina de la Fe –como ha revelado la Catholic News Agency el 7 de enero– casi ha terminado un proceso penal “administrativo”, más rápido y esencial que el canónico regular, sobre sus inmoralidades, recogiendo los testimonios de otras dos víctimas de las que abusó, incluso durante el sacramento de la confesión, cuando tenían 11 y 13 años, y de otros doce seminaristas, a los que obligó a prácticas homosexuales cuando era obispo en Metuchen y en Newark.

Es probable, pues, que antes del encuentro del 21-24 de febrero el Papa Francisco adopte en relación a McCarrick una ulterior y extrema sanción: la reducción al estado laical.

Pero también aquí continúa pesando sobre Francisco la responsabilidad de haber dado durante años protección y honores a McCarrick, incluso conociendo –como otros altos exponentes de la jerarquía, en este y en los dos pontificados precedentes– su reprobable conducta homosexual, decidiéndose a sancionarle sólo después de que salieran a la luz, hace pocos meses, sus abusos a menores.

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Un tercer caso se refiere al cardenal Donald Wuerl, hasta octubre pasado arzobispo de Washington y todavía administrador apostólico de la diócesis en espera del nombramiento del sucesor, al que Francisco ha dado las graciascon palabras conmovedoras de orgullo y aprecio por la “nobleza” de ánimo que ha mostrado –según el Papa– al hacer frente a las acusaciones de haber encubierto los abusos sexuales de los que tenía noticia; entre otros, los cometidos por McCarrick.

Efectivamente, el pasado junio Wuerl declaró que nunca había tenido conocimiento de los abusos de los que McCarrick estaba acusado, antes de que uno de ellos, cometido contra un menor, saltara a las noticias en la primavera de 2018.

Pero el 10 de enero de 2019, tanto la diócesis de Pittsburgh como la archidiócesis de Washington confirmaron que ya en 2004 Wuerl, entonces obispo de Pittsburgh, sabía de la mala conducta de McCarrick a través de un ex sacerdote de la diócesis, también él víctima de actos homosexuales por parte del mismo McCarrick y que había presentado una denuncia ante el entonces nuncio apostólico en los Estados Unidos, Gabriel Montalvo.

En el verano de 2018, el informe del gran jurado de Pennsylvania sobre los abusos sexuales del clero acusaba a Wuerl de haber dejado sin castigo varios casos de abusos cuando era obispo de Pittsburgh.

Después intervino, también contra él, el prestigioso ex vaticanista de “Newsweek” Kenneth Woodward que, en un informe publicado en la revista católica progresista “Commonweal”, escribió que la diócesis de Pittsburgh era conocida desde hacía tiempo como una de las más invadidas por sacerdotes homosexuales, a partir del que fue su obispo entre 1959 y 1969, John J. Wright, después cardenal y prefecto de la Congregación vaticana para el clero, que tenía un gran número de amantes jóvenes y del que Wuerl fue su secretario personal y, después, su sucesor.

Y, sin embargo, increíblemente, la palabra “homosexualidad” no aparece nunca ni en la carta de Francisco al “pueblo de Dios” del 20 de agosto de 2018, ni en su carta a los obispos de los Estados Unidos del 1 de enero de 2019, ni en su conversación con los jesuitas irlandeses. Como si este problema no existiera.

Cuando, al contrario, es precisamente la práctica homosexual el factor estadísticamente dominante entre el clero que abusa, en las últimas décadas. Que es exactamente lo que caracteriza el comportamiento de McCarrick, su práctica homosexual con jóvenes y muy jóvenes; de él se conocen sólo pocos casos de abusos contra menores, en cualquier caso, también ellos varones.

Esta deliberada eliminación del factor homosexualidad es el talón de Aquiles de la estrategia anti abusos de Francisco, como dos cardenales han denunciado hace pocos días.

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Los dos cardenales son los alemanes Walter Brandmüller, de 90 años, historiador de la Iglesia, anteriormente presidente del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, y Gerhard L. Müller, de 71 años, teólogo, anterior prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Brandmüller, en una entrevista del 1 de enero a KathNet y en otra del 4 de enero a DPA, ha insistido en que el problema de los abusos entre el clero es preeminentemente un problema de práctica homosexual. Y que hay que afrontarlo empezando con excluir a jóvenes homosexuales de la admisión al sacerdocio. Sobre todo teniendo en cuenta que la erosión en curso de la doctrina católica facilita una creciente justificación moral de la homosexualidad.

Estas declaraciones –repetidas en una sucesiva entrevista del 9 de enero a la edición alemana de Catholic News Agency– le han valido a Brandmüller una tempestad de reacciones indignadas, desde fuera y, sobre todo, desde dentro de la Iglesia.

Y esto ha inducido al cardenal Müller a intervenir de manera incisiva a través del portal LifeSite News el 7 de enero, con una declaraciones que suenan como una crítica directa precisamente al teorema del Papa Francisco, según el cual los abusos sexuales entre el clero son primariamente un producto del clericalismo, es decir, del abuso de poder de la casta clerical.

Escribe Müller:

“Cuando un clérigo comete el crimen de abuso sexual de un adolescente, los ideólogos no dudan en acusar a los sacerdotes en general o a ‘la’ Iglesia –como ellos dicen– de una manera teológicamente inconsistente. Este es el único caso en el que todavía se permite generalizar sin correr peligro, e incluso de presentar alegremente las propias fantasías de una culpa colectiva. Porque cuando un islamista comete un acto de terror, son exactamente estas mismas personas –con sus obtusos prejuicios contra el celibato y contra la despreciada enseñanza moral de la Iglesia– la que absuelven al islam de cualquier complicidad y que –justamente– defienden a la mayoría de los musulmanes pacíficos”.

Y continúa, alzando el tiro:

“Cuando un adulto o un superior abusa sexualmente de quien ha sido confiado a sus cuidados, su ‘poder’ es sólo el medio y no la causa de su acto malvado. Se trata efectivamente de un doble abuso, pero no se debe confundir la causa del crimen con los medios y las ocasiones para llevarlo a cabo, con la finalidad de descargar la culpa absolutamente personal de quien abusa, sobre las circunstancias o sobre ‘la’ sociedad o sobre ‘la’ Iglesia… La causa de la violación de la intimidad física y espiritual de la persona que le ha sido confiada es la voluntad de quien abusa para la propia satisfacción sexual. Hablar sin ton ni son del clericalismo o de las estructuras de la Iglesia como causa del abuso sexual es también un insulto a las muchas víctimas de abuso sexual fuera de la Iglesia católica, por parte de personas que no tienen nada que ver con la Iglesia y los clérigos”.

Sandro Magister

sábado, 12 de enero de 2019

Wuerl conocía las acusaciones contra McCarrick en 2004 (Carlos Esteban)



Un nuevo detalle crucial del Testimonio Viganò que se confirma: el cardenal Donald Wuerl, sucesor de McCarrick en Washington y aún administrador apostólico de la archidiócesis, sabía de la conducta escandalosa del ex cardenal al menos desde 2004.

Aunque, desde el estallido del escándalo en torno al defenestrado cardenal Theodore McCarrick, aún arzobispo emérito de Washington, su sucesor y aún administrador apostólico de la Archidiócesis de Washington, Donald Wuerl, ha insistido en que los cargos contra su predecesor fueron una absoluta sorpresa, ayer se supo que había recibido denuncias contra el prelado pederasta al menos desde 2004.

La diócesis de Pittsburgh ha confirmado que su entonces obispo Wuerl reenvió al nuncio apostólico en Washington una denuncia que implicaba a McCarrick por el sacerdote secularizado Robert Ciolek, extremo que ha confirmado la archidiócesis de la capital estadounidense, informa CNA.

La nota de la diócesis de Pittsburgh señala que Ciolek se presentó el noviembre de 2004 ante la oficina de supervisión diocesana para declarar sobre una denuncia por abuso contra un sacerdote de Pittsburgh. En ese encuentro, “Ciolek también habló de los abusos que había sufrido por parte del entonces cardenal Theodore McCarrick. Esta fue la primera vez que la Diócesis de Pittsburgh tuvo noticia de esta denuncia”, dice la nota, que añade: “Unos días más tarde, el entonces obispo Donald Wuerl elaboró un informe con la denuncia y lo envió al nuncio apostólico en Estados Unidos”.

Desde la archidiócesis capitalina confirman que Ciolek había pedido expresamente que su testimonio se reenviara al nuncio, solicitando quedar en el anonimato, como así se hizo. Posteriormente, sin embargo, el sacerdote secularizado ha dado su permiso a Pittsburgh para que se incluya su nombre en la nota.

En el verano pasado, primero con el estallido del escándalo del ex cardenal y luego con la aparición del Testimonio Viganò, en el que se aseguraba que Wuerl conocía las andanzas de McCarrick, Wuerl declaró en repetidas ocasiones que no le habían llegado ni tan siquiera “rumores” sobre la conducta homosexual predatoria del todopoderoso prelado.

En 2005, Ciolek había alcanzado un acuerdo extrajudicial de 80.000 dólares con tres diócesis de Nueva Jersey en conexión con denuncias por abusos sexuales que implicaban al arzobispo McCarrick y a un maestro de un colegio católico. Aunque se desconocen los cargos precisos contra el arzobispo emérito, parecen referirse a abusos que tuvieron lugar en la ya infame casa de la playa que poseía McCarrick en Nueva Jersey y en la que compartía cama con seminaristas ocasionales. En la documentación de los acuerdos extrajudiciales, por lo demás, se incluían referencias al obispo Wuerl y a la diócesis de Pittsburgh.

Todo esto es un desmentido directo de lo que ha sostenido hasta ahora Wuerl sobre el caso McCarrick. En una carta hecha pública el 21 de junio pasado, Wuerl se mostraba “conmocionado y entristecido” por las revelaciones sobre su predecesor y mentor. En ella subraya que “durante su mandato en Washington no se ha presentado alegación alguna -creíble o no- contra el Cardenal McCarrick”. Una nota recién publicada por la archidiócesis para salir al paso de las nuevas revelaciones se agarra como a un clavo ardiendo a ese “durante su mandato en Washington”, asegurando que Wuerl trataba de ser puntillosamente preciso.

El demoledor informe del gran jurado de Pensilvania, también este pasado verano de escándalos, citaba hasta 68 veces a Wuerl implicándole en encubrimiento de abusos clericales durante su mandato al frente de la diócesis de Pittsburgh, generando una presión sobre el cardenal que llevó a que el Papa Francisco aceptara su renuncia, presentada por edad tres años antes, si bien alabando su conducta y confirmándole como administrador apostólico de la archidiócesis capitalina en tanto se encuentra un sucesor.

Carlos Esteban

miércoles, 9 de enero de 2019

Brandmüller: el vínculo entre homosexualidad y abusos clericales está “estadísticamente probado” (Carlos Esteban)



El cardenal alemán Walter Brandmüller, uno de los dos supervivientes de los cuatro que presentaron sus Dubia al Papa, vuelve a ser objeto de críticas por reiterar lo obvio: los números prueban que existe realmente una relación entre la homosexualización del clero y la crisis de los abusos que vive la Iglesia.

“En el 80% de los casos de abusos en el entorno clerical, la víctima era un adolescente varón, no un niño”, ha vuelto a insistir el cardenal alemán Walter Brandmüller, en declaraciones a la agencia alemana Deutsche Presse Agentur (DPA). Eso prueba “estadísticamente”, añade, que existe una vinculación entre abuso y homosexualidad. De las declaraciones de Brandmüller se han hecho inmediato eco los grandes medios alemanes, informa Maike Hickson en LifeSiteNews, como Der Spiegel, Die Bild, Der Stern, Die Welt e incluso la web informativa de la Conferencia Episcopal Alemana, Katholisch.de.

Brandmüller denuncia la “hipocresía” de la opinión pública secular al fingir escándalo ante los casos aparecidos en prensa sobre sacerdotes pederastas, ya que “lo que sucede con los abusos en la Iglesia Católica no es distinto a lo que sucede en la sociedad en general”, no es en absoluto un fenómeno típicamente católico. Lo verdaderamente escandaloso, añade, es que la Iglesia no sea en esto diferente al mundo.

“Nada más alejado de la realidad que olvidar o elidir el hecho de que el 80% de los casos de abusos en el entorno eclesial implicaba a varones adolescentes, no niños”. Esa es una de las razones por las que, en la firme opinión del cardenal, los homosexuales no deberían ordenarse sacerdotes

“No solo es difícil superar una inclinación homosexual, sino que los sacerdotes tienen que ser padres. Quien emocionalmente no tiene la capacidad de desarrollar un amor humano normal y de asumir la responsabilidad de una familia encontrará del mismo modo dificultades como sacerdote”.

“Qué modo tan penoso de relativizar la culpa y difamar a los homosexuales por parte de la Iglesia Católica”, tuiteó desde su cuenta el director de Die Welt, Ulf Poschardt. Dentro de la Iglesia, el inefable ‘apostol de los LGTBI’, el mediático jesuita James Martin, no podía tampoco dejar pasar la ocasión de comentar: “Una vez más, falso. Ni la homosexualidad (ni el celibato) causan abuso. La mayor parte de los casos de abusos sexuales se producen en las familias, y nadie dice que la heterosexualidad (o el matrimonio) causen abusos. Estas declaraciones no llevan a soluciones, sino solo a más homofobia”.

¡Y pensar que hubo un tiempo en que los jesuitas eran famosos por su brillante argumentación! Martin tergiversa de un modo bastante inhabil. La homosexualidad, naturalmente, no causa por sí sola el abuso, y tampoco es eso lo que ha dicho Brandmüller, sino un conveniente ‘hombre de paja’: el cardenal ha hablado de que existe una relación, y esto parece innegable, dados los números. Si la homosexualidad en la población general se mueve, según todos los estudios recientes, por debajo del 5% y los casos de abusos homosexuales entre los conocidos entre el clero representan el 80% del total, una de dos: o la proporción de homosexuales en el sacerdocio es demencialmente más elevada que en la población general, hasta el punto de poder hablarse de ‘infiltración’, o debe de haber algún factor en la homosexualidad que predispone de forma más acentuada al abuso.

Eso, naturalmente, está lejos de significar que todos, o siquiera una mayoría de sacerdotes homosexuales abusen sexualmente de nadie. De igual modo, comparar a la población homosexual con la heterosexual en cuanto mayor o menor incidencia de abusos sexuales es tener una nula comprensión de las magnitudes relativas o, más probablemente, manipular de forma deliberada.

Carlos Esteban

martes, 8 de enero de 2019

El Opus Dei pagó 977.000 dólares a una víctima de abuso sexual del padre McCloskey (Carlos Esteban)



El Washington Post informa hoy que el Opus Dei pagó 977.000 dólares en 2005 a una mujer que alega haber sido objeto de atenciones sexuales impropias por parte del sacerdote de la Obra John McCloskey, conocido por su participación en la conversión de prominentes personajes de la vida pública norteramericana.

Otro sacerdote acusado de conducta sexual impropia, otra organización católica que paga una sustanciosa suma para que el asunto no llegue ni a los tribunales ni, sobre todo, a los medios. ¿Qué hay de especial en ello, a estas alturas? Lo especial es el personaje en el centro del caso, el padre John C. McCloskey, que es cualquier cosa menos un cura del montón.

McCloskey es lo más parecido a un ‘capellán de celebrities’ que puede darse, un sacerdote brillante y verdadero icono en sí mismo, al menos en la escena católica cercana al poder en Estados Unidos. La lista de políticos y prominentes comentaristas políticos a quienes evangelizó con éxito y en cuya conversión al catolicismo fue clave es impresionante, desde la vieja estrella del Partido Republicano Newt Gingrich hasta el director del consejo económico del presidente Trump, el comentarista político conservador Larry Kudlow, o el gobernador de Kansas, Sam Brownback, entre muchos otros.

Según la información publicada por el Post, la mujer víctima de la indebida atención de McCloskey era una alta ejecutiva católica con problemas matrimoniales que sufría una depresión, lo que le hizo buscar los consejos del sacerdote a través del Catholic Information Center de Washington D.C. La presunta víctima afirma que McCloskey la sometió a tocamientos libidinosos de los que, sintiéndose ella misma culpable, se confesó con el propio sacerdote.

Hay otras dos acusaciones contra McCloskey que el Opus Dei está investigando, una de ellas potencialmente “grave”. Según un portavoz del Opus Dei, tras discernir la credibilidad de la acusación apartó a McCloskey de Washington y le dio otras tareas. El caso se ha conocido ahora a petición de la víctima, que quiere que su caso sirva para que otras mujeres que hayan podido sufrir un acoso similar reúnan el valor para confesarlo públicamente. Por lo demás, declaró al Post estar muy satisfecha de cómo el Opus Dei ha gestionado todo el asunto y, de hecho, sigue implicada con la organización católica.

De hecho, la ‘desaparición’ de McCloskey de la escena capitalina a partir de 2005 fue comentada, después de una presencia tan brillante. Aunque las acusaciones que ahora se ventilan podrían no ser la única razón, ya que el sacerdote ha sido recientemente diagnosticado de Alzheimer en estado avanzado.

Monseñor Thomas Bohlin, vicario del Opus Dei en Estados Unidos, ha publicado una nota en la página web oficial de la Prelatura explicando detalladamente el caso, en la que hace referencia al hecho de que a McCloskey, en consideración a su alto perfil público, se le toleraba administrar el sacramento de la penitencia a mujeres fuera del confesionario, algo absolutamente vedado en la Obra.

Carlos Esteban

martes, 27 de noviembre de 2018

¿Trata Roma de evitar por todos los medios enfrentarse a la infiltración LGBT en el clero? (Carlos Esteban)



Desde el estallido de la crisis de abusos clericales este verano, todos los pasos dados por Roma, incluidos los silencios y la inacción, son inexplicables a menos que su objetivo sea evitar a toda costa enfrentarse al alarmante problema de la infiltración homosexualista en el clero católico.

El nombramiento del cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, como uno de los cuatro organizadores del encuentro de febrero dedicado a tomar medidas contra el encubrimiento de abusos clericales es ya un indicio enormemente llamativo.

¿Por qué Cupich? ¿Por qué no el cardenal DiNardo, presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos? En principio, es difícil pensar en un prelado menos adecuado para hacer frente a la crisis de abusos.

Esta crisis, recordemos, estalla a principios de verano con la noticia de que se ha admitido como ‘verosímil’ una acusación de abusos sexuales a un menor por parte del antaño todopoderoso cardenal Theodore McCarrick, aún arzobispo emérito de Washington. Y Cupich -al igual que Kevin Farrell en Dallas y Joseph Tobin en Newark- es inesperadamente elevado al arzobispado de Chicago, la tercera diócesis más importante del país, por consejo del propio McCarrick. Cupich no tenía demasiadas posibilidades, y ni siquiera aparecía en la terna presentada por la diócesis de Chicago a la Congregación de los Obispos; ni siquiera estaba entre los diez primeros de la ‘short list’ de candidatos a presidir la sede.

Y si elegir para hacer frente a una crisis iniciada -cronológicamente en la opinión pública, al menos- por el ex cardenal McCarrick a un prelado promocionado por el propio McCarrick puede parecer ya suficientemente desconcertante, por decir poco, su actitud, desde entonces, lo hace aún más difícil de entender.

Una vez más, al igual que Tobin y Farrell, Cupich ha sido extraordinariamente permisivo, por decirlo suave, con los sacerdotes homosexualistas de su archidiócesis

- Ha declarado públicamente en una entrevista que es partidario de dar la comunión a homosexuales ‘casados’ según el ‘matrimonio paritario’ impuesto por el Tribunal Supremo durante la Administración Obama. 
- Ha negado que la homosexualidad tenga nada que ver con la crisis de abusos, a pesar de los datos flagrantes de que más del ochenta por ciento de los casos denunciados tienen a un varón por víctima.
- Ha disculpado la pasividad de la Curia alegando que el Papa Francisco tiene una “agenda más amplia”, en la que citó no la evangelización o la salvación de las almas, sino el medio ambiente y la inmigración. 
- Ha tratado de enviar a un centro psiquiátrico a un párroco que permitió que sus feligreses quemaran una bandera arcoiris hallada por el sacerdote en su iglesia, testimonio de la misa progay de su inauguración.
- En la pasada asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos fue el único obispo que se apresuró a defender y elogiar la decisión vaticana de vetar la aprobación de medidas contra los abusos.
- Y, por si vale de algo, aparece mencionado expresamente en el Testimonio Viganò como uno de los prelados que está haciendo avanzar la agenda homosexualista en la iglesia americana.

En definitiva, si hay un hombre en la Iglesia que va a asegurarse en Roma el próximo mes de febrero que no se mente siquiera la homosexualidad del clero en relación con los abusos, ese es el cardenal Blaise Cupich

Pero, con ser una ‘pistola humeante’ bastante clara del interés vaticano por eludir la citada relación, no es en absoluto la única que apunta en esta dirección:
- Podríamos empezar con el propio veto a las medidas que iban a aplicar los obispos americanos, que incluía un panel de laicos dedicado a investigar acusaciones contra obispos y que se justificaba con el pretexto de que era mejor esperar a que en febrero se aprobaran medidas aplicables a toda la Iglesia. Eso no impidió ni a la Conferencia Episcopal Italiana ni a su homóloga francesa aprobar sus propios mecanismos ‘ad hoc’ con el placet de Roma, por no hablar de que, como expresó a un periodista el cardenal DiNardo, dice muy poco del súbito amor por la sinodalidad y la colegialidad de que hace gala Roma en estos días.
Pero las evidencias se acumulan y, lo que es peor, no aparece ninguna en sentido contrario. 

- Está el celebérrimo “¿Quién soy yo para juzgar?” del Papa en una rueda de prensa en el aire, que fue interpretado por los grupos LGBT de todo el mundo como un acercamiento evidente de Roma a sus tesis. 

- Y las palabras nunca desmentidas del Papa a Juan Cruz, víctima chilena de abusos, a quien aseguró que Dios le había hecho gay y así le quería. 

- Y el extraordinario favor mostrado a Monseñor Ricca, sujeto de escándalos homosexuales, a quien puso al frente de las finanzas de la Iglesia.

- También, aunque se rechace de plano la acusación de Viganò según la cual Francisco ‘levantó’ la sanción no formal que Benedicto XVI había impuesto a McCarrick, se desprende incluso de los desmentidos del cardenal Ouellet y otros que Roma conocía perfectamente las andanzas homosexuales del ex cardenal, y Francisco le sacó del ostracismo para confiarle delicadas misiones diplomáticas en Armenia, Arabia y China.

- Y, sobre todo, la propia interpretación que ha expresado y sostenido el Papa desde su primera reacción a los escándalos en Estados Unidos, su carta al pueblo de Dios, no solo no menciona en ningún momento la homosexualidad evidente de los autores de los abusos, sino que nombra un claro y único culpable, el ‘clericalismo’, un fantasma de vaga definición que, de tener alguna, debería ilustrarse con la negativa tajante a que los laicos puedan investigar a obispos.

- Cuando, acabando el verano y los medios católicos ardiendo con los escándalos, Roma dejó la solución para el próximo año, la noticia sonó a cruel sarcasmo, como si no hubiese la menor prisa para atajar este mal. Pero el nombramiento de Cupich confirma todo este tren de evidencias apuntando en la misma dirección y hacen casi imposible esperar que de la reunión de febrero vaya a salir otra cosa que la enésima maniobra de ofuscación para esquivar lo obvio. 
Carlos Esteban

domingo, 25 de noviembre de 2018

Ideología de Género׃ no pasa nada ¿o está pasando? Monseñor Aguer


Duración 6:29 minutos

O’Malley se atribuye en una nota la idea de la reunión episcopal de febrero (Carlos Esteban)



El cardenal arzobispo de Boston Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, ha emitido una nota saludando la formación del comité organizativo de la reunión episcopal del proximo febrero recordando que la idea fue suya.

“Me siento agradecido por el anuncio realizado esta mañana con respecto al comité organizador de la reunión para la protección de los menores en la Iglesia, que se llevará a cabo en Roma en febrero de 2019”, empieza la nota hecha pública por el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, aparecida en la página online de la Archidiócesis de Boston. “La propuesta de una reunión así partió de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, fue revisada por el Consejo de Cardenales y posteriormente aceptada por el Santo Padre. Me complace que se haya convocado por el Santo Padre y espero participar en él”.

Un resumen de ese primer párrafo podría ser: la reunión no fue una idea que se le ocurriera a Su Santidad, sino a mí, y aunque mi nombre no figure entre los elegidos para organizarla, espero que me dejen tener algún papel.

En los dos párrafos siguientes de túrgida prosa burocrática, que por la total ausencia a cualquier realidad sobrenatural o de fe podría ser perfectamente válida, cambiando “iglesia” y “católica”, para cualquier empresa, ONG o departamente estatal, se desmarca significativamente de la estrategia aparentemente elegida por Roma de dejar al laicado fuera de todo este asunto -al contrario de lo que pretendían los planes vetados de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos- y recuerda que toda solución a esta plaga pasa por “una alianza entre los laicos y el clero para responder a los errores del liderazgo episcopal haciendo a los obispos responsables de los crímenes contra niños y adultos vulnerables”.

O’Malley, que para muchos era la ‘Gran Esperanza Blanca’ para que Roma se tomara realmente en serio el asunto de los abusos, perdió buena parte de su credibilidad con el asunto de la carta de una víctima chilena que había entregado en mano o no había entregado en mano, según la versión que se quiera creer, al Santo Padre, y más aún cuando se supo que había ignorado otra misiva en la que se acusaba a McCarrick de abusos a seminaristas antes de que fuera aceptada como creíble la acusación de que había abusado de un menor.

A continuación, el comunicado en inglés:

I am grateful for the announcement made this morning regarding the organizing committee for the meeting on the protection of minors in the Church, to be held in Rome in February 2019. The proposal for such a meeting was developed by the Pontifical Commission for the Protection of Minors, was reviewed by the Council of Cardinals and subsequently accepted by the Holy Father. I am pleased that this meeting has been convoked by the Holy Father and I look forward to participating.

The role of the Pontifical Commission is to serve as an advisory body to the Holy Father, making recommendations on best practices for the universal Church for education and prevention programs regarding the crime of sexual abuse of minors and vulnerable adults. At the request of the Holy Father the Commission will assist and serve as a resource for the organizing committee.

Among the most important programs of the Commission has been its hosting of meetings between survivors and groups of newly named bishops. These meetings have inspired our view that calling the bishops to Rome for a similar high-impact meeting would be very important in addressing the clergy abuse crisis globally.

This is a critical moment for the universal Church in addressing the sexual abuse crisis. The February meeting will be an important moment for developing a clear path forward for dioceses around the world. We must continue to embrace and practice a commitment to zero tolerance, work for greater transparency including the release of names of clergy accused of abuse and encourage all religious orders to adopt a similar policy and cooperate with civil and legal authorities. Above all else, we must place the support and pastoral care of survivors first. This is a life-long journey that is now part of the fabric of the Catholic family and requires a partnership between the laity and clergy in responding to the failures of episcopal leadership by holding bishops accountable for the crimes against children and vulnerable adults.”

Carlos Esteban

sábado, 24 de noviembre de 2018

“El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte” (Maike Hickson)



El cardenal Gerhard Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), le ha concedido a LifeSiteNews una entrevista en la que analiza en profundidad los problemas de la actual crisis de abuso sexual clerical. En esta discusión sobre la crisis de los abusos, Müller no teme señalar que la Iglesia necesita abordar el problema de la homosexualidad practicada en las filas del clero, diciendo que “en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes”.

Afirma, sin embargo, que los líderes de la Iglesia católica todavía subestiman este problema. El prelado afirma: “Que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos”.

El cardenal Müller también desafía al Vaticano por no haber llevado a cabo investigaciones serias desde el principio, cuando surgieron los rumores sobre McCarrick, y dice que se necesita una disculpa pública. Escribe que “es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones”.

El Cardenal Müller critica como un “error desastroso” los cambios en el derecho canónico introducidos con el Código de Derecho Canónico de 1983: ahora, cuando se trata de delitos sacerdotales contra el Sexto Mandamiento, ya no se menciona la homosexualidad como delito y el conjunto de sanciones contra un sacerdote abusador es menos riguroso.

Volviendo al tema de la crisis de los abusos, el prelado alemán explica que, en la Iglesia, “no se quieren ver las verdaderas causas de esta parte de la crisis, por lo que las encubre con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral”. Llama a la ideología “LGBT” dentro de la Iglesia “atea” y añade, a la luz del reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, que el término “LGBT”, “no tiene lugar en los documentos de la Iglesia”.

Además, el cardenal Müller, a la luz de su gestión más estricta de los casos de abuso sexual cuando era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se pregunta si en el Vaticano había un lobby homosexual, que se alegró al ver que le despedían: “Podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones”.

Discutiendo las posibles razones de su repentino despido de la Congregación para la Doctrina de la Fe –sobre el que el Papa Francisco nunca le dio ninguna explicación-, el cardenal Müller reitera su defensa de la doctrina católica sobre el matrimonio con respecto a la exhortación post-sinodal del Papa Francisco, Amoris Laetitia. Dice: “Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales”.
El cardenal alemán recuerda el acertado papel del Papa como guardián de la fe cuando dice: “El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio”.


Entrevista completa con el cardenal Gerhard Müller


Maike Hickson (MH)Los obispos de los EE.UU. acaban de terminar su reunión de otoño en Baltimore, donde no se les permitió votar sobre las directrices nacionales relativas a la participación episcopal en casos de abuso sexual (ya sea por comisión, por omisión o encubrimiento), porque el Vaticano les dijo que no lo hicieran. Las nuevas directrices contenían un código de conducta y preveían la creación de un organismo de supervisión dirigido por laicos para investigar a los obispos acusados ​​de mala conducta. Muchos católicos en los Estados Unidos estaban esperando pasos concretos, y ahora están indignados. ¿Usted cree que esta decisión es sensata, o cree que los obispos de los Estados Unidos deberían haber podido establecer sus propias directrices y comisiones nacionales, tal como han hecho los obispos franceses este mes?

Gerhard Müller (GM): Se tiene que hacer una distinción estricta entre los delitos sexuales y su investigación por la justicia secular -a los ojos de la cual todos los ciudadanos son iguales (por lo tanto, una lex [ley] separada para la Iglesia Católica constituiría una contradicción al moderno estado democrático de la ley)-, y esos procedimientos canónicos para sacerdotes en los cuales la autoridad eclesial determina las sanciones por cualquier falta de conducta que contradiga diametralmente el ethos (conducta) sacerdotal. El obispo tiene la jurisdicción canónica sobre cada sacerdote en su diócesis, que está unida, en casos especiales, con la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma, que actúa por autoridad del Papa. Si un obispo no cumple con su responsabilidad, entonces el Papa puede considerarle responsable. Las conferencias episcopales pueden establecer pautas para la prevención y para los juicios canónicos, que le dan al obispo un instrumento valioso para su propia diócesis.

Necesitamos mantener las ideas claras en esta situación de crisis en los Estados Unidos. No tendremos éxito si utilizamos el linchamiento y la sospecha general contra todo el episcopado o contra “Roma”. No veo que sea una solución que los laicos tomen ahora el control sólo porque los obispos (como algunos creen) no son capaces de hacerlo con sus propias fuerzas. No podemos superar las deficiencias dando la vuelta a la constitución jerárquico-sacramental de la Iglesia. Catalina de Siena apeló con franqueza e implacablemente a la conciencia de los papas y los obispos, pero sin reemplazarlos. Esa es la diferencia con respecto a Lutero, debido al cual todavía sufrimos por la división del cristianismo. Sería importante que la Conferencia episcopal de los Estados Unidos asumiera su responsabilidad con independencia y autonomía. Los obispos no son empleados del Papa que están sujetos a directivas ni, como en el ejército, generales que deben obediencia absoluta al mando superior. Más bien, llevan junto con el sucesor de Pedro, como pastores nombrados por Cristo mismo, la responsabilidad de la Iglesia Universal. Pero de Roma debemos esperar que sirva la unidad en la Fe y en la comunión de los Sacramentos. Ha llegado la hora de colaborar para superar la crisis, y no de polarizar o transigir, lo que lleva a que en Roma se esté enojado por causa de los obispos de los Estados Unidos, y que en los Estados Unidos la gente está enojada por Roma.

MH: Una parte esencial de las discusiones durante la reunión de la Conferencia episcopal seguía siendo el escándalo McCarrick y cómo fue posible que alguien como McCarrick pudiera ascender a los niveles más altos de la Iglesia Católica en los Estados Unidos y, consecuentemente, con mucha influencia en Roma. ¿Cuáles son sus propias reflexiones sobre el caso de McCarrick y qué debería aprender la Iglesia del hecho de que había una red de silencio que rodeaba a un hombre que en su vida desafiaba constantemente las leyes de la Iglesia practicando la homosexualidad, seduciendo a los seminaristas que dependían de él induciéndoles al pecado y, lo peor de todo, abusando de menores?

GM: No lo conozco y deseo abstenerme de cualquier juicio. Espero que pronto haya un proceso canónico en la Congregación para la Doctrina de la Fe, también para aclarar los crímenes sexuales cometidos con jóvenes seminaristas. En mi época como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), nadie me dijo nada sobre este problema, probablemente porque temerían mí reacción demasiado “rígida”. El hecho de que McCarrick, junto con su clan y una red de homosexuales, haya sido capaz de causar estragos de modo mafioso en la Iglesia está relacionado con el hecho de haber subestimado la depravación moral inherente en los actos homosexuales entre adultos.

Incluso si en Roma, alguien supuestamente sólo escuchó algunos rumores, se tendría que haber investigado el asunto y verificar la veracidad de las acusaciones, absteniéndose de cualquier promoción episcopal [de McCarrick] a la importante diócesis de la capital [Washington, DC ] y de nombrarle cardenal de la Santa Iglesia Romana. Y cuando se sabe que se ha pagado dinero para silenciar el asunto -admitiendo, con ello, la admisión de sus delitos sexuales con hombres jóvenes-, cualquier persona razonable se pregunta cómo esa persona puede ser consejero del Papa con respecto a los nombramientos episcopales. No sé si esto es cierto, pero habría que aclararlo. Un mercenario ayudando en la búsqueda de los buenos pastores para el rebaño de Dios, es algo que nadie puede comprender. Es evidente que debe salir a la luz una explicación pública sobre estos hechos y las conexiones personales, así como también una respuesta a la pregunta de cuánto sabían las autoridades de la Iglesia involucradas en cada paso; dicha explicación podría muy bien incluir una admisión sobre una evaluación errónea de personas y situaciones.

MH: Durante los últimos cinco años, ¿ha sido usted testigo de casos en los que el entonces cardenal McCarrick recibió considerable influencia o misiones específicas por parte del Papa o del Vaticano?

GM: Como he dicho, no me informaron sobre nada al respecto. Alguien dijo que la Congregación para la Doctrina de la Fe era la única responsable del abuso sexual de menores, pero no de los adultos – como si los delitos sexuales cometidos por un sacerdote con otro sacerdote o con un laico no fueran también una violación grave de la fe y la santidad de los Sacramentos. Hice hincapié una y otra vez en que en ningún caso se puede tolerar la conducta homosexual de los sacerdotes; y que no se puede relativizar la moral sexual de la Iglesia porque haya una aceptación mundana de la homosexualidad. Hay que diferenciar entre conducta pecaminosa en un caso individual, un crimen y una vida vivida en un estado continuo de pecado.

MH: Uno de los problemas del caso McCarrick es que en 2005 y en 2007 hubo acuerdos legales con algunas de sus víctimas. Sin embargo, la archidiócesis de Newark -en ese momento guiada por el arzobispo John J. Myers-, no informó al público, ni a sus propios sacerdotes, sobre dichos acuerdos. Por lo tanto, retuvo información vital para quienes aún trabajaban con McCarrick o confiaban en él. Como hizo el cardenal Joseph Tobin, cuando se convirtió, en enero de 2017, en arzobispo de Newark. Que yo sepa, ni Myers ni Tobin han emitido una disculpa por esta omisión y ruptura de la confianza de sus sacerdotes. ¿Usted cree que la archidiócesis debería haber dado a conocer el hecho de la existencia de estos acuerdos legales, especialmente desde que, en 2002, la Carta de Dallas de los Estados Unidos había pedido más transparencia?

GM: Anteriormente, se suponía que uno podía resolver casos tan difíciles de manera tranquila y discreta. Sin embargo, el agresor también era capaz de seguir abusando de la confianza de su obispo. En la situación actual, los católicos y el público tienen el derecho moral a conocer estos hechos. No se trata de acusar a alguien, sino de aprender de los errores.

MH: ¿Se puede resolver un problema moral de este tipo estableciendo nuevas pautas, o necesitamos que haya, en la Iglesia, una conversión más profunda de los corazones?

GM: El origen de toda esta crisis radica en la secularización de la Iglesia y en el hecho de haber reducido al sacerdote a un papel de funcionario. El ateísmo se ha extendido dentro de la Iglesia. De acuerdo con este espíritu maligno, la Revelación concerniente a la fe y la moral se está adaptando al mundo sin Dios para que ya no interfiera con una vida de acuerdo con las propias lujurias y necesidades. Sólo un 5% de los delincuentes aproximadamente son considerados pedófilos patológicos; la gran mayoría de los agresores han violado el Sexto Mandamiento por su propia inmoralidad y, por lo tanto, han desafiado, de manera blasfema, la Santa Voluntad de Dios.

MH: ¿Qué piensa usted de la idea de establecer una nueva ley de la Iglesia que proponga la excomunión de los sacerdotes abusadores?

GM: La excomunión es una sanción coercitiva y debe eliminarse de inmediato en caso de arrepentimiento por parte del agresor. Pero en el caso de abusos graves y otros delitos contra la fe y la unidad de la Iglesia, se puede imponer la destitución permanente del estado clerical, es decir, una interdicción permanente para actuar como sacerdote.

MH: El antiguo Código de Derecho Canónico de 1917 tenía un conjunto claro de sanciones impuestas a un sacerdote abusador, así como a un sacerdote homosexual activo. Estas sanciones concretas se han eliminado en gran medida en el Código de 1983, que es más vago y ahora ni siquiera menciona explícitamente los actos homosexuales. ¿Cree que, a la luz de la grave crisis de los abusos, la Iglesia debería volver a un conjunto más riguroso de sanciones automáticas en estos casos?

GM: Eso fue un error desastroso. Los contactos sexuales entre personas del mismo sexo contradicen completa y directamente el sentido y el propósito de la sexualidad como fundamento en la creación. Son la expresión de un deseo y un instinto desordenado, tal como es un signo de la relación rota entre el hombre y su Creador desde la caída del Hombre. El sacerdote célibe y el sacerdote casado en el rito oriental deben ser modelos para el rebaño, y también deben ser ejemplo de que la redención abarca el cuerpo y las pasiones corporales. El sentido y el propósito de la sexualidad no es la lujuria salvaje para su propio placer, sino la entrega personal y espiritual, en ágape, a una persona del otro sexo. Esto lleva a la responsabilidad por la familia y por los hijos que Dios ha dado.

MH: Durante la reciente reunión de Baltimore, el cardenal Blase Cupich declaró que uno debería “diferenciar” entre actos sexuales consensuales entre adultos y el abuso de menores, lo que implica que las relaciones homosexuales de un sacerdote con otro adulto no son un problema importante. ¿Cuál es su propia respuesta a este tipo de enfoque?

GM: Uno puede diferenciarlo todo -y entonces considerarse incluso un gran intelectual-, pero no un pecado grave que excluya a una persona del Reino de Dios, al menos no como obispo, que tiene el deber de no seguir las inclinaciones del mundo [“Zeitgeschmack“] y de defender, en cambio, la verdad de los Evangelios. Parece que ha llegado el momento “porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4: 3f).

MH: En su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe supervisó muchos casos de abuso sexual investigados por la Congregación. ¿Es cierto que la mayoría de las víctimas en estos casos eran adolescentes varones?

GM: Más del 80% de las víctimas de estos delincuentes sexuales son adolescentes del sexo masculino. Sin embargo, de esto no se puede sacar la conclusión de que la mayoría de los sacerdotes son propensos a la fornicación homosexual sino, más bien, que la mayoría de los delincuentes han buscado, en el profundo desorden de sus pasiones, a víctimas masculinas. Por conjunto de las estadísticas de delitos, sabemos que la mayoría de los abusos sexuales se cometen en el ámbito familiar; incluso de los padres hacia sus propios hijos. Pero no podemos concluir de esto que la mayoría de los padres son propensos a tales crímenes. Siempre hay que tener mucho cuidado en no generalizar a partir de casos concretos, para no caer en eslóganes y prejuicios anticlericales.

MH: Si éste es el caso -y el estudio de abusos sexuales hecho por los obispos alemanes, así como el Informe John Jay, mostró números similares-, ¿no debería la Iglesia tratar más directamente el problema de la presencia de sacerdotes homosexuales?

GM: En mi opinión, no existen hombres homosexuales, tampoco sacerdotes que lo son. Dios ha creado al ser humano hombre y mujer. Pero puede haber hombres y mujeres con pasiones desordenadas. La comunión sexual tiene su lugar exclusivamente en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Fuera de este ámbito, sólo hay fornicación y abuso de la sexualidad, ya sea con personas del sexo opuesto, o en la intensificación antinatural del pecado con personas del mismo sexo. Sólo el que ha aprendido a controlarse a sí mismo cumple también la condición moral para la recepción de la ordenación sacerdotal (véase 1 Tim 3: 1-7).

MH: Parece que tenemos una situación en la Iglesia en este momento donde aún no existe un consenso que reconozca que los sacerdotes homosexuales activos tienen una gran responsabilidad en la crisis de los abusos. Incluso algunos documentos del Vaticano todavía hablan de “pedofilia” o de “clericalismo” como el problema principal. El periodista italiano Andrea Tornielli incluso llega a afirmar que McCarrick no tuvo relaciones homosexuales, sino que se refería más bien a ejercitar su poder sobre los demás. Al mismo tiempo, tenemos a otros, como el padre James Martin, sacerdote jesuita que viaja por el mundo (e incluso fue invitado al Encuentro Mundial de la Familia en Irlanda) y que promueve la idea de “LGBT-Católicos”, e incluso afirma que algunos santos probablemente hayan sido homosexuales. Es decir, ahora hay una fuerte tendencia en la Iglesia a minimizar el carácter pecaminoso de las relaciones entre personas del mismo sexo. ¿Estaría usted de acuerdo y, de ser así, cómo se podría -y debería- remediar esto?

GM: Es parte de la crisis no querer ver las verdaderas causas y encubrirlas con la ayuda de frases propagandísticas del lobby homosexual. La fornicación con adolescentes y adultos es un pecado mortal que ningún poder en la tierra puede declarar que es moralmente neutral. Esa es la obra del diablo -contra el que el Papa Francisco a menudo advierte-, que declara que el pecado es bueno. “En los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego ...” (1 Tim 4: 1f). De hecho, es absurdo que, de repente, las autoridades eclesiales utilicen las consignas de combate de la Iglesia jacobinas, nazis y comunistas contra los sacerdotes ordenados sacramentalmente. Los sacerdotes tienen la autoridad para proclamar los evangelios y administrar los Sacramentos de la Gracia. Si alguien abusa de su jurisdicción para alcanzar metas egoístas, significa que no es clerical en una forma exagerada sino que, más bien, es anti-clerical, porque niega a Cristo que desea llevar a cabo su obra a través de él. El abuso sexual por parte de los sacerdotes es entonces, como máximo, llamado anti-clerical. Pero es obvio -y sólo puede ser negado por alguien que desea no ver-, que los pecados contra el Sexto Mandamiento del Decálogo provienen de inclinaciones desordenadas y, por lo tanto, son pecados de fornicación que le excluyen a uno del Reino de Dios, al menos mientras no se arrepienta y haya expiado su pecado, y mientras no exista la firme resolución de evitar dicho pecado en el futuro. Todo este intento de ofuscar las cosas es un mal signo de la secularización de la Iglesia. Se piensa como el mundo, no como Dios quiere.

MH: En el reciente Sínodo sobre la Juventud en Roma, se pudo escuchar un tono similar. El documento de trabajo utilizaba por primera vez el término “LGBT” y el documento final hizo hincapié en la necesidad de dar la bienvenida a los homosexuales en la Iglesia, e incluso rechazó “cualquier forma de discriminación” contra ellos. Sin embargo, dichas declaraciones ¿no socavan efectivamente la práctica permanente de la Iglesia de no contratar a homosexuales practicantes, por ejemplo, como maestros en escuelas católicas?

GM: La ideología LGBT se basa en una falsa antropología, que niega a Dios como el Creador. Como en principio es atea, o tal vez sólo tiene que ver con un concepto cristiano de Dios marginal, no tiene lugar en los documentos de la Iglesia. Éste es un ejemplo de la creciente influencia del ateísmo en la Iglesia, responsable de la crisis de la Iglesia durante medio siglo. Por desgracia, sigue actuando en la mente de algunos pastores que, en su ingenua creencia de ser modernos, no se dan cuenta del veneno que beben día a día y que luego ofrecen a otros para que beban.

MH: ¿Podemos decir que existe, actualmente, un importante “lobby gay” dentro de las filas de la Iglesia católica?

GM: No lo sé, porque esas personas no se muestran ante mí. Pero podría ser que les haya complacido que yo ya no tengo la tarea, en la Congregación para la Doctrina la Fe, de lidiar con los delitos sexuales, especialmente de los cometidos con adolescentes varones

MH: Recientemente usted reveló que mientras trabajaba en la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa creó una comisión que debía asesorar a la Congregación con respecto a posibles sanciones para los sacerdotes que habían cometido abusos. Sin embargo, esa comisión tendió a tener una actitud más indulgente hacia los sacerdotes abusadores, a diferencia de usted, que deseaba una laicización en casos graves (como el caso del padre Mauro Inzoli). Ahora bien, la revista jesuita America reveló el año pasado -en el momento de su despido de su cargo como prefecto de la Congregación-, “que varios cardenales le habían pedido a Francisco que eliminara al cardenal Müller de ese cargo porque tuvo, en varias ocasiones, públicamente desacuerdos, o se distanció de las posiciones del Papa, y sintieron que esto estaba socavando el cargo papal y el magisterio”. ¿Cree que hay una posible conexión entre sus propios estándares más estrictos y la actitud hacia los sacerdotes abusadores, y un grupo de cardenales cercanos al Papa, que desean un enfoque más indulgente? Si éste no es el caso, ¿todavía diría que usted fue destituido de su cargo debido a su defensa más firme de la ortodoxia?

GM: El primado del Papa está siendo socavado por los aduladores y los profesionales ambiciosos de la corte papal -eso es lo que el famoso teólogo Melchor Cano ya dijo en el siglo XVI-, y no por quienes asesoran al Papa de una manera competente y responsable. Si es cierto que hay un grupo de cardenales que me acusaron ante el Papa de la desviación de mis ideas, entonces la Iglesia está muy mal. Si éstos hubieran sido hombres valientes y rectos, habrían hablado conmigo directamente; y deberían haber sabido que yo, como obispo y cardenal, debo representar la enseñanza de la fe católica y no justificar las diferentes opiniones privadas de un Papa. Su autoridad está extendida sobre la Fe revelada de la Iglesia católica y no sobre las opiniones teológicas individuales de uno mismo o de sus asesores. Tal vez puedan acusarme de interpretar Amoris Laetitia de una manera ortodoxa, pero no pueden probar que me desvío de la doctrina católica. Además, es irritante que hombres sin educación teológica sean promovidos al rango de obispos, por lo que piensan que tienen que estar agradecidos al Papa y lo demuestran mediante una sumisión infantil. Quizás podrían haber leído mi libro El Papa. Misión y mandato (Herder Verlag; está disponible en alemán y español; actualmente se están realizando las traducciones al italiano y al inglés). Entonces podríamos continuar discutiendo cosas en ese nivel.

El Magisterio de los obispos y del Papa está bajo la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura y la Tradición, y le sirven a Él. No es en absoluto católico decir que el Papa, como persona individual, recibe directamente del Espíritu Santo la Revelación y que ahora puede interpretarla según sus deseos, mientras que todos los demás deben seguirle ciegamente y en silencio. Amoris Laetitia tiene que estar absolutamente de acuerdo con la Revelación, y no somos nosotros los que tenemos que estar de acuerdo con Amoris Laetitia, al menos no en la interpretación que contradice, de manera herética, la Palabra de Dios. Y sería un abuso de poder disciplinar a quienes insisten en una interpretación ortodoxa de esta encíclica y de todos los documentos magistrales papales. Sólo el que está en estado de Gracia puede también recibir fructíferamente la Sagrada Comunión. Esta verdad revelada no puede ser derribada por ningún poder en el mundo, y ningún católico puede jamás creer lo contrario o verse obligado a aceptar lo opuesto.

MH: ¿En qué campos usted, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más se oponía a las innovaciones que se propusieron para la Iglesia? ¿Qué parte de su testimonio cree que, mirando hacia atrás, contribuyó más a que le despidieran y le trataran de tal manera que ni siquiera le dieron una posición alternativa en el Vaticano?

GM: No me opuse a ninguna innovación o reforma. Porque reforma significa renovación en Cristo, no adaptación al mundo. No se me dijo cuál era el motivo de la no renovación de mi mandato. Esto es inusual porque el Papa, normalmente, permite que todos los prefectos continúen su trabajo. No hay ninguna razón por la que uno se atrevería a mencionarlo sin caer en el ridículo. Después de todo, no se puede afirmar, porque se estaría en total contradicción con el Papa Benedicto, que Müller carece de suficientes calificaciones teológicas, que no es ortodoxo o que es negligente en el enjuiciamiento de delitos contra la fe y en los casos de delitos sexuales. Es por eso que es preferible guardar silencio y dejarlo todo en manos de los medios progresistas de izquierdas para que hagan comentarios rencorosos y se regocijen.

MH: Algunos observadores actualmente están comparando su expulsión de su importante posición en el Vaticano -lo que ciertamente también se debe a su propia resistencia educada con respecto a la Amoris Laetitia-, con el trato indulgente que ha recibido alguien como el ex cardenal McCarrick. Incluso ahora, que aún ni siquiera ha sido reducido al estado laical, a pesar de su conducta criminal. Por lo tanto, a algunos les parece que los que intentan preservar la enseñanza católica sobre el matrimonio y la familia como siempre se ha enseñado, están siendo dejados de lado, mientras que los que están a favor de las innovaciones morales en este campo reciben un trato indulgente o incluso son promovidos -como, por ejemplo, el cardenal Cupich y el padre James Martin ¿Le gustaría hacer algún comentario al respecto?

GM: Todos pueden reflexionar sobre los criterios según los cuales algunos están siendo promovidos y protegidos, y otros están siendo combatidos y eliminados.

MH: En el contexto de la aparente supresión de los eclesiásticos ortodoxos y la promoción de representantes progresistas, el padre Ansgar Wucherpfennig, sacerdote jesuita, acaba de recibir del Vaticano el permiso para volver a su puesto como rector de la escuela de posgrado jesuita en Frankfurt, a pesar de que aboga por la ordenación femenina y la bendición de las parejas homosexuales. Incluso ahora se le pide que publique artículos sobre estos asuntos. ¿Qué comentaría usted sobre esto?

GM: Éste es un ejemplo de cómo la autoridad de la Iglesia Romana se socava a sí misma, y cómo el claro conocimiento experto de la Congregación para la Doctrina de la fe Fe se está dejando de lado. Si este sacerdote llama a la bendición de las relaciones homosexuales como el resultado de un mayor desarrollo de la doctrina, para la cual continúa trabajando, no es más que la presencia del ateísmo en el cristianismo. Teóricamente no niega la existencia de Dios, sino que más bien, lo niega como fuente de moralidad al presentar, lo que es un pecado, como una bendición ante Dios. Que el destinatario del Sacramento de las Órdenes Sagradas sea del sexo masculino no es el resultado de circunstancias culturales o de una legislación eclesial positiva pero cambiante, sino que se basa en la naturaleza de este Sacramento y su institución divina, así como la naturaleza del Sacramento del matrimonio requiere la diferencia de los dos sexos.

MH: En su opinión, ¿cree que la Iglesia se está acercando a tener un control suficiente y constante sobre la crisis de los abusos y ha encontrado las soluciones correctas? o ¿cuál cree usted que es hasta ahora el principal obstáculo para una mejora sustancial? ¿Cómo puede la Iglesia recuperar su confianza ante los ojos de las familias católicas?

GM: Toda la Iglesia, con sus sacerdotes y obispos, tiene que complacer a Dios más que al hombre. La obediencia en la Fe es nuestra salvación.


Publicado por Maike Hickson en LifeSiteNews. Traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.