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miércoles, 28 de abril de 2021

Arzobispo Chaput: «No tengáis miedo de morir. Tened miedo de no vivir realmente»



(CWR/Paul Senz) El arzobispo Charles J. Chaput, O.F.M. Cap., ha sido una voz prominente en la Iglesia durante décadas. Sacerdote capuchino, fue obispo de la diócesis de Rapid City (Dakota del Sur) de 1988 a 1997, cuando fue nombrado arzobispo de Denver, cargo que ocupó hasta 2011. Fue arzobispo de Filadelfia desde 2011 hasta su jubilación en 2020.

Creció en una zona rural de Kansas y es miembro de la Prairie Band Potawatomie Nation: es el primer arzobispo con sangre nativa americana y el segundo obispo nativo americano de los Estados Unidos. Ha sido sacerdote durante más de 50 años y ha realizado tareas como profesor de teología, párroco y administrador provincial. Entre estos cargos y sus nombramientos episcopales, Chaput tiene una amplia experiencia de la vida de la Iglesia en los Estados Unidos, lo que le ha dado una visión particular de muchos de los problemas a los que se enfrentan los cristianos en nuestra sociedad.

Es autor de numerosos libros, el último de ellos titulado Things Worth Dying For: Thoughts on a Life Worth Living (Henry Holt and Co., 2021), en el que explora cuestiones sobre la fe, nuestro anhelo de Dios, el individualismo moderno y sus ídolos, y cómo podemos discernir lo que es realmente importante.

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El arzobispo Chaput ha hablado recientemente con Catholic World Report sobre este nuevo libro.

Catholic World Report: ¿Qué le impulsó a escribir este libro?

Arzobispo Charles Chaput: No fue una idea mía. Fue Bill Barry quien me lo sugirió. Bill ha sido mi agente y amigo durante 14 años. Cuanto más pensaba en ello, más sentido tenía su propuesta. Todos morimos, pero no todos vivimos realmente, «vivir» en el sentido de comprometernos con las cosas que finalmente importan. Así que, ¿cómo podemos conseguirlo? Quería escribir sobre ello.

CWR: Nuestra cultura no suele dar ningún valor a la muerte; en consecuencia, el concepto de que haya cosas por las que merezca la pena morir resulta extraño para mucha gente. ¿Cómo puede merecer la pena morir por algo cuando damos tanta importancia a la protección y a la prolongación de la vida (para mucha gente, a toda costa)?

Arzobispo Chaput: Esa pregunta sólo tiene sentido si vemos nuestra mortalidad, literalmente, como un «callejón sin salida». Muchos de nosotros sufrimos un tipo de desesperación sutil. El miedo a la muerte es venenoso. Lleva a la gente a sumergirse en todo tipo de evasiones y distracciones. Y es comprensible. Nadie quiere morir, incluido yo. Pero lo haremos. No hay manera de evitarlo. Leon Kass, el gran bioeticista judío, plantea una pregunta en sus escritos: ¿Por qué querríamos vivir otros 50 o 100 años más de lo normal? ¿Cuál es el propósito? La fe proporciona una respuesta que da sentido a nuestros límites. La fe cambia toda la dinámica de nuestro tiempo en el mundo. Si creemos en un propósito superior para nuestras vidas, y ajustamos nuestras elecciones y acciones a la realidad de una vida después de la muerte, eso arroja una luz completamente nueva sobre nuestro tiempo aquí. Sustituye el miedo por la esperanza; y la esperanza nos libera y nos hace capaces de amar.

CWR: «Tu coche fúnebre no tendrá portaequipajes». Esta es una frase que atribuye a su padre, y creo que es muy útil para explicar esta cuestión: «no puedes llevarte nada contigo», como dice el refrán. ¿Cómo podría ayudar a nuestra cultura si todo el mundo entendiera esto?

Arzobispo Chaput: Jesús dijo: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Él encarnó la verdadera libertad porque se enfrentó y superó el miedo a la muerte, y al hacerlo nos liberó a todos para una vida nueva y eterna. Compara eso con la cultura que tenemos ahora. Como estadounidenses, nos enorgullecemos de nuestra nación como la tierra de los libres y el hogar de los valientes. Pero con demasiada frecuencia no somos ni lo uno ni lo otro. Estamos envueltos en distracciones y apetitos fabricados que nos asfixian y enervan. Si pensáramos más con claridad -no con morbosidad, sino con claridad- en nuestro fin, eso nos daría la sobriedad necesaria para cambiar el rumbo y perseguir las cosas correctas.

CWR: Como cristianos, como católicos, ¿tenemos una visión especial de aquello por lo que realmente vale la pena morir que no tienen nuestros hermanos no cristianos?

Arzobispo Chaput: Toda búsqueda seria de Dios tiene mérito. Pero no hay mejor explicación para el sentido de nuestras vidas que el cristianismo, y la razón es simple. Es verdad.

CWR: ¿Cree que la aparición de la COVID-19 el año pasado ha contribuido a la capacidad, o a la voluntad, de la gente de abordar cuestiones relativas a la mortalidad y a lo que es realmente importante en la vida?

Arzobispo Chaput: Para algunos ha sido así. Pero creo que la mayoría de la gente se ha centrado en tratar de evitar el virus, sin pensar mucho más allá de eso. Tal vez esté equivocado. Ojalá lo esté.

CWR: ¿Cómo le ha permitido la jubilación mirar esta cuestión de una manera nueva?

Arzobispo Chaput: Bueno, al menos para mí, el camino por delante es mucho más corto que antes. Eso sí que capta tu atención.

CWR: Como capuchino, ¿cree que la tradición franciscana (y específicamente capuchina) puede darnos una visión especial de las cosas por las que vale la pena morir?

Arzobispo Chaput: Sí, mucho. Los capuchinos fueron un movimiento de reforma dentro de la comunidad franciscana más amplia. Fueron un esfuerzo por purificar y volver al carisma franciscano original. Francisco amaba a los pobres, amaba la creación y amaba la mano de Dios en el mundo. Pero no había nada blando o indulgente en él. Exigía santidad en sí mismo y en sus hermanos. Conocía bien a la Hermana Muerte y entendía muy bien que para encontrarla con paz una persona necesita vivir para Dios y para los demás más que para sí misma.

CWR: En su ministerio sacerdotal y episcopal, es conocido por ser un defensor acérrimo de la verdad y predicador del Evangelio. ¿Se debe esto a que aprecia que son cosas por las que vale la pena morir?

Arzobispo Chaput: Ciertamente vale la pena vivir por ellas, porque son verdaderas y están llenas de libertad y alegría. Creo que cuando uno intenta realmente vivir según las convicciones en las que dice creer, cueste lo que cueste, hace maravillas.

CWR: ¿Hay algo más que quiera añadir?

Arzobispo Chaput: No tengáis miedo de morir. Tened miedo de no vivir realmente, de no vivir de una manera que nos conduzca, a nosotros y a los que amamos, a una eternidad de vida con Dios. La muerte no es el final. Es un comienzo. Es la puerta de entrada a un Padre que nos ama.

miércoles, 14 de abril de 2021

Sorpresa: las 15 monjas del Rito Antiguo se han ido

 ES NEWS


Las 15 Hermanas Carmelitas del Rito Antiguo que llegaron en 2017 desde Valparaíso (Nebraska), a Filadelfia con el fin de hacerse cargo del Carmelo local sobrepasado han abandonado abruptamente el monasterio y han regresado a Valparaíso.

Según publica el 12 de abril el sitio web nonvenipacem.com, las monjas partieron el 9 de abril por razones desconocidas. Desde que se hicieron cargo, todas las monjas originales del Novus Ordo de Filadelfia, excepto una, han muerto. La hermana sobreviviente se quedó atrás. El Carmelo de Filadelfia se fundó en 1902.

Las monjas de Valparaíso fueron invitadas por el anterior arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, porque el Carmelo de Filadelfia se enfrentaba a una dramática escasez de hermanas. Chaput fue sustituido en febrero de 2020 por el obispo seguidor de Francisco Nelson Pérez.

lunes, 22 de julio de 2019

Profesor de la jesuita Universidad Villanova tacha de ‘devotos cismáticos’ a tres obispos de EEUU (Carlos Esteban)



Massimo Faggioli, profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad Villanova de Filadelfia, ha calificado de “devotos cismáticos” a tres obispos norteamericanos -Charles Chaput, de Filadelfia, Joseph Strickland, de la diócesis texana de Tyler, y Salvatore Cordileone, de San Francisco, a quienes acusa de promover la oposición al Papa.

“Son devotos en el sentido de que despliegan públicamente su preferencia por una Iglesia tradicionalista y sus devociones, como el rosario”, explicaba Faggioli en un reciente artículo en La Croix. “Son cismáticos porque promueven abiertamente la oposición al obispo de Roma entre los fieles católicos”.

Faggioli, uno de los más expresos y locuaces defensores de los nuevos aires eclesiales, defiende sus tesis a partir del arzobispo Carlo Maria Viganò y su celebérrimo testimonio sobre el encubrimiento desde el Vaticano de las andanzas homosexuales del depredador ex cardenal Theodore McCarrick. El arzobispo, en paradero desconocido, termina su testimonio-denuncia pidiendo al Santo Padre que abdique y, así, en la retorcida lógica de Faggioli, cualquier obispo que reaccionara con la menor duda ante la infamia cometida por Viganò se hacía cómplice de ese acto de rebeldía.

Desde la publicación del citado testimonio han abundado las informaciones que parecen, en todo caso, confirmar todas las afirmaciones del arzobispo y, en cualquier caso, ninguna de ellas ha sido desmentida por los hechos y por prueba documental alguna. Uno pensaría que citar la conducta hasta entonces impecable del ex nuncio vaticano en Estados Unidos, como han hecho estos obispos, o exhortar vivamente para que se aclare de una vez este enojoso asunto con la apertura de los archivos vaticanos correspondientes no tendría que significar en absoluto solidarizarse con su recomendación final.

Carlos Esteban

jueves, 21 de febrero de 2019

También la cumbre sobre los abusos crea serios “Dubia”. La carta abierta de dos cardenales



> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

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Hasta hace un mes la doble finalidad de la cumbre que, desde el 21 al 24 de febrero, reunirá alrededor del Papa a los jefes de la jerarquía católica mundial, era la “la protección de los menores y adultos vulnerables», como escrito en la “carta al pueblo de Dios” difundida por Francisco el 20 de agosto.

Prueba de ello, “L’Osservatore Romano” del 11 de enero que, al final de la primera página de Andrea Tornielli, director editorial de todos los medios de comunicación vaticanos y portavoz del Papa, dejaba clara esta doble finalidad incluso en el título:

> Incontro tra Pastori…

Sin embargo, más tarde los “adultos vulnerables” desaparecieron de la agenda oficial de la cumbre. Y con ellos la cuestión de los abusos homosexuales contra jóvenes y muy jóvenes, a pesar de que estos constituyen estadísticamente la gran parte de los abusos cometidos por el clero.

En la abarrotada rueda de prensa del 18 de febrero, con la que se presentaba la cumbre (ver foto), el cardenal Blase Cupich, número uno de la comisión organizadora, insistió más bien en negar que la práctica homosexual sea la causa de los abusos, a pesar de haber dicho que la disminución de estos delitos en los últimos años en Estados Unidos ha sido también fruto de una investigación detallada de los aspirantes al sacerdocio, excluyendo los que eran “de riesgo”.

Es un hecho que se ha prohibido no sólo la cuestión de la homosexualidad en el clero, sino también la misma palabra “homosexualidad”, que no aparece en la mole de información sobre la cumbre que se ha puesto a disposición de todos los medios de comunicación del mundo:

> Incontro: La protezione dei minori nella Chiesa. Vaticano, 21-24 febbraio 2019

La eliminación de la cuestión de la homosexualidad de la agenda de la cumbre es claramente fruto de una decisión del Papa Francisco, el cual no ha escondido que está más que convencido que no se trata de abusos sexuales, sino de abuso de poder; no de personas individuales, sino de la casta, la casta clerical.

Pero muchos en la Iglesia dudan que todo deba reducirse al “clericalismo”.

No es la primera vez que Francisco hace surgir “dubia” en la doctrina, en la moral y en la praxis. Siguen siendo memorables los que denunciaron cuatro cardenal después de la publicación de “Amoris Laetitia”, y a los que el Papa nunca dio respuesta.

Y ahora, de nuevo, dos de esos cardenales, el alemán Walter Brandmüller y el estadounidense Raymond Leo Burke, han creído que era su deber salir a la luz pública con la carta abierta que publicamos a continuación, dirigida a los obispos que tomarán parte en la cumbre sobre “la protección de los menores”.

El suyo es un llamamiento urgente a no permanecer callados ante esa otra “plaga [que es] la agenda homosexual”, que ha invadido la Iglesia y que, en su opinión, es un abandono de la “verdad del Evangelio” y, por consiguiente, también está en el origen de la crisis de fe actual. En la cumbre de los próximos días se comprobará en qué medida será escuchado este llamamiento.

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CARTA ABIERTA A LOS PRESIDENTES DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES

Estimados Hermanos, Presidentes de las Conferencias Episcopales:


¡Nos dirigimos a vosotros con profunda aflicción!

El mundo católico está desorientado y se plantea una pregunta llena de angustia: ¿hacia dónde está yendo la Iglesia?

Ante la deriva que está en marcha, parece que el problema esté reducido al de los abusos de menores, un crimen horrible sobre todo cuando quien lo perpetra es un sacerdote pero que, sin embargo, es sólo parte de un crisis mucho más amplia.

La plaga de la agenda homosexual se ha extendido dentro de la Iglesia, fomentada por redes organizadas y protegida por un clima de complicidad y silencio. Las raíces de este fenómeno se encuentran, es evidente, en esa atmósfera de materialismo, relativismo y hedonismo en la que la existencia de una ley moral absoluta, es decir, sin excepciones, es puesta en discusión abiertamente.

Se acusa al clericalismo por los abusos sexuales, pero la responsabilidad primera y principal del clero no es el abuso de poder, sino el haberse alejado de la verdad del Evangelio. La negación, también pública, con palabras y hechos, de la ley divina y natural, es la raíz del mal que corrompe a determinados ambientes de la Iglesia.

Ante esta situación, hay cardenales y obispos que permanecen en silencio. ¿También vosotros permaneceréis en silencio con ocasión de la reunión convocada en el Vaticano el próximo 21 de febrero?

Formamos parte de quienes, en 2016, interpelaron al Santo Padre sobre los “dubia” que dividían a la Iglesia tras las conclusiones del Sínodo sobre la familia. Hoy, esos “dubia” no sólo no han recibido aún respuesta, sino que son también parte de una crisis de fe más general. Por tanto, os animamos a elevar vuestra voz para salvaguardar y proclamar la integridad de la doctrina de la Iglesia.

Rezamos al Espíritu Santo para que ayude a la Iglesia e ilumine a los pastores que la guían. Es urgente y necesario un acto resolutorio.
Confiamos en el Señor, que prometió: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).

Walter Card. Brandmüller
Raymond Leo Card. Burke

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La carta está disponible, además, en italiano, inglés, francés, alemán y portugués:

> Offener Brief an die Präsidenten der Bischofskonferenzen

> Carta Aberta aos Presidentes das Conferências Episcopais

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Ante la trascendencia de la cumbre vaticana del 21 al 24 de febrero, han publicado llamamientos análogos al de la carta de los cardenales Brandmüller y Burke los cardenales Gerhard Müller y Wilfried Napier, los arzobispos Charles Chaput y Carlo Maria Viganò y otros exponentes católicos de relieve, en un Simposium online promovido por el National Catholic Register:

> What Can We Expect From the Vatican Summit?

El portal español InfoVaticana ha publicado tres de estos llamamientos y en los próximos días publicará dos más:

https://infovaticana.com/2019/02/18/superando-una-crisis-de-credibilidad/

https://infovaticana.com/2019/02/18/una-mezcla-apropiada-de-indignacion-y-confianza/

https://infovaticana.com/2019/02/16/vigano-por-que-la-palabra-homosexualidad-no-aparece-en-los-documentos-recientes-de-la-santa-sede/

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Entre los organizadores de la cumbre asombra la ausencia de uno de sus creadores, el cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston y presidente de la comisión pontificia comisión para la protección de menores instituida en 2013 por el Papa Francisco.

Entre los participantes a la cumbre, O’Malley figura sólo como miembro del consejo de los cardenales que asisten al Papa en el gobierno de la Iglesia universal.

La frialdad entra el cardenal y Francisco ha sido el tema de un artículo de Francis X. Rocca en “The Wall Street Journal” del 14 de febrero.

martes, 30 de octubre de 2018

Arzobispos Chaput y Gracias: Sinodalidad anti-sinodal



El adjetivo “sinodal” se aplica a la decisión que se toma en un sínodo de la Iglesia. El sustantivo “sínodo”, en la Iglesia Católica, se refiere por antonomasia al “Sínodo Episcopal”, y se define como “una asamblea de obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos” [1]

Por lo tanto, el adjetivo “anti-sinodal” lo uso aquí para hacer referencia a una decisión que no surge de un sínodo de obispos, o que se toma en contra del sínodo, o alterando la esencia propia y el funcionamiento natural de un sínodo. 

Sirva esta introducción terminológica para ubicar en su correcto contexto histórico el concepto de “sinodalidad”, que el papa Francisco ha expresado que ha sido central en la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos, dedicada a “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, y que ha terminado en Roma este fin de semana. 

Efectivamente, el papa ha remarcado la centralidad de la “sinodalidad” entre los temas de este Sínodo, pero de ello los padres sinodales se han enterado el último día de la asamblea, cuando tuvieron el Documento Final en sus manos.

Antes de referirme al punto en cuestión, no quiero dejar pasar la ocasión para señalar la ridiculez que implica presentar el Documento Final, e incluso los textos de labor sinodal, sólo en idioma italiano[2], una lengua que habla sólo el 1% de la población mundial. 

Hubo obispos que reclamaron por la inmoralidad de hacerles votar por 'sí' o por 'no' sobre textos que no habían logrado entender cabalmente. Un detalle que vendría también a confirmarnos el carácter anti-sinodal de la tan declamada sinodalidad. 

El arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, al volver a su arquidiócesis, expresó: 
“Muchos de los obispos se sintieron frustrados por la falta de anticipos de traducciones para temas importantes en los que se esperaba que votaran. Como argumentó uno de los padres sinodales, en realidad es inmoral votar 'sí' en temas importantes si ni siquiera se puede leer y reflexionar sobre lo que dice el texto”.
La Iglesia tiene un lenguaje común: el latín; el problema es que pocos obispos lo dominan, pese a que el Código de Derecho Canónico les manda enseñarlo en los seminarios, de modo que los futuros sacerdotes “lo dominen”[3]. Pero ésta es una de las tantas exigencias que los obispos no cumplen, pese a que juran cumplirlas al ser consagrados o tomar posesión de una diócesis.

Permítanme citar nuevamente al arzobispo Chaput en una entrevista que publica First Things
“Muchos delegados también se mostraron sorprendidos y para nada felices con la introducción de la 'sinodalidad' como tema en una asamblea temática que había sido programada sobre los jóvenes. No es algo adecuado ni natural. La 'sinodalidad' tiene serias implicaciones. Merece una seria reflexión teológica y una discusión entre los obispos. Pero tal cosa no sucedió, lo que no parece ser coherente con una reunión del Papa y los obispos en un espíritu de colegialidad”. 
Esta indicación de mons. Chaput sobre la “anti-sinodalidad de la sinodalidad” es muy reveladora. Pero, en realidad, el arzobispo de Filadelfia no fue el primero que se refirió a ese dato contradictorio, que demuestra una vez más los modos absolutistas de este papa que, sin embargo dice trabajar por una Iglesia “sinodal”,“descentralizada” y “colegial”. 

Una vez más hay que decirlo: el Papa se manifiesta más en lo que hace que en lo que dice.

El primero que reveló la contradicción de la "sinodalidad anti-sinodal" fue el cardenal Oswald Gracias, de Bombay (India), quien fue uno de los redactores del Sínodo, quien dijo –hablando con el sitio CruxNow- que ha habido Obispos en el Sínodo que “se ofendieron a causa del nuevo lenguaje” utilizado en el borrador del documento final

El cardenal Gracias dijo que hubo “alguna resistencia” contra el documento, porque tiene mucho sobre “sinodalidad, cuando en realidad no hemos debatido sobre esto”, lo cual constituye una prueba que el documento sobre la “sinodalidad” fue escrito sin sinodalidad. 

Especialmente los obispos de países con presencia anglicana no se mantuvieron para nada convencidos. Señalaron que la “sinodalidad” podía ser vista como si la Iglesia se estuviera desplazando hacia un sistema de votación para instituir o crear discusiones similares al anglicanismo. Un fuerte opositor de la “sinodalidad” fue el cardenal liberal de Westminster, Vincent Nichols. Sostuvo que las Iglesias no-católicas han mostrado suficientemente que la “sinodalidad” simplemente “no funciona”.

De modo que tenemos aquí una anomalía del Sínodo que finalizó el domingo, una anomalía deliciosa, encantadora y ¡muy reveladora!: el caso es que los textos en el documento final del Sínodo que hacen referencia a los temas de la "sinodalidad" y el "discernimiento" no representan ni el pensamiento ni las deliberaciones de los Padres sinodales, sino que fueron incluidos por un par de secretarios nombrados por el papa Francisco. Es curiosa la paradoja, por supuesto con la contradicción que implica toda paradoja: que el tema de la sinodalidad, haya sido interpolado en el informe de las deliberaciones del Sínodo... por... una maniobra claramente anti-sinodal. Pero eso no se puede hacer: vale decir, no puede hacerse algo tan anti-sinodal en defensa de una supuesta sinodalidad.

John L. Allen, volviendo a cerrar filas en defensa de lo indefendible, trata de justificar la contradicción ayer en CruxNow, pero sus argumentos son débiles (aunque no me detendré aquí a discutirlos[4]. No, en realidad no se puede pretender ser abanderados de la sinodalidad o la colegialidad (cosas por las cuales yo no daría mi vida, por supuesto), haciendo algo para nada sinodal. 

Entonces, hay que agradecer al cardenal Gracias por tal revelación quien, además, continuó señalando que simplemente no se puede decir que tal documento final sea sin más ni más "Magisterio, porque los documentos magisteriales deben redactarse con sumo cuidado
De modo que, para decirlo de una manera clara: este supuesto documento magisterial nació muerto". Ciertamente, debemos agradecer a Su Eminencia por su claridad de expresión.
El Magisterio de la Iglesia parece haberse convertido hoy en un pequeño y divertido juego político para ayudar al papa Francisco a avanzar en su agenda poco confiable, agenda papal que en no pocos puntos es coincidente con la agenda de los que hoy rigen el mundo
El Magisterio es algo que implica atar la conciencia de los fieles. Y esto nos dice mucho acerca de lo que está tan terriblemente mal en este pontificado y en este pontífice, quien parece creer poder tratar asuntos tan serios, relacionados con las almas de los fieles, con una ligereza absolutamente impropia de un Sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo.
Repito: no ha sido nada casual el reparo hacia el documento final de este Sínodo que han manifestado los obispos de los países con presencia de la Iglesia Anglicana. Es que ellos conocen bien a lo que lleva la “sinodalidad”, y hace ya tiempo que dejaron atrás, desengañados, el primaveral optimismo del post-Concilio Vaticano II. Pero, con el papa Francisco parece que el “espíritu conciliar” ha vuelto al centro de la escena.

La sinodalidad o, para decirlo crudamente, la Bergoglianidad, no hará nada para mejorar la reputación de la Iglesia. 
Los Sínodos como el que acaba de celebrarse, la sinodalidad, el discernimiento, el acompañamiento, el magisterio liquido o el ministerio petrino aunado con la agenda del Nuevo Orden Mundial, si se les da la oportunidad, simplemente reducirán la Iglesia Militante de Cristo a lo que el Anglicanismo ha llegado a ser en la actualidad: algo que casi ha desaparecido.
De nosotros también depende, en parte, que las fuerzas de la anti-Iglesia no tengan esa chance.

[1] Código de Derecho Canónico n. 342.
[2] http://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2018/10/27/0789/01722.html
[3] Código de Derecho Canónico n. 249.
[4]https://cruxnow.com/analysis/2018/10/28/if-bishops-summit-was-rigged-on-synodality-one-question-so-what/

miércoles, 10 de octubre de 2018

Escucha, acompañamiento, apertura y otros 'slogans’ (Carlos Esteban)



La primera semana completa del sínodo, en cuya misa inaugural el Papa nos advirtió que el discernimiento cristiano no es “un slogan”, cierra con algo muy, muy parecido al vacío acompañado de ‘slogans’.

Tres han destacado: acompañamiento, escucha y apertura. Nada que objetar a ninguno de los tres, salvo que uno debe saber a qué y cómo acompaña, qué escucha y a qué se abre. Es decir, que los tres conceptos están vacíos, no son nada en sí mismos y valen no ya para cualquier religión, sino para cualquier ideología.

En definitiva, en algún momento hay que definir realidades espirituales concretas que den sentido a ese acompañamiento -también se puede acompañar al infierno, por ponernos tremendos , a esa escucha y a esa apertura, o lo mismo será escuchar a un charlatán o abrirse al hedonismo.

No ayuda mucho a matizar que también nos aconsejara aprender de los jóvenes a “caer en posturas moralistas o elitistas”. Honradamente, no veo en qué sentido pueden ‘los jóvenes’ enseñarnos eso. Si hemos de juzgar por las redes sociales, donde los jóvenes tienen una presencia desproporcionada, no puede decirse que anden en general ayunos de ‘moralismo’, bien al contrario, aunque su moral no sea exactamente la católica.

De hecho, uno de los puntos fuertes de esta primera semana, llamémosle voz de alarma, ha sido la declaración del arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, cuando ha advertido contra esa manía, tan de electoralismo político, de halagar a los jóvenes insistiendo en que todos, incluso la Iglesia, tenemos que aprender de ellos. 
“Esto es halago vacío, y enmascara una pérdida de confianza adulta en la belleza y el poder perennes de las creencias que hemos recibido”, dijo. “En realidad, los jóvenes son demasiado a menudo productos de la edad, modelados en parte por las palabras, el amor, la confianza y el testimonio de sus padres y maestros, pero profundamente hoy por una cultura que es, a la vez, profundamente atrayente y esencialmente atea”.
Perfecto, salvo en el sentido de que Chaput parece estar tomándose muy en serio que muchos consideran una distracción o una coartada y que aburre profundamente a los periodistas destacados en el Vaticano, deseosos más bien de noticias sobre encubrimiento de abusos.

Si los jóvenes pueden tener algún interés en acercarse a la fe es porque buscan respuestas y certezas; quieren escuchar, mucho más que ser escuchados. Y, desde luego, con toda una sociedad de consumo que vocifera en sus oídos, lo último que necesitan es que se les anime desde la Iglesia a huir del ‘moralismo’ -de la moral cristiana, imaginamos- o a mostrar aún mayor apertura.

Nuestra sociedad camina a toda velocidad hacia la descristianización total, y en ese sentido se pueden establecer interesantes analogías con el principio de la predicación cristiana, los factores que hicieron que una extraña secta judía se extendiera por todo el sofisticado Imperio Romano hasta conquistarlo
Por supuesto que habría acompañamiento, apertura y escucha, pero con un contenido, y un contenido innegociable que cambiaba sus vidas radicalmente y por el que estaban dispuestos a morir. Y algo así es lo que necesitan, si no quieren, los jóvenes de cualquier época.
Carlos Esteban

jueves, 23 de agosto de 2018

El Washington Post pide abiertamente la renuncia del Papa por el caso McCarrick (Carlos Esteban)




El prestigioso diario americano ha pedido en sus páginas no solo que Wuerl, el Arzobispo de su ciudad, se retire por la gestión de los abusos clericales, sino también la renuncia del propio Francisco. Es, naturalmente, meterse donde nadie les ha llamado, pero es significativo que los aliados ‘mundanos’ de Su Santidad empiecen a darle la espalda.

Que un diario pida la dimisión del Papa debería ser más o menos indiferente para el fiel católico, una mera curiosidad para la prensa generalista, por muy importante y prestigioso que sea el medio. Pero puede ser muy significativo: Cuando se trata de una cabecera, The Washington Post, que se ha distinguido en la alabanza a Francisco y sus ‘nuevos aires’, la cosa tiene mayor importancia.

De hecho, no es una exageración decir que los grandes medios de Occidente han sido, casi desde el primer día, grandes valedores de este pontificado. Los mismos grandes diarios y cadenas de televisión que tuvieron a Juan Pablo II y Benedicto XVI en su punto de mira, y no con las mejores intenciones, han saludado con extraordinaria simpatía la mayor parte de las iniciativas más sonadas de Francisco. Incluso fue Persona del Año de la prestigiosa revista TIME a poco de iniciar su andadura papal.

Francisco puede haber sembrado la perplejidad y cierta confusión entre los fieles, o un sector significativo de los fieles, pero sus preocupaciones y declaraciones más conocidas estaban magníficamente alineadas con lo que los medios occidentales tienen por lo común como dogmas de la modernidad: las excelentes relaciones con la ONU, el entusiasmo por la inmigración masiva, la alarma ante el Cambio Climático y su mal disimulada antipatía por ‘populistas’ como Trump o Salvini.

Incluso el hecho de que haya dejado de insistir en todo aquello que en la doctrina católica resulta intolerable para la opinión publicada, desde ese “aborto por el que los católicos no debemos obsesionarnos” hasta el abierto y ambiguo “¿quién soy yo para juzgar?” sobre la homosexualidad, pasando por sus nombramientos y simpatías, todo ha logrado que ‘el mundo’ le haya acogido casi con veneración.

Por eso es significativo y alarmante lo del Washington Post. Después de todo, es el diario de la capital, la archidiócesis del malo principal de esta horrible pesadilla de abusos, el ex cardenal Theodore McCarrick, y ahora de uno de sus miñones, Donald Wuerl, citado numerosas veces en el informe del gran jurado de Pensilvania.

Encubrir el abuso de niños no puede dar buena prensa, es natural, y al Washington Post no le ha convencido la carta del Papa al Pueblo de Dios en la que confesaba “vergüenza y dolor”.

Se lee en el diario: Este horror tiene autoría, y entre los muchos nombres del escándalo se encuentra el de Wuerl. Y con el ‘mea non-culpa’ de “todo el mundo tiene la culpa” del Papa Francisco del lunes, su nombre también está en la lista. Wuerl tiene que dimitir. Y la iglesia estaría mejor con dos papas retirados y un nuevo hombre absolutamente dedicado a apoyar a los reformadores, no a suprimirlos”.

Por otra parte, el periódico ensalza la actitud de dos prelados estadounidenses contra la pedofilia. Precisamente dos prelados que han sido ‘castigados’ por Bergoglio sin capelo, a pesar de ser un clamor para el catolicismo estadounidense: El arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, y el de Los Ángeles, José Horacio Gómez, el primero por haber hecho un excelente trabajo investigando a la Legión de Cristo y el segundo por haber sido implacable con su predecesor, el encubridor cardenal Mahony a quien el Papa ha rehabilitado y encomendado responsabilidades públicas desautorizando al propio Gómez.

Debe de doler. Nada de esto, repetimos tendría otra importancia que la anecdótica si la Iglesia hubiera mantenido con el mundo -en su sentido teológico- las distancias que antaño se consideraban normales, en lugar de haber pisado el acelerador del ‘aggionamento’ iniciado con el Concilio Vaticano II, buscando el Papa convertirse, a lo que parece, en un líder mundial en tantas cosas que exceden, con mucho, su ministerio petrino.

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El artículo del WP a  continuación, traducido por InfoVaticana:

Las peticiones de que Donald Wuerl sea cesado como arzobispo de Washington y renuncie al Colegio de Cardenales de la Iglesia Católica Romana son proporcionales en su grado de indignación con su grado de decepción con el sacerdote fracasado.

Gracias a un gran jurado de Pennsylvania, ahora sabemos del mal que tuvo lugar durante su tiempo como obispo de Pittsburgh. La diócesis de Wuerl incluía el encubrimiento de un presunto círculo de pornografía infantil administrado por sacerdotes, incluidos sacerdotes que, según los informes, señalarían víctimas para otros depredadores mediante una cruz de oro. Si eso no es satánico, entonces la palabra no define nada.

Y Wuerl cubrió ese anillo. Y docenas de otros casos. Y permitió que los depredadores se sintieran libres de moverse por el país siempre que no pusieran en peligro su carrera. ¿El cardenal Theodore McCarrick apoyó a Wuerl como su sucesor en Washington, confiado en la capacidad de este último de guardar los pecados más feos debajo de la alfombra? No sería sorprendente.

De hecho, ya nada más nos sorprende. Aquellos de nosotros en la comunidad católica que le dimos a la iglesia una segunda e incluso una tercera oportunidad hemos quedado disgustados. Hubo una “Carta para la Protección de Niños y Jóvenes” de 2002 presentada por los obispos de los EE. UU. Hubo un “Informe sobre la crisis en la Iglesia Católica en los Estados Unidos” publicado en febrero de 2004. Tras su publicación, el comité de revisión de laicos designado por la iglesia que escribió el informe celebró un gran evento en el National Press Club. Yo fuí. Quería escuchar en persona que el cambio había llegado.

Algunos líderes intensificaron. El infatigable arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, recibió la tarea del Papa de investigar la Legión de Cristo, plagada de escándalos, y fue rastreada por él. El arzobispo José Horacio Gómez, de Los Ángeles, puso a su predecesor, Roger Mahoney, bajo lo que de hecho es un arresto domiciliario. En el otro lado de la moneda, el cardenal Bernard Law tuvo que huir del país y establecer su residencia en Roma hasta su muerte.

Pensamos que los encubrimientos habían terminado. Luego, el gran jurado de Pensilvania reveló que el conspirador más hábil resultó ser Wuerl, quien logró sus acuerdos de no revelación con las víctimas y sus depredadores, según el informe, tan bien que fue ascendido a ser el rostro de la iglesia en la ciudad más poderosa del mundo. Y su jefe en Roma escribió una insulsa carta el lunes asignando la responsabilidad colectiva de los crímenes y los encubrimientos a todos los fieles.

Para ser muy específico: al diablo con eso. No abusé de mis estudiantes de CCD (clases obligatorias de sábado o de lunes a viernes para los estudiantes que asisten a escuelas públicas) cuando les enseñé como voluntario en los años ochenta. No tuve un solo sacerdote o monja abusivo en 12 años de educación católica. Este horror tiene propiedad, y los muchos nombres incluyen a Wuerl. Y con el “todo el mundo tiene la culpa” del lunes, el “non mea culpa” del Papa Francisco, su nombre también figura en él. Wuerl necesita renunciar. Y la iglesia estaría mejor con dos papas jubilados y un hombre nuevo absolutamente dedicado a apoyar a los reformadores, no reprimiéndolos.

En la iglesia, a pesar de líderes como Chaput y Gómez, no se puede confiar para arrancar la podredumbre. Hay muy pocos como ellos y demasiada podredumbre. Debe haber otras 49 investigaciones generales de abogados estatales o, dado el movimiento interestatal de depredadores con la cooperación de la iglesia, tal vez una investigación del Departamento de Justicia conduzca a un decreto de consentimiento sobre prácticas que la iglesia está obligada a seguir cuando se descubre un pedófilo en su medio. No violaría la cláusula de ejercicio libre insistir en que cada obispo simplemente acepte seguir la ley.

Chaput siempre ha argumentado que si se extienden los plazos de prescripción para las víctimas de abuso religioso, deberían extenderse a todas las víctimas, y tiene razón. No es que Penn State University, la Universidad Estatal de Michigan y la Universidad del Sur de California -hogares de terribles escándalos de abuso- sean menos culpables que las diócesis católicas. Pero al menos esas tres instituciones no mantuvieron a sus presidentes cerca (aunque USC se tomó su tiempo para deshacerse de su presidente, para la desgracia y lesión de la universidad).

Cada día que Wuerl continúa en su trabajo hiere a cada víctima y cada católico. Socavó todo el trabajo de reforma que le precedió. Él estafó a sus colegas. Él engañó a la junta de revisión al evitar su mirada. El estafador debería haberse ido. Esta semana.

Carlos Esteban

sábado, 28 de julio de 2018

Bergoglio y la "communicatio in sacris" con los protestantes


El 15 de noviembre de 2015, en el templo luterano de Roma, a una mujer protestante que preguntaba si podía comulgar en Misa junto a su marido católico, Bergoglio respondió de modo tan ambiguo que dejaba entender que sí podía (cfr. la web “Settimo cielo”, 25 de mayo de 2018).

Después de dicha respuesta, la mayor parte de los Obispos de Alemania, en febrero de 2018, tomaron la decisión de admitir a la comunión eucarística también a los cónyuges protestantes. Algunos prelados (entre los cuales el cardenal de Colonia, Rainer Woelki) recurrieron a Roma, a la Congregación para la doctrina de la fe. Entonces, Francisco I convocó en Roma una cumbre de prelados vaticanos “expertos en ecumenismo” y de representantes alemanes, tanto del catolicismo como del protestantismo. El 3 de mayo de 2018, la cumbre terminó, por voluntad de Bergoglio, con la orden dada a los Obispos alemanes de “encontrar, en espíritu de comunión eclesial, un resultado, si es posible, unánime”. Pero, como un acuerdo semejante no es posible, dio prácticamente vía libre a todas las posiciones en contraste. Todo es lícito. Como la cuestión es muy grave, el cardenal holandés Willem Jacobus Eijk pidió aclararla y, junto a él, se hizo oír el arzobispo de Filadelfia, Carles J. Chaput (...)

[El artículo completo en Adelante la Fe, 4 julio 2018]

Aportamos aquí sus palabras:

“Quién puede recibir la eucaristía, cuándo y por qué, no son sólo preguntas alemanas. Si, como dijo el Vaticano II, la eucaristía es la fuente y el culmen de nuestra vida de cristianos y el sello de nuestra unidad católica, entonces las respuestas a estas preguntas tienen implicaciones para toda la Iglesia. Se refieren a todos nosotros. Y en esta luz, ofrezco estos puntos de reflexión y de discusión, hablando sencillamente, como uno de tantos obispos diocesanos:
  1. Si la eucaristía es verdaderamente el signo y el instrumento de la unidad eclesial, entonces, si cambiamos las condiciones de la comunión, ¿no redefinimos de hecho quién y qué es la Iglesia?
  2. Se quiera o no, la propuesta alemana hará inevitablemente esto. Es el primer estadio de una apertura de la comunión a todos los protestantes, o a todos los bautizados, ya que, al final, el matrimonio no es la única razón para consentir la comunión para los no católicos.
  3. La comunión presupone una fe y un credo común, incluida la fe sobrenatural en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía, junto a los siete sacramentos reconocidos por la tradición perenne de la Iglesia católica. Renegociando esta realidad de hecho, la propuesta alemana adopta una noción protestante de identidad eclesial. El simple bautismo y una fe en Cristo parecen suficientes, no la creencia en el misterio de la fe como es entendido por la tradición católica y por sus concilios. El cónyuge protestante ¿deberá creer en las órdenes sagradas como son entendidos por la Iglesia católica, que los ve lógicamente vinculado a la fe en la consagración del pan y del vino como cuerpo y sangre de Cristo? ¿O están sugiriendo los obispos alemanes que el sacramento de las órdenes sagradas podría no depender de la sucesión apostólica? En tal caso, afrontaremos un error todavía más profundo.
  4. La propuesta alemana rompe el vínculo vital entre la comunión y la confesión sacramental. Presumiblemente, dicha propuesta no implica que los cónyuges protestantes deban ir a confesarse los pecados graves como preludio para la comunión. Pero esto está en contradicción con la práctica perenne y la enseñanza dogmática explícita de la Iglesia católica, del Concilio de Trento y del actual Catecismo de la Iglesia católica, como también del magisterio ordinario. Esto implica, como efecto suyo, una protestantización de la teología católica de los sacramentos.
  5. Si la enseñanza de la Iglesia puede ser ignorada y renegociada, comprendida la enseñanza que ha recibido una definición conciliar (como, en este caso, en Trento), entonces ¿todos los concilios pueden ser históricamente relativizados y renegociados? Muchos protestantes liberales modernos ponen en discusión o rechazan o simplemente ignoran como bagaje histórico la enseñanza sobre la divinidad de Cristo del concilio de Nicea. A los cónyuges protestantes ¿se les exigirá creer en la divinidad de Cristo? Si necesitan creer en la presencia real de Cristo en el sacramento, ¿por qué no deberían compartir la fe católica en las órdenes sagradas o en el sacramento de la penitencia? Si creen en todas estas cosas, ¿por qué no son invitados a hacerse católicos como modo para entrar en una visible y plena comunión?
  6. Si los protestantes son invitados a la comunión católica, ¿los católicos serán todavía excluidos de la comunión protestante? Si es así, ¿por qué deberían ser excluidos? Si no son excluidos, ¿no implica esto que la visión católica sobre las órdenes sagradas y la válida consagración eucarística son, en efecto, falsas, y, si son falsas, que las creencias protestantes son verdaderas? Si la intercomunión no pretende implicar una equivalencia entre las concepciones católica y protestante de la eucaristía, entonces ¿la práctica de la intercomunión separa a los fieles del recto camino? ¿No es este un caso de manual de “causar escándalo”? ¿Y no será visto por muchos como un modo amable de engañar y de esconder enseñanzas arduas, en el contexto de la discusión ecuménica? La unidad no puede construirse sobre un proceso que oculta sistemáticamente la verdad de nuestras diferencias.
La esencia de la propuesta alemana de la intercomunión es que la sagrada comunión pueda ser compartida incluso cuando no existe una verdadera unidad de la Iglesia. Pero esto hiere el corazón mismo de la verdad del sacramento de la eucaristía, porque, por su misma naturaleza, la eucaristía es el cuerpo de Cristo. Y el “cuerpo de Cristo” es tanto la presencia real y sustancial de Cristo bajo las apariencias del pan y del vino, como la misma Iglesia, la comunión de los creyentes unidos a Cristo, la cabeza. Recibir la eucaristía significa anunciar de manera solemne y pública, ante Dios y en la Iglesia, que se está en comunión tanto con Jesús como con la comunidad visible que celebra la eucaristía”.

viernes, 25 de mayo de 2018

Chaput, sobre la propuesta alemana de intercomunión: ‘Implica una protestantización de la teología católica de los sacramentos’


Monseñor Chaput, arzobispo de Filadelfia

En los últimos meses, se ha intensificado el debate sobre la llamada “intercomunión”, planteado por las directrices de los obispos alemanes partidarios de que se admita a la comunión a los cónyuges protestantes de los católicos, y contra las que se han manifestado siete obispos alemanes. El arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, ha entrado también en el debate sobre la propuesta alemana sobre la “intercomunión”, advirtiendo en un artículo publicado en First Things de los peligros que implica para la Iglesia. Chaput explica que, quién puede recibir la Eucaristía, cuándo y por qué, no son meramente preguntas alemanas. “Si, como dijo el Vaticano II, la Eucaristía es la fuente y la cumbre de nuestra vida como cristianos y el sello de nuestra unidad católica, entonces las respuestas a estas preguntas tienen implicaciones para toda la Iglesia. Nos conciernen a todos”, ha señalado.

En este sentido, el arzobispo de Filadelfia ofrece unos puntos de reflexión y discusión y manifiesta que “la esencia de la propuesta alemana sobre la intercomunión es compartir la Sagrada Comunión incluso cuando no hay una verdadera unidad eclesial” y que esto “golpea el corazón mismo del sacramento de la Eucaristía, porque por su verdadera naturaleza la Eucaristía es el cuerpo de Cristo”.

Chaput también indica que “la unidad no se puede construir sobre un proceso que, sistemáticamente, oculta la verdad de nuestras diferencias” y advierte acerca del peligro y la tentación de engañar o de esconder enseñanzas difíciles en el contexto de la discusión ecuménica.

Sandro Magister recoge en su blog la intervención en “First Things” del arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, en relación con la propuesta alemana de intercomunión:

UN MODO AMABLE DE ESCONDER LA VERDAD

por Charles J. Chaput

Quién puede recibir la Eucaristía, cuándo y por qué, no son sólo preguntas alemanas. Si, como ha dicho el Vaticano II, la Eucaristía es fuente y culmen de nuestra vida como cristianos y el sello de nuestra unidad católica, entonces las respuestas a estas preguntas tienen implicaciones para toda la Iglesia. Nos afectan a todos. Y, a la luz de todo esto, ofrezco estos puntos de reflexión y discusión, hablando sencillamente como uno de los muchos obispos diocesanos:

1. Si la Eucaristía es verdaderamente el signo y el instrumento de la unidad eclesial, entonces, si cambiamos las condiciones de la comunión, ¿no estamos redefiniendo de hecho quién y qué es la Iglesia?

2. Intencionadamente o no, la propuesta alemana, de manera inevitable, hará precisamente esto. Es la primera fase de la apertura de la comunión a todos los protestantes, o a todos los bautizados, dado que el matrimonio, al final, no es la única razón para admitir a la comunión a los no católicos.

3. La comunión presupone una fe y un credo común, incluyendo la fe sobrenatural en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, junto con los siete sacramentos reconocidos por la tradición perenne de la Iglesia católica. Al renegociar este hecho, la propuesta alemana adopta una noción protestante de identidad eclesial. El simple bautismo y la fe en Cristo parecen ser suficientes, y no la creencia en el misterio de la fe tal como es comprendido por la tradición católica y los concilios. ¿Necesitará el cónyuge protestante creer en el sacramento del orden tal como lo entiende la Iglesia católica, para la que está lógicamente relacionado con la fe en la consagración del pan y el vino como cuerpo y sangre de Cristo? ¿O están sugiriendo los obispos alemanes que el sacramento del orden podría no depender de la sucesión apostólica? En tal caso, estaríamos enfrentándonos a un error aún más grave.

4. La propuesta alemana rompe el vínculo vital entre comunión y confesión sacramental. Presumiblemente, esa no implica que los cónyuges protestantes deben confesar los pecados graves como preludio a la comunión. Pero esto se contradice con la práctica perenne y la enseñanza dogmática explícita de la Iglesia católica, del Concilio de Trento y del actual Catecismo de la Iglesia católica, como también del magisterio ordinario. Implica, en sus efectos, una protestantización de la teología católica de los sacramentos.

5. Si la enseñanza de la Iglesia puede ser ignorada o renegociada, incluso una enseñanza que ha recibido una definición conciliar (como en este caso, en Trento), ¿entonces todos los concilios pueden ser históricamente relativizados y renegociados? Muchos protestantes progresistas modernos cuestionan, o rechazan, o simplemente ignoran como bagaje histórico la enseñanza sobre la divinidad de Cristo del concilio de Nicea. ¿Se exigirá a los cónyuges protestantes que crean en la divinidad de Cristo? Si es necesario que crean en la presencia real de Cristo en el sacramento, ¿por qué no deberían compartir la fe católica en el sacramento del orden o en el sacramento de la confesión? Y si creen en todas estas cosas, ¿por qué no se les invita a ser católicos como manera de entrar en una comunión plena y visible?

6. Si los protestantes son invitados a la comunión católica, los católicos ¿seguirán estando excluidos de la comunión protestante? Si es así, ¿por qué deberían ser excluidos? Si no lo están, ¿no implica esto que la visión católica acerca del sacramento del orden y la consagración eucarística válida es de hecho falsa y, si es falsa, que las creencias protestantes son verdaderas? Si la intercomunión no supone una equivalencia entre las concepciones católica y protestante de la Eucaristía, entonces la práctica de la intercomunión aleja a los fieles de la recta vía. ¿No es esto un caso de manual de “causar escándalo”? ¿Y no lo verán muchos como una forma educada de engañar o de esconder enseñanzas difíciles, en el contexto de la discusión ecuménica? La unidad no se puede construir sobre un proceso que, sistemáticamente, oculta la verdad de nuestras diferencias.

La esencia de la propuesta alemana sobre la intercomunión es compartir la Sagrada Comunión incluso cuando no hay una verdadera unidad eclesial. Esto golpea el corazón mismo del sacramento de la Eucaristía, porque por su verdadera naturaleza la Eucaristía es el cuerpo de Cristo. Y el “cuerpo de Cristo” es tanto la presencia real y sustancial de Cristo en las especies del pan y el vino, como también la propia Iglesia, la comunión de los creyentes unidos a Cristo, su cabeza. Recibir la Eucaristía significa anunciar de manera solemne y pública, ante Dios y en la Iglesia, que estamos en comunión con Jesús y con la comunidad visible que celebra la Eucaristía.

jueves, 24 de mayo de 2018

Cardenal Marx está insertando “una mentira”, según el arzobispo Chaput



Monseñor Chaput


El arzobispo de Filadelfia (Estados Unidos), Charles Chaput, criticó al cardenal de Múnich, Reinhard Marx, y a sus aliados, que pretenden “permitir” la Comunión a los protestantes.

Chaput escribe el 23 de mayo en First Things que es “una mentira ... insertar una falsedad en el momento más solemne del encuentro personal con Jesús en la Eucaristía”.

Sobre la Comunión a los protestantes dice Marx: “‘Estoy en comunión con esta comunidad’, cuando se puede demostrar que no está en comunión con esa comunidad.

Chaput debate seis puntos contra la Comunión a los protestantes:

1. Cambiar las condiciones para recibir la Comunión redefine quién y qué es la Iglesia.
2. La Comunión a los protestantes lleva a la Comunión a todos los no católicos.
3. La Comunión a los protestantes adopta la noción protestante de que es suficiente estar bautizado y creer en Cristo – sin creer en el Orden Sagrado.
4. La Comunión a los protestantes implica, implícitamente, que los protestantes no deben confesarse como preparación para recibir la Comunión.
5. Si en este caso se puede ignorar la enseñanza de la Iglesia, entonces se puede renegociar toda la enseñanza de la Iglesia.
6. La Comunión a los protestantes confunde al creyente, porque se pueden ocultar las diferencias entre la Iglesia y los protestantes.