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jueves, 15 de octubre de 2015

¿Le preocupa a Francisco la misericordia? (Michael Lorton, Adelante la Fe)


Un artículo de Michael Lofton sacado de la página web Adelante la Fe. No se trata de ir contra el Papa sino de aplicar la lógica aristotélica y el sentido común. Se trata de ver las cosas y no negar que tales cosas están ocurriendo. El juicio definitivo le corresponde siempre a Dios, pero eso no significa que tengamos que cerrar los ojos a la realidad y anular nuestra razón. Y si lo que vemos es blanco debemos de decir que es blanco; o negro, si es negro. 

Y esto independientemente de nuestras simpatías o antipatías. La verdad debe salir a relucir, caiga quien caiga. La autoridad papal, por ejemplo, no es un absoluto para un cristiano que lo sea de verdad. Por supuesto que tiene una obligación de respeto, de cariño y de veneración hacia la figura del santo Padre, cuando éste ha sido legítimamente proclamado como tal para representar a Cristo en la Iglesia. Pero lo que no se puede hacer es inclinarse ante la figura papal, haga lo que haga, por el mero hecho de haber sido elegido Papa. 

La Historia de la Iglesia es sabia. Y son varios los Papas "legítimos" que han actuado en contra de su propio rebaño, que es la Iglesia. Nos remitimos a los hechos; y no entramos en las intenciones. Y los hechos son lo que son. Un cristiano, que ame la verdad, porque ama a Jesucristo, no puede ignorarlos. Y al hablar de hechos hay que señalarlos todos, aunque parezcan -y de hecho, lo sean- contradictorios, pues está en juego la salvación de las almas. La institución papal, por ejemplo, hay que defenderla a capa y espada, pues fue instituida por Jesucristo: pero no nos confundamos. Una cosa es el Papado, en cuanto tal Papado, que es intocable ... y otra, muy diferente, los Papas. La fiabilidad de éstos depende de su fidelidad al depósito de la fe, que han recibido para transmitirla sin añadir ni quitar nada a ese depósito. 

Sólo si tenemos claras las ideas, en este sentido, podremos hablar con libertad, y sin ningún remordimiento de conciencia, acerca de lo que está ocurriendo hoy en el seno de la Iglesia ... y no nos importarán las críticas que puedan hacernos, pues todo hace pensar que estamos llegando a situaciones sumamente graves que amenazan con destrozar a la Iglesia Católica

Y como cristianos, que luchan en esta Iglesia militante, no podemos consentirlo. Dios nos pedirá cuentas acerca de lo que hemos hecho, en este sentido; y, sobre todo, de lo que no hemos hecho, si estaba en nuestra mano el poder hacer algo. Desde luego hay algo que todos podemos y debemos hacer: y es rezar, rezar insistentemente y con confianza. Está en juego la supervivencia del reinado de Cristo en la tierra. Y no debe de importarnos el jugarnos la vida, si es preciso, para que este reinado continúe, pues son muchas las fuerzas -y muy poderosas- las que amenazan con destruirlo. 

La frase, pronunciada por el papa Pablo VI, diciendo que "el humo de Satanás se ha infiltrado en la Iglesia", si era cierta cuando la dijo, hace cuarenta y cinco años, hoy lo es mucho más: es el mismo Satanás quien está infiltrado en la Iglesia, como caballo de Troya. Y debemos luchar, con todas nuestras fuerzas, para que la propia Iglesia no se hunda, ella sola, en su propio seno, mediante luchas internas entre nuestros propios Jerarcas. 

El artículo que sigue simplemente refleja un aspecto de la verdad de lo que está ocurriendo. Y no hay que tener miedo de hablar y de expresarse, puesto que es la verdad la que nos hará libres (Jn 8, 32), según las palabras de Jesús. Si el Papa, como así ocurre, no procede conforme a la voluntad de Dios, dada la ambigüedad con la que habla, casi siempre, desde que fue elegido Papa, es nuestro deber, como hijos de la Iglesia, y siempre desde la caridad, hablar claramente y sin cortapisas, teniendo "in mente" siempre el verdadero bien de la Iglesia, que será también el bien del propio papa Francisco, aun cuando, para ello, tengamos que contradecirle, en aquellos casos en que no actúe como corresponde a un Papa. Claridad: ¡es necesaria! : "Sea vuestra palabra: "Sí, sí", "No, no". Lo que pasa de esto del Maligno procede" ( Mt 5, 37).  Estas palabras fueron pronunciadas por Jesús y dirigidas a sus discípulos.  

Insisto: es mucho lo que nos jugamos. La Iglesia está atravesando, sin duda, uno de los momentos más críticos de su Historia, si no el más crítico de todos. Y es nuestra labor, como cristianos, hacer todo lo que esté en nuestras manos para que las aguas vuelvan a su cauce. Por supuesto la oración, siempre la oración, una oración intensa dirigida a Dios, por medio de Jesucristo y de su santa Madre y Madre nuestra, la Virgen María. 

Sabemos que Él está más interesado que nosotros en que su Iglesia no desaparezca, pero ha querido contar con nosotros para esa labor. De manera que no tenemos otra salida que, una vez que hayamos hecho cuanto podamos (cada uno según sus posibilidades) ponernos con plena confianza en las manos del Señor

Tenemos la absoluta seguridad de que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16, 18), pero nos toca vivir en un tiempo de lucha a muerte contra el pecado que no solo no es condenado sino aplaudido por la sociedad e incluso por muchos eclesiásticos. 

Una prueba dura, sin lugar a dudas, pero también una ocasión estupenda que el Señor nos brinda para aquilatar nuestra fe. "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4). Un mundo que debe de ser vencido para poder ser salvado, aunque parezca una contradicción. Sin la Iglesia el mundo está completamente perdido ... y no sólo para esta vida. 

De ahí la necesidad de seguir el consejo del autor de la carta a los hebreos: "En vuestra lucha contra el pecado aún no habéis resistido hasta derramar sangre" (Heb 12, 4). Aunque no lo hagamos por nosotros debemos de hacerlo por nuestros hijos y por nuestros nietos. El mundo nos lo agradecerá ... aunque no en esta vida. 



El Santo Padre ha recalcado a menudo el mensaje de que algunos tienen que manifestar más misericordia en la Iglesia, y ese mensaje casi siempre se dirige a los católicos fieles. Una homilía reciente, predicada el segundo día del Sínodo de la Familia, reitera este mensaje, diciendo:

"Jesús también vivió este drama con los doctores de la Ley, que no comprendían por qué no les permitía apedrear a la mujer adúltera, por qué comía con publicanos y pecadores: no comprendían. No entendían la misericordia".

Es muy revelador que el Papa Francisco dijera cosas así después de la apertura del Sínodo, porque los liberales están intentando servirse del Sínodo como una oportunidad de acabar con la norma de la Iglesia de no administrar de la Sagrada Comunión a los adúlteros. Todo en nombre de la “misericordia”.

Sea como fuere, hemos llegado a un punto en el pontificado de Francisco en el que hay que preguntarse si al Santo Padre le importa de verdad la misericordia, ¿o es simplemente una excusa para permitir la liberalización de la fe? Aquí hay algunas preguntas que es necesario contestar para defender lo primero por encima de lo segundo.

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué continúa permitiendo que el cardenal Kasper proponga que les pueda dar la Sagrada Comunión a adúlteros impenitentes? ¿Cómo puede ser misericordia contribuir a la condenación de las almas? La misericordia, ¿no estaría más bien en rechazar semejante propuesta por el bien de las almas que se condenarán si reciben la Comunión indignamente (1ª Corintios 11,29)?

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué sigue dando al cardenal Danneels tanta influencia sobre la Iglesia, y más durante el Sínodo de la Familia? Es el mismo cardenal que
protege a pedófilos y respalda uniones de sodomitas. 

Es más, ¿por qué designó recientemente a monseñor Barros, que está acusado de encubrir casos de pedofilia (y de haber estado presente en un acto de dichas características), para la diócesis chilena de Osorno y luego tildó a los osorninos de tontos por objetar tal decisión? ¿Dónde está la misericordia para los que sufrirán abusos a manos de manos de sacerdotes que se sentirán más alentados aún a cometer actos pedófilos, en vista de que el Santo Padre valora tanto a quienes los protegen? ¿Dónde está la misericordia para esas posibles víctimas y para los fieles de Osorno?

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué continúa sembrando confusión en la Iglesia con discursos improvisados? Da igual que luego se puedan manipular sus palabras para darles un sentido ortodoxo; lo cierto es que la gente lo interpretó en un sentido destructivo, y el Santo Padre no dijo nada para aclarar lo que había dicho. Peor aún, de hecho lo ha agravado con su
comportamiento hacia los homosexuales. ¿A cuántas almas habrá llevado erróneamente a creer que la sodomía es aceptable después del escandalo del “quién soy yo para juzgar”? ¿Por qué no ha tenido la misericordia de advertirles claramente que la sodomía conduce al infierno? 

¿Dónde está la misericordia para los católicos que tienen que estudiar formas de justificar las improvisadas palabras del pontífice actual? 

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué no denunció de forma clara y contundente el aborto cuando se presentó ante el Congreso durante su viaje a EE.UU.? Su discurso fue ambiguo en extremo, y los partidarios del aborto lo pudieron acoger favorablemente. ¿Donde está la misericordia para las almas de los bebés que serán asesinados sin una clara denuncia del sucesor de San Pedro?

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué sigue predicando sobre la necesidad de
cuidar de la Tierra, en vez de cuidar de las almas predicando el Evangelio? ¿Ha afirmado claramente alguna vez Francisco que Dios manda “a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan” (Hechos 17,30) y “crean en el Señor Jesús” (Hechos 16,31) para salvarse?

¿Dónde está la misericordia para los millones de almas que van camino a la condenación eterna si no se arrepienten? ¿No es acaso la predicación de este Evangelio una obra de misericordia que tiene por objeto librar a los hombres de la esclavitud del pecado, de Satanas y de este mundo?

Si a Francisco le preocupa de verdad la misericordia, ¿por qué no suspende el Sínodo, excomulga a los herejes que están confundiendo a las almas, defiende la fe sin ambages y llama a todos los hombre en todas partes (Hechos 17,30) al arrepentimiento y a la fe en Cristo? Creo que a estas alturas ya conocemos la respuesta.


Michael Lofton

La nueva Evangelización (3): ¿Nueva Iglesia o Iglesia "nueva"[1]?


Anteriormente hemos visto cómo el cristiano y, de modo muy especial, el sacerdote, debe de ser para los demás, "el buen olor de Cristo". Si un cristiano refleja, en su propia vida, la vida de su Maestro, no cabe la menor duda de que serán muchos los que serán atraídos y se convertirán. Eso es lo que el mundo de hoy necesita: cristianos que se tomen en serio su ser de cristianos. Si actuásemos conforme a lo que realmente somos -hijos de Dios en Jesucristo- Cristo se haría patente en este mundo, que tan necesitado está de buenos pastores; de esos pastores que "huelan" a Cristo y no que "huelan" a oveja. Es a esos a los que seguirán las ovejas, porque su voz no les sonará "extraña". Los cristianos estamos llamados a ser "fermento" en la masa.  

Según Bernanos, la alegría es el verdadero secreto del cristiano ... una alegría que proviene del contacto íntimo y sincero con el Señor. Y para eso no se requiere "armar lío" sino estar más tiempo en intimidad con el Señor en la oración, para conocerlo mejor; y, a ser posible, hacerlo junto al Sagrario, donde Él se encuentra con Presencia Real:  un tiempo dedicado a la lectura meditada de los Evangelios y del Nuevo Testamento, que nos conducirá a querer al Señor de verdad, pues es ahí donde se encuentra su Palabra; y donde se encuentra Él mismo, realmente presente en la sagrada hostia. 


Tenemos todas las indicaciones de la Iglesia de casi dos mil años de historia (hasta el Concilio Vaticano II), es decir, tenemos el Magisterio de la Iglesia, que debemos de conocer para no incurrir en errores en nuestra lectura de los Evangelios: esto es lo que sucede en el caso de los protestantes, quienes interpretan los Evangelios a su manera, cada cual como mejor le parece, lo que no está en conformidad con el deseo del Señor: Él es la Verdad, y ésta no puede ser diferente para cada persona o no sería tal.


Por la gracia de Dios, que nunca apreciamos suficientemente, tenemos acceso a todo el tesoro de los Padres de la Iglesia así como a la recta interpretación de aquellos pasajes evangélicos controvertidos que pueden dar lugar a discusiones inútiles entre los cristianos ... y de ahí la necesidad -y la obligación- de conocer bien nuestra doctrina, la doctrina católica, la doctrina de siempre, aquella que sirve para todos los tiempos y para todos los lugares y culturas, manteniéndose siempre idéntica en lo esencial. Las palabras de Jesús son Espíritu y son Vida y siempre iluminan la mente y avivan el corazón para proceder como conviene; y para que no caigamos en el error ... y esto es así independientemente de la época en la que nos haya tocado vivir. Es preciso tener siempre "in mente" que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8)


Recordemos las palabras de Jesús: "Al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36).  Hoy, más aún que en tiempos de Jesús, la gente se encuentra también abatida, como "ovejas sin pastor", porque no reconoce en sus pastores a Jesucristo [al menos, no en todos ellos; hay que buscar con lupa para encontrar un pastor que sea, de verdad, un hombre de Dios ... pues eso es lo que las ovejas andan buscando en un pastor; y no otra cosa]. Lo que escuchan, sin embargo, son -con demasiada frecuencia- palabras meramente humanas ... y eso no les atrae. ¡No puede atraerles! 



Sólo la figura de Jesucristo, la verdadera, la de Jesucristo como verdadero Dios y como verdadero hombre, es atractiva en sí misma ... Por desgracia, se trata de una figura que en el mundo en el que vivimos se encuentra prácticamente desvanecida. Y esa es la razón por la que el mundo está triste, inconsciente -incluso- de su propia tristeza, lo que es aún más grave. ¡Qué pocos son los pastores que anuncian íntegramente el Evangelio de Jesucristo! Ciertamente que los hay, ..., o estaríamos perdidos del todo. Pero escasean ... y cada vez son menos. De ahí el mandato de Jesús a sus discípulos, al encontrarse con tanta gente necesitada ... ¡necesitada de la Palabra de Dios!: "La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2) ... porque esos son los verdaderos y los auténticos pobres, aquellos de los que nadie se acuerda, aquellos que desfallecen y mueren porque les falta esa Palabra, que es Vida, que son las palabras de Jesucristo. La gente no conoce a Jesucristo ... y por eso languidece y muere: vacío y hastío de la vida no son sino síntomas cuya raíz se encuentra en el desconocimiento del amor de Dios manifestado en Jesucristo.

Recordemos a María Magdalena, de pie, llorando junto al sepulcro de Jesús, porque no se encontraba allí el cuerpo del Señor. Entonces un hombre le pregunto: "Mujer, ¿por qué lloras?. ¿A quién buscas?" (Jn 20, 15a). Ella no sabía que era Jesús quien le estaba hablando, aturullada como estaba; y pensando que era el hortelano, le dijo: "Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré" (Jn 20, 15b). 

Toda la tristeza de María desapareció en el preciso momento en el que oyó pronunciar su nombre por Jesús: "¡María!" (Jn 20, 16a). ¡El amor, la ternura, con la que Jesús pronunció su nombre, fue más que suficiente, pues inmediatamente María Magdalena "volviéndose, le dice, en hebreo, '¡Rabboni!', que quiere decir 'Maestro' " (Jn 20, 16b). Eso -y no otra cosa- es lo que necesita nuestro mundo para salvarse: el encuentro íntimo -de tú a tú- con el Señor. Y no hay otro camino: "Yo soy el Camino" (Jn 14, 6). La gente que no conoce al Señor - o se separa de Él - se sitúa, por lo tanto, fuera del Camino y anda extraviada y perdida, viviendo una vida carente de sentido.


Hoy estamos acusando fuertemente, en el seno de la misma Iglesia, los resultados nefastos a los que han conducido las famosas "razones pastorales"  de acercamiento al mundo que dieron lugar al Concilio Vaticano II, hace ya cincuenta años, un Concilio que fue definido por el papa Juan XXIII como meramente pastoral


Siendo esto así, no deja de ser curioso, sin embargo, el valor, fuera de lo normal, que gran número de eclesiásticos, en el seno de la Iglesia, le atribuyen ... hasta tal punto de que pareciera que dicho Concilio es el único que ha tenido la Iglesia en sus dos mil años de historia: veinte Concilios más lo preceden; y éstos sí que fueron todos dogmáticos. Esa idea de la pastoralidad, en sí misma, sin tocar la doctrina, es exclusiva del Concilio Vaticano II. Pero aquí debemos de estar muy atentos: ¿en realidad, de verdad, no se ha modificado ningún punto doctrinal? ¿Es cierto que la doctrina católica no ha cambiado en nada? ¿Se puede afirmar que la Iglesia preconciliar y la Iglesia postconciliar son la misma Iglesia ... y que no ha habido ningún tipo de cambios en lo doctrinal? 


Bueno, en teoría, tal vez sí. El anterior Papa -y hoy cardenal Ratzinger, aunque mal denominado papa emérito- hablaba de una hermenéutica de la continuidad. Pero de una continuidad que él mismo negó cuando era cardenal, antes de ser Papa, y que siendo Papa no desmintió, pues afirmó que la Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre el mundo contemporáneo, que es el último de los documentos del Concilio Vaticano II,  es un auténtico Anti-Syllabus 


[Para que entendamos bien la gravedad de esa expresión, debemos de tener en cuenta que el Syllabus del papa Pío IX, redactado por el cardenal Antonelli, junto con la encíclica Quanta Cura, el 8 de diciembre de 1864, constituye un catálogo de los principales errores de aquella época, señalándose ochenta. Lo contrario de esos errores es la verdad católica. Y todos ellos fueron definidos también como tales errores, graves errores, en el Concilio Vaticano I; no de un modo meramente pastoral, sino dogmático. Siendo eso así su negación supone incurrir en herejía, ya que la Iglesia en su conjunto, con el Papa, a la cabeza, se ha definido sobre ellos con toda claridad. Sólo cabe el asentimiento a la Doctrina]


Y, sin embargo, esos errores condenados por el papa Pío IX corresponden, según el cardenal Ratzinger, a circunstancias históricas de aquellos tiempos que hoy han dejado de tener validez. Esto es historicismo puro. Pero entonces, ¿qué ocurre? ¿Estamos, entonces, en una Iglesia "nueva" que ya no es la misma de siempre? ¿Puede la Iglesia cambiar sus dogmas o, si se quiere, sus verdades fundamentales, admitidas a lo largo de toda su historia?. De ser así, ya no es una nueva Iglesia, adaptada a los tiempos, lo que tenemos ante nosotros... sino una Iglesia "nueva", en el sentido de diferente. Ya no estaríamos ante la Iglesia fundada por Jesucristo, sino ante una Iglesia racionalista, inventada por el hombre ... pero eso es otra cosa. 

Un vez realizada esa afirmación, de la que no se ha desmentido cuando era Papa, ¿cómo es posible afirmar que la Iglesia de hoy, la Iglesia postconciliar, es la misma que la Iglesia preconciliar? ... ¡Pero si se ha negado expresamente, al decir que la Gaudium et Spes es un contra-Syllabus! Dios nos pide que tengamos fe, pero no nos puede pedir que actuemos en contra de nuestra razón. No nos puede pedir que admitamos afirmaciones contradictorias. No nos puede pedir que digamos de algo que es negro y blanco al mismo tiempo. O es negro, o es blanco. No podemos negar, aunque queramos, el principio de no contradicción. Lo sobrenatural no anula lo natural, no es antinatural. La fe supone la razón y la perfecciona, pero no la destruye. 


Se nos quiere hacer creer que la Iglesia anterior al Concilio es la misma que la Iglesia posterior al Concilio, aunque todos los hechos indican que eso no es así. Si Jesucristo es la Verdad, la fidelidad a la verdadera Iglesia, a la Iglesia de siempre, pasa por la fidelidad a la verdad y a la razón. No se puede admitir lo que es irracional. Eso sí, dentro del máximo respeto y del cariño a la legítima Iglesia, aunque esta Iglesia se encuentre enferma, sobre todo en sus más altos grados de Jerarquía eclesiástica. Son éstos tiempos de prueba, pero la barca de Pedro no puede naufragar, a pesar de que todo parezca indicar lo contrario. 


Tal vez, un modo de explicarlo, para entenderlo, sería pensar en la trayectoria filosófica del cardenal Ratzinger: "Joseph Ratzinger es un pensador que depende por completo de los filósofos idealistas alemanes. Estudioso y entusiasta, desde sus años de Seminario, del agnosticismo de Kant (considerado el padre del modernismo), sufrió luego la influencia del idealismo de Husserl, del existencialismo de Heidegger, y de otros pensadores como Max Scheler (teoría de los valores, personalismo cristiano), Buber, etc. Aunque quizá habría que poner en primer lugar, dentro del terreno de las influencis, al historicismo de Dilthey, que ejerció un influjo capital en su pensamiento." (De la Gloria del Olivo (II), por el padre Alfonso Gálvez )

Es éste uno de los grandes males que afecta a la Iglesia de hoy: el historicismo (Dilthey), según el cual las verdades son relativas a las épocas. Y lo que en un determinado momento fue verdad en otro momento posterior deja de serlo; de modo tal que la verdad es una quimera. No tiene sentido hablar de verdad, puesto que dicha verdad es relativa al momento en el que ha sido pronunciada, pudiendo ser modificada en momentos posteriores; lo que valdría igualmente para todo lo dicho en el Concilio Vaticano II: dentro de unos años, lo que hoy se considerase "verdad", perdería toda validez ... y así indefinidamente: un relativismo absoluto, en el que la Palabra de Dios quedaría reducida a nada. Frente a esto están las palabras de Jesús: "El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). ¿A quién le hacemos caso?



(Continuará)