FUENTE: INFOCATÓLICA 


Estamos en plena “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos". Un afán encomiable, que debe anidar en el corazón de todo hijo de Dios, como anidaba en el de Cristo, su Hijo, que rezaba así: Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado(Jn 17, 21). Pero, para respetar la verdad de sus Palabras, Jesús reza esto pidiendo por los suyos: los Ápóstoles que tenía delante en la ültima Cena, personificando ellos a todos los que vendríamos después, generación tras generación. Y todos los días rezo por esta intención.
Ciertamente, las faltas de unidad que, a lo largo de los milenios, han llevado a que se hayan desgajado tantos sarmientos de la única cepa -la única Vid- que es Jesucristoson un grandísimo pecado, y un escándalo permanente, que han generado y siguen generando grandes males. Pero el pecado lo cometen, de entrada, los que se van: porque nunca hay razones para irse de la Iglesia, como nunca hay razones para abandonar a Jesús y pasarse al enemigo.
Aunque, si he de ser absolutamente sincero, tendré que decirles que, a mi, personalmente, me escandalizan mucho más las faltas de unidad -las “patadas"- que, como vemos por desgracia cada día, se dan actualmente en el seno de la Iglesia Católica: el “espectáculo” de unos miembros de la Jerarquía diciendo, en cuestiones de moral y de disciplina de los Sacramentos, exactamente lo contrario de lo que dicen otros, además de lamentable es maligno en sí mismo y, si no se ataja pronto, traerá nuevos desgarros -están ya ante nuestros ojos-, porque como nos advierte el Salmo: un abismo llama a otro abismo (Sal 42, 7).
Esto, a día de hoyescandaliza bastante más -al menos a mí, lo digo con absoluta sencillez- que unos hechos que ocurrieron, por ejemplo, hace 500 años. Hechos que, por cierto, se nos quieren  “re-inscribir” y “re-interpretar", cerrilmente, en contra de la realidad histórica, falsificando los hechos y su significado, así como sus consecuenciasy, para más inri, hacerlo en contra de la misma Iglesia Católica, que -por si alguno lo duda- fue la única ofendida, la única maltratada y la única abandonada: es decir, la única que sufrió. Porque es la única Madre y no hay otra.
No lo digo por decir. Empecé a leer el Documento que, con tal motivo -la Semana de Oración que nos ocupa- publicó la CEE, en línea -calcada- de lo que llegó del Vaticano. Y, lo he de confesar…: no pasé del primer párrafo. Se me atragantó la lectura, como si ya no fuese capaz de leer más: se me cayó de las manos. Algo así como cuando estás comiendo y, por lo que sea, te entran náuseas de repente, y se te quitan todas las ganas y dejas, claro, de comer. Pues igual. Y no pasé de ahí.
¿Qué pone, qué se lee ahí? El primer párrafo, después de unas premisas para presentar la Semana de Oración, va enseguida a que se cumplen los 500 años de la reforma protestante; es decir, aunque la CEE no lo dice: de los 500 años de aquel largarse Lutero -desafiante y soberbio, con un portazo y con el apoyo de parte del brazo político germano- de la Iglesia Católica que, hasta entonces, lo había cobijado maternalmente; y le había pasado ya unas cuantas, por cierto, y en honor a la verdad.
Pero cuando llegué a “se invita a las distintas Iglesias y comunidades eclesiales [o sea, católicas, a los católicos] a dar gracias a Dios por los dones espirituales y teológicos de la Reforma"; y cuando a renglón seguido añade que “los católicos somos invitados a conmemorar conjuntamente este aniversario con nuestros hermanos de las iglesias y comunidades eclesiales surgidas de la Reforma"… Pues, aquí lo dejé. Me saturé, por decirlo finamente.
pregunto a todo el que tenga a bien contestarme, incluida la CEE: ¿podría alguien señalarme algún “don espiritual y teológico” que, en relacion a la Iglesia Católica, hay -tiene- la Reforma en sí misma, y que atesora en su seno? A mi no se me alcanza.
Porque la verdad histórica -no la post-verdad de la post-historia-, de ayer y de hoy en relación a la ruptura que trajo la llamada -por ellos- Reforma Protestante no puede ser más negativa, empezando por las mal llamadas “guerras de religión” que ensangrentaron Europa, la empobrecieron, distrajo a España de América -de la colonización y de la evangelización-, el poder temporal de la Iglesia no sabía muy bien a qué carta quedarse, etc. Como fruto directísimo, “don espiritual y teológico", media Europa dejó de ser católica. Esto, resumiendo y por ayer.
Pero hoy, todo el desmantelamiento de lo cristiano -si es que aún conservaban algo, cosa que dudo- en el seno del mundo complejo y desnortado del protestantismo, desmantelamiento que se ha contagiado rapidísimamente a la Iglesia Católica -entre otras causas por las omisiones, activas y/o pasivas, de sus Pastores-, hasta el punto de sofocar lo católico en tantos sitios y personas…, todo eso ha venido -directamente- del mundillo de la Reforma en sus diferentes especies. Otro fruto directísimo, “don espiritual y teológico", de la Reforma.
Las complicidades dentro de la Iglesia Católica -que claro que las ha habido y que las hay- ni anulan, ni disminuyen, ni beatifican a la Reforma, aunque se nos quiera vender esa burra: son culpabilidades que se añaden a las primeras; y cada uno dará cuenta ante Dios de lo que ha hecho, lo que ha dejado hacer y lo que ha dejado de hacer.
Por poner unos ejemplos: la anticoncepción, el divorcio, el aborto, la aceptación de los “nuevos” modelos de familia, la homosexualidad como una forma más de ejercicio moralmente legítimo de la sexualidad, la demolición de los Sacramentos -del primero al último-, el libertinaje de la conciencia fuera de toda norma moral, la ideología de género, etc., etc., todo esto se ha enraizado primero en el mundillo luterano -y asimilados- y luego ha podrido el mundo católico. Esto como “fruto” -"don espiritual y teológico"- a día de hoy.
Entonces, ¿en la Iglesia Católica, y respecto a los 500 años de la desgracia luterana, qué hay que “celebrar"? ¿Las apostasías, las herejías, los pecados engendrados, las guerras…? O sea y para aclararme: ¿la víctima -la única victima: la Iglesia- tiene que “conmemorar” como un triunfo lo que como tal celebran sus verdugos? ¿A santo de qué?
¿Los padres buenos -y la Iglesia es Santa- tienen que celebrar que sus hijos, en contra de lo que han recibido de ellos, se hayan echado al monte? ¿Los padres abandonados tienen que conmemorar el abandono que sufren injustamente por parte de sus hijos?
Todo esto, ¿a qué “lógica” responde? ¿Podría alguien explicármelo con palabras que yo pueda entender? Intelectualmente, es una estupidez: “Vivimos en un mundo de estupidez", declaraba con sorna el amigo Bueno. Pero moralmente…, júzguenlo ustedes mismos.
Finalmente, ¿qué sentido tiene abogar por una “unidad” con los que están fuera -"hermanos separados"- cuando a los propios hermanos, a los que están viviendo bajo tu mismo techo porque son de tu misma familia, se les trata a patadas, se generan divisiones, y se les descalifica cuando opinan distinto a la linea “oficial” u “oficialista", porque esa línea es infumable? No es “católica", como no eran católicos los que han asimilado y lanzado al mundo toda esa basura.
No creo ni en el sentido ni en el sentimiento de los ecumenismos -y sus mariachis- que machacan a los de dentro y extienden sus brazos -"fraternalmente"- a los de fuera. Eso no es sano, porque no es verdad, no es auténtico, no es verdadero, no es católico.
Jesucristo, el Buen Pastor, antes de lanzarse a por la oveja perdida -que claro que se lanza: ¿cómo no iba a hacerlo?-, deja primero a buen recaudo a las que estaban con Él: no las deja ni a la buena de Dios ni a merced de los lobos. Luego si, luego ya se va a por la perdida, y no para hasta encontrarla y devolverla al redil. Otra forma de actuar no sería propia de Jesús, ni de ningún otro pastor; es más, en el seno de la Iglesia Católica sería ir en contra del ejemplo que Cristo mismo nos ha dejado.
¿Entonces? ¿Rezar por la Unidad de los Cristianos? Por supuesto. Pero sabiendo para qué y por qué se reza. Y ya "mezclar churras con merinas", y “qué bonito y qué bien todo” y “pelillos a la mar"… pues como que no. Es hasta zafio, bruto y, sobre todo, injusto: con Cristo, con su Iglesia, con sus hijos fieles, con sus mártires y confesores…, y con los mismos luteranos y demás asimilados.
José Luis Aberasturi