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viernes, 12 de julio de 2019

NOTICIAS VARIAS 12 de Julio de 2019




SECRETUM MEUM MIHI

Ordenación de hombres casados: “Francisco lanzó esa idea para verificar y que se estudie, no para toda la Iglesia”, card...

El Sínodo para la Amazonía como pretexto para cambiar la Iglesia, entrevista con el card. Gerhard Müller © Associated Pr...

Muere Vincent Lambert, declaración del portavoz interino vaticano y trino de Francisco en Twitter Infoma la agencia AFP,...

INFOCATÓLICA

La Conferencia Episcopal de Polonia apoya el coraje del empleado de IKEA despedido por citar la Biblia

Cataluña: la Generalitat ultima el decreto para retirar los conciertos a la enseñanza diferenciada

GLORIA TV

Cardenal vaticano: Muchas acusaciones de abuso “no son ciertas”

Brutal ataque mediático contra obispo “brutal”

Sacerdote reducido al estado laical vive como travesti

Vaticano está cultivando una nueva farsra: la farsa Orlandi

Cardenal Müller: Vaticano de Francisco quiere una “nueva Iglesia”

Entre bastidores. El fallido “regalo” de Francisco a los ucranianos

China viola el acuerdo. Un obispo se rebela

“Dubia” por el cardenal Zen sobre las orientaciones pastorales de la Santa Sede respecto al registr…

IOTA UNUM

Más sobre Neuman. Trileros

Selección por José Martí

El asesinato de Lambert, la iglesia de la estupidez, dos princesas desaparecidas en Vaticano, el desorden de Malta.



Lambert ha muerto en un hospital después de ser privado de la alimentación por orden de un juez. A esto estamos llegando. Somos capaces de legislar condenas que hacen temblar para proteger los huevos de una cigüeña y dejamos morir a un ser humano, tan persona como un señor migrante por lo menos, simplemente porque un juez decide que es una vida inútil. Si medimos la vida del ser humano por su utilidad nos veríamos obligados a suprimir a los niños, a los enfermos, a los ancianos y a … vete a saber hasta dónde.

Estamos en una sociedad que se descompone y esto no hay quién lo pare. El problema, como ha señalado con fuerza el cardenal Muller, no es que caemos en la herejía sino que estamos cayendo en la estupidez absoluta. 
En el pasado se consideraba que herejes sólo podían ser los varones porque eran los destinados a su pesar; y las pobres mujeres sólo podían ser brujas. 

Son muchos los que piensan que estamos entrando en un periodo de apostasía y de herejías sin fin, pero ante lo que nos enfrentamos es a una profunda y universal estupidez.
Leer los últimos documentos emanados por los órganos vaticanos, incluso con firma del Papa Francisco, como su máxima autoridad, produce en la mayoría de personas, humanas y algunas más, una profunda pereza. Se puede estar de acuerdo, o no, con cualquier cosa, pero lo que no es de recibo es caer en una argumentación de encefalograma plano que deja sin palabrasTantos puentes, muros, iglesias en salida, puertas abiertas, diálogos, tolerancias cero, amazonias, pampas, periferias, arco iris, calentamientos y , pueden sumar las mandangas que deseen, da una pereza intelectual sin límites. El mal se destruye a sí mismo pero la estupidez nace ya muerta y sólo puede servir para el humor y la ironía como única respuesta humana a tanto desatino.

Hoy están llenos los periódicos, y no digamos los programas de televisión en horarios de máxima audiencia, de la noticia de la apertura de las dos tumbas del campo santo teutónico en donde se presumía que se podía encontrar el cadáver de Emanuela Orlandi. En Italia es el caso de desaparición más conocido y famoso. Lo que ha sucedido ayer es otro signo de la ciudad sin ley en que se ha convertido el Vaticano. Se ordena, con argumentos desconocidos, abrir una sepultura. Como parece que nada es serio ni fiable, por si acaso, se ordena abrir dos, con el sólido argumento de que están cerca. En teoría debían estar ocupadas por dos princesas del siglo XIX que , según las lápidas, esperaban en el teutónico la resurrección. Por razones desconocidas y sorprendentes las princesas no están y no se sabe qué ha sucedido con sus restos mortales. Ahora estamos no ante una desaparecida sino ante tres, dos de ellas post morten y que, por tanto, ya no eran semovientes, lo que exige por su propia naturaleza la complicidad de los vivos o una intervención sobrenatural que adelante la resurrección de la carne. 

Muchas preguntas y pocas respuestas. Veremos cómo evoluciona todo esto pero apunta a que se complicará mucho más. Cuando le preguntaron a Juan XXIII cuántos trabajaban en Vaticano respondió con seguridad que ‘más o menos la mitad’. Han pasado algunos decenios y hoy el problema no es solamente que trabaja la mitad sino la chapuza general en la que vivimos todos los días, que hace añorar aquellos tiempos. Lo sucedido en el Teutónico es impensable en el rincón más profundo del planeta.

La Soberana Orden de Malta sigue sufriendo un profundo desorden. No acaban de superar la crisis de autoridad y siguen con un cáncer interno que, por ahora, se ha ocultado pero no solucionado.

Se dice, son esas cosas que se suelen atribuir a Julio Cesar o a Napoleón, que antes de declarar una guerra hay que despedir a los inútiles de tu ejercito porque, en caso contrario, la derrota es segura. Veremos hasta cuándo seguimos alimentando todos los días a los medios de comunicación con un torrente de estupideces.

Muchas gracias de nuevo a Paco Pepe por invitar a la lectura de nuestra Specola de ayer.

«…el que persevere hasta el final se salvará.»

Buena lectura.

SPECOLA

La joven generación, menos ‘tolerante’ con los LGTBI (Carlos Esteban)



Con pocas semanas de distancia han coincidido en prensa la aparición de dos estudios, uno británico y otro americano, cuyas conclusiones alarman a los comentaristas: el apoyo a la causa LGTBI, que no ha hecho más que crecer en las últimas décadas, muestra un parón cuando se consulta a la generación más joven.

El apoyo a la causa gay y sus derivados, que no ha hecho otra cosa que universalizarse socialmente en nuestro entorno desde que irrumpiera en la arena pública a finales del pasado siglo, muestra indicios de ralentizarse e incluso reducirse entre quienes se presume que son el sector más abierto y tolerante de la población: los más jóvenes.

El primer estudio, encargado por el grupo norteamericano defensor de los derechos de los LGTBI GLAAD a la empresa The Harris Poll fue hecho público a finales del mes pasado, y muestra que el número de americanos entre 18 y 34 que se sienten cómodos interactuando con gente LGBTQ cayó del 53% en 2017 al 45% en 2018, el único grupo de edad que muestra un declive, según el estudio anual de Aceleración de la Aceptación. Y cae, sobre todo, con respecto al 63% en 2016.

El segundo estudio, británico, revela que la aceptación de la homosexualidad activa podría haber tocado su techo, ya que la proporción de personas que dicen sentirse completamente cómodas con las relaciones sexuales entre hombres o entre mujeres ha caído por primera vez en más de tres décadas en Gran Bretaña.

Se trata en este caso de un informe parte del estudio de Actitudes Sociales Británicas (BSA), hecho público esta misma semana, en el que se explicita que el país ha alcanzado la cota máxima de aceptación y la está dejando atrás. De las personas consultadas, dos tercios dijeron que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo “no son nada malo en absoluto”, una opinión que el año pasado defendía un 68%, la primera caída desde 1987.

En el caso británico es fácil achacar parte de esa caída a la cambiante fisonomía demográfica de las islas, en las que aumenta desproporcionadamente una población de origen extranjero, en muchas ocasiones con una visión de la sexualidad marcadamente distinta de la que impera ya en nuestras sociedades.

No así en el caso americano, en el que además se insiste en esa paradoja de que sean los más jóvenes, tradicionalmente más abiertos a las novedades, quienes muestren una mayor inclinación hacia posturas consideradas ampliamente como “felizmente superadas”.


Carlos Esteban

El anticristo- Monseñor Fulton J. Sheen (1947)


Duración 19:16 minutos

Una homilía, pronunciada hace más de 70 años, y que vale perfectamente para los tiempos actuales. Ver el enlace a infovaticana Fulton Sheen: “Estamos al final de la cristiandad”

¿Se extingue en la Iglesia el principio de legalidad? (Roberto De Mattei)


Si el papa Francisco fuese imputado de un delito en cualquier parte del mundo por un juez, tendría que renunciar a su cargo de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y someterse al juicio de un tribunal. Ésta es la consecuencia lógica y necesaria de la  sonada decisión mediante la cual la Santa Sede ha despojado de la inmunidad diplomática al nuncio apostólico en Francia, monseñor Luigi Ventura, acusado de abusos sexuales. La Santa Sede podría haber destituido al nuncio de su cargo y, mientras la justicia francesa seguía su curso, iniciar una investigación canónica  sobre el particular, ofreciéndole todas las garantías. Ahora bien, la decisión de entregar al representante pontificio a un tribunal laico hace saltar por los aires la institución de la inmunidad diplomática, expresión por excelencia de la soberanía de la Iglesia y de su libertad e independencia. Esa misma inmunidad diplomática, dicho sea de paso, que se invocó para blindar los delitos cometidos por el limosnero del papa Francisco, cardenal Konrad Krajevski.
Esto ha sucedido en el contexto de una preocupante extinción de todo principio de legalidad en el seno de la Iglesia. El derecho es inherente a la Iglesia, que tiene una dimensión carismática y otra jurídica, indisolublemente ligadas entre sí, como el alma y el cuerpo. Eso sí, la dimensión jurídica de la Iglesia está ordenada a su fin sobrenatural y al servicio de la verdad. Si la Iglesia pierde de vista su fin sobrenatural, se convierte en una estructura de poder y la función eclesiástica se impone sobre la verdad y la justicia. Este concepto funcionalista de la Iglesia ha sido denunciado por el cardenal Gerhard Ludwig Müller en una reciente entrevista que le hizo Edward Pentin en el National Catholic Reporter. Monseñor Müller declaró que la llamada reforma de la Curia de la que tanto se habla en los últimos meses corre el riesgo de transformarla en una institución cuyo poder esté totalmente concentrado en la Secretaría de Estado, privando de sus competencias al colegio cardenalicio y a las congregaciones correspondientes : «Están convirtiendo –dijo– la institución de la Curia en una mera burocracia, en puro funcionalismo, en vez de en una institución eclesiástica».
Una de las maneras en que se expresa dicho funcionalismo es la instrumentación del derecho canónico para sancionar instituciones religiosas y sacerdotes que no estén dispuestos a tomar partido por el nuevo paradigma del papa Francisco. En el caso de las comunidades religiosas, la represión se hace por lo general mediante una intervención seguida de un decreto de supresión o de reforma total de la congregación, sin exponer motivos suficientes y expresado con frecuencia en una supuesta forma específica, o sea, con aprobación pontificia y sin posibilidad de apelación. Este procedimiento, cada vez más extendido, no contribuye desde luego a serenar los ánimos en una situación eclesial colmada de grandes tensiones. Y aun en el supuesto de que se descubran deficiencias humanas en el seno de algunas comunidades religiosas, ¿no sería mejor corregirlas antes que destruirlas? ¿Qué será de los jóvenes sacerdotes y seminaristas que habiendo decidido dedicar su vida a la Iglesia se ven privados de su carisma de referencia? ¿Qué misericordia se les brinda? El caso de los Franciscanos de la Inmaculada ha hecho escuela en este sentido.
En el caso de los sacerdotes individuales, el equivalente de la supresión es la exclusión del estado jurídico clerical, es decir, la reducción al estado laico. No hay que confundir el estado clerical, que se trata de una condición jurídica, con el orden sagrado, que es una condición sacramental e imprime un carácter indeleble en el alma del sacerdote. La suspensión del estado clerical es una medida problemática, sobre todo por lo que se refiere a los obispos, sucesores de los apóstoles. A lo largo de la historia, muchos prelados han cometido graves pecados o incurrido en cismas y herejías. En numerosos casos la Iglesia los ha excomulgado, pero casi nunca los ha reducido al estado laico, precisamente por el carácter indeleble de su consagración episcopal. Por el contrario, hoy en día se procede con gran facilidad a reducir al estado laico, y en muchos casos no se hace mediante un proceso judicial, sino mediante el proceso penal administrativo introducido por el nuevo código de 1983. El proceso administrativo es sólo una  instancia  judicial; el poder discrecional de los jueces es mucho más amplio, y el imputado, al cual a veces no se le concede un abogado defensor, es despojado de todos los derechos que le reconoce el procedimiento judicial. Por otra parte, el prefecto de la congregación competente puede, como cuando se clausura un instituto religioso, solicitar una aprobación pontificia es forma específica que imposibilita todo recurso.
La consecuencia es una praxis justicialista por parte de la institución más garantista de la historia, olvidando las palabras de Pío XII a los juristas: «La función del derecho, su dignidad y el sentimiento de equidad, natural al hombre, piden que, desde el principio hasta el fin, la acción punitiva se base no en lo arbitrario y en la pasión, sino en reglas jurídicas claras y firmes. (…) Si es imposible el establecer la culpabilidad con certeza moral, entonces se atendrá al principio in dubio standum est pro reo» (Discurso del 3 de octubre de 1953 a los participantes en el VI Congreso Internacional sobre Derecho Penal).
A diferencia de la excomunión, que remite a la idea de verdad absoluta en posesión de la Iglesia, la reducción al estado laico se entiende más fácilmente en el mundo, el cual concibe a la Iglesia como una empresa que puede despedir a sus empleados aun sin justo motivo. Este concepto funcionalista de la autoridad frustra la dimensión penitencial de la Iglesia. Al imponer oración y penitencia a los culpables, la Iglesia demuestra que ante todo se preocupa por su alma. Actualmente, a fin de complacer a un mundo que exige castigos ejemplares, la Iglesia se desentiende del alma de los culpables, a quienes manda a su casa sin preocuparse más de ellos. En un artículo publicado en Il corriere della sera el pasado 11 de abril, Benedicto XVI atribuyó el colapso moral de la Iglesia al garantismo. En los años que siguieron a Mayo del 68, también en la Iglesia «había que garantizar los derechos de los acusados hasta el punto de evitar la condena». En realidad, el problema no es un exceso de garantías para los acusados, sino un exceso de tolerancia hacia sus delitos, algunos de los cuales –como la homosexualidad– dejaron de ser considerados delitos en los años posteriores al Concilio Vaticano II, el cual se celebró antes de la revolución del 68. Fue en los años del Concilio y el Postconcilio cuando penetró en los seminarios, colegios y universidades católicos una cultura relativista en la que la homosexualidad carecía de importancia moral y se toleraba sin problema. Benedicto XVI, nunca pidió tolerancia cero contra la homosexualidad, plegándose como su sucesor a las leyes del mundo.
En las últimas semanas han salido a la luz nuevas revelaciones del arzobispo Carlo Maria Viganò sobre los graves delitos contra la moral cometidos por el arzobispo Edgar Peña Parra, nombrado por el papa Francisco Sustituto para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado. ¿Por qué razón las autoridades eclesiásticas, que desde hacía años estaban al corriente de estas acusaciones, jamás realizaron investigaciones, como tampoco lo han hecho con los delitos cometidos al interior del Preseminario San Pío X, que forma a los monaguillos que participan en las ceremonias pontificias en la basílica de San Pedro? Las autoridades tienen el deber de investigar; es un deber ineludible después de haber resonado en el mundo entero las palabras del valeroso arzobispo.
Otra pregunta que aguarda respuesta: desde el pasado mes de marzo, el cardenal Pell está aislado en una cárcel de máxima seguridad de Melbourne a la espera de un nuevo juicio, tras haber sido condenado en primera instancia. ¿Por qué razón las autoridades eclesiásticas lo privan de un proceso canónico que determine su culpabilidad o inocencia, no ante el mundo, sino ante la Iglesia? Resulta escandaloso que monseñor Pell esté encarcelado mientras la Iglesia calla esperando el juicio del mundo y negándose a emitir su propio juicio, que podría ser diferente del que emita el mundo.
¿Qué teme la Iglesia? ¿Acaso Jesucristo no vino a vencer al mundo? El derecho, que debería ser instrumento de verdad se ha convertido en instrumento de poder por parte de quienes gobiernan la Iglesia. Y una Iglesia en la que se extingue el principio de legalidad es una Iglesia sin verdad y una Iglesia sin verdad deja de ser Iglesia.
Roberto De Mattei

Dejar a alguien 9 días sin agua ni alimento no es una 'muerte digna': es un asesinato



Ayer el ciudadano francés Vincent Lambert murió de hambre y sed, después de 9 días de ayuno forzado. Vincent estaba tetrapléjico a causa de un accidente de tráfico que sufrió en 2008.




Ahora el “crimen” que se castiga con la muerte es la dependencia

Tanto los padres como los hermanos de Vincent se oponían a que se le provocase la muerte, pero hace unos días la Corte de Casación de Francia ordenó que se le retirase el soporte vital, lo que significaba una condena a muerte en la práctica. Se trata, además, de una sentencia que abre la puerta de facto a la eutanasia en un país en el que esa práctica es ilegal. Una vez más, un órgano judicial de un país europeo se ha considerado con derecho a quitarle la vida a una persona, a pesar de que en Francia la pena de muerte fue prohibida en 1981. Ahora ya no hay que cometer ningún crimen para que a una persona se le aplique la pena capital en ese país: basta con que sufra un deterioro físico que le haga dependiente de los demás, sin importar su edad.

En el Reino Unido se ha hecho lo mismo con bebés

Recordemos que el año pasado un tribunal británico condenó a morir al bebé Alfie Evans, y en 2017 el mismo procedimiento sirvió para condenar a muerte al bebé Charlie Gard, en ambos caso contra la voluntad de sus padres, que hicieron todo lo posible por salvar las vidas de sus hijos. En este nuevo caso, los padres de Vincent han calificado esa sentencia de muerte como un “asesinato disfrazado”. Y no les falta razón. Los apologistas de la eutanasia llevan muchos años promoviendo el uso de eufemismos para disfrazar esa horrenda práctica, pero lo que se vuelve a demostrar con el caso de Vincent es que matar de hambre y sed a un paciente en una agonía de 9 días no es la “muerte digna” de la que hablan los progres: es un vil crimen.

La devaluación de la vida y el retroceso de los cuidados paliativos

Los citados casos de los bebés británicos, lo ocurrido ayer con Vincent en Francia y también los casos de Eluana Englaro y de Terri Schiavo (en Italia y Estados Unidos, respectivamente) evidencian una alarmante deriva en el mundo occidental. En ciertos países democráticos se está imponiendo un perverso concepto acuñado por el nacional-socialismo: el de que hay ciertas vidas que no merecen ser vividas. El Tercer Reich sostuvo ese concepto apelando a excusas económicas, intentando convencer a los alemanes de que ciertos pacientes eran muy caros de mantener: “Negro, enfermo mental (inglés) 16 años en una institución costando 35.000 RM”, decía una película de propaganda nazi a favor de la eutanasia, en el que también se mostraba a pacientes de un asilo bajo esta consigna: “la vida es solamente una carga. Ahora la propaganda a favor de la eutanasia consiste en convencer a los pacientes de que su vida no tiene sentido y que lo cruel es vivirla. El resultado será una devaluación de la vida y un retroceso en los cuidados paliativos, como ya viene ocurriendo en los Países Bajos desde se despenalizó la eutanasia hace décadas.

Occidente está minando su dique jurídico contra los totalitarismos

Después de la Segunda Guerra Mundial, al desvelarse los crímenes de Hitler en toda su envergadura, hubo un intento de blindar los derechos humanos partiendo de una concepción jurídica iusnaturalista y basada en “la dignidad y el valor de la persona humana”, como señala el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la actualidad, y ante el empuje de la ideología socialista (también llamada “progresismo”) y de su concepción iuspositivista y relativista del Derecho, se está minando el dique jurídico que el mundo libre construyó contra el totalitarismo. Ahora vuelve a haber vidas que son una “carga”, vidas que no merecen ser vividas y jueces que condenan a muerte a pacientes por considerar que sus vidas no tienen sentido: incluso niños y contra la voluntad de sus padres. Ya no les basta con algo tan cruel como deshacerse de ellos en su edad prenatal: ahora también les quieren matar de hambre y sed una vez han nacido si no cumplen con ciertos estándares. Nos equivocamos si pensamos que estamos vacunados contra la aparición de nuevos brotes totalitarios: ya están surgiendo en Occidentea la sombra de una ideología que considera que ciertas personas son descartables y no deben vivir. Una ideología cruel y perversa, por mucho que la mayoría de los políticos y de los medios se afanen en blanquearla.

ELENTIR

¿Por qué vale la pena luchar contra la ideología de género? Entrevista completa a Agustín Laje


Duración 32:28 minutos

Müller sobre el documento del Sínodo de la Amazonía: «¿Herejía? No solamente, también es estupidez»


«No podemos hacer del ecologismo una nueva religión»

Lo dijo el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una entrevista publicada en La Nuova Bussola Quotidiana, y traducida por Secretum Meum Mihi.
Eminencia, usted dice “quieren cambiar la Iglesia”, pero ¿cuáles son los signos claros de esta voluntad? 
El enfoque del Instrumentum Laboris es una visión ideológica que no tiene nada que ver con el cristianismo. Quieren salvar el mundo según su idea, quizás utilizando algunos elementos de la Escritura. No es sorprendente que aunque estemos hablando de Revelación, Creación, sacramentos, relaciones con el mundo, casi no se hace referencia a los textos del Concilio Vaticano II que definen estos aspectos: Dei Verbum, Lumen Gentium, Gaudium et Spes. No se habla de la raíz de la dignidad humana, de la universalidad de la salvación, de la Iglesia como sacramento de la salvación. Solo hay ideas profanas, de las cuales también se pueden discutir, pero no tienen nada que ver con la Revelación.
A este propósito me parece importante mencionar el N° 39 del Instrumentum Laboris, donde habla de “un amplio y necesario campo de diálogo entre las espiritualidades, credos y religiones amazónicas que exige una aproximación cordial a las diversas culturas”. Y dice: “La apertura no sincera al otro, así como una actitud corporativista, que reserva la salvación exclusivamente al propio credo”. 
Tratan nuestro Credo como si fuera nuestra opinión europea. Pero el Credo es la Revelación de Dios en Jesucristo, que vive en la Iglesia. No hay otro credo. En cambio, hay otras convicciones filosóficas o expresiones mitológicas, pero nadie se ha atrevido a decir, por ejemplo, que la Sabiduría de Platón es una forma de la revelación de Dios. En la creación del mundo, Dios manifiesta solo su existencia, su ser punto referencia de la conciencia, de la ley natural, pero no hay otra revelación fuera de Jesucristo. El concepto de Lógos spermatikòs (las “semillas del Verbo”), recogidas por el Concilio Vaticano II, no significa que la Revelación en Jesucristo exista en todas las culturas independientemente de Jesucristo. Como si Jesús fuera solo uno de estos elementos de la Revelación.
Entonces Usted está de acuerdo con el cardenal Brandmüller, cuando habla de “herejía” a propósito este documento (clic aquí).
¿Herejía? No solamente, también es estupidez. El hereje conoce la doctrina católica y la contradice. Pero aquí solo hay una gran confusión, y el centro de todo no es Jesucristo, sino ellos mismos, sus ideas para salvar al mundo.
En el documento se pone como modelo de ecología integral la “cosmovisión” de los pueblos indígenas, que sería una concepción en la que los espíritus y las divinidades actúan “con y en el territorio, con y en relación con la naturaleza”. Y se asocia con el “mantra de Francisco: ‘todo está conectado’” (N° 25)
La “cosmovisión” es una concepción materialista, similar a la del marxismo, al final podemos hacer lo que queramos. Pero creemos en la Creación, la materia es la forma de la esencia de la naturaleza, no podemos hacer lo que queremos. La creación es para la glorificación de Dios pero también es un desafío para nosotros, llamados a colaborar con la voluntad salvífica de Dios para todos los hombres. Nuestra tarea no es preservar la naturaleza así como es, sino tenemos la responsabilidad por el progreso de la humanidad, en la educación, en la justicia social, por la paz. Por esto los católicos construyen escuelas, hospitales, esta es también la misión de la Iglesia. La naturaleza no puede ser idealizada como si la Amazonía fuera una zona del Paraíso, porque la naturaleza no siempre es amorosa con el hombre. En la Amazonía hay depredadores, hay infecciones, enfermedades. E incluso estos niños, estos jóvenes tienen derecho a una buena educación, a beneficiarse de la medicina moderna. No se puede idealizar, como se hace en el documento sinodal, solo la medicina tradicional. Una cosa es tratar un dolor de cabeza, otra cosa cuando hay enfermedades graves, operaciones complicadas. El hombre no solo tiene el derecho, sino también el deber de hacer todo lo posible para preservar o restaurar la salud. Incluso el Concilio valora la ciencia moderna, porque gracias a esta hemos vencido tantas enfermedades, hemos reducido la mortalidad infantil y también los riesgos para la madre.
Sin embargo, las culturas y religiones tradicionales de los pueblos indígenas amazónicos se describen como un modelo de armonía con la naturaleza.
Después del pecado original no hay ninguna armonía con la naturaleza. Muchas veces ella es enemiga del hombre, en todo caso es ambivalente. Pensemos en los cuatro elementos: tierra, fuego, agua, aire. Terremotos, incendios, inundaciones, tormentas son todas manifestaciones de la naturaleza, peligros para el hombre.
Todo se lee en la clave de una debida “conversión ecológica”…
Debemos rechazar en modo absoluto expresiones como “conversión ecológica”. Solo hay conversión al Señor, y como consecuencia también existe el bien de la naturaleza. No podemos hacer del ecologismo una nueva religión, aquí estamos en una concepción panteísta, que debe ser rechazada. El panteísmo no es solo una teoría sobre Dios sino también el desprecio por el hombre. Dios que se identifica con la naturaleza no es una persona. Dios el creador, en cambio, nos creó a su imagen y semejanza. En la oración tenemos una relación con un Dios que nos escucha, que entiende lo que queremos decir, no un misticismo en el que podemos disolver la identidad personal.
… y se considera madre a la Tierra.
Nuestra madre es una persona, no la Tierra. Y nuestra madre en la fe es María. La Iglesia también se describe como una madre, en cuanto esposa de Jesucristo. Pero estas palabras no deben ser infladas. Una cosa es tener respeto por todos los elementos de este mundo, otra es idealizarlos o divinizarlos. Esta identificación de Dios con la naturaleza es una forma de ateísmo, porque Dios es independiente de la naturaleza. Ignoran totalmente la Creación.
Ya a principios de la década de los años 80 del siglo pasado, el entonces cardenal Ratzinger veía que en las iglesias ya no predicaba más sobre la Creación y preveía las dramáticas consecuencias.
De hecho, todos estos errores nacen de la confusión entre Creador y criatura, de la identificación de la naturaleza con Dios, que entre otras cosas genera politeísmo, porque cada elemento natural viene asociado con una deidad. La esencia del monoteísmo bíblico es la diferencia ontológica entre Creador y creado. Dios no hace parte de su obra, es soberano sobre todas las cosas creadas. Esto no es desprecio, sino elevación de la naturaleza. Y los hombres ya no son esclavos de los elementos, ya no tienen que adorar al dios del fuego, o hacer sacrificios al dios del fuego para pacificarse con un elemento que da miedo. El hombre es finalmente libre.
En esta visión panteísta que está esposada al Instrumentum Laboris también subyace una crítica al antropocentrismo, que la propia Iglesia debería corregir.
Es una idea absurda, pretender que Dios no es antropocéntrico. El hombre es el centro de la Creación, y Jesús se hizo hombre, no se hizo planta. Esta es una herejía contra la dignidad humana. Al contrario, la Iglesia debe enfatizar el antropocentrismo, porque Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. La vida del hombre es infinitamente más valiosa que la vida de cualquier animal. Hoy ya hay una inversión de este principio: si un león es asesinado en África, es un drama mundial, pero si los niños son asesinados en el vientre de la madre todo está bien. Stalin también argumentó que esta centralidad de la dignidad humana debería ser eliminada; así podía llamar a tantos hombres para construir un canal y hacerlo morir por el bien de las generaciones futuras. Esto es para lo que sirven estas ideologías, para hacer que algunos dominen sobre todos los demás. Pero Dios es antropocéntrico, la encarnación es antropocéntrica. El rechazo al antropocentrismo viene solo del odio a uno mismo y a los otros hombres.
Otra palabra mágica del Instrumentum Laboris es la inculturación, a menudo asociada con la Encarnación.
Usar la Encarnación casi como sinónimo de inculturación es la primera mistificación. La Encarnación es un evento único, irrepetible, es el Verbo que se encarna en Jesucristo. Dios no se encarnó en la religión judía, no se encarnó en Jerusalén. Jesucristo es único. Es un punto fundamental, porque los sacramentos dependen de la Encarnación, son presencia del Verbo encarnado. No se puede abusar de ciertos términos que son centrales en el cristianismo.
Volvamos a la inculturación: del documento sinodal se entiende que se debe adoptar todas las creencias de los pueblos indígenas, sus rituales y sus costumbres. También se hace referencia a cómo el Cristianismo de los orígenes se inculturó en el mundo griego. Y se dice que tal como se hizo entonces se debe hacer hoy con el pueblo amazónico.
Pero la iglesia católica nunca ha aceptado los mitos griegos y romanos. Por el contrario, rechazó una civilización que con la esclavitud despreciaba a los hombres, rechazó la cultura imperialista de Roma o la pederastia típica de los griegos. La referencia de la Iglesia era el pensamiento de la cultura griega, que había llegado a reconocer elementos que abrían el camino al cristianismo. Aristóteles no inventó las diez categorías: estas ya existen en el ser, él las descubrió. Como sucede en la ciencia moderna: no es algo que concierne solo a Occidente, sino más bien el descubrimiento de algunas estructuras y mecanismos que existen en la naturaleza. El mismo discurso vale para el derecho romano, que no es ningún sistema arbitrario. Es en cambio el descubrimiento de algunos principios jurídicos, que los Romanos encontraron en la naturaleza de una comunidad. Ciertamente otras culturas no han tenido esta profundidad. Pero nosotros no vivimos en la cultura griega, el cristianismo ha transformado totalmente la cultura griega y romana. Ciertos mitos paganos pueden tener una dimensión pedagógica hacia el cristianismo, pero no son elementos que fundan el cristianismo.
En este proceso de inculturación, el Instrumentum Laboris “relee” también los sacramentos, sobre todo con respecto a las órdenes sagradas, bajo el pretexto de que hay pocos sacerdotes en un territorio tan vasto.
Es aquí donde se demuestra finalmente que el enfoque utilizado no tiene nada que ver con el cristianismo. La Revelación de Dios en Cristo se hace presente en los sacramentos, y la Iglesia no tiene autoridad alguna para cambiar la sustancia de los sacramentos. Estos no son algunos ritos que nos gustan, y el sacerdocio no es una categoría sociológica para crear una relación en la comunidad. Cualquier sistema cultural tiene sus ritos y sus símbolos, pero los sacramentos son medios de la Gracia divina, por esto no podemos cambiar el contenido ni la sustancia. Y tampoco podemos cambiar el rito cuando este rito es constituido por Cristo mismo. No podemos hacer el bautismo con cualquier líquido, se hace con agua natural. En la última cena, Jesucristo no tomó ninguna bebida ni comida, tomó vino de uva y pan de trigo. Dicen: pero el trigo no crece en la Amazonía, tomemos otra cosa. Pero esto no es inculturación. No quieren cambiar solo lo que es de derecho eclesiástico, sino también lo que es de derecho divino.
Eminencia, una última cosa, a menudo se refiere Usted a “ellos” que quieren cambiar la Iglesia. ¿Pero quiénes son estos “ellos”?
No depende de una sola persona o de un grupo específico de personas. Es un sistema, un pensamiento en el que, por ejemplo, participan quienes dirigen al Sínodo. Los que se quieren adaptar al mundo: el matrimonio, el celibato, las mujeres sacerdotes, todo debe cambiarse en la convicción de que así habrá una nueva primavera de la Iglesia. Como si no bastará el ejemplo de los protestantes para desmentir esta ilusión. No ven que, en cambio, destruyen la Iglesia, son como los ciegos que caen en el pozo. Pero si alguien dice algo, queda inmediatamente marginado, calificado como enemigo del Papa. 
Publicado en La Nuova Bussola Quotidiana y traducida por Secretum Meum Mihi.

La ‘herejía’ de San Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre la inmigración (Carlos Esteban)



“Es el Papa”, es la sencilla respuesta unánime ante la más leve crítica a alguna de las actuaciones o declaraciones de Francisco, olvidando que todos los anteriores eran, al menos, igual de Papas, e hicieron declaraciones marcadamente distintas en asuntos como la política migratoria.
“Es responsabilidad de las autoridades públicas ejercer el control de los flujos migratorios considerando las exigencias del bien común”. 
¿Otra vez Salvini o alguno de sus miñones de la Liga defendiendo sus políticas contrarias al Evangelio, como no nos cansamos de oír desde todos los frentes eclesiales? ¿De quién son estas declaraciones desprovistas de misericordia y contrarias a lo que Su Santidad defiende con más ardor, celo y frecuencia que ningún punto de doctrina? Juan Pablo II o, por ser más precisos, San Juan Pablo II, que sigue: 
“La acogida debe realizarse siempre en el respeto a las leyes y, por tanto, conjugarse, cuando sea necesario, con la firme represión de los abusos”.
¿Represión de los abusos? ¿Algo así como la detención de la activista alemana Carola Rackete por forzar el desembarco en el puerto de Lampedusa de ilegales recogidos -decir ‘rescatados’ es ya un sarcasmo intolerable- frente a las costas libias, pese a las advertencias constantes de las autoridades?

Uno de los aspectos más curiosos de esta insistencia unánime de la jerarquía eclesial hoy sobre la inmoralidad de controles y fronteras y de la obligatoriedad estatal de la acogida a cuantos aparezcan a las puertas de un país, no importa en qué número o condición, no es meramente que, incluso si fuera justa, resulta extrañamente machacona en detrimento de muchos otros capítulos de la doctrina, cada vez más cuestionados o ignorados, ni tampoco que planteen como un bien positivo tener que dejar la propia tierra y ponerse en manos de mafias para emprender una azarosa odisea, ni que cualquiera con dos dedos de frente sea capaz de prever el caos a que llevaría la apertura sin control de las fronteras, no: lo más sorprendente es que esta ‘novedosa doctrina’ haya sido no solo unánimente ignorada durante dos mil años de historia de la Iglesia, sino incluso contradicha por diversos autores y, sobre todo, por los dos Papas anteriores.

Uno podría parafrasear en redes sociales la declaración papal con que abrimos este texto y podría encontrarse con un anatema informal de alguno de los ‘francisquistas de guardia’, como el padre Antonio Spadaro, director del órgano jesuita La Civiltà Cattolica.

Tampoco su sucesor, aún entre nosotros, el Papa emérito Benedicto XVI, adoptaba en este asunto una postura que podríamos calificar de más cercana a las tesis del Gobierno italiano que a las de Su Santidad. 
“En el contexto socioplítico actual, antes incluso del derecho a emigrar, viene reafirmado el derecho a no emigrar, es decir, a estar en condiciones de permanecer en la propia tierra”. 
Un aspecto de todo este asunto del que nunca tratan las diatribas eclesiásticas sobre la migración, a pesar de las frecuentes quejas de los prelados africanos, que ven cómo sus países pierden su población más dinámica y joven.
“El camino de la integración -señalaba un Benedicto XVI que hoy mantiene un obstinado silencio sobre este y muchos otros asuntos- comprende derechos y deberes, atención para que los migrantes tengan una vida decorosa, pero también atención por parte de los migrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que sen insertan”
¿Cómo, entonces, puede afirmarse con la autoridad del Evangelio que el Gobierno italiano no puede contar con el respaldo de un cristiano cuando defiende la integridad de las fronteras y se opone a la inmigración ilegal? 

De acuerdo, Francisco es el Papa, pero, ¿qué eran Juan Pablo II y Benedicto? ¿O va a cambiar la jerarquía eclesiástica sus prioridades pastorales al capricho de cada pontífice, convirtiendo sus opiniones personales en dogma, como si en lugar de ser la Roca, la Esposa de Cristo, fuera la Iglesia un club social o un partido político?

Carlos Esteban