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viernes, 12 de julio de 2019

Dejar a alguien 9 días sin agua ni alimento no es una 'muerte digna': es un asesinato



Ayer el ciudadano francés Vincent Lambert murió de hambre y sed, después de 9 días de ayuno forzado. Vincent estaba tetrapléjico a causa de un accidente de tráfico que sufrió en 2008.




Ahora el “crimen” que se castiga con la muerte es la dependencia

Tanto los padres como los hermanos de Vincent se oponían a que se le provocase la muerte, pero hace unos días la Corte de Casación de Francia ordenó que se le retirase el soporte vital, lo que significaba una condena a muerte en la práctica. Se trata, además, de una sentencia que abre la puerta de facto a la eutanasia en un país en el que esa práctica es ilegal. Una vez más, un órgano judicial de un país europeo se ha considerado con derecho a quitarle la vida a una persona, a pesar de que en Francia la pena de muerte fue prohibida en 1981. Ahora ya no hay que cometer ningún crimen para que a una persona se le aplique la pena capital en ese país: basta con que sufra un deterioro físico que le haga dependiente de los demás, sin importar su edad.

En el Reino Unido se ha hecho lo mismo con bebés

Recordemos que el año pasado un tribunal británico condenó a morir al bebé Alfie Evans, y en 2017 el mismo procedimiento sirvió para condenar a muerte al bebé Charlie Gard, en ambos caso contra la voluntad de sus padres, que hicieron todo lo posible por salvar las vidas de sus hijos. En este nuevo caso, los padres de Vincent han calificado esa sentencia de muerte como un “asesinato disfrazado”. Y no les falta razón. Los apologistas de la eutanasia llevan muchos años promoviendo el uso de eufemismos para disfrazar esa horrenda práctica, pero lo que se vuelve a demostrar con el caso de Vincent es que matar de hambre y sed a un paciente en una agonía de 9 días no es la “muerte digna” de la que hablan los progres: es un vil crimen.

La devaluación de la vida y el retroceso de los cuidados paliativos

Los citados casos de los bebés británicos, lo ocurrido ayer con Vincent en Francia y también los casos de Eluana Englaro y de Terri Schiavo (en Italia y Estados Unidos, respectivamente) evidencian una alarmante deriva en el mundo occidental. En ciertos países democráticos se está imponiendo un perverso concepto acuñado por el nacional-socialismo: el de que hay ciertas vidas que no merecen ser vividas. El Tercer Reich sostuvo ese concepto apelando a excusas económicas, intentando convencer a los alemanes de que ciertos pacientes eran muy caros de mantener: “Negro, enfermo mental (inglés) 16 años en una institución costando 35.000 RM”, decía una película de propaganda nazi a favor de la eutanasia, en el que también se mostraba a pacientes de un asilo bajo esta consigna: “la vida es solamente una carga. Ahora la propaganda a favor de la eutanasia consiste en convencer a los pacientes de que su vida no tiene sentido y que lo cruel es vivirla. El resultado será una devaluación de la vida y un retroceso en los cuidados paliativos, como ya viene ocurriendo en los Países Bajos desde se despenalizó la eutanasia hace décadas.

Occidente está minando su dique jurídico contra los totalitarismos

Después de la Segunda Guerra Mundial, al desvelarse los crímenes de Hitler en toda su envergadura, hubo un intento de blindar los derechos humanos partiendo de una concepción jurídica iusnaturalista y basada en “la dignidad y el valor de la persona humana”, como señala el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la actualidad, y ante el empuje de la ideología socialista (también llamada “progresismo”) y de su concepción iuspositivista y relativista del Derecho, se está minando el dique jurídico que el mundo libre construyó contra el totalitarismo. Ahora vuelve a haber vidas que son una “carga”, vidas que no merecen ser vividas y jueces que condenan a muerte a pacientes por considerar que sus vidas no tienen sentido: incluso niños y contra la voluntad de sus padres. Ya no les basta con algo tan cruel como deshacerse de ellos en su edad prenatal: ahora también les quieren matar de hambre y sed una vez han nacido si no cumplen con ciertos estándares. Nos equivocamos si pensamos que estamos vacunados contra la aparición de nuevos brotes totalitarios: ya están surgiendo en Occidentea la sombra de una ideología que considera que ciertas personas son descartables y no deben vivir. Una ideología cruel y perversa, por mucho que la mayoría de los políticos y de los medios se afanen en blanquearla.

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